miércoles, 30 de septiembre de 2020

¿Penas eternas?

  INQUIETUDES  ESPÍRITAS    

1.- Progreso de la legislación humana

2.- Purgatorio

3.- Los Aparecidos

4,. Tareas

 5.- ¿Penas eternas?




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Progreso de la legislación humana

794 ¿Podría estar regida la sociedad solo por las leyes naturales, sin el concurso de las humanas?

«Podría estarlo, si se las comprendiese bien, y si se tuviese el deseo de practicarlas, ellas bastarían. Pero la sociedad tiene sus exigencias, y le son necesarias leyes particulares.»

795 ¿Cuál es la causa de la inestabilidad de las leyes humanas?

«En tiempo de barbarie son los más fuertes los que hacen las leyes, y las hacen en provecho suyo. Ha sido preciso modificarlas a medida que los hombres han comprendido mejor la justicia. Las leyes humanas son más estables, a medida que se aproximan a la verdadera justicia, es decir, a medida que son hechas en provecho de todos, y que se identifican con la ley natural.»

La civilización ha creado nuevas necesidades al hombre, y aquellas son relativas a la posición social que éste se ha labrado. Ha debido arreglar los derechos y los deberes de semejante posición por las leyes humanas; pero bajo la influencia de sus pasiones, ha creado con frecuencia derechos y deberes imaginarios que la ley natural condena, y que borran de sus códigos los pueblos a medida que progresa. La ley natural es inmutable y la misma para todos; la ley humana es variable y progresiva, y solo ella ha podido consagrar en la infancia de las sociedades el derecho del más fuerte.

796 La severidad de las leyes penales, ¿no es necesaria en el estado actual de la sociedad?

«Una sociedad depravada ciertamente necesita leyes más severas. Por desgracia esas leyes se dirigen más a castigar el mal hecho ya, que a cegar la fuente del mismo mal. Solo la educación puede reformar a los hombres, y entonces no se necesitarán leyes tan rigurosas.»

797 ¿Cómo podrá ser llevado el hombre a la reforma de sus leyes?

«Este viene naturalmente por la fuerza de las cosas y el influjo de las gentes honradas, que le guían por el camino del progreso. Muchas ha reformado ya y aun reformará muchas otras. ¡Espera!.»

Allan Kardec

Traducido por José María Fernández Colavida
Extraído del “Libro de los Espíritus”


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PURGATORIO


   Aprendiste a vencer a los héroes del pasado y también anhelas una oportunidad para la exaltación de la virtud.

   Avanzas por la senda Cristiana y cuando rememoras la época gloriosa de los mártires, te provoca envidia su destino.

   Proviene de encarnaciones anteriores tu entusiasmo por acceder al Ámbito Espiritual como una sublime aparición de mansedumbre, para transmitir serenidad a las almas impenitentes.

   En muchas ocasiones, en el umbral del reposo físico, pides ser admitido en el servicio de los bienhechores desencarnados, para promover tu propio adiestramiento en tareas afines con la instrucción y el consuelo.

***

   Sin embargo, casi nunca te acuerdas de que te hallas en el mundo como quien vive temporalmente en el purgatorio.
   
   No es necesario que entregues tu propia carne a los dientes de las fieras para demostrar tu fe en Dios, ni que maltrates tu cuerpo denso para ejercitar los menesteres de la caridad.

   El amor infinito se expresa por todas partes, y la tierra donde respiras gira a cielo abierto.

   Desde la parcela de lucha que el pasado te ha confiado en el presente, reflexiona sobre el ideal de servir y atraparas el divino momento de auxiliar, sea donde fuere.
   
   Tienes dentro de tu casa padres que sufren, hijos preocupados, hermanos desdichados, parientes que agonizan.

    Identificas en el trabajo a jefes irritables, subalternos amargados, clientes exigentes, colegas-enigmas.

   En el campo social enumeras amigos-problemas, adversarios gratuitos, compañeros frágiles, observadores intransigentes.

   Tanto en los callejones de mayor sencillez, como en las mas amplias avenidas, compartes experiencias junto a corazones a quienes la sombra enredó en la trama de las pruebas difíciles.

   Todos, sin excepción, esperan en ti una migaja de amor, una limosna de paciencia.

***

   ¡Purgatorio! ¡Purgatorio!... Todos nosotros, conciencias endeudadas, estamos en él.

   No obstante, el remedio es un camino para la curación.

   Ayuda a tus semejantes, y tus semejantes te ayudarán.

   Quienes nos rodean son grandes necesitados, hoy. Mañana, posiblemente, los grandes necesitados seamos nosotros.

Extraido del libro JUSTICIA DIVINA- Psicografiado por Chico Xavier, dictado por el espíritu Emanuel.

 ( Tomado del Centro de Estudios Espíritas de Cambrils )


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        Los Aparecidos
                          

     La Academia define así esta palabra: «Se dice de los Espíritus que supuestamente vuelven del otro mundo». No asevera «que vuelven»; solamente hay Espíritas que puedan estar suficientemente locos para osar afirmar cosas semejantes. 
    Sea como sea, se puede decir que la creencia en los aparecidos es universal. Está evidentemente fundada sobre la intuición de la existencia de los Espíritus y la posibilidad de comunicarse con ellos. Desde ese punto de vista, todo Espíritu que manifiesta su presencia, sea por medio de la escritura de un médium, sea simplemente al golpear una mesa, sería un aparecido. Sin embargo, se reserva, en general, ese nombre casi sepulcral a aquellos que se vuelven visibles y que, supuestamente, como dice, con razón, la Academia, vienen en circunstancias más dramáticas. ¿Son cuentos de la abuela? El hecho, en sí mismo, no; los accesorios, sí. 
   Se sabe que los Espíritus pueden manifestarse a la vista, incluso bajo una forma tangible; he aquí lo que es real. Pero lo que es fantástico son los accesorios, y el miedo a éstos, que todo lo exagera y acompaña comúnmente a ese fenómeno, muy simple en sí mismo, porque se explica por una ley completamente natural y que no tiene, en consecuencia, nada de maravilloso ni de diabólico. ¿Por qué, pues, se tiene miedo a los aparecidos? Precisamente debido a esos propios accesorios que la imaginación se complace en volver espantosos porque se ha asustado y, tal vez, haya creído ver lo que no ha visto. 
    En general, se los representa bajo un aspecto lúgubre, viniendo de preferencia por la noche, y sobre todo en las noches más sombrías, a horas fatales, en lugares siniestros, disfrazados con mortajas o vestidos de manera extraña y ridícula. 
   El Espiritismo nos enseña, al contrario, que los Espíritus pueden mostrarse en todos los lugares, a cualquier hora, tanto durante el día como por la noche; que lo hacen, en general, con la apariencia que tenían en vida, y que tan sólo la imaginación ha creado a los aparecidos; que aquellos Espíritus que lo hacen no deben ser temidos, pues son, por lo común, parientes o amigos que vienen a nosotros por afecto, o Espíritus infelices, a los que se les puede ayudar; o son, algunas veces, bufones del mundo Espírita, que se divierten a nuestra costa y se ríen del miedo que causan. Se concibe que, con éstos, el mejor medio es reírse uno mismo y demostrarles que no se tiene miedo; por lo demás, se limitan, casi siempre, a hacer un alboroto y, rara vez, se vuelven visibles. La maldición está en tomar la cosa en serio, pues entonces ellos redoblan sus travesuras; más valdría exorcizar a un crío de París. Pero incluso suponiéndose que sea un Espíritu malo, ¿qué mal podría hacer, y no se tendría cien veces más que temer a un bandolero vivo que a ese bandolero muerto y transformado en Espíritu? Además, sabemos que estamos constantemente rodeados de Espíritus, que sólo difieren de aquellos que se denominan aparecidos porque no se los ve. 
   Los adversarios del Espiritismo no dejarán de acusarlo de dar crédito a una creencia supersticiosa: pero al ser el hecho de las manifestaciones visibles comprobado, explicado por la teoría y confirmado por muchos testimonios, no se puede hacer que ese hecho no exista, y todas las negaciones no impedirán que se produzca, pues hay pocas personas que, al consultar sus memorias, no recuerdan algún hecho de esa naturaleza que no pueden poner en duda. Vale mucho más, pues, que uno sea esclarecido sobre lo que hay de verdadero o de falso, de posible o de imposible en los relatos de ese género. 
   Es explicando una cosa, razonando sobre ella, que nos precavemos contra un temor pueril. Conocemos a un buen número de personas que tenían un gran miedo a los aparecidos. Hoy en día, cuando, gracias al Espiritismo, saben lo que es eso, su más fuerte deseo es ver a los aparecidos. Conocemos a otras que han tenido visiones, de las que habían estado muy asustadas. Ahora que comprenden, no quedan afectadas en absoluto. 
    Se conocen los peligros del mal del miedo para los cerebros débiles. Ahora bien, uno de los resultados del conocimiento del Espiritismo esclarecido es precisamente curar ese mal, y no está allí uno de sus menores beneficios. 

Por Allan Kardec 
Texto extraído de la Revista Espírita – Periódico de Estudios Psicológicos, julio de 1860 Escrito por Allan Kardec

Tomado de Zona Espírita

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                     ¿Penas eternas?...

VISIÓN ESPIRITA.

Una persona a quien aprecio, me decía: ¿crees que cuando muera, si fuera al cielo, sería feliz viendo a mi hijo sufrir eternamente en el infierno?

Esta persona con ideas religiosas, se hallaba en situación de desamparo y enferma. Su hijo la había echado de casa y había renegado de ella, cuando  consiguió todos sus bienes y propiedades.

Le pregunté: ¿crees, de verdad, que si así fuera, eso sería un acto de Justicia Divina?

Me respondió que no podía creer en un Dios Justo que permitiera estas circunstancias.

Entonces, ¿de dónde viene la idea o doctrina de las penas eternas?


Habría que remontarse a tiempos remotos cuando el hombre, más material que espiritual, debía tener unas ideas religiosas similares a su naturaleza.

Su Dios sólo podría ser poderoso a través de su fuerza material, porque estaba creado a su imagen, por tanto un Dios misericordioso, sólo sería un ser débil. Siendo el ser humano en su estado primitivo, implacable en sus resentimientos, cruel con sus enemigos, sin piedad para los vencidos, su Dios, muy superior a ellos, debería ser todavía más duro y cruel. De manera que, para ellos, no era extraña la idea de las penas eternas ni la del fuego material, ya que era una manera de someter a una humanidad poco adelantada moral e intelectualmente.

¿Qué argumentos, entonces, pueden apoyar, todavía, en el Siglo XXI semejante idea? ¿Y, habiéndolos, se pueden rebatir?

Allan Kardec, en El Cielo y El Infierno nos deja las siguientes ideas:

-La primera explicación que algunas personas dan a favor es: “que esta admitido entre los hombres que la gravedad de la ofensa es proporcionada a la condición del ofendido”, o dicho con un ejemplo, si la falta cometida contra un soberano, se considera más grave que la realizada contra un particular, la perpetrada contra Dios, que es infinito, debe ser castigada con una pena infinita, es decir, eterna.

Pero si Dios es único, eterno, inmutable, inmaterial, todopoderoso, soberanamente justo y bueno, infinito en todas sus perfecciones, sin lo cual no sería Dios porque habría otro superior a él, ¿cómo va a permitir que por una ofensa, aunque fuera infinita, la castigara eternamente? ¿No le convertiría este acto en un Dios vengativo? Si es así no sería perfecto. No sería Dios.

Porque si Dios impone al hombre como ley el perdón, la razón nos hace pensar que es porque Él debe aplicarla.

-Otra expresión a favor de la condena interminable sería: “Si la recompensa concedida a los buenos es eterna, debe tener por contrapeso una sanción interminable”

Evidentemente la dicha de la criatura debe ser el objeto de su creación, sino, Dios no sería bueno.
Esta recompensa es consecuencia de la inmortalidad. Y para llegar a ella, el ser debe conseguirla por su propio mérito. Para ello debe mantener luchas contra sus imperfecciones, ya que no ha sido creado perfecto. Sus caídas, por tanto, son consecuencia de su debilidad natural.

¿Cómo una de ellas va a ser sancionada para siempre? La corrección debería ser una advertencia para volver al camino adecuado y lograr el objetivo de la Creación, el bien, cuyo precio es lograr la felicidad. 
Por el contrario, el castigo que es un medio para aprender, debe ser temporal.

-Una última teoría, es:

“...el temor del castigo eterno es un freno. Si se quita, no temiendo nada, el hombre se entregará a todos los excesos.”

Ante esto, si no se cree en una penalidad, poca utilidad puede tener. Y aún creyendo en ella, sería preciso ver su eficacia sobre aquellos que la pregonan y se esfuerzan en demostrarla. Sin embargo, ¿cuántos de ellos no demuestran con sus actos que no se asustan? Así pues, ¿qué influjo puede tener sobre los que no creen?
   

                                                                  

    Ante esto, podemos deducir que la Doctrina de las penas eternas, ha tenido su utilidad en otros tiempos. Hoy en día, no solo carece de razón, sino que además genera más incrédulos que adeptos.

Ana Mª Sobrino Talavera
Centro espírita Entre El Cielo y la Tierra

                                                                              
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lunes, 28 de septiembre de 2020

INVOCACIONES

   INQUIETUDES   ESPÍRITAS

1.- Moral democrática

2.- Invocaciones

3.- Rivalidad entre Sociedades Espíritas

4.- Carta de feto a su madre

5.- ¡ No, al personalismo espírita !



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                                 MORAL DEMOCRÁTICA                          

   " Respetar las opiniones de los demás, cualquiera que sea el  tema, es una de las mayores virtudes que se pueden tener.            Las personas pueden ser diferentes, pensar diferente y actuar diferente.                                                 No las juzgue, solamente respételas".

- Profesor Galvao -

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Invocaciones

                                     


    Has escuchado opiniones contradictorias referidas a las invocaciones en la doctrina Espírita.

    Adversarios gratuitos han pretendido insinuar que en nuestras reuniones imitamos a los magos y las sibilas de la antiguedad, con la intención de especular con sortilegios y filtros supuestamente milagrosos.

    Sin haber analizado nuestros principios, otros han llegado a creer que nos apoderamos de los recursos psíquicos para vulgares exhibiciones de hipnotismo, como si colocásemos a los intermediarios de la Nueva Revelación en la categoría de bribones y fantoches.

    Sin embargo, es necesario tener en cuenta, que la institución del Espiritismo, resguarda sus raíces en las nacientes de Cristianismo, simple y claro, con precisas finalidades morales para el perfeccionamiento del alma, como expresión de aquel consolador que Jesús prometió a los tiempos nuevos.

    No admitas que podamos convertir las lecciones del Maestro en practicas y formulas cabalísticas. Las enseñanzas del Cristo, vibran con su pureza en nuestros postulados, con los amplios desarrollos que la Codificación Kardeciana les imprimió.

    En nuestras asambleas, dedicamos el debido aprecio a cada una de las creencias y confesiones.

    Respetamos a los hermanos Católicos, que, con una postura determinada, invocan la Presencia divina y la protección de los Espíritus santificados, en plegarias confiadas y cánticos de loor.
   Respetamos a los hermanos islamistas, que varias veces al día, invocan las bendiciones de Alá.
   Respetamos a los hermanos budistas, que mediante la liturgia que les es propicia, invocan la paz de Sakyamuni, el bienaventurado.
  Respetamos a los hermanos que siguen a Moisés, quienes en diversos preceptos, invocan el amparo del Señor Todopoderoso.
   También nosotros, cuando nos reunimos, invocamos la inspiración del Divino Maestro y el concurso de los instructores, que tienen su domicilio en la Vida Mayor, a fin de que podamos orar y estudiar la verdad, para aprender por qué oramos y por qué creemos, puesto que en la doctrina Espírita, sin la pompa del culto externo ni rituales de procedencia alguna, somos convocados a la fe capaz de afrentar a la razón cara a cara.
      En cuanto a la actitud religiosa que abrazamos, con las investigaciones científicas y las declaraciones filosóficas de nuestra Doctrina Liberadora, nadie puede olvidarse de que Allan Kardec puso en evidencia la necesidad de la alianza entre el razonamiento y el sentimiento de las jornadas del Espíritu, al dar comienzo a la obra monolítica de la Codificación, con una pregunta acerca de la esencia de Dios 

Copiado del libro Justicia Divina, psicografiado por Chico Xavier, dictado por el espíritu Emmanuel.

 


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           Rivalidad Entre Sociedades Espíritas 
Por Allan Kardec 

Las otras Sociedades serán, para nosotros, hermanas, pero no pueden ser rivales. Si estuviéramos celosos de ellas, demostraríamos que estamos asistidos por malos Espíritus. (…) 

Tenemos, además, un medio infalible para no temer ninguna rivalidad. Es San Luis quien nos lo da: «Que entre vosotros se comprenda y se ame», nos ha dicho. 

Trabajemos, pues, para comprender; luchemos con los otros, pero luchemos en caridad y en abnegación. Que el amor al prójimo esté inscrito en nuestra bandera y sea nuestro lema. Con eso, afrontaremos la burla y la influencia de los malos Espíritus. (…) 

Podemos tener diferencias de opinión sobre puntos de la Ciencia sin que nos hagamos mal y nos arrojemos piedras. (…)
 
El futuro dará razón a quién corresponda. Si nos engañamos, no tendremos el necio amor propio de obstinarnos en las ideas falsas. Pero hay principios de los que uno está seguro de no engañarse: son el amor al bien, la abnegación, la abjuración de todo sentimiento de envidia y de celos. Esos principios son los nuestros, y con esos principios siempre se puede simpatizar sin comprometerse. Es el vínculo que debe unir a todas las personas de bien, cualquiera que sea la divergencia de sus opiniones: el egoísmo sólo pone entre ellas una barrera infranqueable. (…) 

El objetivo del Espiritismo es volver mejores a aquellos que lo comprenden. Tratemos de dar el ejemplo y de mostrar que, para nosotros, la Doctrina no es una letra muerta. En suma, seamos dignos de los buenos Espíritus, si queremos que los buenos Espíritus nos asistan. 

El bien es una coraza contra la que siempre vendrán a romperse las armas de la malevolencia.

 Por Allan Kardec 
Texto extraído del artículo titulado “Sociedad Parisiense de Estudios Espíritas: Discurso de clausura del año social 1858-1859” publicado en la Revista Espírita – Periódico de Estudios Psicológicos, julio de 1859 


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Querida madre,

   No tengo palabras para expresarte la ansiedad y la impaciencia con que me precipité sobre aquel pequeñito globo de luz que me ofreciste como simiente bendita, adhiriendo-me a él como un náufrago se agarra a la tabla salvadora.

    Después, me tranquilicé. Al final, ya era señor de un gránulo microscópico, un pequeño terrón de azúcar, repleto de energía. Todito mio! Me sentí importante, recibí de ti y de mi padre una herencia de valor inestimable. Vino, entonces, aquella sensación agradable de potencia, de que yo era capaz de vencer, a pesar de todas las angustias que traía por dentro.

     Me deslicé, después, por un largo tubo, como si estuviese en un tobogán, rodé, rodé y caí en una caverna oscura, pero, gracioso! no tuve miedo. Su interior era acogedor, con jugos nutritivos, pozos llenos de líquidos cálidos y el suelo de felpa.

    Todos los mecanismos de mi herencia trabajaban a pleno vapor. Yo ya tenia el tamaño de una cabeza de alfiler . Íntimamente, sabia que alguna cosa no funcionaba bien, pero yo tenia fe, acreditaba que aquella angustia que traía por dentro, un día terminaría.

     Como el barro en los moldes de alfarero, plasmaba mi cuerpo en las retortas de esta caverna. Me desarrollé. Crecí, obedeciendo a un programa inexplicable.

     Un día, mostraron mi imagen para ti, aconsejándote expulsarme, porque estaba mal formado, traía imperfecciones. "Era un monstruo". Fue una tempestad dentro de la caverna, donde me abrigo. Tus lagrimas eran lluvias torrenciales. Tus pensamientos, rayos fulminantes de luminosidad terrible extendiéndose en el ambiente oscuro...: "¿Porque Dios me olvidó? ¿Porqué me castigó? ¿Por qué recibo en mi vientre un fruto deteriorado? ¿De que me culpan?"

   Recogí todos tus pensamientos y todas tus angustias. Y desesperado, del fondo  de mi conciencia respondí:

    ¡¡"Mamá, Dios no te olvidó, Él te escogió!! Las madres de hijos normales son misioneras del amor, pero las madres de hijos deficientes son ángeles de los cielos colocadas en la Tierra.

 ¡¡ Soy un fruto deteriorado, mamá, pero estoy deficiente, no soy deficiente!!

     Momentáneamente, mi forma está defectuosa, pero, en el fondo de mi inconsciente, yo no soy así.

    ¡No te culpes, madre! ¡No te culpes por mi presentación!¡ Cuando te muestren, nuevamente, mi retrato en la caverna, ten piedad de mi pobre forma y dame la oportunidad de vivir lo que me fue designado!.

     Necesito de ti, de tu ternura, de tu renuncia. Llevaras contigo para siempre mi gratitud.

     Soy viajero del infinito, mi tiempo está determinado por Dios.

     Recogiste mis respuestas de forma imprecisa.

     Ya son altas horas de la noche, en el momento en que un computador invisible me ayuda a escribirte mis pensamientos.

     Mañana deberías internarme para retirarme a la fuerza de la caverna. Estaba todo marcado.

     Acabas sin embargo de leer un periódico, en que viste la mano pequeñita de un feto cogiendo el dedo del cirujano que lo estaba operando en el vientre materno, para salvarlo de la muerte. En este momento, fue como si recibieses, de forma clara, de una sola vez, todos mis pedidos de socorro. Decidiste que yo continuaría viviendo el tiempo que me fue determinado.

     ¡¡Ah!! madre, no puedes oír, perfectamente mi llanto de alegría, pero registra mis pensamientos inarticulados:

    ¡Gracias, madre!¡¡ Eres el ángel del Cielo que me arranca de las tinieblas para la luz!!

    ¡Un día, después de mi muerte, cuando las estrellas vuelvan a brillar en mi Cielo nuevamente, nosotros volveremos a encontrarnos. Nos abrazaremos, sonriendo y llorando de felicidad, porque mi forma estará tan bella como la luz del resplandor de la luna!

    ¡¡Hasta siempre, ángel de mi vida!!

     Besos del hijo agradecido, que no la olvida.

                                                    Del libro...: El Clamor de la Vida, por Marlene Nobre


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    ¡ NO, AL PERSONALISMO ESPÍRITA !

   Siempre que sea posible, di ¡ NO ! al personalismo espírita, a  fin de que no te transformes en instrumento de distorsión de los propios principios que abrazas en la reviviscencia del Evangelio.

  Valora, pero valora con sinceridad el esfuerzo de todo hermano, que se empeñe en la causa que nos es común.

 No desprecies la buena voluntad del más humilde trabajador, que, con frecuencia, tal como te acontece, puede estar equivocándose movido por el deseo de ser útil al ideal de propagar la verdad entre los hombres.

   Por mayor que sea tu vivencia en el campo de la Doctrina, no te juzgues infalible en las opiniones que emitas en torno a este o aquel postulado de naturaleza doctrinaria.

  Huye de considerarte exento de flaquear ante las tentaciones del mal, que no perdonan a nadie,con base en las imperfecciones morales que todos tenemos de anteriores existencias.

  No busques pretextos para esquivarte en las tareas más simples, que se suponen deben ser desempeñadas por hermanos que no se encuentren investidos de tus responsabilidades dentro del Movimiento.

  Ten cuidado de solo hablar de lo mucho que ya consideras saber, ocupando la tribuna con elocuencia o escribiendo páginas brillantes, olvidándote del ejemplo que debes dar, en testimonio de la fe en la que pretendes hacerte apóstol.

  Recurre con frecuencia a la oración, valiéndote de los instantes de recogimiento con que ella te favorece, para una mayor toma de conciencia en cuanto a la necesidad de renovarte íntimamente,sin que nadie tome la iniciativa de hacer un sumario de tus errores.

   Ejerce la facultad mediúmnica de que eres portador, como quien se desdobla en el sentido de valorar la oportunidad que la Vida le concede de reajustarse con la Ley, y no como quien se encuentra en la Tierra, investido de elevada misión que el Mundo Superior le confirió.

  Sirve sin reclamar y no esperes otra recompensa diferente del privilegio de continuar sirviendo, en la condición de último entre los últimos siervos del Señor, que Él nos invita a ceñirnos con una toalla y lsvar los pies de los compañeros que a nuestro lado perseveran en la larga jornada.

(Página recibidz por el médium Carlos A. Baccelli en reunión del Lar Espírita Pedro y Pablo, en la mañana del día 8-08-2004, en Uberaba- Minas Gerais)


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domingo, 27 de septiembre de 2020

Presencia visible de los Espíritus

    INQUIETUDES  ESPÍRITAS

1.- Escollos de la Mediumnidad

2.- Modo correcto de tratar a los niños

3.- Algunas pinceladas biográficas de Allan Kardec

4.- Presencia visible de los Espíritus







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                    ESCOLLOS DE LA        MEDIUMNIDAD

La mediumnidad es una facultad múltiple, que presenta una variedad infinita de matices en sus medios y en sus efectos. 

Quienquiera que sea apto para recibir o para transmitir las comunicaciones de los Espíritus es, por eso mismo, médium, cualquiera que sea el modo empleado o el grado de desarrollo de la facultad, desde la simple influencia oculta hasta la producción de los fenómenos más insólitos. Sin embargo, en el uso corriente, esta palabra tiene una acepción más limitada y se refiere generalmente a las personas dotadas de una potencia mediadora suficientemente grande, sea para producir efectos físicos, sea para transmitir el pensamiento de los Espíritus por medio de la escritura o del habla. 

Aunque esa facultad no es un privilegio exclusivo, es cierto que encuentra a refractarios, por lo menos en el sentido que se le da. También es cierto que presenta escollos para aquellos que la poseen; que puede alterarse, incluso perderse, y frecuentemente ser una fuente de graves desengaños. Es sobre este punto que pensamos que es útil llamar la atención de todos aquellos que se ocupan de las comunicaciones espíritas, sea directamente, sea por intermediario. Decimos por intermediario porque también es importante, para aquellos que se sirven de médiums, el poder apreciar la valía de ellos y la confianza que merecen sus comunicaciones. 

El don de la mediumnidad está relacionado con causas que todavía no son perfectamente conocidas y en las que lo físico parece tener una gran participación. 

A primera vista, parecería que un don tan precioso solamente debería estar repartido entre almas de élite. Ahora bien, la experiencia demuestra lo contrario, pues se encuentra a médiums poderosos entre personas cuya moral deja mucho que desear, mientras que otras, estimables bajo todos los aspectos, están privadas de la mediumnidad. 

Aquel que fracasa, a pesar de su deseo, de sus esfuerzos y de su perseverancia, no debe sacar conclusiones desfavorables sobre sí mismo, tampoco creerse indigno de la benevolencia de los buenos Espíritus. Si esa gracia no le ha sido concedida, hay otras que, sin duda, le pueden ofrecer una amplia compensación. 

Por la misma razón, aquel que se beneficia de ese don no podría enorgullecerse de eso, pues la mediumnidad no es, para él, la señal de ningún mérito personal. El mérito no está, pues, en la posesión de la facultad mediúmnica, que puede ser concedida a todo el mundo, sino en el uso que se puede hacer de ella. 

Esta es una distinción capital que jamás se debe perder de vista: el buen médium no es aquel que recibe comunicaciones fácilmente, sino únicamente el que tiene la aptitud de recibir solamente buenas comunicaciones. Ahora bien, aquí es donde las condiciones morales del médium son todopoderosas y donde también están los más grandes escollos para él. 

Para darse cuenta de esta situación y comprender lo que vamos a decir, es necesario referirse a este principio fundamental: entre los Espíritus, hay todos los grados de bien y de mal, de ciencia y de ignorancia; los Espíritus pululan alrededor de nosotros y, cuando pensamos que estamos solos, estamos incesantemente rodeados de seres que nos codean, algunos con indiferencia, como extraños, otros que nos observan con intenciones benévolas, en mayor o en menor grado, según su naturaleza. 

El proverbio «Quien se asemeja se reúne» tiene su aplicación tanto entre los Espíritus como entre nosotros, y más aún entre ellos, si eso es posible, porque no están como nosotros bajo la influencia de las consideraciones sociales. Sin embargo, si entre nosotros, algunas veces, esas consideraciones mezclan a personas con maneras y gustos muy diferentes, esa mezcla es solamente, en cierto modo, material y transitoria; la similitud o la divergencia de los pensamientos será siempre la causa de las atracciones y de las repulsiones. 

Si el Espíritu está momentáneamente revestido de un envoltorio material, sus relaciones con el mundo incorpóreo, aunque son menos fáciles que en el estado de libertad, no están interrumpidas, por eso, de una manera absoluta. 

El pensamiento es el vínculo que nos une a los Espíritus, y por el pensamiento atraemos a aquellos que tienen afinidad con nuestras ideas y nuestras inclinaciones.

 Imaginemos, pues, la masa de los Espíritus que nos rodean como la multitud que encontramos en el mundo; en todos los lugares adonde preferimos ir, encontramos a personas atraídas por los mismos gustos y los mismos deseos; a las reuniones que tienen un objetivo serio, van las personas serias; a aquellas que tienen un objetivo frívolo, van las personas frívolas; por eso, por todos los lugares, se encuentra a Espíritus atraídos por el pensamiento dominante. 

Si lanzamos un vistazo sobre el estado moral de la humanidad en general, concebiremos sin dificultad que, en esa multitud oculta, los Espíritus elevados no deben estar en mayoría; esta es una de las consecuencias del estado de inferioridad de nuestro globo. 

Los Espíritus que nos rodean no son pasivos. Es un pueblo esencialmente dinámico, que piensa y actúa incesantemente, que nos influencia sin que lo sepamos, que nos estimula o nos disuade, que nos impulsa al bien o al mal, lo que no nos quita más nuestro libre albedrío que los consejos buenos o malos que recibimos de nuestros semejantes. 

Pero cuando los Espíritus imperfectos incitan a alguien a hacer una cosa mala, saben muy bien a quién se dirigen y no van a perder su tiempo donde ven que serán mal recibidos. 

Ellos nos estimulan según nuestras inclinaciones o los gérmenes que ven en nosotros y nuestra disposición a escucharlos: he aquí el motivo por el cual el hombre firme en los principios del bien no les da cabida. Esas consideraciones nos conducen naturalmente a la cuestión de los médiums.

 Estos últimos están, como todo el mundo, sometidos a la influencia oculta de los Espíritus buenos o malos. Los Espíritus malos se aprovechan de toda imperfección como un punto vulnerable para introducirse e inmiscuirse, sin que los médiums lo sepan, en todos los actos de la vida privada. Además, al encontrar en el médium un medio de expresar su pensamiento de una manera inteligible y de demostrar su presencia, esos Espíritus se mezclan en las comunicaciones, las provocan, porque esperan tener más influencia por ese medio, y acaban por dominar con autoridad. Se sienten a gusto, al apartar a los Espíritus que podrían oponerse a ellos. Si es necesario, toman el nombre de esos Espíritus y hasta el lenguaje de ellos para engañar. Pero no pueden sostener ese papel por mucho tiempo, y por poco que sea el contacto que tengan con un observador experimentado e imparcial, son desenmascarados muy rápidamente. 

Si el médium se deja llevar por esa influencia, los buenos Espíritus se alejan de él, o no vienen, en absoluto, cuando se los llama, o solamente vienen con repugnancia, porque ven que el Espíritu que se ha identificado con el médium, que en cierto modo se ha fijado en él, puede alterar sus instrucciones. 

Si tenemos que elegir a un intérprete, a un secretario, a un mandatario cualquiera, es evidente que elegiremos no solamente a una persona capaz, sino también digna de nuestra estima, y que no confiaremos una misión delicada ni nuestros intereses a una persona corrupta o que frecuenta una sociedad sospechosa. Sucede lo mismo con los Espíritus. Los Espíritus superiores no elegirán para transmitir instrucciones serias a un médium que tenga vínculos con Espíritus frívolos, A MENOS QUE HAYA NECESIDAD Y QUE NO TENGAN A OTROS A SU DISPOSICIÓN POR EL MOMENTO, o a menos que deseen dar una lección al propio médium, lo que sucede algunas veces; pero entonces se sirven del médium sólo accidentalmente y lo abandonan tan pronto encuentran a otros mejores, dejándole con sus afinidades si él las mantiene. 

El médium perfecto sería, pues, aquel que no diera ningún acceso a los malos Espíritus por una imperfección cualquiera. Esta condición es muy difícil de llenar; pero si la perfección absoluta no les ha sido concedida a las personas, les es siempre dado aproximarse a ella por medio de sus esfuerzos, y los Espíritus toman en cuenta sobre todo los esfuerzos, la voluntad y la perseverancia. Así, el médium perfecto tendría solamente comunicaciones perfectas en verdad y en moralidad. Al no ser posible la perfección, el mejor médium será aquel que tenga las mejores comunicaciones: es por la obra que se lo puede juzgar. Comunicaciones constantemente buenas y elevadas, y en las que no haya penetrado ningún indicio de inferioridad, serían, indudablemente, una prueba de la superioridad moral del médium, porque testificarían buenas afinidades. 

Debido al hecho de que el médium no puede ser perfecto, Espíritus frívolos, bribones y mentirosos pueden mezclarse en sus comunicaciones, alterar la pureza de ellas e inducirlo al error, a él y a aquellos que se dirigen a él. Ahí está el escollo más grande del Espiritismo, y no disimularemos su gravedad. ¿Se lo puede evitar? Decimos claramente: sí, se puede; el medio no es difícil, solamente demanda buen juicio. Las buenas intenciones, incluso la moral del médium, no siempre bastan para preservarlo, en sus comunicaciones, de la injerencia de los Espíritus frívolos, mentirosos o pseudosabios. 

Además de los defectos de su propio Espíritu, el médium les puede dar cabida por otras causas; la principal es la debilidad de su carácter y una desmedida confianza en la invariable superioridad de los Espíritus que se comunican por él. Esa confianza ciega está relacionada con una causa que explicaremos pronto. 

Si no se quiere ser engañado por esos Espíritus frívolos, es necesario juzgarlos y, para eso, tenemos un criterio infalible: el buen sentido y la razón. 

Conocemos las cualidades del lenguaje que caracterizan, entre nosotros, a las personas verdaderamente buenas y superiores; esas cualidades son las mismas para los Espíritus; debemos juzgarlos por su lenguaje. 

No está demás repetir lo que caracteriza el lenguaje de los Espíritus elevados: es constantemente digno, noble, sin fanfarronada ni contradicción, puro de toda trivialidad, marcado por una inalterable benevolencia. Los buenos Espíritus aconsejan; no ordenan; no se imponen; sobre lo que ignoran, se callan. Los Espíritus frívolos hablan con la misma seguridad de lo que saben y de lo que no saben, contestan a todo sin preocuparse por la verdad. Hemos visto, en una comunicación supuestamente seria, a Espíritus frívolos que colocan, con un imperturbable aplomo, a César en el tiempo de Alejandro; a otros que afirman que no es la Tierra la que gira alrededor del Sol. En suma, toda expresión grosera o simplemente inconveniente, toda marca de orgullo y de pretensión, toda máxima contraria a la sana moral, toda herejía científica notoria es, entre los Espíritus, como entre las personas, una señal irrefutable de mala naturaleza, de ignorancia o, por lo menos, de ligereza. De donde se deduce que se debe pesar todo lo que dicen los Espíritus y hacerlo pasar por la criba de la lógica y del buen sentido; es una recomendación que nos hacen incesantemente los buenos Espíritus. «Dios –nos dicen ellos– no os ha dado el juicio para nada; servíos, pues, de él para saber con quién tenéis contacto». Los malos Espíritus temen el examen y dicen: «Aceptad nuestras palabras y no las juzguéis». Si estuvieran concientes de estar en lo verdadero, no temerían la luz. La costumbre de escrutar las mínimas palabras de los Espíritus, de pesar el valor de ellas (desde el punto de vista del pensamiento, no de la forma gramatical, por la que ellos poco se preocupan), aleja forzosamente a los Espíritus mal intencionados, que no vienen, entonces, a perder inútilmente su tiempo, ya que se rechaza todo lo que es malo o de origen sospechoso. Pero cuando se acepta ciegamente todo lo que dicen, cuando uno se pone, por así decirlo, de rodillas ante su pretenciosa sabiduría, ellos hacen lo que las personas harían: engañan. 

Si el médium es señor de sí mismo, si no se deja dominar por un entusiasmo irreflexivo, puede hacer lo que aconsejamos. Pero frecuentemente sucede que el Espíritu lo subyuga al punto de fascinarlo y hacerlo considerar admirables las cosas más ridículas, y él tanto se deja llevar por esa perniciosa confianza que, confiado en sus buenas intenciones y en sus buenos sentimientos, cree que eso basta para apartar a los malos Espíritus. No, eso no basta, pues a esos Espíritus les encanta hacerle caer en la trampa aprovechando su debilidad y su credulidad. ¿Qué hacer entonces? Buscar a un tercero desinteresado que, al juzgar con sangre fría e imparcialidad, podrá ver una paja donde no se veía una viga. 

La Ciencia Espírita exige una gran experiencia, que sólo se adquiere, como en todas las ciencias filosóficas y otras, por medio de un estudio largo, constante y perseverante, y por numerosas observaciones. No comprende solamente el estudio de los fenómenos propiamente dichos, sino también, y sobre todo, de las costumbres, si podemos decirlo así, del mundo oculto, desde el más bajo hasta el más alto grado de la escala. 

Sería demasiado pretensioso creerse suficientemente esclarecido y convertido en maestro después de algunos intentos. Tal pretensión no sería de una persona seria; pues quienquiera que lanza una mirada escrutadora sobre esos misterios extraños, ve desarrollarse, ante sí, un horizonte tan vasto que apenas los años son suficientes para alcanzarlo; ¡y hay aquellos que pretenden hacerlo en algunos días! 

De todas las disposiciones morales, aquella que da más cabida a los Espíritus imperfectos es el orgullo. El orgullo es para los médiums un escollo tanto más peligroso porque ellos no lo admiten. Es el orgullo lo que les da esa creencia ciega en la superioridad de los Espíritus que se unen a ellos, porque se sienten lisonjeados por ciertos nombres que les imponen. Tan pronto un Espíritu les dice: «Soy tal persona», se inclinan y se abstienen de dudar de eso, pues su amor propio sufriría al encontrar, bajo esa máscara, a un Espíritu de bajo nivel o de mala naturaleza. El Espíritu que ve el lado débil se aprovecha de eso. Adula a su supuesto protegido, le habla de orígenes ilustres, que lo inflan de orgullo aún más, le promete un porvenir brillante, los honores, la fortuna, de la que él parece ser el distribuidor; si es necesario, le dedica una ternura hipócrita. ¿Cómo resistir a tanta generosidad? En suma, el Espíritu lo engaña y lo conduce, como se dice vulgarmente, a su antojo; su felicidad está en tener a un ser bajo su dependencia. 

Hemos interrogado a más de un Espíritu sobre los motivos de su obsesión; uno de ellos nos contestó esto: «Quiero tener a un hombre que haga mi voluntad; es mi placer». Cuando le dijimos que haríamos de todo para desbaratar sus artificios y para abrirle los ojos de su oprimido, él dijo: «Lucharé contra vosotros, y no tendréis éxito, pues haré tanto que él no os creerá». De hecho, esa es una de las tácticas de esos Espíritus malhechores; le inspiran al médium la desconfianza y el alejamiento de las personas que pueden desenmascarar a estos Espíritus y darle buenos consejos. Jamás semejante cosa sucede de parte de los buenos Espíritus. Todo Espíritu que sopla la discordia, que incita la animosidad, que alimenta disentimientos, revela, por eso mismo, su mala naturaleza. 

Sería necesario estar ciego para no comprenderlo y para creer que un buen Espíritu pueda impulsar al desacuerdo. El orgullo se desarrolla frecuentemente en el médium a medida que su facultad se agranda; ésta le da importancia; las personas lo buscan, y él acaba por creerse indispensable. Por eso, hay en el médium, algunas veces, un tono de arrogancia y de pretensión, o aires de vanidad y de desdén, incompatibles con la influencia de un buen Espíritu. Aquel que cae en esa imperfección está perdido, pues Dios le ha concedido su facultad para el bien y no para satisfacer su vanidad o hacer de ella un escabel para su ambición. El médium se olvida de que ese poder del que está orgulloso le puede ser retirado y que, frecuentemente, sólo le ha sido concedido como prueba, del mismo modo que la fortuna a ciertas personas. Si abusa de ese poder, los buenos Espíritus lo abandonan poco a poco, y él se vuelve el juguete de los Espíritus frívolos, que lo ilusionan, satisfechos por haber vencido a aquel que se creía fuerte. Es así que hemos visto aniquilarse y perderse las facultades más preciosas que, sin eso, hubieran podido volverse las más poderosas y los más útiles auxiliares. Eso se aplica a todos los géneros de médiums, sean para las manifestaciones físicas, sean para las comunicaciones inteligentes. 

Desafortunadamente, el orgullo es uno de los defectos que se está menos dispuesto a reconocer en uno mismo y que se puede menos hacer reconocer en los otros, porque ellos no lo creen. Id, pues, a decir a uno de esos médiums que se deja conducir como a un niño, él os dará la espalda diciendo que sabe comportarse y que no veis claro. Podéis decirle a un hombre que es ebrio, libertino, perezoso, torpe e imbécil, él se reirá de eso o lo reconocerá. Decidle que es orgulloso, él se enfadará; prueba evidente de que habréis dicho la verdad. Los consejos, en ese caso, son tanto más difíciles mientras el médium evite a las personas que se los podrían dar, huye de una intimidad que él teme. Los Espíritus imperfectos, al sentir que los consejos son golpes dados a su poder, impulsan al médium hacia las personas que lo alimentan en sus ilusiones. Así el médium se estará provocando decepciones, con las que su amor propio tendrá más de una vez que sufrir; él deberá darse por feliz si no resulta de eso algo más grave para sí.  

    Si hemos insistido largamente sobre este punto, es que la experiencia nos ha demostrado, en muchas ocasiones, que esto es uno de los grandes escollos para la pureza y la sinceridad de las comunicaciones de los médiums. 

Es casi inútil, después de eso, hablar de las otras imperfecciones morales, tales como el egoísmo, la envidia, los celos, la ambición, la codicia, la dureza de corazón, la ingratitud, la sensualidad, etc. Se comprende que ellas también son puertas abiertas a los Espíritus imperfectos o, por lo menos, causas de debilidad. Para repeler a esos últimos, no basta decirles que se vayan; tampoco basta quererlo y, mucho menos, conjurarlos: es necesario cerrarles la puerta y los oídos, probarles que se es más fuerte que ellos, que se está firmemente por el amor al bien, la caridad, la dulzura, la simplicidad, la modestia y el desinterés, cualidades que nos granjean la benevolencia de los buenos Espíritus; es el apoyo de ellos lo que nos da fortaleza y si, algunas veces, dejan que nos enfrentemos con los malos, eso es una prueba para nuestra fe y nuestro carácter. 

Que los médiums no se asusten demasiado, sin embargo, por la severidad de las condiciones de las que acabamos de hablar. Son lógicas, se lo reconocerá, pero los médiums no tienen razón para desanimarse. Las malas comunicaciones que se pueden tener son el indicio de alguna debilidad, es verdad, pero no siempre son una señal de indignidad; se puede ser débil y bueno. Es, en todo caso, un medio de reconocer sus propias imperfecciones. Ya lo hemos dicho en otro artículo que no hay necesidad de ser médium para estar bajo la influencia de Espíritus malos, que actúan a la sombra. 

Con la facultad mediúmnica, el enemigo se muestra y se traiciona; se sabe con quién se mantiene contacto y se lo puede combatir; es así que una mala comunicación puede volverse una lección útil si se la sabe aprovechar. Sería injusto, además, atribuir todas las malas comunicaciones a la responsabilidad del médium. Hemos hablado de aquellas que él obtiene por sí mismo aparte de toda otra influencia, y no de aquellas que se producen en un medio cualquiera. Ahora bien, todos saben que los Espíritus atraídos a ese medio pueden perjudicar las manifestaciones, sea por la diversidad de los caracteres, sea por la falta de recogimiento.

 Es una regla general que las mejores comunicaciones ocurren en la intimidad y en un grupo recogido y homogéneo. En toda comunicación, varias influencias están en juego: la del médium, la del medio y la de la persona que interroga. Esas influencias pueden reaccionar sobre las otras, neutralizarse o corroborarse: eso depende del objetivo que se proponga y del pensamiento dominante. Hemos visto excelentes comunicaciones obtenidas en grupos y por médiums que no reunían todas las condiciones deseables. En ese caso, los buenos Espíritus venían por una persona en particular, porque eso era útil.

 Hemos visto malas comunicaciones obtenidas por buenos médiums, únicamente porque el interrogador no tenía intenciones serias y atraía a Espíritus frívolos que se burlaban de él. Todo eso demanda tacto y observación, y se concibe fácilmente la preponderancia que deben tener todas las condiciones reunidas.

 Allan Kardec - (Texto extraído de Revista Espírita – Periódico de Estudios Psicológicos, febrero de 1859 )

( Tomado de:  Zona Espírita )

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MODO CORRECTO DE TRATAR A LOS NIÑOS

                                   


Por difícil que sea un niño, no dejes nunca de hablarle bonito

Los niños, seres especiales, pequeñas cajas de sorpresa, baúl de emociones y ocurrencias, pero especialmente cera… el niño es como la cera de vela, en la cual quedará impreso todo lo que en él se grabe, intencionalmente o no, el niño repetirá todo lo que vio y escuchó en algún momento de su vida.

Solemos perder la paciencia muchas veces con los niños, pueden llegar a ser agotadores y bastante difíciles de disciplinar, llegan a confundirnos, a llevarnos a la intolerancia, y para aquellos padres que realmente se las ven en etapas difíciles con sus hijos, sonará familiar el tema de aprender a lidiar con nuestras emociones para poder hacer frente a la conducta de nuestros hijos.

Niñez

El amor es para el niño como el sol para las flores; no le basta pan: necesita caricias para ser bueno y ser fuerte. Concepción Arenal


Sabemos que no es fácil, que no con todos los niños se logran transformaciones inmediatas, que muchas veces son caminos largos y no dejan de sorprendernos con su conducta, sin embargo, hay algo muy importante que no debemos olvidar al ser padres o ser responsables de la formación de un niño, jamás debemos cansarnos de hablarles bonito…

¿Alguna vez pones atención cuando le llamas la atención a un niño de manera dulce y sutil? ¿Has observado como los niños responden ante la disciplina afectiva? ¿Cómo puede un niño llegar a identificarse con mucha más rapidez, ante una palabra de amor y consuelo que ante un golpe?…

Amor materno

Todo niño viene al mundo con cierto sentido del amor, pero depende de los padres, de los amigos, que este amor salve o condene. Graham Greene

Ocurre que los niños son seres afectivos, que independientemente de sus inclinaciones, nacen dispuestos al amor, a ser amados, a ser aceptados y muchas veces, traen a flor de piel la defensa, la rebeldía, la autoridad, el reproche, muchos niños no logran controlar su carácter ante el hecho de ser dirigidos por alguien más…pequeños ancianos para muchos, espíritus irreverentes para otros, el caso es que a los niños hay que saber buscarles el punto frágil, ese punto donde captamos su atención, donde sentimos que nos responden, que reaccionan a nuestro llamado, pero desde el corazón, no desde el temor o el dolor.

La infancia tiene sus propias maneras de ver, pensar y sentir; nada hay más insensato que pretender sustituirlas por las nuestras. Jean Jacques Rousseau


Para muchos padres y personas en general, una palmada a tiempo puede resolver muchos percances, sin embargo, una palabra de amor y consuelo, de compasión y de ternura, puede grabar más hondo en el alma de ese niño el mensaje que deseas enviarle, porque quizá no tenga una reacción inmediata a nuestros deseos, como pudiera tenerla una palmada, pero de seguro ese niño recordará esas palabras el día de mañana y así las repetirá cuando de ellas requiera, lo mismo que hará con la palmada y el resentimiento de verse humillado y no poder defenderse.

    Caricias

No nos cansemos jamás de hablarles a los niños, pero de hablarles bonito, de agradecerles por existir, de valorar su inocencia, de cuidar lo delicado de su vida, de sus orientaciones y de aquello que debemos corregir en ellos. Las palabras pueden sonar ligeras, pero calan en el alma, en el corazón y se quedan grabadas en la memoria.

Háblale bonito, el niño será un adulto agradecido....

- Viviana Clara Gianitelli-

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ALGUNAS PINCELADAS BIOGRÁFICAS DE ALLAN KARDEC

Allan Kardec fue el codificador del Espiritismo. Organizador escrupuloso de un material que fundamentó la corriente espiritista del s.XIX, pero en modo alguno se trató de un escritor imaginativo y tampoco de estilo místico.

Primeramente debemos saber que Francia en el 3 de Octubre de 1.804 , día del nacimiento de Hippollite Leon Denizard Rivail (más tarde veremos cómo pasaría a llamarse Allan Kardec), ya había pasado por la época de la Enciclopedia y, esta línea de pensamiento, dejó en las bases de su sociedad, a grandes pedagogos muy rigurosos, formadores de la conciencia intelectual de Kardec.

Allan Kardec nació en un hogar donde la elevada cultura estaba ya profundamente asentada. Hizo sus primeros estudios en Lyon y los completó en Yverdum (Suiza), en el Instituto del celebre profesor Pestalozzi, conocido por ser uno de los más respetados centros de enseñanza de toda Europa, y por donde pasaron famosos intelectuales de aquella época. Nuestro hombre se reveló aquí como un discípulo brillante en Ciencias y Letras.

Se entrego a fondo a la lingüística y hablaba correctamente el alemán, el inglés, el español y el holandés. Vuelto a París funda allí un Instituto de Enseñanza semejante al de Yverdum. Y como educador publica numerosos libros, gracias a los cuales, a pesar de verse arruinado por problemas familiares, consigue sobrevivir económicamente. Daba también clases de química, física, astronomía y anatomía comparada.

Prosiguiendo su carrera pedagógica hubiera podido desarrollar su vida, pero en 1854, con 50 años, oye hablar por primera vez del fenómeno de las mesas giratorias (estaba de moda). Fue su viejo amigo Fortier (magnetizador) el que le dijo…”He aquí una cosa extraordinaria, no solamente se hace girar la mesa, magnetizándola, sino que se le hace hablar: se interroga y ella contesta.” Nuestro codificador contestó… “Yo creeré en ello cuando lo vea y se me haya probado que una mesa tiene cerebro para pensar, nervios para sentir, y que puede convertirse en sonámbula. Hasta entonces permitidme que no vea en ello mas que un cuento de niños .”
Al principio de 1855, encontró a Carlotti (otro viejo amigo) que vuelve a relatarle fenómenos, y a sugerir el hecho de que pudieran estar provocados por espíritus, esto despierta su irresistible curiosidad de estudioso e investigador. En Mayo de 1855, acompañado de Fortier, visita la casa de una conocida sensitiva , Madame Roger .

Allí mantiene una conversación con diversas personas que le redundaron en la idea antes sugerida por Carlotti. Esta reunión le causa honda huella y en allí mismo es ya convidado a asistir a una sesión de experiencias. Cuando sale dice…”fue allí, donde por primera vez puedo dar testimonio del fenómeno de las mesas giratorias, que saltaban y corrían, en condiciones tales que la duda no era posible. Allí vi también algunos ensayos imperfectos de escritura mediúmnica”.

Todavía escéptico, pero impresionado, traba amistad con la familia Baudin , a cuyas reuniones es invitado. Nos cuenta…”Fue allí donde hice mis primeros estudios sobre Espiritismo, más fundamentados sobre las observaciones que sobre las revelaciones. Apliqué a esta nueva ciencia, como lo había hecho siempre, el método experimental. Jamás senté una teoría preconcebida. Observaba con atención, comparaba, deducía y sacaba conclusiones; de los efectos me remontaba a las causas mediante la deducción y el encadenamiento lógico de los hechos y admitiendo la viabilidad de una explicación solamente cuando podía resolver ella todas las dificultades inherentes al tema… Este es el procedimiento que utilicé toda mi vida, a partir de los veinticinco o veintiséis años. De entrada comprendí la gravedad de la investigación que emprendía y entreví en estos fenómenos la clave del oscuro y controvertido problema del pasado y del porvenir de la humanidad, la solución y la respuesta a todas mis búsquedas. Se trataba de una revolución completa en las ideas y en las creencias; por tanto debía actuar con circunspección y no a la ligera; ser positivista y dejar los ideales de lado para evitar afirmaciones ilusorias.”

En 1855 recibe de Carlotti y de un grupo de estudiosos 50 cuadernos conteniendo relatos de experiencias y comunicaciones diversas, pidiéndole que analice y ordene el contenido. Una noche, en una de las sesiones en casa de Baudin, nuestro hombre (todavía Rivail) recibe una comunicación de su espíritu protector. Éste, nombrado Espíritu de la Verdad, le revela una anterior encarnación con los druidas en la Galia y cuyo nombre, en aquellos tiempos, fue Allan Kardec.
También le comunica su ayuda en la importante tarea para la que ha sido destinado. A partir de este momento Allan Kardec se lanza al trabajo, recibiendo instrucciones a través de diferentes médiums ( Japhet, Croset, Dufaux, Aline, hermanas Baudin, etc ) diversificando de este modo los intermediarios de su comunicación con los espíritus, para mejor contrastar la verdad.

El 18 de Abril de 1857 publica un libro que marcará el inicio del espiritismo ” El Libro de los Espíritus”. Este libro ya aparece firmado con el nombre Allan Kardec, apartando así la época de escritor y pedagogo prestigioso que firmaba con el de su nacimiento. En los pocos años que le quedaban ya por vivir (en esta reencarnación) escribió todos los libros que completan la codificación espirita y completo el primero.

En 1858 editó la Revue Spirite (Revista Espírita). En 1861 publica El Libro de los Médiums. Su texto comprueba el carácter científico de la Doctrina Espírita, y provoca un gran revuelo y el catolicismo se levanta contra Allan Kardec. Ese mismo año 300 libros espíritas son quemados en Barcelona por la inquisición española. Tiempo después, al respecto de este hecho, Kardec recibió, a través de un médium, el siguiente mensaje del obispo de Barcelona, autor del acto de fe que decretó la incineración de los libros, y que ya había desencarnado: “Esta escrito. Tu quemaste las ideas y las ideas te quemaron. Rogad por mí; rogad, porque es agradable a Dios la oración del perseguido para con su perseguidor. Habla el que fue obispo y ahora no es mas que penitente”.

En 1864 publica El Evangelio según el Espiritismo. En 1865 publica El Cielo y el Infierno. En 1868 publica La Génesis. Allan Kardec desencarnó en 1869, contaba casi 65 años. La obra de Allan Kardec es de obligatorio conocimiento para descifrar el Espiritismo. Muchos libros espíritas se han publicado después, pero en los del codificador se resume el carácter original de esta transmisión espiritual, y la orientación para acercarnos nosotros a los mensajes. Además estos libros, por su extenso tratamiento del tema, contienen innumerables descubrimientos, muchos de ellos verificados después por la ciencia.

Debemos recordar que en el mismo año de la desencarnación de Kardec, la Sociedad Dialéctica de Lóndres nombró un comité para estudiar los fenómenos del Espiritismo, cuyo conocimiento se propagaba por toda Europa. Tras meses de investigaciones, sus 22 miembros concluyeron que los fenómenos eran auténticos. A ésta han seguido muchas otras investigaciones sobre los fenómenos y las tesis espíritas que igualmente han concluido aceptando la propuesta del Espiritismo.

(Trabajo enviado por  Blanca Cecilia Pinzón Aceros)


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          PRESENCIA VISIBLE DE LOS       ESPÍRITUS

28. ¿Los Espíritus pueden hacerse visibles bajo otra apariencia que la forma humana?

"La forma humana es la forma normal, el Espíritu puede variar su apariencia, pero siempre es el tipo humano."

- ¿No pueden manifestarse bajo la forma de una luz?

"Pueden producir llamas, luces, como cualesquiera otros efectos, para atestiguar su presencia; pero estas cosas no son los mismos Espíritus. La llama muchas veces sólo es una ilusión óptica o una emanación del periespíritu; en todos los casos no es más que una parte de éste; el periespíritu no aparece entero sino en las visiones."

29. ¿Qué pensaremos de la creencia que atribuye los fuegos fatuos a la presencia de almas o Espíritus?

"Superstición producida por la ignorancia. La causa física de los fuegos fatuos es bien conocida."

- La llama azul que apareció, según se dice, sobre la cabeza del niño Servius Tullius, ¿es una fábula o una realidad?

"Era real, fue producida por el Espíritu familiar que quería advertir a la madre. Esta madre, médium vidente, había apercibido un rayo del Espíritu protector de su hijo.

Todos los médiums videntes no ven al mismo grado, así como vuestros médiums escribientes no escriben todos la misma cosa. Mientras que esta madre sólo veía una llama, otro médium hubiese podido ver el mismo cuerpo del Espíritu."

30. ¿Los Espíritus podrían presentarse bajo la forma de animales?

"Puede suceder; pero los que tomen estas apariencias son siempre Espíritus muy inferiores. En todos los casos esto sólo sería una apariencia momentánea; porque sería absurdo el creer que un animal cualquiera pudiese ser la encarnación real de un Espíritu. Los animales son siempre animales, no otra cosa.

Observación. - Sólo la superstición puede hacer creer que ciertos animales están animados por Espíritus; es preciso una imaginación muy complaciente, o bien afectada,para ver alguna cosa sobrenatural en circunstancias un tanto extravagantes, con las cuales se presentan algunas veces; pero el miedo hace ver con frecuencia lo que no existe. El miedo no siempre es el origen de esta idea; hemos conocido una señora muy inteligente por cierto, que se aficionó más de lo regular a un gatazo negro, porque le creía de una naturaleza "sobreanimal"; pero no había oído jamás hablar del Espiritismo;si lo hubiera conocido, le habría hecho comprender lo ridículo de la causa de su predilección, probándole la imposibilidad de semejante metamorfosis.

EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS
ALLAN KARDEC

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