jueves, 21 de abril de 2016

José Luis cabalga de nuevo


             

    VAMOS A REEMPRENDER LA AVENTURA DEL CONOCIMIENTO ESPÍRITA

Queridos lectores amigos: Después de más de un mes de interrupción de publicaciones en este Blog, a causa de haber tenido un problema con Internet y además de haberme roto una mano, de la que estoy en proceso post-operatorio, de nuevo con la alegría del reencuentro, seguimos tratando temas relacionados con la enseñanza espírita.
Mi gratitud y mis disculpas por esta espera,
José Luis Martín

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ESPÍRITU PROTECTOR O GUÍA.

504 – ¿Podemos saber siempre el nombre de nuestro Espíritu protector o ángel guardián?
– ¿Por qué razón queréis saber nombres que no existen para vosotros? ¿Creéis que no existen entre los Espíritus más que los que vosotros conocéis?
– ¿De qué forma lo invocaremos si no lo conocemos?
– Dadle el nombre que queráis, el de un Espíritu superior a quien tengáis simpatía y veneración. Vuestro Espíritu protector vendrá a ese llamado, porque todos los Espíritus buenos son hermanos y se asisten entre sí.
505 – Los Espíritus protectores que toman nombres conocidos, ¿son siempre realmente los de las personas que tenían aquellos nombres?
– No, pero de Espíritus que le son simpáticos y que vienen a menudo por orden suya. Necesitáis nombres y entonces toman uno que os inspire confianza. Cuando vosotros no podéis cumplir personalmente una misión, enviáis un comisionado que haga vuestras veces.
506 – Cuándo estemos en la vida espírita, ¿reconoceremos a nuestro Espíritu protector?
– Sí, porque, con frecuencia, le conocíais antes de encarnaros.
507 – ¿Todos los Espíritus protectores pertenecen a la clase de los Espíritus superiores? ¿Pueden encontrarse entre los grados intermediarios? Un padre, por ejemplo, ¿puede llegar a ser el Espíritu
protector de su hijo?

– Puede serlo, pero la protección supone un cierto grado de elevación y además un poder y una virtud concedida por Dios. El padre que protege a su hijo puede a su vez estar asistido por un Espíritu más elevado.
508 – Los Espíritus que han dejado la Tierra en buenas condiciones, ¿pueden siempre proteger a los que aman y les sobreviven?
– Su poder es más o menos restringido y la posición en que se encuentran no les deja siempre toda la libertad de actuar.
509 – Los hombres en estado salvaje o de inferioridad moral, ¿tienen, igualmente sus Espíritus protectores y en este caso son de orden tan elevado como los de los hombres muy adelantados?
– Cada hombre tiene un Espíritu que vela por él, pero las misiones son relativas a su objetivo. No confiáis un niño que aprende a leer a un profesor de filosofía. El progreso del Espíritu familiar corresponde al del Espíritu protegido. Teniendo un Espíritu protector que os vigila, podéis a vuestra vez llegar a ser el protector de un
Espíritu que os es inferior, y los progresos que le ayudéis a realizar contribuirán a vuestro adelanto. Dios no pide al Espíritu más de lo que le permiten su naturaleza y el grado a que ha llegado.
510 – Cuándo el padre que vela por su hijo se reencarna, ¿continúa velando por él?
– Eso es más difícil, pero invita, en un momento de desprendimiento a un Espíritu simpático para que lo asista en esa misión. Por otra parte los Espíritus no aceptan más misiones que las que pueden cumplir hasta el fin.
El Espíritu encarnado, sobre todo en los mundos en que es material la existencia, está demasiado ligado a su cuerpo para poderse consagrar del todo, es decir, asistirle personalmente. Por esto los que no son bastante elevados están asistidos a su vez por Espíritus que le son superiores, de modo que, si uno falta por una causa
cualquiera, es suplido por otro.
511 – Además del Espíritu protector, ¿está unido un Espíritu malo a cada individuo para impelerle al mal y proporcionarle ocasión de luchar entre el bien y el mal?
– Unido no es la palabra. Es cierto que los Espíritus malos procuran desviar del buen camino cuando encuentran la oportunidad, pero cuando uno de ellos se vincula a un individuo, lo hace por sí mismo, puesto que espera ser escuchado. Entonces se traba una lucha entre el bueno y el malo, y vence aquél a quien el hombre deja que le
domine.
512 – ¿Podemos tener varios Espíritus protectores?
– Cada hombre tiene siempre Espíritus simpáticos, más o menos elevados que le aprecian y se interesan por él, como también los hay que le asisten en el mal.
513 – ¿Los Espíritus simpáticos actúan en virtud de una misión?
– A veces pueden tener una misión temporal; pero lo más frecuente es que son solicitados por la semejanza de pensamientos y de sentimientos, tanto en el bien, como en el mal.
– ¿Parece resultar de esto que los Espíritus simpáticos pueden ser buenos o malos?
– Sí; el hombre encuentra siempre Espíritus que simpatizan con él, cualquiera que sea su carácter.
514 – ¿Los Espíritus familiares son los mismos Espíritus simpáticos o Espíritus protectores?
– Existen diferencias en la protección y en la simpatía. Dadles el nombre que queráis. El Espíritu familiar corresponde más bien al amigo del hogar.

De las explicaciones anteriores y de las observaciones hechas sobre la naturaleza de los Espíritus que se unen al hombre, puede deducirse lo siguiente:
El Espíritu protector, ángel guardián o genio bueno es el que tiene la misión de seguir al hombre durante la vida y ayudarle a progresar. Siempre es de naturaleza relativamente superior a la del protegido.
Los Espíritus familiares se unen a ciertas personas por lazos más o menos duraderos con objeto de serles útiles dentro de los límites de su poder, con frecuencia bastante limitado. Son buenos, pero a veces poco adelantados y hasta un poco ligeros. Se ocupan gustosos de los pormenores de la vida íntima y sólo actúan por orden o con permiso de los Espíritus protectores.
Los Espíritus simpáticos son los que se sienten atraídos hacia nosotros por afectos particulares y una cierta semejanza de gustos y de sentimientos, así en el bien como en el mal. La duración de sus relaciones está siempre subordinada a las circunstancias.
El mal genio es un Espíritu imperfecto o perverso que se une al hombre para desviarlo del bien: pero obra por su propia iniciativa y no en virtud de una misión. Su tenacidad está en razón del acceso más o menos fácil que halla. El hombre es libre siempre de escuchar su voz o de rechazarla.
515 – ¿Qué pensar de esas personas que parecen unirse a ciertos individuos para arrastrarlos fatalmente a la perdición, o para guiarlos por el buen camino?
– Ciertas personas ejercen, en efecto, sobre otras, una especie de fascinación que parece irresistible. Cuando esto se verifica por el mal, es que los Espíritus malos se sirven de otros Espíritus malos para subyugar mejor.

 Dios lo permite para probaros.
516 – Nuestro buen y mal genio, ¿podrían encarnarse para acompañarnos durante la vida de una manera más directa?
– Eso ocurre algunas veces. Pero, con frecuencia, también encargan esa misión a otros Espíritus encarnados que le son simpáticos.
517 – ¿Hay Espíritus que se unen a toda una familia para protegerla?
– Ciertos Espíritus se unen a los miembros de un misma familia que viven juntos y unidos por el afecto; pero no creáis en Espíritus protectores del orgullo de raza.
518 – Siendo atraídos los Espíritus por sus simpatías hacia los hombres, ¿lo son igualmente hacia las reuniones de individuos debido a causas particulares?
– Los Espíritus acuden con preferencia a donde están sus semejantes, pues allí están más a sus anchas y más seguros de ser escuchados. El hombre atrae a los Espíritus en razón de sus tendencias, ya esté sólo, ya forme un estado colectivo, como una sociedad, una ciudad o un pueblo. Hay, pues, sociedades, ciudades y pueblos que están asistidos por Espíritus más o menos elevados según el carácter y las pasiones que predominan en ellos. Los Espíritus imperfectos se alejan de los que los rechazan. El resultado de eso es que el perfeccionamiento moral de las colectividades, como el de los individuos, tiende a descartar a los Espíritus malos y a atraer a los buenos, que excitan y mantienen el sentimiento del bien de las masas, como pueden otros atizar las malas pasiones.
519 – Las aglomeraciones de individuos, como las sociedades, ciudades y naciones, ¿tienen sus Espíritus protectores especiales?
– Sí; porque esas reuniones son individualidades colectivas que marchan con un objetivo común y que tienen necesidad de una dirección superior.
520 – Los Espíritus protectores de las masas, ¿son de naturaleza más elevada que los que se unen a los individuos?
– Todo es relativo al grado de adelanto de las masas como al de los individuos.
521 – ¿Pueden ciertos Espíritus cooperar al progreso de las artes, protegiendo a los que las cultivan?
– Hay Espíritus protectores especiales y que asisten a los que invocan, cuando los consideran dignos; pero, ¿qué queréis que hagan por los que se creen ser lo que no son? No hacen que los ciegos vean ni que oigan los sordos.

Los antiguos hicieron divinidades especiales; las Musas no eran otra cosa que la personificación alegórica de los Espíritus protectores de las ciencias y las artes, como designaron bajo el nombre de lares y penates a los Espíritus protectores de la familia. Entre los modernos, las artes, las diferentes industrias, las ciudades, los continentes, tienen también sus patronos protectores, que no son otros que los Espíritus superiores, pero bajo otros nombres.
Teniendo cada hombre sus Espíritus simpáticos, resulta que en las colectividades, la generalidad de los Espíritus simpáticos está en relación con la generalidad de los individuos; que los Espíritus extraños son atraídos por la
identidad de gustos y pensamientos, en una palabra, que esas reuniones, lo mismo que los individuos, están mejor o peor rodeadas, asistidas e influidas según la naturaleza de pensamientos de la multitud. Entre los pueblos, las causas de atracción de los Espíritus son las costumbres, los hábitos, el carácter dominante y sobre todo las leyes, porque el carácter de una nación se refleja en sus leyes.
Los hombres que hacen reinar la justicia entre sí, combaten la influencia de los malos Espíritus. En todas partes donde las leyes consagran las cosas injustas, contrarias a la Humanidad, los buenos Espíritus están en minoría y la masa de los malos que allí afluyen entretienen a la nación en sus ideas y paraliza las buenas influencias parciales que se pierden entre la multitud, como una espiga aislada en medio de las ortigas. Estudiando las costumbres de los pueblos o de toda reunión de hombres, es fácil hacerse una idea de la población oculta que se
inmiscuye en sus pensamientos y en sus acciones.

EL LIBRO DE LOS ESPÍRITUS. ALLAN KARDEC.


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Espiritismo: ¿ Ciencia o religión ?

El Espiritismo como Doctrina, fruto de estudios y análisis, aparece el 18 de abril de 1857 por primera vez, como "El libro de los Espíritus". Se llama así porque surgió de una lista minuciosamente elaborada de preguntas que Kardec, codificador del Espiritismo, formuló al mundo espiritual a través de diferentes mediums, él mismo manifestaba que hubo interrogantes que los corroboró hasta con diez mediumnidades diferentes, sobre temas puntuales, sometiendo luego, las respuestas obtenidas, al más estricto análisis racional antes de proceder a su aceptación. 
Kardec entonces lo define así: "El espiritismo es la ciencia que trata la naturaleza, origen y destino de los espíritus y de sus relaciones con el mundo corporal", "Es a la vez una ciencia de observación y una doctrina filosófica. Como ciencia práctica, consiste en las relaciones que pueden establecerse con los espíritus, como doctrina filosófica comprende todas las consecuencias morales que se desprenden de semejante relación". 

Kardec, nos propone además que "Al espiritista se lo deba conocer por su transformació n moral". Nos dice también: “Sin Caridad no hay Salvación”
Conocimiento y Caridad, he ahí los dos pilares que fundamentan el Espiritismo.
 
Muchos hermanos preguntan si el Espiritismo es una religión?
 
Este tema no es nuevo, ya era una cuestión presente desde los primeros tiempos de la codificación espiritista, veamos lo que dice la Doctrina:
 
 
A pesar de que Allan Kardec es sobradamente explícito cuando manifiesta que el espiritismo es “ciencia, filosofía y moral y no el de una religión”,  también es cierto que el codificador se expresa de la siguiente manera: “Desde el punto de vista religioso, el Espiritismo tiene por base las verdades fundamentales de todas las religiones. (...) No es una religión especial porque no tiene sacerdotes ni templos. //.
Decir “No es una religión especial”, no es lo mismo que decir que no es ninguna religión, sino que no presenta las características de las demás religiones, pero que tiene por base 'Las verdades fundamentales de todas las religiones”, ¿no conlleva lo anteriormente expresado, forzosa y naturalmente un aspecto religioso de la Doctrina?
'En el evangelio según el espiritismo' , los Espíritus superiores esclarecen: Ciencia y religión son las dos palancas de la inteligencia humana. Una revela las leyes del mundo material y la otra las leyes del mundo moral.

Cuando un espíritista habla del aspecto religioso, es porque forma parte de la codificación, no es invención de nadie; se está refiriendo a un 'aspecto' religioso y no a una religión propiamente dicha. ¿Por qué seguir discutiendo? ¿Olvidamos que el capítulo primero del 'Evangelio según el Espiritismo' habla de 
la Alianza de la Ciencia y Religión?
En realidad la palabra “religión” significa: “unión” del espíritu con la Divinidad, con nuestro Padre Creador usando las herramientas de la Ferazonada y el Conocimiento de la Ciencia.
Lo que si es claro es que una reunión formal Espiritista nada tiene que ver con las formas ceremoniales de otras religiones, sobre todo la religión católica que es la que mas a usado a través de los tiempos, imágenes, crucifijos, velas encendidas, trajes especiales. La bóveda de una reunión Espirita se forma con la comunión de buenos pensamientos y sentimientos de todos los presentes. Lo que importa no es lo externo, la forma, sino, la entrega, el amor, el desinterés, la caridad que anime a los presentes.
Convengamos que al lado de aquellos compañeros que pecan de un excesivo 'religiosismo' , por así decirlo, a la hora de tratar con la doctrina, están también con un exceso 'cienticismo' , ¿con cuál propósito? Observando a algunos da la impresión de estar presurosos por adelantar la aceptación de la comunidad científica oficial, olvidando que Kardec apuntaba que el Espiritismo se destina a las masas, al pueblo, y sólo cuando estuviera vulgarizado, los científicos se rendirían a la evidencia. No es preocupación de la doctrina convencer a ningún científico, ya se encargará de esto el fluir natural de los acontecimientos y el progreso, pues ella se apoya sobre las grandes leyes que rigen todo nuestro universo, desde el micro al macrocosmos, y a su lado, la 'joven' ciencia de los hombres aún le queda mucho por andar... y muchos prejuicios que derribar.

Pensamos que, llegados a este punto, no nos cabe sino reflexionar individualmente, para intentar ser coherentes con los ideales que defendemos. ¿Es la nuestra una actitud en exceso influida por la tradición eclesiástica? ¿Es acaso, una actitud tan 'científica', que, sin pretenderlo, vamos desplazando la parte espiritual y cediendo terreno a atavismos materialistas aún impresos en nuestro interior? Las dos posturas no estarían del todo acertadas, si de coherencia doctrinaria hablamos, siendo convidadas ambas al estudio, el análisis y la reflexión.

Como en casi todo, los puntos extremos son equidistantes de la verdad y el fanatismo, sea este de carácter religioso o científico no tiene cabida en una Doctrina de perdón, de amor,  y de misericordia como es 
la Doctrina Espirita.
La figura de Jesús debe sobrepasar cualquier diferencia doctrinal entre los hermanos espiritas.
 
Y a continuación escuchemos la opinión del Maestro Allan Kardec sobre este tema:
 
 
 
EL TRIPLE ASPECTO DE LA DOCTRINA ESPÍRITA
ALLAN KARDEC.
 
“El lazo establecido por una religión, sea cual fuere su objetivo, es, pues un lazo esencialmente moral, que une a los corazones, que identifica los pensamientos, las aspiraciones, y no solamente el hecho de compromisos materiales, que se rompen a voluntad, o de la realización de fórmulas que hablan más a los ojos que al espíritu. El efecto de ese lazo moral es el de establecer entre los que él une, como consecuencia de la comunión de objetivos y de sentimientos, la fraternidad y la solidaridad, la indulgencia y la benevolencia mutuas. Es en ese sentido que también se dice: "la religión de la amistad, la religión de la familia".
 
 Si así lo es, preguntarán, entonces ¿El Espiritismo es una religión?
 
 Claro que sí, sin dudas señores. En el sentido filosófico, el Espiritismo es una religión y nosotros nos glorificamos, por eso, porque es la doctrina que funda los lazos de la fraternidad y de comunión de pensamientos, no sobre un simple convencimiento, sino sobre bases sólidas: las mismas leyes de la naturaleza-
 
 
¿Por que, declaramos entonces que el Espiritismo no es una religión?
 
 Por que no hay una palabra para designar dos ideas diferentes, y es que, en la opinión general la palabra religión es inseparable del culto, despierta una idea de forma que el Espiritismo no tiene. Si el Espiritismo se dijese una religión el público no vería sino una nueva edición, una variante, si así lo quiere, de los principios absolutos en materia de la fe, una casta sacerdotal con su cortejo de jerarquías de ceremonias y de privilegios; no lo separaría de las ideas de misticismo y de los abusos contra los cuales tantas veces se levantó la opinión pública.
 
 No teniendo el Espiritismo ninguno de los caracteres de una religión, en la acepción del vocablo no podía ni debía adornarse con el título sobre cuyo valor inevitablemente se habría equivocado. Es por lo que se dice: doctrina filosófica y moral. Las reuniones espiritas puedenpues, ser hechas religiosamente, esto es, con el recogimiento y el respeto que comporta la naturaleza grave de los asuntos de que se ocupa".
 
 Revista Espirita: "Discurso proferido el 1 de Noviembre de 1868"

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                 El Libre albedrío 


El libre albedrío es definido como “la facultad que tiene el individuo de determinar su propia conducta”, o, en otras palabras, la posibilidad que él tiene de, “entre dos o más razones suficientes de querer o de actuar, escoger una de ellas y hacer que prevalezca sobre las otras. Problema fundamental de la Filosofía ética y psicológica, viene siendo estudiado y discutido apasionadamente desde los primeros siglos de nuestra era, dando oportunidad a que se formulasen, al respecto, varias doctrinas dispares y antagónicas. Algunos creen que el libre albedrío es absoluto, que los pensamientos, palabras y acciones del hombre son espontáneos y de su entera responsabilidad. Evidentemente, están en un error, porque no hay cómo dejar de reconocer las innumerables influencias y obligaciones a que, en mayor o menor escala, estamos sujetos, capaces de condicionar y disminuir nuestra libertad.En el extremo opuesto, existen tres corrientes filosóficas que niegan obligatoriamente el libre albedrío: el fatalismo, la predestinación y el determinismo. Los fatalistas creen que todos los acontecimientos están previamente fijados por una causa sobrenatural, correspondiéndole al hombre sólo el regocijarse, si es favorecido con la buena suerte, o resignarse, si el destino le fuera adverso. 

Los predestinacionistas se basan en la soberanía de la gracia divina, enseñando que desde toda la eternidad algunas almas fueron predestinadas a una vida de rectitud y, después de la muerte, a la dicha celestial, mientras otras fueron de antemano señaladas para una vida reprobable y, consecuentemente, condenadas a las penas eternas del infierno. Si Dios regula, anticipadamente, todos los actos y todas las voluntades de cada individuo – argumentan -, ¿cómo puede este individuo tener libertad para hacer o dejar de hacer lo que Dios ha decidido que él haga? 

Estas dos doctrinas, como se ve, reducen al hombre a un simple autómata, sin mérito ni responsabilidad, al mismo tiempo que rebajan el concepto de Dios, presentándolo como un déspota injusto, distribuyendo gracias a unos y desgracias a otros, únicamente según su capricho. Ambas repugnan a las conciencias esclarecidas, por tan grande aberración. Los deterministas, a su vez, sustentan que las acciones y la conducta del individuo, lejos de ser libres, dependen integralmente de una serie de contingencias a las que él no puede evadirse, como las costumbres, el carácter y la índole de la raza a la que pertenezca; el clima, el lugar y el medio social en el que viva; la educación, los principios religiosos y los ejemplos que reciba; además de otras circunstancias no menos importantes, como el régimen alimentario, el sexo, las condiciones de salud, etc. Los factores señalados más arriba son, de hecho, incontestables y pesan bastante en la manera de pensar, de sentir y de proceder del hombre. 

Así, por ejemplo, diferencias climáticas, de alimentación y de filosofía, hacen de hindúes y americanos del norte tipos humanos que se distinguen profundamente, tanto en la complexión física, en el estilo de vida, como en los ideales; normalmente, la fortuna nos vuelve soberbios, mientras la necesidad nos hace humildes; un día claro y soleado nos estimula y alegra, contrariamente a una tarde sombría y lluviosa, que nos deprime y entristece; una sonata romántica nos predispone a la ternura, mientras que los acordes marciales nos despiertan ímpetus belicosos; cuando somos jóvenes y gozamos de salud, estamos siempre dispuestos a cantar y a bailar, y en la edad madura, preferimos la meditación y la tranquilidad, etc. De ahí, sin embargo, a dogmatizar que somos completamente gobernados por las células orgánicas, en igualdad con las impresiones, condicionamientos y sanciones del ambiente que nos rodea, va una distancia inconmensurable. 

¡En efecto, existe en nosotros una fuerza íntima y personal que sobreexcede y trasciende a todo eso: nuestro “yo” espiritual! Ese “yo”, ser moral o alma (como quiera que le llamemos), una criatura de pequeña evolución espiritual, realmente poca libertad tiene de escoger entre el bien y el mal, ya que se rige más por los instintos que por la inteligencia o por el corazón. Pero, a medida que se esclarece, que domina sus pasiones y desarrolla su voluntad en los embates de la Vida, adquiere energías poderosísimas que lo hacen cada vez más apto para franquear obstáculos y limitaciones, sean de la naturaleza que sean. No sólo eso. Se acostumbra también a sopesar las razones y medir consecuencias, para decidir siempre por lo más justo, aunque desatendiendo, muchas veces, a sus propios deseos e intereses. Un día, como Cristo, podrá afirmar que ya venció al mundo, pues, aunque esté hambriento, tendrá la capacidad de, voluntariamente, abstenerse de comer; si es rudamente ofendido, sabrá frenar su cólera y no replicar a la ofensa; y, aunque todos a su alrededor tengan miedo, mantendrá, imperturbable, su paz interior. (Cap. X, preg. 843 y siguientes. Libro de los Espíritus) 

Rodolfo Calligaris 
Extraído del libro “Las leyes morales” 
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