Cuando los padres reciben en los brazos el cuerpo del hijo recién nacido se llenan de cuidados.
A partir de entonces, todo el hogar se modifica. La pareja deja de pensar en exclusividad en sí, para centrar su mirada en el pequeño y frágil ser que les vino a componer la constelación familiar.
Estrella naciente en el firmamento del hogar que se amplia, ese ser trae en si promesas y objetivos para alcanzar.
Es un ser inmortal. Antes de ser hijo de sus padres, es hijo de Dios. Es alguien que ya deambulo por la Tierra, más de una vez, en diversos cuerpos.
Es alguien que trae experiencias, virtudes y defectos registrados y conquistados a lo largo de esos variados paisajes por el planeta.
Así, aunque los padres programan lo que desearían para el hijo, el mismo trae un programa para seguir.
Algunas veces, sin embargo los esfuerzos ofrecidos por los genitores, que no miden sacrificios para pagar la mejor escuela, envolviendo de efecto todas sus acciones, los hijos no alcanzan el programa proyectado por ellos.
Eso no debe, con todo, ser considerado como fracaso de la educación, porque la felicidad se presenta en variada gama de expresiones.
Un hijo anhela y alcanza la posición social relevante, destacar las perspectivas financieras para artístico o cultural, política o religiosa.
Otro se contentará con las pequeñas alegrías que se derivan de cosas simples y modestas, experimentando placeres y auto realización que muchos desconocen.
Otro aun ambiciona el poder, bajo cualquier forma en la que se presente, y luchará para conquistar títulos universitarios, destacándose en la tecnología, en la ciencia, ansiando conquistar la fortuna adinerada.
Hijos e hijos. Cada uno posee su propia visión en torno a lo que es la auto realización.
Como habrá también aquel que se deje arrastrar por la inutilidad, por la indolencia, por el crimen.
Los padres, conscientes de su responsabilidad, les caben la tarea de estar receptivos a los hijos que los busquen, en la situación en que se encuentren.
Su palabra será siempre la de la renovación y la del entusiasmo, contribuyendo con lo que puedan, para que reencuentren el rumbo a aquellos que se perdieron, o persiguen el éxito.
No en tanto, jamás deberán considerarse fracasados porque el hijo no hizo caso a las metas que ellos establecieron en su desvelo y devoción de padres.
Por mayor que sea el amor que tengan a su hijo, no podrán impedir de vivir las propias experiencias, de andar los caminos que le conferirán sabiduría y madurez.
Sufrir porque el hijo no alcanzó la situación privilegiada en la Tierra es agasajar culpa.
Deben los padres considerar que nadie es capaz de ultrapasar los propios límites. Y la vida está hecha de innumerables de ellos, que van siendo vencidos poco a poco. Ni siempre en esta vida.
Así, la conciencia del deber rectamente cumplido debe ofrecer a los padres el discernimiento para que comprendan los fracasos o el exitodel hijo que les fue confiado por la Divinidad.
Invierta lo mejor en sus hijos, confiando en Dios y con esa certeza de que nuestra constelación familiar, a semejanza de un conjunto de astros en la inmensidad de los cielos, es parte importante de galaxia espiritual, bajo el comando y manos de nuestro Padre Creador.
Redacción de Momento Espirita.
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