domingo, 3 de febrero de 2019

El temor a la muerte

ESPIRITISMO

Índice de materias:

1.- La grandeza de Dios
2.-La Caridad: Un principio Universal
3.-Somos libres para aceptar o rechazar el mal
4.-El temor a la muerte
5.-La credulidad excesiva y el escepticismo intransigente



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                                      LA GRANDEZA DE DIOS


                                    (Comunicado espiritual)  

   En todo resplandece la grandeza de Dios, así se la ve en las cosas más grandes como en las más pequeñas.
   Observad el insecto microscópico que se ensaya a la vida; ser nacido de la descomposición de las sustancias orgánicas, que llevan en sí los gérmenes necesarios para que la vida animal se presente; y notaréis con asombro vuestro que aquél diminuto ser que apenas puede apreciar la simple vista, está dotado de órganos múltiples que le sirven para el desempeño de sus funciones en la vida animal.
     Si tan delicado es el conjunto, ¿cuánt0 no lo será en sí cada parte de su organismo?
¡ Qué vasos tan ténues, tan delicados serán aquellos que sirven para la nutrición y circulación de aquél cuerpo tan infinitamente pequeño!.
     En él hay un sistema completo de vida; organización sencilla, es verdad, si la comparáis con la de un mamífero, pero muy complicada si la consideráis en sí misma.
     Aparatos de nutrición, de circulación, de locomoción, de reproducción; ¿No es esto maravilloso?;¿no se ve aquí una obra perfecta en su pequeñez infinita?.
     Elevaros ahora en el espacio.
      Figuraos, si podéis, una extensión inconmensurable. En ella gravitan varios mundos alrededor  de su sol central. Esos mundos gigantes, son cuerpos sumamente pequeños si los comparáis con un sol, centro de atracción de todos ellos, y asimismo, todos juntos, sol y mundos, quedan reducidos a proporciones insignificantes, comparándolos con la nebulosa de la cual forman parte. Y sin embargo, ese sol, con todo su sistema planetario, ocupa una extensión de muchos millones de leguas.
     Mas, ¿qué son millones de leguas, comparadas con el espacio infinito?;¿qué es aún esa vasta nebulosa, comparada al infinito número de ellas?.
     Menos aún que el ser microscópico, de que os hablaba antes, para el mundo; porque hay una relación conocida entre el infusorio y el globo; pero no la hay ni la puede haber entre un sistema solar ni entre una nebulosa, con el espacio infinito, puesto que, si bien el uno tiene proporciones apreciables, el otro no tiene límite alguno; solo la voluntad de Dios es su límite.
     Un infusorio, un mundo, un sistema, una nebulosa, son cosas muy distintas para vosotros, criaturas aun ligadas a la materia; pero si hacéis abstracción de vuestros sentidos, si encerrados en vosotros mismos lo consideráis, comprenderéis que ante lo infinito desaparecen los volúmenes particulares o propios para confundirse con él.
¡ El infinito !;¿Quien ha podido comprenderlo?.....
   Estudiad la Naturaleza en sus múltiples fases, y solo así llegaréis a adquirir una noción de Dios, que si bien no será exácta, porque esto no le es dado a nadie, por lo menos podréis comprenderlo mejor, cuanto más conozcáis su obra.

-Un Espíritu amigo-
-Comunicado obtenido en Barcelona el 17-12-1871
- Médium A,M.

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          LA CARIDAD: PRINCIPIO                         UNIVERSAL





                                                                           
La caridad es, sin duda alguna, la asignatura pendiente de nuestra humanidad. Sin caridad no podríamos entender el amor; la caridad es la hermana mayor de ese valor tan grande e incomprendido, “el amor”; la mayor potencia del espíritu, la virtud por excelencia, la energía que irradia nuestro Creador y que impregna y envuelve el universo infinito.
Es bueno y conveniente que cada cierto tiempo repasemos y estudiemos esta virtud sin otro propósito, que ver hasta qué punto forma parte de nuestra personalidad y  de nuestras vivencias cotidianas. Esto significará que estamos en el camino; si no es así, algo no acabamos de entender o bien no estamos aún maduros para recibir los dones del amor, y nos resistimos a dejar el materialismo y el egoísmo a un lado. Lo que sí es cierto es que para avanzar en el largo y difícil camino del progreso, sin esfuerzos, sin sacrificios y sin renuncias, poco es lo que podemos avanzar, por muy elevados que podamos vernos; pues en tal caso, nos estaremos engañando a nosotros mismos.
Así como el Amor envuelve todo el universo, siendo su fuerza motriz, generadora de toda la energía y fuente de luz y vitalidad, también nos hermana, armoniza y une en una especie de simbiosis colectiva a todos los seres entre sí, a todos aquellos que ya vibran en ese estado de conciencia superior. Nuestro mundo será mucho mejor a medida que cada vez sean mas los que practican la caridad y el perdón, entendiéndose sin necesidad de otro lenguaje.
La caridad, que es llevar nuestro amor a los otros, tiene múltiples beneficios. Por ejemplo, tiene el poder de transformar a quien lo recibe, porque algo le dejamos en su interior, parte de nuestra alma se queda en él; puede tener un reconocimiento de ese poder de elevación que también él lleva dentro. Si se practicaran la caridad, la comprensión, la dulzura con mayor profusión y por parte de todos aquellos que poseen condiciones para ejercerla, otro ambiente se respiraría en nuestra sociedad. Al propio tiempo, al que las pone en práctica lo purifica, lo ennoblece, lo eleva por encima de las limitaciones e impurezas que todavía arrastra.
Tiene tantas versiones la caridad bien entendida que todos podemos practicarla, si no de un modo, de otro. Unos podrán ejercerla mediante la limosna, que cuando se hace con amor y con respeto es una bella forma de caridad, ya que muchos necesitan para poder llevar el alimento a su boca; otros, mediante la buena actitud, el respeto, la tolerancia y el afecto; otros divulgando el conocimiento espiritual, algo muy importante y necesario; otros mediante una sonrisa, un gesto, un apoyo, un aliento; mediante la oración; cuidando sus hogares y su familia con el mayor cariño y dedicación; cuidando de sus mayores… todo aquello que salga de nuestra alma con el dulce objeto de servir de ayuda y de guía hacia los demás es un gesto de amor y caridad.
Si se nos educara durante la más tierna infancia en los valores del dar, y hubiéramos recibido más amor y entrega por parte de quienes nos deben servir de ejemplo y modelo, la sociedad estaría mucho más humanizada, dando paso a la solidaridad y a todos aquellos valores que sostienen la paz y la fraternidad entre los pueblos.
La mayor urgencia del amor: dar lo que se es y también lo que se posee.
(A.C. Comín)
La caridad, la tolerancia, el respeto -el amor, en suma- son valores esenciales que nos ayudan a crecer, a dar de nosotros mismos; son la base de la existencia, una necesidad de expresión de nuestro ser espiritual; sin ellos, carecería de sentido haber llegado hasta aquí.
Dar un poco de lo que nos sobra no cuesta nada. Es el precio que tenemos que pagar para acercarnos a Dios, esa fuente de amor que todo lo llena. El amor y la caridad son la conexión que necesitamos para acercarnos a nuestro Creador, dando un salto cualitativo en busca de nuestra identidad espiritual. La felicidad no la podemos conseguir en este mundo, no es el objeto de esta vida, sino adquirir el carácter y la fortaleza para desprendernos de nuestro yo inferior que nos impide elevarnos. Para ese culmen la vida nos brinda infinidad de experiencias, probándonos a fin de que superemos cuantas lecciones se nos presenten para adquirir el grado de perfección que debemos lograr en cada existencia, y expiando los viejos errores: “aquello que se siembra se ha de recoger”.
La caridad no es una acción solamente, es una intención, un sentimiento, una llama que arde dentro de nuestro interior y que siente la necesidad de trasmitir su luz y su calor al exterior. La acción es el fruto, la consecuencia de la explosión de amor y de respeto por la vida que va emanando de esa chispa divina que llamamos espíritu, y que llega un momento en nuestra evolución que va creciendo conscientemente.
Una vez que el hombre ha llegado a un grado de elevación no puede dejar de ponerse en acción y emprender actividades que le acerquen a sus hermanos; tiene que ayudarles, serles útil, tiene que sentirse unido a ellos, porque la obra de Dios consiste en la unión por medio del amor de todos sus seres. Todos llegaremos a ese nivel, a ese grado; mientras tanto, entre los seres humanos tenemos que forjar una especie de cadena en la que todos, como eslabones, debemos estar unidos, ayudando los que están más adelantados a los que están en el otro extremo. Esa cadena, si está unida, va trasmitiendo la ayuda desde un extremo al otro. Por amor nunca se rompe, esa es la ley. Los de arriba la cumplen; nunca hemos estado solos, siempre han descendido de los planos mas elevados multitud de hermanos mayores para trasmitirnos sus enseñanzas a través también de su ejemplo. Somos los de abajo los que cortamos la cadena, ya que el egoísmo es un aislante que nos separa de nuestros hermanos.
Ejercer la caridad es una responsabilidad y un deber moral.
 Fermín HernándezAmor, Paz y Caridad
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SOMOS LIBRES PARA ACEPTAR O RECHAZAR EL MAL

13. Es necesario que haya escándalos en el mundo, dijo Jesús, porque siendo los hombres imperfectos en la Tierra, se inclinan a hacer el mal, y los malos árboles dan malos frutos. Es preciso, pues, entender por estas palabras que el mal es una consecuencia de la imperfección de los hombres, y no que ellos tengan una obligación de practicarlo.

14. Es necesario que el escándalo venga, porque estando los hombres en expiación en la Tierra, se castigan ellos mismos por el contacto de sus vicios, de los cuales son las primeras víctimas, acabando por comprender sus inconvenientes. Cuando estuvieren cansados de sufrir en el mal, buscarán el remedio en el bien. La reacción de esos vicios, sirve, pues, a la vez, de castigo a los unos y de prueba a los otros; así es como Dios hace emerger el bien del mal y como los propios hombres utilizan las cosas malas o viles.

15. Si es así, se dirá, el mal es necesario y durará siempre, porque si desapareciese, Dios quedaría privado de un poderoso medio para castigar a los culpables; por tanto es inútil tratar de mejorar a los hombres. Pero si no hubiese más culpables, no habría necesidad de castigos. Supongamos a la Humanidad transformad en hombres de bien; nadie procuraría hacer mal al prójimo y todos serían felices, porque serían buenos. Tal es el estado de los mundos avanzados, de donde el mal fue excluido; tal será el de la Tierra, cuando hubiere progresado lo suficiente. Pero mientras ciertos mundos avanzan, se forman otros, poblados de Espíritus primitivos, y que sirven además de habitación, de exilio y de lugar de expiación para los Espíritus imperfectos, rebeldes, obstinados en el mal y que son rechazados en los mundos que se tornaron felices.

16. Mas hay de aquél por quién venga el escándalo; es decir, que el mal, siendo siempre el mal, el que ha servido sin saberlo, de instrumento para la justicia divina, cuyos malos instintos fueron utilizados, por eso no hizo menos mal y debe ser castigado. Así es, por ejemplo, que un hijo ingrato es un castigo o una prueba para el padre que lo soporta, porque tal vez ese mismo padre haya sido un mal hijo que hizo sufrir a su padre y que sufre la pena del Talión; pero el hijo tampoco tiene excusa y deberá ser castigado a su vez en sus propios hijos o de otra manera.
REDACCIÓN DE MOMENTO ESPIRITA
                                                     
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                                                El temor a la muerte

   Dentro de nuestra actividad doctrinaria acostumbramos a impartir conferencias y charlas relacionadas con los temas del Espíritu. Cierto día, después de una exposición, una joven, en el tiempo dedicado al coloquio, preguntó: ¿ Porqué tengo tanto miedo a la muerte?
- Por el desconocimiento sobre la realidad espiritual – contestamos.

   Efectivamente, los pueblos occidentales carecemos en general, por desgracia, del conocimiento suficiente para saber que el alma es inmortal, que la vida continúa después de la muerte física. Si ya desde nuestra más tierna edad nos enseñasen a comprender que el espíritu, no muere, nuestra mente estaría despierta a este acontecimiento irreversible. Aunque lo hayamos oído muchas veces es algo en lo que no nos paramos a meditar, a pesar de su gran importancia.
     Son pocas las personas que en su existencia corporal se esfuerzan por vivir las enseñanzas del Evangelio de Jesús, creyendo que los esfuerzos y sacrificios, así como las vicisitudes soportadas durante su vida en la Tierra, les han de garantizar la liberación del Espíritu cuando pasen al otro lado.

    Existen dos factores muy importantes que perturban a los encarnados en la última hora creándoles serías dificultades, y que les retienen más tiempo del debido junto a su cadáver, después de haberles considerado “muertos”. Uno de ellos es el proverbial “miedo” a la muerte. Y el otro factor, proviene de los lamentos familiares que en su desesperación e ignorancia terminan por imantar al “fallecido” a su lecho de dolor, dificultándole la liberación rápida del espíritu.

    No basta que el ser humano haya sido educado brillantemente o que posea una cultura adelantada, acumulada a través de los muchos años de estudio, ya que generalmente valoran las cosas del mundo material y confunden el verdadero sentido de la vida del espíritu inmortal con los efectos transitorios de la existencia física. Cuando se enfrentan con el terrible momento de la “muerte”, en donde la vida corporal se escapa sin posibilidad alguna de retención, el miedo domina su cerebro y se apegan desesperadamente a los últimos resquicios de vitalidad, solicitando más tiempo para desatar los lazos de la existencia terrena. Incluso algunos por su tremendo temor y mostrando su disconformidad, terminan por encarcelar su espíritu en el cuerpo agonizante. En vez de predisponer la mente hacia la invitación libertadora del espíritu, prefieren el apego al instinto animal que lucha duramente para impedir que su espíritu se libere.
     También la aflicción, la desesperación y el rechazo de la familia y amigos que le rodean producen filamentos densos de magnetismo que imantan al espíritu desencarnado  a su cuerpo material como si fuesen gruesas cuerdas vivas que sostienen el alma en agonía. Entonces, al estar presos en las mallas esclavizantes de la poderosa red magnética, se ven obligados a presenciar los lamentos, gritos y desesperaciones que vibran alrededor de él. Y es tan perjudicial esa afectiva misión, establecida a través de los lazos magnéticos de sus seres queridos, que en muchos casos, algunos espíritus de reconocida elevación espiritual, llegan a programar para que su desencarnación se produzca durante el sueño o alejados de la familia, con el fin de que los individuos puedan “morir” sosegados. Así, como los desenlaces súbitos ocurridos fuera del hogar en donde la desesperación de los parientes no les puede afectar el espíritu, que ya está liberado de los lazos que le ataban a la vida física.

    Es conveniente reflexionar que si para los encarnados la muerte de un familiar significa una tragedia insuperable y a su vez un drama doloroso, el mismo acontecimiento para sus parientes ya desencarnados, se transforma en un hecho jubiloso, pues en realidad se trata del retorno de un ser querido a su verdadero hogar, a la “Patria Espiritual”.

    No hay separación absoluta; lo que realmente existe es que el espíritu devuelve a la tierra su vestimenta carnal, usada e inservible, que le fuera prestada para el rápido aprendizaje a través de algunos años terrenales.
       La desencarnación tiene características muy particulares; cada uno recoge aquello que siembra, en el tiempo exacto y previsto de la Ley Divina.

     Cierto es que en el momento de desencarnar aparecen junto a nosotros espíritus amigos o de familiares que nos asisten en la hora crítica. De eso no tenemos duda. Pero también podremos encontrarnos con dificultades que se anteponen a la mayoría de los desencarnados, principalmente a causa de su comportamiento con otros seres a los que perjudicaron, cuyas influencias amenazan a los recién llegados de la Tierra.
     Podremos tener la protección de la asistencia benefactora que nuestros amigos invisibles nos prestan, pero esa defensa dependerá mucho del caudal de virtudes que posea el espíritu desencarnante y del modo como haya vivido en la materia, porque es común, que los encarnados obedecen más a los instintos de las pasiones animales que a la razón espiritual; poco a poco se dejan envolver por las sugestiones maléficas de los malhechores de las sombras, que desde el Más Allá les preparan anticipadamente para que sintonicen mejor con sus vibraciones inferiores.
     Es por ello que aún, todavía, estamos a tiempo de preparar el camino de nuestras buenas acciones, pues serán lo único que nos llevaremos cuando esa hora llegue para nosotros. Porque recordemos que la muerte es un fenómeno biológico que transfiere al ser de una realidad hacía otra, sin extinción de la vida.
Juan Miguel Fernández Muñoz

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La credulidad excesiva y el escepticismo intransigente

La credulidad excesiva es un mal, como lo es el escepticismo intransigente.- Un buen discernimiento, una cierta educación científica son necesarios para determinar el origen verdadero y el verdadero valor de las comunicaciones y fijar la parte que hayan podido tener diferentes causas en la producción del fenómeno.                                                              La autenticidad de los mensajes es a veces muy difícil establecerla. El abuso de nombres célebres, de personalidades que tienen gran predicamento entre los hombres, se presenta con alguna frecuencia y se convierte en elemento de duda y de vacilación para los observadores. Ciertas producciones, de una gran vulgaridad y de un estilo muy incorrecto, firmadas por nombres ilustres, son a propósito para despertad grandes sospechas, inclinando a muchos a considerar el Espiritismo como una grosera e inmensa mistificación. Mas, para el observador frío e imparcial, tales abusos demuestran únicamente una cosa; que el autor del mensaje no es siempre el que dice ser. En el mundo invisible, lo mismo que entre nosotros, hay espíritus dado a la mentira, siempre dispuestos a honrarse con títulos y con méritos que no son suyos, con el único fin de impresionar al vulgo. 
    Hemos de dar, pues, mucha más importancia al fondo mismo de la comunicación que al nombre y a la firma. Por la obra hemos de juzgar al obrero. Los espíritus más elevados, para darse a conocer, antes que los nombres que llevaron en la Tierra, suelen adoptar términos alegóricos. 
    En principio, los nombres y los títulos no tienen en el más allá la importancia que les damos nosotros. Los juicios del espacio no son ciertamente los mismos de la Tierra, y muchos nombres que brillan esplendorosos en la historia humana se eclipsan del todo en la otra vida. 
    Las obras del orgullo gozan allá de muy poca consideración; solamente las obras del sacrificio, de caridad y de amor constituyen en la otra vida títulos duraderos, y no siempre los que las hicieron han dejado su memoria entre los hombres.. Han podido pasar oscuramente, tal vez desconocidos aquí abajo; pero la luz divina ha consagrado su existencia, y su alma irradia con esplendor que están lejos de igualar otros espíritus tenidos por grandes entre nosotros. 
León Denis 
En lo Invisible 
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