LOS QUE SON CAPACES DE DAR
UN PASO AL FRENTE
Muchos se refirieron a la justicia...
Pero fue Moisés quien primero logró definirla entre los hombres.
Muchos sintieron la necesidad del amor, como único medio de sustentación de la concordia y la fraternidad entre los seres humanos ...
Sin embargo, hasta la llegada de Jesús nadie consiguió ejemplificarlo sobre la Tierra como Él.
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Tal como ocurre en el plano moral, asi también ha acontecido en todos los sectores de la actividad humana .
Muchos manifestaron la imperiosa necesidad de una más amplia divulgación de la cultura...
No obstante, hasta Gutenberg no se logró alcanzar las concepciones fundamentales que dieron gran impulso a la imprenta.
Muchos observaron que el mundo de la química debía tener por base un elemento extremadamente simple...
Pero fue Cavendish quien llegó a descubrir las propiedades del hidrógeno.
Muchos alcanzaron a vislumbrar la posibilidad de podernos defender del rayo eléctrico...
Mas solo Franklin fue quien ideó la creación del pararrayos.
Muchos pensaron en un medio de transporte más rápido.
Pero solamente uno inventó la locomotora: Stephenson.
Muchos presintieron la existencia de la gravitación...
Empero fue Newton, únicamente, quien tuvo el mérito de enunciarla como ley.
Muchos anduvieron tras el intento de gravar la voz..
Con todo, solo Edison corporizó la idea del fonógrafo.
Muchos sospechaban de la influencia maléfica de los bacilos...
Mas la inmunización fue conseguida gracias a Pasteur.
Muchos estudiaron las ondas electromagnéticas...
No obstante, Marconi fue quien alcanzó a establecer las comunicaciones inalámbricas.
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A través de los siglos, muchos también admitieron la comunicación entre los hombres, habitantes del plano físico, y los Espíritus que poblan el Espacio...
Sin embargo, sólo Allan Kardec fue quien definió el ejercicio de las facultades mediúmnicas, inaugurando, asi, una nueva era para la vida mental de la humanidad.
Gloria, pues, al "Libro de los Médiums" que armoniza el pensamiento puro y original del Codificador con la mediumnidad bajo la égida de Jesús. ¡ Estudiémoslo!
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Tal como ocurre en el plano moral, asi también ha acontecido en todos los sectores de la actividad humana .
Muchos manifestaron la imperiosa necesidad de una más amplia divulgación de la cultura...
No obstante, hasta Gutenberg no se logró alcanzar las concepciones fundamentales que dieron gran impulso a la imprenta.
Muchos observaron que el mundo de la química debía tener por base un elemento extremadamente simple...
Pero fue Cavendish quien llegó a descubrir las propiedades del hidrógeno.
Muchos alcanzaron a vislumbrar la posibilidad de podernos defender del rayo eléctrico...
Mas solo Franklin fue quien ideó la creación del pararrayos.
Muchos pensaron en un medio de transporte más rápido.
Pero solamente uno inventó la locomotora: Stephenson.
Muchos presintieron la existencia de la gravitación...
Empero fue Newton, únicamente, quien tuvo el mérito de enunciarla como ley.
Muchos anduvieron tras el intento de gravar la voz..
Con todo, solo Edison corporizó la idea del fonógrafo.
Muchos sospechaban de la influencia maléfica de los bacilos...
Mas la inmunización fue conseguida gracias a Pasteur.
Muchos estudiaron las ondas electromagnéticas...
No obstante, Marconi fue quien alcanzó a establecer las comunicaciones inalámbricas.
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A través de los siglos, muchos también admitieron la comunicación entre los hombres, habitantes del plano físico, y los Espíritus que poblan el Espacio...
Sin embargo, sólo Allan Kardec fue quien definió el ejercicio de las facultades mediúmnicas, inaugurando, asi, una nueva era para la vida mental de la humanidad.
Gloria, pues, al "Libro de los Médiums" que armoniza el pensamiento puro y original del Codificador con la mediumnidad bajo la égida de Jesús. ¡ Estudiémoslo!
Espiritu Benefactor André Luiz
Medium Waldo Vieira
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CAUSAS ACTUALES DE LAS AFLICCIONES
4. Las vicisitudes de la vida son de dos clases, o si se quiere, tienen dos origenes muy diferentes que conviene distinguir: las unas tienen la causa en la vida presente, y las
otras fuera de esta vida.
Remontándonos al origen de los males terrestres, se reconocerá que muchos son consecuencia natural del carácter y de la conducta de aquellos que los sufren. ¡Cuántos
hombres caen por su propia falta! - Cuántos son victimas de su imprevisión, de su orgullo y de su ambición! - ¡Cuántas personas arruinadas por falta de orden, de perseverancia, por no tener conducta o por no haber sabido limitar sus deseos! - ¡Cuántas uniones desgraciadas, porque sólo son cálculo del interés o de la vanidad, y en las que para nada entra el corazón! - ¡Cuántas disenciones y querellas funestas se hubieran podido evitar con más moderación y menos susceptibilidad! - ¡Cuántas enfermedades y dolencias son consecuencia de la intemperancia y de los excesos de todas clases! - ¡Cuántos padres son desgraciados por sus hijos porque no combatieron las malas tendencias de éstos en su principio! Por debilidad o indiferencia han dejado desarrollar en ellos los gérmenes del orgullo, del egoísmo y de la torpe vanidad que secan el corazón, y más tarde, recogiendo lo que sembraron, se admiran y se afligen de su falta de deferencia y de su ingratitud. Pregunten fríamente a conciencia todos aquéllos que tienen herido el corazón por las vicisitudes y desengaños de la vida; remóntense paso a paso al origen de los males que les afligen, y verán si casi siempre podrán decirse: "Si yo hubiese o no hubiese hecho tal cosa, no me encontraría en tal posición". ¿A quién debe, pues, culparse de todas estas aflicciones, sino a sí mismo? Así es como el hombre, en un gran número de casos, es hacedor de sus propios infortunios, pero en vez de reconocerlo, encuentra más sencillo y menos humillante para su vanidad, acusar a la suerte, a la Providencia, al mal éxito, a su mala estrella, siendo así que su mala estrella es su incuria o su ambición.
Los males de esta clase seguramente forman un contingente muy notable en las vicisitudes de la vida; pero el hombre los evitará cuando trabaje para su mejoramiento moral tanto como para su mejoramiento intelectual.
5. La ley humana alcanza a ciertas faltas y las castiga; el condenado puede,pues, decir que sufre la consecuencia de lo que ha hecho; pero la ley no alcanza ni puede alcanzar a todas las faltas; castiga más especialmente aquellas que causan perjuicio a la sociedad y no aquellas que dañan a los que las cometen. Sin embargo, Dios quiere el progreso de todas las criaturas; por esto no deja impune ningún desvío del camino recto; no hay una sola falta, por ligera que sea, una sola infracción a su ley, que no tenga consecuencias forzosas e inevitables, más o menos desagradables; de donde se sigue que, tanto en las cosas pequeñas como en las grandes, el hombre es siempre castigado por donde ha pecado. Los sufrimientos, que son su consecuencia, le advierten de que ha obrado mal, le sirven de experiencia, le hacen sentir la diferencia del bien y del mal y la necesidad de mejorarse para evitar en lo sucesivo lo que ha sido para él origen de pesares; sin esto no hubiera tenido ningún motivo de corregirse; confiando en la impunidad, retardaría su adelanto, y por consiguiente su felicidad futura.
Pero la experiencia viene algunas veces un poco tarde, cuando la vida está gastada y turbada, cuando las fuerzas están debilitadas y cuando el mal no tiene remedio. Exclama el hombre: Si al principio de la vida hubiese sabido lo que sé ahora, ¡cuántos pasos falsos hubiera evitado! ¡"Si tuviera que empezar ahora", me conduciría de muy distinto modo, pero ya no es tiempo! Así como el operario perezoso dice: He perdido mi jornal, él también dice: He perdido mi vida; pero así como para el jornalero el sol sale al día siguiente y empieza un nuevo día que le permite reparar el tiempo perdido, también para él, después de la noche de la tumba, resplandecerá el sol de una nueva vida en la que podrá valerle la experiencia del pasado y sus buenas resoluciones para el porvenir.
6. Pero si bien hay males cuya primera causa es el hombre en esta vida, hay otros a los que es extraño enteramente, al menos en apariencia, y que parecen herirle como por una fatalidad. Tal es, por ejemplo, la pérdida de los seres queridos y de los que son el sostén de la familia; tales son también los accidentes que ninguna previsión puede evitar, los reveses de la fortuna que burlan todas las medidas de la prudencia, las plagas naturales, las dolencias de nacimiento, particularmente aquellas que quitan al desgraciado los medios de ganarse la vida con su trabajo, las deformidades, el idiotismo,la imbecilidad, etc. Los que nacen en semejantes condiciones, seguramente no han hecho nada en esta vida para merecer una suerte tan triste, sin compensación y que no podían evitar; que están en a imposibilidad de cambiarla por sí mismos y que les deja a merced de la conmiseración pública. ¿Por qué, pues, tantos seres desgraciados, mientras que a su lado, bajo un mismo techo, en la misma familia, hay otros favorecidos en todos conceptos?
¿Qué diremos, en fin, de esos niños que mueren en edad temprana y no conocieron, de la vida más que los sufrimientos? Problemas que ninguna filosofía ha podido aún resolver, anomalías que ninguna religión ha podido justificar y que serían la negación de la bondad, de la justicia y de la providencia de Dios, en la hipótesis de que el alma es creada al mismo tiempo que el cuerpo, y que su suerte está irrevocablemente fijada después de una estancia de algunos instantes en la tierra. ¿Qué han hecho esas almas que acaban de salir de las manos del Creador para sufrir tantas miserias en este mundo, y para merecer en el porvenir una recompensa o un castigo cualquiera, cuando no han podido hacer ni bien ni mal?
Sin embargo, en virtud del axioma de que "todo efecto tiene una causa", esas miserias son efectos que deben tener una causa; y desde el momento en que admitimos un Dios justo, esa causa debe ser justa, luego, precediendo siempre la causa al efecto, y puesto que aquélla no está en la vida actual, debe ser anterior a esta vida, es decir, pertenecer a una existencia precedente. Por otra parte, no pudiendo Dios castigar por el bien que se ha hecho ni por el mal que no se ha hecho, si somos castigados, es que hemos hecho mal si no lo hemos hecho en esta vida, lo habremos hecho en otra. Esta es una alternativa de la que es imposible evadirse, y en la que la lógica dice de qué parte está la justicia de Dios.
El hombre, pues, no es castigado siempre o completamente castigado, en su existencia presente; pero nunca se evade a las consecuencias de sus faltas. La prosperidad del malo sólo es momentánea, y si no expia hoy, expiará mañana, mientras que el que sufre, sufre por expiación de su pasado. La desgracia que en un principio parece inmerecida, tiene su razón de ser, y el que sufre puede decir siempre: "Perdonadme, Señor, porque he pecado".
7. Los sufrimientos por causas anteriores, son, a menudo, como los de las faltas
actuales; consecuencia natural de la falta cometida; es decir, que por una justicia
distributiva rigurosa, el hombre sufre lo que ha hecho sufrir a los otros; si ha sido duro e
inhumano, podrá a su vez ser tratado con dureza y con inhumanidad; si ha sido orgulloso, podrá nacer en una condición humillante; si ha sido avaro y egoísta y ha hecho mal uso de su fortuna, podrá carecer de lo necesario; si ha sido mal hijo, los suyos le harán sufrir.
Así es como se explican, por la pluralidad de existencias y por el destino de la tierra como mundo expiatorio, las anomalías que presenta la repartición de la felicidad y la desgracia entre los buenos y malos en la tierra; esta anomalia sólo existe en apariencia, porque se toma su punto de vista desde la vida presente; pero si uno se eleva con el pensamiento demodo que pueda abrazar una serie de existencias, verá que a cada uno se le ha dado la parte que merece, sin perjuicio de la que se le señala en el mundo de los espíritus, y que la justicia de Dios jamás se interrumpe.
El hombre nunca debe perder de vista que se halla en un mundo inferior, donde sólo permanece por sus imperfecciones. A cada vicisitud debe decirse que si perteneciera a un mundo más adelantado, no le sucederia esto, y que de él depende el no volver aquí trabajando para su mejoramiento.
8. Las tribulaciones de la vida pueden ser impuestas a espíritus endurecidos o
demasiado ignorantes para hacer una elección con conocimiento de causa; pero son
elegidas libremente y aceptadas por los espíritus arrepentidos que quieren reparar el
mal que han hecho y acostumbrarse a obrar mejor. Lo mismo sucede con el que,
habiendo cumplido mal su tarea, pide que se le deje empezar de nuevo para no perder el
beneficio de su trabajo. Estas tribulaciones son, pues, a la vez, expiaciones por el pasado
que castigan y prueban para el porvenir que preparan. Demos gracias a Dios porque en
su bondad concede al hombre la facultad de la reparación y no le condena irrevocablemente por una primera falta.
9. Tampoco debe creerse que todo sufrimiento en la tierra sea necesariamente indicio de una falta determinada; a menudo son simples pruebas elegidas por el espíritu para acabar su purificación y activar su adelantamiento. Así es que la expiación sirve siempre de pruebas, pero la prueba no es siempre una expiación; pruebas o expiaciones son siempre señales de una inferioridad relativa, porque el que es perfecto no tiene necesidad de ser probado. Un espíritu puede, pues, haber adquirido cierto grado de elevación, pero queriendo aún adelantar más, solicita una misión, una tarea que cumplir, por lo que será tanto más recompensado si sale victorioso, cuanto más penosa haya sido la lucha.
Tales son, especialmente, esas personas de instintos naturalmente buenos, de alma
elevada, de nobles sentimientos innatos, que parece que nada trajeron de malo de su
existencia precedente, y que sufren con una resignación muy cristiana los más grandes
dolores, pidiendo a Dios sobrellevarlos sin murmurar. Por el contrario, se pueden
considerar como expiaciones las aflicciones que excitan la murmuración y conducen al
hombre a rebelarse contra Dios.
El sufrimiento que no excita murmuraciones, sin duda puede ser una expiación;pero más bien indica que ha sido escogido voluntariamente y no impuesto, y la prueba de una fuerte resolución es señal de progreso.
10. Los espíritus no pueden aspirar a la perfecta felicidad, sino cuando son puros; toda mancha les cierra la entrada de los mundos dichosos. Lo mismo sucede a los pasajeros de una embarcación infestada por la peste, a los que les está prohibido entrar en la ciudad hasta que se hayan purificado. Los espíritus se despojan poco a poco de sus imperfecciones en sus diversas existencias corporales. Las pruebas de la vida perfeccionan cuando se sobrellevan bien; como expiaciones, borran las faltas y purifican; es el remedio que limpia la llaga y cura al enfermo; cuanto más grave es el mal, más enérgico debe ser el remedio. El que sufre mucho debe decir que tenía mucho que expiar, y alegrarse de curar bien pronto; depende de él hacer este sufrimiento provechoso con su resignación y no perder el fruto con sus murmuraciones, pues no haciéndolo así, tendría que empezar de nuevo.
Tomado del Evangelio Según el Espiritismo
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SALUDOS Y REFLEXIÓN DE MERCHITA
Queridos amigos, hola buenos días. Es muy difícil practicar la caridad con los hombres que no son amables, ya que nos complacemos en considerar únicamente, los malos aspectos de sus caracteres, sus defectos, sus pasiones y sus debilidades, olvidando con demasiada frecuencia que nosotros mismos no estamos exentos de ellos, y que si ellos necesitan de caridad nosotros no tenemos menos necesidad de indulgencia.
No solo el mal reina en este mundo, hay también mucho bien en el hombre, hidalguía y virtudes. Sobre todo hay sufrimiento. Si queremos ser caritativos, y debemos serlo, tanto por nuestro propio interés como por el orden social, no nos obstinemos en nuestros juicios acerca de nuestros semejantes, en lo que pude llevarnos a la maledicencia y a la denigración, debemos ver en el hombre, sobretodo, a un compañero de sufrimientos, a un hermano de armas en las luchas de la vida. Considerando los males que padecen en todas las categorías de la sociedad. ¿Quién no soporta el peso de las tristezas y de las amarguras? ¿Quién es el que no oculta una llaga en el fondo de su alma? Si nos colocamos en este punto de vista para considerar al prójimo, nuestra benevolencia se cambiará al punto de simpatía.
Procuremos aliviar los males, enjugar las lágrimas, trabajando con todas nuestras fuerzas para que se produzca en la Tierra un reparto más equitativo de los bienes materiales y de los tesoros del pensamiento. Una buena palabra, un consejo desinteresado, un cordial apretón de manos, tienen mucho poder sobre las almas ulceradas por el dolor. Los vicios del pobre nos indignan y, sin embargo, ¡cuánta disculpa hay en el fondo de su miseria! No pretendamos ignorar sus virtudes, que son mucho más asombrosas, puesto que florecen en el lodazal.
¡Cuantas abnegaciones oscuras hay entre los humildes! ¡Cuántas luchas heroicas y tenaces contra la adversidad! Sin duda, mucho fango y muchas cosas repugnantes se encuentran en las escenas de las vidas de los débiles. Quejas y blasfemias, embriaguez y proxenetismo, hijos sin corazón y padres sin entrañas: todas las fealdades se confunden en ellas; pero bajo este exterior repulsivo existe siempre el alma humana que sufre, el alma hermana nuestra, digna siempre de interés y de afecto.
Sustraerla al lodo de la cloaca, esclarecerla, hacerla subir, grada a grada por la escala de la rehabilitación ¡Qué gran tarea! Todo se purifica con el Sol de la Caridad. Es el fuego que abrazaba al Cristo, a los Vicentes de Paul, y a todos aquellos, que en su inmenso amor hacia los débiles y los abatidos, encontraron el principio de su abnegación sublime.
La caridad tiene otras formas diferentes de solicitud para con los desdichados. La caridad material o bienhechora puede aplicarse a un cierto número de semejantes bajo la forma de socorro, de sostén o de estimulo. La caridad moral debe extenderse a todos los que participan de nuestra vida en este mundo.no consiste en limosnas, sino en una benevolencia que debe envolver a todos los hombres, desde el más virtuoso al más criminal y regir nuestras relaciones con ellos. Esta caridad podemos practicarla todos, por muy modesta que sea nuestra condición.
La verdadera caridad es paciente e indulgente. No humilla ni desdeña a nadie; es tolerante, y si trata de disuadir, es con dulzura y sin violentar las ideas que se profesan.
El hombre caritativo hace el bien en la sombra; disimula sus buenas acciones, mientras que la vanidosa proclama lo poco que hace. “Que tu mano derecha no sepa lo que hace la izquierda” dijo Jesús – “El que hace el bien con ostentación ya ha recibido su recompensa”.
Dar a escondidas, ser indiferente a las alabanzas de los hombres es mostrar una verdadera elevación de carácter, es colocarse por encima de los juicios de un mundo y buscar la justificación de los actos en la vida que nunca acaba.
En estas condiciones, la ingratitud y la injusticia no pueden alcanzar al hombre caritativo. Hace el bien porque es su deber y sin esperar obtener ventaja alguna. No busca recompensas; deja a la ley eterna el cuidado de hacer que se deduzcan las consecuencias de sus actos, o, más bien, ni siquiera piensa en ello. Es generoso sin cálculo. Para favorecer a los demás, sabe privarse de si mismo, penetrado de la idea de que no existe merito alguno en dar lo superfluo. Por eso, el óbolo del pobre, el dinero de la viuda, el pedazo de pan compartido con el compañero de infortunio tienen más valor que la prodigalidad del rico. El pobre, en su carencia de lo necesario, puede aun socorrer al que es más pobre que el.
El oro no agota todas las lágrimas ni cura todas las llagas. Hay males para los que una amistad sincera, una ardiente simpatía, una efusión del alma harán más que todas las riquezas.
Por eso seamos generosos con los que han sucumbido en su lucha contra el mal, contra sus pasiones,; seamos generosos para con los pecadores; los criminales y duros de corazón. Pensemos siempre que su responsabilidad depende de sus conocimientos, que más se pide a aquel que más sabe.
Desempeñemos desde ahora todas nuestras tareas con caridad. Si no encontramos retribución espiritual, en el dominio del entendimiento, en sentido inmediato, sabemos que el Padre nos acompaña a todos devotamente.
Si encontramos piedras y espinos en el camino, fijémonos en Jesús y pasemos.
Amigos os deseo con mucho amor y cariño que paséis un feliz viernes, Merchita
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La Muerte Espiritual
La cuestión de la muerte espiritual, es uno de esos principios nuevos, que denotan el progreso en la ciencia espiritista.
El modo en que fue presentado este tema, como cierta teoría individual, hizo que fuese rechazado, porque parecía implicar la pérdida a un tiempo dado, del Yo, que caracteriza al individuo, y asimilar las transformaciones del alma, a las que sufre la materia, cuyos elementos se desagregan, para dar lugar a la formación de nuevos cuerpos.
De esto se desprende que los seres perfeccionados serian en realidad nuevos seres, lo cual no es admisible, si se atiende a que la equidad de las penas y goces futuros no puede ser evidente sin admitir la perpetuidad de los mismos seres marchando constantemente por la vía del progreso, y limpiándose de sus imperfecciones por medio del trabajo y con los esfuerzos de su voluntad.
Tales eran las consecuencias que a priori podían deducirse de esa teoría, que confesamos no fue presentada con pretensiones, ni movida por el orgullo del que quiere imponerse a los demás, ya que el autor dijo muy modestamente, que solo traía su ideal al terreno de la discusión, y que bien podría ser que de esta idea brotara una nueva verdad.
Según el parecer de nuestros guías espirituales, hubo la idea de que en la forma como fue planteada, dio lugar a una torcida interpretación, siendo esta la razón por la cual se nos ha invitado a estudiar detenidamente el asunto, lo que trataremos de hacer, tomando por base la observancia de los hechos, que resultan de la situación del Espíritu, en las épocas de su entrada en la vida corporal y su vuelta a la vida espiritual.
En el momento de la muerte del cuerpo, vemos al Espíritu que se queda en una profunda turbación y pierde la conciencia de sí mismo, hasta tal punto, que jamás recuerda el último suspiro exhalado por su cuerpo.
Pero poco a poco la turbación se disipa; el Espíritu se reconoce como el hombre que despierta de un profundo sueño; su primera sensación es la del que se encuentra libre de la pesada materia que le oprimía, pero pronto llega al perfecto conocimiento de su nueva situación.
Esta es idéntica a la de un hombre, a quien se cloroformiza para practicar una amputación y que durante el sueño, se traslada a una habitación distinta.
Al despertar se siente desembarazado del miembro causa de su sufrimiento anterior y en su sorpresa, le busca repetidas veces; así también el Espíritu separado del cuerpo, ve a este a su lado y le busca; sabe que es el suyo y se admira de la separación, pero poco a poco se da cuenta de su nuevo estado.
En el fenómeno descrito, no ha habido otra cosa que un cambio material de situación; pues respecto de lo moral, el Espíritu es exactamente lo mismo que era pocas horas antes.
Sus facultades, ideas, gustos, inclinaciones y carácter son los mismos; no han sufrido modificación alguna sensible; y los cambios que estas cualidades puedan experimentar, solo se operan gradualmente y merced a la influencia de cuanto le rodea.
En resumen: la muerte ha sido para el cuerpo, pues para el Espíritu, no ha sido otra cosa que un sueño.
En la reencarnación las cosas suceden de muy distinto modo.
En el momento de la concepción del cuerpo destinado al Espíritu, éste se encuentra envuelto por una corriente fluídica que le atrae hacia el punto de su nueva morada, y desde este momento, el Espíritu pertenece a un cuerpo, como este cuerpo le pertenece a él hasta la muerte del mismo, a pesar de que la unión completa entre la materia y el Espíritu' no tiene lugar hasta el instante precise del nacimiento.
Luego que ha tenido lugar la concepción, se apodera del Espíritu una turbación especial; sus ideas se ofuscan; sus facultades se aniquilan y esa turbación va creciendo a medida que el lazo de unión del Espíritu con el cuerpo se estrecha más y más, siendo completa en los últimos tiempos de la gestación; de tal suerte, que el Espíritu no es nunca testigo del nacimiento de su cuerpo, como tampoco tiene conciencia de la muerte de éste.
Pero nace el niño y respira, y la turbación desaparece paulatinamente, y las ideas renacen, si bien en otras condiciones que cuando muere el cuerpo.
En el acto de la reencarnación, las facultades del Espíritu no quedan solamente entorpecidas por una especie de sueño momentáneo, como sucede cuando aquél vuelve a la vida espiritual, porque todas, sin excepción alguna, pasan al estado latente.
La vida corporal tiene por objeto desarrollar esas facultades por medio del ejercicio, pero no pueden serlo todas simultáneamente, porque el desarrollo de unas podría perjudicar a las demás, mientras que con el desarrollo sucesivo, no existe este inconveniente.
Es menester, pues, que algunas permanezcan en reposo mientras que otras se ejercitan; y esto explica por que en una nueva existencia, un Espíritu puede aparecer bajo un aspecto bien distinto que en su anterior vida corporal, sobre todo si no es de los más adelantados.
Por ejemplo: en un Espíritu podría ser muy activa la facultad musical; concebirá, percibirá y por consiguiente ejecutará todo aquello que es necesario al desenvolvimiento de esta facultad: en otra existencia se perfeccionará en la pintura, poesía, ciencias exactas, etc., y mientras otras nueva facultades se desarrollan, la de la música se conservará en estado latente, no perdiendo por esto el adelanto adquirido en la existencia anterior.
Resulta, pues, de lo expuesto, que el que en una existencia ha sido artista, en otra será tal vez un gran sabio, hombre de Estado o estratega, sin que como artista tenga importancia alguna, o viceversa.
El estado latente en que permanecen las facultades de un Espíritu cuando se encarna de nuevo, explica el olvido completo de las existencias anteriores, mientras que el recuerdo de la vida corporal es entero al despertar el Espíritu de la especie de aletargamiento en que queda en el momento de la muerte del cuerpo.
Las facultades que se manifiestan en el Espíritu, están naturalmente en relación con la posición social que aquél debe ocupar en el mundo y también con las pruebas que ha elegido; sin embargo, sucede a veces que las preocupaciones sociales le rebajan o elevan más de lo conveniente, lo cual hace que alguno Espíritus no estén, intelectual y moralmente hablando, en relación con el lugar que ocupan.
Este hecho, por los inconvenientes que consigo lleva, forma parte de las pruebas elegidas y debe cesar con el progreso, porque en un orden social adelantado, todo se arregla según la lógica de las leyes naturales, no siendo por derecho de nacimiento llamado a gobernar, aquel que solo es apto para trabajos manuales.
Pero volvamos al Espíritu en la infancia de su cuerpo. Hemos visto que hasta el momento de nacer, todas las facultades del Espíritu se encontraban en estado latente, y por lo tanto, el Espíritu sin tener conciencia de sí mismo; las facultades que deben ejercitarse en la nueva existencia no se manifiestan súbitamente en el momento de nacer, sino que se desarrollan gradualmente con los órganos destinados a su manifestación; pero por su actividad íntima, cada facultad acelera el desarrollo de su órgano correspondiente, le empuja, por decirlo así, del mismo modo que empuja la corteza del árbol, el vástago que se oculta debajo de aquella.
Resulta, pues, que en la infancia, el Espíritu no disfruta del pleno goce de ninguna de sus facultades, no solamente como ser humano, sino tampoco como Espíritu, porque es un verdadero niño, lo mismo que el cuerpo al cual esta sujeto.
Ni se encuentra comprimido penosamente en el cuerpo imperfecto todavía, porque de otro modo, Dios hubiera hecho de la encarnación un suplido para todos los Espíritus, buenos o malos indistintamente.
No sucede lo mismo con el idiota y el imbécil, cuyos órganos, no habiéndose desarrollado en relación con las facultades del Espíritu, ponen a éste en la situación de un hombre sujeto por fuertes lazos que le impiden moverse libremente.
Y esta es la razón por que puede evocarse al Espíritu de un idiota y obtener del mismo, contestaciones cuerdas, mientras que el de un niño de muy corta edad, se ve privado de dar respuesta alguna.
Todas las facultades y aptitudes se encuentran en embrión en el Espíritu, desde la creación de éste, si bien en estado rudimentario, como se encuentran todos los órganos en el primer filamento del feto informe y todas las partes del árbol en la semilla.
El salvaje que más tarde llegará a ser un hombre civilizado, posee todos los gérmenes que un día harán del mismo un sabio, un artista o un filósofo.
A medida que esos gérmenes llegan al estado de madurez, la Providencia da al Espíritu, para la vida terrestre, un cuerpo apropiado a su aptitud, y así es que el cerebro de un europeo esta mejor organizado y provisto de mayor número de órganos que el de un salvaje.
Para la vida espiritual, la misma Providencia le facilita un cuerpo fluídico o periespíritu, más útil e impresionable que el anterior para otras sensaciones, y a medida que el Espíritu muera a cada nueva encarnación para resucitar luego con nuevos atributos, sin dejar por esto de ser siempre el mismo.
Sirva de ejemplo, para demostrar más palpablemente lo que acabamos de decir, un campesino que se enriquece y pasa a ser un gran señor; ha abandonado su cabaña para habitar un palacio, y el paño burdo de que labraba sus vestidos, por ricas telas y bordados; todo cambia en él: sus costumbres, gustos, lenguaje y carácter; en una palabra, no parece sino que el campesino ha muerto y ha enterrado su buriel, para nacer tan mejorado que casi es desconocido. Y sin embargo, es el mismo individuo, y en él no ha habido otra cosa que una transformación.
Cada existencia corporal, es, pues, para el Espíritu, un motivo de progreso más o menos perceptible.
Vuelto al mundo de los Espíritus, lleva consigo un nuevo caudal de ideas; su horizonte moral se dilata, sus percepciones son más finas y delicadas; ahora ve y comprende lo que antes no veía ni comprendía y su vista, que al principio no iba mas allá de su última existencia, abarca sucesivamente todas sus existencias anteriores, como el hombre que eleva en el aire, abarca cada vez más vastos horizontes.
En cada una de las estaciones del Espíritu en la erraticidad, se desarrollan a su vista nuevas maravillas del mundo invisible, porque cada vez se descorre para él un nuevo velo.
Al mismo tiempo su envoltura fluídica se mejora, se vuelve más ligera y brillante, hasta que por fin será resplandeciente. Es un Espíritu casi nuevo; es el labriego de que hemos hablado antes, pulido y transformado. El Espíritu primitivo ha muerto: sin embargo, siempre es el mismo Espíritu.
He aquí explicado como debe entenderse, según nuestro modo de ver, la muerte espiritual.
Tomado del libro “Obras Póstumas”
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