INQUIETUDES
1.- Relaciones a la luz del Espiritismo
2.-El bien y el mal
3.-Carta a un hermano desconocido
4.- Mediumnidad y médiums
*******************************
RELACIONES A LA LUZ DEL ESPIRITISMO
¿Es posible que vivamos sin el amor de otras personas? ¿Existe una fuente de realización profunda? ¿Qué se necesita para que el amor exista y se manifieste? ¿Por qué hay personas que excluyen de su vida a familiares, amigos e incluso niños? ¿Diferencia significa divergencia? ¿Somos influenciados por las relaciones que establecemos?
Como nota aclaratoria a la pregunta 938 , de El libro de los espíritus, Allan Kardec registró:
“La naturaleza le ha dado al hombre la necesidad de amar y ser amado. Uno de los mayores placeres que tiene si les da en la Tierra es encontrar corazones que simpatizan con los suyos”.
En nuestra esencia, hay una necesidad de afecto, ¡y no podemos soportar vivir sin él! Necesitamos sentirnos amados, respetados y algo tangible que nos recuerde que el amor existe. También necesitamos expresiones de cariño, calor humano, atención, cuidado.
Nuestra búsqueda de la felicidad puede tomar muchos caminos, pero todos se sentirán frustrados si no descubrimos que solo hay una fuente de satisfacción profunda: el amor. Esto es lo que nos permite alcanzar la satisfacción absoluta de nuestra verdadera naturaleza. En este sentido, el Espíritu Joanna de Angelis subraya:
“El ser humano necesita del calor afectivo del otro, para lo cual conquista su campo de emotividad superior, desarrollando sentimientos que duermen y se calientan por la relación mutua, que da lugar a la madurez y al amor. Al mismo tiempo, se contagia este deseo de mantener contacto con las más variadas expresiones de la vida, en las que hay alegría y renovación de metas, de ampliar la capacidad de amar y de experimentar nuevos logros.
El fluir de la vida humana se manifiesta a través de las relaciones de las criaturas entre sí, contribuyendo a una mejor y más eficiente convivencia social. En las expresiones más primarias de la conducta, el instinto gregario reúne a los seres para preservarlos mediante la unión de energías que se intercambian, sin darse por vencidas.
El desafío de la relación es una gigantesca invitación al amor para lograr la realización existencial. [De] "
Es incompleto hablar de amor, si no se aborda lo necesario para que exista, y se ha manifestado: las relaciones, la convivencia.
También según El Libro de los Espíritus, en la pregunta 766, los Espíritus Superiores afirman que “Dios dice al hombre que viva en sociedad. Dios no ha dado inútilmente al hombre la palabra y todas sus facultades necesarias para la vida de relación”.
El ser humano no existe como un ser aislado en el tiempo y el espacio; es el producto de las interacciones que establece con los demás. Estamos, por tanto, profundamente influenciados por las relaciones que establecemos, que necesitamos para convertirnos en seres íntegros y saludables.
Pero vivir juntos no significa necesariamente saber lo que sucede en el mundo íntimo de las personas. El dicho popular “cerca de los ojos, pero a los ojos del corazón” demuestra que el barrio siempre denota reciprocidad de sentimientos, intereses, puntos de vista.
Toda relación humana es un camino de doble sentido que se establece, sobre todo, por el placer y las compensaciones emocionales que proporciona a los involucrados; y no muere solo. Muchas relaciones avanzan lentamente porque las personas no entienden qué tipo de mantenimiento, tiempo, trabajo y cuidados requieren. Es también una entidad viva, un proceso dinámico y en constante cambio que necesita ser cultivado a través de la superación de los conflictos que naturalmente surgen; y, según el nivel de experiencia, la capacidad de adaptación y las propias necesidades, cada persona responderá de forma diferente a este reto.
De ninguna manera un ser humano puede vivir sin las relaciones que constituyen factores básicos para que él enfrente los desafíos y el desarrollo de los valores que lo habitan de manera embrionaria.
Como los demás, como espíritus inmortales, nos regimos por la Ley de Sociedad, necesitamos los contactos interpersonales, porque son oportunidades excepcionales de desarrollo interior. Es a través de ellos que revelamos nuestras verdaderas características y es a través de ellos que tenemos la posibilidad de superar el egoísmo, la ira, la sospecha y el miedo, aprendiendo más sobre la generosidad, la tolerancia y el perdón. Este es el trabajo interior esencial que amplía el discernimiento sobre el bien y el mal, que permite el encuentro con la paz y la felicidad, además de contribuir al progreso espiritual.
Kardec, en la pregunta 768 , de El Libro de los Espíritus, explica:
Ningún hombre tiene todas las facultades. A través de la unión social, se complementan para asegurar su bienestar y progreso. Por lo tanto, al tener necesidad de los demás, están dispuestos a vivir en sociedad y en aislamiento.
Tal progreso es un proceso individual y colectivo al mismo tiempo. Individual, porque es la criatura que instituye su propio trayecto evolutivo; También colectivos, porque los necesitamos tanto como ellos nos necesitan a nosotros. El desarrollo y realización de una persona en un determinado aspecto de la vida, ciertamente, complementa es un trabajo individual dentro de una colectividad.
En la obra El despertar del espíritu, tenemos la siguiente fábula:
En una remota ciudad de hielo, los puercoespines se sintieron amenazados de destrucción por el intenso frío que reinaba por todas partes. Por instinto, se unieron y lograron sobrevivir gracias al calor que irradiaban. Sin embargo, debido a que estaban muy cerca el uno del otro, comenzaron a sentir lástima, provocando reacciones inesperadas, como el distanciamiento de algunos de ellos. A raíz de la decisión, todos los que allí se alojaban empezaron a morir por falta de calor. Los sobrevivientes, con un relato de lo que estaba pasando, se acercaron nuevamente, ahora sin embargo, sabiendo el cuidado que debían mantener, para no arrepentirse unos de otros. Gracias a esta feliz conclusión, sobrevivieron a la terrible calamidad…
El espíritu Joana de Angelis comenta:
Esta es una excelente lección para una convivencia feliz, una relación productiva, respetando siempre los valores de la persona que se busca, su intimidad, sus sentimientos, sus logros y pérdidas, que forman parte de su realidad personal.
Las relaciones de cualquier tipo siempre dependen del nivel de conciencia de los involucrados. Con madurez psicológica y comprensión del respeto por el otro, los sentimientos se profundizan con facilidad, manteniendo una admirable comunicación de intereses y afinidades, que se intensifican más, a medida que las circunstancias permiten la integración de la convivencia.
La seguridad, la alegría y el éxito en la vida están directamente asociados con la capacidad de relacionarse, pero con la madurez psicológica y el compromiso con la buena voluntad general. Estas son las posturas de las criaturas que demuestran un espíritu de conciliación, flexibilidad en el comportamiento y discernimiento para comprender adecuadamente las particularidades de cada individuo.
Sin embargo, en nuestro proceder diario, vemos cómo la falta de habilidad y conocimiento restringe la experiencia de la armonía. Algunos de nuestros buenos tiempos son destruidos por la crítica, la censura y la competencia, por juicios severos, limitando considerablemente nuestros intercambios interpersonales.
No hay personas estrictamente iguales. Cada individuo tiene una forma muy específica de ser y de pensar, de expresarse y de manifestar sus sentimientos y afectos. Sin embargo, lo que ocurre en la gran mayoría de las relaciones es que, si las opiniones difieren, por ejemplo, cada uno trata de imponer su punto de vista, provocando que el diálogo acabe en discusión.
Cuantas personas excluyen de su vida a familiares, amigos y hasta a los hijos, por no tolerar los contratiempos y las diferencias. Sin embargo, cada uno de nosotros tiene cualidades únicas que pueden enriquecer nuestras interacciones. Las relaciones más consistentes son precisamente aquellas que parten de la premisa de que diferencia no significa divergencia. Es entre los seres humanos donde surgen los grandes desafíos psicológicos, los que surgen del nivel de conciencia del individuo, del desarrollo de sus sentimientos, de la etapa de madurez en que cada uno se encuentra. Por eso es fundamental crear emociones que faciliten la unión, el intercambio, para alcanzar los fines básicos de la existencia corporal, que son las expresiones de la verdadera fraternidad.
En esta sana búsqueda de comunicación con los demás, irradia alegría en forma de optimismo y esperanza, que son fundamentales para una existencia equilibrada. Todo ser humano es portador del poder creador que se despliega a través de la relación con los demás de su misma especie. Para el éxito del compromiso es fundamental el autodescubrimiento, para identificar el lado negativo que forma parte de la personalidad, el rostro oscuro de este poder natural, impidiendo que predomine en las relaciones que se establecen. Si bien estos ángulos aún son deficientes e inquietantes, predominan entre ellos, se buscan en lugar de las identificaciones que deben unirlos, porque cada uno pretende imponerse al otro, olvidando que en esta actividad de relación no hay valor que se superponga. el otro, campana de que todos están al mismo nivel de interés y significado, estableciendo líneas de perfecto respeto recíproco.
Una buena relación es la que resulta del contacto que inspira, que emula y que brinda comodidad, sin contenidos temerosos o repulsivos, generando ansiedad e incomodidad.
Cada persona tiene algo que ofrecer al grupo social en el que se mueve, y esta aportación es importante para el conjunto, de la que no se puede prescindir.
Cualquier imposición que resulte del capricho egóico de cualquier miembro se convierte en un impedimento para la sana formación de la sociedad. Porque son dominantes, poderosos, los que se imponen, son temidos, pero nunca amados.
(…) De esta manera, el individuo que admite su propia fragilidad, su humanidad, y comprende la necesidad de la presencia de los demás para avanzar, está preparado para la convivencia social, para una relación efectiva. Si bien prima en la presunción y la exclusiva autosatisfacción, enfrentará muchas dificultades para armonizarse en la sociedad, pues no puede vencer la morbosa ambición de la autoproyección.
(…) Una relación psicológicamente madura se sustenta siempre en la lealtad de la convivencia, en la que se discuten con naturalidad los propósitos que unen a los individuos y el sentimiento de aprender nuevos recursos para el buen desempeño social.
Cuantas personas excluyen de su vida a familiares, amigos y hasta a los hijos, por no tolerar los contratiempos y las diferencias. Sin embargo, cada uno de nosotros tiene cualidades únicas que pueden enriquecer nuestras interacciones. Las relaciones más consistentes son precisamente aquellas que parten de la premisa de que diferencia no significa divergencia.
Es entre los seres humanos donde surgen los grandes desafíos psicológicos, los que surgen del nivel de conciencia del individuo, del desarrollo de sus sentimientos, de la etapa de madurez en que cada uno se encuentra.
Por eso es fundamental crear emociones que faciliten la unión, el intercambio, para alcanzar los fines básicos de la existencia corporal, que son las expresiones de la verdadera fraternidad.
En esta sana búsqueda de comunicación con los demás, irradia alegría en forma de optimismo y esperanza, que son fundamentales para una existencia equilibrada. Todo ser humano es portador del poder creador que se despliega a través de la relación con los demás de su misma especie. Para el éxito del compromiso es fundamental el autodescubrimiento, para identificar el lado negativo que forma parte de la personalidad, el rostro oscuro de este poder natural, impidiendo que predomine en las relaciones que se establecen. Si bien estos ángulos aún son deficientes e inquietantes, predominan entre ellos, se buscan en lugar de las identificaciones que deben unirlos, porque cada uno pretende imponerse al otro, olvidando que en esta actividad de relación no hay valor que se superponga. el otro, campana de que todos están al mismo nivel de interés y significado, estableciendo líneas de perfecto respeto recíproco.
Una buena relación es la que resulta del contacto que inspira, que emula y que brinda comodidad, sin contenidos temerosos o repulsivos, generando ansiedad e incomodidad. Cada persona tiene algo que ofrecer al grupo social en el que se mueve, y esta aportación es importante para el conjunto, de la que no se puede prescindir. Cualquier imposición que resulte del capricho egóico de cualquier miembro se convierte en un impedimento para la sana formación de la sociedad. Porque son dominantes, poderosos, los que se imponen, son temidos, pero nunca amados.
(…) De esta manera, el individuo que admite su propia fragilidad, su humanidad, y comprende la necesidad de la presencia de los demás para avanzar, está preparado para la convivencia social, para una relación efectiva. Si bien prima en la presunción y la exclusiva autosatisfacción, enfrentará muchas dificultades para armonizarse en la sociedad, pues no puede vencer la morbosa ambición de la autoproyección.
(…) Una relación psicológicamente madura se sustenta siempre en la lealtad de la convivencia, en la que se discuten con naturalidad los propósitos que unen a los individuos y el sentimiento de aprender nuevos recursos para el buen desempeño social. Como cada persona es un eslabón de la inmensa cadena que debe unir a todos los hombres y mujeres, la adecuación emocional al grupo es indispensable, contribuyendo al fortalecimiento de la estructura conductual de todos.
(…) Una sociedad equilibrada debe funcionar como una orquesta afinada que realiza una obra sinfónica especial, en la que prevalece la armonía de movimientos y notas musicales bajo la feliz regencia del ideal que proporciona alegría y paz.
Para que esto se logre, el amor juega un papel especial: ser capaz de superar las dificultades naturales de la fase de identificación inicial, cuando todos no se conocen y mantienen el comprensible temor de ser susceptibles a otra persona, o de no poder corresponder a lo que se espera de cada uno.
El amor, en cualquier situación, produce enzimas psíquicas que contribuyen eficientemente al metabolismo social, produciendo como efecto inevitable la química necesaria para la renovación de todas sus células y del organismo total.
Todo ser humano es portador del poder creador que se despliega a través de la relación con los demás de su misma especie. Para el éxito del compromiso es fundamental el autodescubrimiento, para identificar el lado negativo que forma parte de la personalidad, el rostro oscuro de este poder natural, impidiendo que predomine en las relaciones que se establecen. Si bien estos ángulos aún son deficientes e inquietantes, predominan entre ellos, se buscan en lugar de las identificaciones que deben unirlos, porque cada uno pretende imponerse al otro, olvidando que en esta actividad de relación no hay valor que se superponga. el otro, campana de que todos están al mismo nivel de interés y significado, estableciendo líneas de perfecto respeto recíproco.
Una buena relación es la que resulta del contacto que inspira, que emula y que brinda comodidad, sin contenidos temerosos o repulsivos, generando ansiedad e incomodidad. Cada persona tiene algo que ofrecer al grupo social en el que se mueve, y esta aportación es importante para el conjunto, de la que no se puede prescindir. Cualquier imposición que resulte del capricho egoico de cualquier miembro se convierte en un impedimento para la sana formación de la sociedad. Porque son dominantes, poderosos, los que se i
(…) De esta manera, el individuo que admite su propia fragilidad, su humanidad, y comprende la necesidad de la presencia de los demás para avanzar, está preparado para la convivencia social, para una relación efectiva. Si bien prima en la presunción y la exclusiva autosatisfacción, enfrentará muchas dificultades para armonizarse en la sociedad, pues no puede vencer la morbosa ambición de la autoproyección.
(…) Una relación psicológicamente madura se sustenta siempre en la lealtad de la convivencia, en la que se discuten con naturalidad los propósitos que unen a los individuos y el sentimiento de aprender nuevos recursos para el buen desempeño social.
Como cada persona es un eslabón de la inmensa cadena que debe unir a todos los hombres y mujeres, la adecuación emocional al grupo es indispensable, contribuyendo al fortalecimiento de la estructura conductual de todos.
(…) Una sociedad equilibrada debe funcionar como una orquesta afinada que realiza una obra sinfónica especial, en la que prevalece la armonía de movimientos y notas musicales bajo la feliz regencia del ideal que proporciona alegría y paz.
Para que esto se logre, el amor juega un papel especial: ser capaz de superar las dificultades naturales de la fase de identificación inicial, cuando todos no se conocen y mantienen el comprensible temor de ser susceptibles a otra persona, o de no poder corresponder a lo que se espera de cada uno.
El amor, en cualquier situación, produce enzimas psíquicas que contribuyen eficientemente al metabolismo social, produciendo como efecto inevitable la química necesaria para la renovación de todas sus células y del organismo total.
( Art- tomado de Espiritismo del Alma)
No hay comentarios:
Publicar un comentario