jueves, 2 de noviembre de 2017

Los muertos, en una visión espírita



Veremos hoy ;

- Reencuentro con los seres queridos
-Los muertos, en una visión espírita
-La imposibilidad de las penas eternas
- Pérdida de seres queridos



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                REENCUENTRO CON LOS SERES                                   QUERIDOS

934. La pérdida de las personas que amamos, ¿no es uno de los sucesos que nos causan una pena legítima, dado que dicha pérdida resulta irreparable y es independiente de nuestra voluntad?
- Ese motivo de congoja alcanza así al rico como al pobre. Se trata de una prueba o de una expiación y constituye una ley común. Pero representa un consuelo para vosotros el que podáis comunicaros con vuestros amigos por los medios de que disponéis, hasta tanto no tengáis otros más directos y más accesibles a vuestros sentidos.
935. ¿Qué pensaremos de la opinión de las personas que consideran a las comunicaciones de ultratumba como una profanación?
- No puede haber en ello profanación cuando existe el recogimiento y si la evocación se hace con respeto y decoro. Prueba de esto es que los Espíritus que os guardan afecto se comunican con placer. Están dichosos porque los recordáis y por poder conversar con vosotros. Profanación habría si eso se hiciera con frivolidad.
La posibilidad de entrar en comunicación con los Espíritus es un muy dulce consuelo, puesto que nos provee el medio de conversar con aquellos de nuestros parientes y amigos que dejaron la Tierra antes que nosotros. Mediante la evocación los traemos hasta nuestro lado, y nos escuchan y responden. Si así vale decirlo, no existe ya separación entre ellos y nosotros. Nos ayudan con sus consejos, nos dan testimonio de su afecto y del contento que experimentan al comprobar que seguimos recordándolos. Para nosotros es una satisfacción saberlos venturosos, conocer por ellos mismos los pormenores de su nueva existencia y adquirir la certeza de que con ellos nos reuniremos algún día.
936. ¿De qué manera los inconsolables pesares de los sobrevivientes afectan a los Espíritus, cuya desencarnación se llora?
- El Espíritu es sensible al recuerdo que se le guarda y a la nostalgia de aquellos seres a quienes amó, pero un dolor continuo e irrazonable lo afecta angustiosamente, porque en esa aflicción excesiva ve una falta de fe en el futuro y de confianza en Dios y, por tanto, un obstáculo al adelanto y tal vez a su reunión con los seres queridos.
Visto que el Espíritu desencarnado es más feliz que cuando estaba en la Tierra, lamentar que haya perdido la vida equivale a deplorar que sea dichoso. Dos amigos se encuentran presos y han sido encerrados en un mismo calabozo. Ambos deben obtener un día su libertad, pero un de ellos sale de prisión antes que el otro. ¿Sería caritativo, por parte del que queda encarcelado, sentirse afligido porque su amigo haya sido liberado antes que él? ¿No demostraría más egoísmo que afecto si quisiera que el otro continuara compartiendo su cautiverio y sus penurias por igual período de tiempo? Pues bien, lo propio acontece con dos seres que en la Tierra se amen. El que parte en primer término es el que obtiene antes su libertad, y debemos felicitarlo por ello, mientras aguardamos con paciencia el instante en que nos toque a nosotros lo mismo.
Haremos a este respecto otra comparación. Tenéis junto a vosotros a un amigo que se halla en una situación muy penosa: su salud o su conveniencia exige que marche a otro país, donde estará mejor desde todo punto de vista. Se ausentará de vuestro lado temporariamente, pero seguiréis en correspondencia con él. La separación, pues, sólo será material. ¿Os sentiríais afligidos por su alejamiento, que se produce para su bien?
La Doctrina Espírita, por las pruebas patentes que proporciona acerca de la vida futura, de la presencia en torno de nosotros de los Espíritus a quienes amamos, de la continuidad de su afecto y su solicitud, y por las relaciones que nos pone en situación de mantener con ellos, nos ofrece un consuelo supremo en uno de los más legítimos motivos de dolor. Con el Espiritismo desaparecen la soledad y el abandono. El hombre más aislado dispone siempre de amigos cerca de él, con los cuales puede comunicarse.
Con impaciencia soportamos las tribulaciones de la vida. Se nos ocurren tan inaguantables que no comprendemos cómo podamos tolerarlas. Y, sin embargo, si las hemos sobrellevado con valor, si hemos sabido imponer silencio a nuestras protestas, nos felicitaremos de ello cuando estemos fuera de esta prisión terrenal, como el enfermo que padecía se congratula, una vez curado, de haberse resignado a un tratamiento doloroso.
El Libro de Los Espíritus ----* Allan Kardec
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Comentario : En todas las expresiones religiosas está presente la teoría de la muerte, de ahí que sus doctrinas de un modo u otro, aborden esta temática. De forma generalizada puede señalarse que en la mayor parte de ellas, la muerte es interpretada como eslabón intermedio o como enlace entre ambos mundos: el de los vivos y el de los muertos.
En el momento de la muerte tomamos nuestra mente con todas nuestras experiencias, nuestro carácter y nuestro cuerpo etéreo (el espíritu) —el que es un duplicado de nuestro cuerpo terrenal. Sale del cuerpo en el instante de la muerte y se conecta con él mediante un cordón plateado. La muerte ocurre solamente cuando el cordón plateado es separado del cuerpo físico. Altas inteligencias del mundo espiritual nos informan que en la vida póstuma el cuerpo etéreo y todo lo que nos rodea parece tan sólido como nuestro mundo nos parece ahora.
- Claudia Dantas-


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LOS MUERTOS, EN UNA VISIÓN ESPÍRITA

Todos los años, cuando se acerca el día de los "finados", muchas personas nos cuestionan a los espíritas, queriendo saber si deben o no deben ir al cementerio. El Espiritismo es una doctrina educadora y de libertad. No nos prohíbe ni exige nada de nada, si acaso nos informa en relación con las leyes de la vida y su mecanismo, para que luego, cada uno haga aquello que su conciencia le permita o le determine.
En ese sentido, el Espiritismo nos aclara en los aspectos más profundos del entendimiento existencial. Considera con mucha propiedad que el túmulo no es el lugar en donde los espíritus habitan o se quedan, Dependiendo de la fecha de la inhumación, a veces, ni tan siquiera el cuerpo existe ya allí; menos aún cuando hubo una incineración de los restos mortuorios.
Sabemos con nuestra doctrina y con los posicionamientos de los Benefactores espirituales, que los Espíritus de nuestros Seres queridos y amigos, así como todos los demás espíritus, están muy vivos y quedan, generalmente a nuestra vuelta con los cuales nos acoplamos en todos los momentos. Nadie muere. Dios no tiene ningún hijo/a muerto/a. Todos viven y si no están materializados como nosotros, están viviendo en algún lugar en ese inmenso Universo, que es la casa del Padre, en donde, según Jesús, existen muchas moradas.
Nos cabe a los espiritualistas, liberarnos de atavismos firmados en el periodo de entendimiento de la fe ciega y, ahora conocedores de verdades espirituales nuevas, asimilar esos conocimientos y crear nuevos hábitos para exaltar la vida y no la muerte de las personas que amamos y por ellas somos amados.
Racionalmente, llegamos a la conclusión de que el cementerio no es el mejor lugar para reencontrarnos con los Espíritus para homenajearlos, sobre todo si están recién desencarnados. La aproximación de ellos al lugar en donde están sus despojos carnales aun les suelen traer un malestar y costreñimiento muy grandes, Muchos no soportan estar por allí cerca  por mucho tiempo.
Existe una manera muy sencilla, amorosa y fraterna que nos podemos habituar a hacer para que los espíritus familiares y los amigos puedan sentirse recordados y homenajeados por nosotros, no solo en el día de los finados, sino todos los días: una oración sincera en favor de su armonía y paz y de que estén felices al lado de su familia espiritual.
Podemos también colocar en nuestros hogares o en el local de su antígüo trabajo, un recadito de corazón, una flor cerca de un porta retratos con la foto del desencarnado. Así se sentirán recordados, amados y fortalecidos al ver que estamos exaltando  la vida y no la muerte.
¿Siempre vendrán a nuestro encuentro los espíritus de nuestros parientes y amigos desencarnados?. ¡ No !, Muchos de ellos esperan para aproximarse a los seres queridos que quedaron en la Tierra, pues eso depende de las condiciones espirituales en que se encuentran y de las posibilidades de venir juntos a los familiares y amigos. Otros no quieren venir, pues muchas veces nuestros sentimientos no son sinceros y el Espíritu no se interesa por esa hipocresía, ellos vienen mucho más por el pensamiento y sentimiento puros.
Sabemos que todo lo que se hace en el cementerio, no pasa en muchos casos de ser una demostración del nivel de posesiones materiales. Tal vez  para demostrar a la sociedad una superioridad para tener una actitud de respeto, a veces desprovista de sinceridad.
Por tanto, todos son libres para hacer lo que crean que deben, principalmente con el corazón abierto y sincero, en una legítima demostración de amor..
Entonces, ¿Qué tal si aprendemos a recibir a nuestros muertos-vivos en nuestra casa, recogidos con la familia y en oración proferida con el sentimiento?. Aprovechando la oportunidad de amor y cariño entre los que aún están encarnados, para mostrar  la armonía y la fraternidad de los descendientes, que posibiliten un sentimiento más elevado al desencarnado.
Es preciso aún recordar que muchos espíritus que se encuentran en el Mundo Espiritual, no conectan mínimamente con ciertos hechos que a nosotros, encarnados, nos llenan de orgullo, pues muchos de ellos, están por encima de nuestras convenciones e ilusiones terrenales.
Una pregunta para cerrar nuestra reflexión. ¿ Cuando usted se vaya de este mundo, en donde  le gustaría ser recordado al reencontrarse con sus amigos y familiares, en el cementerio o en un lugar que solo  inspira buenos recuerdos?
Entonces vamos a recordar a nuestras  queridas almas, exaltando la vida y no la muerte.
Ismael, de la ciudad de Guaxupé, Estado de Minas Gerais (Brasil)

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      LA IMPOSIBILIDAD DE LAS PENAS 
                           ETERNAS

Imaginemos un joven de veinte años, como tantos que existen actualmente, ignorante, de instintos viciosos, que niega la existencia de su alma y la de Dios, entregado al descontrol y a cometer toda clase de perversidades. Posteriormente, en un medio favorable, ese joven trabaja, se instruye, se corrige gradualmente hasta convertirse en un creyente piadoso. ¿No es ese un ejemplo palpable del progreso del alma durante la vida, ejemplo que se reitera todos los días? Ese hombre muere a edad avanzada como un santo, y por cierto su salvación está asegurada. Con todo, ¿cuál habría sido su destino si un accidente lo hubiera llevado a la muerte cuarenta o cincuenta años antes? En esa época reunía todas las condiciones necesarias para que fuera condenado; de modo que, una vez condenado, toda forma de progreso le estaría vedada. Nos encontramos, pues, ante un hombre que sólo se salvó porque vivió más tiempo, y que, según la doctrina de las penas eternas, se habría perdido para siempre si hubiera vivido menos, tal vez como consecuencia de un accidente fortuito. Dado que su alma pudo progresar en un momento determinado, ¿por qué razón no habría podido progresar también después de la muerte, en caso de que una causa ajena a su voluntad le hubiera impedido hacerlo en vida? ¿Por qué Dios le habría negado los medios? El arrepentimiento, aunque tardío, no habría dejado de llegar. En cambio, si desde el instante mismo de su muerte se le hubiese impuesto una condena irremisible, su arrepentimiento habría sido infructuoso por toda la eternidad, y su aptitud para progresar habría quedado anulada para siempre.
El dogma de la eternidad absoluta de las penas es, por lo tanto, incompatible con el progreso de las almas, al cual opone una barrera infranqueable. Ambos principios se anulan recíprocamente, pues la existencia de uno implica forzosamente el aniquilamiento del otro. ¿Cuál de los dos es real? La ley del progreso existe realmente: no se trata de una teoría, sino de un hecho confirmado por la experiencia; es una ley de la naturaleza, ley divina, imprescriptible. Así pues, si esta existe y no puede conciliarse con la otra, entonces la otra no existe. Si el dogma de la eternidad de las penas fuese verdadero, san Agustín, san Pablo y tantos otros jamás habrían visto el Cielo en caso de que hubieran muerto antes de realizar el progreso que los condujo a la conversión.
A este último argumento responderán que la conversión de esos santos personajes no fue el resultado del progreso del alma, sino de la gracia que se les concedió y por la que fueron tocados.
Con todo, eso es un juego de palabras. Si esos santos practicaron el mal, y más tarde el bien, significa que mejoraron. Por consiguiente, progresaron. ¿Por qué Dios les habría concedido como favor especial la gracia de que se corrigieran? ¿Por qué a ellos sí y a otros no? Siempre se nos responde con la doctrina de los privilegios, incompatible con la justicia de Dios y con el amor que dispensa por igual a todas las criaturas.
Según la doctrina espírita, de acuerdo con las palabras mismas del Evangelio, con la lógica y con la justicia más rigurosa, el hombre es hijo de sus obras, tanto en esta vida como después de la muerte. No le debe nada a la gracia. Dios lo recompensa por los esfuerzos que realiza, y lo castiga por su negligencia durante todo el tiempo que se obstina en ella.
( Sacado de El Cielo y el Infierno, de Allan Kardec)
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           PÉRDIDA DE LOS SERES QUERIDOS
934. La pérdida de las personas que amamos, ¿no es uno de los sucesos que nos causan una pena legítima, dado que dicha pérdida resulta irreparable y es independiente de nuestra voluntad?
- Ese motivo de congoja alcanza así al rico como al pobre. Se trata de una prueba o de una expiación y constituye una ley común. Pero representa un consuelo para vosotros el que podáis comunicaros con vuestros amigos por los medios de que disponéis, hasta tanto no tengáis otros más directos y más accesibles a vuestros sentidos.

935. ¿Qué pensaremos de la opinión de las personas que consideran a las comunicaciones de ultratumba como una profanación?
- No puede haber en ello profanación cuando existe el recogimiento y si la evocación se hace con respeto y decoro. Prueba de esto es que los Espíritus que os guardan afecto se comunican con placer. Están dichosos porque los recordáis y por poder conversar con vosotros. Profanación habría si eso se hiciera con frivolidad.

La posibilidad de entrar en comunicación con los Espíritus es un muy dulce consuelo, puesto que nos provee el medio de conversar con aquellos de nuestros parientes y amigos que dejaron la Tierra antes que nosotros. Mediante la evocación los traemos hasta nuestro lado, y nos escuchan y responden. Si así vale decirlo, no existe ya separación entre ellos y nosotros. Nos ayudan con sus consejos, nos dan testimonio de su afecto y del contento que experimentan al comprobar que seguimos recordándolos. Para nosotros es una satisfacción saberlos venturosos, conocer por ellos mismos los pormenores de su nueva existencia y adquirir la certeza de que con ellos nos reuniremos algún día.

936. ¿De qué manera los inconsolables pesares de los sobrevivientes afectan a los Espíritus, cuya desencarnación se llora?
- El Espíritu es sensible al recuerdo que se le guarda y a la nostalgia de aquellos seres a quienes amó, pero un dolor continuo e irrazonable lo afecta angustiosamente, porque en esa aflicción excesiva ve una falta de fe en el futuro y de confianza en Dios y, por tanto, un obstáculo al adelanto y tal vez a su reunión con los seres queridos.
Visto que el Espíritu desencarnado es más feliz que cuando estaba en la Tierra, lamentar que haya perdido la vida equivale a deplorar que sea dichoso. Dos amigos se encuentran presos y han sido encerrados en un mismo calabozo. Ambos deben obtener un día su libertad, pero un de ellos sale de prisión antes que el otro. ¿Sería caritativo, por parte del que queda encarcelado, sentirse afligido porque su amigo haya sido liberado antes que él? ¿No demostraría más egoísmo que afecto si quisiera que el otro continuara compartiendo su cautiverio y sus penurias por igual período de tiempo? Pues bien, lo propio acontece con dos seres que en la Tierra se amen. El que parte en primer término es el que obtiene antes su libertad, y debemos felicitarlo por ello, mientras aguardamos con paciencia el instante en que nos toque a nosotros lo mismo.
Haremos a este respecto otra comparación. Tenéis junto a vosotros a un amigo que se halla en una situación muy penosa: su salud o su conveniencia exige que marche a otro país, donde estará mejor desde todo punto de vista. Se ausentará de vuestro lado temporariamente, pero seguiréis en correspondencia con él. La separación, pues, sólo será material. ¿Os sentiríais afligidos por su alejamiento, que se produce para su bien?
La Doctrina Espírita, por las pruebas patentes que proporciona acerca de la vida futura, de la presencia en torno de nosotros de los Espíritus a quienes amamos, de la continuidad de su afecto y su solicitud, y por las relaciones que nos pone en situación de mantener con ellos, nos ofrece un consuelo supremo en uno de los más legítimos motivos de dolor. Con el Espiritismo desaparecen la soledad y el abandono. El hombre más aislado dispone siempre de amigos cerca de él, con los cuales puede comunicarse.
Con impaciencia soportamos las tribulaciones de la vida. Se nos ocurren tan inaguantables que no comprendemos cómo podamos tolerarlas. Y, sin embargo, si las hemos sobrellevado con valor, si hemos sabido imponer silencio a nuestras protestas, nos felicitaremos de ello cuando estemos fuera de esta prisión terrenal, como el enfermo que padecía se congratula, una vez curado, de haberse resignado a un tratamiento doloroso.
El Libro de Los Espíritus ----* Allan Kardec
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En todas las expresiones religiosas está presente la teoría de la muerte, de ahí que sus doctrinas de un modo u otro, aborden esta temática. De forma generalizada puede señalarse que en la mayor parte de ellas, la muerte es interpretada como eslabón intermedio o como enlace entre ambos mundos: el de los vivos y el de los muertos.
En el momento de la muerte tomamos nuestra mente con todas nuestras experiencias, nuestro carácter y nuestro cuerpo etéreo (el espíritu) —el que es un duplicado de nuestro cuerpo terrenal. Sale del cuerpo en el instante de la muerte y se conecta con él mediante un cordón plateado. La muerte ocurre solamente cuando el cordón plateado es separado del cuerpo físico. Altas inteligencias del mundo espiritual nos informan que en la vida póstuma el cuerpo etéreo y todo lo que nos rodea parece tan sólido como nuestro mundo nos parece ahora.
- Claudia Dantas -

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