viernes, 4 de marzo de 2022

La Desencarnación ( 1 )

  INQUIETUDES ESPÍRITAS

1.- Espíritus y médiums

2.- Evocaciones y comunicaciones de los Espíritus

3.- La Desencarnación ( 1 )

4.- Educación para la muerte



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                         ESPÍRITUS Y MÉDIUMS

Desde las cumbres de la vida universal caen sin cesar sobre la humanidad corrientes de
fuerza e inspiración.- De allí proceden los relámpagos del genio; de allí los soplos
poderosos que pasan sobre las multitudes en las horas decisivas; de allí el consuelo para
los que sucumben bajo la pesada carga de la existencia.

Un lazo misterioso une lo visible a lo invisible. Nuestro destino se desenvuelve sobre la
cadena grandiosa de los mundos y se traduce en aumentos graduales de vida, de
inteligencia, de sensibilidad.

Pero el estudio del Universo oculto no se hace sin dificultades. Allá como aquí, el bien
y el mal, la verdad y el error se mezclan, según el grado de evolución de los espíritus
con los cuales entrarnos relación. Por eso es necesario abordar el terreno de la
experimentación con una prudencia extremada, después de estudios teóricos suficientes.

El Espiritismo es la ciencia que regula estas relaciones y nos enseña a conocer, a atraer,
a utilizar las fuentes benéficas del Mundo Invisible, a separar las malas influencias y, al
mismo tiempo, a desarrollar los poderes escondidos, las facultades ignoradas que
duermen en el fondo de todo ser humano.


León Denis (Espíritus y Mediums)

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    EVOCACIONES Y  COMUNICACIONES DE LOS ESPÍRITUS

Las comunicaciones que se obtienen de los Espíritus muy superiores o de aquellos que han animado los grandes personajes de la antigüedad, son preciosas por la alta enseñanza que encierran.- Estos Espíritus han adquirido un grado de perfección que les permite abrazar una esfera de ideas más extensa, penetrar los misterios que están fuera del alcance vulgar de la humanidad y por consiguiente iniciarnos mejor que los otros en ciertas cosas. No se sigue de esto que las comunicaciones de los Espíritus de un orden menos elevado sean inútiles; el observador saca de ellas más de una instrucción. Para conocer las costumbres de un pueblo es menester estudiar todos los grados de la escala. El que no lo viera sino bajo una faz, lo conocería mal. La historia de un pueblo no es la de los reyes y personajes sociales; para juzgarle es preciso verle en la vida íntima, en sus costumbres privadas. Así es que los Espíritus superiores son los personajes del mundo de los Espíritus; su elevación misma les coloca de tal modo sobre nosotros, que la distancia que nos separa nos asusta. Los Espíritus más burgueses (permítasenos esta expresión) nos hacen más palpables las circunstancias de su nueva existencia. Entre ellos el lazo de la vida corporal con la vida del Espíritu es más intimo, la comprendemos mejor porque nos toca de más cerca. Sabiendo por ellos mismos lo que son, lo que piensan, lo que experimentan los hombres de todas las condiciones y de
todos los caracteres, los hombres de bien como los viciosos, los grandes como los pequeños, los felices y los infelices del siglo, en una palabra, los hombres que han vivido entre nosotros, que hemos visto y conocido, cuya vida real sabemos, sus virtudes y extravagancias, comprendemos sus goces y sus sufrimientos, nos asociamos a ellos y sacamos una enseñanza moral tanto más provechosa cuanto más íntima son las relaciones entre ellos y nosotros. Nos ponemos más fácilmente en el lugar de aquel que ha sido nuestro igual, que no en el de aquel que sólo vemos a través de la ilusión de una gloria celeste. Los Espíritus vulgares nos enseñan la aplicación práctica de las grandes y sublimes verdades cuya teoría nos enseñan los Espíritus superiores. Por lo demás, en el estudio de una ciencia nada hay inútil: Newton encontró la ley de las fuerzas del universo en el fenómeno más sencillo.

     La evocación de los Espíritus vulgares tiene, por otra parte, la ventaja de ponernos en relación con los Espíritus que sufren, que uno puede aliviar y cuyo adelantamiento podemos facilitar por medio de consejos útiles. Podemos, pues, hacernos útiles instruyéndonos nosotros mismos; cuando sólo se busca nuestra propia satisfacción, hay egoísmo en la conversación con los Espíritus, y el que se desdeña de tender una mano caritativa a los que son desgraciados, da pruebas de orgullo.. ¿Para qué le sirve tener buenas recomendaciones de los Espíritus de importancia, si esto no le hace mejor, más caritativo y más benévolo para sus hermanos de este mundo y del otro? ¿Qué seria de los pobres enfermos si los médicos rehusaban tocar sus llagas?

EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS
ALLAN KARDEC
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                               LA DESENCARNACIÒN ( 1 )

                                                       


El hombre consciente de las realidades de la vida considera la desencarnación como irrecusable invitación a la anticipada preparación del viaje que, inevitablemente, realizara.

Cuidadosas estadísticas esclarecen que, en cada minuto, en la tierra, desencarnan 75 personas, en un  total aproximado de 40 millones anualmente...

La barrera que oculta el Mundo Espiritual es muy frágil y se  rompe inconscientemente, sonando para cada conciencia el instante propicio del despertar más allá del cuerpo.

Muchos, avisados sobre el Más Allá, desperdician excelentes ocasiones de crecimiento íntimo, abrigando la duda y la inseguridad en que se complacen, dementes e inquietos...

...Y despiertan más tarde, ligados a los hilos del pavor, en indescriptible  estado de perturbación.

Muchos moribundos  que disponen de voz, antes del gran coma, preparan despedidas y profieren adioses, presentando las “ultimas voluntades” con las cuales se vinculan, después de la partida, a los que tornaron cómplices al atenderlos, alargando la enfermedad en los tejidos sutiles del periespiritu y generando delicados procesos de obsesión pertinaz en los que quedaron.

Algunos que no pudieron expresar sus pensamientos atormentados del lecho de agonías, se remuerden en los arrepentimientos y tartamudean mentalmente, sin embargo...

Otros, ante el mensaje aviso desencarnatorio se preparan apresuradamente, para despejar la mente sombreada de remordimientos, exponiendo los errores en que incidieron y ruegan perdón... mientras tanto, si recuperan la salud por impositivo de la continuidad de las luchas en la forma física, retornan a los viejos sitios donde se complacían, recomenzando, ávidos, el comercio con la locura a que se entregaron...

Jesús, el Operario Incansable, llegando la hora del encuentro con Dios, no pronuncio en la Cruz, quejas o recriminaciones, lamentos o petitorios y estando tranquilo por la tarea bien cumplida “ entregó el Espíritu a las manos del Padre “, serenamente, inaugurando, luego, con su Resurrección  Gloriosa tras el Túmulo, la Era nueva del espíritu inmortal.

Él nos quiso decir, que vivamos correcta conducta ante la desencarnación, porque también nosotros, resucitaremos después de la muerte.

El destino de casi todos en la Tierra es seguir arduo camino con los pies desgarrados por las piedras. Un Espíritu vestido de negro guía nuestros pasos, es el dolor, dolor santo, que debemos bendecir, pues solo él sacudiendo nuestro ser, le libera de las bajas inclinaciones y le hace apto para sentir lo que es verdaderamente noble y hermoso.

Estas enseñanzas hacen perder a la muerte todo carácter espantoso; la deja reducida a una transformación necesaria, a una renovación. En realidad nada muere. La muerte no es más que aparente. Solo la forma exterior cambia; el principio de la vida – el alma – continúa en su unidad permanente, indestructible.

Más Allá de la tumba, el alma, se recobra, ella  y su cuerpo fluídico, en la plenitud de sus facultades, con todas sus adquisiciones: luces, aspiraciones, virtudes, potencias, con las que se enriqueció durante sus existencias terrenas. He aquí los bienes imperecederos de que nos habla el Evangelio cuando nos dice: “Ni los gusanos ni el moho los corroen y los ladrones no pueden arrebatárnoslo”. Estas son las únicas riquezas que nos es posible llevar con nosotros y utilizar en la vida del porvenir.

El Cristianismo es la Religión de la Inmortalidad. Sin esta  no se comprende la Misión de Jesús, no se puede absolutamente comprender su pensamiento Intimo.

La pérdida irreparable del Maestro consternaba el corazón de sus discípulos, cuando las potestades superiores rasgan el velo de la muerte y se aparece a Magdalena a descubrirle los misterios de la Vida del Más Allá en su pujanza.

Seguido a esta aparición, se manifiesta, también el recién muerto, que, demostrando así el proseguimiento de su existencia, recomienda, a su mediadora, dar cuenta a sus discípulos, de aquella manifestación, para que también así ellos se aseguraran, porque, como ya les había dicho, el discípulo debe ser como el Maestro. La Resurrección es la vida, y la Vida se manifiesta en el hombre y al hombre.

Jesús es la Vida porque se manifiesta vivo a los hombres para que los hombres comprendieran que el túmulo no es el fin: Jesús es la resurrección.

El espíritu vive, insistimos, la muerte no es más que una transformación para un estado mejor. No hay muerte, nadie se equivoque. Solo hay vida, donde quiera que se detenga el pensamiento.

De la descomposición pestilencial de la materia surgen multiplicadas formas complejas de vida. Muere el gusano en histólisis de desagregación para surgir la mariposa en histogénesis admirable...

Muere el semen para formar el cuerpo... muere el cuerpo para que se libere el espíritu, que del se utiliza como de un vehículo en peregrinación purificadora.

La muerte constituye, un dolor muy grande, cuando arrebata al ser querido, retirándolo de la convivencia y de la ternura de los que lo aman...

La ausencia del cuerpo no impide, la presencia del ser, desagregado en la forma, mas sin embargo, no destruido en la esencia.

Desencarnar es desembarazarse de la carne. Morir literalmente, significa cesar de vivir. Es un cambio de estado, la destrucción de una forma frágil que ya no proporciona a la vida las condiciones necesarias para su funcionamiento y su evolución.

El rompimiento del lazo fluídico que lo unía al cuerpo es la causa de la extinción de la vida orgánica. Esa separación nunca es brusca. El fluido periespiritual poco a poco se desprende de todos los órganos, la separación solo es completa y absoluta cuando no reste ningún átomo del periespiritu unido a una sola molécula del cuerpo.

Cuando comprendemos la vida futura, el temor de la muerte disminuye, aguardamos el fin con calma, resignados y serenamente. La certeza de la vida futura da otro curso a las ideas, otro hito al trabajo.

La certeza de reencontrar a los amigos después de la muerte, de reanudar las relaciones que tuviésemos en la tierra, de no perder un solo fruto de nuestro trabajo, de engrandecernos incesantemente en inteligencia, perfección, nos da paciencia para esperar y coraje para soportar las fatigas transitorias de la vida terrestre.

Él haber penetrado con el pensamiento en el mundo espiritual y haber hecho de la una idea lo más exacta posible, nos hace liberarnos del temor a la muerte.

Somos viajeros de la Eternidad realizando nuestro propio progreso de etapa en etapa, las experiencias vividas en cada jornada carnal establecen los mecanismos de la evolución, con referencia a la próxima, facilitándonos un interminable desarrollo.

Desde que fuimos creados, sufrimos las incesantes transformaciones que nos hacen surgir, rompiendo las mazmorras en que nos encarcelamos y crecemos buscando el destino eterno, que aun no nos es dado vislumbrar, por falta de recursos y aptitudes que nos capaciten al entendimiento, profundo.

Morimos o desencarnamos conforme hemos vivido. Nuestros pensamientos y actos son los tejedores responsables por el desenlace final del Espíritu del cuerpo.

El desprendimiento se verifica gradualmente y con una lentitud variable, según los individuos y las circunstancias de la muerte. Las ligaduras que unen el alma al cuerpo solo se rompen poco a poco, y tanto menos rápidamente cuanto más material y sensual fue la vida.

En el momento de la muerte, el alma esta en confusión, necesita de algún tiempo para reconocerse. Esta como aturdida, en el estado de un hombre que sale de un profundo sueño y que se esfuerza en darse cuenta de su situación. La lucidez  de las ideas y la memoria de lo pasado le vuelven a medida que se borra la influencia de la materia de que acaba de desprenderse y que se disipa la especie de niebla que oscurece sus pensamientos.

El tiempo de la turbación que sigue a la muerte es muy variable; puede ser de algunas horas solamente, así como de muchos años. Es menos largo en aquellos, que cuando Vivian, se identificaron, con su estado futuro, porque comprendieron inmediatamente su situación, y más largo cuanto más apegados a la materia vivieron.

La sensación que experimentan en el momento de la muerte es variable también. La turbación que sigue a la muerte nada tiene de penoso para el hombre de bien; es como la que acompaña a un despertar apacible. Para aquel cuya conciencia no es pura y que tuvo más afecto a la vida material, que a la espiritual es desasosegada y llena de angustias que aumentan a medida que se va reconociendo, porque entonces se apodera del, el miedo y una especie de terror en presencia de lo que ve y sobre todo de lo que presiente.

En su nueva situación, el alma ve y oye lo que veía y oía antes de la muerte, pero ve y oye además cosas que se sustraían a la tosquedad de los órganos corporales; tiene sensaciones y percepciones que nos son desconocidas.

Se dice muchas veces, que la vida futura no se sabe lo que en ella pasa, porque nadie ha vuelto para relatarlo. Esto es un error, porque precisamente los que están allí son los que vienen a darnos  sus instrucciones, y Dios le permite más que en otra época alguna, como advertencia ultima dada a la incredulidad y al materialismo.

Conversemos sobre la desencarnación con nuestra familia, sin sentimientos ridículos y sin indiferencia. Todos somos conscientes  de que cada día nos estamos aproximando al  más Allá.

 La desencarnación de los seres queridos, tanto hoy como mañana, nos encontrara frente a frente. Es considerable el dolor, el desencanto o incluso la sorpresa que se deberán abatir sobre los corazones.

 Nadie dudara del dolor  que muestran los que conducen al sepulcro el despojo de los que rompieron los grilletes de la carne, dirigiéndose al país de la Verdad, despidiéndose de los vínculos de la materia.

Después de la muerte, los seres amados reciben, donde se encuentren vivos, los dardos de la rebelión negativa para ellos como también los recuerdos afables del amor.

El pensamiento es fuerza vital gravitando en el Universo. Es un imán poderoso, manteniendo su propia fuerza y atrae las ondas semejantes que en el se fijan o a las cuales se liga.

Por eso, debemos recordar a nuestros muertos con alegría y ternura, aunque nos parezca paranoico. La muerte no visita solo nuestro hogar. Pasa por todas las puertas, invariablemente.

Si amamos conforme decimos, debemos atestiguarlo con nobleza y no por medio de la insensatez. Una memoria que inspira desesperación, realmente no fue útil ni noble. Solamente el amor verdadero inspira ánimo y confianza, alegría y esperanza.

Si nos colocamos en el lugar de quien partió y consideramos la forma como nos sentiríamos si fuéramos la causa del infortunio de la  persona que diciendo amarnos, piensa en huir, en vengarse, en abandonar la vida...

Reflexionaríamos mejor y transformaríamos el dolor en flores de alegría, conservando la certeza de que el mañana traerá nuestro reencuentro con aquel que amamos.

En la familia Cristiana, que aprendió las lecciones de la resurrección y de la vida de ultratumba, las ideas de la miente no deberán promover ninguna ruina, en la vivencia común, por la comprensión de que la vida persiste exuberante más allá de los lazos carnales.

El entendimiento de la muerte, que aprendemos a llamar – con el pensamiento espirita – la desencarnación, no hace más que dislocarnos de un sector para otro, o sea, de los tejidos de la densificada materia hacia la tejedura del Espíritu.

En la vida familiar, aprendemos a tener respeto para los que se van, sin que el dolor se incline hacia el ridículo excesivo, de los disparates emocionales. Evitaremos, pasadas las horas de tensión emocional y de amargura comprensible, que el sufrir se vuelva elástico, por medio de las evocaciones torturantes e inconsolables.

Cuando recordemos a los seres que partieron al más allá, busquemos los momentos de cariño, de trabajo, de alegrías, de amor, que con ellos hayamos convivido.

Cada vida es un libro abierto, rico de experiencias y lecciones de las cuales se pueden retirar provechosas enseñanzas para la realización interior. Aun en las existencias humanas más oscuras fluye un manantial de alto valor, si sabemos evaluar las realizaciones y sufrimientos, las luchas y renuncias, los esfuerzos y los silencios vividos para la adquisición de la felicidad, según el parecer de la criatura.

( Continúa en el próximo publicado)....//....

Mercedes Cruz-

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EDUCACIÓN PARA LA MUERTE

J. Herculano Pires

 

Para los materialistas, el título “Educación para la Muerte” significa “Educación para la Nada”. Sin embargo, para aquel, que entrevé la inmortalidad del alma, Este título se torna grandioso, pues comprende que la muerte, solo es el término de una experiencia material y el retorno a la vida libre del Espíritu. 

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Voy a acostarme para dormir, mas puedo morir durante el sueño. Estoy bien, no tengo ningún motivo especial, para pensar en la muerte, en este momento. Ni para desearla. Mas la muerte, no es una opción, ni una posibilidad. Es una certeza.

Cuando el Jurado de Atenas condenó a Sócrates a la muerte, al contrario de premiarlo, su mujer corrió afligida hacia la prisión, gritándole: “Sócrates, los jueces te condenaron a la muerte”. El filósofo respondió calmadamente: “Ellos también ya están condenados”. La mujer insistió en su desespero: “Mas es una sentencia injusta” Y él le preguntó: ¿Preferirías que fuese justa?

La serenidad de Sócrates era el producto de un proceso educacional: “La Educación para la Muerte”.

Las religiones nos preparan bien o mal, para la otra vida. Y después que morimos, encomiendan nuestro cadáver a los dioses, como si él no fuese precisamente, aquello que dejamos en La Tierra al morir, el fardo inútil que no sirve para más nada.

Quien primero se preocupó por la “Psicología de la Muerte” y de la “Educación para la Muerte”, en nuestro tiempo, fue Allan Kardec.

El realizó una pesquisa psicológica ejemplar, sobre el fenómeno de la muerte. Por años consecutivos habló al respecto, con los espíritus de los muertos. Y, considerando al sueño como hermano o primo de la muerte, investigó también, a los espíritus de personas vivas durante el sueño. Esto, porque según verificara, los que duermen, salen del cuerpo durante el sueño.

Algunos salen y no vuelven; mueren.

Llegó con anticipación de más de un siglo, a esta conclusión y a las que las ciencias actuales también llegaran, con la misma tranquilidad de Sócrates, a la conclusión de Victor Hugo: “Morir no es morir, sino solo mudarse”.

Las religiones podrían haber prestado un gran servicio a la Humanidad, si hubiesen colocado el problema de la muerte, en términos naturales. Mas, nacidas de la magia, amamantadas por la mitología, solo lograron complicar las cosas.

La mudanza simple de que habló Víctor Hugo, se transformó, en las manos de los clérigos y teólogos, en un pasaje dantesco por la selva sel-vaggia de la Divina Comedia.

En las civilizaciones agrarias y pastorales, gracias a su contacto permanente con los procesos naturales, la muerte era encarada sin complicaciones.

Los rituales suntuosos, los ceremoniales y sacramentos, surgieren con el desarrollo de la civilización, en el zarpe de la imaginación creadora. La mudanza se revistió de exigencias antinaturales, complicándose con la burocracia de los pasaportes, las recomendaciones, el tránsito sombrío en la barca de Caronte, los procesos de juicios, seguidos de condenaciones tenebrosas y así por delante.

Más tarde, para satisfacer el deseo de sobre vivencia, surgió la monstruosa arquitectura de la muerte, con mausoleos, pirámides, momificaciones, que permitían la ilusión del cuerpo conservado y de la permanencia ficticia, del muerto sobre la tierra y  los gusanos.

Morir, ya no era morir, sino metamorfosearse, volverse momia en los sarcófagos o terror maléfico en los misterios de la noche. Las momias, por lo menos, tendrían utilidad posterior, como vemos en la Historia de la Medicina, sirviendo para los efectos curadores del polvo de momia. Y cuando las momias se acabaron, no encontrándose ninguna para remedio, surgieron los fabricantes de momias falsas, que suplían la falta del polvo milagroso.

Jesús enseñó y probó que la muerte se resuelve en la Pascua de la resurrección, que ninguno muere, que todos tenemos el cuerpo espiritual y viviremos más allá del túmulo, como vivos más vivos, que los encarnados.

Pablo de Tarso, proclamó que el cuerpo espiritual, es el cuerpo de la resurrección (Cáp. 12 de la primera Epístola a los Corintios), mas la permanente imagen del Cristo crucificado, de las procesiones absurdas del Señor Muerto – herejía clamorosa –, las ceremonias de la Vía-Sacra y las imágenes aterradoras del Infierno Cristiano – más impío y brutal que los Infiernos del Paganismo – marcados a fuego en la mente humana a través de dos milenios, aplastan y envilecen al alma supersticiosa de los hombres.

En vano el Cristo enseñó, que las monedas de César solo valen en la Tierra. Hace dos mil años estas monedas impuras vienen siendo aceptadas por Dios, para el rescate de las almas condenadas.

¿Quién podría, en sana consciencia, creer hoy en día en una Justicia Divina, que funciona con el mismo combustible, de la Justicia Terrena?

Es curioso señalar, que en nuestro tiempo, solo nos preocupamos de la Educación para la Vida. Nos olvidamos de que vivimos para morir. La muerte es nuestro fin inevitable. Mientras tanto, llegamos generalmente a ella, sin la menor preparación. 

Tomado del libro, “Educación para La Muerte”  de Herculano Pires

 Adaptación: Oswaldo E. Porras Dorta


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