martes, 23 de junio de 2020

Calamidades destructoras

   INQUIETUDES  ESPÍRITAS

1.- Algunos personajes de la Iglesia Primitiva que avalaron la idea de la Reencarnación
2.- ¿Qué es el Espiritismo kardeciano?
3.-  Espiritismo en el cementerio
4.-  Calamidades destructoras
5.- Pensamientos de Descartes



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Algunos personajes de la Iglesia Primitiva que  avalaron  la idea de la   Reencarnación
 Por Jose Luis Martín-

        Para las iglesias cristianas primitivas hasta el famoso Concilio de Constantinopla, la  reencarnación  era  algo normal y asumido, aunque no se la conociese bajo ese nombre.
       Los primeros dirigentes  o fundadores de la Iglesia primitiva tales como el apóstol Pedro o el reconvertido Pablo, asumieron esta idea tal como la tenía asumida   el mismo Jesús y la mayoría de las sectas y grupos hebreos.
  

   Ammonio Saccas,  filósofo alejandrino  en el siglo I,  fue un antecesor de la iglesia cristiana y fue quien  transmitió   esta  idea  a  San Clemente de Alejandría, padre de la primitiva Iglesia y  a su vez maestro de Orígenes. En el año 220 dirigió la Escuela de Alejandría de carácter neoplatónico. Sin duda, Orígenes, a su vez, fue el más grande y sabio maestro de la Primitiva Iglesia, junto con San Agustín  y Plotino .    
   S. Agustín                                        Por haber mantenido  Orígenes  la idea de la reencarnación  fue condenado en el   Sínodo de Constantinopla  en el año 553.
    Porfirio en el siglo III, fue un filósofo neoplatónico,que también asumió y defendió esta idea; este a su vez fue  discípulo de Orígenes  y de Plotino.
     Otro personaje a destacar como defensor de esta idea, fue Nemesio, Obispo de Alejandría  y gran filósofo que vivió durante el siglo IV.
  Asimismo  lo fue también Calcidio, destacado filósofo neoplatónico que vivió  también en esa misma época.
   No podemos dejar de mencionar aquí a otros  Primeros Padres  de la Iglesia que  también fueron defensores de esta  idea, tal como San Gregorio Nacianceno, San Justino,                     Orígenes
San Jerónimo,  San   Agustín,  etc


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“Las almas van y vienen. vuelven a la Tierra dan vida y luz a  nuevas formas”
-    Ovidio -

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¿  QUÉ ES EL ESPIRITISMO KARDECIANO? 

 El Espiritismo, o mejor dicho la Doctrina Espírita, no es una religión, no es una secta ni mucho menos, no tiene culto, no tiene altares ni rituales, no existen líderes ni dirigentes, cada persona dirige su vida a través de su libre albedrío.


Todo lo que enseña es libre y gratuito, los espiritistas kardecianos son personas que intentan ser mejores cada día, que les gusta saber y sobre todo razonar aquello que estudian.

La Doctrina Espírita coloca como premisa mayor la existencia de DIOS, reconociéndolo como “LA INTELIGENCIA SUPREMA Y CAUSA PRIMERA DE TODAS LAS COSAS”.
 Este concepto  permite entender la majestuosidad del Universo y su armónico desenvolvimiento. 
La concepción espiritista de Dios se distancia radicalmente de las ideas antropomórficas, vale decir que atribuyen a Dios formas y atributos humanos, que han caracterizado a las doctrinas religiosas en las más diversas culturas y civilizaciones en todo el planeta. No se concibe a Dios como un ser personal, una entidad patriarcal o un juez severo y caprichoso que aplica castigos o que distribuye premios y recompensas.
A la luz del Espiritismo, la ley de la adoración se cumple elevando el pensamiento a Dios y comportándose de una manera digna y recta sin necesidad de intermediarios, cultos, ritos o formulas sacramentales.

Nadie progresa moral y espiritualmente por admitir alguna creencia religiosa o espiritualista o por participar en determinados cultos o ceremonias místicas.

El verdadero progreso es el resultado de un esfuerzo propio que se manifiesta en la transformación moral e integral que cada ser humano demuestra en sus pensamientos y en sus acciones…


( Tomado del Blog  Sublime espírita )

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ESPIRITISMO EN EL CEMENTERIO


A mediados del siglo XIX, un misterioso barco arribó al puerto de Barcelona procedente de Marsella. Su capitán era Ramón Lagier y el barco se llamaba Le Monarch (“El Monarca”), curioso nombre para un marino antimonárquico como Lagier.

Ramón Lagier Pomares (Alicante 1821 – Elche 1897) fue, según palabras de su biógrafo Joaquín Santo, “marino, aventurero, revolucionario y benefactor…”. En su labor humanitaria, el capitán Lagier solía esconder en las bodegas de sus barcos, como en el citado o en el “Buenaventura”, a refugiados políticos y revolucionarios que eran perseguidos en sus países. Pero después de una crisis de fe (1), las bodegas de los buques mercantes que comandaba el capitán empezaron a llenarse de libros de ocultismo que, por aquella época, eran muy populares entre la intelectualidad de Francia.

Ramón Lagier Pomares

El día que atracó “El Monarca” en el puerto de Barcelona, la bodega de la nave contenía un cargamento que es el origen de la historia que les voy a contar. Eran libros que estaban proscritos en el país vecino, y lo estuvieron en el nuestro hasta que, su extraña doctrina, se extendió por toda Europa llegando a tener cierta relevancia en la historia social y política de aquel tiempo (2). Los libros estaban firmados por Allan Kardec, el llamado apóstol del espiritismo. Los libros llegaron a las manos de un notario y antiguo militar carlista que residía en Barcelona, se llamaba José María Fernández Colavida (1819-1888). El notario, de origen aragonés, era íntimo amigo del capitán Lagier y, éste, le pasó los libros para que su lectura mitigara el sufrimiento vital por el que estaba pasando su amigo. Después de conocer la doctrina espírita a través de los libros de Kardec, Colavida renegó de su pasado militar y se entregó, en cuerpo y alma y nunca mejor dicho, a traducir los libros de Kardec y a extender el espiritismo por Cataluña, España y América. Practicó la hipnosis siendo pionero en las llamadas regresiones y fundó, en la Ciudad Condal, la “Revista de Estudios Psicológicos” y la “Asociación de Amigos de los Pobres”. Del centro espírita “La Buena Vida”, situado en la antigua Vila de Gràcia, barrio anexionado a Barcelona en 1897, salían escritos de Colavida y sus compañeros, así como los libros de Kardec traducidos por el citado. Los opúsculos y libros viajaban a las colonias de Américas escondidos en cajas de mercancías. La popularidad de las traducciones de Colavida al otro lado del Atlántico le valió el apelativo del “Allan Kardec español”. En el último Auto de Fe celebrado en la ciudad de Barcelona, que aconteció en 1861, fueron quemados en plaza pública 300 libros de espiritismo traducidos o escritos por Colavida.


 José María Fernández Colavida

Colavida murió, o como dicen sus hermanos de doctrina, desencarnó, unos meses después de celebrarse el Primer Congreso Internacional Espírita que, con setenta delegaciones venidas de todo el mundo, se celebró en Barcelona en 1888, el año de la Exposición Universal que también tuvo a La ciudad de los prodigios –utilizando el título de la novela de Eduardo Mendoza que transcurre en esa época- como sede. Antes de llegar al meollo de la cuestión y que justifica el título de esta pieza, debemos saber que los espiritistas tenían problemas para ser enterrados. Eran cristianos, pero no católicos, por lo que no aceptaban el rito católico de difuntos. Por ello la iglesia se negaba a enterrarlos en suelo consagrado. Para solucionar este problema, al médico naturista y eminente espiritista procedente de Tarrasa, Luis Vives, se le ocurrió crear la Asociación Humanitaria por el Entierro Civil y Económico.  De esta forma, en el recinto protestante del cementerio de Montjuïc, se empezaron a enterrar a los espiritistas, junto a dualistas, suicidas, anarquistas y otros laicos… En la “Agrupación 13” –atención a número- se encuentra la tumba de Colavida, enterrado junto a la primera y más famosa mujer espiritista dentro del mundo hispano, se trata de la médiums y escritora Amelia Domingo (1835-1909). Las dos tumbas -junto a la de Felipe Senillosa- son muy visitadas por los espiritistas de todo el mundo que llegan a la ciudad,  y es curioso encontrar flores frescas y mensajes escritos, entre ellos muchos escritos en portugués, ya que en Brasil, donde la llamada Iglesia Espírita tiene dos millones de seguidores, las obras de Colavida fueron muy conocidas. 

Tumba de Fernández-Colavida en el cementerio Montjuïc (Barcelona)

Pues bien, en este lugar del cementerio de Montjuïc (Vía de San Carlos, nº 35), en fechas significativas y aniversarios, se solían realizar sesiones mediúnicas de espiritismo, por lo menos esto se hizo hasta los años ochenta, hoy desconozco si se siguen haciendo. A un servidor siempre le ha parecido una contradicción venerar las tumbas de los espiritistas, ya que creen en las sucesivas reencarnaciones, como un proceso de evolución y aprendizaje y en las tumbas, siguiendo el ideario espírita, sólo están los restos del cuerpo material, un vehículo, entre lo que ellos llaman el periespíritu –el cuerpo semimaterial que une espíritu al cuerpo material-. Pero en fin, aunque los espiritistas no procesan cultos, ni dogmatismos, ni ritos, lo que quería contarles, y hoy 1 de noviembre es un día adecuado para ello, es que hasta hace no mucho tiempo en el citado cementerio se realizaban sesiones de espiritismo. ¿Se seguirán haciendo?
JAVIER CORIA

( Tomado del Blog de Javier Coria)

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Calamidades destructoras
En estos momentos en los que la humanidad se está tomando, por así decirlo, un tiempo de relax obligatorio, un descanso, consecuencia del impacto social de ese agente vírico denominado coronavirus o COVID-19 que está asolando el planeta, resultaría adecuado o al menos conveniente llevar a cabo una pequeña introspección, echar un vistazo al interior de cada cual para preguntarse las razones de su existencia, su origen, su causa real y, de paso, analizar si obedece a causas desconocidas o simplemente al azar. Quizás sea el momento de formularse estas preguntas: ¿qué enseñanza puede extraerse de la situación? ¿qué representa esta experiencia para el género humano? ¿en qué sentido puede ayudarle? ¿y si realmente puede ayudarle o por el contrario, perjudicarle?
Por las enseñanzas recibidas de los mentores espirituales se desprende que toda destrucción conlleva nuevas oportunidades: se destruye lo viejo, lo caduco, para reconstruir sobre sus cimientos. El ser humano aprende de sus experiencias, de sus  errores, del dolor y del sufrimiento. Por tal motivo, quizás el individuo no debiera afligirse en exceso a causa del momento que atraviesa y considerar que esta experiencia es posiblemente una más; una experiencia necesaria y conveniente en este momento crítico. Quizás deba pensar que se trata de una lección de vida que busca promover su crecimiento interior, una catarsis más del género humano en su camino evolutivo. Bien aprovechada la lección, el hombre deberá alzarse con espíritu renovado, emprendedor, entusiasta; con deseos de asimilar la lección de solidaridad que se le presenta y crecer en su reforma interna, en su camino evolutivo.
No cometamos el error de estimar que el ser humano deba centrarse únicamente en sanar el cuerpo y la economía. Quizás deba enfocar sus esfuerzos en extraer la quintaesencia de este aprendizaje doloroso y forzado. De no hacerlo puede encontrarse con que la situación vuelva a repetirse y cada vez más virulenta. Cuando la naturaleza busca ese impacto ¿no será que resulta necesaria para el avance evolutivo del ser humano? ¿no será que la civilización necesita un empellón?
¿Es posible que las circunstancias que estamos viviendo sean un paso obligado para el entendimiento general? ¿una experiencia de vida necesaria y útil para todo individuo de este conglomerado humano?, ¿para este conglomerado necesitado de transcender por la única vía provechosa, el dolor y el sufrimiento? ¿es posible que las estructuras sociales existentes deban alterarse? ¿que deba modificarse el patrón de vida, su enfoque?
El ser humano continúa ignorando los mecanismos rectores; los mecanismos que dirigen sus estructuras basadas en el más puro egoísmo, en el más burdo materialismo, en el poder económico y militar. Y esas estructuras están condenadas al fracaso. La historia y la experiencia colectiva vienen a demostrar, una vez más, que el actual modo de vida, basado en el capitalismo, una vez derribados los muros del socialismo, es también un camino de ilusiones, un sistema de vida obsoleto y caduco. Un sistema que no ha podido resolver los problemas endémicos de la sociedad, sus desigualdades, sus diferencias, únicamente ha modificado el modo de verlas. Los modelos económicos han ido derrumbándose uno tras otro para demostrar, una vez más, que la dirección que ha de tomar la sociedad futura se aleja de dichos estandares.
Como cito, dicho modelo no ha venido a resolver los problemas endémicos de la sociedad, pues siguen las guerras, la pobreza, la miseria de unos en beneficio de otros. Las desigualdades continúan y las condiciones de vida apenas se han modificado. ¿Qué espera el ser humano para concienciarse de que su destino es otro? ¿que un sistema de vida basado en el perjuicio ajeno está condenado al fracaso?
Todas las calamidades experimentadas por que el género humano y las que seguirá experimentando en el futuro próximo obedecen a una experiencia colectiva que tiene por premisa el aprendizaje. Un aprendizaje que supere la inutilidad de las estructuras vigentes. Asistimos a una época, a un momento diferente, donde cada ser, cada conciencia, siente que su status necesita cambiar y que no puede seguir adelante por un camino ilusorio. El hombre siente que necesita cambiar sus estructuras, sus perspectivas y enfoques, tomar conciencia que no se dirige a ninguna parte.
El hombre percibe que es imperativo cambiar los modelos productivos, educativos, medioambientales y establecer nuevos modelos que busquen un modo de convivencia diferente, un giro total de las estructuras económico-sociales, para llevarlas hacia un formato donde prime la hermandad entre pueblos, entre pueblos ricos y el resto, los maltrechos, que comparten este cascarón planetario. Y ¿quién se atreverá a dar los primeros pasos?
La falta de mejoras ha propiciado que desde los planos espirituales superiores, desde el plano rector de este planeta, se deje paso a la ley; que el peso de las acciones humanas recaiga sobre el hombre; que las leyes naturales hagan su labor y muestren al ser humano que ha traspasado los límites. El Supremo Hacedor ha dotado al hombre de libre albedrío y le da completa libertad para experimentar su entorno y aprender de sus errores… la ley es paciente. Pero cuando la sociedad sobrepasa los límites; unos límites de los que no es consciente; la ley actúa buscando reestablecer el equilibrio perdido. Y la experiencia que estamos viviendo es apenas un mecanismo más de aviso, uno más.
El hombre, en su ceguera, como barco entre la niebla, es incapaz de ver sus límites y poner freno a sus desmanes; de poner los remedios adecuados para encauzar la sociedad hacia su destino. Se hace entonces imperativa la intervención de los mentores planetarios. Entonces, mediante el dolor, muestran al género humano su nuevo modelo evolutivo, el medio para alcanzar su nuevo status; el status de un planeta en proceso de regeneración.
El hombre, en el fondo de su conciencia sabe que actúa bien, sabe que los modelos actuales, ya caducos, no le conducen a ningún lugar. Se siente incapaz de efectuar por sí mismo los cambios necesarios, de modificar sus actitudes y hábitos para enfocarlos hacia el bien común. Se siente lastrado en su andadura, carece de fuerzas para rebelarse ante el “establishment”, ante lo establecido, ante los sistemas corruptos, faltos de moral y visión general. Vive absorto en su propio mundo de ilusión, en un mundo de necesidades artificiales con las que llenar su vacío y del que no sabe escapar.
Todas las ramas del conocimiento humano llevan en una misma dirección, la era del espíritu. Surgen por doquier modelos nuevos de pensamiento, nuevas actitudes, nuevas formas de percibir la vida, los sentimientos, las creencias. Surgen por doquier personas predicando un diferente modelo de vida, una vuelta a la Naturaleza, una comprensión más humana de los fenómenos que le afectan.
El hombre se ve impelido a respetar al hombre, a los animales, a la naturaleza. Vemos florecer la preocupación por la ecología, por el medio ambiente, por la alimentación natural. El hombre se ve impelido a enfocar los problemas cotidianos de diferente manera, con diferente actitud. Ve florecer nuevas formas de tratamientos psicológicos, meditación, autoanálisis. El ser humano asiste sorprendido a nuevas corrientes sociales que le invitan a expandir su conciencia; que le invitan a conocer su origen, su fin, su trascendencia. Se siente invitado a transformarse, él y su conciencia, su yo interior; impelido a analizarse como un ente que debe construirse a sí mismo, a conocerse mejor cada día, a experimentar su entorno social, a compartir su tiempo y experiencias con el resto de la sociedad, a buscar un crecimiento común, a mejorar su entorno y la sociedad donde vive y se expresa.
El ser humano, ese ente evolutivo que transita hacia un nuevo modelo planetario, hacia el nuevo mundo de regeneración que le espera, debe ser consciente de que su actual andadura le conduce hacia “nowhere”, hacia ningún lugar. Y por ello ha de ser consciente de que debe modificar su interior, corregirse él mismo y también su entorno, alterar su sistema de valores hacia otro en el que predominen los valores del espíritu, los valores morales. Y que de no hacerlo, la historia que vivimos habrá de repetirse una y otra vez, y su virulencia será cada vez mayor.
El hombre debe reconciliarse consigo mismo, encontrar la paz interior. Y conseguido esto, ayudar al género humano. El hombre está bloqueado, paralizado, incapaz de modificarse a sí mismo y a su entorno; continúa reñido con su conciencia, continúa mirando hacia su ombligo, hacia sus propios intereses; se refugia en sí mismo, tras las redes sociales, incapaz de relacionarse, de participar de una vida en común.
El hombre actual ha convertido la economía, el dinero, el trabajo, en su ídolo de barro; se ha convertido en su propio esclavo. Ahora más que nunca necesita reflexionar, sacar a luz sus valores y trabajar en pos del bien común, reconstruir y encauzar el mundo en que vive. Necesita construir nuevos modelos basados en la libertad, la igualdad y la fraternidad. El resto, como bien sabéis, viene por añadidura.
Hagamos de este mensaje una alabanza al ser humano. Busquemos un destino común, avancemos unidos hacia el futuro, limpiemos el ambiente de pensamientos y sentimientos insalubres; ayudemos a la Naturaleza a renovarse, mimémosla, cuidémosla, permitámosle regenerarse. Permitámosle regenerar el entorno atmosférico y psíquico, lo que traerá la desaparición de pandemias como la actual. Lacras que nacen de la ambición, del ansia de poder y la falta de respeto hacia el género humano.
 Fermin Hernández - Amor, Paz y Caridad.-Grupo Villena  

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 Pensamientos de Descartes     

En el siglo XVII de la era actual, el eminente pensador francés, René Descartes (1596-1650), centraba sus reflexiones en el ser inmaterial actuante en su organismo.
      Reconoció que el ser humano estaba formado de cuerpo y alma, dos principios completamente distintos, uno material y el otro espiritual, y que el pensamiento está relacionado a su yo espiritual.
     Tuvo, así, la percepción de su yo espiritual, independiente de sus atributos físicos, llegando a la famosa conclusión, todavía no contestada: «Pienso, luego existo».
     Según él, el cuerpo se manifiesta a través de sus atributos físicos y el alma por el pensamiento y por la voluntad. Hay, todavía, una perfecta armonía entre ambos, como puede ser observado en las sensaciones y en los sentimientos, en que el alma recibe los estímulos de las impresiones corporales y, a su vez, la voluntad impulsa la dinámica del cuerpo.
     Partiendo del reconocimiento de su propio yo, y plenamente convencido del potencial de la inteligencia humana, creyó en la posibilidad de sustituir la fe ciega por la razón y por la ciencia.
     En verdad, Descartes puede ser considerado un precursor del Espiritismo, pues hay alguna semejanza entre ciertos conceptos, como la expresión: «pienso, luego existo» y la afirmación de Allan Kardec, según la cual «el alma es un espíritu que piensa», como está en El Libro de los Espíritus ítem 460. Otro punto de convergencia es el de considerar que la fe debe estar basada en la razón y en la ciencia, concepto que se identifica con la «fe razonada» de Allan Kardec en el Evangelio según el Espiritismo, ítems 6 y 7. Existe, todavía, otro concepto según el cual para Descartes «la glándula pineal es el centro del alma», como está escrito en el libro Misioneros de la Luz de André Luiz, al analizar la hipófisis, como «glándula de la vida espiritual del hombre».
     Con todo, hay una diferencia muy grande entre las enseñanzas de esos dos insignes pensadores. René Descartes procuró evidenciar la existencia del alma teniendo por base su vida en la materia, y Allan Kardec analiza la vida del espíritu en la materia, teniendo por base su existencia como ser cósmico universal. Ese concepto del maestro lionés tiene una doble connotación: estudia el alma en la erraticidad, como espíritu, y en la vida biológica como ser encarnado, durante cierto periodo de tiempo.
     La situación del espíritu de vivir en la Tierra, encarnado en un cuerpo físico, es tan solo una de las condiciones, como ser cósmico, de participar de la vida humana, a parte de conocer el mensaje de que «en la casa de mi Padre hay muchas moradas». (Juan 14,2).

Extraído del libro ENFERMEDADES DEL ALMA
Viros Costa

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