En los días actuales la preocupación con la violencia y falta de seguridad es constante.
Los gobiernos se movilizan para encontrar una solución definitiva para ese terrible mal que asola el mundo.
Lamentablemente, gran parte de las medidas para contener la violencia son apenas propuestas represivas, pasibles de aumentarla en vez de eliminarla.
Cuando se quiere vencer una guerra, por la fuerza, se usa las mismas armas que los adversarios, solo que en mayor número o más potentes.
No en tanto, el buen sentido dice que para vencer, definitivamente, una guerra es preciso minar las bases de la violencia con herramientas eficaces para ese fin.
De esa forma, no será con una agresión mayor que se eliminará la violencia de la faz de la tierra.
En nuestro país, por ejemplo, el tráfico de drogas es el gran fomentador de la violencia, de la bestialidad, del embrutecimiento del ser humano y de la falta de valoración de la vida.
Más lo que es necesario pensar, es que no habría oferta de drogas, y, por consiguiente, las mafias que disputan ese mercado, si no existiese el vicioso.
Dentro de esa lógica, es racional que pensemos en eliminar ese mal por la raíz y no por el techo.
Es preciso encarar el problema de frente, y no tan solo de vista, o con una venda en los ojos para no ver lo que no quieren o no conviene.
Bajo ese punto de vista, deberemos comenzar a dirigir nuestra mirada para la base del problema, que es la forma como se está conduciendo la infancia.
Si en la infancia es cuando se aprende sobre los valores y desvalores de la vida, es preciso hacer esfuerzos para plantar en la mente y en el corazón del niño, los verdaderos valores de la vida.
Con la lucidez que el siglo XXI da lugar, deberemos eliminar de los diseños animados, de los juegos infantiles, de las telenovelas y de los programas que el niño asiste, todo tipo de violencia, de vicios, de deshonestidad, de escenas que incitan a la desvalorización de la vida.
Si, porque las novelas, desde las nocturnas hasta las vespertinas, que generalmente son las nocturnas vistas de nuevo, están repletas de simientes de violencia, de vicios, basta observar.
La prostitución, las bebidas alcohólicas, el humo, el uso de las personas como si fuesen objetos descartables, son constantes.
Sin embargo algunas novelas intentan amenizar esto haciendo abordaje sobre los perjuicios causados por las drogas, con testimonios de personas reales, se convierte en escenas de la hipocresía en las escenas siguientes, mostrando personas en las mesas de los bares, en conversación animada regadas con cervezas. Eso después de las afirmaciones de que el alcohol es la puerta de entrada para las demás drogas.
Programas, cuya audiencia es formada, en su mayoría, por niños y adolescentes, son patrocinados por industrias de cerveza. Y los personajes se muestran casi siempre semidesnudos, exhibiendo las latas de la marca patrocinadora.
El futbol, que es la pasión de la mayoría de la gente, generalmente tiene el patrocinio de los fabricantes de cerveza.
Mientras el abandono de la vida y el irrespeto al ser humano fueran ingredientes de la comunicación con la masa, la lucha contra la violencia será apenas un curativo en una herida viva.
Mientras no se busque la solución efectiva, que le compete en los escenarios del mundo, continuaremos asistiendo al triste espectáculo de la violencia movida por la ganancia y por la prepotencia.
Para lograr éxito en la lucha por la paz, es preciso despertar para la vida, para los valores nobles que deben regir una sociedad justa y feliz.
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“la mejor, la más eficiente y económica de todas las modalidades de asistencia es la educación, por ser la única de naturaleza preventiva. Ella no remedia los males sociales; los evita.”
Equipo de Redacción de Momento Espirita. Pensamiento extraído del libro el Maestro en la Educación, del profesor Pedro Camargo
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