martes, 12 de noviembre de 2019

Palingenesia

 
    INQUITUDES ESPÍRITAS

1.- A los Educadores
2.- Diferentes modos de comunicación
3.- El coraje del Perdón
       "Frase "
4.- Palingenesia
5.- En nuevos mundos








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A LOS EDUCADORES


     El ilustre escritor brasileño Augusto Cury enumera en su libro titulado "Padres brillantes, profesores fascinantes", lo que considera los siete pecados capitales de los educadores.

El primero de ellos es corregir el educando públicamente.
Un educador jamás debería exponer una debilidad de una persona, por peor que  sea, delante de los demás.
Un educador debe valorar más a la persona que se equivoca que su equívoco.

El segundo es expresar autoridad con agresividad.
Los educadores que imponen su autoridad son aquellos que le tienen miedo  a sus propias fragilidades.
Para que se tenga éxito en la educación, es necesario considerar que el diálogo es una herramienta educacional insustituible.

El tercero es ser excesivamente crítico: obstruir  la infancia del niño.
Los débiles condenan, los fuertes comprenden, los débiles juzgan, los fuertes perdonan. Los débiles imponen sus ideas a fuerza, los fuertes las exponen con afecto y seguridad.

El cuarto es castigar cuando se esté con rabia y poner límites sin dar explicaciones.
La madurez de una persona se revela por la manera inteligente con que  corrige a alguien. Jamás ponga límites sin dar explicaciones.
Para educar, use primero el silencio y después las ideas. Elogie el educando antes de corregirlo o criticarlo.
Digale cuan  importante es, antes de apuntarle el defecto. Él recibirá mejor sus observaciones y le amará para siempre.

Quinto: ser impaciente es desistir de educar.
Es necesario comprender que por detrás de cada educando esquivo, o de cada joven agresivo, está un niño que necesita de afecto.
Todos queremos educar a jóvenes amables, pero son los que nos frustran los que examinan nuestra calidad de educadores. Son esos hijos complicados que ponen a prueba la grandeza de nuestro amor.

El sexto, es no cumplir con la palabra.
Las relaciones sociales son un contrato firmado en el palco de la vida. No lo rompa. No disimule sus reacciones. Sea honesto con los educandos. Cumpla lo que promete.
La confianza es un edificio difícil de ser construido, fácil de ser demolido y muy difícil de ser reconstruido.

Séptimo: destruir la esperanza y los sueños.
La mayor falla que los educadores pueden cometer es destruir la esperanza y los sueños de los jóvenes.
Sin esperanza no hay estradas, sin sueños no hay motivación para caminar.
El mundo puede caer sobre una persona, ella puede haber perdido todo en la vida, pero, si tiene esperanza y sueños, ella tiene brillo en los ojos y alegría en el alma.
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Usted que es padre, profesor o responsable por la educación de alguien, considere que hay un mundo a ser descubierto dentro de cada niño y de cada joven.
Solamente no consigue descubrirlo quien está encarcelado dentro de su propio mundo.
Recuérde que la educación es la única herramienta capaz de transformar el mundo para mejor, y que esa herramienta está en sus manos.
De su uso adecuado depende el presente y dependerá el futuro. El joven es el presente y el niño es la esperanza del porvenir.
Piense en eso y haga que valga la pena  su título de educador. Eduque. Construya un mundo mejor. Plante en el suelo de los corazones de niños y jóvenes las flores de la esperanza.

Equipo de Redacción de Momento Espírita, con base en el libro "Padres brillantes, profesores fascinantes", de Augusto Cury, ed. Sextante.

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           Diferentes modos de comunicación 

Las comunicaciones inteligentes entre los Espíritus y los hombres pueden tener lugar por medio de signos, a través de la escritura y por la palabra. Los signos consisten en el movimiento significativo de ciertos objetos y, más frecuentemente, en la producción de ruidos o de golpes. Cuando esos fenómenos poseen un sentido, no permiten dudar de la intervención de una inteligencia oculta, en razón de que si todo efecto tiene una causa, todo efecto inteligente debe tener una causa inteligente. 

Bajo la influencia de ciertas personas designadas con el nombre de médiums, y a veces espontáneamente, un objeto cualquiera puede ejecutar movimientos convenidos, dar un número determinado de golpes y transmitir de este modo respuestas por sí o por no, o por la designación de las letras del alfabeto. Los golpes también pueden hacerse oír sin ningún movimiento aparente y sin causa ostensible, ya sea en la superficie o en el propio tejido de los cuerpos inertes, en una pared, en una piedra, en un mueble o en cualquier otro objeto. De todos estos objetos, las mesas eran los más cómodos por su movilidad y por la facilidad de colocarse a su alrededor, siendo el medio que más frecuentemente ha sido utilizado; de ahí la designación del fenómeno, en general, por expresiones bastante triviales como mesas parlantes y danza de las mesas, expresiones que conviene suprimir, primero porque se prestan al ridículo y segundo porque pueden inducir a error, haciendo creer que las mesas tienen una influencia especial al respecto. Daremos a este modo de comunicación el nombre de sematología  espírita, palabra que da perfectamente la idea y que abarca todas las variedades de comunicaciones por signos, movimiento de cuerpos o golpes. Uno de nuestros  corresponsales nos ha propuesto designar especialmente este último medio –el de los golpes– con la palabra tiptología. 

 El segundo modo de comunicación es la escritura; la designaremos con el nombre de psicografía, igualmente empleado por un corresponsal. Para comunicarse a través de la escritura, los Espíritus emplean, como intermediarios, a ciertas personas dotadas de la facultad de escribir bajo la influencia del poder oculto que las dirige, las cuales ceden a una fuerza que evidentemente está fuera de su control, puesto que ellas no pueden detenerse, ni proseguir a voluntad y, a menudo, no tienen conciencia de lo que escriben. Su mano es agitada por un movimiento involuntario y casi febril; toman el lápiz aunque no quieran y lo dejan del mismo modo; ni la voluntad, ni el deseo pueden hacerlas continuar si no deben hacerlo. Es la psicografía directa. La escritura también se obtiene por la sola imposición de las manos sobre un objeto convenientemente dispuesto y provisto de un lápiz o de cualquier otro instrumento apropiado para escribir.

Generalmente, los objetos más empleados son las tablitas o las cestitas dispuestas a ese efecto. El poder oculto que actúa sobre la persona se transmite al objeto, que de esta manera se vuelve un apéndice de la mano y le imprime el movimiento necesario para trazar los caracteres. Es la psicografía indirecta. Las comunicaciones transmitidas por la psicografía son más o menos extensas, según el grado de la facultad medianímica. Algunos no obtienen más que palabras; en otros, la facultad se desenvuelve con el ejercicio, escribiendo frases completas y, a menudo, disertaciones desarrolladas sobre temas propuestos o espontáneamente tratados por los Espíritus, sin ser provocados por ninguna pregunta. La escritura es a veces clara y muy legible; otras veces es solamente descifrable por el que la ha escrito, y que entonces la lee por una especie de intuición o de doble vista. En general, la escritura de una misma persona cambia por completo con la inteligencia oculta que se manifiesta, y el mismo carácter de escritura se reproduce cada vez que la misma inteligencia se manifiesta nuevamente. Sin embargo, este hecho no tiene nada de absoluto. Algunas veces los Espíritus transmiten ciertas comunicaciones escritas sin intermediario directo. En este caso, los caracteres son trazados espontáneamente por un poder extrahumano, visible o invisible. Como es útil que cada cosa tenga su nombre, a fin de que nos podamos entender, daremos a este modo de comunicación escrita el de espiritografía,  para distinguirlo de la psicografía o escritura obtenida por un médium. La diferencia  entre esas dos palabras es fácil de establecer. En la psicografía, el alma del médium desempeña necesariamente un cierto papel, al menos como intermediario, mientras que en la espiritografía es el Espíritu quien obra directamente por sí mismo.

El tercer modo de comunicación es la palabra. Ciertas personas reciben en los órganos de la voz la influencia del poder oculto, similarmente a lo que se hace sentir en la mano de aquellos que escriben. Ellos transmiten por la palabra, todo lo que los otros transmiten por la escritura. Las comunicaciones verbales, así como las escritas, a veces tienen lugar sin intermediario corporal. Las palabras y las frases pueden resonar en nuestros oídos o en nuestro cerebro, sin causa física aparente. Los Espíritus pueden también aparecérsenos en sueño o en estado de vigilia, y dirigirnos la palabra para darnos advertencias o instrucciones. Para seguir el mismo sistema de nomenclatura que hemos adoptado para las comunicaciones escritas, deberíamos llamar psicología a la palabra transmitida por el médium, y espiritología a la que proviene directamente del Espíritu. Pero como la palabra psicología ya tiene una acepción conocida, no la podemos cambiar. Por lo tanto, designaremos a todas las comunicaciones verbales con el nombre de espiritología, aplicando a las primeras el de espiritología mediata  y a las segundas el de espiritología directa.

 De los diferentes modos de comunicación, la sematología es el más incompleto; es muy lento y sólo difícilmente se presta a desarrollos de una cierta extensión. Los Espíritus superiores no lo usan de buen grado, ya sea a causa de la lentitud o porque las respuestas por sí o por no son incompletas y sujetas a error. Para la enseñanza prefieren los más rápidos: la escritura y la palabra. En efecto, la escritura y la palabra son los medios más completos para la transmisión del pensamiento de los Espíritus, ya sea por la precisión de las respuestas o por la extensión de los desarrollos que traen consigo. La escritura tiene la ventaja de dejar huellas materiales y de ser uno de los medios más indicados para combatir la duda. Además, no se está en la libertad de elegir; los Espíritus se comunican por los medios que juzgan conveniente: y esto depende de las aptitudes.

- Revista Espírita 1860-Allan Kardec

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                El  coraje del perdón 


   En la jornada de conquista de la plenitud, tenemos el desafío de aprender a lidiar con las emociones, cuyo ejercicio principal es hecho a través de las relaciones. De la convivencia surgen las desavenencias naturales, devenidos de nuestras diferencias en la forma de ver la vida, de los intereses contradictorios, además de las limitaciones que tipifican el estado actual de la consciencia humana, marcada por el egoísmo.

   En las relaciones, también creamos expectativas en cuanto a las actitudes del otro que no siempre se cumplen, así como nos sentimos heridos en nuestras emociones, defraudados en las aspiraciones que discutimos y heridos por no tener los deseos atendidos. Cuando no poseemos estructura psicológica para lidiar con todo eso, el resentimiento surge como consecuencia. El problema es que el primer perjudicado es aquel que guarda la emoción perturbadora.

  En ese contexto, el perdón es un gesto de auto-amor, pues, al liberarnos del contenido conflictivo, a disposición de la consciencia, energías preciosas, antes aprisionadas en la cuestión no resuelta. No siempre es un camino simple, por lo tanto a veces envuelve dolores profundos vinculados a seres muy próximos a nosotros.

  El impulso direcciona a la reacción, pero el ser consciente no debe ser esclavo de sus impulsos. Por eso mismo, el perdón, al contrario de la cobardía, es un acto de valor, pues es preciso construir resistencias para trabar el embate con emociones profundas, sin igualarse al agresor en la actitud. 

No se trata solo de una cuestión de memoria, de recordar o no el evento que nos trae dolor, sino de cuidar de la emoción vinculada al hecho. Y para sanar el contenido emocional es preciso recordar nuestra propia condición humana. Así como los otros cometen equivocaciones que nos afectan de alguna manera, también hemos afectado y herimos los otros y, a veces, no nos damos cuenta de eso.

  Este punto se amplía cuando agregamos, a nuestra historia, la trayectoria del espíritu, pues ¿quién puede lanzar la primera piedra y decir que nunca cometió errores? Perdonar es un ejercicio importante para aquel que desea alcanzar la plenitud.

Iris Sinoti- Terapeuta Junguiano        

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Es mejor no esperar nada de nadie y dejar que la vida te sorprenda, seguros de que si damos lo mejor de si cada día eso vamos cosechando y si no vemos el fruto de inmediato es que aún no están maduros para recogerlos.
-Lorena Dorante
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                                                         Palingenesia 



   El egoísmo y las pasiones humanas, son precisamente los factores que más retrasan o retardan el proceso evolutivo del Espíritu. Son las que nos obligan a venir muchas y muchas veces para restablecer el equilibrio violado en una o más vidas de error. De aquí, la necesidad, la imperiosa necesidad de superar esos aspectos negativos que nos mantienen atados a la rueda de las reencarnaciones penosas; de actuar siempre dentro de la ley del Amor y los dictados de la Conciencia. 

   Como conocemos ya, la vida humana, cada una de las vidas humanas tiene un objeto, un programa a realizar. Y esto, necesario es tenerlo bien presente, para que, en los momentos difíciles, nos sobrepongamos a esas dificultades o vicisitudes, a fin de avanzar un paso más en el camino del progreso hacia la perfección, que es la meta libertadora de las encarnaciones en los mundos de vidas dolorosas. Cada una de las vidas humanas o encarnaciones, es una oportunidad que la Ley del Amor proporciona al Espíritu para su progreso. Desperdiciar esa oportunidad, como hacen algunas personas, es el mayor error en que suele incurrir el ser humano. Si bien es verdad que todo progreso requiere 
esfuerzo; pero, sólo por el propio esfuerzo podremos progresar. Y aquí, volvemos a hacer hincapié en: ¡¡¡ No nos engañemos con espejismos!!! 

   Aquellas personas destacadas en nuestro mundo por su inteligencia, sabiduría y bondad, son la personificación de espíritus que han llegado o están llegando a la fase de la madurez espiritual que hicimos referencia. Son espíritus más viejos que los que animan la personalidad del hombre vulgar y corriente; y han vivido y aprendido más, se han desarrollado más en las múltiples vidas desde remotas edades. Las experiencias que el Ego adquiere, que el Espíritu realiza como encarnado, en la superación de las tentaciones, pasiones e imperfecciones humanas, le proporcionan sabiduría y poder, que le permiten avanzar en el empinado camino de la evolución y liberarse de las encarnaciones penosas. 

    Aquellos de nosotros que no hemos alcanzado todavía ese progreso, determinémonos a aprovechar la oportunidad que la Divina Providencia nos ha ofrecido, para realizar en la vida presente, el máximo de progreso que las circunstancias nos permitan. Como conocemos ya, por el estudio de la lección anterior, todos venimos a la vida física a cumplir un destino. Todos encarnamos con un propósito, con un objeto definido, con un programa a realizar, que rara vez el individuo identifica, por falta de atención al llamado de la Conciencia superior, a los clamores de su realidad espiritual. Y esto acontece en los individuos poco evolucionados aún que, ante la presión del mundo en que se desenvuelven, de su medio ambiente circundante, se dejan arrastrar por las pasiones en sus diversos aspectos. 

    Todo destino es el resultado de un programa trazado en el plano extrafísico antes de encarnar. Y ese programa o destino, será siempre en relación al pasado y a la necesidad de progreso y evolución del ser reencarnante y su capacidad para desarrollarlo. Esto es como norma general. En los seres más evolucionados, ellos mismos programan y confeccionan su destino antes de encarnar, de acuerdo con su propósito y su ansia de progreso; no así los menos evolucionados, cuyo programa es confeccionado por los maestros kármicos, de acuerdo con la Ley y a los méritos y deméritos de sus vidas anteriores; pero, aceptado y a veces solicitado, por el reencarnante. Esos maestros kármicos son seres espirituales superiores, de sabiduría y amor, dedicados a la tarea de los renacimientos. 

    Así pues, esos destinos dolorosos que a veces apreciamos, son determinados por la Ley de Consecuencias, en concordancia con hechos delictivos realizados por los mismos afectados; destinos que ellos mismos aceptaron para liberarse del suplicio en que se hallaban en el bajo astral, en el que habían caído después de la muerte física. Porque, necesario es conocer que hay un gran número de almas que por sus hechos delictivos, sus acciones de maldad, sufren horrendamente en el ambiente en que se hallan, y están dispuestos a encarnar en cualquier cuerpo por tarado que sea, con tal de salir del tormento, de huir de los sufrimientos que corroen su alma. Por ejemplo, los torturados por fuertes remordimientos sólo pueden huir de sus pesadillas, reencarnando para rehabilitarse. Y lo hacen con ese propósito, aceptando el destino que la Ley les impone. Mas, esta imposición no es despiadada ni como castigo, sino como rehabilitación amorosa. Y a este respecto, hemos de aclarar que, el dolor es un factor evolutivo, concepto este incomprendido por falta de conocimiento verdadero. 

Sebastián de Arauco 

Revista "Amor paz y caridad" 


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                                          EN OTROS MUNDOS

                 Si atendemos a las leyes espirituales que rigen en todo el universo para los espíritus en proceso evolutivo, es preciso pararse a desmenuzar una de ellas que tiene importantes repercusiones en la trayectoria de ascensión del alma humana.                           Anteriormente dejamos explicada la etapa superior en la que el alma del hombre, después de alcanzada la iluminación en la Tierra, se convierte en instrumento de los planos superiores, interpretando fielmente y sin apenas errores las inspiraciones de amor y sabiduría que llegan de las esferas superiores para socorrer al hombre y ofrecer ejemplos a seguir para todos aquellos que desean o necesitan progresar espiritualmente hacia la felicidad y la plenitud.                                                          Pues bien, una vez llegados a esta etapa en la que el alma humana ha superado el nivel y las expectativas de progreso que el planeta exige, nuestro espíritu se siente libre, y en los momentos en que no se encuentra encarnado tiene la potestad de conocer otros mundos superiores, diferentes a la Tierra, a fin de adquirir el conocimiento necesario que le permita seguir creciendo y avanzando hacia la perfección.                                                                                                                 Allán Kardec lo deja claramente expuesto cuando hace referencia a la transmigración planetaria de las almas en base a su nivel evolutivo. Tanto es así que existen muchos planetas, superiores a la Tierra, que son auténticas escuelas de aprendizaje y preparación para nuevos retos, y a los que acceden únicamente aquellos que se han ganado con su esfuerzo y superación tales méritos. 
Por lo general, los espíritus se hallan comprometidos con la evolución de su propio planeta; tanto es así que, cuando el alma humana -después de un periodo de misión acertada en la Tierra- decide prepararse en otro mundo más avanzado, no es para quedarse allí sino para seguir preparándose a fin de enfrentar retos más difíciles en su planeta de origen, al que volverán en una próxima reencarnación con un bagaje de experiencias y crecimiento espiritual superior, confirmado y acrecentado por los nuevos aprendizajes realizados en esferas superiores.
El alma ya comenzó a experimentar las últimas percepciones del amor sublime estando en la Tierra, cuando tuvo que enfrentar retos importantísimos que le llevaron a la auto-iluminación. Pues bien, ahora, con ese bagaje superado y las nuevas perspectivas que se le presentan en otros mundos superiores, su voluntad de entrega y de crecimiento espiritual le llevan a aceptar misiones complejas, difíciles. Algunas en las que la vida física puede estar en riesgo casi de forma permanente, en las que el dolor y el sufrimiento a su alrededor se extienden como una mancha, siendo su deber permanecer serena, ofreciendo ejemplo a aquellos que a su alrededor los sufren.                                                                                                                       Ante situaciones como estas, la preparación que ha de traer el alma humana es extraordinaria, hercúlea. La fortaleza ha de ser la clave de su carácter, para lo que la preparación en esos mundos ha de ser exhaustiva, habiéndose probado hasta límites de resistencia inimaginables.                                                                                          Hemos de tener en cuenta que, una vez de vuelta en la Tierra, además de luchar con las adversidades, el alma encarnada, por elevada que sea, tendrá que soportar las vicisitudes de una materia física que tiende al instinto, a la comodidad y a renunciar a aquello que le suponga fatiga o desgaste.
Es en estos casos cuando el alma debe demostrar un absoluto dominio sobre la materia o el cuerpo físico. Recordemos en este sentido a Francisco de Asís, que llamaba a su propio cuerpo “mi burrito”. Es decir, el instrumento terco y obstinado que se niega a obedecer la voluntad del espíritu. Sin embargo, como Él y todos los espíritus superiores que han dejado ejemplos en la Tierra, han mostrado esa misma determinación: el cuerpo a servicio del espíritu. El burrito hay que cuidarlo porque es el instrumento que sirve al alma para realizar su misión, pero no hay que dejar que imponga sus condiciones.                                                                                             Cuando un espíritu regresa de mundos superiores a la Tierra para realizar una misión, esta se convierte en un objetivo importante para su evolución y progreso. Sin embargo, en estos estados evolutivos el alma, unida a la fuente divina del amor y dirigida por aspiraciones superiores de entrega y sacrificio, suele cumplir acertadamente su misión en la Tierra.                                                                               Son esos seres iluminados que, por donde van, dejan huella. Y sus huellas son caminos de luz que sirven a los que van detrás para fijarse por dónde han de pisar. Estas pisadas se vuelven firmes, seguras y positivas cuando el alma las reconoce como el camino más rápido, el más acertado para su trayectoria y progreso. Incluso aunque esta ruta suponga sacrificio y renuncia, muchos están esperando estas huellas luminosas que muchas almas siguen.                                                                      Con ello avanzan exponencialmente mucho en su progreso evolutivo, y de esta forma se va forjando en sus conciencias el discernimiento que les permite acertar con el camino a seguir; el camino del bien, del perdón, de la renuncia a las imperfecciones, de la humildad y de la sencillez.                                                                Es indescriptible la satisfacción de aquellos que siembran estas huellas de amor y de progreso para la humanidad, sean en el camino de la religión o de la espiritualidad. Y a pesar de que su sacrificio haya sido extraordinario y su preparación les haya llevado mucho tiempo, en este planeta u en otros, nada es comparable al amor que se siente de poder ser útil a la obra divina de ayudar a aquellos que más lo necesitan. Aquellos que vagan en la oscuridad de un mundo material que les impide ver con claridad la luz que albergan en sus propias conciencias y el potencial infinito que su propia alma alberga en su interior.                                                                           Cuando las almas que alcanzan este nivel se han preparado en otros mundos, para sacrificarse luego reencarnando en este planeta, ofreciendo su ejemplo y renunciando al bienestar que les corresponde por méritos propios en el espacio, es cuando el alma experimenta las dulces claridades de un amor que la inunda por completo.                                                                                                                          Llegado a este estado, ningún sacrificio en la materia le es ajeno, ni tampoco le es temido; antes al contrario, cuando observa el resultado de su sacrificio y comprueba la ayuda que -directa o indirectamente- su ejemplo ha brindado a muchos ayudándoles a salir de la ignorancia y la oscuridad, se regocija de tal forma que su sentimiento de gratitud hacia su creador se vuelve permanente.                                          Comienza a vislumbrar lo que Dios pretende de ella en la nueva etapa que comienza, sintiéndose por sí misma partícipe del plan divino en toda su expresión; cuidando, orientando, auxiliando y encaminando al bien y a la felicidad a aquellos que todavía vagan en la incertidumbre y desesperación de la inferioridad moral.
 Antonio Lledó Flor Amor, Paz y Caridad

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