INQUIETUDES ESPÍRITAS
1.- Recomenzar
2.- El Mal; por Torres Pastorino
3.- El mundo de la Ópera y el Espiritismo
4.-Cualidades de género: Amor Filial
5.- ¿Cómo me reconcilio conmigo?
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Hoy es otro día más, otro día donde podemos ser útiles al Creador, por eso, siempre tenemos que seguir dentro de las enseñanzas de Jesús pues es así como iremos acercándonos al Padre.
Cuando comenzamos el día, tenemos siempre que acordarnos de Jesús, pues es así como poco a poco vamos elevando el pensamiento, pues es como tenemos que actuar en esta vida, con el pensamiento elevado al creador, siempre, pues hay tantos pensamientos pululando por nuestro alrededor, que sino vamos con cuidado podemos unirnos a pensamientos perturbadores, entretanto, siempre la oración nos ayudará. Es importante tener presente eso, pues nuestra mente genera ondas, y debemos tener cuidado, porque siempre en poco tiempo podemos sentir que determinados pensamientos ganan fuerza, y si son poco saludables, esos pensamientos serán más fuertes generando una sensación casi real, y así es como caemos en la fascinación.
Si se piensa en cosas sensuales, por ejemplo, llegará un momento que esos pensamientos serán tan reales que nosotros caeremos en esa fascinación, provocando una onda mental que se irá uniendo a otros espíritus del mismo tenor espiritual, y que entonces, sin darnos cuenta, caeremos en la obsesión.
Sin embargo, no todo produce la misma reacción, porque si pensamos en cosas edificantes, elevamos el pensamiento, en momentos que notemos sensaciones inadecuadas, si en esos momentos nos refugiamos en la oración entonces notaremos que nuestra mente va poco a poco a mejor, y eso se nota porque tenemos más tranquilidad, mayor calma, una sensación más agradable, paz, pero para llegar a eso, tenemos que comenzar a trabajar duro para que nuestra mente no entre en ese círculo lamentable de la obsesión, pues la obsesión, tiene muchos niveles distintos, y en cualquier momento podemos ser obsesados y no percibir nada.
Siempre debemos de obrar el pensamiento dentro de una moral cristiana, de una moral recta, pues sino somos rectos en nuestra mente la obsesión sin duda será inminente, y teniendo obsesión podemos caer en lamentables situaciones, que podíamos haber evitado. Orad y vigilad, decía Jesús y es como tenemos que hacer las cosas, como tenemos que lidiar con nuestros problemas, como tenemos que enfrentarnos cada día a la vida, siempre con la mente limpia de pensamientos perturbadores, siendo así, conseguiremos ver la vida mejor, sin influencias que nos perturben y nos enseñen una vida que no es la real, pues la obsesión nos hace ver cosas que no existen, solo está en nuestra mente, no en la realidad que nos acontece, solo en nuestra mente, de ahí viene los suicidios, y enfermedades mentales, entre otras cosas, porque ellos pueden provocar en nuestro interior una realidad que no existe, pero sino nos refugiemos en la oración, esos problemas pueden ser muy graves. Así pues, en todo, actuemos con sentido común y oremos al creador siempre, pues así es como poco a poco iremos mudando nuestra conducta para mejor. Tengamos las enseñanzas de Jesús siempre. Nunca dudemos, pues jamás estaremos solos delante de las dificultades de la vida.
Espíritu Rafael.
(Tomado de Luz Espiritual)
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EL MAL
Ten la certeza de que no te puede suceder nada malo, porque la fuerza divina es tu protección permanente. El mal que te sucede tal vez sea una experiencia por la que tienes que pasar. Pero todo coopera para el bien en aquellos que aman a Dios.
También los dolores y sufrimientos, las enfermedades y persecuciones. Ningún mal puede alcanzarte, a no ser que tú lo practiques.
- Torres Pastorino-
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EL MUNDO DE LA ÓPERA Y EL ESPIRITISMO
"En esta incursión por el mundo de la Ópera, enfocada bajo las luces de la Doctrina Espírita, encontramos un personaje llamado Amor, incluido en la trama de la ópera "Orfeo", musicalizada por el compositor Christoph W.Gluk, partiendo del "libreto" compuesto por el poeta italiano Ranieri Calzabipggi, que se basó en el legendario Orfeo de la mitología griega.
Inspirada en la pieza "Orfeo y Eurídice", el estreno ocurrió en Viena-Austria, en 1762 y Calzabiggi situó la acción en el año 300 antes de la Era Cristiana. Enseguida, en la primera escena vemos a Orfeo llorando sobre la tumba de su amada esposa Eurídice, en un clima de inconformidad por la pérdida de aquella que era toda la razón de su existencia, imputando a los dioses tamaño infortunio. En ese escenario surge un ángel que atiende por el nombre de Amor, que lo envuelve en tiernas radiaciones de paz, fe y esperanza. El ángel le aclara que él, Orfeo, podría reencontrar a su amada, siempre que soportase la prueba de pasar por determinadas zonas del umbral hasta alcanzar la colonia espiritual en donde se encuentra Euridice.
Las escenas siguientes narran, con sorprendentes detalles, la intimidad de varias colonias-asilos, áreas purgatoriales, en donde se ve a un gran número de almas "de aquellos hombres que se consagraron al mal", que hicieron cuanto pudieron para detener al intrépido Orfeo, cuyo ángel protector le estimula a proseguir y atravesar aquellas zonas tenebrosas para alcanzar el supremo objetivo, que es reencontrarse con Euridice.
Las regiones espirituales están descritas con extrema claridad, a tal punto que tenemos la nítida impresión de estar leyendo aquellas informaciones traídas ya del Mundo Espiritual, del Mundo Mayor, por André Luiz a través de Francisco Cándido Xavier, en varios libros, como "Nuestro Hogar" y "La Vida en el Mundo Espiritual", editados conjuntamente por el Instituto de Difusâo Espírita y Mensaje Fraternal, que tanto esclarecen sobre la continuidad de la Vida.
Orfeo, siempre amparado por el Espíritu que se identifica como Amor, alcanza la Colonia Espiritual donde se encuentra con Eurídice, cuya elevación y grandeza, es tratada por el "librettista" como Campos Elíseos, tal era la majestuosidad y la armonía reinantes en aquel paraje de la Vida Mayor. Orfeo queda admirado, extasiado ante las construcciones de todo tipo de la Ciudad Espiritual, en donde reina la alegría; además todos están "bañados" en luz plateada y sus habitantes son llamados "bienaventurados".
Como es fácil entender, Orfeo se trasladó para el reencuentro con Ëuridice a través del fenómeno estudiado y divulgado por el Espiritismo, que es el desdoblamiento. En este caso el desdoblamiento había sido provocado por aquel Espíritu de superior jerarquía que se identifica con el nombre de Amor.
En el tercer y último acto de la Ópera, que transcurre casi todo en la Espiritualidad, vemos a Euridice acompañando a su amado Orfeo, en el retorno de este al cuerpo físico, adormecido junto a su tumba. Euridice reclama de las vibraciones agresivas, de la psicoesfera antagónica de aquella faja de zona de sufrimiento que ellos deben atravesar. Todo muy coherente con las informaciones de André Luiz.
Orfeo despierta en el cuerpo físico, recordando la ventura de haber estado con su amada, ahora librada de la materia..... y una gran tristeza le domina el corazón. Entonces, creyendo poder regresar con ella, y permanecer junto para siempre, decide recurrir al suicidio, pero el ángel llamado Amor, que ya había previsto tal descontrol, interviene, garantizando al desesperado Orfeo, el retorno de Euridice, que surge inmediatamente, materializada, envolviéndolo en un sutil y tierno abrazo.
¡ Vale la pena destacar que, entre los libros de André Luiz y las narraciones de Calzabiggi, media una distancia de 178 años !.
-Giovanni Scognamillo- (Boletín SEI- Río de Janeiro)
( Tomado del Anuario Espírita de 2006)
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CUALIDADES DE GÉNERO
AMOR FILIAL
En el Evangelio según el Espiritismo, capítulo XIV, ítem 3, podemos leer: El mandamiento: «Honra a tu padre y a tu madre», es una consecuencia de una ley general de caridad y de amor al prójimo, porque no se puede amar al prójimo sin amar a su padre y a su madre; pero la palabra honra encierra un deber más respecto a ellos: el de la piedad filial.
Dios ha querido, manifestar con esto, que al amor es preciso añadir el respeto, las consideraciones, la sumisión y la condescendencia, lo que implica la obligación de cumplir respecto a ellos, de una manera aún más rigurosa, todo lo que la caridad manda con respecto al prójimo. Este deber se extiende naturalmente a las personas que están en lugar de padres, y que por ello tienen tanto más mérito cuanto menos obligatoria es su abnegación.
Dios sanciona siempre de un modo riguroso toda violación de este mandamiento. Honrar a su padre y a su madre, no es solo respetarles, es también asistirles en sus necesidades, procurarles el descanso en su vejez; rodearles de solicitud, como lo han hecho con nosotros en nuestra infancia. En cualquier situación o circunstancia que se pueda presentar, tanto si nuestros padres están todavía en plena madurez o ya han entrado en la llamada tercera edad, mantenernos cerca de ellos, amarlos, cuidarlos y cuando lo necesiten protegerlos, es un deber de hijos agradecidos. Ellos hicieron por nosotros lo mismo o más en los primeros años de nuestra vida. Una existencia material que tan generosamente nos brindaron para poder realizar los progresos necesarios en el camino de la evolución. Y también agradecidos por ofrecernos una oportunidad que perfectamente nos la podría haber negado, en función del uso de su libre albedrío.
Este mandamiento de “Honrar a los padres” recuerda a los hijos los deberes y responsabilidades para con los progenitores. Es el amor que debemos sentir por ellos, aquel que atiende a su bienestar, con la responsabilidad de prestarles ayuda material y moral cuando sus fuerzas y sus recursos disminuyan; en los momentos de soledad o de abatimiento, y también compartiendo con ellos los momentos de felicidad y alegría.
El respeto a los padres y lo que representan para nosotros nunca se debe perder, independientemente de nuestra edad o circunstancias. El respeto también significa el saber aceptar sus consejos con humildad, ya que la experiencia de vida que ellos tienen nos puede ayudar en circunstancias difíciles o a tomar decisiones delicadas. Cuando contemplamos a nuestros padres y estos están sanos y fuertes, la alegría, la satisfacción, el gozo se abren paso en nuestro interior y nos hacen sentir dichosos. Si, por el contrario, ellos se hallan enfermos, hemos de sentir la obligación, la responsabilidad como hijos, de cuidarles, de ocuparnos de ellos, de protegerlos, de asistirlos y darles el apoyo que necesitan.
El mayor tesoro de piedad filial que se puede ofrecer a los padres es dedicarles el tiempo que necesitan y merecen. En el Libro de los Espíritus, en el ítem 681, podemos leer: ¿La ley natural impone a los hijos la obligación de trabajar por sus padres? Ciertamente, como los padres deben trabajar por sus hijos, y por esto Dios ha hecho del amor filial y del paternal un sentimiento natural, con el fin de que por medio de este afecto recíproco los miembros de una misma familia fuesen inducidos a ayudarse mutuamente, lo cual se olvida con frecuencia en vuestra actual sociedad. Hay que recordar que los lazos de la sangre no constituyen obligatoriamente los lazos afectivos entre los espíritus, y que Dios permite, dentro de una misma familia, dos situaciones distintas: tanto encarnaciones de espíritus simpáticos unidos por una verdadera afinidad, con la satisfacción de estar juntos, pero también bajan espíritus antipáticos o extraños, que no se terminan de acomodar dentro de la familia carnal, creando conflictos más o menos graves. Esto último cumple con un doble objetivo, el de prueba para los unos y de avanzar aunque sea poco para los otros. La convivencia dentro de la familia les ayuda a mejorar el carácter, y los hábitos y las antipatías se van suavizando. Por lo tanto, la convivencia puede aportar las circunstancias necesarias para ir limando las imperfecciones con el cincel de la fraternidad que la dignifica.
El comportamiento que reciben de sus padres ha de servirles de ejemplo para el futuro, para cuando ellos hayan envejecido. Por otro lado, el problema de la ingratitud en las familias es una de las consecuencias más sobresalientes del egoísmo; indigna siempre a los corazones honestos; pero la de los hijos con respecto a sus padres tiene aun una naturaleza más detestable: es la ingratitud uno de los peores sentimientos que pueden demostrar a los padres, de los más graves errores que puede manifestar el espíritu en su marcha hacia la elevación. Sobre todo en la etapa adolescente, por los conflictos de identidad que experimenta, olvida que tienen ciertas responsabilidades hacia sus padres, ignorando el cariño que recibe de la familia y sus atenciones permanentes. Aun así, hay ocasiones donde los choques generacionales y el sentirse incomprendido provocan la invisibilidad de ese amor que los padres sienten por él, pues en esas edades la visión que tienen de sí mismos les lleva a observar más aquello que consideran sus derechos, y, a la par, disminuyen o ignoran las responsabilidades y obligaciones para con los demás. Incluso algunos jóvenes, en esos momentos de rebeldía descontrolada, abandonan el calor familiar, para posteriormente, cuando se enfrentan a la cruda realidad y comprenden su desatino, vuelven al seno familiar.
Partiendo de la base de que ante todo los padres tienen que ser padres, se debe buscar con los hijos una relación de amistad fraterna para que la interrelación entre todos los miembros de la familia sea más fácil, evitando las incomprensiones producto de la diferencia generacional. Esto facilitará la confianza y el acercamiento entre los padres e hijos a la hora de solucionar problemas, adversidades, enfermedades… y dará paso también a la alegría, felicidad o dicha ante las buenas noticias, los éxitos, la culminación de algún logro, etc.
Por otro lado, la ayuda en las tareas de la casa paterna cuando se vive en ella, tanto si son mayores como pequeños, también debe ser una obligación moral. Hacerles comprender que el hogar y su mantenimiento espiritual, pero también físico, es tarea de todos. La repartición de tareas fomenta la cooperación y les hace comprender que las cosas no se organizan o se hacen solas. Es, en definitiva, una invitación a la responsabilidad y a pensar no solo en las propias necesidades sino también en las de los demás, de aquellos con quienes se comparte espacio y se necesita convivir armónicamente. Por las exigencias que nos impone la sociedad actual, para los padres que tienen niños pequeños, es de agradecer que los abuelos ayuden y colaboren altruistamente para cubrir convenientemente todas las necesidades de la familia. No obstante, hay que evitar el abuso que con frecuencia se observa cuando se sobrecarga en exceso a los abuelos; cuando por comodidad o ciertas tendencias materiales se les transfieren unas tareas que no les corresponden. Es ahí donde debe existir conciencia espiritual de la responsabilidad a la que nos comprometimos, evitando delegar en aquellas cosas que son intransferibles y que requieren de toda la atención, mucho más de los progenitores que de los abuelos. Porque esta delegación de tareas puede llevar a la tentación de abusar de la abnegación de los abuelos, y este abuso sí que puede tener consecuencias negativas en el futuro.
Como vamos viendo, y en función de la Ley del Amor que regula todas las relaciones, los hijos, cuando son mayores de edad, tienen deberes intransferibles para con los padres; no se les puede descuidar por el hecho de tener una vida muy ocupada. O abandonarles porque algunos padres olvidan sus deberes, sus responsabilidades, y no ejercen como tales ante sus hijos. Pero es a Dios a quien corresponde castigarlos, no a los hijos; por tanto, no juzgar a los progenitores en su comportamiento, siendo el respeto y la gratitud una actitud que siempre hay que tener presente por la dichosa oportunidad obtenida de volver a la Tierra, y a la familia que necesitamos, para desarrollar los planes de evolución.
Hemos de tener en cuenta además que, en el transcurso de las pruebas, es la Ley de Afinidad la que favorece los reencuentros y los desencuentros en el círculo familiar, de acuerdo a los periodos evolutivos y a los grados de conciencia de los miembros que componen la familia. Todos los actores que conforman el hogar, tanto hijos como padres, abuelos, etc., han de pasar y desempeñar los diferentes roles en algún momento de su vida, en el transcurso de las diferentes existencias evolutivas. Todos, absolutamente todos, tienen deberes y obligaciones. Nos compete asumir la responsabilidad del papel y el lugar que en este mismo momento nos corresponda asumir y desempeñar, desarrollando los valores imperecederos del espíritu: poniendo amor donde exista odio, comprensión donde exista intolerancia, afecto donde exista frialdad o distancia. Asumiendo, en pocas palabras, el fardo de las pruebas y circunstancias momentáneas que nos haya podido corresponder, sabiamente planificadas antes de encarnar por los mentores espirituales.
Para concluir, recordemos que “los hijos de ahora serán los padres del mañana, y corresponde a la reencarnación proporcionarles un futuro de acuerdo con la siembra del presente” (Constelación familiar, cap. IV, pág. 41, Divaldo F. por Joanna de Ângelis).
Gloria Quel .-Amor, Paz y Caridad.
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¿CÓMO ME RECONCILIO CONMIGO?
Escrito por Vivi Cervera.
Dilo. Exprésalo en voz alta. Allí en tu cuarto, en tu intimidad. Siéntelo:
«Me perdono completamente».
Las palabras completamente, verdaderamente, profundamente, absolutamente, sinceramente, amorosamente, cariñosamente… o la que elijas de acuerdo a tu sentir, le aportan una fuerza maravillosa al perdón.
Esta es la importancia que tienen las palabras. Un adjetivo y un verbo bien utilizados pueden hacer una gran diferencia. También puedes escribirlo. Haz lo que te haga sentir mejor.
Cuando la reconciliación contigo mismo llega a ser difícil, es porque hay una culpa inmensa detrás. Y a veces esta culpa se disfraza mientras ocupamos el lugar de la víctima, y siempre que somos víctimas, al unísono ejecutamos el papel de victimario. Ambos roles van tomados de la mano.
Entonces, si un sentimiento de culpa impide el proceso de paz interior, sólo deberías pronunciar una y otra vez: “te quiero… lo siento… por favor perdóname… gracias”. Aunque no las sientas. Sucede que mientras no las sientes, estás desactivando el viejo pensamiento que dice: “no puedo perdonarme”. Y a esto le llamamos borrar, limpiar o dejar ir.
Aprende a mirar con el alma. O sea a saber que tú eres la suma de muchas existencias, de muchos mundos, de muchos seres.
Lo que quiere decir, que en esencia nada es tu culpa, que a veces y humanamente hablando, el perdón radical, el perdón hacia sí mismo o misma, requiere espacio y tiempo. Porque quizás estos espacios y tiempos están llenos de los odios o estados del no perdón de otros seres, de esos que contienes y cuyos datos que directa o indirectamente también te traspasan, los estás dejando ir.
No obstante, tu refugio, tu techo, tu casa en el árbol durante ese espacio/tiempo, son las 4 palabras sanadoras: “te quiero/te amo”; “lo siento, perdóname, gracias”; o cualquier otra que llegue a ti a través de tu inteligencia divina.
Esas palabras abrirán más puertas para ti. Puertas que no sabías que existían, o puertas que parecen haber estado cerradas mil vidas. Escúchalas abrirse.
Disfruta el camino. Y con esto no te estoy pidiendo que sonrías siempre. Sólo que disfrutes de la tristeza, o sea que llores y sepas que eso es humano; que a veces te confundas tanto que sientas un profundo estancamiento y que comprendas que eso es sólo una temporal percepción. Que a veces sientas que no hay salida, o que no hay solución, pero que respires mientras agradeces lo mucho o lo poco.
Que a veces sientas dolor físico y no encuentres alivio, pero que sepas que ese dolor es el alivio que ha elegido tu alma para ayudar a desprenderte de otras cosas.
Que a veces sientas tanto resentimiento y enojo que eso nuble tu camino, pero que te digas a ti mismo o a ti misma: “las ideas, los sentires, las percepciones, son pensamientos, datos, información que viaja a través de unidades/cuerpos humanos, y que aún el no poder liberarlos es otro pensamiento que se puede agradecer y soltar… dejarlo ir.
Que pase lo que pase no hay nada malo en ti. Que con todo ese montón de preguntas, heridas, dolores, memorias, desaciertos y dudas, eres admirada o admirado, honrada u honrado y amada o amado.
Y allí en la estrella de tu alma, donde se encuentran todos los espacios, todos los vuelos, todo el amor del mundo…allí todos los que te miramos, te confiamos la existencia porque sabemos cuán valiente has sido al nacer; cuán heroico ha sido tu existir. Y sobre todo, ¡¡de cuánto amor estás hecha o hecho!!
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