INQUIETUDES ESPÍRITAS
1.- En el camino
2.- La cruel indiferencia
3.-El perdón de las ofensas
4.- Lesiones en el alma
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En el camino
¿No debías
tú igualmente tener compasión de tus compañeros, como yo también tuve
misericordia de ti? ( Evangelio de
Mateo- 18, 33).
En este mundo
todos estamos sumidos en un proceso de perfección continua e infinita, que
constituye una muestra de la obra de Dios de la cual formamos parte, por lo
tanto no podemos aislarnos de la Humanidad porque la humanidad toda constituye
una unidad de conjunto y porque es en su seno en donde todos estamos inmersos
en ese mismo proceso.
La
cooperación entre los humanos es una necesidad natural e indispensable que Dios
nos hizo sentir y comprender desde los
albores de la Humanidad. No estamos nunca solos. Siempre hay cerca alguien a quien
acudir para poderle ayudar o para pedir su ayuda.
Todos somos
hermanos y compañeros en el camino de la vida, con independencia de las
ideologías y creencias de cada uno, y cualquiera que sea el papel que se
desempeñe, como padre, amigo, hijo, hermano, vecino, compañero o extraño, pues
por encima de todo estos son los papeles que a todos nos toca vivir e interpretar en el escenario de la vida; así
llegamos a comprender que en cuanto a la
relación humana, todos procedemos de un mismo y único Origen: Dios. Somos hijos
de un mismo Padre Universal que nos ama a todos infinitamente y nos atrae poco
a poco a Su lado a través del camino de la Evolución espiritual,
incentivándonos para crecer en Amor y en Sabiduría.
Dios nos podría
haber hecho directamente seres grandes y dichosos, pero si la humanidad no
tuviésemos que escalar golpe a golpe y paso a paso, el duro ascenso evolutivo,
jamás podríamos apreciar el valor de lo conquistado y la dicha ante el
resultado final de nuestro esfuerzo individual, pues solo se valora y aprecia
lo que cuesta nuestro esfuerzo, empeño y tesón, mientras que lo que se nos
regala o nos encontramos sin ningún esfuerzo ni mérito por nuestra parte, no
sabremos nunca de la verdadera dimensión de su valor. Por eso, debemos dar
gracias al Padre por habernos hecho tan chiquitos, porque así podremos sentir
la dicha originada por
nuestro esfuerzo personal cuando consigamos crecer; gracias por habernos hecho
tan imperfectos, pero tan perfectibles, para poder gozar algún día del mérito de
nuestro valor para haber logrado llegar a ese estado de perfección que nos
aproxime cada vez más a nuestro Padre Celestial.
En ocasiones tenemos en la senda de la vida la prueba de un hermano o un compañero molesto o
indeseable. Llegado este caso que constituye a veces una prueba complicada,,
deberemos ser conscientes de la situación y procurar tener toda la paciencia necesaria e incluso la
disposición de ayudarle y enseñarle siempre, sobre todo con la fuerza del
ejemplo práctico del día a día. Por eso no debemos criticar negativamente a
nadie, porque de ese modo no le ayudaremos; en vez de eso lo mejor hacer es tratar de
ver su lado positivo y ensalzarlo, porque de ese modo le estaremos incentivando para aumentarlo. Esta
actitud santifica los lazos de convivencia en el Amor y la Fraternidad, tal
como nos enseñó Jesús.
Si la tarea
de convivencia es difícil o dura, por
cuanto nos molestan los defectos de los demás, recordemos las veces que
en nuestro pasado nosotros también hemos sido tantas veces con los demás,
molestos, culpables o causantes de dolor
y sin embargo siempre Dios nos perdonó y nos dio nuevas oportunidades
redentoras para aprender las lecciones que nos brinda la vida.
Cada ser
humano que cada día se nos cruza en el camino, debe considerarse como una bendición
de Dios por la oportunidad que se nos presenta
para poder activar los sentimientos de fraternidad y de solidaridad, así
como de desarrollar virtudes tales como la paciencia y la caridad.
Siempre ante las dificultades de la
convivencia, desavenencias e incomprensiones, debemos ser pacientes y
misericordiosos tal como Jesús lo fue y, me atrevería a afirmar que lo sigue siendo para toda la Humanidad, porque Él
nos da siempre la oportunidad del
aprendizaje y la corrección.
- José Luis Martín-
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LA CRUEL INDIFERENCIA
Basta mirar en las
grandes ciudades y allá está el retrato de la indiferencia. Gente
maltratada, infeliz, enferma, paupérrima si están caminando por las calles,
extendiendo las manos, pidiendo, suplicando.
Del interior de los
coches, con las ventanas cerradas, refrescados por el aire
acondicionado, perfumados y alimentados, miramos esas escenas como
si estuviésemos viendo una película.
Algunos hasta reaccionan
con cierta irritación. Culpan al Gobierno, reclaman de las diferencias
sociales, llaman a los vagabundos los andrajosos que miran para
ellos con aire cabizbajo o infeliz.
Otros viran el rostro,
enojados por el espectáculo de la miseria y del abandono.
Y hay los que se
compadecen, más tiene miedo de abrir la ventana, de extender la mano, se
sonreír.
Todos esos,
invariablemente, olvidan los espectáculos de la pobreza enseguida que llegan a
casa, a la oficina o a los locales de ocio.
¿En los restaurantes,
quien se acuerda de los hambrientos? Delante de los platos fragantes
meticulosamente adornados, quien habría de recordar a los niños
esqueléticos, a las madres que mueren de hambre?
En los cines, las
lágrimas nos vienen a los ojos ante las películas que retratan la desigualdad
social avasalladora, más salimos de allá impasibles ante el hombre
torturado que sufre a nuestro lado.
¿Que hicimos de
nuestra sensibilidad ante el dolor ajeno? ¿En qué punto de nuestra
vida la indiferencia se instaló en nuestro pecho y, con manos de
hielo, nos tomo el corazón?
Ciertamente que la
caridad no excluye la prudencia. Y es claro que no debemos
responsabilizarnos por todos los dolores del Mundo.
Pero, reflexionemos:
¿Estaremos haciendo de hecho todo lo que nos es posible
hacer?
De momento damos las
sobras de nuestra mesa, las ropas usadas, algunos pocos reales para una
institución, todo muy loable.
¿Mas estaremos así
contribuyendo para reducir la desigualdad aterradora que se ve en el Mundo?
Cada uno de nosotros,
en el papel que desempeña, en el ambiente profesional, puede
contribuir, si, para cambiar ese estado de cosas.
¿Quién de
nosotros vive tan aislado que no pueda estimular a
alguien al estudio, al trabajo? ¿Quién de nosotros, de excelente condición financiera,
escoge un niño pobre y le da la oportunidad de estudiar
en buenas escuelas?
¿Cuántas veces tenemos
la oportunidad de cambiar la vida de alguien desvalido y nos
callamos, nos omitimos, encojemos?
Para aquel que tiene
voluntad real de contribuir, la vida ofrecerá muchas oportunidades de hacer la
diferencia.
Por eso, abra su
corazón para el amor. Desde hoy, deje que sus ojos contemplen el Mundo con
mucha más bondad.
Procure ver en cada
criatura sufrida a un hermano que tantea, ciego, en busca de la mano
amiga que le ofrezca apoyo y seguridad.
La indiferencia es la
oscuridad del alma. Encienda la candela de un corazón sensible y
traiga luminosidad para su vida y para la de sus compañeros de jornada.
Redacción de Momento Espirita
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EL PERDÓN DE LAS OFENSAS
INSTRUCCIONES DE LOS ESPÍRITUS
EL Divino Maestro nos enseñó que si tenemos un enemigo vayamos a perdonarlo setenta veces siete.
Por otro lado las ciencias psicológicas de la actualidad, concordando con Jesús, aseveran que es preciso sacarnos del corazón cualquier resentimiento, y establecer el equilibrio en el dominio de nuestras potencialidades mentales, a fin de que la tranquilidad se nos exprese en términos de salud y armonía.
Es forzoso reconocer que el perdón exige operaciones profundas en las estructuras de la conciencia. Los que aspiramos a seguir a Cristo, debemos pensar primero en nuestro adversario y en su condición de hijo de Dios, tanto como nosotros, y poniéndonos en el lugar de él, imaginarnos como estimaríamos que la ley de Dios nos tratase en circunstancias análogas.
El perdón es una extraordinaria terapia para las ulceras morales. Es una elevada expresión del amor, bendice a quien lo da, y pacifica al que lo recibe. Sin el perdón, el clima se intoxica con vapores venenosos y los individuos se vuelven salvajes, descontrolados; la intolerancia se manifiesta en la agresividad y la ira da armas al odio para la venganza brutal.
El perdón llega, suaviza la gravedad del delito y auxilia en la reparación, mediante la cual el equivocado se rehabilita, modifica su conducta y se torna útil a la comunidad donde está situado.
Aquel que rechaza el perdón, doblemente enfermo, padece hipertrofia de los sentimientos, murmurando venganza y atado a disturbios de la emoción. Toda la doctrina de Jesús, por ser de amor, está labrada en la conducta del perdón.
Si la onda de amor encuentra receptibilidad en aquel a quien va dirigida, más extraordinarios son los efectos de la dádiva. Jesús envolvía con su compasión a todos los que se aproximaban a Él, siempre misericordioso, porque conocía las lacras humanas y las pasiones mezquinas, que gobiernan a los hombres.
Su presencia en la tierra era un acto de perdón Divino para con los delincuentes humanos, que mataron cruelmente a los profetas y Lo crucificaron, sedientos de sangre. El sabía lo que le aguardaba, y, a pesar de todo, pudo amar y perdonar a los insensatos con los cuales compartió sus horas, esperando de ellos responsabilidad y elevación.
Incluso cuando, fue abandonado y puesto en la cruz prosiguió perdonando. Las parábolas se escurrían de Sus labios como perlas luminosas para adornar las almas inmersas en las sombras de la ignorancia.
La maldad es una enfermedad cruel. La falta de compasión enloquece y degrada mientras que el perdón cura y santifica. Felices son los que perdonan, porque se liberan de las pasiones y obtienen paz todo el que arremete, con o sin motivo, sé arremete a sí mismo.
No debemos provocar a nadie, ni lastimar, debemos silenciar las ofensas y distribuir la misericordia en todas partes y a todos aquellos con quienes convivimos.
Los discípulos de Jesús, Felipe, Simón y Pedro llegaron a discutir seriamente con algunos señores, intercambiando, palabras ásperas al respecto, de las edificaciones del Mesías. Jesús comprendió los acontecimientos y serenamente reaccionó contra las venenosas insinuaciones a su respecto Pedro y Felipe trataron de encontrarse con el Señor, ansiosos por la claridad de sus enseñanzas. ¡Maestro, os llamaron siervo de Satanás y reaccionamos, rápidamente! _Pedro decía con ingenua sinceridad. muy difícil que nos veamos con alguna parte de culpa en los sucesos indeseables de los cuales nos hacemos victimas; más al influjo de la Divina Providencia, a cuyo patrocinio recurrimos, no sería posible recordar nuestros impulsos menos felices, las sugestiones delictuosas que habremos lanzado sin rumbo, las pequeñas acusaciones indebidas y las diminutas desconsideraciones que perpetramos, algunas veces, hasta sin pensar, sobre el compañero que no resistió más la persistencia de nuestras provocaciones, cayendo, por fin en la situación de enemigo delante de nosotros.
Solo efectuando un auto examen la visión del montante de nuestras faltas no nos permitiría emitir cualquier tipo de censura en perjuicio de alguien.
Muy por el contrario, veremos en nuestro interior la necesidad urgente de la Misericordia Divina para nuestro adversario y para nosotros.
Entonces no hablaremos más en singular, delante de aquel que nos hiere diciendo: “yo te perdono” y si, diremos delante de cualquier ofensor orando a Dios “Padre de Infinita Bondad, perdónanos a los dos”.
Nadie por muy agresivo que sea puede matar la vida. Seguimos viviendo, así como sigue viviendo el criminal. Y la posición de víctima es siempre la mejor, la más feliz. Quien a los otros hiere, se hiere a sí mismo, quien hace infeliz a su prójimo, a sí mismo se destruye en el campo de la emoción; con la diferencia de que aquel que aparentemente es el perdedor, si ama perdona, estará exento de toda aflicción y será inalcanzable, por lo tanto feliz.
Sepamos, cuando sea necesario, reprender con dulzura, discutir sin exaltarnos, juzgar todas las cosas con moderación y benevolencia; huyamos de todo lo que apasiona y sobreexcita.
La indulgencia, la simpatía y la bondad apaciguan a los hombres, los atraen hacia nosotros, los disponen a prestar oído a nuestra opinión confiados, en tanto que la severidad les rechaza y les aleja.
La bondad nos crea así una especie de austeridad moral sobre las almas, nos proporciona más medios de conmoverlas y de orientarlas hacia el bien. Hagamos de esta virtud pues, una antorcha con cuya ayuda podamos llevar la luz a las inteligencias más oscuras, tarea delicada, pero que hará más fácil un poco de amor hacia nuestros hermanos unido al sentimiento profundo de la solidaridad.
“La misericordia es el complemento de la dulzura, porque aquel que no sea misericordioso no podrá ser blando y pacifico; Ella consiste en el olvido y en el perdón de las ofensas”.
La oración del Divino Maestro, la única que el hombre tiene de Jesús y que casi todos los hombres conocen para rogar al Padre es la del “padre nuestro “y en ella dice:
“Perdona nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores “. Cuando pronunciamos las palabras “perdona nuestras deudas.....”no solo estamos a la espera del beneficio para nuestro corazón y para nuestra conciencia, sino estamos igualmente asumiendo el compromiso de disculpar a los que nos ofenden, todos solemos observar con evasivas los grandes defectos que existen en nosotros reprobando, sin examinar, pequeñas faltas ajenas.
Por eso mismo, Jesús, enseñándonos a orar nos recomendó olvidar cualquier amargura que alguien nos haya causado.
Si no ofrecemos reposo a la mente del prójimo, ¿ cómo podremos aguardar el descanso para nuestros pensamientos? ¿Será justo conservar todo el pan, en nuestra casa, dejando el hambre aniquilar la residencia del vecino?.
- Merchita-
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COMUNICACIÓN
Querida familia: la Paz de Nuestro Padre sea para
vosotros todos y que el bienestar espiritual sea eterno.
LESIONES EN EL ALMA Frente a los acontecimientos infortunados que pueden sorprenderte en la senda por donde transitas buscando la renovación, resguárdate en la fe razonada que te impulsa al trabajo dignificante. Si persistes en el malhumor, cultivando amarguras y alimentando odios, estás en peligro. Si te entretienes en la maledicencia o en la ociosidad, o te conduces bajo lluvias de improperios que parten de tu rebeldía, estás al borde de un terrible despeñadero. Si sustentas rivalidades y aceptas el desafío de las ofensas, o te interesas por nutrir enemistades, te encuentras en la frontera del desequilibrio.
Ampárate en la calma ante cualquier dificultad o bajo torrentes de amenazas, sin permitirte la oportunidad de sintonizar en la faja de la agresión. Esos enemigos a los que sustentas y vitalizas con asiduidad, te producen graves lesiones en el alma, desarticulando los engranajes sutiles encargados del equilibrio fisiopsíquico que te es tan necesario. Las realizaciones edificantes y los procesos degenerativos que se exteriorizan en el cuerpo, proceden del alma.
Ulceraciones del estómago y del duodeno, problemas hepáticos y disfunciones intestinales, manifestaciones cancerígenas y disturbios emocionales que propician la ansiedad, la neurosis, la psicosis y otras alienaciones, tienen sus orígenes en la intimidad del alma en desorden. Enfermedades perfectamente evitables en el campo mental y en los cuadros físicos, derivan del descontrol de la voluntad y del mal uso de los valores que la vida proporciona para el progreso.
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De ese modo, si anhelas la salud, deseando el equilibrio psicofísico, aprende a dirigir tu conducta mental y moral, no dando guarida a las garras del mal ni a los rayos de perversidad que aún se propagan en la Tierra. Entrégate a la acción del trabajo constante, para no tener tiempo para la queja o el malhumor, ni para averiguar acerca del error ajeno y de la ingratitud, amando y esperando, al amparo de la dádiva luminosa de la fe que te muestra el porvenir feliz que te aguarda, si perseveras, fiel hasta el fin.
Por el espiritu Juana de Angelis
Médium Divaldo Pereira Franco
Extraído del libro "Receta de paz"********
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