¡¡ GLORIA A DIOS EN LAS ALTURAS, Y PAZ EN LA TIERRA A LOS HOMBRES DE BUENA VOLUNTAD !!
¡ FELIZ NAVIDAD !
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INQUIETUDES ESPÍRITAS
1.- El Espiritismo y la guerra
2.- Conceptos del Espiritismo
3.- La Parapsicología y la existencia del Espíritu
4.- Mediumnidad de efectos intelectuales
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EL ESPIRITISMO Y LA GUERRA
Un velo de tristeza y de duelo cubre y se extiende sobre el país que sufre una guerra. Muchos son los hermanos que lloran por la pérdida de sus seres amados.
Es preciso en presencia de tal cúmulo de males proyectar el pensamiento hacia los principios eternos que rigen a las almas y a las cosas. Solo en el Espiritismo encontramos la solución de los múltiples problemas que un drama así plantea. En el beberemos los consuelos capaces de mitigar el dolor.
Muchos son los que preguntan:
-¿ Por qué permite Dios tantos crímenes y calamidades?.
Ante todo, digamos que Dios respeta la libertad humana, por cuanto ésta es el instrumento de todo progreso y la condición esencial de nuestra responsabilidad moral. Sin libertad – vale decir, sin libre arbitrio – no habría ni bien ni mal y, por tanto no existiría posibilidad de progreso.
Es ese principio de la libertad, que constituye a la par la prueba y la grandeza del hombre, puesto que le confiere el poder de escoger y de obrar; es el origen de los esplendores morales para aquel que esté resuelto a elevarse.
¿ Acaso en una guerra no se ve, a unos que se rebajan por debajo del nivel de la animalidad y a otros que, con su consagración y auto sacrificio alcanzan las alturas de lo sublime?.
Para los Espíritus inferiores, como lo son la mayoría de los que pueblan la tierra, el mal es el resultado inevitable de la libertad. Pero dios, en su honda sabiduría y su conciencia infinita, del mal cometido sabe extraer un bien para la humanidad.
Colocado por encima del tiempo, domina El la serie de los siglos, en tanto nosotros, nos cuesta trabajo aprehender el eslabonamiento de las causas y sus efectos. De todos modos, tarde o temprano y sin lugar a dudas suena la hora de la justicia eterna.
Sucede a veces que los hombres, olvidando las leyes divinas y la finalidad de la vida, resbalan por la pendiente del sensualismo y se hunden en la materia. Entonces, todo lo que constituía la belleza de su alma queda velado y desaparece, dando lugar al egoísmo, la corrupción y el desarreglo en todas sus formas. Llegándose a no tener otros ideales que la fortuna y los placeres. El alcoholismo y la disipación ciegan las fuentes de la vida. Y para tantos excesos solo queda un remedio: ¡el sufrimiento!. Las bajas pasiones emanan fluidos que poco a poco van acumulándose y terminan por resolverse en catástrofes y calamidades: de ahí las guerras.
No faltan advertencias y consejos. Pero los seres humanos hacen oídos sordos a las voces del Cielo. Dios nos deja hacer, pues sabe que el dolor es el único medio eficaz para reconducir a los hombres a miras más sanas y sentimientos más generosos.
Desde el punto de vista material, Dios puede impedir que se desencadene una guerra. Pero, desde el punto de vista moral, no puede hacerlo, puesto que una de sus leyes suprema exige que todos – tanto los individuos como las colectividades – suframos las consecuencias de nuestros actos. La conciencia publica, el sentimiento del deber, la disciplina familiar son los atributos necesarios para que los pueblos sean grandes y no se debiliten con procesos de profunda corrupción.
En el Universo hay una Justicia que se pone en acción para dar fuerzas y asistir a la humanidad enferma y descontrolada.
No basta tener a cada instante el nombre de Dios en los labios, es mucho mejor para el hombre el guardar sus leyes inmutables en su corazón.
Las mentiras y la perfidia, la violación de los tratados y el incendio de las ciudades, la masacre de los débiles y de los inocentes no pueden encontrar justificación ante la Divina Majestad.
Todo mal cometido se vuelve, con sus efectos, contra la causa que lo produjo. Así, la violación del derecho de los débiles se vuelve también contra los poderes que lo ultrajan.
De las regiones arrasadas ascienden hacia el Cielo gritos de angustia, y el Cielo no hace oídos sordos a los llamados de desesperación. Los poderes vindicativos del Más Allá entran en acción. Detrás de los que perecen en las guerras otros surgen, hasta que los invasores flaquean y horrorizados ven que el destino se ha puesto contra ellos.
Aquellos que han muerto regresan al Espacio con la aureola del deber cumplido: su ejemplo inspirara a las generaciones por venir.
La lección que se desprende de las guerras consiste en que el hombre debe aprender a elevar sus pensamientos por sobre los tristes espectáculos de este mundo y dirigir sus miradas hacia ese Más Allá de donde le vendrán los socorros, las fuerzas necesarias para emprender una nueva etapa hacia el grandioso objetivo que se le ha asignado.
El depositar la mente y el corazón en las cosas materiales nos demuestra que la materia es inestable y precaria. Las esperanzas y glorias que promete carecen de futuro. No hay fortuna ni poder terrenal alguno que este a cubierto de las catástrofes que puedan sobrevenir. Ninguna riqueza o esplendor es realmente duradero, sino son los del Espíritu inmortal. Solo el es capaz de transformar las obras de muerte en obras de vida. Pero, para comprender esta profunda ley es menester la escuela del sufrimiento.
Así como el rayo de luz debe ser descompuesto por el prisma para producir los brillantes colores del arco iris, de igual manera el alma humana tiene que ser quebrada por las pruebas para que irradie todas las energías y todas las grandes cualidades que en ella dormitan.
En medio de la desgracia, sobre todo, es cuando el hombre piensa en Dios. Tan pronto como las ardientes pasiones suscitadas por el odio y la venganza se hayan apaciguado, y cuando la sociedad retome su normal ritmo de vida, comienza la misión de los espiritistas. Es entonces cuando tendrá que consolar duelos y curar las llagas morales, y reconfortar a las almas laceradas
Bajo la lenta, profunda y eficaz acción del dolor, incontables seres se tornan accesibles a las verdades cuyos depositarios responsables somos.
Sepamos, pues, los espiritas aprovechar las trágicas circunstancias que atravesamos en una guerra, y la Providencia sabrá obtener que de ellas resulte un bien para la humanidad.
Todas las almas fuertes que en medio de la tormenta han mantenido su serenidad pedirán, junto con nosotros y con total confianza, que las pruebas sufridas en una nación en guerra, hagan vibrar en las almas sentimientos de honor, unión y concordia que son medios poderosos de elevación. Por su intensidad, esos sentimientos pueden reaccionar contra las plagas de la sensualidad, el egoísmo, y el personalismo excesivo en los ganadores.
Antaño la guerra tenía su trágica belleza, su grandeza. Se luchaba a campo raso, alta la frente y con las banderas desplegadas. Hoy en día, no hay más que trampas, emboscadas, asechanzas. En los trabajos de la paz como en los de la guerra, los hombres han desnaturalizado empequeñecido y rebajado cuanto fuese grande. Alevosía, perfidia y mentira, son los principios habituales.
Las almas de los muertos no son, como creen algunos, entidades vagas e imprecisas. Cuando han alcanzado los grados superiores de la jerarquía espiritual se convierten en poderes irresistibles, en centros de actividad y de vida capaces de ejercer su acción sobre la humanidad terráquea.
Por medio de la sugestión magnética pueden inspirar a aquellos a quienes han elegido, haciendo germinar en ellos la idea directriz e incitándolos a actos decisivos que coronara su obra. De esta manera los invisibles se mezclan en las acciones de los vivientes para la realización del bien y el cumplimiento de la justicia eterna.
Cuando se lucha en defensa de los débiles y la liberación de los oprimidos los poderes invisibles, las fuerzas divinas se entregan a la labor por ser lucha grande y sagrada, la lucha de la libertad, el derecho y la justicia, contra la brutalidad armada y el despotismo cínico y grosero.
La lucha formidable que se desarrolla entre las naciones y las razas, y las convulsiones que agitan al mundo, plantean los más graves problemas. Ante este gran drama, la mente humana, ansiosa, se formula mil preguntas.
Y hay horas en que la duda, la inquietud y el pesimismo invaden los espíritus más firmes y resueltos.
El progreso, ¿es tan solo una quimera?. ¿ Será sumergida la civilización por la ola ascendente de las pasiones brutales?.
Los esfuerzos de los siglos por realizar la justicia, la solidaridad y la paz dentro de la armonía social ¿resultaran vanos?.
Las concepciones del arte y el genio del hombre, los frutos del pesado e inmenso trabajo de millones de cerebros y de brazos, ¿ van a desaparecer arrasados por la tormenta?.
El pensador Espiritualista sondea ese abismo de males sin sentir vértigo. Del caos de los acontecimientos extrae la gran ley que todo lo rige. Antes que nada recuerda que nuestro planeta es una morada muy inferior, un laboratorio donde son bosquejadas las almas todavía jóvenes, con sus confusas aspiraciones y sus pasiones desordenadas.
Para que las energías, que dormitan ignoradas y mudas en las tinieblas del alma, salgan a la luz, sean necesarios los desgarramientos, angustias y lagrimas. Ninguna grandeza puede haber sin el sufrimiento, ninguna elevación sin las pruebas.
Si el hombre estuviese exento de las vicisitudes de la suerte, privado de las rudas lecciones de la adversidad, ¿podría templar su carácter, desarrollar su experiencia, valorizar las ocultas riquezas de su alma?.
Puesto que el mal constituye una fatalidad en nuestro mundo ¿no existe responsabilidad para los perversos?. Creer que no la hay seria un error funesto: en su ignorancia y ceguera el hombre siembra el mal y las consecuencias de este recaen pesadamente sobre él mismo, así como sobre todos aquellos que se asocian a sus acciones viles. Tal lo que esta sucediendo en esta hora que vivimos.
Dos poderosos monarcas uno protestante y otro católico por ejemplo pueden desencadenar una guerra , preparándolo, calculándolo y combinándolo todo para obtener una victoria aplastante.
Pero las fuerzas divinas, los poderes espirituales, intervienen en el conflicto, inspirando heroicas resistencias a las naciones amenazadas y haciendo surgir en ellas tesoros de valor, que anteriormente podrían venir acumulando en el fondo de las almas.
Detrás de la humareda de las pasiones que sube desde la tierra, se siente la presencia de un tribunal superior invisible que aguarda el desenlace de los conflictos, para reivindicar los derechos de la eterna justicia. De una manera vaga los combatientes sienten esas cosas, tiene la intuición de que la causa que están defendiendo es justa o injusta y tal impresión va cundiendo poco a poco por todo los rincones del país.
Estas tormentas barren las frivolidades y liviandades con todo lo pueril y mundano, para dejar en pie tan solo aquello que hay en el hombre de mas sólido y mejor.
Sin duda alguna, subsisten a un en las almas muchos gérmenes de inmoralidad, corrupción y decadencia después de una guerra, hasta el punto de que a veces podríamos preguntar si esta lección tremenda ha servido para curar los vicios. En cambio de ella, ¡cuantas existencias ficticias, estériles o desordenadas se han hecho mas sencillas y fecundas, o mas puras!.
En ciertos aspectos, la vida pública y la privada experimentan una transformación radical. Esa depuración de los hábitos y de los caracteres trae consigo la depuración del pensamiento, sea cual fuere la forma en que este se exprese. El hombre parece haberse desembarazado para mucho tiempo de esa psicología mórbida, de esa pornografía de baja ralea, venenos de las almas que hacían considerar una nación en decadencia.
Claro esta, no echamos al olvido el penoso cortejo de calamidades engendradas en una guerra: las hecatombes espantosas, las vidas desperdiciadas, las ciudades saqueadas o destruidas, violaciones e incendios, ancianos, mujeres y niños despojados, asesinados o mutilados, el éxodo de los rebaños humanos que huyen de sus casa desbastadas: en una palabra, el espectáculo del dolor humano en lo que tiene de más intenso y pungente.
Pero,( todo espirita sabe) la muerte no es sino una apariencia: al desprenderse el alma de su envoltura material adquiere mayor fuerza, una mas justa percepción de las cosas, y el ser vuelve a encontrarse mas vivo en el Más Allá.
El dolor depura el pensamiento, ninguna pena es perdida, ninguna prueba queda sin compensaciones. Los que han muerto por su país cosechan los frutos del sacrificio, y los sufrimientos de los que sobreviven transmiten a su peri espíritu ondas de luz y gérmenes de felicidades venideras.
En cuanto a la cuestión del progreso: solo es real y duradero el progreso a condición de que se opere en forma simultánea en sus dos aspectos, el material y el moral.
Porque el progreso material es, con demasiada frecuencia, un arma puesta al servicio de las bajas pasiones.
La ciencia ha provisto a los hombres modernos de formidables medios destructivos: maquinas de todo tipo, explosivos poderosos, cápsulas incendiarias, dispositivos para arrojar combustibles encendidos, gases asfixiantes o corrosivos etc. Aviones y tanques, amplían grandemente el campo de acción de las matanzas. Todos los perfeccionamientos de la ciencia, hacen desgraciados al hombre cuando este sigue siendo malo. Y tal situación se prolongará hasta que la educación del pueblo siga falseada y sigan ignorando los hombres las leyes del Ser y del destino, así como el principio de las responsabilidades, con sus repercusiones a lo largo de las renacientes existencias del hombre.
En lo que atañe al progreso moral, es lento y poco menos que imperceptible en la tierra, por cuanto, la población del globo va aumentando sin tregua con seres que provienen de mundos inferiores al nuestro. Y los Espíritus, que llegan, entre nosotros, a cierto grado de adelanto, evolucionan con provecho hacia humanidades mejores. De ello resulta que el nivel general varia poco y las cualidades morales de los individuos siguen siendo raras y ocultas.
El hombre deberá subir aun los duros peldaños del Calvario, a través de espinos y agudas piedras. Las calamidades son el cortejo inevitable de las humanidades atrasadas, y la guerra es la peor de todas. A no ser por ellas, el hombre poco evolucionado se demoraría en las futilezas del camino o se aletargaría en la pereza y el bienestar. Le hace falta el látigo de la necesidad, la conciencia del peligro, para forzarlo a poner en acción las fuerzas que dormitan en él, para desarrollar su inteligencia y afinar su juicio. Todo cuanto esta destinado a vivir y crecer se elabora en el dolor. Hay que sufrir para dar a luz: esa es la parte que toca a la mujer. Y hay que sufrir para crear: esa es la parte que toca al genio.
Las cualidades viriles de una casta se ponen de relieve con más brillo en las horas trágicas de su historia. Si la guerra desapareciera, se extinguirían con ella muchos males, gran numero de errores, pero ¿no genera también el heroísmo, el auto sacrificio, el desprecio por el dolor y la muerte?. Y esas son las cosas que hacen la grandeza del ser humano, las que lo elevan por encima del irracional.
Espíritu imperecedero, el hombre constituye un centro de vida y acción que de todas las vicisitudes y pruebas – aun las mas crueles- debe hacer otros tantos procedimientos para irradiar cada vez mas las energías, que duermen en los mas recónditos hondones de si mismo.
Las grandes emociones nos hacen olvidar las preocupaciones pueriles – a menudo frívolas –de la vida, abriendo en nosotros las influencias del Espacio.
En los mundos evolucionados, entre las humanidades superiores a la nuestra, las calamidades no tienen ya razón de ser. La guerra no existe allí, pues la sabiduría del Espíritu ha puesto fin a toda causa de conflicto. Los que moran en las esferas venturosas, iluminados por las verdades eternas y poseedores de los poderes de la inteligencia y el corazón, no necesitan ya de esos estimulantes para despertar y cultivar los escondidos recursos del alma.
El sufrimiento es el gran educador, así de los individuos como delos pueblos. Cuando nos apartamos del recto camino y resbalamos hacia la sensualidad y descomposición moral, el sufrimiento, con su aguijón, nos hace volver a la senda del bien. Tenemos que padecer para desarrollar en nosotros la sensibilidad y la vida. Es esta una ley seria, y austera, fecunda en resultados. Hay que sufrir para sentir y amar, para crecer y elevarse. Solo el dolor pone termino a los furores de la pasión, despierta en nosotros las reflexiones profundas, revela a las almas lo que en el universo hay de más grande, bello y noble: la piedad, la caridad y la bondad...
Es tiempo ya de que el hombre aprenda a conocerse a si mismo gobernar las fuerzas que en él residen: si supiera que todos los pensamientos y todos los actos egoístas, o envidiosos, contribuyen a acrecentar los poderes maléficos que sobre el se ciernen, alimentando las guerras y precipitando las catástrofes, cuidaría más su conducta y con ello muchos males serian atenuados.
Solo el espiritismo puede ofrecer esta enseñanza. Todos los espiritas tiene el deber de difundir en su entorno la luz de las eternas verdades y el bálsamo de las consolaciones celestiales, tan necesarias en las horas de pruebas que atravesamos.
Es menester asistir a la humanidad dolorida y ofrecerle las perspectivas reconfortantes de lo invisible, del Más Allá, demostrándoles la certidumbre de la supervivencia del alma, el júbilo del reencuentro para aquellos a quienes la muerte separo.
Es menester que vayamos al pueblo que carece de ideal, a los humildes y pequeños a los cuales el materialismo engaña, pues solo sabe desarrollar en ellos la avidez de placeres y los sentimientos de odio y envidia, debemos ir a ellos llevándoles la enseñanza moral, la alta y pura doctrina que alumbra el porvenir y nos muestra como la justicia se consuma por medio de las vidas sucesivas.
Todos los que, amando la justicia, la buscan en el ámbito estrecho que su mirada abarca, rara vez la encuentra en las obras del hombre, en las instituciones de este bajo mundo. Ensanchemos, pues, nuestros horizontes: entonces la veremos expandirse en la serie de nuestras existencias a lo largo de los tiempos, por el simple mecanismo de los efectos y las causas. Tanto el bien como el mal se remontan siempre a su fuente de origen. El crimen recae siempre sobre sus autores. Nuestro destino es obra de nosotros mismos, pero solo se esclarece por el conocimiento del pasado. Para captar su eslabonamiento hay que ir mas arriba y contemplar desde allí, en su conjunto, el panorama viviente de nuestra propia historia. Ahora bien, esto Serra solo posible para el Espíritu que se encuentre desprendido de su envoltura carnal, ya sea por medio de la exteriorización durante el sueño, ya debido a la muerte. Entonces, las sombras y contradicciones del presente surge para él viva luz. La gran ley se le aparece en la plenitud de su brillo y en su soberana majestad, regulando la ascensión de los seres.
La verdad, para descubrirla, hay que elevarse hasta las regiones serenas a las que no llegan las pasiones políticas y donde no reinan los intereses materiales. Interroguemos a los grandes muertos – e inspirémonos con sus consejos. Ellos nos confirmaran la existencia de esas leyes superiores fuera de las cuales toda obra humana es impotente y estéril. º
A pesar de ciertas teorías, lo que hace falta sobre todo, para realizar la paz social y la armonía entre los hombres, es el acuerdo íntimo de las inteligencias, las conciencias y los corazones. Solo puede darlo una gran doctrina, una revelación superior que trace el rumbo humano y fije los deberes comunes.
En la historia del mundo las calamidades son muchas veces signos precursores de nuevos tiempos, el anunciado de que se esta preparando una transformación y la humanidad va a experimentar profundos cambios.
La muerte ha causado numerosos vacíos entre los hombres, pero Entidades mas evolucionadas vendrán a encarnar en la tierra. Las incontables legiones de almas liberadas por las contiendas bélicas se ciernen sobre los hombres, ávidos de participar en sus trabajos y esfuerzos, de comunicar- a los que aquí dejaron- confianza en Dios y fe en un futuro mejor. Su acción se extiende y va imponiéndose cada vez más. Y suscita testimonios inesperados que, a veces, provienen de muy arriba. Como un diario de 1919 titulado “El hombre libre” que en su edición decía:
“Nuestros muertos queridos, están al lado de nosotros y la humanidad se compone de mayor numero de difuntos que de vivientes. Somos gobernados por los muertos”.
Hoy en día, un gran soplo esta pasando sobre el mundo y lleva a las almas hacia una síntesis, en la que cuanto hay de bueno y verdadero en las antiguas creencias viene a agregarse a las obras de la ciencia y del pensamiento moderno, para estructurar el instrumento por excelencia de la educación y la disciplina sociales.
A veces, las sombras se tornan más densas y se hacen más negras la noche en torno nuestro. Se multiplican los peligros y terribles amenazas pesan sobre la civilización.
Pero en esas horas sentimos que nuestros grandes hermanos del Espacio están más cerca de nosotros. Sus fluidos vivificantes nos sostienen y penetran. Gracias a ellos se encienden en el horizonte resplandores de aurora que iluminan nuestra ruta.
En medio del caos de los acontecimientos, un mundo nuevo se esboza...
-- Mercedes Cruz-- Extraído del libro de León Denis....El mundo invisible y la Guerra---
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Conceptos del Espiritismo
Por Amalia Domingo Soler
Las elevadas definiciones que de todo concepto moral y filosófico nos da la doctrina espiritista permiten a la inteligencia escrutadora remontarse a más amplias esferas que las del estrecho circuito en que reducida queda por la limitación de los conocimientos humanos.
Verán a las ciencias avanzar en sus descubrimientos encontrando una nueva ley que los ordene y coordine para relacionarlos prácticamente con otros hechos análogos; la física y la química hallarán otros cuerpos que descomponer y analizar estudiando sobre su naturaleza y propiedades; la mecánica medirá nuevas fuerzas para equilibrarlas según el movimiento potencial y la astronomía en sus diversas ramas sumará nuevas actividades profundizando los piélagos del infinito cielo, del caudaloso mar con ayuda siempre de las más comprobadas de las ciencias todas; las matemáticas: progresarán, si, mediante los desvelos del pensador, los estudios del sabio y el heroísmo de los mártires: todo cálculo dará una ecuación, toda vigilia un resultado como toda abnegación un recuerdo dejará.
Acaso de la ciencia espírita pudiérase prescindir en relativo sentido, pero su avance, su desenvolvimiento continuará aunque muy lento y tardo como ha seguido hasta hoy; sin embargo desde que las relaciones e inspiraciones de los espíritus con los hombres habiendo sido de todo tiempo y lugar han impreso en cuanto se ha revelado su procedencia y origen extrahumanos.
¿Quién dio valor a Juana de Arco para llevar a término la más temeraria de las empresas? ¿Quién a Colon para insistir en la persecución de su colosal idea? y dejando de recordar muchos y valiosos héroes para citarlos consignaremos que esas conquistas no han sido solamente las obras de los hombres sino que en ellas han colaborado principalmente los seres incorpóreos para prestarles indirectamente el concurso divino cuya idea es la manifestación oculta.
Hoy que por la voluntad del Padre todas las inteligencias humanas y extra-humanas se relacionan entre sí permitiéndonos esta correspondencia y adquirir conocimientos positivos de otros tiempos ignorados y reputados de falsos o mágicos, hoy que con la libertad de pensar y el derecho de discutir vamos paulatinamente emancipándonos de vetustas y caducas creencias, podemos decir muy alto hasta qué altura el pensamiento a lado remontó su vuelo, que profundidades midió dando a la razón nunca satisfecha un destello reflector de esa otra razón absoluta y única que en sí comprendía y a ella convergen todos los rayos luminosos de la inteligencia generatriz.
Osado fue el primer hombre que dio valor a sus ideas y virtud a sus creencias proclamándolas suyas como de su razón las prohijadas; atrevido fue y grande porque esta profesión implicaba el destierro, la confiscación de sus bienes y su vida si otros tesoros no poseía además; pero aun más gigante se presenta a nuestra consideración al verle erguido ante los hechos de la historia, ante la historia de los procesos humanos no rindiendo su voluntad al yugo de las tiranías, voluntad que defendía sus convicciones elevándolas por el martirio al limpio cielo de la verdad: tal ejemplo dio poderoso empuje a los que llegaron después para esculpir en los anales de la memoria eterna sus imperecederas luchas habidas por la fe en los combates de la razón; de esa fe unida a una abnegación sin ejemplo y a un desprendimiento sin rival, necesitamos los espiritistas para afrontar las necias frivolidades del mundo impresionable, los dimes y diretes de una sociedad entretenida en ridiculizarse y nunca harta de vivir de la vida perecedera de artificiosas costumbres.
El espiritista es un ente original y extraño, digno de ocupar el número uno de un asilo de enajenados más bien que habitar una vivienda de cuerdos; tal es la consideración que se nos tiene por cuyo juicio perdemos ante la opinión el carácter racional que nos corresponde, que no es cosa baladí, y esto sin enumerar los mil calificativos de otro orden no muy piadosos que igualmente en la mundanal clasificación nos pertenecen de fijo; pues bien, todo esto y muchísimo más lo sabe el espiritista y lo sufre gustoso; todo y más si posible fuera lo acepta con júbilo porque inmensa y valiosísima es la herencia que ha recibido en la luz de su destino, en la realidad de su mañana eterno y en la ciencia del bien infinito.
¿Qué son las amarguras de un instante, las angustias del sentimiento, todas las hieles de una existencia planetaria ante una sola de esas bellezas que nos describen las almas superiores desde el mundo espiritual en donde moran?
¿Existe acaso el imperio solo para los empíricos coronados? Cierto es que hay aun muchos paraísos en donde el hombre hallará edenes, oasis en los que calmará toda su sed de ambiciones; pero todos esos lugares se perderán para él, se hundirán bajo su planta porque todo aquel que edifica sobre arena según el sentido evangélico verá destruida su casa, pero quien edificare sobre roca dura no debe temer su ruina.
No se afane el hombre en buscar dichas mentidas creándose cielos materiales: no puede cosechar grano quien sembró paja.
Los cielos de la virtud, la patria del sentimiento no son privilegio del potentado, ni del sabio, son la legítima herencia de la verdad y del bien, y de la virtud espiritual, no por las creencias sino por sus consecuencias; esas moradas asequibles a todos son las que debemos merecer por ciencia y paciencia de reiterados esfuerzos en pro de la fraternidad universal, en ellas el pensamiento puesto sin otro objetivo que la verdad en su más genuino concepto siempre el hombre obrará como espiritista, el espiritista como bueno y el bueno como enviado del Padre en cuya casa la paz y la vida se manifiestan infinitamente.
Cada día son en mayor número los creyentes a nuestra fe salvadora y sublime, cada día y cada hora nuevos adeptos vienen a engrosar las apretadas filas de nuestra comunión espírita no reclutados de las clases desheredadas por la instrucción sino salidos de los centros ilustrados, corporaciones doctas cuyo racionalismo en materias científicas no puede ser discutido, ni puesto en tela de juicio; la fe de los sabios no es ciega y si bien no son infalibles porque son hombres, el sentido común está siempre al lado de los que someten al crisol de la razón las elucubraciones de la inteligencia, y así será necesariamente menos equívoca una disertación concluyente del genio que investiga que la predicación de un apóstol mercenario cuya misión se reduce a imponer el credo de su idea religiosa como absoluta verdad de una revelación única.
Las religiones todas se han estacionado, pero las ideas tantos siglos comprimidas en el cerebro han destrozado la mano de hierro que ejercía la presión emprendiendo vertiginosas el vuelo para remontarse a las esferas de la libertad cuyo ambiente respiran hoy para crearse el nuevo molde en donde ha de elaborarse la levadura de futuras y vigorosas generaciones.
La fe de los espiritistas es la revelación de ultratumba, la comunicación con los espíritus; la razón de ella es su elevadísima moral; su ley la investiga la ciencia, la fuerza psíquica, el dinamismo de las almas, profundos conocimientos que no penetraremos en una fase de la vida, en una sola etapa de la universal e infinita existencia, sino en la sucesión no interrumpida de los siglos en los cuales continuaremos yendo de más en más a la perfección y sintiendo aspiraciones eternas de inacabables venturas.
Nuestra fe es el fruto de la labor, el producto del esfuerzo inteligente y como el trabajo abona, hace algo, resultando un bien, de ahí que amemos con convicción la obra legítima de nuestros afanes no fortificada por egoísmos individuales; y porque tenemos la fe de la razón tenemos la clarividencia del porvenir teniendo con estos los medios únicos de hacernos mejores en la humildad y en la paciencia, en la resignación y en la justa tolerancia; sin estos distintivos prácticos no puede haber un espiritista que acredite en su credo de amor como no puede existir un matemático que desconozca el álgebra, ni un geómetra que no sepa trazar una exégesis.
Nuestro amor a la humanidad es sin límites ni condiciones y es tal, o debe ser tal que se da hasta a nuestros mismos enemigos, es decir; a los que son instrumentos providenciales para apresurar nuestro progreso en las distintas vías de la virtud.
No juzguemos falsamente creyendo encontrar siempre en el enemigo de hoy a nuestra víctima de anteriores días en una pasada encarnación, porque si hemos de creer que el dolor purifica, que las pruebas redimen (y esto es indiscutible), no podremos admitir que el sentimiento ya engrandecido a los reiterados golpes del padecer en el duro yunque de las existencias expiatorias, retrograde; como no es posible que el diamante pulimentado vuelva a tener el aspecto bajo cuya forma fue extraído de las entrañas carboníferas; no deberemos temer tampoco el encarnizamiento de esos nuestros enemigos para cuando respiremos el ambiente de las auras espirituales; y no hay porqué cuando formamos nuestra conducta en los preceptos divinos sobreponiéndonos a las adversidades, y sofocando en nuestro corazón todo germen malsano les mostramos nuestra superioridad no devolviéndole daño por daño, ni aun siquiera demostrándole que sus dardos ponzoñosos hieren mortalmente las delicadas fibras del alma agonizante.
A mayor fortaleza para vencerse, más grandeza moral obtendremos y menos flancos vulnerables encontrará el enemigo que se alejará al fin vencido ante las nobles armas que le oponemos; empero como hay espíritus cuya persistencia en el mal es terrible, sucede que hasta más allá de la tumba guardan su odio inveterado hacia aquellos a quienes hicieron sufrir, pero ya lo hemos dicho: cuando el hombre ha sabido elevarse perdonando en la medida de sus esfuerzos y siendo después de dolorosísimas experiencias más bueno para con todos y más severo para consigo mismo (pues esta es la única prueba de su regeneración); cuando amando sus infortunios vea en ellos el maná saludable de su salvación y aspire a mejor estado en el reino de Dios no importándole el desierto de la vida en el vacío que halla en sus sentimientos, entonces nada podrán contra él sus enemigos del espacio porque la intervención divina se opondrá a la prosecución de la obra maléfica: la acción de su libre albedrío queda limitada, deja de actuar allí donde la ley del Padre ha sido confirmada por la virtud de la criatura.
Tenemos enemigos porque tenemos que padecer, beber hasta la última gota el cáliz del dolor, sufrir lo que a otros hemos hecho: ojo por ojo y diente por diente, pero no se sigue de aquí que el instrumento causa de nuestra tortura haya sido el paciente cordero de otros remotos días que sufrió humilde y pasivo las iras de nuestras pasiones, porque humildad y pasividad suponen dulzura de carácter y bondad de sentimientos y estos principios se defienden a sí mismos sin que la rebelión pueda tener lugar en ese caso y en tan adelantado sentido.
Fácil es detenerse, difícil detenerse mucho; dejar de andar, imposible; lo que nos explica perfectamente la lenta acción del progreso y la negativa del retroceso.
Podemos estacionarnos según sean activas las evoluciones del Espíritu y su idea del amor a la verdad y con este pequeño bagaje detenernos indiferentes en el movimiento de la vida quedando rezagados por ineptos durante siglos; esto es fácil, pero muy difícil dejar de amar la ciencia cuando sus esplendores iluminan la mente, dejar de sentir cuando las modulaciones del sentimiento repercuten en las sensibilísimas fibras del corazón porque la inteligencia se ha desarrollado mucho y la virtud se ha engrandecido más; pero imposible dejar de saber y dejar de sentir, imposible no adquirir estos conocimientos u olvidarlos, porque el progreso es la ley divina que no tiene modificación ni reforma de enmienda por lo inmutable.
El verdadero enemigo, el terrible y más difícil de combatir por no querer reconocérsele es el de nuestro propio yo con todas sus imperfecciones halagadas por la satisfacción de sus pueriles triunfos; el amor propio nunca harto y celoso de sus victorias; el orgullo innoble con su barbarie desmoralizadora y los goces materiales aguijoneados por el predominio de la fuerza que ostentan aquellos dos cánceres del alma son los contrarios adalides que pugnan por enseñorearse haciéndonos cruda guerra al cegar todos los sentidos del Espíritu para adormecer los del cuerpo en las fruiciones de sus deleites.
El día que el hombre desplegada la inteligencia observe atentamente lo que sucede en el bajel perdido de la humanidad dejará de fijar su atención en las sumas convencionales del positivismo egoísta para resolver ciertamente y con provecho de todos los problemas fijos de la unidad de miras cuyos sumandos han de alcanzar en fraternales aspiraciones a todos las humanidades de los planetas.
Las enemistades desaparecen cuando escalamos las pendientes que llevan al depuratorio de la esclavitud del Espíritu; allí adquiriendo sus libertades sin otros fueros que los de la razón y la justicia vemos apuntalando el soberbio, grandioso indestructible edificio de la regeneración, porque allí como en el templo de Apolo en Delfos está inscrito sobre el ático estas sentenciosas palabras: “Conócete a tí mismo”.
Dos seres malos que se odian son dos enemigos propiamente dicho, pero cuando el uno de estos dos llega a oír la voz de su conciencia alarmada percibiendo también las harmonías del reino de la paz en las ocultas inspiraciones que le llegan de arriba, cuando este comienzo feliz se inicia, la redención está cerca y desde entonces no considerará enemigo a su adversario, deponiendo todos sus rencores y echando fuera de sí la mala levadura que le ahoga para hacerle zozobrar en el pecado; luego siendo esto así, no es el hombre el enemigo del hombre sino de sí mismo; tal nos enseña la ciencia moral de los espíritus y nos lo confirma el analítico y experimental estudio de las pruebas al hacer la anatomía del corazón.
Por Amalia Domingo Soler Texto extraído del libro recopilatorio La Luz del Camino
( Tomado de Zona Espírita)
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La
Parapsicología y la existencia del Espíritu
Después de aparecer el Espiritismo en 1.857 de la mano de
Allan Kardec, se creó en Londres la “Sociedad de Investigaciones
Psíquicas”, a la que han pertenecido prestigiosos y numerosos hombres de
Ciencia. Su objeto era el estudio de la fenomenología paranormal sin partir de
teorías previas.
Se abrió entonces una nueva etapa en el estudio e investigación del Ser
espiritual y las energías psíquicas con las que a veces se manifiesta, con lo cual se corroboraba lo que tantos grandes filósofos y pensadores sostuvieron en
su época.
Más recientemente a la
Parapsicología también se
le han dado
otros nombres, tal
como Psicotrónica, Psicobiología o Psicobiofísica, con unas
mayores implicaciones físicas que psicológicas, tal como actualmente propugna
la corriente materialista.
Al fin y al cabo, la mente de cada sujeto no
es otra cosa que la acción del Alma del
mismo, manifestada a través del órgano cerebral.
La Parapsicología en su aspiración de formar parte de la Ciencia oficial, no podía ser menos
“científica” o materialista que las otras ramas de la Ciencia oficial, por lo
que desde su nacimiento como rama desgajada de la “Metapsiquica” que
estudiaba los mismos fenómenos tratados por el Espiritismo, “cerró filas” en
torno a la postura
cientifico-materialista, huyendo de cualquier idea o explicación
espiritualista, y adoptando para toda clase de fenomenología, explicaciones mentalistas por
mas enrevesadas que fueran, y esto a pesar de tener que barajar los
conceptos de la energía humana inteligente, que consideran como un producto segregado por la
materia cerebral .
Para la Ciencia oficial, el Ente
espiritual humano continúa sin ser un
principio de existencia real, independiente de la materia y por tanto es ignorado
y nunca tenido en cuenta, en todo caso solo admitido como un artículo de fe religiosa.
Aunque ya fue demostrado por científicos
investigadores, la realidad del Espíritu no ha sido reconocida oficialmente
todavía, pero al menos sí que lo admiten actualmente como una hipótesis
legítima sobre la que algunos valientes continúan investigando. Sin embargo sí se aceptó la
realidad “mental” e individual del sujeto; como un ser impalpable e invisible,
capaz de actuar fuera del mismo como algo natural aunque extraordinario.
Hay muchas investigaciones y muchas respuestas, pero lo importante es
que la Ciencia Oficial y moderna, en sus ramas de Psiquiatría, Psicología
y Parapsicología, se acercan constantemente, paso a paso a la
confirmación de la realidad existencial del
Ente inmaterial o Espíritu humano, que desde antiguo ha sido sostenido
solamente por la fe o las creencias, pero
que modernamente va adquiriendo,
cada vez más, el respaldo de los avances
de la Ciencia.
En el campo de las investigaciones, han
habido y hay grandes investigadores
científicos que llevan a cabo con
escrupulosidad sus métodos de aplicación
del Psicoanálisis, la investigación de “Recuerdos
Espontáneos”, y la llamada “Terapia de Vidas Pasadas”. Estos métodos, técnicas y sistemas de
investigación, son llevados a cabo con el apoyo de la Ciencia Estadística
que permite valorar y comparar así los resultados obtenidos.
- Jose Luis Martín-
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Mediumnidad de Efectos Intelectuales
“La índole de la comunicación está siempre relacionada con el progreso del Espíritu y tiene el sello de su elevación o inferioridad, de su sabiduría o ignorancia. Los espíritus tienen preferencias para ocuparse de determinada situación con relación a otra. Entre los que ofrecen manifestaciones inteligentes existen poetas, músicos, dibujantes, moralistas, científicos, médicos y demás.”
Allan Kardec L.M.
Junto a la aptitud específica del Espíritu está asimismo la del médium, el cual es el instrumento que ofrece mayor comodidad y flexibilidad para comunicarse, y en quien el Espíritu descubre cualidades particulares.
Dejando de lado la aptitud, los Espíritus dan preferencia a uno u otro intermediario para comunicarse con arreglo a sus simpatías personales. Así, ante una igualdad de condiciones, un mismo Espíritu se mostrará mucho más explícito cuando se comunique a través de ciertos médiums, sólo porque éstos le resultan más adecuados.
Un buen médium por el hecho de estar dotado de excelente facilidad para la escritura mediúmnica, no podrá brindar comunicaciones de todo género. Es necesario asegurarse la fuente de la cual provienen los mensajes, refiriéndose a la cualidad del Espíritu que lo transmite.
Igualmente es necesario analizar las cualidades del instrumento mediúmnico, de la misma manera como se estudia las del Espíritu comunicante. Son estos los dos elementos esenciales para obtener resultados satisfactorios.
Para que una comunicación sea buena, debe partir de un Espíritu igualmente bueno. Para que este buen Espíritu Pueda transmitirla, necesita un buen instrumento idóneo. Y para que Quiera transmitirla es necesario que el objetivo buscado le satisfaga.
Las principales clases de Mediumnidad y variedades de médiums con arreglo a las semejanzas de causas y efectos no son absolutas. Muchas se dan en la práctica y otras son muy raras y excepcionales. Los Espíritus de Erasto y Sócrates aportaron los comentarios textuales al cuadro de clasificación presentado por el maestro Allan Kardec, de manera que es una clasificación completamente de Entidades superiores.
La Mediumnidad de efectos intelectuales es propia de los médiums que son más aptos para recibir y transmitir comunicaciones inteligentes.
En la Mediumnidad de efectos intelectuales vamos a encontrar una variedad enorme de médiums. Los siguientes son los tipos predominantes en la actualidad:
Médiums auditivos: escuchan la voz de los Espíritus. Se trata de una voz interior que se percibe en el fuero íntimo. Otras veces es una voz externa, clara y distinta, como la de una persona encarnada. Los médiums auditivos pueden establecer conversaciones con los Espíritus, o servir de intérprete a otras personas que no posean la Mediumnidad auditiva.
Esta facultad brinda satisfacciones al médium que escucha únicamente a los buenos Espíritus. Si es un Espíritu inferior lo obligará a escuchar a cada momento las cosas más desagradables.
Médiums parlantes o psicofónicos: hablan bajo el influjo de los Espíritus. En ellos los espíritus desencarnados actúan sobre los órganos de fonación. La entidad que desea comunicarse se sirve de los órganos del médium que encuentra más predispuesto: en uno es la mano, en otro las cuerdas vocales y en un tercero el oído. El médium parlante por lo general se expresa sin tener conciencia de lo que dice, a veces expresa ideas ajenas a las habituales de sus conocimientos. La voz del médium es un instrumento del que se vale el Espíritu para dialogar con otra(s) persona(s).
El papel del médium parlante no siempre es tan pasivo. Hay quienes poseen la intuición de lo que van a decir en el instante mismo de pronunciar las palabras.
Médiums videntes: se encuentran dotados de la facultad de ver a los Espíritus, ven a los Espíritus en estado de vigilia, conservando el recuerdo exacto de lo que han visto. Otros la poseen cuando están en estado de trance o cercanos al sonambulismo. Se pueden incluir aquí a todos aquellos dotados de “doble vista”. El médium vidente cree ver con los ojos como los que poseen doble vista, pero en realidad es su alma la que ve, de allí que pueden ver con los ojos cerrados o abiertos. Algunos espíritus que en su última encarnación habían sido ciegos, han expresado que mientras vivían en la Tierra tenían la percepción anímica de determinados objetos y no se hallaban sumergidos en la negra oscuridad.
La facultad de la videncia consiste en la posibilidad de ver a los espíritus aun cuando nos sean completamente desconocidos. Hay médiums videntes cuya facultad es muy amplia y ven toda la multitud de espíritus que pululan en el ambiente, ocupados en sus actividades.
Médiums inspirados: reciben pensamientos sugeridos por los Espíritus (generalmente son oradores); casi siempre sin saberlo el médium mismo, ya sea para las acciones de la vida diaria, o bien para las tareas intelectuales importantes. Es una variedad de la Mediumnidad intuitiva. La inspiración nos viene de los espíritus que influyen sobre nosotros, en el bien o en el mal, pero se debe principalmente a los que desean nuestro bien. La inspiración es aplicable a todas las circunstancias de la vida en las resoluciones que hemos de tomar.
A este respecto puede afirmarse que todos los seres humanos son médiums. Es posible incluir asimismo dentro de esa categoría a las personas que, sin estar dotadas de una excepcional inteligencia, tienen relámpagos de lucidez intelectual que les otorga una elocuencia no acostumbrada lo mismo que el presentimiento de hechos futuros. Son los denominados momentos de inspiración.
Médiums de presentimientos o de presciencia: el presentimiento es una vaga intuición de los acontecimientos futuros. Esta facultad puede estar desarrollada en mayor o menor grado. Puede deberla a una especie de la doble vista que les permite vislumbrar las consecuencias de los hechos del presente y el encadenamiento de los sucesos. Puede ser también el resultado de comunicaciones ocultas y en este caso los dotados de esa facultad deben recibir el nombre de médiums de presentimientos (variedad de los inspirados)
Médiums proféticos: variedad de los médiums inspirados o de presentimiento. Reciben, con el permiso de Dios, con más precisión que los médiums de presentimiento, la revelación de futuras cosas de interés general, y se les da la tarea de darlas a conocer a los hombres para instrucción de éstos.
Médiums sonámbulos: los que liberados del cuerpo físico, transmiten orientaciones de los Espíritus, son pasivos y lo que dicen no proviene de ellos, exteriorizando el pensamiento de otro ser. Muchos sonámbulos ven perfectamente a los espíritus y los describen con la misma precisión de los médiums videntes.
Médiums pintores o dibujantes: los que logran resultados serios en pinturas y dibujos bajo la influencia de los espíritus, descartando la presencia de burlones, imitadores y frívolos.
Médiums músicos: los que componen, escriben y/o ejecutan música bajo la influencia de Espíritus. Los médiums músicos pueden ser: mecánicos, semi-mecánicos, intuitivos e inspirados, tal como sucede con los literatos.
Médiums psicógrafos: la escritura manual es la comunicación más sencilla, cómoda y sobre todo la más completa. Debido a la facilidad que tienen los espíritus de expresarse por este medio, podemos conocer mejor sus pensamientos y así analizarlos, juzgarlos y apreciar su valor. Para el médium ésta es la facultad más fácil de desarrollar con el ejercicio.
Médiums psicógrafos mecánicos: cuando el espíritu es imperfecto, la mano del médium que toma el lápiz no puede controlar la fuerza del espíritu y a menudo arroja el lápiz con fuerza. Si la entidad es Superior, se muestra en calma, digno y benévolo y prudente. Ellos pueden expresar de manera directa su pensamiento imprimiéndole a la mano un impulso independiente de la voluntad del médium. Médiums psicógrafos intuitivos: la transmisión del pensamiento se opera por medio del alma del médium. En esa circunstancia el espíritu no actúa sobre la mano del médium, ni la sostiene ni la guía. Actúa sobre su alma, con la cual se identifica. Entonces el alma del médium es la que impulsa y dirige su mano y a su vez al lápiz. Aquí vemos que el papel del alma del médium no es del todo pasivo.
Médiums psicógrafos semi-mecánicos: participa de las características de las dos modalidades anteriores, a saber: tiene conciencia de lo que escribe y siente el impulso que su mano recibe. En este caso el pensamiento y la escritura se dan simultáneamente. Estos son los médiums que más abundan.
Finalmente, no podemos dejar de registrar aquí dos importantes consideraciones de Kardec: La primera de ellas es que la división en efectos físicos e intelectuales, no es absoluta, debido a que, al analizar los diferentes fenómenos producidos a través de la influencia mediúmnica, veremos que en todos hay un efecto físico y un efecto inteligente. Muchas veces, es difícil determinar el límite entre los dos, pero eso no tiene ninguna consecuencia
- Carmen Cardona-
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