viernes, 10 de enero de 2020

La realidad espiritual del hombre

  INQUIETUDES ESPÍRITAS 

1.- Chispazos de Meditación
2.- Más sufridores que felices
3.- Oración de Chico Xavier
4- El Espiritismo al alcance de todos (3)
5- La realidad espiritual del hombre







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           CHISPAZOS DE MEDITACIÓN

La felicidad no es de este mundo es un dicho muy conocido.

Eso corresponde a una realidad, pues es poco común que se conjugue en el mundo todo lo que se considera necesario para que alguien sea efectivamente feliz.

Salud, juventud, belleza y dinero entran en esa ecuación.

Sin embargo, aun en la presencia de dichos factores objetivos, muchas veces la persona padece de tormentos íntimos.

Con frecuencia se percibe seres aparentemente privilegiados a reclamar de la vida.

Las consultas de los psicólogos y psiquiatras también son frecuentadas por quienes imaginaríamos felices y saciados.

Pero la mayoría de los seres humanos se debate con incontables problemas.

En los más variados planes de la existencia los dramas se suceden.

Dificultades financieras, de relaciones o de salud piden atención.

Delante de las decepciones naturales del mundo a veces las personas se rebelan.

Cuando son alcanzadas por experiencias dilacerantes se creen abandonadas por Dios.

Ese modo de sentir revela una comprensión muy restricta de la vida. Eso seria hasta razonable si todo se agotase en una única existencia material.

Delante de la vida que sigue magnificente más allá de la tumba, los problemas materiales disminuyen de importancia.

Frente a ese amplio contexto, dificultades no son tragedias, solo simples desafíos.

En cada hombre reside un Ángel en perspectiva.

Él es brindado con las experiencias necesarias para alcanzar su elevado potencial.

Los dolores, por más grandes que sean, siempre pasan.

Aun mismo una enfermedad incurable tiene su término.

Después de la muerte del cuerpo físico el Espíritu prosigue su jornada.

Si logró superar con dignidad el examen, resurge más fuerte y virtuoso.

En caso de que se haya permitido quejas y rebeldías tendrá que rehacer la lección.

Es conveniente tener eso en cuenta al enfrentar las crisis de la vida.

Dios es un Padre amoroso y bueno.

Él no Se alegra torturando a Sus hijos.

Los dolores del mundo poseen finalidades trascendentales.

La mayoría es provocada por los propios hombres con sus pasiones y errores.

Todos ellos constituyen desafíos.

Nadie debe cultivar el masoquismo y alegrarse por sufrir.

Es necesario luchar para salir de todas las dificultades y recuperar el bienestar.

Pero delante de situaciones ineluctables, cuando nada se puede hacer, es necesario pensar en la Divina Bondad.

Ella no se revela solamente cuando todo parece estar bajo un cielo azul, en las mesas hartas y en las sonrisas radiantes.

La Bondad de Dios también se manifiesta en el sufrimiento que torna el hombre más apto para comprender el dolor del semejante.

Ella está presente en las situaciones constrictoras que minan el orgullo, la vanidad y la indiferencia.

La vida en la Tierra es pasajera y destinada al perfeccionamiento del ser.

El vivir terrenal propicia el rescate de los errores del pasado y la preparación para las sublimes etapas de la vida inmortal.

En un mundo material y aun muy inferior los entrechoques y las decepciones son inevitables.

Solamente una fe viva en la Divina Bondad permite al hombre preservar su corazón libre de amarguras.

Piensa en eso.


- Equipo de Redacción de Momento Espírita-


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                 MÁS SUFRIDORES QUE FELICES


. ¿Por qué en la sociedad son más numerosas las clases que sufren que las felices?
«Ninguna es completamente feliz, y lo que se cree felicidad encubre a menudo
martirizadores pesares.. En todas partes existe sufrimiento. Para responder, sin embargo, a tu pensamiento, te diré que las clases que llamas desgraciadas son más numerosas, porque la tierra es un lugar de expiación.. Cuando el hombre haya hecho de ella la morada del bien y de los espíritus buenos, dejará de ser desgraciado, y aquélla será para él el paraíso terrenal».
EL LIBRO DE LOS ESPÍRITUS
ALLAN KARDEC

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                     ORACIÓN DE CHICO XAVIER

" Que mantengamos nuestro equilibrio, aun sabiendo que los desafíos son innumerables a lo largo del camino.
Que exterioricemos nuestra voluntad de amar, entendiendo que amar es un sentimiento de donación.
Que mantengamos nuestra luz y la guardemos en el brillo de nuestra mirada, aun sabiendo que muchas cosas que vemos en el mundo, oscurecen nuestros ojos.
Que siempre alimentemos nuestro coraje, aun sabiendo que nuestras derrotas y pérdidas son ingredientes tan fuertes como nuestras alegrías y fortunas."
Amén
- Ch
ico Xavier-

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   EL ESPIRITISMO AL ALCANCE DE TODOS  (3)

    Viene del publicado anterior (...//...)

   Negar una hipótesis, una concepción, una creencia, que el espíritu humano no solo la ve lógica, sino también racional y justa, por cuanto constituye el ideal más grande que el hombre pueda concebir, se transforma en la mayor suma de felicidad que  le es dado alcanzar; negar una hipótesis, bajo la cual, la humanidad ha marchado hacia su perfección y le ha servido de guía y eficaz soporte moral en las luchas contra la ignorancia y el mal; negar este concepto que cuando se ha eclipsado parcialmente de algún grupo de seres, este ha perdido la brújula, resurgiendo la bestia humana con todas sus concupiscencias, con toda la brutalidad de las pasiones y los deseos carnales, es negarse a sí mismos su origen divino, su naturaleza inmortal.

   Con negaciones no se crea nada que sirva al progreso de la humanidad y cuando esas negaciones tienen por objeto destruir la base de la moral, que es el freno indispensable y único  que sujeta a la bestia que pugna en nosotros, seres atrasados e imperfectos, por sobreponerse al sentimiento del deber, del altruismo, de todo lo que constituye el medio de nuestro progreso, entonces, esa doctrina materialista, esa hipótesis atea, debe ser fervientemente combatida como contraria al progreso de la verdad y del bien, como perniciosa para la estabilidad, el orden y la armonía que debe siempre presidir a los grandes fines de la vida.

    La historia nos demuestra que la humanidad, desde los tiempos más remotos y aun en los pueblos más salvajes de todos los tiempos, siempre ha venido a la Tierra con esa intuición de la idea de Dios, una idea fuertemente arraigada que ha formado su sentimiento religioso. Esto ha sido demostrado hasta la evidencia y los que  quieran cerciorarse bien de ello, puede leer la Historia de las Creencias, de Nicolai; obra laureada por la academia francesa. Pero, ¿Por qué se ha negado a Dios?.Porque algunos hombres inteligentes e ilustrados han preferido la negación a la afirmación.

    Muchas son las causas de este error. Entre ellas repetiremos las que ya hemos anotado sobre el concepto raquítico y ridículo de las religiones positivas, haciendo un  Dios antropomorfo, un fetiche, unido siempre a nuestras miserias, haciéndolo partícipe de nuestras pequeñeces y egoísmos. También señalaremos el temor que se le ha tenido y aun se le tiene; temor tanto más fundado cuanto más vengativo e injusto se le representa. Podemos también agregar el error procedente de nuestra ignorancia, el querer juzgar a Dios con los pobres medios intelectuales de que disponemos, teniendo a la vista las injusticias sociales, el mal triunfante, la virtud perseguida y mil contradicciones aparentes que han inducido al hombre a negarle. Pero estas negaciones han podido tener su razón de ser, antes de que el Espiritismo se conociera, y cuando el hombre solo tenía como escudo su creencia, su fe ciega y su intuición. Pero ahora que el Espiritismo nos da la razón de esas anomalías y la clave para comprender la lógica y racionalmente la injusticia, la bondad y la sabiduría de Dios, no es posible ya aceptar la tesis contraria, bajo ningún motivo.

    Las imperfecciones morales son causas muy poderosas que favorecen el ateísmo y cuanto más inteligente es el hombre, cuando su inteligencia se halla equilibrada con su sentido moral, más propenso es a las negaciones, porque de este modo aumenta considerablemente el amor de sí mismo, y cuando no se posee ese sentido íntimo de humildad que nos revela nuestra pequeñez, a medida que más ahondamos en los secretos de la Naturaleza, cuando se exalta el orgullo ante la posesión de conocimientos que colocan al ser un poco más arriba de los demás, entonces se llega a concebir el pensamiento innoble de que el hombre es el Dios de la -Creación. Si ell hombre, dice León Denis, supiese recogerse y estudiarse a sí mismo, si apartase de su alma toda la sombra que en acumulan las pasiones, si, desgarrando el espeso velo con que la han envuelto, las preocupaciones , la ignorancia y los sofismas, descendiese al fondo de una vida interior, completamente opuesta a la vida exterior. Por ella podría entrar en relación con la naturaleza entera, con el Universo, y con Dios, y esta vida le proporcionaría, como un goce anticipado de la que le reserva el porvenir de ultratumba y los mundos superiores. También está allí el depósito misterioso, donde todos los hechos de su vida, buenos o malos se inscriben; donde tod se gravan en caracteres indelebles, para reaparecer, con deslumbradora claridad a la hora de la muerte.

    Si hay en cada uno de nosotros fuentes recónditas, de donde pueden brotar raudales de vida y amor; vitrtudes, potencias sin número.Allí, en ese santuario íntimo, es donde debe buscar a Dios, que está en nosotros, o cuando menos, hay un reflejo de Él. Y es evidente que lo que no existe no podría ser reflejado. Las almas reflejan  a Dios como las gotas de rocío reflejan los rayos del sol: cada una según su grado de pureza.

    Por esta refracción, por esta perfección interior y no por la experiencia de los sentidos, los hombres de genio, los grandes misioneros y los profetas, han conocido a Dios y sus  leyes, y las han revelado a los pueblos de la Tierra. FIN.

- Cosme Mariño- (tomado de la Rev. Fraternidad Cristiana Espírita nº 22)

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El proceso de la vida es tan complejo, que el hombre siempre se ha apegado al concepto negativo de la muerte como frustración de todas las posibilidades humanas. De ahí, la famosa frase de Sartre que se propagó por toda la cultura moderna: “El hombre es una pasión inútil”.
Ante lo inevitable de la muerte, el hombre actual no ha podido salir de la corta visión de considerarla como pura y simple destrucción. Y ello, a pesar de las innumerables concepciones que desde la antigüedad más remota han ido configurando el pensamiento humano. Sin embargo, las investigaciones científicas respecto a la naturaleza humana, particularmente en el campo de los fenómenos paranormales, han aportado las pruebas irrefutables de la supervivencia del hombre después de la muerte. Esa supervivencia implica la existencia de planos espirituales, de hipóstasis, donde la vida humana continúa, como ya consideró Plotino en su teoría de las almas viajeras. Hoy con los avances de distintas ciencias, en especial la física y la biología, se está rasgando el velo que nos impide observar de manera clara y distinta la realidad que nos constituye y nos circunda. La existencia de las hipóstasis ya no es una especulación filosófica, sino una verdad comprobada. El cuerpo espiritual del hombre, el periespíritu, según Allan Kardec, ha sido tecnológicamente demostrado. Por consiguiente, los muertos ya no pueden ser considerados muertos. Ha sido declarado categóricamente que el hombre es inmortal. Lo que muere es sólo el cuerpo carnal, el cuerpo físico. Por otra parte, desde el punto de vista del pensamiento, ya sería un absurdo pensar que en un Universo en que nada se pierde pues, como enseña la física, todo se transforma, el hombre fuese la única excepción.
Cuando nos sorprende el fenómeno biológico de la muerte nos trasferimos a otros planos de materia más sutil y rarefacta, donde continuamos viviendo con más libertad y posibilidades de realización. Si el Espíritu encarnado, es decir, todos nosotros, actuando en el fondo de un océano de aire pesado logra realizar tantas cosas, ¿por qué dejaría de actuar con más provecho y visión elevada en un plano donde todo confluye a su favor? Se engañan quienes piensan en los muertos como muertos. Ellos están más vivos que nosotros, poseen una visión más penetrante que la nuestra. Son seres más definidos que nosotros y pueden vernos, visitarnos y comunicarse con nosotros con toda naturalidad. Es preciso saber, entonces, que los hombres son Espíritus y los Espíritus no son otra cosa que hombres liberados de las imposiciones de la materia, los mal llamados muertos. Tenemos que pensar en ellos como seres vivos y actuantes, como realmente son. Ellos se angustian con nuestras tristezas y se sienten felices con nuestras alegrías. No quieren que pensemos en ellos con aflicción, porque eso los entristece. Se hallan en un mundo en que las vibraciones mentales son fácilmente perceptibles y desean que los ayudemos con pensamientos de confianza y alegría.
Desde el hombre primitivo, los muertos se comunican con los vivos y estos tratan de instruirse con aquellos. El intercambio es normal entre los dos mundos y siempre ha existido. De ello da cuenta una vastísima literatura producida por los sabios antiguos y modernos que estudiaron el problema y confirmaron la supervivencia. Pero, en la medida en que los métodos científicos se perfeccionaron, en la batalla de las ciencias contra las supersticiones del pasado milenario, la misma aceptación general de esa verdad originó mayores sospechas en el medio científico. Las propias religiones, parasitarias de aquella concepción negativa de la muerte, provocaron mayores inconvenientes para la comprensión del problema. Aún hoy, después de pruebas exhaustivas, confirmadas miles de veces por los más respetables investigadores, nuestra cultura rechaza presuntuosamente la flagrante realidad de todos los tiempos, como si ella no pasase de suposiciones inverosímiles.
¿Cuál es la razón de esa actitud irracional ante un problema tan grave? El de mayor importancia para la adecuación del pensamiento a la realidad, objetivo supremo de la filosofía. Es la “alergia al futuro” declarada por Remy Chauvin, director del Instituto de Altos Estudios de París, que tiene su origen histórico en el período inquisitorial. Esa influencia caló en el medio científico y en las ideologías materialistas como el positivismo, el pragmatismo y el marxismo. La prueba científica de la existencia del periespíritu, llamado por los investigadores soviéticos de la Universidad de Kirov (la más importante de Rusia) cuerpo bioplasmático, fue sencillamente asfixiada por el poder estatal. En los Estado Unidos no se intentó realizar las experimentaciones de Kirov porque el descubrimiento del cuerpo bioplasmático hiere los intereses teológicos de las iglesias cristianas. La religiosidad fideísta (creer en que a Dios no se puede llegar por la razón, sino sólo por la fe) de las iglesias junto al materialismo sociopolítico impide nuevamente el desarrollo de la ciencia, catapultando al ostracismo el sentimiento innato de la inmortalidad del Espíritu.
Pero la invasión de los “muertos” se hizo sentir en América y Europa. Los Espíritus contrarrestaron con sus apariciones la “herejía” de las investigaciones científicas. Fue cuando Allan Kardec –pseudónimo del emérito pensador y pedagogo francés Hippolyte Léon Denizard Rivail, discípulo de Pestalozzi sacudió los nuevos tiempos con la publicación de El Libro de los Espíritus, proclamando el restablecimiento de la verdad espiritual contra la devastación teológica. Según Kant, el filósofo de la razón por excelencia, al hombre le era impedido penetrar en los problemas metafísicos. Pero Kardec respondía con los hechos ante una avalancha de contradictores. Enseñaba sin cesar que los fenómenos mediúmnicos eran hechos, realidades palpables y no ensimismamientos imaginarios. El sabio inglés William Crookes, convocado a combatirlo, tuvo que confirmar la realidad del descubrimiento kardecista, después de estudiar durante tres años tales fenómenos. Zöllner hizo lo mismo en Alemania, confirmando las manifestaciones espíritas, así como Ochorowicz en Varsovia. El siglo XIX –como diría más tarde Léon Denis tenía la misión de restablecer científicamente la concepción espiritual del hombre. El movimiento Neoespiritualista invadió con fuerza Inglaterra y los Estados Unidos. Lombroso, el psiquiatra y antropólogo criminalista, se levantó irascible, en Italia, contra esa resurrección amenazadora de las antiguas supersticiones. Pero el profesor Chiaia, de Milán, lo desafió con las experiencias de la famosa médium Eusapia Paladino. Lombroso aceptó el desafío y tuvo la satisfacción de recibir en sus brazos a su propia madre, mediante un fenómeno de materialización realizado en una sesión mediúmnica. Charles Richet, en Francia, funda la Metapsíquica. Era el mayor fisiólogo del siglo, premio Nobel en medicina en 1913 y director de la Facultad de Medicina de París. Kardec ya no estaba solo. Numerosos científicos e intelectuales lo apoyaban, aunque quisieran desnaturalizar su fundamentación. No fue el caso de Conan Doyle, médico y escritor de renombre (creador del personaje Sherlock Holmes), que se convirtió en un apasionado propagador del Espiritismo. Víctor Hugo se pronunció a favor de la nueva doctrina. Estaba cumplida la misión del siglo XIX: el establecimiento de la era del Espíritu.
Tras la muerte de Richet, la prensa mundial prejuzgó que la Metapsíquica estaba muerta y había sido enterrada con él. Pero no sabían que cinco años antes, en 1930, Rhine y McDougall habían reiniciado las investigaciones metapsíquicas, en la Universidad de Duke, con la denominación de parapsicología. En 1940 el profesor Rhine anunciaba la comprobación científica de la telepatía, seguida de las demostraciones de otros fenómenos. Declaró posteriormente la existencia de un componente extra físico en el hombre, con el beneplácito de investigadores de la Universidad de Londres, Oxford y Cambridge. Siguiendo el esquema de las investigaciones de Kardec, pero ahora enriquecido con los nuevos métodos y el auxilio del avance tecnológico, hizo esta proclamación: “La mente no es física, pues por medios no físicos actúa sobre la materia. El cerebro es simplemente el instrumento de manifestación de la mente en el plano físico”. Eso equivale a decir que el hombre es Espíritu y no sólo un organismo biológico. Posteriormente a las demostraciones de la tesis de Kardec, siguieron las experiencias parapsicológicas. Uno a uno, los fenómenos investigados por Kardec fueron repetidos por aquellas. Surgió, entonces, la investigación más compleja y peligrosa: la de los llamados fenómenos theta, referentes a las manifestaciones de los Espíritus de los muertos. El profesor Pratt asumió la dirección del grupo theta de investigación, logrando resultados notables. Louise Rhine efectuó investigaciones de campo y confirmó la realidad de las apariciones y comunicaciones de Espíritus. Sólo faltaba la investigación de la reencarnación, más difícil aún por la imposibilidad de las pruebas materiales respecto a que una persona fuera realmente otra en una encarnación anterior. El profesor Ian Stevenson, de la Universidad de California, se encargó de este sector, publicando un volumen que, prácticamente, confirma las investigaciones del coronel Albert de Rochas, en Paris. Estaban convencidos de la existencia de la reencarnación. Fueron prácticamente confirmadas por las investigaciones actuales (siglo XX y XXI) las realizadas anteriormente por Kardec y corroboradas por Crookes, Richet y tantos otros del siglo XIX. Resurgió así en el seno de las mismas ciencias, la concepción del hombre como Espíritu y el concepto de la muerte como una fase del continuum de la vida. El Espiritismo uniendo la ciencia con la filosofía y la moral, ofreció un saber que deja atrás creencias supersticiosas, credos dogmáticos y esquemas materialistas que caracterizaron etapas anteriores y abre un nuevo rumbo para el progreso evolutivo de la humanidad.
El desarrollo de las ciencias dio espacio al restablecimiento de la verdad espiritual del hombre, devastada por las religiones tradicionales. Fue Allan Kardec, el emérito Codificador, quien configuró dicho rumbo con el descubrimiento de la fenomenología espírita, confirmada y repetida posteriormente por insignes cientificistas del mundo entero, estableciéndose las condiciones necesarias para un desarrollo integral del ser humano.
- Miguel Vera-

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