martes, 10 de noviembre de 2015

Aspectos históricos y científicos de la reencarnación


                VIVIR  CON  SIMPLICIDAD

  Una vida simple, con placeres sencillos.¿Parece atractivo? Para algunos, la poesía de una vida sencilla es una aspiración.

        No son muchos pero aumenta cada día la cantidad de personas que buscan un estilo de vida más holgado.

        Mientras la población se muestra adepta a los beneficios ofrecidos por las ciudades, poco a poco el hombre se ve cada vez mas cansado de la rutina urbana, enloquecedora.

        Polución, atascos, ruidos. La floresta de edificios se pierde en el horizonte, cubriendo el cielo y el sol.

        Todo eso contribuye a los estreses y angustias del hombre contemporáneo.

        Cuando jóvenes, es natural que las personas busquen los desafíos y las facilidades de las ciudades, que ofrecen objetos de deseo en cada esquina.

        Son las maravillas de la tecnología, los bares de la moda, las ropas de marcas, las oficinas suntuosas, las carreras.

        Todo eso ejerce una gran fascinación. Pero, a poco, es posible observar que ese modelo se está agotando. Un cierto cansancio empieza a ser observado.

        Una expresión está ganando espacio: calidad de vida. Son cada vez más numerosos los que desean volver a los ideales de una vida simple, una casa en el campo, un contacto más cercano con la naturaleza.

        Quieren respirar el aire puro, mirar un poniente dorado, pasar noches de tranquilidad en una hamaca perezosa, mantener conversaciones al final de la tarde.

        Se tiene la sensación de que la Humanidad, finalmente, empieza a percibir que la vida es mucho más que los placeres pasajeros.

        Las causas del agotamiento del modo de vida urbano son el consumismo desenfrenado y la sensación de estar en una corrida permanente.

        En el trabajo el desafío es la competitividad que atropella el ser humano y lo consume, transformándolo en la pieza de un frío engranaje.

        Es un proceso perverso que absorbe las energías, estimula los celos y transforma en enemigos los que deberían trabajar en armonía.

        Y hay preguntas que son habituales por quienes se encuentran en ese movimiento incesante: ¿Es posible vivir con simplicidad en las grandes ciudades?

        ¿Es posible conciliar las exigencias de una carrera, de la vida social y de la familia con una rutina más amena?

        La respuesta es… ¡Si! Es posible conciliar todo eso. No es una tarea muy fácil, pero puede ser realizada.

        Eso porque la simplicidad no resulta de demostraciones exteriores. Ella es un estado de espíritu.

        No necesitamos estar vestidos con andrajos ni abrir mano a una vida normal para ser personas sencillas.

        La simplicidad está en vivir la vida sin exigencias dificultosas. Quien opta por la simplicidad, facilita el día a día. 

        Muchas veces nos perdemos en detalles completamente innecesarios. Y con eso, tornamos insoportable nuestra vida y la de los demás.


     Observa con atención y descubrirás: exigimos demasiado hasta en las mínimas cosas, de las cuales ni siquiera las recordamos después de algún tiempo.

        Por eso, la opción de vivir con simplicidad es, antes de todo, una manera de agradecer a Dios por lo que recibimos.

        Simplicidad es tener sueños. Pero, si ellos no se realizan por alguna razón, aún así la vida no pierde su encanto. O sea, no obstante las tempestades la dicha permanece inquebrantable.

        ¿Deseas ser feliz? Sé sencillo. ¡Experimenta el placer de las cosas que están a tu alrededor!

        Mira hacia el cielo, observa las nubes teñidas de oro en el azul infinito.

        Escucha el sonido de las risas espontáneas, siente el frescor de un vaso de agua, el sabor de una fruta, la serenidad de una noche bien dormida.

        Observa la belleza de libros y canciones. ¿Quien dijo que no hay placer en las pequeñitas cosas que Dios puso al nuestro alcance?

Redacción del Momento Espírita

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“Quedo triste cuando alguien me ofende, pero, con seguridad, yo quedaría más triste si fuese yo el ofensor… Herir a alguien es terrible!” / Chico Xavier

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Reencarnación: aspectos históricos y científicos

Reencarnar es volver a la vida física, renacer en otro cuerpo. Esa es la idea central de diversas doctrinas religiosas, principalmente las orientales. En el occidente, la teoría de la reencarnación es ampliamente divulgada por el Espiritismo. Para comprender la pluralidad de las existencias es necesario creer en la inmortalidad del alma.
Según la Doctrina Espírita, la pluralidad de las existencias es la prueba de la misericordia divina. Solamente a través  de la reencarnación tenemos la oportunidad de progresar moralmente, corrigiendo nuestras imperfecciones y perfeccionando nuestras cualidades. La reencarnación constituye pues, una Ley natural.


El paso de los Espíritus por la carne es así justificado por el Espiritismo:

132. ¿Cuál es la finalidad de la encarnación de los Espíritus?  
— Dios la impone con el fin de llevarlos a la perfección: para unos, es una expiación; para otros, una misión. Pero, para llegar a esa perfección, ellos deben sufrir todas las vicisitudes de la existencia corpórea; en esto es que está la expiación. La encarnación tiene aún otra finalidad, que es la de poner el Espíritu en condiciones de enfrentar su parte en la obra de la Creación. Es para ejecutarla que él toma un aparato en cada mundo, en armonía con la materia esencial del mismo, a fin de en el cumplir, de aquel punto de vista, las órdenes de Dios. Y de esa manera, concursando para la obra general, también progresar. (El Libro de los Espíritus, de Allan Kardec.)

 La reencarnación no partió del espiritismo



La doctrina de las vidas sucesivas, también llamada Palingenesis, del griego Palin (nuevo) y génesis (nacimiento) se relaciona con la historia de las antiguas civilizaciones. Los primeros registros acerca de la reencarnación parten de los hindúes 5.000 años a.C. Un poco más tarde, los egipcios también hicieron anotaciones sobre el tema: “Antes de nacer, la criatura ya vivió y la muerte no es el fin.” (Papiro egipcio, 3000 a.C.)

Los grandes pensadores, precursores del Espiritismo y de la idea cristiana, discutieron ampliamente la cuestión en sus escuelas filosóficas. Pitágoras decía ser la reencarnación de Euforbo, hijo de Panto, que fue muerto por Menelao en la Guerra de Troya:

"El alma nunca muere, sino recomienza una nueva vida, cambia de domicilio, tomando otra forma. En cuanto a mí, ya fui Euforbes, en tiempo de la guerra de Troya y me acuerdo perfectamente bien de mi nombre y de mis padres, así como fui muerto en combate con el rey de Esparta... Pero aunque viviendo en varios cuerpos, el alma es siempre la misma, pues sólo cambia la forma.” (Pitágoras 572 - 492 a.C.)

Sócrates, considerado por muchos el mayor filósofo del mundo occidental, también expresó su pensamiento en relación al asunto. A pesar de no dejar ningún documento registrado, sus enseñanzas fueron anotadas e inmortalizadas por sus discípulos: “Estoy convencido de que vivimos nuevamente y que los vivos emergen de los que murieron y que las almas de los que murieron están vivas”. (Sócrates, 469 – 399 a.C.)

Platón, que fue fuertemente influenciado por Sócrates y Pitágoras, se hizo el gran divulgador de la doctrina de la reencarnación. Sus registros son apuntados por diversos teólogos para justificar el objeto en cuestión: "Oh tú, muchacho o joven que te juzgas abandonado por los dioses, sepa que, si te hicieras peor, irás a estar con las peores almas, o si mejor, irás a juntarte a las mejores almas, y en toda sucesión de vida y muerte harás y sufrirás lo que un igual puede merecidamente sufrir en las manos de iguales. Es esta la justicia de los cielos".  "Aprender es recordar." (Platón, 427 - 347 a.C.)   
  
La reencarnación como dogma judío

En Israel existían dos escuelas filosóficas que dominaban la clase espiritual de la época, los fariseos y los saduceos. La primera, formada por representantes de clase media, era más flexible y creía en la reencarnación, pero utilizaba el término resurrección para designar la idea del retorno del alma a la vida física. “Ellos [los fariseos] también creían que las almas tenían una fuerza inmortal dentro de ellas y que bajo la tierra ellas serán premiadas o castigadas, según ellas hubieran vivido virtuosamente o en vicio esta vida; y estas  últimas son mantenidas en una prisión eterna, mientras que las primeras tendrán el  poder de vivir nuevamente.” (Flavio Josefa – Antigüedades)

Ya los saduceos, en más pequeño número, eran representados por la alta sociedad. Sus miembros eran conservadores y no creían, de forma alguna, en la inmortalidad del alma y por consecuencia en la reencarnación.


Analicemos un tramo bíblico que refiere el diálogo entre el Nazareno y un doctor de la ley judaica, Nicodemos: “En verdad, en verdad os digo que nadie puede ver el reino de Dios si no nace de nuevo. Le preguntó, entonces, Nicodemos: ¿Cómo puede nacer un hombre ya viejo? ¿Puede volver a entrar en el vientre de su madre, para nacer por segunda vez? Jesús respondió: En verdad, en verdad os digo que aquel que no naciera del agua y del espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne es carne, y lo que es nacido del espíritu es espíritu. No te maravilles de haberte dicho: Necesario os es nacer de nuevo. El viento sopla dondequiera, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene, ni para dónde va; lo mismo se da con todo aquel que es nacido del espíritu”. (João, capítulo III, vv. 1 a 12.)
En ese tramo, Jesús demuestra que es preciso nacer nuevamente para adentrar en el reino de Dios, o sea, para llegar a la perfección. Este es el principio de la pluralidad de las existencias. Otro segmento bíblico que nos ofrece subsidios para confirmar la hipótesis de que Jesús hablaba sobre reencarnación dice respecto a su explicación a los apóstoles con relación a Elías y Juan Bautista: “Es verdad que Elías ha de venir y restablecer todas las cosas; pero yo os declaro que Elías ya vino y ellos no lo conocieron y lo trataron como les pareció. Es así que harán sufrir al Hijo del Hombre. Entonces, sus discípulos comprendieron que fue de Juan Bautista que él había hablado”. (Mateo, cap. XVII, vv. 10 a 13 y Marcos, cap. IX, vv. 11 a 13.)
Ahora, aquí nos parece muy clara la idea de la trasmigración del alma. Si Juan Bautista era Elías, este hecho sólo puede ser explicado por la reencarnación, pues Juan Bautista y Elías fueron dos personas distintas, con cuerpos físicos diferentes. Si la creencia de la doctrina de la reencarnación fuera contraria a las enseñanzas de Jesús, ciertamente él la habría combatido, como hizo con tantas otras creencias conservadoras.

La reencarnación como creencia del Cristianismo primitivo

Algunos estudiosos defienden que la teoría de la reencarnación era aceptada entre los cristianos primitivos. De hecho, teólogos famosos y doctores de la iglesia como Orígenes, San Clemente, San Jerónimo e incluso San Agustín, exponían sus opiniones en favor de la pluralidad de las existencias:

“Toda alma viene para este mundo fortalecida por las victorias o debilitadas por las derrotas de su vida anterior. Su lugar en este mundo es determinado por sus méritos o deméritos anteriores. Su trabajo en este mundo determina su lugar en el mundo que seguirá después de este.” (De Principiis  y Contra Celsum - Orígenes)

“¿No habré yo vivido en otro cuerpo, en alguna parte, antes de entrar en el útero de mi madre? (Confesiones – San Agustín)

La propuesta de las vidas sucesivas habría resistido hasta el año 553, cuando el emperador Justiniano convocó el 2º Concilio de Constantinopla para combatir las ideas de Orígenes, que eran adoptadas por la Iglesia.

¿Por qué Justiniano intervino en una cuestión religiosa?
Se cree que su esposa, la emperatriz Teodora, antes de casarse, habría sido una prostituta. Para que este hecho no comprometiera su reputación, Teodora determinó el asesinato de todas las prostitutas de la región, aproximadamente quinientas. Ese hecho causó mucha revuelta en los cristianos que eran reencarnacionistas; ellos la acusaron de asesinato. Muchos pasaron a comentar que Teodora habría que volver a la vida quinientas veces para pagar por los crímenes cometidos. La emperatriz, por su parte, pasó a odiar la doctrina de la reencarnación y, por eso, solicitó al marido que tomara una actitud con relación al hecho. El emperador, que había iniciado una persecución a Orígenes desde el año 543, organizó el concilio y ordenó de forma autoritaria que cualquier idea relacionada a la reencarnación fuera proscrita del Cristianismo.
La realización de ese concilio no contó con la presencia de todos los obispos. Los representantes de Roma y la gran mayoría del obispado occidental no participaron de la asamblea. De ese modo, Justiniano consiguió fácilmente la aprobación de sus intereses. Los participantes del concilio resolvieron, por lo tanto, sustituir la creencia de la reencarnación por la creencia en la resurrección. La decisión final del 2º Concilio de Constantinopla que dice respecto al asunto es la siguiente: “Quién sostenga la mítica creencia en la preexistencia del alma y la opinión, consecuentemente extraña, de su vuelta, sea anatema”.

Esta decisión se refleja hasta hoy en la doctrina cristiana. El gobierno de Justiniano cambió el rumbo del Cristianismo de forma significativa. La Iglesia de Roma alteró el discurso y acabó por influenciar las doctrinas protestantes.

Por ese motivo, la espiritualidad mayor trabaja para fortalecer el Espiritismo, que surge con la propuesta de rescatar el Cristianismo primitivo.

La reencarnación a los ojos de la ciencia



Existen diversas investigaciones científicas sobre reencarnación en todo el mundo, inclusive en Brasil. Uno de los mayores y más complejos estudios realizados hasta ahora fue acogido en la Universidad de Virginia en los Estados Unidos. Un grupo de investigadores, inicialmente liderado por el psiquiatra Ian Stevenson, que murió en 2007, estudia hace décadas los casos en que personas dicen recordar sus vidas pasadas. EL Dr. Stevenson pasó 37 años registrando y analizando testimonios de niños que alegaban tener recuerdos nítidos de otras vidas. Algunos registros, de hecho, impresionan.

Niños que desde muy pronto despiertan talentos innatos para diversos campos del conocimiento son considerados un misterio a los ojos de la ciencia. Pequeños genios como Mozart, que compuso su primera canción a los 5 años de edad, y tantos otros ejemplos de pequeños con conocimiento inusual, aún permanecen inexplicablemente.

¿No sería más justo admitir que exista un conocimiento anterior que pueda justificar esos talentos? ¿Cómo niños que ni fueron alfabetizados desarrollan complejas habilidades en diferentes áreas, recordando situaciones ajenas a la presente existencia?

Fueron esas observaciones que instigaron las investigaciones del Dr. Stevenson, las cuales resultaron en la publicación de materiales científicos y algunos libros sobre el tema. Parte de la comunidad científica, sin embargo, no ve con buenos ojos la posibilidad de la comprobación científica de la reencarnación. La justificación es que los estudios sobre el tema son generalmente basados en evidencias narradas, relatos de personas y comparaciones. La dificultad en ofrecer pruebas concretas es muy grande, pues comúnmente existen intervalos considerables entre una reencarnación y otra. No existiría, según tal idea, nada “palpable”.

Otro problema encontrado y citado muchas veces por el Dr. Stevenson es que sus compañeros científicos creen en las teorías materialistas como verdades absolutas y no están abiertos a nuevas posibilidades de estudio. "Si aún existiera un tribunal de inquisición, ciertamente los científicos que se dedican a ese tipo de investigación, serían quemados en la hoguera por herejía.” (Ian Stevenson)
  Es importante recordar que Galileo también fue rechazado por sostener la idea de Copernico de que los cuerpos celestes giraban en torno al sol. Lo mismo ocurre hoy con tantos otros asuntos; la reencarnación es sólo uno de ellos. La diferencia es que hoy nadie está condenado a la muerte por defender sus opiniones, como en la época de Galileo.

A pesar de todas las dificultades, el Dr. Stevenson consiguió despertar el interés de buena parte de los científicos para el asunto. Las investigaciones prosiguen y cada día crecen las expectativas para la comprobación científica de la pluralidad de las existencias, a pesar de que, para algunos, las evidencias son irrefutables.
Autor: André Luiz 

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VACACIONES ESPIRITAS

¿Tiene el espírita derecho a las vacaciones? ¿Los Espíritus salen de vacaciones? ¿La Casa Espirita tiene vacaciones?
El vocablo vacaciones es un substantivo femenino plural que significa “periodo de descanso al que tienen derecho todos los trabajadores, los empleados públicos, los estudiantes etc., después de haber pasado un año o un semestre de trabajo o de actividades.”
(1) El concepto vale para la labor remunerada o prestación de servicios.
La Ley Divina del Trabajo incluye en sus directrices necesidades de reposo.
(2) Como ser humano y profesional, el espírita tiene derecho a disfrutar las vacaciones provenientes de su prestación de servicios. Es común que parte o la totalidad de ese periodo de vacaciones también sea utilizada para una pausa de actividades en la Casa Espirita. Algunos aprovechan parte de ese tiempo para la dedicación a las tareas espiritistas, ofreciendo otra porción de tiempo a los intereses particulares, familiares y sociales. Nada que escape de la normalidad, considerándose la necesidad de cuidar de la vida material. Sin embargo, debemos recordar que, en la vida cotidiana, somos espíritas todos los días.
En lo que se refiere a los espíritus salir de vacaciones, aprendemos que la Ley del Reposo es rigurosamente observada por ellos. Cuando son conscientes de su papel en la construcción de un mundo mejor, el Espíritu aprovecha con utilidad el “tiempo libre”. La palabra vacaciones se aplica más a nosotros que a los Espíritus libres del cuerpo físico, sobre todo a aquellos evolucionados.
La tercera cuestión es compleja y exige que estemos seguros de nuestra posición. La Casa Espirita jamás debe cerrar sus puertas, pues la necesidad no tiene vacaciones y el dolor no tiene hora marcada. Por esta razón, hay que organizar los equipos de trabajo, para garantizar y no interrumpir el funcionamiento de las actividades destinadas a la atención del público, encarnado o desencarnado. Vacaciones de Navidad, Año Nuevo, Carnaval, entre otros, son oportunidades de servir. Es recomendable mantenerse activos, principalmente, los servicios de charlas públicas, pases, atención fraterna y reuniones mediúmnicas.
La Casa Espirita es una fuente de luz constante para la asistencia, consuelo y esclarecimiento a los necesitados del cuerpo y del espíritu.

GERALDO CAMPETTI  

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ALMA DEL SOCIALISMO



León Denis


En todos los tiempos, las almas sensibles, emocionadas por el espectáculo de las prolongadas tribulaciones y de las negras miserias de la Humanidad, así como las que por sí mismas conocieron el infortunio de los malos días, han ideado sistemas más o menos prácticos, capaces de poner término a los sufrimientos de los hombres. Desde que, sin embargo, se pretendió  aplicarlos, los que lo intentaron, chocaron con decepciones bien amargas. Es que  no se había tomado mucho en cuenta el papel de la Terra  en la grana armonía universal, ni sabido adaptar el grado de su evolución a las reformas, necesarias, más, a menudo prematuras.
Las revoluciones solo han hecho, las más de las veces, dislocar los abusos. En un progreso lento, continuo y, sobretodo, en la educación del pueblo, es que  principalmente, se encuentra el “proceso” más eficiente para que en este mundo se realicen los perfeccionamientos entrevistos.
 El  Socialismo actual, también, quiere establecer un orden de cosas que sea un compuesto de justicia y progreso. Mas, para eso, tendrá, antes de todo, que inspirarse en un  ideal elevado, en una doctrina espiritualista, que constituya como que el cimiento que ligue a sus diversos elementos, a fimo de con ellos formar un sistema homogéneo, una fuerza viva y bendecida. Eso, entretanto, es de lo que siempre carecerán las teorías socialistas, por demás impregnadas de materialismo.
Ahora, ese ideal, la Doctrina, la Revelación de los Espíritus les viene a ofrecer, mediante las pruebas experimentales demostrativas de la existencia  y de la sobrevivencia del alma.
 El  moderno espiritualismo trae al Socialismo la revelación de la vida universal y de sus leyes, cuyo conocimiento es  indispensable para todos los que trabajan por el  progreso social. No siendo más que uno  de los aspectos, una de las formas de la vida universal, la vida humana tiene  que adaptarse a esta, tomándola en su sentido profundo y en su objetivo, bajo  pena de ver todas las obras sociales atacadas de impotencia y de esterilidad, por cuanto, nada de durable se puede edificar fuera de la ley general de la evolución y de la harmonía.
 Para el  materialista, la vida terrena, sin precedentes y sin consecuentes, devota cultísima duración a los sentimientos y a los lazos que unen a los hombres. Sin embargo, gracias a los testimonios de los difuntos, se amplían al infinito las perspectivas.
 Nuestro destino se desdobla, a través de los tiempos, en una  sucesión de innumerables existencias, cada una de las cuales es un medio de educación, de ascenso gradual, de evolución del ser, en el sentido de lo bueno, de lo perfecto.
 Desde luego, pues, la vida adquiere mayor valor y el destino toma una amplitud que escapa a toda y cualquier mensuración. La  solidaridad y la fraternidad, que constituyen los principios esenciales del Socialismo, ya no ligan solamente a los hombres  en el presente, mas también en todas las fases de su inmensa evolución. La  fraternidad se torna una de las leyes de la vida universal, resultando de ahí quedarse las instituciones, las obras humanas, fecundadas y como que iluminadas.
 Viene  después el  conocimiento de lo que somos, de nuestra doble naturaleza, perecible una, la otra inmortal y, consiguientemente, la solución  de los problemas hasta aquí insolubles, de la vida, del libre albedrio y de la responsabilidad, la consecuencia de los actos a recaer sobre sus autores, la demostración de la justicia y el perfeccionamiento de todos por el  trabajo, por el  estudio, por la utilización de las fuerzas morales innatas en  el hombre.
 Tales son los datos capitales de ese enseñanza, de esa revelación, al mismo tiempo científica, experimental y filosófica, que no puede ser ahogada, desnaturalizada, falsificada, porque tiene por intérpretes las millones de voces que se elevan en todos los puntos del Globo y que, haciendo unas a contrarias de lo  que dicen las otras, nos informan de las condiciones de la vida futura y de sus leyes.

 Esa enseñanza  penetra en todos los dominios del pensamiento, toma poco a poco el lugar del dogmatismo de los siglos pasados, de las formas materiales, apoyado exclusivamente en la conciencia y en la  razón. Y, únicamente a partir del día en que lo hubiera adoptado, es  que el Socialismo se hallará en condiciones de trabajar eficazmente en la educación del pueblo, en la reforma del ser humano, a fin de reprimir las pasiones y el  egoísmo, los odios de clase, hasta hoy los mayores obstáculos para la realización de sus objetivos.
 Adoptando esta amplia doctrina espiritualista es que el Socialismo alcanzará su máximo de irradiación, toda  su potencialidad regeneradora y logrará implantar en la Tierra un estado de cosas conforme la suprema ley del progreso y de justicia. Conservársela estéril, en cuanto al programa de las reformas materiales no juntar las fuerzas del Espíritu.
 ¡Es  preciso dar un alma al Socialismo!
 Cada vez más acerba y ardorosa se hace la lucha por la vida, pues, en vez de restringir las necesidades materiales, lo que sería el remedio mejor, los hombres las multiplican en demasía. Todos los días se crean  necesidades ficticias, imaginarias, que más pesado tornan el yugo de la materia, del mismo modo que son despreciadas las necesidades espirituales, los tesoros de la inteligencia y del corazón, para cuya adquisición venimos especialmente a este mundo. De ahí resulta que, para la mayoría de los hombres, perdido quedo el objetivo de la existencia, restándoles  recomenzarla en condiciones más penosas, más dolorosas.

 Ignorante de la consecuencia de sus actos, que sobre ella recaen, y  de las leyes del destino, la Humanidad prepara días sombríos para su mañana, días que perdurará hasta  que la luz de lo Alto y  la Revelación de los Espíritus le vengan, en fin, a clarear el  camino.
 El  papel del Espiritismo en la educación social tiene  que patentarse, porque constituye una innovación, necesaria desde el  punto de vista filosófico, y se torna así correlativo con los trabajos de los sabios, orientados para el estudio de las ondas que forman parte integrante de los ejes de la vida universal.
 Filosofía y Ciencia tiene  que llegar, paralelamente, en un sentido abstracto y concreto, a los mismos resultados: ampliación del pensamiento humano y extra-humano, desde el  punto de vista filosófico, por efecto de una visión científica, precisa, clara y racional.
¿Ante esos vastos dominios de la vida universal, en cara a la  meta sublime que el alma colima a través de sus peregrinaciones, que significación tiene  las vanas distinciones de castas y los preconceptos de la riqueza?
 La  noción de las responsabilidades puede evitar muchas caídas y atenuar muchos odios. Un movimiento de igualdad aproxima todas las situaciones. Comprender que la injusticia da suerte es apenas aparente, que las pruebas tienen su razón de ser para la reparación de las faltas del pasado y la conquista de un futuro mejor.

 Entonces, la malevolencia, la envidia y el egoísmo podrán ceder lugar al altruismo, y la fraternidad dejará de ser una palabra carente de sentido. Por eso que percibiremos cuanto íntimamente estamos ligados unos a los otros, en nuestra eterna ascensión.
 ¿Y el   mal? preguntarán.
 El  mal no es sino el estado de inferioridad de los seres y de los mundos. Enflaquece con la evolución general y acaba por desaparecer. Y su esfuerzo de subida para el bien, para la luz, el propio ser construye  su conciencia, su personalidad, y en su misma elevación encuentra la alegría y la recompensa.

Léon Denis

Fuente: Reformador (01/4/1925), órgano de divulgación de la Federación Espirita Brasileña
Traducido por: M. C. R
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