lunes, 15 de febrero de 2010

Socorro tardío


¿Usted ya se paró para pensar algún día, al respecto de la caridad?
 
De un modo general es confundida con la limosna pura y simple, el dar para verse libre del pobre, del que pide, dar para que él se vaya de una vez.
 
En base a los problemas del hambre, de la miseria, ya no se le ocurrió decir: ¿Esto es un problema del gobierno? ¿Será así?
 
¿Al final, quien, en qué hora, cuando y en qué lugar debe practicar la caridad?
 
Cierta vez, en el tiempo de los zares, en el Teatro de Moscú, fue representada una pieza muy celebre.
 
Todos los palcos estaban totalmente llenos por los miembros de la realeza.
 
El argumento giraba en torno de los sufrimientos de un soberano místico que, en medio de los crueles padecimientos, se sacrificó por la fe cristiana.
 
La música embelezaba los corazones de la nobleza asistente. Todos se identificaban con las agonías cristianas del personaje que, de alguna forma, traducía un poco de lo íntimo de cada uno.
 
Cuando finalizó el colorido espectáculo, a la salida del Teatro, echado bajo la marquesina, estaba un mendigo.
 
Tiritaba de frío. Parecía que deliraba en medio de la nevada de la noche.
 
Una de las damas de la corte, al descender las escaleras que la llevarían a su carruaje, movida por un impulso natural de bondad, cogió la rica capa de pieles que la cubría, y se encaminó en dirección al pobre hombre, con la firme intención de cubrirlo.
 
La dama que la hacía compañía, sin embargo, notando lo que la otra iba a hacer, la detuvo.
 
¡No hagas eso!
 
¿De qué serviría a ese miserable una prenda de vestuario de tal valor? Mañana enviarás, por uno de tus siervos, ropas calientes para él.
 
La dama de la capa de alto precio, movida ahora por el sentido utilitarista de la vida, respondió: Sí, tienes razón. Y volvió a ponerse la capa, buscando el carruaje.
 
Llegaron al lujoso castillo, tomaron un té caliente y reconfortante y buscaron las camas acogedoras.
 
Olvidaron la agonía del desconocido tumbado bajo la marquesina helada.
 
Al día siguiente, despertando ya tarde por la mañana, la dama se acordó del hombre tiritando de frío.
 
Llamó a uno de sus siervos y ordenó que llevasen ropas al pobre hombre.
 
Cuando allí llegó, el sirvió se encontró con el desconocido ya muerto, siendo llevado por la policía.
 


El hecho responde a las cuestiones iniciales.
 
Siempre que la caridad recibe interferencia de polémicas, discusión, debate, invariablemente el socorro llega atrasado.
 
Es necesario que cada uno de nosotros haga el bien hoy. Hay muchas formas de practicar la caridad:
 
Sacar a alguien de la oscuridad del analfabetismo. Cuidar de que sea internada una persona enferma sin recursos.
 
Llevar el medicamento necesario al que se encuentra en la cama. Dar leche a un niño cuya madre ya presenta los senos vacíos.
 
Ofrecer un juguete al niño de la calle, al muchacho sin padres, al niño que espera.
 
En fin, ser caritativo es hacer a los otros lo que deseamos que los otros nos hagan, tanto en el aspecto material como en el moral.
 
* * * * * * * * * * * *
 
Nuestras posesiones de nada valdrán si no tuviéramos en el cofre del corazón el pan de la caridad y la palabra consoladora de la misericordia que nos compete distribuir.
 
Dar de lo que nos sobra es deber de solidaridad, dar un poco más es donación plena.

(Redacción de Momento Espírita)

No hay comentarios: