martes, 7 de noviembre de 2017

Espíritus errantes



Hoy veremos :

- ¿ Dios del Amor o Dios cruel ?
- Crisis
- Resurección de la carne
- El sufrimiento, como impositivo de la evolución.
- Espíritus errantes





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  ¿ DIOS DEL AMOR, O DIOS CRUEL?

Si Jesús amenazó a los culpables con el fuego eterno, también los amenazó con echarlos a la Gehenna. ¿Y qué era esa Gehenna? Un sitio cercano a Jerusalén, un pudridero a donde iban las inmundicias de la ciudad. ¿Deberíamos tomar esto así, al pie de la letra? Era una de aquellas figuras enérgicas con cuya ayuda impresionaba a las masas. Lo mismo sucede con el fuego eterno. Si tal no hubiese sido su pensamiento, estaría en contradicción consigo mismo enalteciendo la clemencia y la misericordia de Dios, porque la clemencia y la inexorabilidad son tan contrarias, que se anulan. 

Sería, pues, interpretar muy mal el sentido de las palabras de Jesús, ver en ellas la sanción del dogma de las penas eternas, cuando toda su enseñanza proclama la mansedumbre del Creador. 

En la oración dominical nos enseña a decir: “Señor, perdónanos nuestras ofensas, como 
perdonamos a los que nos han ofendido.” Si el culpable no pudiera esperar perdón alguno, no haría falta pedirlo. ¿Pero este perdón es sin condición?, ¿es una gracia, un indulto puro y sencillo del merecido castigo? No, la medida de este perdón está subordinada al modo con que habremos perdonado, es decir, que si no perdonamos, no seremos perdonados. Dios, imponiendo como condición absoluta el olvido de las ofensas, no podía exigir que el hombre débil hiciese lo que el Todopoderoso no hiciera. La oración dominical es una protesta diaria contra la venganza de Dios. 

7. Para hombres que sólo tenían una noción confusa de la espiritualidad del alma, la idea del fuego material nada chocante era, tanto menos cuanto que estaba en la creencia vulgar, derivada de la del infierno pagano, casi universalmente esparcida. La eternidad de las penas nada tenía tampoco que repugnarse a gentes sometidas desde muchos siglos a la legislación del terrible Jehová. En el pensamiento de Jesús, el fuego eterno no podía ser más que una figura. Poco le importaba que aquella figura fuese tomada al pie de la letra, si debía servir de freno. Bien sabía que el tiempo y el progreso se encargarían de hacer comprender su sentido alegórico, sobre todo cuando, según su predicción, el Espíritu de Verdad vendría a iluminar a los hombres sobre todas las cosas. 

El carácter esencial de las penas irrevocables es la ineficacia del arrepentimiento. Jesús, pues, jamás dijo que el arrepentimiento nunca hallaría perdón ante Dios. En todas las ocasiones, al contrario, muestra a Dios clemente, misericordioso, dispuesto a recibir al hijo pródigo a su regreso, bajo el techo paterno. No lo presenta inflexible más que con el pecador endurecido. Pero si tiene el castigo en una mano, en la otra tiene siempre el perdón para el culpable, cuando éste vuelve sinceramente hacia Él. 

No es éste, por cierto, el retrato de un Dios sin piedad. Así es que conviene hacer notar que Jesús nunca pronunció contra persona alguna, ni aun contra los mayores culpables, una condenación irremisible. 

8. Todas las religiones primitivas, de acuerdo con el carácter de los pueblos, tuvieron dioses guerreros que combatieron mandando los ejércitos. El Jehová de los hebreos les daba mil medios para exterminar a sus enemigos, les premiaba con la victoria o les castigaba con la derrota. Según la idea que se formaba de Dios, se creía honrarle o aplacarle con la sangre de los animales o de los hombres. De aquí proceden los sacrificios sangrientos que tan importante papel hicieron en todas las religiones antiguas. Los judíos habían abolido los sacrificios humanos. Los cristianos, a pesar de la enseñanza de Cristo, creyeron por mucho tiempo honrar al Creador entregando por millares a las llamas y a los tormentos a aquellos que llamaba herejes. Eran, bajo otra forma, verdaderos sacrificios humanos, puesto que lo hacían para mayor gloria de Dios, y con acompañamiento de 
ceremonias religiosas. Hoy mismo invocan todavía al Dios de los ejércitos antes del combate, y le glorifican después de la victoria, y esto, muchas veces por las causas más injustas y más anticristianas. 

9. ¡Cuán tardío es el hombre en desprenderse de sus preocupaciones, de sus costumbres y de sus ideas primeras! Cuántos siglos nos separan de Moisés, y nuestra generación cristiana ve todavía huellas de los antiguos y bárbaros usos, admitidos, o al menos aprobados, por la religión actual. Ha sido necesario el poder de la opinión de los no ortodoxos, de aquellos apellidos herejes, para concluir con las hogueras y hacer comprender la verdadera grandeza de Dios. Pero a falta de hogueras, las persecuciones materiales y morales están en todo su vigor. Tan arraigada está en el hombre la idea de un Dios cruel. Imbuido de sentimientos que le inculcan desde la niñez, ¿puede el hombre admirarse de que el Dios que le representan honrándose por actos bárbaros, condene a 
tormentos eternos, y vea sin piedad los padecimientos de los condenados? 

Sí, son algunos filósofos impíos, en sentir de algunos, los que se escandalizaron al ver el 
nombre de Dios profanado por actos indignos de Él. Son aquellos que lo mostraron a los hombres en toda su magnitud, despojándole de las pasiones y de las pequeñeces humanas que le atribuía una creencia poco ilustrada. La religión ganó en dignidad lo que perdió en prestigio exterior, pues si son menos los hombres adictos a la forma, es mayor el número de los que son con más sinceridad  religiosos en su corazón y en sus sentimientos. 

Pero al lado de aquellos, ¡cuántos hay que, quedándose en la superficie, han venido a parar a la negación de toda providencia! Por no haber sabido poner al tiempo las creencias religiosas en armonía con los progresos de la razón humana, han hecho surgir en los unos el deísmo, en los otros la incredulidad absoluta, en otros el panteísmo; es decir, que el hombre se hizo Dios a sí mismo por no ver uno bastante perfecto. 

ALLAN KARDEC.




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                                                  CRISIS

"¿ Crisis ?. La crisis no es nada más que la del momento que precede a la evolución. ¡ Es preciso tener crisis para tener cambios !. Vemos al mundo pasando por cambios, ¡ Vamos todos a hacer nuestra parte. Seamos ejemplos de amor, bondad, luz y paz ! "
- Divaldo P. Franco-

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      RESURRECCIÓN DE LA CARNE
El dogma de la resurrección de la carne, ¿es la consagración de la reencarnación enseñada por los Espíritus?
– ¿Cómo queréis que sea de otro modo? Estas palabras como tantas otras, sólo parecen insensatas a los ojos de ciertas personas,porque las toman al pie de la letra. Por eso, conducen a laincredulidad. Pero dadles una interpretación lógica, y aquellos a quienes llaman libre pensadores las admitirán sin dificultad, por lo mismo que reflexionan; porque no lo dudéis, esos libres pensadores no desean otra cosa que creer. Tienen como los otros, tal vez más que los otros, sed de futuro, pero no pueden admitir lo que es rechazado por la ciencia. La doctrina de la pluralidad de existencias es conforme a la justicia de Dios. Sólo ella puede explicar lo que es inexplicable sin ella. ¿Cómo queréis, pues, que este principio no estuviese consignado en la misma religión?
– ¿Así, pues, la Iglesia misma con el dogma de la resurrección de la carne, enseña la doctrina de la reencarnación?
– Eso es evidente. Por otra parte, esa doctrina es consecuencia de muchas cosas que han pasado desapercibidas y que no se tardará en comprenderlas en ese sentido. Pronto se reconocerá que el
Espiritismo resalta a cada paso del texto mismo de las Escrituras sagradas. Los Espíritus no vienen, pues, a destruir la religión, como pretenden algunos; vienen, por el contrario, a confirmarla, a sancionarla con irrecusables pruebas. Mas, como ha llegado el tiempo de no usar ya el lenguaje figurado, se expresan sin alegorías y dan a las cosas un sentido claro y preciso, que no puede ser objeto de ninguna falsa interpretación. He aquí porque, dentro de algún tiempo, tendréis más personas sinceramente religiosas y creyentes que las que tenéis hoy.
SAN LUIS.

En efecto, la Ciencia demuestra la imposibilidad de la resurrección según la idea vulgar. Si los restos del cuerpo humano permaneciesen homogéneos, aunque fuesen dispersados y reducidos a polvo, aun se concebiría su reunión en un tiempo dado; pero no pasan así las cosas. El cuerpo está formado de elementos diversos: oxígeno, hidrógeno, nitrógeno, carbono, etc.
Por medio de la descomposición, estos elementos se dispersan para servir en la formación de nuevos cuerpos, de modo que la misma molécula, de carbono por ejemplo, entrará en la composición de varios millares de cuerpos diferentes (hablamos tan sólo de los cuerpos humanos sin contar los de los animales); que tal individuo tal vez tenga en su cuerpo moléculas que pertenecieron a los hombres de las primeras edades; que las mismas moléculas orgánicas que absorbéis en los alimentos, provienen quizá del cuerpo de algún individuo a quien habéis conocido, y así sucesivamente. Siendo definida la cantidad de la materia, e indefinidas sus transformaciones, ¿cómo cada uno de esos cuerpos podrán reconstituirse con los mismos elementos? Esto envuelve una imposibilidad material. No puede, pues, admitirse racionalmente la resurrección de la carne más que como una figura que simbolice el fenómeno de la reencarnación, y en ese caso no hay nada en ella que repugne a la razón, nada que esté en contradicción con los datos de la Ciencia.
Verdad es que según el dogma, la resurrección no ha de verificarse hasta el fin de los tiempos, mientras que según la Doctrina Espírita tiene lugar cada día; pero este cuadro del juicio final, ¿no es también una grande y bella figura que oculta, bajo el velo de la alegoría, una de esas verdades inmutables, para las que no existirán escépticos cuando sea explicada en su verdadero sentido?
Medítese bien la teoría espírita sobre el porvenir de las almas y su suerte después de las diferentes pruebas que deben soportar y se verá que, exceptuando la simultaneidad, el juicio que las condena o absuelve no es una ficción como piensan los incrédulos. Observemos también que es la consecuencia natural de la pluralidad de mundos, hoy perfectamente admitida, mientras que según la doctrina del juicio final, se considera a la Tierra el único mundo habitado.

EL LIBRO DE LOS ESPÍRITUS. ALLAN KARDEC.

                                           
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    EL SUFRIMIENTO COMO IMPOSITIVO                  DE LA EVOLUCIÓN


Es necesario observar las cosas con su legítima configuración para no caer en errores de interpretación. Examinando los hechos siempre con serenidad.
Cuando algo nos ocurre contra nuestra voluntad, llevándonos al sufrimiento, es por consecuencia del pasado culpable que somos obligados a rescatar. Las personas los accidentes que nos afligen y que despedazan nuestras esperanzas o que oprimen nuestras fuerzas, proceden de la noche de los tiempos, elevados a la categoría de severos cobradores, gracias a los cuales nos podremos libertar de las circunstancias y de los vicios infelices. De esta manera sufrimos lo que se hace indispensable padecer para conseguir la victoria sobre nosotros mismos. El aparente adversario también merece nuestra compasión y el perseguidor se vuelve digno de nuestra amistad. Realmente ellos no saben lo que están haciendo. Entrar en sintonía con las fajas del odio en que permanecen es darles nuevas fuerzas opresoras que se volverán contra nosotros, haciéndonos todavía más desdichados...
La tumba y la cuna han dejado de ser lugares misteriosos, representativos del fin y del comienzo de la vida, para transformarse en pórticos de acceso a nuevos aprendizajes de la existencia. El ser espiritual y verdadero es indestructible. Mortal es solo el cuerpo, a través del cual el alma adquiere experiencias, perfecciona sentimientos y asciende incesantemente. Las victimas y los verdugos acumulan las expresiones de amor y de odio en sucesivos y nuevos comienzos, hasta eliminar todo el vinagre de la animosidad del receptáculo del corazón.
Por lo tanto, debemos perdonar al enemigo. Somos deudores de elevadas dadivas afectivas, y estamos a su lado con el principal objetivo de conquistarlo, reparando los males que antes le impusimos. En el caso de un hijo para con su padre, recordemos que los lazos de dolorosa consanguinidad no lo son por acaso. El desvarió de una de las dos partes, denota que ha sido víctima y que es esta la hora del rescate que llega inapelablemente.
No dudemos ante el desafío de la impostergable reparación. No debemos desesperar, y si, procurar dar a cada cosa la atención que merece en la oportunidad propicia. Cultivemos la bondad y la paciencia, y no nos aflijamos con las perspectivas sombrías.
Si bajo amenazas nos vemos obligados a tomar decisiones contrarias a nuestra voluntad, orar y entregarse a Dios es la mejor opción. Cuando fenecen nuestros propios valores, siempre es posible recurrir a las fuentes sublimes de la vida. No estamos aislados en el mar del abandono, ni dejados a la merced del mal.
Unidos en oración a los mensajeros espirituales, reuniendo las fuerzas morales y espirituales en un sentir amoroso y de fe, auto ayudémonos, ayudando a nuestros verdugos, y confiando en Jesús.
Por eso cuanto antes nos volvamos para Dios, antes viviremos en paz. Jesús es el Guía Divino y debemos ir en su búsqueda.
Recodando que la vida no es solo quejas, sino también esperanzas de paz y anhelos de amor en un programa fecundo de realizaciones imperecederas.
“Ante la indestructibilidad del alma, no cesan en el hombre, los sueños de felicidad, ni disminuyen las aspiraciones a los júbilos. La vida está constituida de bellezas y no solo por tristezas, porque estas solamente traducen nuestro atraso mental y moral; la vida son los días que amanecen y no las noches sombrías que nacen de la ausencia de la luz solar, son los amores y no los odios que traducen primitivismo; son las experiencias de crecimiento y no los estacionamientos en la senda evolutiva; son las canciones de paz y fraternidad en ritmo de entendimiento y en música de ternura, y no los ruidos desordenados de la desesperación o rebeldía... Son las maravillas de la Naturaleza y las pequeñas flores del campo, no las espinas, las zazas y la tierra adusta; son la fe y la caridad, no el escepticismo ni la indiferencia; son la solidaridad y el trabajo edificante, y no el egoísmo o la pereza nefasta... La vida es el Halito del Padre Celestial que vitaliza y sostiene todo...
Donemos a los que se quedan, las noches de Luna para los que aman; las playas de sueño para los que tienen sed de belleza; las flores de la campiña para los que investigan y las montañas de la fe para los que meditan, diciéndoles: amad, porque solo el amor, perdura: ¡Vividlo en toda su grandeza!
- Merchita-
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ESPÍRITUS ERRANTES

La comprensión de la realidad del Espíritu como ser eterno, pasa a ser prioritaria en la vida actual, si el deseo es garantizar un porvenir feliz, ya que las ideas del hombre están en relación con su saber.
¿Qué enigmas ocultará realmente la muerte? ¿qué seremos desde el instante en que el cuerpo ya no posea vida? A algunos les puede afligir pensar en qué les va a ocurrir cuando mueran, si estarán solos o acompañados, si sufrirán o serán dichosos. En realidad, el entendimiento del destino del hombre es fundamental para un eficaz desarrollo de la vida,porque no basta con saber que seguiremos vivos, sino que es necesario construir con las acciones y pensamientos durante la vida un estado que garantice un futuro venturoso. La muerte no es más que una transformación natural, es la extinción de la vida orgánica. El Espiritismo elucida, entre otras grandes verdades, que el Espíritu sigue vivo siempre, eliminando los misterios y las incógnitas sobre la muerte. Es muy importante comprender esa cuestión, porque descarta absolutamente la muerte como el final para el ser, haciendo ver que en realidad no hay una desaparición hacia la nada, la entrada en un sueño profundo por tiempo indeterminado o incluso la permanencia en un estado de paraíso o infierno eternos, sino que aclara que simplemente dejamos de estar aprisionados en la materia,sujetos a las barreras y limitaciones físicas para volver al mundo imperecedero. Es el término de una etapa y el inicio de otra, en la cual lo que se deja atrás es el cuerpo físico que se descompondrá paulatinamente, mientras el Espíritu inmortal sigue, consciente, actuante, absolutamente vivo y vibrante después de ese tránsito. El triple aspecto de la Doctrina Espírita esclarece acerca del origen, la naturaleza y destino de los Espíritus, demostrando sin duda que son las actitudes y sentimientos durante la vida física los que hacen la gran diferencia en el estado dichoso o desdichado que encontrará el alma en el mundo espiritual. Nos enseña que ese pasaje para el mundo real puede ser rápido, fácil, dulce y sin sufrimiento o, por el contrario, laborioso, lento, arduo y doloroso, así como las impresiones postreras. ¿Qué condicionará que pase el Espíritu por una u otra sensación, que su vida en el mundo espiritual sea agradable o penosa? La condición determinante del estado en que se encuentre el Espíritues irremediablemente acorde con el nivel de elevación moral adquirida por él. No olvidemos algo muy importante, venimos del mundo espiritual, ese es el plano real, verdadero, hogar natural del Espíritu. Tenemos al nacer una oportunidad de desarrollo durante la nueva vida en la Tierra que es una especie de escuela-taller para que el Espíritu experimente y desarrolle su progreso. Luego, pasado el tiempo que cada uno necesite, el ser retorna a la comunidad espiritual, ambiente genuino del Espíritu. Este proceso se repite innumerables veces, tal como está escrito en el dolmen del insigne codificador Allan Kardec, “Nacer, renacer, progresar siempre, tal es la ley”. Todos los Espíritus que se encuentran en ese mundo mayor o espiritual, necesitados de volver a encarnar para desarrollar sus aptitudes y facultades, son llamados Espíritus errantes. No obstante, esa condición no es un signo de inferioridad, pues hay Espíritus errantes de todos los grados de evolución. Según el estado, se pueden clasificar los espíritus en: encarnados, cuando están unidos al cuerpo físico; errantes, cuando están desprendidos del cuerpo físico aguardando una nueva reencarnación; y puros, los que por haber alcanzado el grado máximo de perfección están exentos de la necesidad imperiosa de pasar por las vicisitudes de la materia. Es destacable mencionar que el Espíritu mantienesiempre su individualidad, antes, durante y después de la encarnación; la experiencia en la carne sólo es una fase especial de su existencia, un período de aprendizaje. ¿Cuánto tiempo permanecerá, entonces, el Espíritu en la erraticidad? El periodo de espera en el mundo espiritual es de una duración más o menos prolongada, condicionada a la evolución del Espíritu. Normalmente es él quien determina ese tiempo, sin embargo, influyen otros factores condicionantes, como el equilibrio emocional del Espíritu. Aquellos que ya están menos apegados a la materia,que durante la vida buscaron desprenderse de las pasiones con sus acciones y pensamientos dirigidos al bien,pueden reencarnar casi inmediatamente, pero la inmensa mayoría de los Espíritus en la Tierra aún necesitan de ese tiempo de reflexión, trabajo y planificación debido a sus inferioridades en relación a las Leyes Divinas. En ese período, cuando entrevé el porvenir y comprende con claridad lo que le falta para alcanzar la felicidad en base a su libre albedrío, decidirá por su voluntad qué quiere para sí mismo, ya que en la erraticidad el Espíritu también aprende, estudia, desea y aspira a un nuevo destino, se arrepiente de las cosas equivocadas que hizo, buscando ánimo en nuevas realizaciones, deseoso de evolucionar. También puede inclinarse por mantenerse estacionario u optar por permanecer actuando en el mal. ¡El ser es dueño de su destino! En la erraticidad, el Espíritu estará sujeto al ambiente mental creado por él mismo,lo que significa que la mente es la que le llevará a vivir al lugar correspondiente a su sintonía vibracional. El resultado de nuestras acciones y sentimientos es el único bagaje que nos llevaremos del mundo material al desencarnar, por eso es tan importante prestar atención. La mayor o menor dificultad, la lentitud o rapidez del desenlace y las consecuencias emocionales en la vida espiritual, están en relación directa con el estado de materialización del Espíritu. De esto resulta que el sufrimiento, más o menos dilatado en el tiempo, que acompaña al Espíritu después de la muerte, esté subordinado a la adherencia que une el cuerpo al periespíritu, puente de ligación de éste con el Espíritu, bien como por el nivel moral alcanzado. El estado de felicidad en el mundo inmaterial es, pues, derivado de la nobleza de las acciones, del esfuerzo en domar las malas inclinaciones, de los progresos morales, así como los avances realizados en el ámbito intelectual en su estancia en la Tierra. No almacenar en los sentimientos las pasiones inferiores que aprisionan al hombre a la Tierra ayudará a un paso indoloro al mundo espiritual y a una condición de bienestar posterior, junto a amigos y compañeros, en lugares de paz y calma. Podemos encontrar un ejemplo de una situación similar en la obra de Allan Kardec El Cielo y El Infierno, cuando el Espíritu del Sr. Sanson, miembro de la Sociedad Espiritista de París, conocedor de las verdades espirituales,apenas ocho horas después de su desencarnación, explica en una comunicación con extraordinaria lucidez que la comprensión de la continuidad de la vida, las acciones en el bien y un comportamiento moral en consonancia con las Leyes de Dios, facilitan una desencarnación tranquila. No obstante, encontramos en ese mismo libro, innumerables ejemplos de otros Espíritus que se mantuvieron en la postura del egoísta, endurecidos en sus desvíos, que tuvieron las miras de la vida material concentradas en el disfrute, gozando la plenitud de los placeres, indiferentes a las cuestiones espirituales,permaneciendo al desencarnar imbuidos en sus problemas,anhelos y deseos, sintiéndose aislados, ansiosos, bajo una aparente inmovilidad, sumergidos en sensaciones inalcanzables y desequilibrios psicológicos, hasta que tarde o temprano recapacitan y encuentran el deseo sincero de cambiar, modificando las sensaciones derivadas de esas elecciones. Debemos considerar siempre, para no juzgar, que el mal no existe en realidad, lo que se manifiesta es la ausencia temporal del bien en los sentimientos del ser. Para esos Espíritus apegados a las cosas terrenales sus preocupaciones son verdaderas aflicciones, en algunos el sufrimiento muchas veces es superlativo, experimentando sensaciones desagradables, algunos incluso comprenden y son conscientes de que se hallan privados de felicidad por su propia elección en las acciones de la vida. Reseñamos que el tiempo del encarnado gastado en la inutilidad, en la pereza, en el desánimo, en el egoísmo, dejándose llevar por los falsos patrones de éxito de la Tierra, manifestando expresiones antagónicas de las nobles cualidades morales, perjudica enormemente al ser, aprisionándolo en el sufrimiento. Sin embargo, esa condición penosa no es eterna, basta con un deseo de arrepentimiento verdaderamente sincero para que surja la oportunidad de cambio, en una ocasión más entre tantas brindada por la misericordia Divina para el progreso, sacando al Espíritu de esa situación. Hay que tener en cuenta y ser consciente de que el Espíritu sufre por: el mal que haya hecho o haya causado voluntariamente, por el bien que haya podido hacer y no hizo, así como por el mal que resulta del bien que no practicó. ¡Mucha responsabilidad para no prestar atención a eso! Subrayamos la importancia de comprender que el futuro dependerá en gran medida de cómo se haya procedido en la última encarnación, así como en las vidas anteriores. Tenemos que aprovechar la oportunidad de corregir actos pasados mediante un comportamiento correcto en la vida actual. La dicha o desdicha del Espíritu será resultante según los méritos, sufre si ha conservado pasiones o bien será feliz si cumplió con los compromisos en relación a Dios, siendo que entre un extremo y otro hay innumerables posibilidades, condicionadas por cada Espíritu. Es importante un buen entendimiento de la necesidad reencarnatoria para el eficiente buen desarrollo del Espíritu. Dios ofrece infinitas oportunidades de enmienda y corrección a los errores, como una vía más de la Ley inmutable de progreso. Los Espíritus deben progresar en el orden intelecto-moral, en estos dos amplísimos aspectos para alcanzar el estado máximo de perfección, lo que nos hace racionalizar que una sola vida no es suficiente para lograrlo. Pero urge saber que no será, por el simple hecho de perder el cuerpo físico, excelente en todo, inmediatamente maravilloso, virtuoso y perfecto; con toda seguridad, no detendrá todo el saber, todas las cualidades. Será el resultado de sus esfuerzos y de sus caídas, manteniendo en el mundo espiritual el carácter, la manera de ser, con los defectos y las virtudes adquiridas. El Espiritismo nos desvela lo que ocurre en el plano espiritual, lo que nos espera más allá de la vida, aclarando que el comportamiento actual conlleva a una consecuencia lógica en el destino futuro. La diversidad de las sensaciones en el tránsito y en la vida en el mundo inmaterial, son infinitos, sus consecuencias y matices serán diferentes, conforme las elecciones de cada Espíritu, durante la vida. Reflexionando profundamente, no hay que sentir aflicción, siempre y cuando se busque cumplir con la tarea de vencerse a uno mismo. Nos aconsejan los buenos Espíritus que exploremos nuestra conciencia con la finalidad de destruir en ella las malas inclinaciones, haciendo un balance de la conducta moral, implicándonos en la reforma de nuestros desvíos, educando nuestro ser para alcanzar en la vida futura la felicidad completa.

-Claudia Bernardes e Carvalho-

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