jueves, 23 de octubre de 2025

La toma de conciencia y el estado de necesidad

 INQUIETUDES ESPÍRITAS

1.- Libertad, destino y predestinación

2.- El por qué del dolor y del sufrimiento humano

3.- Resumen histórico de la Mediumnidad ( 1ª Parte)

4.- La toma de conciencia y el estado de necesidad 

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LIBERTAD, DESTINO Y PREDESTINACIÓN


¿ Somos verdaderamente libres ?

" Quien obra con pleno conocimiento de sí mismo y de las leyes que rigen el Universo, y ajusta su conducta a las normas de las mismas, podría considerarse tal "- dice Dethlefsen.

  El libre albedrío se hallaría incluso por encima del destino establecido. Así, una vida de entrega a los demás, como la del padre Damián o la madre Teresa, significaría pasos de gigante en la senda de la evolución personal, frente a una existencia cómoda e insulsa.

 De ahí la importancia de "no dormirse en los laureles" ni resignarse a lo que nos depare la suerte. Cada cual forja su propio destino, según su nivel de aspiraciones.

 La vida no es una lotería, sino un capital en nuestras manos. Podemos hacer lo que deseemos con él : enriquecernos o derrocharlo irresponsablemente.

 Gozamos de libre albedrío para optar por diversas opciones. Unos se inclinan a sus bajos instintos, a su egoísmo, a la ley del menor esfuerzo: otros se cultivan a base de sacrificios. Es lógico que cada uno recoja el fruto de sus obras.

  El destino sería, pues, la consecuencia de nuestro obrar. Así se podría hablar de un destino feliz o infeliz.

  Podría también definirse como el fin último por el que luchamos vida tras vida: la búsqueda de la perfección y la consecución de todas las virtudes humanas o espirituales en grado máximo.

  A veces nos preguntamos como "individuos dañinos" viven felizmente, mientras seres buenos y virtuosos sufren toda clase de desgracias.

  Los primeros, tal vez, estén recogiendo el resultado pasajero de buenas acciones pretéritas y aisladas, pero que no han influido lo suficiente para su transformación y mejora espiritual  pero sus existencias futuras no les serán tan cómodas. Ningún acto  se queda sin cobrar  o de pagar por el mismo, según  haya sido bueno o malo. Por esta misma razón, los segundos quizás expíen errores del pasado o bien sea porque han escogido vidas difíciles por ser estas una oportunidad evolutiva mayor o más eficiente, pero en las que a su vez, pueden triunfar o pueden fracasar, endeudándose más y debiendo en ese caso, repetir las vidas difíciles, no como aprendizaje evolutivo sino como expiación kármica.

  La lógica de la reencarnación hecha por tierra la teoría de la predestinación, que hace un autómata del ser humano. Nacer predestinado a salvarse o condenarse, por obra y gracia de un Dios prepotente y arbitrario, parece una idea absurda, porque eso no cabe en un Dios infinitamente justo y bueno. Con esa idea se podría considerar a Dios como Todopoderoso, pero no como Justo y Bueno.

  Si admitimos que es nuestro esfuerzo personal el que forja nuestro futuro, queda fuera de juego un Dios caprichoso e inflexible.

  Una vez más las religiones han jugado a hacer de lo divino una idea humana.  Así, Dios habría sido el iracundo y voluble Zeus, el cruel dios Baal, el belicoso Marte, vengador de sus enemigos, estandarte de guerras religiosas,  presidente honorífico de las hogueras de la Inquisición, vampiro sediento de sangre en los sacrificios humanos.... y un largo etcétera de "valores" negativos, pero el Dios Amor, ¿ dónde quedó ?.

José Luis Martín. Art, basado en el libro de Eliseo Nuevo, titulado "Vivimos de nuevo"

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  EL POR QUÉ DEL DOLOR Y DEL SUFRIMIENTO HUMANO                             


Antes de profundizar en este tema, debemos aclarar que el dolor puede ser físico, psíquico y espiritual o moral,  siendo estos últimos los referidos al sufrimiento interior que puede experimentar el alma y la mente humana, mientras que  el dolor físico, es consecuencia de nuestra sensibilidad, porque es un aviso necesario de que algo anda mal en nuestro organismo, y un estimulante para la actividad del ser humano.

       El dolor nos obliga a reconcentrarnos en nosotros mismos y a reflexionar, ayudándonos a vencer nuestras pasiones, por lo que resulta un camino para el perfeccionamiento espiritual
 El dolor que refleja el cuerpo físico puede tener un origen kármico en esta vida o en vidas anteriores, o sea, en la permanente actuación de la Ley de Causa y Efecto, bien por haber llevado una vida desordenada y antinatural, por excesos de alimentación, vida sedentaria, abuso de alcohol o de drogas, abuso y mal uso de la actividad sexual y situaciones desarmónicas en general, causadas por uno mismo.

Los males psíquicos constituyen el sufrimiento, tal como las depresiones, las psicosis y las psicopatías, que son en gran medida el resultado de tensiones emocionales, sentimientos y actitudes mentales negativas y desacertadas ante la vida, así como de intensos deseos de baja naturaleza. Otras veces, sin embargo, son causadas por un mal Espíritu.

    Los males espirituales son las  sensaciones de reproche y acusación íntima que el Ser experimenta  a través de su conciencia, en forma de angustia y malestar interior y al que de inmediato se etiqueta como depresión y se le intenta soslayar con medicamentos neurológicos que las más de las veces no hacen ningún efecto o si lo hacen, muchas veces  es negativo y empeoran aún más la situación. Este mal estar o esa angustia interior, vienen como resultado de haber sido débil ante su propio egoísmo o por cualquier  otro sentimiento negativo como lo es el rencor, etc.      A veces estos pueden ser tan intensos que pueden generar también sufrimientos psíquicos como la desesperación o una auténtica depresión psíquica.

    La base del sufrimiento moral es el apego hacia las personas u objetos hacia los que se siente un afecto mezclado con un sentimiento de posesión  cuando se experimenta el miedo  a perder esos apegos.
     También existen sufrimientos provocados por desequilibrios internos del Ser humano, cuyo origen está en una disfunción entre  las demandas del Ser espiritual, y las de su parte material, dando origen a la enfermedad de la  Depresión. Esto sucede cuando  se provocan ansias psicológicas e infelicidad al  no atender el llamado interior del espíritu que a través de la conciencia pide una cosa, mientras que la persona se deja llevar  por las tendencias materiales que le  inclinan hacia algo bien distinto.

      El sufrimiento ante el dolor  es obra de la mente, por eso lo trágico de la vida humana no es el dolor o el sufrimiento en sí mismos, sino el tiempo que perdemos mientras nos dedicamos a sufrir  o a quejarnos, sin hacer otra cosa,  porque nos implicamos en demasía como protagonistas en un problema,  abandonando mientras otras realizaciones que tenemos  comprometidas. El sufrimiento surge cuando nos enfrentamos al dolor, oponiéndonos a su  realidad, y cuanto más se sufre, mas incapacitado se está para afrontar la causa del sufrimiento.

     Ante el dolor y el sufrimiento irrevocables, solemos pasar por una serie de etapas que van desde la negación o el rechazo, seguido de la rebeldía contra Dios y contra la vida, hasta que finalmente intentamos una “negociación” y finalmente terminamos con la aceptación de lo que debemos atravesar, al intuir que ahí está precisamente  el aprendizaje que esa dolorosa situación nos aporta.
      Como antes se expuso, el dolor y el sufrimiento humano, no son un castigo o una venganza divina, sino un reajuste de nuestra conducta y una depuración de nuestro cuerpo espiritual, enfermo y lastrado con las energías negativas originadas por actos contrarios a la Ley del Amor.

      El dolor proporciona al Ser que lo padece la oportunidad de rescatar deudas del pasado, limpiando mediante el mismo su Cuerpo Espiritual (Periespíritu),  así como de probarse a sí mismo su fortaleza interior ante las dificultades de la vida.

    El dolor, en todo caso,  supone siempre una señal de alarma porque indica una violación del orden establecido por las leyes que rigen  al Ser espiritual que es el ser humano.  Supone un aviso de que algo va mal o que falla, y si se desoye esta llamada de atención, se intensifica cada vez más y llega a ser muy pertinaz cuando la ley del Amor ha sido violada muy intensamente, extendiéndose ese efecto desagradable, incluso hasta vidas posteriores, con arreglo a la citada ley de Consecuencias.   Cuando violamos las leyes Divinas se produce un desajuste  que nos lleva por el dolor a reencontrarnos con nosotros mismos y a reflexionar, indicándonos que nos hemos equivocado en algo, con el fin de que rectifiquemos.

    Desde un normal punto de vista humano, el dolor  es algo negativo que todos rechazamos, pero desde el punto de vista  espiritual sabemos que  el dolor no es ni una maldición ni un castigo Divino.  Cuando se presenta se deben tener en cuenta sus aspectos positivos, tal como la función benéfica para el progreso espiritual  y a veces  también para ayudarnos a vencer nuestras pasiones, por lo que resulta una herramienta útil para forjar nuestro perfeccionamiento espiritual y nuestro aprendizaje moral. Entre las funciones benéficas del dolor,  está la de tener un efecto ablandador del alma en personas soberbias, dominantes y orgullosas.  Por este motivo, ciertas circunstancias de la vida  que calificamos como desgracias, tal como enfermedades incurables o dolorosas, resultan espiritualmente benéficas. Ello no significa que no se deba de luchar humanamente por erradicarlas o al menos aliviarlas, y precisamente en ese esfuerzo para prevenir y curar con paciencia  y entereza estas enfermedades, es en donde radica su acción benefactora para el Ser.

      Además, durante el transcurso de esas enfermedades dolorosas, el Ser usa de su cuerpo físico y psíquico como válvula de escape y de drenaje del magnetismo mórbido que impregna su periespíritu y le incapacita para poder elevarse hasta planos más sutiles .

   Por remarcar lo anterior, repito que el dolor y el sufrimiento causados por la enfermedad, suelen ser el resultado de un necesario proceso purificador y depurativo del alma, pero jamás son un castigo de Dios. Otras veces estas enfermedades, dolores y sufrimientos, que se pasan en la vida humana,  los elige o acepta el Ser desde antes de nacer con el fin de afianzar o conquistar algún valor necesario para su evolución, tal como la resignación, la fe, la esperanza, la bondad, la paciencia, etc.  

    Cuando el dolor  y el sufrimiento aparezcan, por muy duro que resulte  afrontarlo, debemos aceptarlo considerando que es una oportunidad única y una enseñanza que se nos brinda para nuestro bien espiritual, porque  salvo en los casos de aceptación voluntaria de la enfermedad y del dolor para fortalecer el espíritu y evolucionar, las dolencias del cuerpo físico y psíquico  tienen una relación directa con el estado enfermizo del alma, y por eso el sufrimiento comienza a partir de un estado mental y anímico desequilibrado, pero significa que se produce un drenaje y un saneamiento del magnetismo denso que pesa sobre el alma..

      En definitiva, podemos estar seguros de que  solamente sufrimos o padecemos lo que necesitamos para impulsar nuestra evolución, crear experiencias y aprender en el desarrollo de los sentimientos de bien.

  No olvidemos que con este cuerpo que nos acompaña ahora o con los que podamos tener en el futuro, viviremos siempre, y nuestro estado de salud, dicha y bienestar, dependerá siempre de nuestro estado de progreso espiritual y de bondad.


- José Luis Martín-

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      RESUMEN HISTÓRICO DE LA MEDIUMNIDAD                                ( 1ª Parte )


     La facultad mediúmnica, tanto la natural  como la de pruebas, siempre existió desde que existe el hombre, y gracias a eso, los Espíritus directores de la evolución del mundo, pudieron interferir en ella, orientándolo, guiándolo y protegiéndolo.

     Ellos vinieron a convivir con el hombre, a través de la mediumnidad; les inspiraron y les dieron las enseñanzas necesarias; ellos, guías abnegados y solícitos, son los elementos decisivos en la evolución humana.

   La mediumnidad en sí, es una facultad que casi no se modifica desde hace milenios, manteniendo los mismos aspectos. Poco han variado los fenómenos y sus manifestaciones, lo que acredita que la evolución del hombre es muy lenta.

    Antiguamente el asunto no era bien conocido y era menos generalizado, por lo que dejó de ser admitido, estudiado y analizado, para provecho del colectivo.

    En las épocas, cuando la humanidad vivía en régimen patriarcal de clanes o tribus, la Mediumnidad era atributo de unos pocos que ejercían con ella un verdadero reinado espiritual sobre los demás.

    Después pasó a los círculos cerrados de los colegios sacerdotales, creándose castas privilegiadas de inspirados, para después poco a poco irse difundiendo por el pueblo, dando nacimiento a los videntes, profetas, adivinos y pitonisas, que pasaron a su vez a ejercer una notable influencia en los medios en donde actuaban.

   Siempre fue utilizada como instrumento de poder y dominación en Persia, Egipto, Grecia o Roma; tan apreciada era que originó la circunstancia de solo ser concedida por una iniciación a unos pocos individuos de determinadas sectas y fraternidades.

    Aun hoy se verifica la existencia de algunas sectas y fraternidades que prometen la iniciación bajo rigurosas condiciones de misterio y formalismo, todo con resultados mediocres, como es natural.

    Solo después del advenimiento del Espiritismo, las prácticas mediúmnicas se popularizaron y fueron puestas al alcance de todos, sin restricciones ni secretos.

    A partir de Homero, el poeta legendario de la antigua Grecia, indirectamente se refirió a la mediumnidad al narrar los episodios heroicos de la vida de Ulises, muchos otros pueden servirnos como ejemplo, así, Sócrates, quien decía tener sus "demonios familiares"; Pitágoras, que era visitado por los dioses; Apolonio de Triana, médium extraordinario de videncia y levitación; Simón de Samaria, contemporáneo de los apóstoles. Todos ellos ejercían públicamente en mayor o menor grado.

  En la antigüedad la mediumnidad se ejercía en templos en los que había lechos para acostarse los consultantes que a ellos concurrían para recibir inspiraciones durante el sueño.

   En Grecia los enfermos iban al templo de Esculapio; en Babilonia al templo de Mylata, en especial mujeres; en Esparta los magistrados procuraban el templo de Parsiphoe. Naturalmente que el obtener respuestas para las preguntas realizadas, dependía de la mediumnidad de cada uno.

   En la misma Roma Imperial, a pesar de su conocida amoralidad, los césares no olvidaban esa consulta, sometiéndose de buen grado a las inspiraciones y a los consejos de los "dioses".

  Actualmente, se sabe que los Espíritus del Señor, desempeñan en el plano material, y se comprende que los llamados demonios, dioses y genios. eran entidades operantes, no del todo benéficas, que actuaban como siempre suelen hacerlo: detrás de todos los fenómenos naturales y sociales.

   Es por eso tan positiva y evidente la antigüedad de las manifestaciones mediúmnicas, y precisamente son la prueba evidente de que la Doctrina Espírita ha sido una realidad en todas las épocas y la base fundamental de todas las religiones, a pesar de las restricciones que la desvirtuaron.

   En China, por ejemplo, 3000 años antes de Cristo, la mediumnidad era  practicada en ceremonias, mediante el uso de un dispositivo especial para recibir la palabra del muerto dirigida a sus descendientes. El culto a los antepasados es fundamental en China, Japón y otros países orientales.

   En cuanto al Cristianismo, valiéndose de un concepto de León Denis, "este afirma sobre hechos de apariciones y manifestaciones de fallecidos, y suministra inmensas pruebas de la existencia del Mundo Invisible y de las almas que lo pueblan".

   La misma Biblia está llena de semejantes manifestaciones espirituales obtenidas a través de la mediumnidad.

   En el Antiguo Testamento, vemos a los profetas videntes y oyentes inspirados, que transmitían al pueblo la voluntad de los guías, y es de señalar que de todos los tipos de mediumnidad, la videncia aparece como la más generalizada.

   Samuel IV, cáp 9, así lo demuestra diciendo : "Antiguamente en Israel, cualquiera que iba a consultar a Dios, decía así: "Venid y vamos al vidente, porque el que ahora se llama profeta, antiguamente se llamaba vidente".

   Es de citar la consulta hecha por Saúl al espíritu de Samuel en la gruta de Endor.

   Asimismo tenemos el llamativo relato bíblico de las "plagas sobre Egipto" y otros fenómenos ocurridos en el desierto sobre el pueblo hebreo durante los 40 años de travesía por el mismo, con Moisés al frente. Así, aparecen en el relato bíblico: la "columna de fuego" que marchaba al frente del pueblo errante ; la inscripción del "Decálogo" sobre las tablas de piedra entregadas a Moisés;  el "maná " y las bandadas de codornices que les eran arrojadas cada mañana desde una "nube" para su alimentación; las fuentes de agua que les hicieron brotar sobre las rocas, etc. Todo este relato bíblico son afirmaciones extraordinarias del poder mediúmnico del gran  receptor de la Primera Revelación, aunque modernamente también se han relacionado aquellos hechos con la presencia e intervención del fenómeno Ovni-Extraterrestres, pues parece lógico traducir que aquella " columna de fuego" que marchaba con ellos; que les daba de comer y de beber a diario desde una "nube", etc, sencillamente se trataba de una nave extraterrestre dirigida por un ser llamado "Yavé", ( al que tomaron por Dios en persona) . Tengamos presente además, que la presencia "Ovni" en la Tierra, no es un fenómeno moderno, sino histórico, tal como se acredita por las huellas visibles y evidentes que han dejado por muchos puntos de nuestro planeta.

   Volviendo al hecho mediúmnico en la Biblia, vemos también como Jeremías ofrece un claro ejemplo del fenómeno de incorporación, cuando tomado por un Espíritu, predicaba por las calles contra la guerra a los ejércitos de Nabucodonosor. Otro muy significativo de videncia es el de Juan. discípulo de Jesús-, cuando escribió el Apocalipsis.

  Se observa así que, desde los más remotos tiempos del Antiguo Testamento, los fenómenos en sí mismos, no se diferencian casi nada de los observados en los tiempos actuales. Se pueden citar los de transporte, los de levitación, los de escritura directa, los fenómenos luminosos, etc.

  Y tan semejantes eran las prácticas antiguas como las actuales, que incluso era empleada la música para la preparación del ambiente. El profeta Eliseo reclama un "tañedor" ( el que "tañe "un instrumento músico) para profetizar. Y es muy conocida la cita en la que el rey David  tañendo su arpa, calma y aleja a los Espíritus obsesores.

   Volviendo a citar a León Denis, este pregunta: ¿ Los apóstoles de Jesucristo fueron elegidos por ser sabios o notables, o porque tenían capacidades mediúmnicas?

  Estos apóstoles y sus discípulos, como sabemos, durante el periodo de sus trabajos, actuaron como verdaderos médiums. Basta citar a San Pablo y a San Juan, uno dinámico y culto, y el otro más místico.

 - Por Merchita- ( continúa en la segunda parte)

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   LA TOMA DE CONCIENCIA Y EL ESTADO DE NECESIDAD

                                    


      De entre los atributos que imprimen la figura del Ser Supremo, nos encontramos con la Sabiduría, la Justicia y la Bondad.
      La conjugación de estos tres predicados conlleva a la plasmación de Sus ideas en un acto de realización sublime, cuyo soplo divino gesta la aparición del espíritu sencillo e ignorante. Así, nos vemos compelidos a desarrollar nuestra actividad en un océano ilimitado en la inmensidad del universo.

      Cuando observamos a nuestro alrededor, percibimos que todo lo que nos envuelve se encuadra en un dualismo del que no podemos escapar. La noche y el día; el frío y el calor; el sueño y la vigilia. En toda la naturaleza se observan concatenaciones de valores opuestos cuya persistencia en unos ahora, y en otros después, desembocan al movimiento, al cambio, al progreso.
      Asimismo acontece con las ideas del Bien y del Mal, que reposan a uno y otro extremo de una balanza en constante movimiento, pues dependiendo de su mayor o menor relevancia la decantan hacia un lado o a otro.

      La existencia del mal es una obviedad y su análisis ha sido objeto de estudio en todas las corrientes filosóficas de todos los tiempos. Igualmente a nosotros nos es preciso adentrarnos en las causas de ese mal; ubicar su origen, su procedencia, su dirección, saber dónde está ubicado, de dónde ha venido y hacia dónde se dirige.
      Muchas son las corrientes del pensamiento que atestiguan que ante la magnanimidad del Ser Supremo, señalan a éste como el origen de la existencia del mal, pues es Él quien todo lo crea. Sin embargo, nuestra creencia espiritual, nos indica que de los atributos divinos no puede surgir ni una sola circunstancia que denote la presencia del mal. Entonces sólo nos cabría pensar en que el mal como atributo, podría recaer sobre un “ser especial”, que comúnmente se le otorga el nombre de Satanás en otras corrientes espirituales.
      Aquí existirían dos opciones a dilucidar. La primera sería situar a ese ser maléfico en el mismo nivel de superioridad que Dios. Si bien, Kardec afirma que “esta hipótesis es inconciliable con la unidad que revela el orden universal”.(1)
      La segunda hipótesis, nos haría pensar en un ser subordinado a la Figura Divina, aunque ello implicaría que su creación obedecería a la voluntad de Dios, cuestión que descartamos en atención a que pondríamos en tela de juicio la bondad de Dios “(…) ya que habría dado vida al espíritu del mal”.(2)
      Los diferentes males que asolan la humanidad en general, y a los espíritus encarnados en particular, pueden o no depender de su propia voluntad. Los segundos serían todos aquellos que escapan a las riendas libres de actuación de todo ser pensante. Así, tendríamos el caso de las catástrofes naturales.
      A lo largo de la evolución histórica de la humanidad, vamos observando como en el empeño de salvaguardar la propia existencia, el ser ha ido estableciendo mecanismos preventivos unos, de defensa otros y paliativos los últimos, a fin y efecto de contrarrestar todas y cada una de las consecuencias que determinados acontecimientos naturales pudieran afligir al hombre. En un claro ejercicio de su intelecto ha ido materializando vías tendentes a paliar o suprimir en la medida de lo posible las consecuencias de ese mal, en principio no generado por el espíritu a título individual.
      Como consecuencia de ello, es extraíble la conclusión que determinadas circunstancias adversas han conllevando al desarrollo de la inteligencia y por ende a evitar estados de ociosidad, pereza o estancamiento.
      El espíritu trabaja con la intención de salvar óbices en cumplimiento de su instinto de conservación, siendo incitado a salvaguardar igualmente la vida de cuantos le rodean y recaigan sentimientos de amor, provocando el estímulo de sus facultades psíquicas y morales que a lo largo de las experiencias carnales va desarrollando.
      La acumulación de experiencias reencarnatorias conjugadas con el libre albedrío, suponen que el ser reencarnado camina sobre una estrecha tabla y que cualquier paso en falso le conllevaría a una forzosa caída.
      Los verdaderos males de los que sufre el espíritu, son sin duda gestados por sí mismo, por sus vicios en el amplio concepto del término. La voz de la conciencia es la que indica en cada momento cuándo y dónde debe pisar sobre seguro, es el registro donde queda instaurada la Ley de Dios, es el mejor libro Espírita abierto.
      “Si el hombre actuase conforme a las leyes Divinas evitaría los males más agudos y viviría feliz sobre la Tierra. Si no lo hace, es en virtud de su libre albedrío y por eso sufre las consecuencias que merece”.(3)
      Sin embargo, junto a todo mal reside un remedio. Llega el instante en que el exceso de mal moral se vuelve intolerable y el hombre siente la necesidad de cambiar. Es precisamente este estado de necesidad en el que se sumerge el espíritu, reencarnado o en la erraticidad, lo que forzosamente lo empuja a su adelantamiento intelectual, psíquico y moral. La necesidad es la fiel compañera que le hace caminar firmemente y adoptar las mejores resoluciones una vez se haya precipitado en el angustioso abismo de sus errores y excesos.
      Para el materialismo el mal y el dolor es una constante universal que siempre ha recaído en la humanidad. Determinadas corrientes religiosas, personifican el mal y el dolor en un ser superior al espíritu reencarnado, amo y señor de lúgubres lugares donde residen aquéllas almas que han contravenido las leyes o dogmas de la correspondiente doctrina; mientras que raros elegidos son aptos para residir en determinados paraísos en los que reina la felicidad.
      Para el creyente de determinados movimientos religiosos, la separación definitiva de los seres que se aman con posterioridad a la desencarnación es tan perpetua como la de cualquier corriente materialista.
      Sin embargo, el Espiritismo enseña el carácter transitorio del mal, en atención a la propia voluntad del sufridor, teniendo presente que a más tardar este mal desaparecerá cuando resurja aquel estado de necesidad, y que la referida voluntad podrá ponerse en práctica y actuar gracias a la Ley de Justicia que recae sobre la Reencarnación.
      Urgente  es que el ser pensante se adelante con respecto a las condiciones adversas que le afligen ocasionadas por sus propios errores. La toma de conciencia para establecer nuevos rumbos es el centro y motivo principal de la experiencia en la vestidura carnal. No únicamente es la expiación por la que se sufre, no únicamente es la prueba por la que se aprende, sino que el tiempo reencarnatorio también sirve para la concientización a fin de que el ser reencarnado logre acortar su proceso expiatorio.
      La Ley de Acción y Reacción es sabia, justa y bondadosa. La Ley de la Reencarnación es el claro ejemplo de la nueva oportunidad concedida de forma satisfecha y envuelta con la Paciencia y la Confianza del Creador. Éste permanece paciente observando cómo nuestro espíritu deudor evoluciona gracias al movimiento inevitable de la balanza del Bien y del Mal cuyo vaivén provocamos a nuestra voluntad.

      Nuestra voluntad pondrá en marcha todos los mecanismos aptos para que acontezca aquél estado de concientización. Caso que no ocurra, nos veríamos abocados a la espera, surgimiento o resurgimiento de ese inevitable estado de necesidad, exponente de la Ley del Progreso.
      Gracias a la bondadosa Dádiva Divina, la Ley de Causa y Efecto permite al reencarnado moldear las características intrínsecas del dolor que se encuadran en su estipulada vivencia expiatoria. Así, toda expiación resulta maleable en atención al trabajo y al esfuerzo de su sufriente. Éste no queda punido en una sentencia proveniente de la aplicación de la ley del talión. Mas al contrario, dependiendo del rumbo que adopte en su marcha expiatoria podrá observar cómo se aminora la dureza de la prueba, mutando aquellas circunstancias a su alrededor, desapareciendo unas o surgiendo otras indicándole en consecuencia que sigue el camino correcto de su recuperación anímica, facilitándole por ello la labor, como respuesta a su toma de conciencia.
      Mientras el ser no se concientice ni mude su casa mental, las durezas de las pruebas y expiaciones continuarán su curso hasta que sea necesario, hasta que aparezca irremediablemente ese estado de necesidad.
      Joanna de Ángelis nos indica que en la edad temprana se sitúa el momento en que empiezan a movilizarse los mecanismos de discernimiento y de actuación del ser humano para trabajar de conformidad con la Ley Divina. En efecto, “la experiencia del Bien y del Mal comienza en la infancia delante de las actitudes de los padres y de los demás familiares”4. Ello puede acontecer por un lado gracias a las directrices de comportamiento que los adultos ofrecen a los menores y, por otro lado, a los ejemplos de que puedan valerse los primeros frente a la cálida y atenta observación de los segundos.
      Las correcciones comportamentales de los infantes, deben establecerse bajo el prisma seguro de estar obrando conforme al Bien. En caso contrario, la ausencia de explicaciones, respuestas o consecuencias adecuadas en el ánimo de corregir y educar pueden generar la incomprensión de lo suministrado y exigido al menor, interpretando éste dicha información o actuación requerida a cambio de la recriminada como apta simplemente por el hecho de evitar puniciones futuras. En estos casos, puede surgir el sentimiento de culpabilidad del menor que tendrá como única vía de escape reacciones enmascaradas con el odio o por el resentimiento cuando se sienta ya liberto de la imposición del “ascendiente moral”, acarreando con posterioridad posibles episodios depresivos o de trastorno de la personalidad.
      Ello indica que el Bien no se impone, que el Bien en ningún caso puede ser revestido de los caracteres de la represión. En razón de eso, continúa Joanna de Ángelis, “(…) se hace más difícil la asimilación e incorporación de los valores del Bien en un adulto aclimatado a la agresión, a las luchas, en las cuales predominó el Mal, tuvo su victoria, los resultados placenteros del ego, la vitalización de los comportamientos opresores, que generan héroes poderosos, pero que no escaparon de las áreas de los conflictos por donde continúan transitando”.(5)
      Así, en edad adulta la tarea es doble y más lenta “porque tendrá que modificar las constricciones del ego y a través de la reflexión, de los ejercicios de meditación y evaluación de la conducta, sustituir los hábitos enraizados por nuevos comportamientos compensadores para el yo superior”.
      Cuando quien pauta su existencia bajo los prismas de la negatividad, de la inquietud o de la enfermedad, bajo aspectos perturbadores y de insatisfacción, únicamente transmite desarmonía a su rededor, enfermedad, depresión y alucinaciones crueles, pudiendo, en su declive y por falta de la toma de conciencia en la adopción del rumbo correcto, constituir psicopatologías de los más diversos grados y adentrarse igualmente en las áreas de la obsesión espiritual o de la autoobsesión.
      Aquí la toma de conciencia sugiere al ser sufriente ya en estos términos, el indemorable cambio de actitud mental hacia el encuentro con el Bien, antes de ser abocado al estado de necesidad del cambio, cuando cansado del mal busque remedio en el Bien, dilatando y retardando sus estadías carnales con ocasión de no haber movilizado los recursos que tienden a aminorar las duras pruebas.
      Tales recursos reposan en la oscura conciencia del reencarnado, lugar que precisa ser iluminado por el Espiritismo como Consolador prometido por Jesús y que viene a traernos “el conocimiento de las cosas (…), el llamamiento a los verdaderos principios de la Ley de Dios y el consuelo por la fe y la esperanza”.(6)
      Tres estadios distintos nos ofrece la Doctrina Espírita entre los que nos podemos encontrar a título individual: el estadio del conocimiento doctrinario; una vez adquirido ese conocimiento aparece el estadio de la consolación de los dolores presentes ocasionados de pretéritas actuaciones; y finalmente el llamamiento a los verdaderos principios de la Ley de Dios, esto es, al cambio o mudanza de nuestro vida mental a fin y efecto que se vaya modificando nuestra vida comportamental.
      Lógicamente el primer paso es conocer la Doctrina, el segundo paso y una vez conocida, nos ofrece el consuelo necesario a nuestras atribuladas vidas, y finalmente una vez consolados, nos incita a responder a ese llamamiento a los verdaderos principios de la Ley de Dios a fin de no generar nuevas deudas. Pues como así elucidó Chico Xavier, aunque nadie pueda volver atrás y hacer un nuevo comienzo, cualquiera puede comenzar ahora y hacer un nuevo fin.

      Y usted, ¿En cuál de los tres estadios se encuentra?

Xavier Llobet
Centro Espírita Irene Solans, Lleida

Artículo publicado en el nº4 de la revista Actualidad Espiritista

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lunes, 20 de octubre de 2025

El Periespíritu ( 2ª Parte )

 INQUIETUDES ESPÍRITAS

1.- Arrepentimiento y expiación

2.- Desencarnaciones colectivas

3.- Una vivencia personal

4.- El Periespíritu  ( 2ª Parte )

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     ARREPENTIMIENTO Y EXPIACIÓN

                       


Habitualmente, consideramos el arrepentimiento y la expiación como una consecuencia del mal practicado, que origina el sufrimiento. Pero ¿Por qué sufrimos realmente? Los benefactores del espacio enseñan que “el sufrimiento es inherente a la imperfección” (1) sufrimiento ese que ocurre tanto en el mundo corporal como en el mundo espiritual. Se deduce de ahí que el mal y el sufrimiento están íntimamente relacionados a la imperfección, que denota ignorancia en su sentido más amplio.
Creados simples e ignorantes, los Espíritus necesitan de la experiencia en la carne, donde, por la acción de la materia y bajo la forja de las infinitas experiencias, desarrollan sus potencialidades almacenadas en germen en lo intimo de cada uno. No sin razón, enseñan los mentores del espacio que, para llegar al bien, los Espíritus pasan “no por la fila del mal, sino por la de la ignorancia” (2) En fin, tanto el mal como el sufrimiento pasan por la infracción de las leyes divinas por el hombre, que debe ejercitar su libre albedrío, por medio del cual aprender a ser responsable y a discernir lo correcto de lo errado, recogiendo de sus propios actos, de acuerdo con la ley del merecimiento, los beneficios y las cargas de sus aciertos y de sus errores.
En la sociedad son más numerosas las clases sufridoras que las felices, y eso pasa por el hecho de que la Tierra es un planeta de expiaciones y de pruebas, de las cuales el hombre se liberara “cuando se haya transformado en una morada del bien y de Espíritus buenos”. (3) Casi siempre, el hombre es el propio causador de sus sufrimientos materiales y morales, sobre todo de este último, que son las torturas del alma. El arrepentimiento constituye el pesar por alguna falta cometida, el cual se confunde con el remordimiento, estado de consciencia en que el Espíritu comienza a cuestionarse sobre la propia actitud. El arrepentimiento autentico es aquel en que la criatura, encontrándose en un abatimiento moral, admite el propio error y se propone sinceramente modificar el comportamiento. Aunque, como se verá, el arrepentimiento no basta por sí mismo. Aunque el arrepentimiento también ocurra en el estado corpóreo, si el Espíritu ya consigue distinguir el bien del mal, es después de la muerte física que se da ese arrepentimiento, con mayor intensidad. Es cuando libre de las cadenas de la carne, nota más nítidamente la situaciones en que se encuentra por saber de los propios actos, recapitulados en imágenes mentales, como si fuese una película de la propia vida, momento en que pasa a comprender mejor las imperfecciones que dificultan su felicidad.
La consecuencia del arrepentimiento del Espíritu, en el estado de desencarnado, es el deseo ardiente de una nueva existencia física para depurarse, en la cual tendrá, bajo el manto del olvido, la oportunidad de expiar y reparar sus faltas, muchas veces junto a aquellos a quien perjudico. Ya el arrepentimiento del ser, en estado corpóreo, despierta el deseo de iniciar una nueva vida, de aprovechar el tiempo perdido para reparar sus faltas. La redención espiritual es una fatalidad para las criaturas, en virtud de la ley del progreso. Quien sea malo hoy, será bueno mañana; quien sea bueno hoy, aun será mejor después. Sin embargo, esa redención, más allá de ocurrir de forma gradual, no acontece del mismo modo y en el mismo tiempo, en virtud de la diversidad del progreso de cada uno. Esa es la razón por la cual el arrepentimiento no siempre sucede de pronto, sobre todo en Espíritus endurecidos. Un día, aburridos de hacer el mal, ellos mismos desearan modificar su situación.
Dios nos concede innúmeras oportunidades de progreso, pero no siempre estamos dispuestos a atender a esas llamadas de amor que llegan de lo Alto. Como la ley del progreso no se compadece con la estancamiento, de los que permanecen estacionados, incluso sin hacer el mal, serán obligados a adelantar por las aguijones del dolor. (4) De ahí es un error creer que la reencarnación constituye un estimulo al adelantamiento y la renovación moral del Espíritu, porque “cuanto más nos demoramos en la reparación de una falta, más penosas y rigurosas serán, en el futuro, sus consecuencias”. (5)
El arrepentimiento, constituye solo el primer paso. Atenúa los dolores de la expiación, despertando la esperanza en el camino de la rehabilitación. Por tanto, para apagar los vestigios de una falta y sus consecuencias, es necesario un ciclo completo: arrepentimiento, expiación y reparación. Después la desencarnación, el Espíritu continúa siendo lo que es, con sus defectos y sus virtudes. No se purifica por el simple hecho de haber desencarnado. Las oraciones dirigidas a él solo tienen efecto cuando se arrepiente del mal cometido. Hasta que se encuentre esclarecido por el estudio y por la reflexión, continuará experimentando los efectos de su rebeldía. Ya la expiación, consiste en los sufrimientos físicos y morales que son consecuentes, sea en la vida actual, sea en la vida espiritual después de la muerte, o aun en una nueva existencia corporal” (6).
Por la expiación, sobre todo, aquella ocurrida en la existencia corpórea, el Espíritu experimenta lo que hizo al otro padecer, método pedagógico, generalmente escogido por el propio infractor en el mundo espiritual antes de encarnar, que le hizo comprender como es el dolor del otro, para que no incida mas en el mismo error: (…) Es en la vida corpórea que el Espíritu repara el mal de anteriores existencias, poniendo en práctica resoluciones tomadas en la vida espiritual. Así se explican las miserias y vicisitudes, parecen que no tienen razón de ser. Justas son todas ellas, sin embargo, como espolio del pasado – herencia que sirve a nuestra peregrinación para la perfectibilidad. (7) Por eso, la expiación no debe ser considerada un castigo, en la aceptación tradicional de la palabra, pero si la oportunidad de crecimiento y de auto-superación delante de las pruebas. Vencidas las etapas del arrepentimiento y de la expiación, resta al Espíritu el paso final a ser dado: la reparación del mal cometido, que “consiste en hacer el bien a aquellos a quien se había hecho el mal” (8)
Nunca es demás recordar que los Espíritus en evolución, no están solos en esa jornada. Todos recibimos el amparo de los protectores espirituales que trabajan incesantemente para auxiliarnos en nuestro levantamiento moral sin, entre tanto, interferir en nuestro libre albedrío, pues “el Espíritu debe progresar por impulso de la propia voluntad, nunca por ninguna subyugación” (9)
La reencarnación es mecanismo eficiente de las leyes divinas que permiten al Espíritu en evolución la reparación del mal cometido, en circunstancias adecuadas a sus verdaderas necesidades, delante de pruebas que deben ser vencidas. Muchos males pueden ser reparados en la misma existencia física. Otros, por su intensidad y gravedad, solamente pueden ser corregidos en el curso de dos o más encarnaciones y, a veces, solo en el curso de los milenios, en una especie de moratoria concedida al infractor. O sea, el Creador “siempre deja a los hijos una puerta abierta al arrepentimiento” (10)
Intrigado con esa cuestión, Kardec pregunto a los instructores de la vida mayor si podemos, ya en la existencia actual, reparar nuestras faltas, oportunidad en que ellos respondieron, positivamente, observando:
– Sí, reparándolas. Pero no creáis que las rescataréis tan sólo con unas pocas privaciones pueriles o legando a los demás vuestros bienes, para después de vuestra desencarnación, cuando ellos no los necesitéis. Dios no toma en cuenta en manera alguna un arrepentimiento estéril, siempre fácil y que no cuesta otro esfuerzo que el de golpearse el pecho. Perder el dedo meñique mientras se presta un servicio borra más culpas que el tormento del cilicio sufrido a lo largo de los años, sin otro objetivo que el bien de sí mismo. El mal sólo es rescatado por el bien, y la reparación no reviste ningún mérito si no afecta al hombre ni en su orgullo ni en sus intereses materiales. (…) (11)
Los desafíos de la existencia física son el convite permanente al ejercicio del bien, que consiste en la práctica de la caridad según lo entendía Jesús: “Benevolencia para con todos, indulgencia para las imperfecciones de los otros, perdón de las ofensas”. (12) Teniendo como propósito de vida tal recomendación, estaremos impulsando nuestro progreso espiritual, de forma permanente y segura, sin las esposas de las ilusiones terrenas, con la certeza de que nunca es tarde para recomenzar la construcción de un nuevo futuro, ¡sin arrepentimientos y expiaciones!
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     DESENCARNACIONES COLECTIVAS




“Todo el mal realizado, toda la sangre derramada, todas las lágrimas vertidas, recaen, tarde o temprano, fatalmente, sobre sus autores, sean individuos, sean colectividades.”  León Denís: “El Problema del Ser y del Destino”, cap. XVII

Una desencarnación colectiva sería la muerte simultánea, generalmente de forma violenta, de dos o más personas, y en la que se observaría, en muchas ocasiones, una coincidencia aparentemente inevitable (como si actuara una fuerza irresistible) en la reunión de las mismas.

En un interesante artículo de Kardec, inserto en “Obras Póstumas” (“Cuestiones y problemas: Las expiaciones colectivas”), se vierten afirmaciones tales como: - “Estas faltas colectivas, son las que expían colectivamente los individuos, que a ellas han concurrido, los cuales vuelven a encontrarse para sufrir juntos la pena del talión, o tener ocasión de reparar el mal que han hecho, socorriendo y asistiendo a los que maltrataron en otro tiempo”. - “No puede dudarse que hay familias, ciudades, naciones y razas culpables”.

Tanto Allan Kardec como León Denís parecen tener meridianamente claro, que las desencarnaciones colectivas son una consecuencia de errores pretéritos.

Sin embargo, últimamente hemos observado en algunos medios divulgativos espiritistas de Brasil, como, en referencia a la trágica muerte conjunta de cerca de 240 jóvenes en el incendio de una discoteca, se planteaba un enfoque diferente; en concreto se suponía que había sido una situación provocada únicamente por la desastrosa actuación de los organizadores del evento, sin que ello permitiera presuponer, además, que concurrieran factores problemáticos del pasado de las víctimas.

Además, se plantea esta teoría de forma extensiva a otras calamidades colectivas como las que, de tanto en tanto, sacuden a nuestras sociedades.

¿Cuál sería el enfoque correcto? Probablemente ninguno de los dos, si es que tuviéramos que quedarnos con uno solo de estos dos planteamientos. Sin embargo, creemos que muy probable-mente la opinión de Kardec y de Denís, sea la más adecuada en muchos de los casos.

Pensamos que no podemos obviar que la Ley de Causa y Efecto, “aprovecha” cualquier situación conflictiva para propiciar que quien o quienes necesiten pasar por una situación traumática, como las desencarnaciones violentas, puedan ser atraídos por esa “fuerza irresistible” a fin de neutralizar -total o parcialmente, ya que aparte de la expiación debe haber también una compensación a las víctimas de antaño, con la vivencia de esa circunstancia, su conflicto del pasado.

¿Quiere decir ello que los que perpetran esos trances no tienen responsabilidad alguna, ya que las víctimas debían padecer esa situación?

Evidentemente que sí tienen su propia responsabilidad, ya que la Ley Natural solamente propicia la conexión entre el suceso traumático y quienes precisan del mismo, pero no exonera de responsabilidad a los que lo provocaron en el plano material.

Hay muchas etapas del pasado, tenebrosas y muy duras, que exigen, no la pena del talión, pero sí una asunción de esa responsabilidad pretérita.

Comprendemos perfectamente que no todos los implicados van a necesitar dar ese paso; seguro que los habrá y que habrán resuelto esa problemática con esfuerzo y trabajo. Pero, para los que todavía no han sido capaces de superar esa situación, puede llegar un momento en que la Ley “piense” que ya no hay más moratorias, haciéndose necesario pasar por la desgracia colectiva (o individual, evidentemente, en muchos otros casos) para romper, de una vez por todas, las amarras con ese pasado.

Posiblemente la pregunta más incómoda sea esta: ¿Todas las víctimas de esas tragedias son responsables de tropelías del pasado? La respuesta pensamos que es afirmativa en casi todos los casos. Evidentemente es una suposición muy embarazosa ya que, además de una desencarnación terrible, afirmamos que son culpables antiguos que merecen o necesitan ese dolor.

Probablemente se puede ponderar mejor esa paradoja con la formulación de otra pregunta: ¿Puede afirmarse que esas personas son más culpables, más responsables que los demás? Ciertamente que no, ya que habrá, con toda seguridad, muchas otras, a su alrededor, con cargas del pasado mucho más importantes; pero, para esas, víctimas de la expiación colectiva, ha llegado el momento oportuno de “soltar lastre”; el resto, sin duda, irán o iremos encontrando nuestras propias oportunidades para solucionar nuestro pasado.

No debe extrañarnos que se den estas situaciones; no olvidemos que: “Los males del género humano son consecuencia de la inferioridad moral de la mayor parte de los Espíritus encarnados (1).”

Sin duda podemos formularnos más preguntas inquietantes, tales como: Todos los que viven esas experiencias colectivas, ¿debían estar allí, o tal vez pueda estar presente alguno ajeno a la misma? ¿Es posible que alguno de los que debiera estar pueda zafarse de tal trance?

Resumiendo: ¿Son todos los que están? ¿Están todos los que son? - ¿Son todos los que están?:

Creemos que no, necesariamente. En virtud de su libre albedrío, es posible que alguno que no tuviera que estar presente, sí lo esté por haberse resistido a quienes, seguramente, han intentado desde el Mundo Espiritual impedir su presencia

 ¿Están todos los que son?: Tampoco, pensamos. Puede haber algunos que, en virtud de su libertad personal, habrán podido zafarse de la actuación de esa fuerza aparentemente irresistible.

¿Quiere ello decir que quedarán al margen de responder por su responsabilidad pretérita? Evidentemente, no; será en otra oportunidad que la tendrán que asumir.

Probablemente, la percepción humana de este problema tan complejo no será nunca la más ajustada a la realidad espiritual, ya que, el género humano, aún tiene un temor enorme a la muerte, siendo ésta, al fin y al cabo, sólo un cambio de estado.

Cuando nuestra perspectiva sobre la muerte sea más natural, probablemente, comprenderemos más adecuadamente la justeza y necesidad de esas muertes traumáticas.

Ya decía Kardec (3): “Para juzgar una cosa, es menester ver sus consecuencias; así es que para apreciar lo que es realmente feliz o desgraciado para el hombre, es preciso transportarse más allá de esta vida, porque allí es donde se hacen sentir las consecuencias; pues todo lo que llama desgracia según su corta vista, cesa con la vida y encuentra su compensación en la vida futura.”

(1) Allan Kardec , “¿Qué es el Espiritismo”, cap. III, núm. 132 (o núm. 128, en según que ediciones).

(2) Así, pues, hemos de suponer que esas personas ajenas al conflicto, ¿tendrán un sufrimiento inmerecido? Por un lado ese sufrimiento es resultado de su propia obstinación en no acceder a las sugerencias que querían ahorrárselo.

 Por otro lado hay que ser conscientes de que no hay sufrimiento inútil; por ello, de esa situación podrán extraer, sin duda, una experiencia positiva.

Veamos al respecto el núm. 738 de “El Libro de los Espíritus”: “Pero en esas calamidades, sucumbe lo mismo el hombre de bien que el perverso, ¿es eso justo?

“Durante la vida, el hombre lo refiere todo al cuerpo; pero después de la muerte, piensa de distinto modo, y según hemos dicho, la vida del cuerpo es poca cosa.

Un siglo de vuestro mundo es un relámpago en la eternidad, y los sufrimientos que se prolongan durante lo que vosotros llamáis de algunos meses o de algunos días no son nada, son para vosotros una enseñanza que os aprovecha en el porvenir. “Pero las víctimas de esas calamidades, ¿no dejan de ser víctimas? “Si se considerase la vida tal como es, y cuán poca cosa es con relación al infinito, se le daría menos importancia.

Esas víctimas hallarán en otras existencias la completa compensación de sus sufrimientos, si saben soportarlos sin murmurar.”

(3) “El Evangelio según el Espiritismo”, cap. V

Extraído de la revista "Flama Espirita"

Adaptación: Oswaldo E. Porras Dorta

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UNA VIVENCIA PERSONAL

 


En primer lugar un saludo y un buen deseo para todos.

 

Os quiero contar como llegué a tener conocimiento de la Doctrina Espirita y qué es el Espiritismo, palabra que muchas personas confunden su significado. Yo misma no había oído hablar mucho de ella.

 

Hace algún tiempo, en este lugar donde vivo, sé que mucha gente, hacía Espiritismo sin ninguna preparación y mal encaminado. Eso me daba miedo.

A mi no se me pasaba por la cabeza asistir a estas cosas porque me daba, como ya he dicho, mucho respeto. Aunque no obstante, siempre me llamaba mucho la atención leer cosas relacionadas con estos temas, con todo lo oculto, porque pienso que es bueno aprender para después saber lo que significan tantas cosas que nos pasan y no tenemos explicación.

 

Bueno, os cuento: 

Un buen día y en buena hora oí hablar que habían abierto una tienda esotérica en mi pueblo y allí me acerqué. Se lo conté a mi prima hermana y fuimos juntas. Nos gustaba mucho por cómo estaba decorada, el olor a incienso, había algo especial que no se cómo explicar, además nos sentíamos muy a gusto por lo que fuimos muchas más veces.

Compraba libros y nos enseñaban muchas cosas. Desde entonces seguimos viéndonos porque poco tiempo después comenzamos a estudiar la Doctrina Espirita, que a mí me ha cambiado la vida.

 A través de este estudio y de experiencias personales duras he comprendido el por qué de muchas cosas y de que nosotros mismos decidimos nuestra vida, que en nosotros está la decisión y la respuesta. Estoy segura de que si cada uno leyéramos un párrafo del “Evangelio Según el Espiritismo” nos sentiríamos mucho mejor ya que te ayuda a ver las cosas con otro color, a darte cuenta de si vas por el camino equivocado, te ayuda a saber perdonar, a hacer el bien y no esperar gratificaciones, a querernos sin dar más explicaciones y sobre todo a practicar la Caridad y a tener siempre nuestro pensamiento en Dios, que es nuestro creador y el de todas las cosas. Por todo esto nos tenemos que respetar y amar los unos a los otros.

 

Todo esto y muchas más cosas estoy aprendiendo y tratando de comprender, con estas dos personas tan maravillosas que tienen un corazón tan grande, que a veces se les escucha latir desde fuera y que hacen el bien sin límites. Doy las gracias a Dios por conocerlos y que Él los bendiga.

 

Si os animáis a venir al centro espirita con nosotros seguro que os gusta porque hacemos muchas actividades y nos divertimos mucho, hacemos excursiones y aprendemos a ser más humanos.

 

Me siento viva. Es bueno saber dar un sentido a todo lo que nos pasa. Estudiando espiritismo encontraremos las respuestas a tantas preguntas.

 

Un saludo y un abrazo.

 

Mª Ángeles.

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             EL PERIESPIRITU

2ª Parte ( continuación)



Densidad, es la propiedad  que trata de las medidas  de peso ( ponderabilidad)  y de luminosidad (frecuencia vibratoria  mental)  ambas relacionadas a la evolución del espíritu.

Penetrabilidad, se trata de la capacidad de atravesar barreras fisicas, si se hallan presentes las necesarias condiciones mentales.

Visibilidad, el periespiritu es normalmente invisible en los Espíritus encarnados;  los desencarnados menos evolucionados perciben el periespiritu  de sus semejantes y de los Espíritus  que le son inferiores. La visibilidad  es, no obstante,  común, en los Espíritus Superiores.

Sensibilidad, es la propiedad de percibir sensaciones, sentimientos, emociones. Estas percepciones  no son captadas  por medio de órganos  específicos, sino por todo el cuerpo periespiritual.

 Bicorporiedad o desdoblamiento, representa  la propiedad en que el Espíritu se hace en dos, es decir, el cuerpo físico es visto en un lugar (generalmente dormido en el lecho) y el periespiritu visto en otro lugar.

Unicidad, significa decir que cada persona trae el propio periespiritu la suma de sus adquisiciones evolutivas. No hay por tanto dos periespíritus iguales.

Mutabilidad, es la propiedad que permite  cambios en el periespiritu en el transcurso del proceso evolutivo. La mutabilidad ocurre en lo que se refiere a la substancia, a la forma y a la estructura periespirituales

Las funciones del periespiritu pueden ser sintetizadas  en cuatro: instrumental, individualizadora, organizadora y sustentadora.

La función individualizadora permite que el periespiritu sea el elemento  de unión entre  el espíritu y el cuerpo físico.

La función instrumental permite  la integración del espíritu  con los mundos espiritual y físico.

La función individualizadora está relacionada a la historia  y a las conquistas evolutivas de la persona y presenta características peculiares  a la identificación de cada individuo.

La función organizadora se dice respecto al papel de modelo que el periespiritu ejerce, determinando las líneas morfológicas  y hereditarias del cuerpo físico. Está función garantiza la manifestación de la ley de causa y efecto.

La función sustentadora, bajo el impulso de la mente espiritual, permite que el periespiritu  transfiera, paulatinamente, la energía vital para el cuerpo físico,  sustentándolo desde la formación hasta su completo desarrollo. Por medio de esta función el cuerpo físico tiene garantizada la vitalidad que lo sustentará durante el tiempo previsto para la reencarnación.

 El periespiritu es un foco de potencias. La fuerza magnética que ciertos hombres proyectan en abundancia  y que puede, de cerca o de lejos, influir, aliviar, curar, es una de sus propiedades. La fuerza psíquica, indispensable para la producción de los fenómenos espiritistas, tiene en el su asiento.

El cuerpo fluídico no es solo un receptáculo de fuerzas. Es también el registro vivo en donde se imprimen  las imágenes  y los recuerdos: sensaciones, impresiones y hechos, todo se fija en el, todo se graba. Cuando las condiciones  de intensidad y duración son demasiado débiles, no llegan hasta nuestra conciencia, más por esto no dejan de ser grabadas en nuestro periespiritu donde permanecen latentes. Otro tanto sucede  respecto a los hechos relacionados con nuestras vidas anteriores. El ser psíquico que se halla en estado de sonambulismo, desprendido parcialmente del cuerpo, puede volver a encontrar su encadenamiento. Así se explica el fenómeno de la memoria.

Las vibraciones del periespiritu se debilitan bajo la envoltura de la carne; pero vuelven  a encontrar su amplitud cuando el espíritu se desprende  de la materia y recobra  su libertad. Bajo la intensidad de sus vibraciones, las impresiones almacenadas en el periespiritu reaparecen. Cuanto más completo es el desprendimiento, más se ensancha  el campo de la memoria. Los recuerdos más lejanos se despiertan. El individuo  puede revivir sus vidas pasadas; así lo hemos comprobado muchas veces en nuestras experiencias. Muchas personas  sumidas por la influencia oculta  en el sueño sonambúlico,  reproducen los sentimientos, las ideas, los actos olvidados de la vida actual, de su primera juventud. Reviven hasta las escenas  de sus vidas anteriores, con el lenguaje, las actitudes, las opiniones  de la época y del centro.

 En tales casos parece que se manifiesta un espíritu diferente, que otra entidad se revela. Estos fenómenos  mal observados por ciertos experimentadores, han podido dar origen a la teoría  de las múltiples personalidades coexistiendo en una misma envoltura, teniendo cada una de ellas su carácter  y sus recuerdos propios.

El periespiritu no se halla encerrado en los límites del cuerpo, como si estuviera en una caja. Por su naturaleza fluidica  es expansible, irradia para el exterior  y forma en torno de su cuerpo, una especie de atmósfera  que el pensamiento y la fuerza de la voluntad  pueden dilatar  más o menos. Algunas personas sin estar en contacto corporal, pueden hallarse en contacto por su periespiritu e intercambiar, no obstante, impresiones, y algunas veces, pensamientos por medio de la intuición.

De manera semejante, los Espíritus se comunican  con los encarnados, a través de la mediumnidad. El médium y el espíritu comunicante entran en contacto,  uno con el otro, por los respectivo  periespíritus y cambian impresiones y sentimientos.

El periespiritu también tiene papel fundamental en las apariciones vaporosas o tangibles.

En las comunicaciones mediumnicas corrientes, el espíritu sufriente o necesitado puede encontrarse  en grado, moral e intelectualmente inferior al del médium que le transmite el mensaje. En esa situación, entre el médium y el Espíritu comunicante se establece  una ligación de orden fluidica,  en que el médium, a semejanza de un enfermero, permite que el Espíritu retrate y transmita a los circunstantes sus dolores, sus sentimientos, sus dificultades, su grado de entendimiento  moral-intelectual. Esa ligación del Espíritu con el médium y la manifestación consecutiva  de su estado – vía periespíritus -  solo son posibles con el consentimiento del médium, que atiende a la solicitud (consciente o no) del Espíritu comunicante.

El estado psíquico del Espíritu es obra suya. El grado de percepción  y comprensión  es el fruto  de largos esfuerzos.  El espíritu es  lo que el hace de si mismo en el recorrido  del ciclo inmenso de sus vidas. La envoltura fluidica, grosera o sutil, opaca o radiante, representa el valor exacto y la suma de sus adquisiciones. Sus actos, los pensamientos  persistentes, la tensión  de la voluntad hacia un objeto, toda la evolución de su ser mental repercuten en el periespiritu del espíritu, y según sea su naturaleza baja o elevada, sórdida o generosa,  dilatan, afinan o enturbian  su sustancia. De ello resulta,  que por la orientación  constante de sus ideas,  de sus aspiraciones,  de sus gustos, por sus obras en un sentido u en otro, el espíritu va construyendo poco a poco una envoltura sutil, poblada de bellas  y nobles imágenes, abierta a las más delicadas sensaciones, o bien una morada sombría, una cárcel oscura,  en donde, después de la muerte, el alma, limitada en sus percepciones, está sepultada como en una tumba. Así es como el hombre labra su bien o su mal, su dicha o su pena. Lentamente día a día, edifica su destino. Su obra está grabada en si mismo, visible para todos en el más allá. Mediante esta admirable disposición de las cosas, tan sencilla  como grandiosa, se realiza en el mundo de los seres la ley de causalidad o de la consecuencia  de los actos,  que no es otra  que la del cumplimiento de la justicia.

Y, por un efecto de las mismas causas,  desde esta vida,  el hombre atrae a si las influencias de arriba, las radiaciones etéreas o los groseros  efluvios de los espíritus  de pasión,  de desorden. Aquí esta la regla de las manifestaciones espiritas; no es otra que la ley misma de las atracciones y de las afinidades. Según el grado de sutileza de nuestra envoltura  y la intensidad de sus radiaciones, podemos, sin embargo,  en los momentos de desprendimiento, de éxtasis – y aun para algunos – en los de recogimiento y meditación – entrar en relación con el mundo invisible, percibir los ecos, recibir  las inspiraciones, vislumbrar los esplendores  de los mundos celestes, o bien sentir las influencias de los espíritus de la tinieblas.

La Doctrina Espirita, muestra la igualdad perfecta, absoluta, del punto de partida de todos los hombres, borra las separaciones artificiales  elevadas por el orgullo y la ignorancia, y perentoriamente prueba  que nadie tiene derecho  a más respeto ajeno que aquel  a que se haga  acreedor por la nobleza de su conducta. El nacimiento y la posición social  no son sino  accidentes temporales de los que nadie puede envanecerse, puesto que del mismo modo  se pueden adquirir  que perder en cualquier momento de la evolución.

Verdades tan consoladoras es bueno  que las esparzamos sin cesar a nuestro alrededor. Demostrando así que solo el esfuerzo individual puede proporcionarnos el progreso colectivo y que la misma Potencia  que nos ha conducido al estado de hombres, nos abrirá las perspectivas  infinitas de la vida espiritual, desenvolviéndose en la extensión sin limites del Cosmos.

- Trabajo realizado por Merchita-

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