domingo, 27 de julio de 2025

Lesiones en el alma

 INQUIETUDES ESPÍRITAS

1.- En el camino

2.- La cruel indiferencia

3.-El perdón de las ofensas

4.- Lesiones en el alma                                     

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                    En el camino               

            ¿No debías tú igualmente tener compasión de tus compañeros, como yo también tuve misericordia de ti? (  Evangelio de Mateo- 18, 33).

            En este mundo todos estamos sumidos en un proceso de perfección continua e infinita, que constituye una muestra de la obra de Dios de la cual formamos parte, por lo tanto no podemos aislarnos de la Humanidad porque la humanidad toda constituye una unidad de conjunto y      porque es en su seno en donde todos estamos inmersos en ese mismo proceso.

               La cooperación entre los humanos es una necesidad natural e indispensable que Dios nos      hizo sentir  y comprender desde los albores de la Humanidad. No estamos nunca solos.          Siempre hay cerca alguien a quien acudir para poderle ayudar o para pedir su ayuda.

              Todos somos hermanos y compañeros en el camino de la vida, con independencia de las ideologías y creencias de cada uno, y cualquiera que sea el papel que se desempeñe, como    padre, amigo, hijo, hermano, vecino, compañero o extraño, pues por encima de todo estos son      los papeles que a todos nos toca vivir  e interpretar en el escenario de la vida; así llegamos a comprender que  en cuanto a la relación humana, todos procedemos de un mismo y único     Origen: Dios. Somos hijos de un mismo Padre Universal que nos ama a todos infinitamente y     nos atrae poco a poco a Su lado a través del camino de la Evolución espiritual, incentivándonos para crecer en Amor y en Sabiduría.

             Dios nos podría haber hecho directamente seres grandes y dichosos, pero si la humanidad no tuviésemos que escalar golpe a golpe y paso a paso, el duro ascenso evolutivo, jamás        podríamos apreciar el valor de lo conquistado y la dicha ante el resultado final de nuestro      esfuerzo individual, pues solo se valora y aprecia lo que cuesta nuestro esfuerzo, empeño y     tesón, mientras que lo que se nos regala o nos encontramos sin ningún esfuerzo ni mérito por nuestra parte, no sabremos nunca de la verdadera dimensión de su valor. Por eso, debemos        dar gracias al Padre por habernos hecho tan chiquitos, porque así podremos sentir la dicha  originada  por  nuestro esfuerzo personal cuando consigamos crecer; gracias por habernos      hecho tan imperfectos, pero tan perfectibles, para poder gozar algún día del mérito de nuestro   valor para haber logrado llegar a ese estado de perfección que nos aproxime cada vez más a nuestro Padre Celestial.

              En ocasiones tenemos en la senda de la vida la prueba de un hermano o un compañero     molesto o indeseable. Llegado este caso que constituye a veces una prueba complicada,, deberemos ser conscientes de la situación y procurar tener toda la paciencia necesaria e incluso      la disposición de ayudarle y enseñarle siempre, sobre todo con la fuerza del ejemplo práctico del    día a día. Por eso no debemos criticar negativamente a nadie, porque de ese modo no le ayudaremos; en vez de eso lo  mejor hacer es  tratar de ver su lado positivo y ensalzarlo, porque  de ese modo  le estaremos incentivando para aumentarlo. Esta actitud santifica los lazos de convivencia en el Amor y la Fraternidad, tal como nos enseñó Jesús.

            Si la tarea de convivencia es difícil o dura, por  cuanto nos molestan los defectos de los demás, recordemos las veces que en nuestro pasado nosotros también hemos sido tantas veces con       los demás, molestos, culpables o causantes de dolor  y sin embargo siempre Dios nos perdonó      y nos dio nuevas oportunidades redentoras para aprender las lecciones que nos brinda la vida.

            Cada ser humano que cada día se nos cruza en el camino, debe considerarse como una   bendición de Dios por la oportunidad que se nos presenta  para poder activar los sentimientos       de fraternidad y de solidaridad, así como de desarrollar virtudes tales como la paciencia y la caridad.

              Siempre ante las dificultades de la convivencia, desavenencias e incomprensiones, debemos     ser pacientes y misericordiosos tal como Jesús lo fue y, me atrevería a afirmar que lo sigue     siendo para  toda la Humanidad, porque Él nos da  siempre la oportunidad del aprendizaje y la  corrección.

             - José Luis Martín-

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LA CRUEL INDIFERENCIA




Basta mirar en las grandes ciudades  y allá está el retrato de la indiferencia. Gente maltratada, infeliz, enferma, paupérrima si están caminando por las calles, extendiendo las manos, pidiendo, suplicando.

Del interior de los coches, con las ventanas cerradas,  refrescados por el aire acondicionado, perfumados y alimentados, miramos  esas escenas como si estuviésemos viendo una película.

Algunos hasta reaccionan con cierta irritación. Culpan al Gobierno, reclaman de las diferencias sociales, llaman a los vagabundos los andrajosos que miran  para ellos con aire cabizbajo o infeliz.

Otros viran el rostro, enojados por el espectáculo de la miseria y del abandono.

Y hay los que se compadecen, más tiene miedo de abrir la ventana, de extender la mano, se sonreír.

Todos esos, invariablemente, olvidan los espectáculos de la pobreza enseguida que llegan a casa, a la oficina  o a los locales de ocio.

¿En los restaurantes, quien se acuerda de los hambrientos? Delante de los platos fragantes meticulosamente adornados, quien habría de recordar  a los niños esqueléticos, a las madres que mueren de hambre?

En los cines, las lágrimas nos vienen a los ojos ante las películas que retratan la desigualdad social avasalladora, más  salimos de allá impasibles ante el hombre torturado que sufre a nuestro lado.

¿Que hicimos de nuestra sensibilidad ante el dolor ajeno? ¿En qué punto de nuestra vida  la indiferencia se instaló en nuestro pecho y, con manos de hielo, nos tomo el corazón?

Ciertamente que la caridad  no excluye la prudencia. Y es claro que no debemos responsabilizarnos por todos los dolores del Mundo.

Pero, reflexionemos: ¿Estaremos haciendo  de hecho  todo lo que nos es posible hacer?

De momento damos las sobras de nuestra mesa, las ropas usadas, algunos pocos reales para una institución, todo muy loable.

¿Mas estaremos así contribuyendo para reducir la desigualdad aterradora que se ve en el Mundo?

Cada uno de nosotros, en el papel que desempeña, en el ambiente profesional,  puede contribuir, si, para cambiar  ese estado de cosas.

¿Quién de nosotros  vive  tan aislado que no pueda estimular a alguien al estudio, al trabajo? ¿Quién de nosotros, de excelente condición financiera, escoge un niño pobre y le da  la  oportunidad de estudiar en buenas escuelas?

¿Cuántas veces tenemos la oportunidad de cambiar la vida de alguien  desvalido y nos callamos, nos omitimos, encojemos?

Para aquel que tiene voluntad real de contribuir, la vida ofrecerá muchas oportunidades de hacer la diferencia.

Por eso, abra su corazón para el amor. Desde hoy, deje que sus ojos contemplen el Mundo con mucha más bondad.

Procure ver en cada criatura sufrida a un hermano que  tantea, ciego, en busca de la mano amiga que le ofrezca apoyo y seguridad.

La indiferencia es la oscuridad del alma. Encienda la candela de un corazón sensible  y traiga luminosidad para su vida y para la de sus compañeros de jornada.

Redacción de Momento Espirita

 

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EL PERDÓN DE LAS OFENSAS
INSTRUCCIONES DE LOS ESPÍRITUS

EL Divino Maestro  nos enseñó  que si tenemos un enemigo vayamos a perdonarlo setenta veces siete.

Por otro lado las ciencias psicológicas de la actualidad, concordando con Jesús, aseveran que es preciso sacarnos del corazón cualquier resentimiento, y establecer  el equilibrio en el dominio de nuestras potencialidades mentales, a fin de que la tranquilidad se nos exprese en términos de salud y armonía.

Es forzoso reconocer que el perdón exige operaciones profundas en las estructuras de la conciencia. Los que aspiramos  a seguir a Cristo, debemos pensar primero en nuestro adversario y en su condición de hijo de Dios, tanto como nosotros, y poniéndonos en el lugar de él, imaginarnos como estimaríamos que la ley de Dios  nos tratase en circunstancias análogas.

 El perdón es una extraordinaria terapia para las ulceras morales. Es una elevada expresión del amor, bendice a quien lo da, y pacifica al que lo recibe. Sin el perdón, el clima se intoxica  con vapores venenosos y los individuos se vuelven salvajes, descontrolados; la intolerancia se manifiesta en la agresividad y la ira da armas al odio para la venganza brutal.

El perdón llega, suaviza la gravedad del delito y auxilia en la reparación, mediante la cual el equivocado se rehabilita, modifica su conducta y se torna útil a la comunidad donde está situado.

Aquel que rechaza el perdón, doblemente enfermo, padece hipertrofia de los sentimientos, murmurando venganza y atado a disturbios de la emoción. Toda la doctrina de Jesús, por ser de amor, está labrada en la conducta del perdón.

Si la onda de amor encuentra receptibilidad  en aquel a quien va dirigida, más extraordinarios son los efectos de la dádiva. Jesús envolvía con su compasión a todos los que se aproximaban a Él, siempre misericordioso, porque conocía las lacras humanas y las pasiones mezquinas, que gobiernan a los hombres.

Su presencia en la tierra era un acto de perdón Divino para con los delincuentes humanos, que mataron cruelmente a los profetas y Lo crucificaron, sedientos de sangre. El sabía lo que le aguardaba, y, a pesar de todo, pudo amar y perdonar a los insensatos con los cuales compartió sus horas, esperando de ellos responsabilidad y elevación.

Incluso cuando, fue  abandonado y puesto en la cruz prosiguió perdonando. Las parábolas  se escurrían de Sus labios como perlas luminosas para adornar las almas inmersas en las sombras de la ignorancia.

La maldad es una enfermedad cruel. La falta de compasión enloquece y degrada mientras que el perdón cura y santifica. Felices son los que perdonan, porque se liberan de las pasiones y obtienen paz todo el que arremete, con o sin motivo, sé arremete a sí mismo.

No debemos provocar a nadie, ni lastimar, debemos silenciar las ofensas y distribuir la misericordia en todas partes y a todos aquellos con quienes convivimos.

Los discípulos de Jesús, Felipe, Simón y Pedro llegaron a discutir seriamente con algunos señores, intercambiando, palabras ásperas al respecto, de las edificaciones del Mesías. Jesús comprendió los acontecimientos y serenamente reaccionó   contra las venenosas insinuaciones  a su respecto Pedro y Felipe trataron de encontrarse con el Señor, ansiosos por la claridad de sus enseñanzas.  ¡Maestro, os llamaron siervo de Satanás y reaccionamos, rápidamente! _Pedro decía con ingenua sinceridad. muy difícil que nos veamos con alguna parte de culpa  en los sucesos indeseables de los cuales nos hacemos victimas; más al influjo de la Divina Providencia, a cuyo patrocinio recurrimos, no sería posible recordar  nuestros impulsos menos felices, las sugestiones delictuosas que habremos lanzado sin rumbo, las pequeñas acusaciones indebidas y las diminutas desconsideraciones que perpetramos, algunas veces, hasta sin pensar, sobre el compañero que no resistió más la persistencia de nuestras provocaciones, cayendo, por fin en la situación de enemigo delante de nosotros.

Solo efectuando un auto examen la visión del montante de nuestras faltas no nos permitiría emitir cualquier tipo de censura en perjuicio de alguien.

Muy por el contrario, veremos en nuestro interior la necesidad urgente de la Misericordia Divina para nuestro adversario y para nosotros.

Entonces no hablaremos más en singular, delante de aquel que nos hiere diciendo: “yo te perdono” y si, diremos delante de cualquier ofensor orando a Dios “Padre de Infinita Bondad, perdónanos a los dos”.

 Nadie por muy agresivo que sea puede matar la vida. Seguimos viviendo, así como sigue viviendo el criminal. Y la posición de víctima es siempre la mejor, la más feliz. Quien a los otros hiere, se hiere a sí mismo, quien hace infeliz a su prójimo, a sí mismo se destruye en el campo de la emoción; con la diferencia de que aquel que aparentemente es el perdedor, si ama perdona, estará exento de toda aflicción y será inalcanzable, por lo tanto feliz.

Sepamos, cuando sea necesario, reprender con dulzura, discutir sin exaltarnos, juzgar todas las cosas con moderación y benevolencia; huyamos de todo lo que apasiona y sobreexcita.

 La indulgencia, la simpatía y la bondad apaciguan a los hombres, los atraen hacia nosotros, los disponen a prestar oído a nuestra opinión confiados, en tanto que la severidad les rechaza y les aleja.

La bondad nos crea así una especie de austeridad moral sobre las almas, nos proporciona más medios de conmoverlas y de orientarlas hacia el bien. Hagamos de esta virtud pues, una antorcha con cuya ayuda podamos llevar la luz a las inteligencias más oscuras, tarea delicada, pero que hará más fácil un poco de amor hacia nuestros hermanos unido al sentimiento profundo de la solidaridad.

“La misericordia es el complemento de la dulzura, porque aquel que no sea misericordioso no podrá ser blando y pacifico; Ella consiste en el olvido y en el perdón de las ofensas”.

La oración del Divino Maestro, la única que el hombre tiene de Jesús y que casi todos los hombres  conocen para rogar al Padre es la del “padre nuestro “y en ella dice:

“Perdona nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores “. Cuando pronunciamos las palabras “perdona nuestras deudas.....”no solo estamos a la  espera del beneficio para nuestro corazón y para nuestra conciencia, sino estamos igualmente asumiendo el compromiso de disculpar a los que nos ofenden, todos solemos observar con evasivas los grandes defectos que existen en nosotros reprobando, sin examinar, pequeñas faltas ajenas.

Por eso mismo, Jesús, enseñándonos a orar nos recomendó olvidar cualquier amargura que alguien nos haya causado.

Si no ofrecemos reposo a la mente del prójimo, ¿ cómo podremos aguardar el descanso para nuestros pensamientos? ¿Será justo conservar todo el pan, en nuestra casa, dejando el hambre aniquilar la residencia del vecino?.

 - Merchita-
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COMUNICACIÓN
Querida familia: la Paz de Nuestro Padre sea para
vosotros todos y que el bienestar espiritual sea eterno.
                                                

                                                          


                               LESIONES EN EL ALMA 

Frente a los acontecimientos infortunados que pueden sorprenderte en la senda por donde transitas buscando la renovación, resguárdate en la fe razonada que te impulsa al trabajo dignificante. Si persistes en el malhumor, cultivando amarguras y alimentando odios, estás en peligro. Si te entretienes en la maledicencia o en la ociosidad, o te conduces bajo lluvias de improperios que parten de tu rebeldía, estás al borde de un terrible despeñadero. Si sustentas rivalidades y aceptas el desafío de las ofensas, o te interesas por nutrir enemistades, te encuentras en la frontera del desequilibrio. 

Ampárate en la calma ante cualquier dificultad o bajo torrentes de amenazas, sin permitirte la oportunidad de sintonizar en la faja de la agresión. Esos enemigos a los que sustentas y vitalizas con asiduidad, te producen graves lesiones en el alma, desarticulando los engranajes sutiles encargados del equilibrio fisiopsíquico que te es tan necesario. Las realizaciones edificantes y los procesos degenerativos que se exteriorizan en el cuerpo, proceden del alma. 

Ulceraciones del estómago y del duodeno, problemas hepáticos y disfunciones intestinales, manifestaciones cancerígenas y disturbios emocionales que propician la ansiedad, la neurosis, la psicosis y otras alienaciones, tienen sus orígenes en la intimidad del alma en desorden. Enfermedades perfectamente evitables en el campo mental y en los cuadros físicos, derivan del descontrol de la voluntad y del mal uso de los valores que la vida proporciona para el progreso. 
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De ese modo, si anhelas la salud, deseando el equilibrio psicofísico, aprende a dirigir tu conducta mental y moral, no dando guarida a las garras del mal ni a los rayos de perversidad que aún se propagan en la Tierra. Entrégate a la acción del trabajo constante, para no tener tiempo para la queja o el malhumor, ni para averiguar acerca del error ajeno y de la ingratitud, amando y esperando, al amparo de la dádiva luminosa de la fe que te muestra el porvenir feliz que te aguarda, si perseveras, fiel hasta el fin. 

Por el espiritu Juana de Angelis 
Médium Divaldo Pereira Franco 
Extraído del libro "Receta de paz"

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