domingo, 23 de noviembre de 2025

La Paciencia

 INQUIETUDES ESPÍRITAS

1.- Los animales, nuestros hermanos menores. 

2.- ¿ Sería útil saber quienes fuimos o lo que hicimos en vidas pasadas?

3.- Mi idea de Cielo e Infierno.

4.- Paciencia

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 LOS ANIMALES, NUESTROS HERMANOS MENORES                          

       Abstenerse de perseguir y aprisionar, maltratar o sacrificar animales domésticos o salvajes, aves o peces, a titulo de recreación, en excursiones periódicas a los campos, lagos y ríos, o en competiciones obstinadas y sangrientas de deporte. 

Hay diversiones que son verdaderos delitos bajo disfraz. 
En el contacto con los animales a que tenga estima, gobernar los impulsos de protección y cariño, a fin de no caer en excesos obcecados, con el pretexto de amarlos. Toda pasión ciega el alma. 
Evitarse de cualquier tiranía sobre la vida animal, no actuando con exigencias irrazonables para la satisfacción de caprichos alimenticios refinados condenables, así como en investigaciones de laboratorio, restringiéndose solamente a las necesidades naturales de la vida y a los impositivos justos del bien. 
El uso edifica, el abuso destruye. 
Oponerse al trabajo excesivo de los animales, sin administrarles más amplia asistencia. 
La gratitud también expresa justicia. 
En el socorro a los animales dolientes, usar los recursos terapéuticos posibles, sin despreciar aun así aquellos de naturaleza mediúmnica que aplique a su propio favor. 
La luz del bien debe resplandecer en todos los planos. 
Apoyar, todo lo posible, los movimientos y las organizaciones de protección a los animales, a través de actos de generosidad cristiana y humana comprensión. 
Los seres de la retaguardia evolutiva se alinean con nosotros en posición de necesidad ante la ley.

“Todas vuestras cosas sean hechas con caridad” –Pablo (I Corintios 16:14) 

Espíritu Andre Luiz 
Médium Waldo Vieira 
Extraído Del libro “Conducta Espirita” 
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¿ Sería útil saber quienes fuimos o que hicimos en otras vidas?

 Wellington Balbo – Salvador BA

      Uno de los tópicos que más llaman el interés del público cuando se habla de reencarnación y la posibilidad de saber quien fue quien en una existencia pasada, o aún, identificar algunas experiencias vividas en el pasado con nuestros seres de la actualidad.
     Es natural la curiosidad de la esposa, de querer saber quien fue y que representó en su vida anterior su actual marido, o la madre que tiene muchas afinidades con los hijos y quiere saber de donde viene todo ese bien querer.
  Aquellos que traen consigo gustos refinados, no son raros, desean saber si usaron coronas o fueron nobles. Los que mucho sufren intentan desvelar las razones por las que el dolor llama cruelmente a su puerta.
  Esta curiosidad es parte de la condición de seres en progreso, y es complicada cuando se vuelve una fijación.
  Conozco mucha gente que daría su vida para saber lo que fue en la otra, y por eso, procuran médiums que infelizmente abren el baúl de las revelaciones, como si tuviesen una lista completa de lo que fuimos y lo que hicimos en pretéritos estadios por este mundo.
     Esos médiums revelan situaciones y casos, asociaciones, romances vividos, asesinatos e intrigas.
     Yo vi mucha gente desequilibrarse y entrar en confusión a cuenta de esas revelaciones.
     En cierta ocasión un médium dice al esposo de una amiga que el hijo de ella había sido su asesino en anterior existencia.       El marido creyó en la relación con el hijastro, estremecido.
     Casi puso fin a su matrimonio a causa de esto.
     Después de algunas dudas, el esposo de esta amiga resolvió dejar para luego la "supuesta" violencia del hijastro.
     Este caso tuvo un final feliz, pero el resultado, podría haber sido otro.
     El tema es tan palpitante que hay muchos cofrades estudiando para saber las reencarnaciones de Chico Xavier, Allan Kardec y tantos otros.
     No se si habrá algún provecho real en saber si Chico  fue Kardec o no, como también, no se si hay utilidad en identificarnos si fuimos padres, coronados o un operario.
     Nuestro foco no debe ser el pasado, sino el presente.
¿ Qué importa quien fuimos?
Lo fundamental es como estamos.
¿ Y cómo estamos?
¿ Cómo anda nuestro progreso?
Antes de buscar el pasado más vale vivir el presente.
     Farol seguro es el Espiritismo y este dice que el olvido temporal de lo que fuimos y de lo que hicimos en existencias pasadas es fundamental para que podamos actuar sin las culpas del pasado o inhibir iniciativas en el presente, p crear barreras de relacionamiento. 
     Kardec, además enseña que al estudiar nuestro propio comportamiento, tendencias y aptitudes, tenemos la intuición de lo que hicimos anteriormente.
     Definitivamente no tendríamos condiciones psicológicas de convivir con alguien que sabemos que fue nuestro verdugo.
     Esta, por tanto, es solo una de las razones por las cuales nuestro pasado queda bajo un velo, y pienso ser bien fuerte para justificar tal regla impuesta por la espiritualidad.
     Las revelaciones de otras existencias, según los Espíritus, vienen solo en situaciones especialísimas.
     Por tanto, es útil que guardemos serenidad ante el pasado.
     Foco en el presente, foco en el hoy, en el ahora.
     Nada nos importa más que saber como estamos.
     Y repito la pregunta de arriba: ¿Cómo estamos?
 Wellington Balbo (Salvador – SP) es miembro de la Red de Amigo Espírita
Profesor universitario, escritor y conferenciante espírita. Es autor del  libro "Lecciones de la Historia Humana", síntesis biográfica de figuras de la Historia, a la  luz del  pensamiento espírita.  

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MI IDEA DE CIELO E INFIERNO
En el Más Allá no existen cielos ni infiernos eternos como lugares físicos o geográficos descritos así por las teologías religiosas, pero si que existen los espíritus desencarnados de los mundos físicos, agrupados en el espacio infinito que nos rodea, en mundos o planos espirituales, de naturaleza material mucho más sutil que la de la materia terrestre, formados por sus creaciones mentales más o menos maravillosas o tristes, según la clase de espíritus que se agrupen en esos planos de vibración, y consecuentemente, existen en estados felices o infelices de acuerdo con su condición moral y la visión interior de sus habitantes, y esto es algo que depende y comienza siempre en nosotros mismos como seres humanos.
Las religiones han promulgado las ideas del cielo y del infierno ( arriba y abajo), como lugares concretos e indefinidos, destinados a ser las metas finales e inevitables de los seres humanos, dándoles un sentido de eternidad o definitivo. Afirman que las almas bienaventuradas van a un cielo de felicidad eterna y allí permanecen admirando la grandiosa obra de Dios, sin tener ninguna actividad; este cielo que parece tener relación con una inacción eterna, si existiese, sería más bien un infierno de eterno aburrimiento, porque la Ley General de Evolución que impulsa a la acción y al movimiento, afecta a todos los mundos y a todos los Seres, tanto encarnados como desencarnados.
La respuesta a este dilema está, bajo mi punto de vista, en que el cielo espiritual está por todas partes, sin límites físicos ni geográficos, aunque es cierto el sentido de “arriba” en cuanto a que los planos superiores de estancia espiritual se encuentran en franjas vibratorias elevadas en cuanto a la psico-esfera terrestre de más baja vibración, y los infiernos, al señalarlos como “abajo”, no es que se encuentren como lugares ubicados bajo tierra, sino más bien como franjas vibratorias más acordes con nuestra psico-esfera, o de una vibración inferior a la terrestre, que los agrupa por afinidad en otros mundos psíquicos del espacio.
Por ello podemos concluir que estos conceptos teológicos tradicionales, de cielo e infierno, tal como son presentados, no pueden ser en absoluto ciertos, y por ello cada día son menos creídos, pues atentan a la razón y a la lógica. Todos estamos llamados a continuar nuestra evolución personal o espiritual hacia esa gran Meta, estado de Perfección infinita que llamamos Dios, con independencia de los errores o aciertos que cada cual haya podido cometer en una vida humana o en sus múltiples existencias en mundos físicos, como espíritus encarnados en ellos.-

- José Luis Martín-
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                         LA PACIENCIA

                                                                 


     La paciencia es definida como la virtud de aquellos que soportan males y contratiempos sin quejas ni protestas, siendo también, la cualidad de quien espera con calma aquello que se demora.

     Ante las enfermedades o dificultades que enfrentamos, la paciencia se manifiesta con el equilibrio que favorece la ayuda que nos será prestada, inclusive por la espiritualidad, facilitando, al mismo tiempo, la convivencia con los parientes y amigos que pueden aproximarse de nosotros sin manifestar irritación o agresividad. Ella es igualmente necesaria en las filas y en las salas de espera de los consultorios o empresas oficiales, que nos conducen a perder mucho tiempo, situación que comúnmente nos lleva a reaccionar con acidez y crítica irresponsable. Debemos utilizarla, también, para aguardar los resultados de las buenas acciones emprendidas que, raramente, son inmediatos.

     En verdad, la impaciencia nunca es justificada, puesto que, permanentemente nos encontramos bajo el acompañamiento de las leyes divinas, que nos destinan siempre lo mejor – que no es necesariamente agradable – debiendo, entonces, entender que enfermedad o decepción como experiencias, a veces ásperas, pero cuyo valor educativo invariablemente es constatado después.

     Por otro lado, la impaciencia en las horas de espera proviene de nuestra dificultad en ocupar la mente con temas positivos en esas ocasiones – en las cuales una buena lectura puede ayudar mucho – pasando, entonces, a sintonizar con la insatisfacción común a la mayoría en tales momentos. Los Espíritus superiores nunca se impacientan. Son siempre puntuales en sus compromisos mas no se alteran cuando circunstancias ajenas a su voluntad les impone atrasos o cambios de planos, prosiguiendo serenos, aún cuando alcanzados por una enfermedad o imperiosas adversidades.

     La Doctrina espiritista nos auxilia valiosamente en este terreno, mostrándonos la importancia y la necesidad – en nuestro propio beneficio – de preservar nuestra armonía interior en las horas de incerteza y dificultad, así como ante las deficiencias ajenas, sobretodo, de personas con las cuales convivimos, esclareciéndonos que esta es una forma de caridad. Debemos recordar, finalmente, que el mayor ejemplo en este particular – como en todo lo que se refiere al bien – es Jesús, que trayéndonos personalmente la Buena Nueva hace más de veinte siglos, aguarda, pacientemente, y en acción incesante, que aceptemos su invitación amorosa para la paz y la alegría verdaderas.

“El Evangelio según el Espiritismo” (capítulo 9, ítem 7).

D.Villela

Revista "SEI"
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