sábado, 7 de mayo de 2011

Las incomprensiones



Quien sintoniza con la Mente Divina siempre exterioriza paz e irradia una alegría de vivir poco común.
Cual rayo de sol que besa en pantano con la misma serenidad con que besa el pétalo de una rosa, no se desequilibra en la algarabía, ni se altera en el silencio.
Disfruta de la armonía que absorbe, y ninguna perturbación quiebra sus estructuras porque comprende que el perseguidor está enfermo, y el adversario se encuentra en un nivel inferior de evolución.
En vez de responder en mal que le imponen, ofrece el amor que les falta, en forma de perdón y de fraternidad, que es lo que necesitan.
Nunca hostiliza a nadie, porque superó las herencias del primitivismo y aspira las vibraciones elevadas de las planicies de la felicidad, donde se encuentra psiquicamente.
Se siente estimulado a la evolución y se entrega más aún, por constatar cuán inmensa es la carencia de aquellos que todavía se debaten en medio de las pasiones que los perturban.
El hálito de Dios, que todo lo vitaliza, encuentra en él receptividad y lo penetra, por eso es feliz.
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Ninguna persona logra atravesar la jornada terrestre sin enfrentar los obstáculos necesarios para su proceso de iluminación interior.
Entre muchos, aquellos de naturaleza moral son los más mortificantes, porque desafían las resistencias íntimas y conspiran contra la armonía personal.
Entre ellos se destaca en la relación social, la incomprensión, que crea situaciones lamentables.
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La incomprensión tiene sus raíces en comportamientos interiores que se enmascaran, renovando las formas de agresión y manteniendo la misma acritud.
La envidia es la que los estimula y provoca situaciones insostenibles.
La competencia malsana les da coraje para derribar al aparente adversario.
La malicia favorece el intercambio para su acción mórbida, y esperace sospechas y calumnias.
La incomprensión está en germen en el alma humana que aún se encuentra en proceso de crecimiento.
Herencia de los instintos agresivos, aparece nuevamente con insistencia en las mentes, y procura residir en los corazones.
En razón de la inferioridad de los hombres, la incomprensión fomenta la caída de excelentes construcciones del amor.
Los más abnegados promotores del progreso padecieron la incomprensión de sus contemporáneos.
Abrazados a su ideal, no podían pactar con los frívolos y los malos que los buscaban, en tentativas de amistad, para desviarlos del compromiso.
Los santos sufrieron vejaciones en carne propia y fueron perseguidos por los grupos de los cuales surgieron.
Los misioneros del bien fueron sacrificados y confundidos, porque no se detuvieron ni cedieron en sus ideales.
Los envidiosos los acribillaron con espinas y dolores, gozando al verlos casi sucumbir...
Nadie logrará caminar en paz en medio de la multitud.
Las diferencias ideológicas y morales, vibratorias y culturales no dejarán, por ahora, que la fraternidad colabore y que el amor ampare.
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Perdona a tus perseguidores. Ellos ya son desdichados en razón de lo que cultivan en su interior, y de lo que realmente son.
Prosigue confiado, sin detenerte a examinar las incomprensiones del camino.
Los que apedrean sólo optan por la tarea de agredir.
Sé tú quien avance con comprensión.
Todo el mal que te hagan, no te hará mal. Por el contrario, te promoverá al peldaño superior, si sabes enfrentar la situación.
Tu ejemplo de humildad será para ellos un llamado a la renovación, a la paz.
No te detengas ni te entristezcas ante las incomprensiones.
Nunca agradarás a los exigentes, a los irresponsables, a los ignorantes.
Agrada entonces a tu conciencia de bien, y prosigue con alegría interior por el derrotero que elegiste, sin mirar hacia atrás.

Despierte y Sea Feliz
Juana de Angelis (Espíritu) - Divaldo P. Franco (Médium)

-ASOCIACION  ESPIRITA TERCERA REVELACIÓN-

viernes, 6 de mayo de 2011

Litigios




       Por instinto, la criatura es agresiva, y cuando no logra exteriorizar esa violencia cae en mecanisnmos de fuga, de depresión, de amargura. Herencia de las etapas inferiores de la evolución, la agresividad debe ser canalizada para poder adquirir valores morales, intelectuales, artísticos, profesionales.
      La conquista de la razón proporciona la transmutación de la agresividad y permite que se establezca el predominio de la naturaleza espiritual, en detrimento de la animal, en el ser humano.
         Cuando el individuo no logra o no desea modificarse y alterar el comportamiento rumbo al equilibrio y el progreso, elige el litigio como forma de sartisfacción personal, de exaltación al ego. Se torna sumamente agresivo, envidioso, celoso y trabaja en oposición al proceso natural de la evolución.
              Hay momentos para las aclaraciones y las disensiones en niveles elevados de discordancia. No a cualquier hora, ni por cualquier motivo.
         ¡Ten cuidado contigo! deja que te invada y te envuelva la energía divina, a fin de que puedas superar la tentación de contender o debilitarte ante los perseguidores contumaces, los litigantes de la inutilidad.
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           La herencia de la naturaleza animal que predomina en el ser humano, la tendencia a la discusión, a competir, a la desaveniencia, se tranforma poco a poco en agresiva y sórdida, con esa característica del primitivismo del cual no se liberó.
           Muchas veces, disentir es una actitud saludable cuando no se está de acuerdo por una u otra razón. Entre tanto, transformar la discrepancia en un motivo de litigio es injustificable, sólo comprensible porque se trata de un remanente de la inferioridad moral de la personalidad del opositor.
           Con el fin de mantener su punto de vista, el litigante generalmente, urde mecanismos de violencia y recurre a la calumnia, a la infamia, a la agresión injustificable.
           Vestigio de las fases iniciales de la evolución en la lucha por la vida, el ser racional permanece, cuando se encuentra así, en actitud de autodefensa en razón de la inseguridad que posee, y se inclina por la agresividad, por el litigio perturbador en el cual el ego predomina y se satisface.
       A medida que el adversario ve el triunfo del otro, de aquel a quien combate, se torna más despiadado, y recurre a actitudes de desmoralización ante la imposibilidad de superarlo a través de los valores del espíritu.
        Ayer se utilizaba la emboscada, el duelo o el combate físico para satisfacer las pasiones inferiores.
       Hoy, guardadas las proporciones, aún se valen de recursos equivalentes, en forma solapada, con el pretexto de defender nobles ideales, para librarse de los peligrosos enemigos que son aquellos a los cuales se combate.
     Los litigios son reminicencias del pasado, señales para la identificación del atraso en que permanece un gran número de miembros de la sociedad humana.
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          No te extrañe, en el ideal al que te entregas, la presencia del opositor, del desafío para litigar.
     Esos compañeros no están luchando por la Causa que dicen defender, sino que trabajan estimulados por la envidia, por la falta de respeto, por el amor propio herido.
      Al sentirse disminuídos, se exaltan, exhiben y esgrimen las armas de la arrogancia, de la crueldad, y anhelan el sufrimiento, la ruína, la caída del otro, aquel que ha sido elegido para que sea derrotado.
         De ninguna manera les des espacio en tus sentimientos.
        Quien se dispone a una tarea ennoblecedora se equipa de coraje, para enfrentar las consecuencias de la decisión y de la acción.
         Por consiguiente, ignora a aquellos que pretenden crucificarte, aunque aparezcan enmascarados como benefactores, como defensores de la verdad -la verdad de ellos...
          Guarda silencio y prosigue.
          Rectifica lo que consideres equivocado, dudoso, incorrecto, y haz lo mejor que esté a tu alcance.
       Siempre habrá razones para los litigantes. Viven emocionalmente de las polémicas que sostienen.
        Se sienten afines, los unos con los otros, hasta el momento en que surge la desavenencia, puesto que no logran vivir sin imponerse, sin llamar la atención, sin el alimento de la presunción...
      La muerte que tomará tu cuerpo los buscará también a ellos, y pasarán, olvidados o recordados solamente por aquellos con los cuales mantuvieron afinidad.
     Más allá del velo de sombras del cuerpo, ellos cambiarán su forma de pensar, de entender, de comportarse, y se recuperarán.
        Jesús no transitó por el mundo sin sufrir su presencia.
        A cada paso los enfrentaba o era desafiado por los litigantes.
        Allan Kardec también los encontró en aquellos que decían ser afiliados a la Doctrina de la que él era el Codificador.
        Todos los hombres y mujeres de Bien sufrieron su acción, su oposición.
        Sé tú aquel que no litiga, pero haz el bien; aquel que no contesta, pero permanece con firmeza en el ideal hasta el fin de la existencia fìsica.

Despierte y Sea Feliz
Juana de Angelis (Espíritu) - Divaldo P. Franco (Médium)

jueves, 5 de mayo de 2011

Jesús, el Hombre



En el proceso de la evolución, cada Espíritu desarrolla, etapa tras etapa, determinados valores que son innatos en él.

En una oportunidad perfecciona la inteligencia, en otra el sentimiento, más adelante la aptitud artística, buscando la perfección que sintetiza el logro de todos los bienes intelecto – morales.

Muchas veces, por afligirse al constatar las dificultades que enfrenta y que le impiden avanzar, se estanca, se desanima o se rebela.

La jornada es atrayente y la conquista de las victorias se produce mediante la inversión de los mejores esfuerzos, del interés y del empeño por conseguirlas.

Toda adquisición es el resultado de un afanoso trabajo.

La plenitud, por eso mismo, ubicada en un nivel superior, para ser alcanzada depende del resultado favorable de las realizaciones de las franjas precedentes.

De ese modo, en busca de la armonía propone el desafío de proseguir con Jesús, el Modelo Ideal de la humanidad, que te aguarda gentilmente.

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En la actual etapa de la psicología profunda, un estudio de la personalidad de Jesús no es definitivo, por falta de perspicacia, de recursos técnicos y de profundidad en la comprensión integral de la criatura humana.

El hombre de Nazareth trasciende las dimensiones del análisis convencional, al menos en los términos del pensamiento que deriva de las importantes pero, hasta ahora, inconclusas contribuciones freudianas.

Examinada la criatura sólo desde el punto de vista de la libido, las raíces de la observación se concentran en la herencia animal, en los impulsos reproductores, y se pierden en el primitivismo…

Por otro lado, las propuestas que provienen de los arquetipos de Jung sólo se remontan hasta los orígenes del inconsciente colectivo, en los principios de la evolución animal…

Por lo tanto, ambos conceptos son insuficientes para introducirse en la esencia de la causalidad del ser, en su realidad espiritual que precede a las manifestaciones en el ámbito físico terrestre.

Jesús trasciende de ese modo las etapas del proceso de la evolución de la Tierra, porque Él ya era Constructor del planeta cuando ni siquiera la vida se había manifestado en éste.

Limitarlo a las estrechas líneas psicológicas del ánima o del ánimus, o simultáneamente, sería ceñirlo a los límites del entendimiento analítico en forma definitiva, estrecha.

En una visión superficial del psicoanálisis, se lo podría situar como una síntesis de ambas polaridades, en armonía emocional, que tuvo como resultado un equilibrio fisiológico que se puso de manifiesto en el hombre que ya superó, y se convirtió en Modelo y Guía para toda la humanidad.

Las fuentes disponibles para la recolección de datos y de un análisis profundo son las narraciones evangélicas, insuficientes porque se refieren a sus dichos y acciones a través de un lenguaje especial, que muchas veces ha sido víctima de interpolaciones, alteraciones e injertos perniciosos, que le quitaron su exactitud.

No se encuentran relatos históricos, datos precisos, sino informaciones, algunas de ellas fragmentarias.

Entre tanto, de todo ese acervo se desprende que Él ha sido un ser fuera de lo común.

Su energía se expresaba con afabilidad.

Su bondad se manifestaba sin sentimentalismo.

Su coraje se exteriorizaba como valor moral que a nada temía.

Su amor abarcaba a todos los seres, sin dejarse arrastrar por sensiblerías banales y desequilibradas.

Su sabiduría irradiaba sin constreñir a los ignorantes.

Su gentileza cautivaba sin dejar disturbios en la emoción del prójimo.

Era severo, no brutal; afable, pero no connivente; noble, no orgulloso; humilde, no verbal.

Con Él coexistían las naturalezas psicológicas ánima y ánimus en perfecta sintonía.

En el Sermón de la Montaña, su naturaleza ánima consoló y esparció esperanza; en el Gólgota su expresiónánimus alcanzó el máximo grado después de las rigurosas y profundas experiencias de aquellas horas que se iniciaron en la soledad del Huerto, y que se prolongaron hasta el momento de la muerte.

Por lo tanto, faltan parámetros y paradigmas para introducirse en el pensamiento de Jesús y entender su vida rica y enriquecedora, compleja y desafiante.

En forma general, tal vez más simple, quizás profunda, la psicología podrá sumergirse en su pensamiento para entenderlo a través de sus propias palabras, en caso de que logre comprenderlas:

Yo soy el pan de la vida…
Yo soy la puerta…
Yo soy el camino…
Yo soy el buen pastor…

Solamente si va hasta Él y se deja penetrar por su Realidad, podrá la psicología profunda entenderlo sin definirlo, y estudiarlo sin limitarlo.

Despierte y Sea Feliz
Juana de Angelis (Espíritu) - Divaldo P. Franco (Médium)

- Asociación Espírita Tercera Revelación -

(visitar el Blog  elespiritadealbacete.blogspot.com)

miércoles, 4 de mayo de 2011

En el proceso reencarnatorio


Los procesos de reencarnación, tanto como de la muerte física, difieren hasta el infinito, no existiendo dos absolutamente iguales. Las facilidades y los obstáculos, están subordinados a numerosos factores, muchas veces relacionados con el estado conciencial  de los propios interesados en el regreso a la tierra o en la liberación de los vehículos carnales. Hay compañeros de gran elevación, que al volver a la esfera terrestre no necesitan ayuda  del plano espiritual. Otros al revés, por proceder  de zonas inferiores, necesitan de mucha cooperación.

La reencarnación es el curso repetido de lecciones necesarias. La esfera terrestre, es una escuela divina. El amor, por medio de las actividades intercesoras, reconduce diariamente   al banco escolar de la carne, a millones de aprendices. La vuelta de ciertas entidades de las zonas más bajas. Ocasiona laborioso esfuerzos de los trabajadores del plano espiritual.

El organismo de los engendrados, en expresión más densa,  proviene del cuerpo de los padres,  que le sustenta la vida y crea sus características con su propia sangre. La criatura terrena, hereda tendencias y no cualidades. Las primeras cercan al hombre  que renace, desde los primeros días  de la lucha, no solo en su cuerpo transitorio, sino también en el ambiente general  en el que fue llamado a vivir, perfeccionándose; las segundas, resultan de la labor individual del alma encarnada, en la defensa, educación y perfeccionamiento de si misma en los círculos  benditos  de la experiencia.

Nadie puede quejarse de las fuerzas destructoras o circunstancias asfixiantes, refiriéndose al círculo en que nació. Siempre hay dentro del alma reencarnada, la luz de la libertad intima indicando su ascensión. Practicando la elevación espiritual, mejoramos siempre. Esa es la ley.

El cuerpo humano tiene sus actividades propiamente vegetativas, el cuerpo peri espiritual  que da la forma a los elementos  celulares;  está fuertemente  radicado en la sangre. En la organización fetal el patrimonio sanguíneo, es una dadiva del organismo materno. Después del nacimiento, se inicia el periodo de asimilación diferente de las energías orgánicas, en donde el “yo” reencarnado ensaya la consolidación de sus  nuevas experiencias  y solamente a  los siete años de vida común, comienza a presidir, por si mismo, el proceso básico  de equilibrio  al cuerpo peri espiritual, en el nuevo servicio iniciado. La sangre, por tanto es, como si fuese el fluido divino que nos  fija las actividades  en el campo material y en su flujo y reflujo incesantes en la organización fisiológica, nos suministra el símbolo del eterno movimiento de las fuerzas sublimes de la Creación Infinita. Cuando su circulación deja de ser libre, surge el desequilibrio o enfermedad y si surgen obstáculos que impiden su movimiento  o circulación, sobreviene entonces la excitación del tonos vital, en el campo físico, al cual sigue la muerte con la retirada inmediata del alma.

Es muy grande la responsabilidad del hombre ante el cuerpo material, si no atiende a las tareas que le competen  en la preservación del cuerpo físico no podrá alcanzar el progreso espiritual. El Espíritu renace en la carne, para  la producción  de valores divinos en su naturaleza, pero ¿Cómo atender a semejante imperativo, destruyendo la maquina  orgánica, base fundamental del servicio a realizar? El cuerpo terrestre es también un patrimonio heredado hace milenios y que la Humanidad viene perfeccionando a través de siglos. El plasma sublime construcción efectuada en el influjo divino, con agua del mar, en las épocas primitivas, es el fundamento primordial de las organizaciones fisiológicas. El hombre en la tierra a de aprovechar la herencia, más o menos evolucionada en el cuerpo humano.

Mientras nos movemos en la esfera de la carne, somos criaturas  marinas respirando en tierra firme. En el proceso vulgar de la alimentación no podemos prescindir  de la sal; nuestro mecanismo fisiológico, en rigor, se constituye del sesenta por ciento de agua salada, cuya composición es casi idéntica a la del mar,  constituida por las sales del sodio, del calcio y del potasio. En la esfera de la actividad fisiológica en  el hombre encarnado, se encuentra  el sabor de la sal, en la sangre, en el sudor, en las lágrimas, en las secreciones.

Al renacer, en la superficie del mundo, recibimos, con el cuerpo, una herencia sagrada cuyos valores precisamos preservar, perfeccionándolo. Las fuerzas físicas, deben evolucionar, al igual que nuestras almas. Si nos ofrecen  el cuerpo de servicio para nuevas experiencias  de elevación, debemos retribuir, con nuestro esfuerzo, auxiliándolas con la  luz  de nuestro respeto y equilibrio espiritual, en el campo del trabajo y de la educación orgánica. El hombre del futuro, comprenderá que sus células no representan apenas segmentos de carne, sino que son,  compañeras de evolución, acreedoras de su reconocimiento  y auxilio efectivo. Sin ese entendimiento  de armonía en el imperio orgánico, es inútil procurar la paz. Los contornos anatómicos  de la forma física, deformes o perfectos, largos o cortos, bellos o feos, forman parte de los estatutos educacionales. 

En general, la reencarnación sistemática es siempre  un curso laborioso de trabajo contra los defectos morales persistentes, en las lecciones y conflictos presentes. 

La criatura renace con independencia relativa y a veces, subordinada a ciertos condiciones educativas, más semejante  imperativo no suprime en caso alguno, el impulso libre del alma, en el sentido de la elevación, estacionamiento o caída en situaciones más bajas. Existe un programa de tareas edificantes a ser cumplidas por el que reencarna, por el cual, los dirigentes del alma, fijan la cuota aproximada  de valores eternos que el reencarnante es susceptible de adquirir en la existencia transitoria.

El espíritu que vuelve a la esfera de la carne, puede mejorar esa cuota de valores, sobrepasando la previsión superior, por el esfuerzo propio intensivo o distanciarse de ella, enterrándose aun más en las deudas para consigo mismo, menospreciando las santas oportunidades que le son conferidas.

Todo plano trazado en la esfera superior, tiene por objetivo fundamental  el bien y la ascensión; y toda alma  que reencarna en el círculo planetario, aun aquella que se encuentra en condiciones aparentemente desesperadas, tiene recursos para mejorar siempre.

La reencarnación  significa volver a comenzar en los procesos de la evolución o de la rectificación. Los organismos más  perfectos  de las esferas sublimadas, proceden  inicialmente de la Ameba. Recomienzo, significa “recapitulación” o “vuelta al principio”. Por eso mismo, en su desenvolvimiento  embrionario, el futuro cuerpo  del hombre  no puede ser distinto de la formación del reptil o del pájaro. Lo que opera la diferencia de la forma, es el valor evolutivo contenido en el molde peri espiritual del ser que toma los fluidos de la carne. Así pues, al  regresar a la esfera densa , es indispensable recapitular todas las experiencias  vividas en el largo drama  de nuestro perfeccionamiento , aunque solo sea por breves días  u horas, repitiendo, en curso rápido, las etapas vencidas o las lecciones adquiridas, hasta detenerse en la posición en la que debemos proseguir el aprendizaje.

Cuando llega la ocasión de reencarnar, el Espíritu se siente arrastrado por una fuerza irresistible, por una misteriosa afinidad, para el medio que le conviene. Es un momento terrible , de angustia, pero más formidable que el de la muerte, pues esta  no pasa de la liberación de los lazos carnales, de una entrada en una vida más libre, más intensa, en cuanto a la reencarnación, por el contrario, es la perdida  de esa vida de libertad, es un apocamiento de si mismo, al pasaje  de los claros  espacios  para la región oscura,  la descendida  para un abismo de sangre, de lama , de miseria, donde el ser va a quedar sujeto a  necesidades tiránicas e innumerables. Por eso es más penoso, más doloroso renacer que morir; es el disgusto, el terror, el abatimiento profundo del Espíritu, QUE  al entrar en este mundo tenebroso, es  fácil de concebirse.

La reencarnación se realiza por la aproximación graduada, por la asimilación de las moléculas materiales al periespiritu, el cual se reduce, se condensa, tornándose progresivamente  más pesado, hasta que, por adjunción suficiente de materia, constituye  un involucro carnal, un cuerpo humano.

El periespiritu se torna por tanto, un molde fluídico, elástico, que calca su forma  sobre la materia. De ahí emanan  las condiciones fisiológicas del renacimiento. Las cualidades o defectos del molde reaparecen en el cuerpo físico, que no es, en la mayoría de los casos, sino imperfecta  grosera copia del periespiritu.

Desde que comienza la asimilación molecular que debe producir el cuerpo, eL Espíritu queda perturbado; un sopor, una especie de abatimiento lo  invaden poco a poco. Sus facultades se van velando  unas después de otra la mayoría desaparecen,  la conciencia queda adormecida, y el Espíritu como que es sepultado en opresiva crisálida.
 
Entrando en la vida terrestre, el alma, durante un largo periodo, tiene  que preparar ese organismo nuevo. Ha de adaptarlo a las funciones necesarias. Solamente después de veinte o treinta años de esfuerzos instintivos es que recupera el uso de sus facultades, sin embargo limitadas  aun por la acción de la materia; y, entonces, podrá, proseguir, con alguna seguridad, la travesía peligrosa de la existencia.

Allan Kardec nos enseña (Libro de los espíritus cuestión 330) que la reencarnación está para los Espíritus, así como la muerte está para los encarnados: es un proceso ineludible, tan cierto como el desencarnar lo es para los hombres.

La encarnación es una necesidad evolutiva, porque solamente al contacto con la materia física consigue  el Espíritu ciertos elementos necesarios para su progreso.

De acuerdo con el grado evolutivo en que se encuentra, el espíritu podrá facilitar o dificultar el proceso para volver a nacer. Por eso los espíritus rebeldes o indiferentes tienen su encarnación por completo a cargo de los espíritus superiores, que eligen las condiciones bajo las cuales deberán volver a nacer y las experiencias a las que deberán someterse.

Allan Kardec dice que la reencarnación es la prueba fundamental de la misericordia de Dios, que presenta una Justicia Divina. Todos somos hermanos; todos nosotros marchamos hacia la perfección; todos nosotros tenemos una ruta, un rumbo de felicidad que nos espera.

La vida en la Tierra no es un escenario de placer. El hombre es responsable por su cuerpo, por su felicidad, por su desdicha. Felicidad o desgracia resulta de nuestra actitud de comportamiento. La reencarnación nos abre un horizonte nuevo para entender la vida; los sufrimientos, las nostalgias, las angustias, las amarguras, los desesperos que nosotros atravesamos, desaparecen; y es en este punto que la ciencia espirita, que el Espiritismo, es notable; porque el Espiritismo para el siglo XX, es el más notable tratado de higiene mental, porque consigue libertarnos de aquellos tremendos enemigos de los hombres, los cuatro fantasmas del alma: el miedo, la enfermedad, la duda y la muerte.

El espíritu esclarecido da preferencia a una existencia laboriosa, a una vida de lucha y abnegación. Sabe que, gracias a ella,  su adelantamiento es más rápido. La Tierra es el verdadero  purgatorio. Y precisa renacer y sufrir para despojarse de los últimos vestigios de la animalidad, para pagar las faltas  y los crímenes del pasado. De ahí las enfermedades crueles, largas y dolorosas molestias, el idiotismo, la perdida de la razón.

 Todo se paga, todo se rescata. Los pensamientos, los deseos criminales tienen su repercusión en la vida fluídica, más las faltas consumadas en la carne precisan ser expiadas en la carne. Todas las nuevas existencias son correlativas; el bien o el mal se reflejan a través del tiempo. Si embusteros  y perversos parecen muchas veces terminar sus vidas en la abundancia y en la paz, quedemos ciertos  de que la hora de la justicia sonará y recaerán sobre ellos los sufrimientos  de que fueron la causa. Resígnate, pues, hombre,  y soporta con coraje las pruebas inevitables, sin embargo fecundas, que suprimen  manchas  y te preparan un futuro mejor. Imita al labrador, que siempre camina para el frente, curvado bajo un sol ardiente o quemado  por la azada, y cuyos sudores riegan el suelo, el suelo que, como tu corazón, es surcado por el arado más del cual brotara el trigo dorado que hará tu felicidad.
Trabajo realizado por: Merchita
Extraído de varios libros de la Doctrina Espirita: El Evangelio según el Espiritismo, de Misioneros de la Luz  y de otros libros. 

martes, 3 de mayo de 2011

Hacer el bien sin ostentación




    Hacer el bien sin ostentación, es un gran mérito; ocultar la mano que da, es aún más meritorio; es señal incontestable de una gran superioridad moral, porque para ver las cosas desde más alto de lo que se ven vulgarmente, es preciso hacer abstracción de la vida presente e identificarse con la vida futura; en una palabra,es menester colocarse sobre la Humanidad para renunciar a la satisfacción que proporciona el testimonio de los hombres y esperar la aprobación de Dios. El que aprecia más la aprobación de los hombres que la de Dios, prueba que tiene más fe en los hombres que en Dios, y que la vida presente es más, para él, que la vida futura; o que ni siquiera cree en la vida futura; si dice lo contrario,obra como si no creyese en lo que dice.

   ¡Cuántos hay que sólo prestan un servicio con la esperanza de que el beneficiado publicará por todas partes el beneficio que ha recibido, que a la luz del día darán una gran cantidad y en la oscuridad no darían un centavo! Por esto dijo Jesús: “Los que hacen el bien con ostentación ya recibieron su recompensa”; en efecto, el que busca su glorificación en la Tierra por el bien que ha hecho, ya se pagó a sí mismo; Dios ya no le debe nada; sólo le falta recibir el castigo de su orgullo.

 Que la mano izquierda no sepa lo que da la mano derecha, es una figura que caracteriza admirablemente la beneficencia modesta; pero si hay modestia real, hay también modestia simulada, el simulacro de la modestia real; hay personas que ocultan la mano que da, teniendo cuidado de hacer que se vea un poco, mirando si alguno les vio ocultarla. ¡Indigna parodia de las máximas de Cristo!

Si los bienhechores orgullosos son despreciados entre los hombres, ¿qué será de ellos cerca de Dios? Estos también recibieron su recompensa en la Tierra. Se le ha visto; están satisfechos de haber sido vistos; esto es todo lo que tendrán.

¿Cuál será, pues, la recompensa de aquel que hace pesar sus beneficios sobre el beneficiario, que le impone de cierto modo,testimonios de reconocimiento y que le hace sentir su posición exaltando el precio de los sacrificios que se impone por él? .  Para éste, ni siquiera recompensa terrestre, porque está privado de la dulce satisfacción de oír bendecir su nombre y este es el primer castigo de su orgullo. Las lágrimas que enjuga en provecho de su vanidad, en vez de subir al cielo, vuelven a caer sobre el corazón del afligido y lo ulceran. El bien que hace es sin provecho para él, puesto que lo reprocha; porque todo beneficio reprochado es una moneda falsa y sin valor.

La beneficencia sin ostentación tiene un doble mérito; porque además de ser una caridad material, es una caridad moral  pues, modera la susceptibilidad del beneficiario y le hace aceptar el beneficio sin que su amor propio sufra con eso, y salvando su dignidad de hombre, porque habrá quien acepte un servicio, pero no recibirá una limosna; así, pues, convertir un servicio en limosna por la manera como es prestado, es humillar al que lo recibe, y hay siempre orgullo y maldad en humillar a alguien. 
     La verdadera caridad, por el contrario, es delicada e ingeniosa para disimular el beneficio, a fin de evitar hasta las menores apariencias que hieren, porque toda ofensa moral aumenta el sufrimiento que nace de la necesidad; sabe encontrar palabras dulces y afables que ponen al obligado en buena posición en presencia de su bienhechor, mientras que la caridad orgullosa, lo aniquila. Lo sublime de la verdadera generosidad, es cuando el bienhechor, cambiando de papel, encuentra el medio de parecer él mismo beneficiado en presencia de aquel a quien presta el servicio. Esto es lo que quieren decir estas palabras: 
Que la mano izquierda no sepa lo que hace la mano derecha.
 Evangelio Según el Espiritismo

lunes, 2 de mayo de 2011

Religiones

Las tres Revelaciones


¿Es necesaria la religión?

La religión, bien entendida, debería ser un vinculo para unir a los hombres entre si y los estrechase con un mismo pensamiento al principio superior de todas las cosas.

Existe en el alma un sentimiento natural que la orienta hacia un ideal de perfección en el cual identifica el Bien y la Justicia.

La verdadera religión no es una manifestación exterior; es un sentimiento, y es  en el corazón humano donde está el verdadero templo de lo Eterno. La verdadera religión no  puede ajustarse a reglas  ni ritos estrechos. No necesita formulas ni imágenes; se preocupa poco de los simulacros y de las formas de adoración, y no juzga a los dogmas sino por su influencia en el perfeccionamiento de las sociedades.

La verdadera religión abarca a todos los cultos, a todos los sacerdocios; se eleva por encima de ellos y les dice: ¡La verdad está más alta!

Todos los hombres no están en el estado de alcanzar esas cimas intelectuales. Por eso es por lo que  se imponen la tolerancia y la benevolencia. Si el deber nos incita a separar a los buenos espíritus de las manifestaciones vulgares de la religión, es preciso abstenerse de arrojar la piedra a las almas dolientes, desconsoladas, incapaces de asimilar las nociones abstractas  y que encuentran  en su fe ingenua un sostén y una conformación.

Hoy en día el número de creyentes sinceros a disminuido, la idea de Dios, antes sencilla y grande en las almas, ha sido desnaturalizada por el temor al infierno; ha perdido eficacia. En la imposibilidad de elevarse a lo absoluto, algunos hombres han creído necesario adaptar a su forma y a su medida todo lo que quisieran concebir. De esta forma han rebajado a Dios hasta su propio nivel, atribuyéndole sus  pasiones y sus debilidades, reduciendo la Naturaleza y el Universo, y, a través de su prisma de ignorancia, han descompuesto en diversos colores el puro rayo de la verdad.

 Las claras nociones de la religión han sido oscurecidas adrede. La ficción y la fantasía han engendrado el error, y este, condensado en el dogma, se a urgido como un obstáculo en el camino de los pueblos.

La Luz ha sido velada por aquellos que se consideraban  como los depositarios de ella, y las tinieblas en que se querían envolver a los demás se han producido en ellos y alrededor de ellos. Los dogmas  han pervertido el sentido religioso, y el interés de casta ha falseado el sentido moral. De aquí un cúmulo de supersticiones, de abusos, de prácticas idolatras cuyo espectáculo ha lanzado a tantos hombres a la negación.

Las religiones son manifestaciones temporales, aspectos parciales de la eterna verdad,  deben transformarse en cuanto han hecho su obra y no responden ya a los progresos y a las necesidades de la humanidad. A medida que esta avanza en su camino, necesita nuevas concepciones, un ideal más elevado, y los encuentra en los descubrimientos  de la ciencia y en las instituciones grandiosas del pensamiento.

Las religiones envejecidas se derrumban en sus bases y una renovación filosófica y social se prepara. El progreso intelectual y material llaman al progreso moral. Un mundo de inspiraciones se agita  en las profundidades de las almas y se esfuerza por adquirir forma  y nacer a la vida. El sentimiento y la razon , esas dos grandes fuerzas imperecederas como el espíritu, tienen por fin, el aproximarse.

La religión debe perder  su carácter dogmático y sacerdotal para mostrarse científica; la ciencia se separa  de lose escollos materialistas para iluminarse con un rayo divino. Va a surgir una doctrina  idealista en sus tendencias, positiva  y experimental  en su método y apoyada sobre hechos innegables.  Síntesis poderosa, abarcará y acumulará todas las concepciones variadas del mundo y de la vida, radiaciones interrumpidas, fases diversas de la verdad.

Está será la resurrección, bajo una forma más completa, accesible para todos, de la doctrina secreta que conoció el pasado; el advenimiento de la religión natural, que renacerá sencilla y pura. La religión  pasará a los actos, al deseo ardiente del bien; el holocausto será el sacrificio de nuestras pasiones, el perfeccionamiento del espíritu humano. Tal será la religión superior, definitiva, universal, en cuyo seno desaparecerán, como los ríos en el Océano, todas las religiones pasajeras, contradictorias, frecuentemente causantes  de la división y de rompimiento para la humanidad.

     La religión es necesaria e indestructible porque tiene  su razón de ser en la naturaleza misma  del ser humano, del cual resume y expresa las aspiraciones elevadas. Es también la expresión de las leyes eternas, y, desde ese punto de vista, debe confundirse con la filosofía, a la que hace pasar el dominio de la teoría de la ejecución y la torna viva y activa.

 Trabajo extraído por Merchita del libro “Después de la Muerte  de León Denis 

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domingo, 1 de mayo de 2011

Religiones

Las tres Revelaciones



   Religión es un sentimiento divino que aclara la senda de las almas y que cada Espíritu comprenderá, conforme a la pauta de su nivel evolutivo.

   Los hombres se han dividido en muchas religiones, como si la Fe pudiera tener también fronteras,  al modo de las patrias materiales, tantas veces sumergida en el egoísmo y la ambición de sus hijos.

   De          De esa falsa interpretación nacieron en el mundo las luchas anti fraternales y las  divergencias religiosas
            de todos los tiempos.
          
           Todas las ideas religiosas han servido para preparar al hombre para recibir y aceptar el Cordero de Dios, con     su mensaje permanente de amor y de reforma espiritual definitiva.

E         El Cristianismo  es la síntesis, en sencillez y  luz, de todos los sistemas religiosos más antiguos, los cuales eran
          expresiones fragmentarias de las verdades sublimes entregadas al mundo mediante la palabra imperecedera  
          de Jesús.


              Los hombres, a pesar de contar con esos elementos preparatorios continuaron divididos y por rebeldía
       , demoraron su edificación moral aun en las lecciones renovadoras del Evangelio.

           Todas las expresiones religiosas nacidas del cristianismo se identifican por la savia de amor del tronco que las      reúne, pese a los errores humanos de sus expositores. Ningún esfuerzo humano logró empañar la divina
          enseñanza básica de Jesucristo del “amaos los unos a los otros”.

               Al reencarnar en el planeta los Espíritus traen consigo la idea de Dios, identificándose  de una manera 
         general  con ese sagrado principio.

            La Verdad es una sola y las sectas de la Tierra son materiales de experiencia y evolución. La preferencia de 
          cada uno depende del  estado evolutivo en que se halle, su elección está siempre plenamente de acuerdo con      
           su estado intimo,  inclinándose por el culto externo, o bien por el esfuerzo sincero de evolucionar.

             Los discípulos sinceros y leales deben mantenerse en un plano superior, al de los convencionalismos 
       terrestres, obrando de acuerdo con su propia conciencia y con la mejor comprensión de su responsabilidad, sea    cual sea la parte del mundo  donde se encuentre, en cuanto desarrollen el bien por el bien y para el bien, en 
         nombre del Señor, sus actos evangélicos serán tocados por la sacrosanta  luz de las sanciones divinas.

                 Los espiritas sinceros han de comprender que el bautismo a que se elude en el Evangelio es el de la 
         invocación de las bendiciones divinas para cuantos se reúnen con ellos, en la santificada institución de la 
        familia. Apartarse de toda ceremonia de índole religiosa que pueda implicar una continuación de los fetichismos 
          de la Iglesia Romana, entendiendo el espirita que el bautismo es como un llamado de su corazón al Padre  de 
        Misericordia, a fin de que sean santificados los esfuerzos que realiza en la tarea de conducir a las almas que le hido   han sido confiadas en la institución familiar. Ha de comprender, sobre todo, que ese acto de  amor y d
     e  compromiso divino debe ser proseguido durante la vida entera, mediante el renunciamiento y el sacrificio, en 
         bien de la perfecta cristianización de los hijos y dentro de un apostolado de trabajo   y comprensión.
    
          Todos los cultos religiosos, en su aspecto dogmático son transitorios, como lo son también todas las formulas 
          de los convencionalismos sociales.
    
El es       El Espirita sincero y cristiano, ha de formalizar su compromiso conyugal de acuerdo con las leyes  de los
         hombres, honrar su promesa y su decisión santificando el matrimonio con el estricto cumplimiento de todos sus      deberes evangélicos, de conformidad con los preceptos terrestres y ante la inmutable ley divina que vibra en
           su conciencia cristianizada.
 
                El   concepto que merece la misa  en el culto externo de la Iglesia Católica, y teniéndose en cuenta el
          corazón sincero y fraternal de los creyentes, es un acto exterior que debe ser respetado por el espirita, como lo es   cualquier otra ceremonia convencional del mundo que exija la mutua consideración social dentro del
          mecanismo de las relaciones humanas de la Tierra.
                   
             La   Iglesia pretende con memorizar con ella el sacrificio del Maestro por la humanidad. Sin embargo, esa 
          ceremonia se lleva a cabo de acuerdo con la posición social y financiera del creyente.
          
              En  las apariciones  y los llamados milagros, clasificados en el dominio de lo sobrenatural, son fenómenos 
          psíquicos sobre los cuales se crearon las iglesias  conocidas. Se trata de hechos que el Espiritismo, en su 
          misión divina de Consolador, ha venido a catalogar y esclarecer.

             Cuando Jesús dijo a los judíos “Sois Dioses” les quiso decir que en todo hombre existe una partícula de la 
         divinidad del Creador, con la cual el ser terrestre puede participar de los sagrados poderes de la Creación.
   
                El Espíritu encarnado no valoró aun debidamente el conjunto de posibilidades divinas que tiene en                          
            sus   manos  esos sagrados dones que tantas veces ha convertido en elementos de ruina y destrucción.
           
                   Hay muchos que la han sabido valorar y practicar el bien creciendo para la divinidad, por medio del
           ejemplo y la enseñanza, son llamados santos  y héroes en la Tierra, por afirmar su condición espiritual y es justo    que todos los seres humanos traten de obtener esos valores, desarrollando su naturaleza divina para el bien y para     la luz.  
                Mientras el hombre se desvía, por su falta de conocimientos e iluminación, su error se justifica, en cierto  
          modo, por su ceguera o ignorancia. Pero la falta que se comete cuando ya se ha adquirido conciencia plena
         del deber, esa significa un “pecado” contra el Espíritu Santo, pues el conocimiento interior que se guarda en el  
         corazón y en la mente es una gran responsabilidad ante Dios.
 
      Todas las expresiones del Evangelio poseen un significado divino, el hombre debe vivir su existencia en el 
             mundo sabiendo que pertenece al Cielo, debido a su origen sagrado. Por eso es importante  que se des
           materialice en todo instante para desarrollarse en el amor y sabiduría, en la sacra exteriorización de la virtud  
           celestial cuyos gérmenes dormitan en su corazón.
        
            La negación de Pedro exhibe la fragilidad de las almas humanas, extraviadas por la falta de vigilancia por su de      preocupación respecto a la realidad espiritual y la indiferencia  con que se dejan arrastrar a los más
          tenebrosos torbellinos del sufrimiento, sin pensar en hacer un esfuerzo autentico y sincero en bien de las
           edificaciones definitivas de si mismas.
  
             El Evangelio es una hoja de ruta para las almas y debe ser leído con visión espiritual, porque, constituyendo la        cátedra de  Jesús, el discípulo  que a el se acerque con la intención sincera de aprender encontrará, todos los
           los  simbolismos de la letra, la palabra suave  y persuasiva, simple y enérgica de la inspiración de su inmortal
          Maestro.


Trabajo realizado por Merchita
E                  Extraído del libro el Consolador que prometió  Jesús, Chico Xavier


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