INQUIETUDES ESPÍRITAS
1.- Moral extraña
2.- Asepsia divina
3.-El término "Espiritismo" ante el Caos semántico
4.- Filosofía y Vivencias del P. Germán
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MORAL EXTRAÑA.
Dejar a su padre, a su madre y a sus hijos.
Y cualquiera que dejare, casa o hermanos, o hermanas, o padre, o
madre, o mujer, o hijos, o tierra por mi nombre, recibirá ciento por uno y poseerá la vida eterna. (San Mateo, cap. XIX, v. 29).
Sin discutir las palabras, es preciso buscar aquí el pensamiento, que
evidentemente era éste: "Los intereses de la vida futura sobrepujan a todos los intereses y a todas las consideraciones humanas, porque está conforme con el fondo de la doctrina de Jesús, mientras que la idea de renunciar a la familia seria la negación.
¿Acaso no tenemos a la vista la aplicación de estas máximas, en el sacrificio de los intereses y de los efectos de familia por la patria? ¿Se vitupera a un hijo porque deja a sus padres, a sus hermanos, a su mujer y a sus hijos, para marchar en defensa de su país? ¿No se le atribuye, por el contrario, un mérito por abandonar las comodidades del hogar doméstico, los lazos de la amistad, para cumplir con un deber? Hay, pues, deberes mayores unos que otros. ¿No impone la ley la obligación a la hija de dejar a sus padres para seguir a su esposo? El mundo está lleno de casos en que las más penosas separaciones son necesarias, pero no por eso se rompen los afectos; el alejamiento no disminuye ni el respeto ni la solicitud que se debe a los padres, ni la ternura por los hijos.
Se ve, pues, que aun tomadas literalmente, a excepción de la palabra "aborrecer" aquellas no son negación del mandamiento que prescribe honrar padre y madre, ni el sentimiento de ternura paternal, mayormente si en ellas se busca el sentido propio. Estas palabras tenían por objeto enseñar, por medios de un hipérbole, cuán imperioso era el deber de ocuparse de la vida futura. Por otra parte, poco podían ofender a un pueblo y en una época en que, a consecuencia de las costumbres, los lazos de la familia tenían menos fuerza que una civilización moral más avanzada; más débiles estos lazos en los pueblos primitivos, se fortifican con el desarrollo de la sensibilidad y del sentido moral.
La separación es, asimismo, necesaria para el progreso; sucede en las familias como en las razas, que se bastardean si no hay cruzamiento y si no se injertan las unas con las otras; es una ley de la naturaleza, tanto en interés del progreso moral como físico.
Aquí las cosas se miran desde el punto de vista terrestre; el Espiritismo nos las hace ver de más alto enseñándonos que los verdaderos lazos de afecto son los del Espíritu y no los del cuerpo; que estos lazos no se rompen ni por la separación, ni aun por la muerte del cuerpo, y que se fortifican en la vida espiritual por la purificación del espíritu; verdad consoladora que da gran fuerza para sobrellevar las vicisitudes de la vida. (Cap. IX, número 18; cap. XIV, Nº 8).
EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO. ALLAN KARDEC.
Hay el problema de las religiones, que no han sabido ni querido interpretar correctamente el correcto mensaje de Jesús.
El mensaje mal interpretado escapa totalmente a la razón y al sentido.
Los espíritus superiores nos dan una correcta y muy razonable explicación del verdadero sentido y significado del mensaje de Jesús.
De esta forma su mensaje es lógico, creíble y totalmente razonable.
- Ángeles Calatayud Martinez-
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ASEPSIA DIVINA
Dios educa a las almas a través de las propias almas.
Ninguno de los espíritus de alta categoría viene al mundo para impedir el sufrimiento de la humanidad. Como el agua que tomamos hoy, sabiendo que mañana tendremos sed nuevamente, surgen como alivio, orientándonos en el sentido de encontrarnos con la verdadera fuente, dentro de nosotros mismos. Debemos recordar a Jesús al lado de la samaritana, en el viejo pozo de Jaco: “Dadme de este agua que te daré una, que tomándola nunca más tendrás sed” – ¡agua de la sabiduría, de la pureza espiritual, agua de la verdad!
Bien sabemos que nuestra naturaleza es animal, que nuestros instintos son inferiores y agresivos y que la educación solamente parte de uno mismo, pues los valores del alma, después que Dios nos lo dio, son conquistas de nuestro propio esfuerzo de cada día. Dios y Cristo nunca nos abandonan, pero Ellos no pueden y no deben hacer lo que a nosotros nos corresponde realizar.
Existen muchos métodos de curar, desde masticar hierbas entre los indios, a las más sofisticadas invenciones en el reino de Hipócrates, desde los síropes de larga vida en el área iniciática, a la medicina homeopática, fundada por Samuel Hahnemann, en las concentradas gotas de energismo curativo, desde las bendiciones de los campesinos con ramos específicos, a la flora medicinal, desde los masajes de los antiguos egipcios, a las famosas agujas orientales, desde los soplos de los Padres del Yoga, a los pases en los templos espiritas. En fin, hay un sin número de modalidades de curaciones, por todos los ángulos que podamos imaginar. Y, hoy en día, hay muchas personas curando por la alimentación; no obstante, todas las curaciones mencionadas y de las que no necesitamos hablar, carecen de la fuerza del pensamiento, cuya energía se convierte en aquello que quisimos transformar, por la luz del corazón.
Las enfermedades, sean las que sean, son estados anómalos del espíritu, que las exterioriza en el cuerpo como un hecho depurador que se le hace necesario, con el fin de equilibrarse delante de la Vida Activa de la cual procede y en la que se encuentra.
No siempre la ausencia de enfermedad puede significar salud, instalada en el Espíritu deudor, lentamente viaja en la dirección del cuerpo donde más tarde o más temprano, se revelará, y al ser identificada por sus síntomas y por el dolor que provoca, el individuo ya era enfermo sin saberlo. No obstante, aunque mantenga el bienestar físico, mental y tránsito social armónico, podrá considerarse una persona con salud y cuando determinados comportamientos enfermizos se le presenten, mediante la buena dirección de la mente podrá proseguir feliz, sin permitirse caer en el desanimo o en los estados mórbidos que representan las enfermedades del alma.
De ese modo la salud es el estado natural de la vida.
En lo recóndito del ser espiritual se encuentran pues, las matrices de las enfermedades y, ahí, por tanto, deberán ser tratadas, sin que puedan cesar los efectos momentáneamente, postergando empero, la persecución de esos sucesos perniciosos y destructivos.
El pensamiento es el agente catalizador de los acontecimientos que involucran al ser humano. Si por acaso, las acciones no encuentran el agente mental desencadenante en la actualidad, es porque permanece en el ayer sombrío del viajero espiritual.
Al ser así, es indispensable que renovemos los pensamientos constantemente, para mejor, creando hábitos saludables y dinamizando las actividades enriquecedoras de bendiciones, a fin de que el estado de bienestar permanezca como divisor de los diferentes estados de la actividad humana.
Muchos episodios de carencia en el área de la salud se presentan en todas las vidas, pero no debe constituir un motivo de preocupación, ya que forma parte del desarrollo de las funciones orgánicas vitales, de las auto recuperaciones de las piezas internas de la maquina física, sin ningún perjuicio por la armonía general del cuerpo y de la mente.
El ser humano es el resultado de todo aquello que elabora, cultiva y realiza. La cura real es una operación profunda de transformación interior, que ocurre solamente cuando los factores propiciadores del mandato dañino se modifican para mejor, dando lugar al equilibrio de sus variadas funciones en el campo de la energía.
Es preciso que la mente enferma procese los contenidos emocionales y morales de manera adecuada, a fin de la recuperación de la salud a través de la terapia utilizada produzca la cura real, evitando las secuelas que surgen exactamente de la falta de composición vibratoria de los delicados elementos por los cuales el Espíritu interactúa en el cuerpo.
En la gran mayoría de las personas enfermas, está presente el efecto de determinada conducta vivida anteriormente, en la cual hubo renuncia de las referenciales de la vida, aunque de forma inconsciente, como resultado de acontecimientos que podrían haber sido encarados de manera menos pesimista, menos autodestructiva.
Es inevitable la sucesión de problemas, de frustraciones, de desencantos existenciales, porque la propia existencia humana es rica en manifestaciones de ese orden. Sin embargo, la actitud del individuo frente a ellas, es lo que define su futuro, aun cuando cambie de conducta emocional. Por lo general, los daños ya están causados en las tramas delicadas de los instrumentos generadores de las células, en el área de la energía que elabora las moléculas.
Se puede observar que, antes del surgimiento o instalación de diversas dolencias, el enfermo se permitió desaciertos íntimos, anhelo por abandonar la lucha material, se sintió agotado por la sucesión de tormentos y dolores morales, permitiéndose el desánimo desgastador.
La conciencia de la realidad espiritual del ser auxilia a esforzarse para continuar viviendo en el cuerpo, cuando le esté destinado, sabiendo, no obstante, que desencarnará, como es natural, empero haciendo uso de todos los valiosos recursos de la propia existencia, a fin de tornarla más digna y deseable.
Ese comportamiento contribuye de manera importante para su restablecimiento, para su recuperación inmediata y su cura más tarde, aunque llegue a liberarse de la maquina física en el momento apropiado.
El médico debe cuidar de descubrir en el enfermo el ser que se encuentra bajo la imposición enfermiza, pasando a cuidar de la persona, en vez de solo dedicarse a asistir su deficiencia y ofrecerle la terapia correspondiente. Tal conducta medica servirá también de valiosa contribución para la auto confianza del paciente, para su identificación como criatura humana y no solamente como alguien que ocupa un lecho de un hospital o se encuentra sometido a la problemática del desgaste orgánico donde quiera que esté.
La complejidad del ser humano tiene raíces ben afincadas en su emocional, en la forma como se siente cuidado, amado, respetado o por otro lado, olvidado, desconsiderado, una pesada carga sobre los hombros ajenos…
Son varias las maneras por las cuales se procesa la curación de los enfermos. En los casos realizados por Jesús y los apóstoles, fueron curaciones instantáneas, en las cuales, como por encanto, las enfermedades desaparecían rápidamente. Para realizar esa operación, es necesario tener un gran conocimiento espiritual, conocer los fundamentos de la vida del enfermo, y, a veces, modificar algo en su mente. A fin de que el cambie su forma de actuar y pensar. La enfermedad es la fermentación de muchas existencias vividas desordenadamente; es la respuesta, la consecuencia. Por eso, el dolor, en ciertas circunstancias, es la propia curación. Los duros padecimientos son indicio de elevación del alma, porque ella ya comenzó a pagar los débitos pasados, por el guante de la enfermedad.
El enfermo, al ser curado, se abre como la flor unida al tallo y sus centros de fuerza activan toda su sensibilidad, facilitándole la absorción de los fluidos donados por el operador. En muchos casos Jesús decía: “Tu fe te ha salvado” Eso es porque ciertos enfermos hacen el trabajo casi ellos mismos. Así tener fe, es algo muy importante en la vida. Cuando no existe fe, en la curación a distancia, de cuya operación curativa no participa el enfermo y que a veces ignora por encontrarse inconsciente, el operador se desdobla, de un modo impresionante, en todas las direcciones del saber, para encontrar la ecuación deseada, es decir, la cura. Examina, por la clarividencia, el tipo de enfermedad, sus causas y busca en el gran manantial divino elementos para sustituir a los que ya están cansados y gastados. Observa y activa los puntos energéticos del cuerpo y del alma, hace una transfusión inmediata de fuerza vital, tranquiliza la mente enferma y adapta en su más sensible departamento, ideas favorables a la curación. Pensamientos positivos, alegría de vivir y una gran paz caen en su conciencia limpia. Hay el enfermo favorece el trabajo, como si fuese a someterse a una operación y como si se relajase en una mesa de cirugía, por las bendiciones de la anestesia completa. Pero todo eso ocurre en minutos, dependiendo de la elevación del espíritu encargado de la curación y, en muchos casos, del tipo de enfermo. La variación es infinita. Entra en acción, como ya se ha dicho, la ley del karma.
Existen fuerzas desconocidas que se interponen a las curaciones inmediatas. El Evangelio no puede dejar de acompañarnos en todo este trabajo. El es la fuerza de Dios que hace que la curación sea eterna, pues traduce los principios de las leyes. Todos los desequilibrios orgánicos y psíquicos son la no observancia de los preceptos divinos. Existen muchas otras cosas en el campo de la curación que los hombres aun no están preparados para conocer. El tiempo, en la dinámica del progreso, revelará esas cosas gradualmente, a todas las criaturas, en la Tierra y fuera de ella.
¿Quién puede afirmar que el verdugo no pueda sufrir las mismas agonías que los condenados? Ellas pueden ser incluso perores. El odio, la venganza y la crueldad llenan el cáliz de la mente, que rebosa en la conciencia y el liquido corrosivo quema las fibras más intimas del alma, volviéndola sensible a la llamada de la víctima. El arrepentimiento corta la satisfacción externa que, por ignorancia, se esforzó en tener, y borda, en la figura de su espíritu, el emblema de su propia inferioridad, forma animalesca que se afina con sus sentimientos más sensibles.
Los hombres hablamos mucho de Dios. Nos habituamos a repetir su nombre en vano, sin todavía, creer verdaderamente en El. Todavía al hombre le perturba el fin de los tiempos y lo conmueve, porque nos quedan que pasar pruebas que deberán alcanzar las fibras de nuestro equilibrio. “Los justos vivirán por la fe” las palabras del libro santo así se expresan. Justos son todos aquellos que incrementan todos los días los trabajos de disciplina intima, que estimulan la caridad y que practican el Amor, procurando universalizar sus sentimientos. En ese clima, la criatura saldrá de la opresión de los acontecimientos y, aun incluso en la Tierra, respirara el ambiente del Cielo.
Quien lea y entienda el Evangelio en Espíritu y Verdad, encontrará en él a Dios y al cielo, los Ángeles y el propio paraíso, todo esperándonos, aguardando que hagamos nuestra parte, para recibir el premio de la felicidad. No hay nada de despreciable en el amor de Dios, que espera de nosotros la comprensión y también nos da medios para comprender.
La vida es un misterio, que solamente nos es revelado, por los procesos del Amor; cuanto más ama la gente, en el quilate del Amor que nada pide, más sabemos de las cosas escondidas de los que desconocen esa virtud por excelencia.
Estamos llegando al final de un ciclo espiritual, donde se realizará una selección rigurosa de las almas, por la ley de justicia, si no es por el Amor, para que el Amor puro se convierta en felicidad para los hombres, que supieron vivir y amar a Dios sobre todas las cosas, y al prójimo como a sí mismo.
La curación divina es aquella que restablece al enfermo, de cualquier enfermedad, en un abrir y cerrar de ojos; es la curación instantánea. Toda curación divina nace de una energía sublimada que viene de Dios, pasando por las santas manos de nuestro Señor Jesucristo. Como está comprobado, las manos que tocan a los enfermos de cualquier naturaleza y que curan instantáneamente, por detrás de ellas están las del Maestro de los maestros. Solamente el sabe transformar la luz de Dios, para restablecer la armonía orgánica de los hombres.
Francisco de Asís fue uno de los instrumentos de Jesús, que restableció una infinidad de cuerpos de todos los tipos de enfermedad en la Tierra. Entretanto, la fuerza que afina el instrumento humano, para servir de instrumento divino en las manos del Maestro es solamente una: EL AMOR, el más puro Amor, que busca las ondas luminosas desprendidas de Cristo de Dios, que siempre busca igualmente sintonía para consustanciar en bendiciones de Dios donde quiera que sea. Nadie está huérfano de las cosas del Cielo, cuando busca el camino de Dios y Nuestro Señor Jesucristo, cuya inmensurable aura acoge el Planeta y, en Su grandeza espiritual, siente todas las necesidades de los hombres y de las cosas, y todo su rebaño está dentro de Su faja mental.
El Evangelio es , por excelencia, un código divino. Si respetamos sus preceptos, estaremos en sintonía con la fuerza universal el Amor y seremos atendidos por esas leyes que regulan la propia vida que instruye en la Tierra.
Dios es un Dios de amor que transforma la simiente en árbol, en fruto que alimenta la vida, y, a veces, el pesar… Dios es Dios de Amor que cambia el nido de los pensamientos en nido de luz; que cambia las ideas en acción que nos conduce, onos deja caer, para comprender a Jesús. Dios es Dios de Amor que nos dio los pies, para que podamos caminar, nos ofreció las manos, para trabajar con la azada; pero si herimos al compañero, erramos el camino. Dios es Dios de amor que nos dio la cabeza para pensar, que nos premio con el corazón para amar; quien acepta el odio, no puede cantar. Dios es Dios de amor que todo lo hizo, sin alardear de ello, que todo lo hace, aunque creamos que es tarde; que nunca dice: Sois cobardes. Dios es Dios de amor que nos dio el verbo y nos enseña a hablar, que nos dio la boca y nos enseña a cantar; que nos dio el corazón y nos enseña a amar.
El Evangelio es el Pan del Cielo, enviado a las personas hambrientas de Amor y de Paz. Todos debemos amarnos, ser amigos unos de los otros, utilizando todas las energías en conversaciones sanas, donde quiera que estemos, acordándonos siempre de la advertencia de Jesús, cuando asevera: “Vigilad y Orad”. Nunca entréis en discusiones improductivas, ellas dividen lo que debe estar unido para servir mejor que siempre procuréis estar unidos por la fuerza del deber y de la oración estimulándonos unos a otros, sin olvidar que no estamos pisando flores, sino que estamos siendo educados y gracias a Dios respiramos el clima de la fraternidad. Todas las fuerzas que necesitamos para llevar adelante la adversidad proceden de Dios y de Cristo, por las vías del propio corazón.
La enfermedad del alma, es mucho peor que la del cuerpo.
Jesús jamás enfermo, no obstante, se ofreció en sacrificio, sin tener ningún débito, a fin de enseñarnos la sublimación y el amor a todos los individuos, en su expresión más elevada que el pensamiento puede identificar. Presentándose siempre idealista y equilibrado incluso cuando era hostigado por las provocaciones insensatas o fustigado para los debates inútiles, muy del agrado de las personalidades enfermizas de ayer y de hoy.
La fuerza del Amor es tan grande, que todo el que posee amor puede convertirse en un sol, impregnando con sus rayos, horizontes, donde el dolor se transforma en oración a aquel que todo lo hizo, y que nos creo por Amor. La oración, en la educación de los sentimientos, es fuerza nueva que se transforma en alas, en impulsos con los que se vencen las distancias, como relámpagos extendidos por los espacios. Dios tiene recursos para atendernos, cuando lo cree conveniente. Todo está cercano, cuando el Amor se manifiesta en nuestros corazones. Procuremos en todo instante hacer de la palabra y de la vida, el Evangelio vivo, y despertemos a quien estuviera muerto. Después, nos encontraremos en la paz del Señor.
Donde se implanta el Evangelio todos los días, la alegría va dominando el ambiente, haciendo olvidar todos los infortunios. Los propios enfermos terminan por olvidar la enfermedad, porque el amor apaga la guerra y enciende la paz.
Procure el hombre espiritualizarse, transformando sus armas en arados útiles para el bien y la paz, el bienestar se generalizaría a su alrededor, porque la propia naturaleza hará el trabajo de limpieza y de elección.
El dolor se impone como instrumento de reajuste y resarcimiento, en el impositivo de los procesos kármicos y redentores, para el espíritu emancipado, cuando reencarna en misión en la Tierra, sirve de muralla protectora, ante las llamadas inferiores de la materia.
Que nunca nos falte la fe, ella nos sustenta en los caminos que recorremos, ella nos ayuda en la labranza, donde sembramos las simientes del Evangelio, trabajo gratificante que nos alimenta y nos llena de esperanzas. El propio Evangelio es obra de la fe. Cualquiera de nosotros que la olvidemos, así como las obras que la complementan, estaremos andando, pero lo haremos como un muerto, porque la Buena Nueva enseña que la fe, sin obras, está muerta. Es a través de ella que llegaremos al Reino de la Esperanza, donde aun enfermos, tendremos fe en el resarcir de la enfermedad, a través del auto reforma.
Merchita
Trabajo extraído del libro Francisco de Asís de Juan Nones Maia, y de “Días Gloriosos” de Divaldo Pereira Franco.
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El Término “Espiritismo” ante el Caos Semántico
Se dice, y con razón, que el hombre está sumergido en un ilimitado océano de información. En todas las formas imaginables, la información lo rodea, lo persigue, lo sumerge y hasta lo apabulla. La variopinta y gigantesca producción editorial, el cine, la radio, la televisión, y con enorme fuerza el internet, constituyen poderosos vehículos para establecer conexiones activas y directas con todo cuanto se vincula con el ser humano en tanto que protagonista, testigo y cronista de su propia existencia y constante evolución.
Esto ya de por sí, constituye un complicado problema de cantidad que hace que el ser más culto y enterado esté irremisiblemente condenado a ignorar una inmensa cantidad de noticias y a no abarcar sino una pequeña parte de la información disponible. Pero hay también otro problema no menos grave que es cualitativo, proveniente del hecho de que las palabras tienden a adquirir significados diferentes según la situación, la época o el medio social en que se expresan.
Mucho más vasto que el océano de las noticias que nos rodea, es el de las significaciones en el que vamos a la deriva como náufragos. Una misma palabra en distintas bocas, mentes o épocas, puede llegar a significar cosas enteramente diferentes. Hoy florecen disciplinas como la semiótica o filosofías del lenguaje que refieren y subordinan los conocimientos humanos a los límites y propiedades de ese poderoso instrumento que es el lenguaje. Filósofos y lingüistas, antropólogos y sociólogos, igual que agentes de propaganda religiosa o política, se vuelcan al panorama de esa nueva Babel que crece incontenible en nuestro entorno.
Por supuesto, esto no es enteramente nuevo. Es evidente que la palabra “justicia” no significaba lo mismo en la boca del Faraón que en la de Moisés. O que la palabra “legitimidad” no significaba lo mismo para un hombre del siglo XVII que para uno del siglo XIX.
Se podría hacer un curioso y casi interminable catálogo de las distintas y hasta opuestas acepciones que la palabra “democracia” ha adquirido en nuestro mundo. Igual que del vocablo “socialismo” que, a modo de paraguas, en ciertos casos cubre legítimas aspiraciones a una mayor justicia e igualdad para los ciudadanos de una sociedad, y a la vez, en muchos otros, encubre abominables proyectos sociopolíticos represivos, dictatoriales y empobrecedores.
En ese libro profundo que en forma de cuento de niños escribió Lewis Carroll está el diálogo ejemplar entre Alicia y Humpty Dumpty, el huevo que hablaba y filosofaba, sobre el significado de las palabras. Alicia pretendía algo que responde a una aspiración de la mayoría de las personas: “que cada palabra que usamos signifique exactamente lo que deseamos que signifique, ni más ni menos”. Y Humpty Dumpty le reveló la dura verdad que a diario vamos descubriendo: “La cuestión consiste en quién manda, eso es todo”. Manda en el significado de las palabras que imponen el medio cultural y los factores dominantes en la sociedad.
Víctima de ese caos semántico es el término que debería tener como universal y apropiada definición la de “ciencia filosófica de consecuencias morales que estudia el origen, naturaleza y destino del espíritu y sus relaciones con el mundo corporal”. Nos referimos, obviamente, al espiritismo, tal y como lo presentó su creador, sistematizador, o como algunos lo prefieren, su codificador, Allan Kardec en el siglo XIX.
Una consulta a los diccionarios en uso, nos remite al siguiente enunciado: “Doctrina de los que suponen que pueden ser evocados los espíritus de los muertos para conversar con ellos”*. Un concepto a todas luces incorrecto e incompleto que parte del error fundamental de confundir las manifestaciones de los espíritus desencarnados así como el ejercicio mediúmnico que puede servir para relacionar dimensiones físicas y extrafísicas, con su estudio y experimentación. Una inversión epistemológica que trastoca la relación entre objeto y sujeto, entre fenómeno y método, entre sucesos naturales y la disciplina que los examina para comprenderlos y explicarlos. Tal como hemos afirmado en numerosas ocasiones, la mediumnidad es solo un capítulo del espiritismo. Pero la situación alcanza proporciones de escándalo cuando se divulga en la opinión pública y se emplea en los más variados medios de comunicación social, con la aquiescencia de sectores de poder, sean religiosos, filosóficos, académicos o políticos, la palabra espiritismo como sinónimo de todo género de creencias o prácticas de carácter sincrético, de origen africanista o indigenista, en las que se entremezclan desordenadas manifestaciones de mediumnismo o animismo con patologías mentales de diversa índole, en el contexto de la celebración de ceremonias, danzas y frenéticas invocaciones mágico-religiosas, que suelen acompañarse con el consumo de tabaco o de licores, o de sacrificios de animales. Es por esto que predomina en la sociedad de nuestro tiempo la equívoca versión de que espiritismo es más o menos lo mismo que santería, umbanda u otros cultos parecidos o distintos, y no faltan algunos científicos sociales que para justificar semejante concepto han inventado la noción de un supuesto “continuum mediúmnico” que sería el sustrato común de todas las creencias espiritualistas, esotéricas, ritualísticas, que de alguna forma reconocen, admiten y procuran los contactos con entidades espirituales o divinidades a las que otorgan categoría extrahumana o “sobrenatural”.
Todo esto, por supuesto, completamente ajeno al contexto doctrinal de la filosofía kardecista, que es una propuesta espiritualista, nítidamente racionalista, librepensadora, progresista, laica y humanista. Hay mucho por hacer para reivindicar el correcto empleo de la palabra espiritismo y esta labor cultural y mediática corresponde en primera instancia a los espíritas, porque estamos involucrados en esta compleja dificultad comunicacional, ya que nos perjudica severamente el indebido empleo del término que designa esta hermosa y orientadora propuesta doctrinaria que hemos abrazado con entusiasmo y convicción.
Y en esta disposición estamos consustanciados con el espíritu que animó a Kardec, quien, haciendo correcto uso de su formación como filólogo y educador, desde el principio de su labor consideró indispensable la precisión semántica, recordando que “para ideas nuevas se requerían palabras nuevas”. “El espiritismo será lo que los espíritas hagan de él” advertía León Denis, y en efecto, de nosotros, los kardecistas, los que sentimos el espiritismo en el alma y con su defensa y promoción tenemos un compromiso existencial, dependen los resultados. Lo que avancemos en esta dirección habrá de traducirse en el ambiente social en una correcta comprensión de sus principios y valores y en un sostenido crecimiento del movimiento que lo representa, con independencia de las siglas que identifican a los centros, federaciones o confederaciones.
En última instancia, es una cuestión de honestidad y de apego a la verdad dictado por la semántica, el que sea respetado el auténtico significado de las palabras que empleamos para comunicarnos y entendernos. Que era lo que quería Alicia, sin tener en cuenta al que manda.
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*. – Gracias a la magnífica iniciativa y arduo trabajo llevado a cabo por El Consejo de Relaciones Espírita Puertorriqueño “CREPU” con la RAE, actualmente la definición de espiritismo tiene dos acepciones. La segunda, que es la correcta, dice: “2.m. Fil. Doctrina fundada por A. Kardec en 1857, que estudia la naturaleza, origen y destino de los espíritus, y sus relaciones con el mundo corporal.”
Art. de Jon Aizpúrua Extraído de la revista Evolución nº 5, mayo-agosto 2019. Órgano del Movimiento de Cultura Espírita CIMA Caracas (Venezuela)
Publicado por Colaboraciones de Zona Espirita
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FILOSOFÍA Y VIVENCIAS DEL P. GERMÁN
¿Qué hace el hombre cuando después de larga jornada, rendido de fatiga, con una sed devoradora, llega ante un manantial cristalino?, bebe sin medida, le parece mentira haber encontrado ese agua; pues de igual modo el espíritu cuando tiene sed de progreso, la primera existencia que consagra a su rehabilitación, no perdona medio alguno para engrandecerse; la cuestión es rescatar siglos perdidos para penetrar en los mundos de luz.
En esta situación me encontré yo, y como victoria sin lucha no es victoria por eso me encontré aislado, sin familia ni amigos, ni nadie que me quisiera en el mundo. A los 5 años contemplé el océano que gemía a mis plantas, y al verme solo me encontré satisfecho, estaba donde yo necesitaba, sin el amparo de nadie, y solo mi voluntad para hacer el bien me dio una familia entre los afligidos, un nombre ante el mundo, creándome recuerdos en la posteridad.
Desengañaos, lo que el hombre necesita es amar el bien, no amarse a sí mismo, interesarse en el progreso universal, he ahí todo, amar, pero sin egoísmo, medir la profundidad del abismo de la culpa, considerar las consecuencias que resultan de nuestros extravíos, y sumar la cantidad de beneficios que podemos reportar con nuestras virtudes; no a nosotros mismos, sino a la masa social, y tenéis perfectamente mi modo de vivir.
Cuando el hombre no piensa más que en sí mismo y se hace la cuenta de que un día de vida es vida, como dice un adagio, goza de algunos momentos, es innegable, pero como las dichas terrenales son flores de un día, pronto se ve rodeado de flores secas quien solo piensa en satisfacer sus apetitos, pero el que se ocupa del mañana, cimentando su felicidad sobre sólida base, sin faltar a ninguno de sus deberes, sin permitir que falten los suyos, los que le pidan consejo, el que sabe esperar, no dudéis que es quien obtiene mejor cosecha.
Yo supe esperar; esa fue toda mi ciencia; pero por impremeditación, por mi orfandad y diversas circunstancias, me consagré a la Iglesia, y apenas había terminado de hacer mis votos, cuando comprendí que mi vida iba a ser un infierno, pero dije:"Ministro del Señor has querido ser y ministro en regla serás; no esperes por ahora ser feliz, pero ya lo serás, y no creáis que fuese ascético en mis costumbres, no. Fui hombre amante de la familia y la buena vida; siempre miré con horror los silicios y las autoridades de ciertas órdenes religiosas; fui parco en mis alimentos por higiene y por pobreza; amante de la limpieza y del buen gusto, de pequeño siempre traté de rodearme de objetos agradables. Siempre tuve un miedo inexplicable a la muerte violenta; en una ocasión, por mi sagrado ministerio, acompañé a un reo de muerte hasta el patíbulo y cuando le vi morir, sentí un dolor tan fuerte que corrí como un loco durante más de dos horas, hasta caer desfallecido, creyendo los que me rodeaban que me había vuelto loco.
Yo amaba la vida y la muerte, pero quería morir tranquilo en mi lecho, rodeado de amigos, por haberme dedicado toda la vida al bien de la humanidad, tras largos años dedicado al progreso de mi espíritu: Si con mi muerte voluntaria tenía que haber logrado mi salvación, o el engrandecimiento o creación de una escuela filosófica o religiosa, no se cuantos siglos hubiese necesitado para persuadirme que me era beneficioso y hasta necesario entregar mi cuerpo a la justicia humana; la abnegación de Cristo, la decisión de Sócrates, y la de tantos millones de mártires que han fecundado con su sangre la superficie de la Tierra, siempre la he admirado y respetado, pero nunca sentí el deseo de seguir sus gloriosas huellas, jamás, en mi última encarnación ni en las anteriores, u os cnfieso esta gran flaqueza de mi espíritu para que veáis que no es increíble mi modo de ser, y si tuve fortaleza de ánimo para luchar contra los reveses de la fortuna , en cambio no tuve energía y decisión para otros actos que tan necesarios son en ciertas crisis sociales. A veces, un hombre que sabe morir salva al mundo.
En el altar del sacrificio es donde se levantan los dioses de las civilizaciones, los grandes reformadores si no hubiesen muerto violentamente, no habrían impresionado las humanidades.
Hay figuras históricas que si viven, mueren, y si mueren viven con el bautismo de sangre, que es como se moralizan los pueblos, y como Dios no tiene elegidos, cada espíritu va haciendo su trabajo por distinto sendero. Hay espíritus que se desprenden de su envoltura, repetidamente en las hogueras, en toda clase patíbulos y tormentos, en los campos de batalla con un heroísmo admirable; y ese que tan bien sabe morir, quizás no sabría vivir 20 años luchando con la miseria, con la soledad, el encono, la calumnia y la fiereza de los hombres-
En cambio yo nunca he sabido morir por una idea, pero he sabido vivir consagrado al bien universal; yo he amado todo cuanto me rodea, desde la humilde florecilla hasta el enorme astro esplendoroso que con su calor me presta vida; desde el infeliz criminal hasta el niño inocente; desde la desgraciada meretriz hasta la mujer noble y pura que lleva en su frente algo que nos hace decir: "Dios existe". Para todos he tenido amor, según sus merecimientos y simpatías que cada uno inspira.
He soñado siempre con la armonía universal, y he amado a una mujer con verdadera adoración, pero mi amor respetó los lazos que pesaban sobre mi, y los que más tarde contrajo ella; y al verla morir, la amé con toda libertad y para hacerme grato a sus ojos, porque yo siempre he creído en la supervivencia del espíritu; para hacerme digno de ella, hice todo el bien que pude a la humanidad y ella a cambio me protegió y atrajo sobre mi la atención de elevados espíritus; por esto, aunque en la Tierra viví solo, pobre y perseguido, como mi buen proceder y mi afán de progreso me atrajo la inspiración de sabios consejeros. pude luchar con la adversidad, dominando a mis enemigos, porque no contaba solo con mis fuerzas; eran muchos los que luchaban a mi favor.
El hombre que sabe amar, no os imagináis el bien que tiene, es más rico y poderoso que todos vuestros Césares. En mi última encarnación supe amar y esperar; en esto consistió toda mi sabiduría y mi virtud. Practiqué la moral universal, la Ley de Dios que un día comprenderán todos los hombres.
Cuando veáis alguien fuerte, o los seres de ultratumba os cuenten historias de almas buenas, no digáis que tanta bondad es inverosimil, ¡ Insensatos, ciegos de entendimiento!, ¡desgraciados escépticos!, ¿no sabéis que los hombres han sido creados para el progreso indefinido?, ¿por qué encontráis inverosimil el adelanto del espíritu?.
¿Sabéis lo que parace inverosimil?, la crueldad de algunos hombres, el estacionamiento y la rebeldía de algunos, que pasan siglos y siglos enconados en sus vicios. Esto si es asombroso, porque parece imposible que donde todo es tan grande hayan seres tan pequeños.
Creed firmemente que hemos sido creados para el bien y cuando un espíritu se pone en buenas condiciones, no hace más que cumplir la Ley primordial de la Creación.
Yo comencé a cumplirla y os recomiendo que no olvidéis nunca que el hombre es el ser más feliz cuando cumple con todos su deberes.
Amor: ¡Sonrisa de la Providencia!; ¡complemento de la vida!; ¡alma de la Naturaleza!; ¡ Quien siente tus efluvios, cree en Dios!.
Y aun hay ilusos que no creen la fuerza moral de mi alma...¿no sabéis que amaba?,¿no sabíais que antes de conocer a la niña de los rizos negros yo la veía en mi imaginación y esperaba su llegada?; desde que la sentí la amé, desde que la pensé esperé, y cuando se fue, esperé en la eternidad;¿Qué son cuarenta o cincuenta años para la vida sin término?.
Adiós hijos míos; la moral universal será la ley de los mundos. Trabajad para su implante y seréis felices.
-El Padre Germán-
Somos de la misma opinión del P. Germán: Lo que nos debe parecer inverosimil es el crímen, no la virtud; si fuimos creados por un Ser Superior, no podemos estar eternamente en un estado de abyección y degradación; alguna vez debemos comenzar nuestra regeneración, porque si todo progresa en los mundos, nosotros no podemos permanecer indiferentes al movimiento universal. El progreso es una ley ineludible y todos la cumpliremos, si no de grado, por la fuerza, empujados por los acontecimientos impulsados por la nueva corriente de ideales religiosos, políticos o filosóficos; los pueblos se asocian y las multitudes se agrupan bajo una bandera cuyo lema es justicia, razón y verdad.El Espiritismo vino a despertar muchas conciencias dormidas; nosotros confesamos ingenuamente que si no lo hubiésemos conocido, nuestra vida hubiese sido un prolongado gemido, un lamento doloroso que ningún bien nos hubiera producido.
¡ Bendita sea la hora en que los espíritus comunicaron con los hombres!. ¡Cuantas lágrimas ha enjuagado el Espiritismo!; ¡Cuantos delincuentes han reconocido sus errores y comenzado su redención!.
¡Padre Germán!,¡Cuanto bien nos has hecho!,¡Nuestra gratitud es inmensa!,¡Te amamos con todo nuestro amor!,¡tu recuerdo nos hace sonreír y amar!... nos dejas en manos de la resignación, y esperamos tras la tumba encontrar la verdad de la vida!, Por ti hemos comprendido que sin progreso no hay felicidad.
-Amalia D.Soler-
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