sábado, 4 de noviembre de 2017

Discapacidad y Pluralidad de mundos




Lecturas para hoy:

- Intervención de la Ciencia en el Espiritismo
- El tema OVNI-Extraterrestres
- El sentido de las palabras
- Discapacidad y Pluralidad de mundos



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Intervención de la Ciencia en el Espiritismo 

Allan Kardec 

     La oposición de las asociaciones de sabios (*)  es uno de los argumentos que evocan incesantemente los adversarios del Espiritismo. ¿Por qué los sabios no se han apropiado del fenómeno de las mesas giratorias? Se dice: «si los sabios hubieran visto algo serio en ese fenómeno, estarían muy lejos de ignorar hechos tan extraordinarios, mucho menos de tratarlos con desdén, y no estarían todos contra vosotros. ¿Los sabios no son la antorcha de las naciones, y el deber de ellos no es difundir la luz? ¿Cómo podríais pensar que la hubieran apagado cuando una ocasión tan hermosa se les presentaba para revelar al mundo una fuerza nueva? » 

   En primer lugar, es un error grave el decir que todos los sabios están en contra de nosotros, ya que el Espiritismo se propaga precisamente en la clase esclarecida. No hay sabios solamente en la ciencia oficial ni en las asociaciones constituidas. ¿El hecho de que el Espiritismo todavía no haya sido aceptado por la ciencia oficial juzga, de antemano, la cuestión? Se conoce la circunspección de ésta respecto a las ideas nuevas. Si la ciencia jamás se hubiera engañado, su opinión podría pesar aquí en la balanza; desafortunadamente, la experiencia demuestra lo contrario. ¿La ciencia no ha rechazado como si fueran quimeras una multitud de descubrimientos que, más tarde, han hecho ilustre la memoria de sus autores? ¿Eso quiere decir que los sabios son ignorantes? ¿Se justifican los epítetos groseros que, a fuerza de mal gusto, ciertas personas se complacen en prodigarles? Seguramente, no; no hay persona sensata que no le haga justicia al conocimiento de los sabios, pero, al mismo tiempo, se reconoce que ellos no son infalibles y que, por lo tanto, su juicio no es la última instancia. 

  La culpa de los sabios está en decidir ciertas cuestiones un poco a la ligera, confiando demasiado en sus luces, antes de que el tiempo haya dado su palabra, exponiéndose, así, a recibir los desmentidos de la experiencia. Cada uno es buen juez sólo en lo que es de su competencia. ¿Si deseáis construir una casa, tomaréis a un músico? ¿Si tenéis una enfermedad, os haréis cuidar por un arquitecto? ¿Si tenéis un juicio, pediréis el parecer de un danzarín? ¿En fin, si se trata de una cuestión de teología, la haréis resolver por un químico o un astrónomo? No, a cada uno su oficio. Las ciencias comunes se basan en las propiedades de la materia, que se puede manipular a voluntad. Los fenómenos que la materia produce tienen como agentes las fuerzas materiales. Los del Espiritismo tienen, como agentes, inteligencias que poseen su independencia, su libre albedrío, y no están sometidas a nuestros caprichos; escapan, así, a nuestros procedimientos anatómicos o de laboratorio y a nuestros cálculos y, por eso, no son más de competencia de la ciencia propiamente dicha. Por lo tanto, la ciencia se ha equivocado cuando ha deseado experimentar con los Espíritus como si fueran una batería. Ha partido de una idea fija, preconcebida, a la que se engancha, y quiere forzosamente relacionarla con la idea nueva. Ha fracasado y eso debía ocurrir, porque ha operado en base a una analogía que no existe. Además, sin ir más lejos, ha concluido negando los fenómenos del Espiritismo: juicio temerario, que el tiempo se encarga, todos los días, de reformar, como ha reformado muchos otros, y aquellos que lo han pronunciado fracasarán en su esfuerzo de negar, tan ligeramente, el poder infinito del Creador. 

Las asociaciones de sabios no tienen y jamás tendrán motivo para pronunciarse sobre la cuestión. Ésta no es más de la competencia de los sabios que aquélla de decretar si Dios existe; es, pues, un error hacer, de las asociaciones de sabios, jueces. ¿Pero quién, entonces, será el juez? ¿Los Espíritas se creen en el derecho de imponer sus ideas? No, el gran juez, el juez soberano es la opinión pública. Cuando esa opinión esté formada del consentimiento de las masas y de las personas esclarecidas, los sabios oficiales la aceptarán en la condición de individuos y experimentarán la necesidad de ella. Dejad pasar una generación y, con ésta, los prejuicios del amor propio que se obstina, y veréis que será del Espiritismo lo mismo de otras tantas verdades que se han combatido y que ahora sería ridículo poner en duda. Hoy, son los creyentes los que son tratados como locos; mañana, será el turno de aquellos que no crean, del mismo modo que se trataba, antiguamente, como locos a aquellos que creían que la Tierra giraba, lo que no le ha impedido girar. 

Pero no todos los sabios han juzgado de igual modo; hay quién ha hecho el razonamiento siguiente: No hay efecto sin causa, y los efectos más comunes pueden ayudar a encontrar los problemas más grandes. Si Newton hubiera menospreciado la caída de una manzana, si Galvani hubiera repelido a su empleada tratándola como loca y visionaria, cuando ella le habló de las ranas que danzaban en el plato, tal vez estaríamos todavía por encontrar la admirable ley de la gravitación y las fecundas propiedades de la pila. El fenómeno que se designa con el nombre burlesco de danza de las mesas no es más ridículo que aquél de la danza de las ranas, y tal vez contenga también algunos de esos secretos de la naturaleza que revolucionan la humanidad, cuando se tiene la clave de ellos. Se ha dicho además: «Ya que tantas personas se ocupan de eso, ya que personas serias lo estudian, debe haber algo; una manía, un capricho si se quiere, no puede tener esa característica de generalidad; puede seducir a un círculo, a un grupo específico, pero no da la vuelta al mundo». 

Aquí está, principalmente, lo que nos decía un sabio doctor en Medicina, hasta hace poco incrédulo y, hoy en día, adepto fervoroso: «Se dice que seres invisibles se comunican, ¿y por qué no? ¿Antes de la invención del microscopio, se sospechaba de la existencia de esos millones de animálculos que causan tantos estragos en el organismo? ¿Dónde está la imposibilidad material de que haya, en el espacio, seres que escapan a nuestros sentidos? ¿Tendríamos, por casualidad, la ridícula pretensión de saber todo y de decirLe a Dios que Él no nos puede enseñar nada más? Si esos seres invisibles que nos rodean son inteligentes, ¿por qué no se comunicarían con nosotros? Si se relacionan con las personas, deben desempeñar un papel en el destino, en los acontecimientos; ¿quién lo sabe? Es, tal vez, una de las potencias de la naturaleza, una de esas fuerzas ocultas de las que no sospechamos. ¡Qué nuevo horizonte eso abriría al pensamiento! ¡Qué vasto campo de observación! 

El descubrimiento del mundo de los invisibles sería muy diferente de aquél de los infinitamente pequeños; sería más que un descubrimiento: toda una revolución en las ideas. ¡Qué luz puede surgir de eso! ¡Cuántas cosas misteriosas explicadas! Aquellos que creen son puestos en ridículo; ¿pero qué prueba eso? ¿No ha pasado lo mismo con todos los grandes descubrimientos? ¿Cristóbal Colón no fue rechazado, colmado de disgustos, tratado como insensato? Esas ideas, se dice, son tan extrañas que la razón las niega; pero las personas se habrían reído en la cara de aquel que hubiera dicho, apenas medio siglo atrás, que, en algunos minutos, se podría mantener correspondencia de un extremo a otro del mundo; que, en algunas horas, se atravesaría toda Francia; que, con el humo de un poco de agua hirviente, un navío avanzaría con el viento en la vertical; que se sacarían del agua los medios para la iluminación y la calefacción. Si un hombre hubiera venido a proponer un medio para iluminar toda París en un minuto, con un solo reservorio de una sustancia invisible, se lo habría enviado a Charenton (1). ¿Es, por lo tanto, una cosa más prodigiosa que el espacio esté poblado de seres pensantes que, después de haber vivido en la Tierra, dejaron su envoltorio material? ¿No se encuentra, en ese hecho, la explicación de una multitud de creencias que se remontan a la más alta Antigüedad? ¿No es la confirmación de la existencia del alma, de su individualidad después de la muerte? ¿No es la prueba de la propia base de la religión? Únicamente, la religión se limita a hablar vagamente de lo que sucede con las almas; el Espiritismo lo define. ¿Qué pueden decir sobre eso los materialistas y los ateos? Vale mucho la pena profundizar en semejantes cosas.» 

Aquí están las reflexiones de un sabio; pero de un sabio sin pretensiones. Son también las reflexiones de una multitud de personas esclarecidas, que han reflexionado, estudiado seriamente sin prejuicio. Han tenido la modestia de no decir: «No comprendo; por lo tanto, eso no existe». Su convicción ha sido formada por medio de la observación y del recogimiento. Si esas ideas hubieran sido quimeras, ¿cómo se explica, entonces, que tantas personas de élite las hayan adoptado? ¿Se puede creer, acaso, que hayan podido ser víctimas, por mucho tiempo, de una ilusión? No hay, pues, imposibilidad material de que existan seres invisibles a nosotros que pueblan el espacio, y tan sólo esa consideración debería llevar a más circunspección. Recientemente ¿quién alguna vez hubiera pensado que una gota de agua límpida pudiera contener millares de seres vivos, de una pequeñez que confunde nuestra imaginación? Ahora bien, le era más difícil a la razón concebir seres de una tal tenuidad, provistos de todos nuestros órganos y funcionando como nosotros, que admitir a aquellos que denominamos Espíritus. 

Los adversarios preguntan por qué los Espíritus, que deben empeñarse en hacer prosélitos, no se avienen, mejor de lo que lo hacen, a los medios para convencer a ciertas personas cuya opinión tendría gran influencia. Añaden que se les objeta su falta de fe; en relación a eso, contestan, con razón, que ellos no pueden tener una fe anticipada. Es un error creer que la fe es necesaria, pero la buena fe es otra cosa. Hay escépticos que niegan hasta la evidencia y que ni los milagros los podrían convencer. Hay incluso aquellos que se enfadarían mucho al ser forzados a creer, porque su amor propio sufriría al admitir que se han engañado. ¿Qué contestar a las personas que sólo ven, por todo lado, ilusión y charlatanería? Nada; se las debe dejar tranquilas y dejar que digan, tanto como deseen, que nada han visto e incluso que nada se les ha podido hacer ver. Al lado de esos escépticos endurecidos, hay aquellos que desean ver a su manera; que, al haberse formado una opinión, desean asociar todo con ella, no comprenden que los fenómenos no pueden obedecer a su voluntad; no pueden o no quieren ponerse en las condiciones necesarias. Si los Espíritus ya no se apresuran a convencerlos por prodigios, es porque aparentemente poco se interesan, por el momento, en convencer a ciertas personas a quienes no les miden la importancia como ellas mismas lo hacen. Es poco lisonjero, se debe reconocer, pero no mandamos en la opinión de los Espíritus. Ellos tienen una manera de juzgar las cosas que no es siempre la nuestra; ven, piensan y actúan según otros elementos. Mientras nuestra visión está circunscrita por la materia, limitada por el círculo estrecho en medio del cual nos encontramos, ellos abarcan el conjunto. 

El tiempo que nos parece tan largo es, para ellos, un instante; la distancia es sólo un paso. Ciertos detalles que nos parecen de una importancia extrema son, a sus ojos, infantilidades y, al contrario, juzgan como importantes cosas cuyo alcance no aprehendemos. Para comprenderlos, es necesario elevarse, por medio del pensamiento, por encima de nuestro horizonte material y moral, y ponerse desde su punto de vista. No les corresponde a ellos descender hacia nosotros, nos corresponde a nosotros subir hacia ellos, y es a eso a lo que nos conducen el estudio y la observación. A los Espíritus les gustan los observadores constantes y concienzudos. Para ellos, multiplican las fuentes de luz. Lo que los aleja no es la duda de la ignorancia: es la fatuidad de esos presuntos observadores que nada observan, que desean ponerlos en el banquillo de los acusados y manejarlos como marionetas. Es, sobre todo, el sentimiento de hostilidad y de denigración que esos presuntos observadores traen, sentimiento que está en el pensamiento de ellos, si no está en las palabras, a pesar de las protestas que hacen en contra. Para esos presuntos observadores, los Espíritus nada hacen y se inquietan muy poco de lo que puedan decir o pensar, porque su turno vendrá. Es por eso que hemos dicho que no es la fe la que es necesaria, sino la buena fe. Ahora bien, preguntamos si nuestros adversarios sabios están siempre en esas condiciones. Desean que los fenómenos estén bajo su comando, pero los Espíritus no obedecen al comando: se debe esperar la buena voluntad de ellos. No basta decir: «Mostradme tal hecho y yo creeré». Es necesario tener la voluntad de la perseverancia, dejar que los hechos se produzcan espontáneamente sin pretender forzarlos o dirigirlos. 

Aquel fenómeno que deseáis será precisamente aquel que no obtendréis, pero se presentarán otros, y aquel fenómeno que deseáis vendrá, tal vez, en el momento en que menos lo esperéis. A los ojos del observador atento y constante, surgen masas de fenómenos que se corroboran los unos a los otros. Pero aquel que cree que basta girar una manivela para hacer funcionar la máquina se engaña en extremo. ¿Qué hace el naturalista que desea estudiar los hábitos de un animal? ¿Le ordena hacer esta o aquella cosa para tener toda la libertad de observarlo según su voluntad y conveniencia? No; pues sabe bien que el animal no le obedecerá. Observa las manifestaciones espontáneas de su instinto; las espera y las capta en el momento que pasan. El simple buen sentido nos muestra que, con mucha más razón, debe ser lo mismo con los Espíritus, que son inteligencias mucho más independientes que las de los animales. 

Allan Kardec 

(1) N. de la T.: hospital para enfermos mentales en Charenton-Saint-Maurice, Francia. 
Aclaración de términos:  " Sabios",  se refiere a lo que hoy llamarían  "Científicos".

Revista Espírita –Periódico de Estudios Psicológicos, 2º año, nº 6, junio de 1859

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 EL TEMA OVNI- EXTRATERRESTRE




   La temática Ovni-Extraterrestre es de gran importancia para todos aquellos que buscan respuestas en la comprensión de nuestra realidad física, pero sobre todo espiritual.

   Cómo hemos ido comprobando, el tema extraterrestre es muy sugerente y se presta a infinidad de especulaciones. Si no se está atento y muy centrado, con una mente analítica y racional es muy fácil caer en derivas que no conducen a nada positivo. Es, por lo tanto, muy necesario establecer unas sólidas bases espirituales generales, respecto a las leyes universales que nos rigen, el por qué y para qué estamos aquí, de forma que cuando tengamos que afrontar un tema como el que nos ocupa, podamos establecer una correspondencia con lo que ya sabemos encajándolo adecuadamente. Es obvio que no lo sabemos todo, pero la vida no se contradice, no existen picos de irrealidad o de cosas extrañas que puedan poner en jaque la armonía del Universo. Es pues, una necesidad encontrar el equilibrio en las ideas, rechazando aquellas que sean contrarias a la razón o que no nos aporten nada sustancial.
    Resulta paradójico comprobar hoy en día que cuando hablamos de extraterrestres, vida en otros planetas, así como el fenómeno OVNI,  en muchos casos se produzca una bifurcación de caminos. Es decir, por un lado, personas con un conocimiento espiritual pero en el que no se plantean encajar el fenómeno Ovni-Extraterrestres en sus esquemas al considerarlo anecdótico e irrelevante.Por otro lado, existen aquellos que recopilan cientos o miles de casos, acuden a los lugares, investigan, escriben libros, imparten conferencias, se prodigan en los medios de comunicación, sin embargo no son capaces de ofrecer explicaciones claras, sencillas y con un contenido convincente. Esto puede tener diferentes causas. La divulgación sin ningún interés o afán espiritual, buscando el beneficio material y las oportunidades comerciales que el tema ofrece, eso sí, aportando estudios y  abundante documentación pero sin llegar a ninguna conclusión final… Quizás porque no interesa, porque sería como desvelar algo que está mejor en el apartado de lo  misterioso, y por el desprestigio que podría suponer manifestar abiertamente una postura que pudiera significar  una etiqueta de algo aparentemente poco riguroso y científico; con lo cual, la cuota de seguidores podría reducirse de una manera importante. Basta con mirar hacia estas últimas décadas y veremos que los best-sellers y obras publicadas al respecto han mantenido vivo el interés por estas cuestiones, pero no han aportado avances significativos. Para muchos investigadores estamos igual que al principio de la eclosión del fenómeno. Sin embargo, algunos de ellos sí que tienen bastante claro el tema pero no lo manifiestan abiertamente por los prejuicios que comentábamos, aunque a nivel particular sí que lo admiten sin problemas.
   En otros casos, el análisis ha sido exageradamente místico convirtiéndolo en casi una religión y una forma de culto. Sobre todo en los años 70 y 80 del siglo pasado proliferaron grupos en casi todo el mundo que se reunían buscando avistamientos, señales en el cielo, mensajes de una forma u otra que les pudieran marcar unas directrices y toda una nueva filosofía de vida. Por desgracia, la mayoría de estos grupos fueron presa del fanatismo y de la fantasía por la falta de análisis y de raciocinio,  desapareciendo y haciendo un flaco favor a la verdadera realidad extraterrena.
   Es pues muy necesario establecer desde el principio unas bases adecuadas y sólidas. La temática extraterrestre así como otras paralelas exige partir desde la búsqueda interior, desde dentro y no quedarse con lo superficial, tratando de ver el sentido trascendente que tiene la vida. Nada es fruto del azar, no existen las casualidades pero si las causalidades. Todo bajo el amparo de unas leyes universales que armonizan y equilibran todo. Aquello que se salga de estos parámetros hay que afrontarlo con mucha cautela, pues todo tiene un significado y un sentido. Hemos de respetar todas las posturas y formas de entender la vida y los fenómenos, pero sobre todo, debemos razonar por nosotros mismos, si algo no lo vemos claro, apartarlo o aparcarlo hasta que podamos encontrar una explicación coherente que nos satisfaga.

Cómo decíamos  al principio aquellos que poseemos un conocimiento espiritual, como es el caso de los espíritas, tenemos una mayor responsabilidad puesto que no podemos alegar ignorancia, ya que uno de los postulados de la doctrina de kardec es la “Pluralidad de Mundos Habitados”. Necesitamos armonizar el tema con los conocimientos adquiridos para dar las respuestas adecuadas a todas aquellas personas que van buscando información, pero que se han encontrado con pocas explicaciones convincentes que les aclare e ilumine.

Los visitantes de otros planetas vienen con una misión concreta y clara. Necesitan de nuestra colaboración pues están al servicio del Maestro Jesús, gobernador y responsable de esta humanidad con el objetivo de complementar el trabajo del Mundo Espiritual Superior con una aportación también física.

El mensaje de ellos lo debemos de hacer nuestro. Con su presencia y testimonio nos indican que no estamos solos en el Universo material, están para apoyarnos y sobre todo para infundirnos una bocanada de esperanza e ilusión en estos tiempos de transición que estamos viviendo, en un ambiente, el nuestro,  muy denso por el psiquismo mórbido saturado que hemos ido acumulando en este planeta a lo largo del tiempo. Para ellos es un sacrificio grande, renunciando temporalmente a sus mundos de armonía, equilibrio y de paz para sumergirse en nuestro planeta, pero lo hacen a gusto porque su trabajo lo desarrollan con verdadero amor, sentido y realizado. Esa es su premisa fundamental. Hoy día hablar de extraterrestres y hablar de solidaridad, amor y abnegación puede parecer una simbiosis extraña pero es su base fundamental.

Por todo ello, prestemos la atención necesaria, démosle el relieve y la importancia que merece. El maestro Kardec ya hizo en su época varias alusiones al tema como hemos comentado aquí en otros artículos. Hoy día nos hace falta más que nunca. Sepamos separar la paja del grano para ofrecerle a la sociedad aquello que necesita y merece,  pues los tiempos se precipitan y hacen falta muchas explicaciones y aclaraciones que pongan el punto de luz que ilumine el camino, demostrando que todas las piezas encajan perfectamente y transmitiéndoles a la sociedad esa alegría y esperanza en un futuro mejor, pero acompañados por esos hermanos mayores que algún día vendrán a compartir de una manera más directa y generalizada sus conocimientos y su sabiduría, pero esto sólo ocurrirá cuando la humanidad haya sido depurada y se encuentre en las condiciones necesarias para tal fin. Ellos con sus testimonios y su trabajo sutil nos recuerdan y nos avisan de que algún día se cumplirán todas las promesas que nuestro amado Maestro Jesús nos dejó.
J.M.M.C.

© Amor, paz y caridad 


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                    El sentido de las palabras 

Un hombre dio una moneda de plata a cuatro personas. Una de ellas, un persa, dijo: 

-Con esta moneda, quiero comprar un angur. 

El segundo, un árabe, exclamó: 

-Que insensato, no vamos a comprar angur. Vamos a comprar inab. 

El tercero era turco y dijo: 

-Esta moneda es mía también y no quiero ni inab, ni angur. Quiero uzum. 

El cuarto, un griego, no se conformo: 

-Cállense todos. Con esta moneda compraremos isratil. 

Comenzaron a gritar entre ellos porque ignoraban el verdadero sentido de las palabras. Se abofetearon, se insultaron, hasta que llego allí un hombre sabio y que conocía muchas lenguas. El les dijo: 

-Denme esta moneda y confíen en mi. Con ella comprare algo que satisfaga a todos ustedes. 

Sin una opción mejor, ellos le entregaron la moneda. El hombre sabio fue al mercado. Con la moneda compró una buena porción de uvas que entregó a los cuatro peleones. Todos quedaron satisfechos viendo su propio deseo realizado. Ignorantes, ellos no sabían que todos deseaban la misma cosa. Angur, inab, isratil y uzum significa uva, en esos idiomas. 


Tantas veces, en la vida, establecemos disputas por no entender correctamente lo que el otro dice. Solemos, en vez de volver a preguntar, para mejor comprender, reaccionamos inmediatamente, causando los malentendidos. La palabra es instrumento de la vida para vestir las ideas y exteriorizarlas con claridad. No siempre, con todo, somos felices en su utilización. Por eso, la palabra ha sido, a lo largo de los siglos, fomentadora de desacuerdos, desavenencias. 

Dentro del hogar, pensemos cuantas veces la utilizamos de forma indebida. En el trato con los compañeros de trabajo, cuantas veces nos hemos servido de ella para fomentar intrigas… Lo que debería ser aplicado de forma edificante, para levantar el mundo, enriquecer la vida con bellezas, proporciona malestares. 

No fue por otra razón que el sabio Codificador de la Doctrina Espirita, Allan Kardec, prescribió que nos deberíamos enterar a respecto del real significado de las palabras. En el trato con el semejante, pues, seamos más pacientes, oyendo mejor y hablando de forma adecuada. Utilicemos palabras sin doble sentido, que puedan proporcionar malos entendimientos. No utilicemos palabras grotescas para denominar situaciones y cosas, si existen otras, que mejor expresen lo que deseamos decir. 
La palabra también carga la vibración de los sentimientos con que la pronunciamos y alcanza de forma feliz o infeliz, a nuestro interlocutor. Pensemos en este inmenso tesoro que se llama palabra y sirvámonos de ella con sabiduría. Enterémonos al respecto del verdadero significado de las palabras. Enriquezcamos nuestros clichés mentales con palabras edificantes. No seamos impacientes si fuera preciso repetir nuestras afirmaciones, más de una vez. 

Carguemos de optimismo todas nuestras expresiones verbales, creando siempre una spicoesfera de bienestar a quien nos oye. Al transmitir ordenes, hagámoslo de forma clara. Al expresar nuestros pensamientos, cuando algo deba ser decidido, ofrezcamos la lucidez del verbo. Recordemos que somos responsables por toda palabra que salga de nuestra boca, favoreciendo o perjudicando a aquel a quien va dirigida. 

Pensemos antes de hablar a fin de expresarnos de forma precisa, evitando crear sin sabores. Utilicemos, en fin, la palabra para mejor vivir y convivir con la inmensa familia humana, que comienza en nuestro hogar y se prolonga mundo fuera. 


Espíritu Juana de Angelis 
Médium Divaldo Pereira Franco 
Extraído del libro "Alerta" 


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DISCAPACIDAD Y PLURALIDAD DE MUNDOS




Una señora llega a una consulta de hipnosis regresiva y entre sus problemas manifiesta que tiene un hijo discapacitado. Cuenta que esa anormalidad era un castigo de Dios, y que en el caso de que encontrara una institución que se lo recibiera, lo entregaría con mucho gusto. También confiesa, de manera insistentemente que no quiere a su hijo, y que no le daba pena decirlo. 

El terapeuta la entra en la hipnosis y le indica: “Vaya y ubíquese en el origen del problema”. Entonces la paciente va a una existencia pasada y relata: “Soy hombre, soy ciego y anormal, mi papá me ama muchísimo, mi papá me cuida, mi papá está pendiente de mí, mi papá no me abandona”, luego ella ve que el muchacho, que era el espíritu de ella en una existencia pasada, muere y también ve cuando entra en la dimensión espiritual y le permiten visualizar el pasado y el futuro… Entonces la señora comienza a decirle al terapeuta que la despierte, que por favor la despertara. Que se quería ir rápido para su pueblo, que quería ir rápido para abrazar a su hijo. Entonces le cuenta al terapeuta: “Resulta que mi papá en esa vida, es mi hijo en la actual, despiérteme ya”. Ella estaba desesperada por ir a darle un abrazo a su hijo, porque él había sido el papá en otra vida y que éste, nunca la abandono.

Conclusión, en este tipo de casos, sin juzgar las causas de la discapacidad, quienes cuidan a una persona discapacitada, puede ser porque el universo los coloca en esa situación con el fin de que DEVUELVAN aquello que se les dio.
El relato de esta historia se encuentra en el video de Aurelio Mejía número 1.009, en el que, dicho terapeuta le va hacer una hipnosis regresiva a otra paciente que se queja de sus hermanos que no trabajan y que ella los ha estado manteniendo desde siempre. https://www.youtube.com/watch?v=zO15xY1Njh4 .
Lo curioso del video es que también se narra la vivencia de la paciente como un extraterrestre de Andrómeda, lo que confirma la Pluralidad de los Mundos, porque la Tierra no es el único planeta con vida en el universo. Nuestro espíritu encarna en diferentes planetas, con el fin de progresar en todos los aspectos, desarrollando así, todas esas buenas cualidades que sutilizan nuestra esencia, lo que nos permitirá ascender a estados de conciencia en las que tendremos experiencias de más plenitud.
Luego que vea ese video, y si le interesa, también le recomiendo el video 1.011, en el que se encuentra la experiencia en hipnosis de la hija de la paciente, que es quien la recibirá en Andrómeda cuando termine su experiencia como terrícola. La hija, en la hipnosis, sólo relata sus problemas actuales, pero ella, es Laura que también procede de ese planeta.
https://www.youtube.com/watch?v=6O1J_w-EZ-U
En ambos casos y aspectos sobre la discapacidad y la pluralidad de los mundos, saque usted sus propias conclusiones…


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