miércoles, 6 de noviembre de 2013

NECESIDAD DE LA ENCARNACIÓN


                             
 NADIE PUEDE VER EL REINO DE DIOS SI NO NACIERE DE NUEVO


25. ¿Es un castigo la encarnación y sólo están sujetos a ella
los Espíritus culpables?


El tránsito de los Espíritus por la vida corporal es necesario
para que puedan cumplir, con la ayuda de una acción material, los designios cuya ejecución Dios les confió; es necesario para ellos mismos porque la actividad que están obligados a desempeñar ayuda el desarrollo de su inteligencia. Siendo Dios soberanamente justo, debe considerar igualmente a todos sus hijos; por esto da a todos un mismo punto de partida, la misma aptitud, las mismas obligaciones que cumplir y la misma libertad de obrar, todo privilegio sería una preferencia y toda preferencia una injusticia.


Pero la encarnación, para todos los Espíritus, sólo es un estado transitorio; es un deber que Dios les impone al empezar su vida,como primera prueba del uso que harán de su libre albedrío. Los que desempeñan ese deber con celo, pasan rápidamente y con menos pena los primeros grados de iniciación, y gozan más pronto del fruto de sus trabajos. Por el contrario, aquellos que hacen mal uso de la libertad que Dios les concede, retardan su adelanto; así es que por su obstinación, pueden prolongar indefinidamente la necesidad de reencarnarse, y entonces es cuando la encarnación se torna un castigo. (SAN LUIS, París, 1859).


26. Nota. Una comparación vulgar hará comprender mejor esta diferencia. El estudiante no obtiene los grados de ciencia sino después de haber recorrido la serie de clases que a ellos conducen.


Esas clases, cualquiera que sea el trabajo que exijan, son un medio de alcanzar un fin y no un castigo. El estudiante laborioso abrevia el camino, y encuentra en él menos abrojos; lo contrario sucede al que por pereza o negligencia le obligan a reparar ciertas clases.


No es el trabajo de la clase lo que constituye un castigo, sino la obligación de volver a comenzar el mismo trabajo.


Así ocurre con el hombre en la Tierra. Para el Espíritu del salvaje, que está casi al principio de la vida espiritual, la encarnación es un medio de desenvolver su inteligencia; pero para el hombre esclarecido, en el cual el sentido moral está ampliamente desarrollado, y que está obligado a comenzar de nuevo las etapas de una vida corporal plena de angustias, mientras que podría haber alcanzado ya el objetivo, es un castigo por la necesidad en que se encuentra de prolongar su morada en los mundos inferiores e infelices. Por el contrario, aquél que trabaja activamente por su progreso moral, puede no sólo abreviar la duración de la encarnación material, sino vencer, de una sola vez, los grados intermedios que lo separan de los mundos superiores.

¿No podrían los Espíritus encarnarse sólo una vez en el mismo globo y cumplir sus diferentes existencias en esferas diferentes? Esta opinión sólo sería admisible si todos los hombres estuviesen en la Tierra, en el mismo nivel intelectual y moral. Las diferencias que existen entre ellos, desde el salvaje al hombre civilizado, muestran los grados que están llamados a vencer. Por otra parte, la encarnación debe tener un objeto útil; de otro modo,
¿cuál sería el de las encarnaciones efímeras de los niños que mueren en edad temprana? Hubieran sufrido sin provecho para ellos ni para otro; Dios, cuyas leyes son soberanamente sabias, no hace nada inútil. Mediante la reencarnación en el mismo globo, ha querido que los mismos Espíritus, encontrándose de nuevo en contacto, tuviesen ocasión de reparar sus faltas recíprocas: en razón de sus relaciones anteriores, quiso además, asentar los lazos de
familia sobre una base espiritual y apoyar sobre una ley natural los principios de solidaridad, de fraternidad y de igualdad.


EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO. ALLAN KARDEC
CAP IV

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FIJACIÓN MENTAL

¡Usted ya ha tenido la sensación de que no cerró la puerta,  no desconecto la placa eléctrica, no cerro el coche, no apagó la luz?
Esas situaciones surgen, poniendo en duda lo que, hace pocos minutos, teníamos  como una certeza.
Si nosotros nos dejamos atormentar por tales ideas, ellas pasan a formar parte de lo cotidiano, transformándose en neurosis que, en escala mayor, nos causan prejuicios. Es la llamada idea fija, fijación mental o mono idea.
En esa misma línea de raciocinio, los sentimientos de celos, de envidia, los fanatismos políticos, religiosos y deportivos, considerados los grados de intensidad, pueden causar daños a nuestra economía espiritual.
Causadas por esas ideas fijas, surgen las ansiedades, los miedos, las inseguridades, las amarguras guardadas, entre otros males.
Cuando agasajamos esos sentimientos en nuestra intimidad, de manera  tal que nos dejamos atormentar por ellos, hasta el punto que se constituyen en una idea fija o mono idea, podremos generar desequilibrios y perturbaciones de difícil solución.
Si percibimos las insinuaciones de esas ideas negativas intentando instalación en nuestras mentes,  enviemos esfuerzos para expulsarlas inmediatamente.
Empleemos la voluntad firme, la iniciativa, la perseverancia, en los buenos propósitos, la fe la paciencia, como verdaderos antídotos para expulsar esas ideas perniciosas.
La transformación moral, la acción en el bien, los nobles ideales del sentimiento, del arte, de la cultura, son medidas eficientes en la prevención de las ideas indeseables.
Si,  algunas veces, nos encontramos enredados en las telas  de circunstancias perturbadoras, hagamos un análisis de los pensamientos que alimentamos, pues en ellos están la causa de esos desequilibrios.
Por tanto, mantener la mente y las manos ocupadas en el trabajo noble son medidas profilácticas,  que nos fortalecen espiritualmente, predisponiéndonos a la liberación definitiva de esas verdaderas prisiones mentales.
Busquemos arreglar nuestra mente con optimismo, con lecturas edificantes, con fe en Dios, permitiéndonos ser felices tanto como de felices podemos ser en la tierra.
Jesús aseveró que donde estuviere nuestro tesoro, ahí está nuestro corazón.
 Que la esperanza sea nuestro gran tesoro y que nuestro corazón pueda estar siempre balsamizado por sus luces, iluminándonos el alma y ayudándonos a liberarnos, en definitiva, de las prisiones mentales que tanto nos angustian.

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 En los momentos en que nos permitimos fijaciones mentales desajustadas, Espíritus infelices pueden sugerirnos ideas maléficas, aumentando nuestro desequilibrio.
En esas situaciones pueden incitarnos el orgullo, la sed de venganza, los celos, las fobias, entre otros males.
No fue otro el  motivo por el cual Jesús recomendó vigilancia y oración.
La vigilancia sobre los pensamientos que emitimos, a fin de que podamos controlarlos, no permitiéndonos caer en sugestiones infelices de Espíritus atormentados.
Y la oración, en la búsqueda de inspiraciones nobles venidas de lo Alto.

-Mercedes Cruz-
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EL RECURSO DE LA ORACIÓN
La oración, en los círculos del Cristianismo, se caracteriza por una graduación infinita en sus manifestaciones, porque existen creyentes de todos los matices en los variados cursos de la fe.
Los seguidores inquietos reclaman  la realización de propósitos inconstantes. Los egoístas exigen la solución de caprichos inferiores.
Los ignorantes del bien llegan a rogar el mal para el prójimo.
Los tristes piden la soledad con ociosidad.
Los desesperados la muerte.
Innumerables beneficiarios del Evangelio imploran eso o aquello, con alusión a la marcha de los negocios que le interesan en la vida física. En suma buscan la fuga. Anhelan solamente la distancia de la dificultad del trabajo, de la lucha digna.
Jesús soporta, paciente todas las filas de candidatos de su servicio, de su iluminación, extendiéndole manos benignas, tolerándole las quejas inmerecidas y las lágrimas  inoportunas. Sin embargo, cuando acepta a alguien en el discipulado definitivo,  algo acontece en lo íntimo del alma contemplada por el Señor.
Cesan las rogativas ruidosas.
Se calman los deseos tumultuosos, se convierte la oración en trabajo edificante.
El discípulo nada reclama. Y el Maestro respondiéndole a las oraciones, le modifica la voluntad, todos los días, alejándole  del pensamiento los objetivos inferiores…
El corazón que se une a Jesús es un siervo alegre y silencioso.
Cuando el espírita ora, sabe, por anticipado, que su oración no hace modificaciones en la ley, que es inmutable, lo que si consigue es que se altere su mundo intimo, el cual se fortifica, valerosamente, de manera que afronta con gallardía las pruebas; y estas se atenúan al influjo de la comunión Espiritual Superior. Siendo la oración una llamada, evidentemente somos llevados, de acuerdo con las instrucciones de los Bienhechores Espirituales, a clasificarlas de varios modos.
En primer lugar, tenemos la oración vertical, es decir, aquella que expresando aspiraciones realmente elevadas, se proyectan en dirección de lo más Alto, y está dentro de los mencionados principios de afinidad recogidos por los Misioneros de las Esferas Superiores.
En segundo lugar, tenemos  la oración horizontal, traduciendo deseos vulgares (…) encontrará resonancia entre aquellos Espíritus aún ligados a los problemas terrestres.
La oración descendente, que no se le da la denominación de oración, sustituyéndola por invocación (…) En la invocación la llamada recibirá la respuesta de entidades de bajo tenor vibratorio. Son los petitorios inadecuados, expresando desespero, rencor, propósitos de venganza, ambiciones etc. La oración es vertical, horizontal o descendente, en relación al potencial mental de cada persona que ora, o de los sentimientos que ella expresa.
La oración, cualquiera que ella sea, es acción provocando reacción que le corresponde. Conforme sea su naturaleza, parará en la región que fue emitida o se elevará, más o menos, recibiendo la respuesta inmediata o remota, según las finalidades a que se destina. Deseos banales encuentran realización horísima en la propia esfera que surge. Impulsos de expresión algo más noble son amparados por las almas que se ennoblecieron. Ideales y peticiones  de significación profunda en la inmortalidad remontan a las alturas.
Cada oración, tanto como, cada emisión de fuerza, se caracteriza por determinado potencial de frecuencia y todos estamos cercados  por inteligencias capaces de sintonizar con nuestra llamada, a la manera de estación receptora.
“Ante cualquier dificultad recuerda el poder de la oración y ruega inspiración al Cielo, realizando siempre lo mejor para que lo mejor se haga en ti y a través de ti, sin que te olvides que todo apelo encuentra respuesta, según lo que merezca el que pide y la forma cómo lo pide."
La oración  es el pensamiento tendido hacia el bien, el hilo luminoso que une a los mundos oscuros con los mundos divinos, a los Espíritus encarnados con las almas libres y radiantes. No debemos desdeñar la oración ella nos libera del conflicto de las pasiones y de los intereses, nos transporta por encima  de las cosas cambiantes y nos une a lo que es fijo, permanente  en el Universo.
Trabajo realizado por Merchita 

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