miércoles, 25 de noviembre de 2020

La historia de un pobre muy rico

    INQUIETUDES ESPÍRITAS

1.- El trabajo de los Médiums principiantes

2.- La lealtad, un valor a rescatar

3.- Espiritismo, Ouija y la invocación de los Espíritus

4.- Aprendamos a descansar la mente.

5.-La historia de un pobre muy rico (comunicado)


 


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         EL TRABAJO DE LOS MÉDIUMS

                        PRINCIPIANTES

  


       Nada grande se obtiene sin trabajo. Una lenta y laboriosa iniciación se impone a todos los que buscan los bienes superiores. Como todas las cosas, la formación y el ejercicio de la mediumnidad encuentran dificultades señaladas ya muchas veces, y nos parece necesario volver a tratar de ellas e insistir, a fin de poner a los médiums en guardia contra las falsas interpretaciones y contra las cusas de error y desaliento.

     Tan luego como las falcultades del sujeto, ya un tanto educadas por un trabajo preparatorio, empiezan a dar resultados, es casi siempre por medio de relaciones establecidas con los elementos inferiores del mundo invisible.
     Estamos rodeados de una multitud de espíritus ávidos siempre de entrar en comunicación con los humanos. Esta multitud se compone especialmente de almas poco adelantadas, de espíritus ligeros, malos a veces, a quienes la densidad de los fluidos mantiene encadenados a nuestro mundo. Las inteligencias elevadas, de fluidos sutiles, de aspiraciones puras, no quedan confinadas en nuestra atmósfera después de la separación carnal. Ellas suben más alto, hacia los centros que les asigna su grado de adelanto. Es cierto que descienden de ellos, con frecuencia, para velar por los seres queridos, se mezclan con nosotros; pero solamente con un objeto útil y en casos de importancia.
      Resulta de esto que los principiantes no obtienen generalmente más que comunicaciones sin valor, respuestas triviales, guasonas, inconvenientes a veces, que les disgustan y les desalientan. En otros casos, el médium inexperimentado recibe por la mesa o por el lápiz (1), mensajes firmados por nombres célebres, conteniendo revelaciones apócrifas que captan su confianza y le llenan de entusiasmo. El inspirador invisible, conociendo sus lados flacos, lisonjea a su amor propio y sus ideas, sobreexcita su vanidad colmándole de elogios y prometiéndole maravillas. Le aparta poco a poco de otra influencia, de todo consejo ilustrado, y le lleva a aislarse en sus trabajos. Es el principio de una obsesión, de un acaparamiento que puede conducir al médium a resultados deplorables*


LEÓN DENIS 


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         LA LEALTAD, UN VALOR A                                RESCATAR

                       


¿Qué es Lealtad?

Así responde la R.A.E.:

  • Cumplimiento de lo que exigen las leyes de la fidelidad y las del honor.
  • Amor y fidelidad que muestran a su dueño ciertos animales como el perro y el caballo.
  • Legalidad, verdad, realidad.

Entendemos como lealtad la capacidad de vínculo y compromiso de toda persona o animal. Implica, también un sentimiento de respeto y fidelidad hacia determinada persona, institución o principio moral. Este vocablo proviene de término latino fidelitas.

Con su uso emergen ciertas reminiscencias, una añoranza de tiempos pasados. Entonces, la fidelitas comprometida, la palabra jurada, el honor creaban vínculos sagrados. Y tales compromisos solían ir destinados a estamentos superiores: reyes, señores feudales, la propia Iglesia. Esta fidelidad tenía un valor incalculable, muy superior al dinero, e incluso a los vínculos de sangre. Hoy, con la perspectiva del tiempo, podemos afirmar con rotundidad que esta rara virtud ha desaparecido en la práctica.

En la definición primera de la RAE observamos que esa fidelitas es una cualidad determinante en algunos animales, como el caballo y el perro, y que, adecuadamente entrenados, la devuelven quintuplicada. De ahí la insistencia en las ventajas de una formación equilibrada, tanto en personas como en animales, para que esa rara virtud, la lealtad, encauce el carácter del individuo.

En la época que nos ha tocado vivir reina el dios “dinero”. Todo queda supeditado al valor monetario. Cualquier fidelidad, de existir, se reserva para la empresa que paga la nómina. Y de existir una oferta mejor, la fidelitas cambia de lugar; poco importan los desvelos de la empresa que apostó inicialmente por determinada persona.

Ejemplos: El mundo del deporte; en él priman los intereses económicos disfrazados de clubes famosos, donde los deportistas muestran una fidelidad extrema… hasta que aparece una oferta mejor, más sustanciosa.

No obstante, aún quedan excepciones, y en ciertos países de “rancias” tradiciones, tradiciones antiguas, se premia esa rara virtud que es la lealtad, la fidelitas.

Tal y como define el enunciado, el enfoque hacia el compromiso, hacia la fidelidad, hacia el vínculo, es un valor que adorna el carácter de las personas que se fijan −voluntariamente− la meta de atender sus compromisos de fidelidad y lealtad hacia ciertos valores o personas; por ejemplo, compartir un ideal, haciéndolo además  desde la más profunda convicción.

Este sentimiento adorna también a las personas de carácter noble que desprecian los intereses personales y que se inclinan −reflexivamente− hacia un ideal mayor, hacia un compromiso fijado de manera libre, voluntaria y responsable.

Y esa fidelitas −esa lealtad− exige sacrificio, renuncia, esfuerzo, trabajo honrado, generosidad y compromiso. En la práctica, grandes condicionantes en la vida del ser humano. Es una entrega que requiere gran fuerza de voluntad, por sus innumerables dificultades y retos.

Y la vemos en forma de promesa: promesa a un amigo, en la palabra dada, ayuda, acuerdo entre caballeros. Y ese compromiso no debe olvidarse ni incumplirse, ya que pone en entredicho la propia honradez, la sinceridad. Faltar a ese compromiso implicaría falta de seriedad, compromiso o palabra.

La fidelitas se traduce, de hecho, en una vigilancia constante de las propias actuaciones, ya que podrían surgir impedimentos, o incluso llegarse a incumplir los pactos comprometidos. Por tanto, el individuo responsable tiene la obligación de encontrar métodos que le ayuden a llevar adelante sus acuerdos, sus compromisos, y hacerlo con independencia de los problemas, dificultades, tormentas o nubarrones que puedan surgir, pues el compromiso pactado, aquel que por su valor se considera sagrado, debe ser atendido en todo momento.

En el diccionario de la RAE existe otro precioso vocablo −de enorme relevancia−, cual es la palabra “desvivirse”. Palabra que dicho estamento define como: “Mostrar un interés vivo e incesante. Solicitud o amor por alguien o algo”. En este caso concreto, atender el vínculo de lealtad, fidelidad y compromiso.

Existen también otros valores que ayudan a impulsar los ideales. Estos son: la ilusión, el buen talante y la fuerza de voluntad. Cualidades estas que ayudan a forjar la personalidad del individuo y que redundan, a la par, en la conversión de ese individuo en una persona de carácter recto y firme; una persona que no se deja influir por pensamientos y sentimientos; por sensaciones que inciden negativamente sobre él: la comodidad, la pereza y la falta de coraje para mantener los vínculos comprometidos.

Vemos así que el compromiso de lealtad, de fidelitas, conlleva enormes sacrificios… durante una existencia o muchas.

Y yo pregunto: ¿Acaso no es este el camino del progreso espiritual?              ¿Experimentar una o más existencias de nobles sentimientos, afrontando dificultades y retos firme, resolutivamente?                                                                              ¿No es este, acaso, el camino transformador del espíritu?                                       ¿El camino que le hace afrontar, con expectativas de acierto, las nuevas encarnaciones?                                                                                                       ¿El camino que le permite avanzar en el tiempo y el espacio?

La fidelidad actúa sobre la constancia, y esta sobre la voluntad. Se trata de virtudes que, junto con el amor hacia una causa noble, la propia autoestima y un carácter firme y tenaz, llevan al camino de la justicia. Y lo hacen siempre desde el más íntimo convencimiento.

La falta de constancia incapacita al individuo para llevar adelante empresas arduas, las debilita, las deja ociosas, dispersas, mal usadas y carentes de objetivos. (Jaime Balmes)

El control de las emociones, de los miedos, de las debilidades y de las inseguridades ponen a prueba, cotidianamente, la voluntad del hombre. De ahí la necesidad de fortalecer esa voluntad y bloquear su dispersión.

Cada individuo se debe a una causa mayor, a un objetivo último. Cada persona forma parte de un todo superior. Por ello, todo hombre debe ser consciente, luchar con todas sus fuerzas para no perderse en el camino. Así, yo recomiendo: “Desvivámonos cuanto sea necesario, controlemos la propia existencia y encaremos fijamente el puerto en que deseamos recalar”.

¿Dónde habrían llegado personajes como Gandhi, la madre Teresa de Calcuta o Vicente Ferrer, por citar algunos, sin la voluntad y firme convicción en su destino? Y no digamos del mayor avatar de este planeta, Jesús de Nazareth. O incluso el intermediario de los genios tutelares, Hippolyte Léon Denizard Rivail, más conocido como Allan Kardec.

En este último caso −el de Allan Kardec−, los espíritus protectores, los genios tutelares, ya le advirtieron de la misión que tenía encomendada; más especialmente sobre las dificultades, sacrificios y renuncias que habría de afrontar, los enemigos que se granjearía y la incomprensión generalizada que le esperaba. También sobre el hecho de que esta conjunción de calamidades acortaría su horizonte de vida. No obstante, pudo contemplar, en paralelo, el premio que le aguardaba tras su labor.

Nosotros, vulgares mortales, en función del adelanto conseguido, arrastramos también una enorme responsabilidad. Debemos evolucionar, y hacerlo intelectual y moralmente… Y, por descontado, contamos con herramientas para hacerlo. Somos los trabajadores de la hora postrera, los trabajadores de la última hora; la hora de la transición a un mundo superior, un mundo mejor, más evolucionado. No obstante, las calamidades, los sufrimientos, no pueden obviarse, el peaje es obligatorio. Todo avance conlleva sacrificios, penalidades, sufrimientos y pruebas. Nada es gratuito en la búsqueda de la perfección.  Por tanto, nada de esperar vidas fáciles, el trabajo espera… espera siempre, trabajo, más trabajo. Es el único camino. Y cada cual habrá de hacerlo con las cartas que el destino le ofrece.

De nada sirven las justificaciones, las excusas. La fidelitas, la lealtad, lleva implícita, como digo, la superación de barreras y obstáculos. Son tropiezos que surgirán indefectiblemente, que aparecerán buscando poner a prueba los principios morales, la honestidad, la voluntad y la autoestima. Sin objetivos, sin metas, poco avance evolutivo se podrá conseguir.

Fidelidad y lealtad son virtudes que nacen de lo más profundo del alma. Son sentimientos imposibles de explicar, pero que tienen mucho que ver con la fe en el Supremo Hacedor y el desarrollo evolutivo alcanzado por todo individuo durante eones de renuncias y sacrificios. Su fuerza pone a caminar al simio y lo transforma en ángel, le impele a buscar la Justicia Universal y el Amor que todo sublima.

Este objetivo se muestra inalcanzable para los individuos cuyos proyectos de futuro se centran únicamente en lo material, en el ansia de poseer bienes que el agua corroe y el viento arrastra. Son personas egoístas, envidiosas, vanidosas, que en nada creen y que son incapaces de compartir −siquiera migajas−. Esas personas difícilmente conocerán el valor de la lealtad, de la fidelitas; su único Dios es la auto-satisfacción egoísta.

Merced a la lealtad, la fidelitas, se establecen vínculos más sólidos, más fuertes, entre quienes comparten los mismos proyectos de futuro. Con semejantes pruebas, los individuos consiguen testar sus imperfecciones, sus limitaciones, sus intenciones. Es justo en ese momento cuando salen a la luz los principios morales y la fidelidad a una idea. Diré −siempre− que la lealtad engarza con el amor, y este con la entrega desinteresada. Es un engranaje −dentro del todo− que impele al individuo a mayores retos en el concierto universal.

-Fermín Hernandez- Amor, Paz y Caridad-

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Espiritismo, Ouija y la Invocación de los Espíritus. 

 Se habla mucho de la ouija; unos a favor, otros en contra, y otros ni saben lo qué es. 

   Creemos que debemos informar acerca de este tema que, siendo un instrumento neutro, ha causado y causa muchos problemas.  Son muchas las personas que sienten deseos, curiosidad y necesidad de usar este medio, creyendo así que pueden con toda seguridad ponerse en “contacto” con los Espíritus. Bien sea para saber de ellos; familiares, amigos, etc. Otros por la curiosidad de comprobar si realmente un Espíritu puede mover una pieza de ese instrumento y así, entrar en contacto con ellos, contacto entre: encarnados y desencarnados. Muchos sólo buscan el entretenimiento y la diversión. También los hay que desearían utilizar a los Espíritus para que les dijeran el futuro y la solución de sus problemas. Así podríamos mencionar muchos casos que sabemos que se han dado y se dan. 

   Siendo la ouija un instrumento neutro, igual puede servir para el mal, como para el bien. Según su uso, según la intención de los que la usan, el resultado puede ser útil o más negativo.

 Sin conocimiento de la vida en el Mundo Espiritual, ni cómo actúan los Espíritus, ni las intenciones perjudiciales de muchos de ellos, la ouija se convierte en un instrumento peligroso, que una vez abierta la puerta de su uso, sólo se cerrará cuando a los Espíritus les parezca bien, con lo que de aquí se puede deducir que muchos acaben con obsesión, suicidio o, perturbaciones serias. 

   Muchos Espíritus del mal, burlones, ligeros e ignorantes no cesan de buscar el medio de contactar con nosotros, así que usando este medio, les abrimos la puerta para que se sientan a sus anchas mintiéndonos, burlándose y mistificándonos, por nuestra ignorancia, vanidad, imprudencia etc. Una vez entrado en contacto con los encarnados, les gusta acompañarlos y seguir su forma de vida, por lo que es difícil desembarazarse de su “presencia”. 

   Lo que empezó como un juego o, simplemente, como un medio de hablar con los “muertos”, puede acabar mal. Los Espíritus Buenos, no se prestan a este juego o intercambio mediúmnico, sabiendo que quienes lo usan, casi todos, carecen de conocimiento, instrucción y experiencia, al margen de la moral necesaria para tratar con los Espíritus del Bien, que por cierto, no están a nuestro servicio para las interrogaciones caprichosas de los encarnados. 

   También hay que tener en cuenta que se necesita, al menos, un médium para que se pueda producir el fenómeno de la comunicación con los Espíritus; sin este requisito el empleo de la ouija será mero “animismo”, que también puede perjudicar a los que la usan. Pedimos reflexión y seriedad a la hora de querer establecer contacto con la Vida Mayor. 

   Si no hay un motivo serio, útil o urgente, no se debe buscar este contacto, así como sólo se debe hacer en una reunión mediúmnica, dirigida por expertos trabajadores espíritas y, por los Guías del Centro o Grupo, que crean posible o beneficioso ese contacto. El objetivo del intercambio con el Mundo Espiritual, a través de sus Mensajeros, utilizando mediumnidad y médiums, es ayudar a los Espíritus que sufren, que se encuentran desamparados, confusos; sin saber qué les ocurre y el porqué de su confusión. Muchos vagan por años sin encontrar la luz del arrepentimiento y la luz que ilumina el Alma. Todo esto y mucho más, supone un trabajo de esfuerzo en la disciplina, el orden, la seriedad y la “caridad”, en los trabajos de mediumnidad. Vibrar en el mismo tono, elevar el pensamiento y olvidarnos de nosotros, para pensar en otros más necesitados. Y este objetivo casi nunca se consigue a través de la ouija y de sus usuarios ignorantes de sus consecuencias. Si bien se usó en tiempos pasados, siendo su objetivo útil, hoy en día no hace falta su práctica, ya que hay otros medios más rápidos y eficaces, como la psicofonía, o bien la psicografía. Por lo tanto dejemos de buscar por curiosidad o deseos vanos el contacto con los Espíritus, ya que muchos son invocados y sufren al no serles concedido el permiso para comunicar, por no ser beneficioso para ese ser. 

   Utilicemos la lógica, la razón y, sobre todo, la caridad. Desechemos el uso de la ouija e informemos a otros de sus peligros e inutilidades.

  Isabel Porras- Zona Espírita

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        Aprendamos a  descansar la Mente


   
Puede suceder que lo tan deseado, como pueden ser las vacaciones se convierta en algo temido: “Y ahora ¿qué voy a hacer?”.

  Entretenidos durante meses en tantas ocupaciones y actividades, la interrupción puede producir malestar, incomodidad, aburrimiento, temor, desgano, desmotivación, que puede trasladarse a malestares físicos como dolores, jaquecas, mareos y también en sufrimientos anímicos como angustia, ansiedad, tristeza, temor…

  Por lo tanto es importante tener en cuenta no sólo permitirnos “parar” en las vacaciones sino “parar” a diario.

   Y no hace falta quedarse quieto para parar. Hay otro hacer. Por ejemplo, hacer de las vacaciones un ejercicio durante el año que nos permita reír, desear, disfrutar, observar, crear, diseñar, sentir, respirar o esperar.

   Esto sucede cuando a lo largo del año se vive en automático, sin un sentido en las cosas que hacemos, es decir, sin objetivos o metas claras.

   Entonces, en ese vivir programado no nos encontramos con un tiempo para disfrutar de lo que somos, de lo que tenemos, de los logros y metas obtenidas, de lo que hacemos.

   La angustia es una reacción ante el peligro, es una señal de alarma que nos invita a ocuparnos de lo que no está bien en nosotros. Si esto le sucede no lo desestime; ocúpese de entender qué es lo que no esta bien; pida ayuda profesional cuando regrese de sus vacaciones. No lo deje pasar hasta las próximas vacaciones o síntomas.

   Muchas personas sienten que el tiempo corre, entonces se tiende a ir detrás de él, pero sin saber para dónde.

   Esto lleva a la necesidad de incluir las horas de la semana en una agenda cargada de actividades.

   Aún las horas del tiempo libre. Esto sucede con la agenda diaria de los niños que frente a padres ocupados hay niños ocupados pero sin rumbo.

   Ya que tendemos a confundir productividad con rédito económico, a depositar en el trabajo, muchas veces, expectativas desmesuradas que terminan por convertirse en la medida con que evaluamos todas nuestras actividades.

   Frecuentemente, el no estar ocupado, como puede ser en las vacaciones, puede estar cargado de una connotación negativa: ocio no productivo, haraganería, apatía, vagancia, falta de iniciativa, etc.

   Esto pasa por nuestra cabeza a diario, son creencias erróneas que nos quitan vida y disfrute. Al creer que en la vida el hacer o la utilidad es el modo que se tiene para vivirla, puede suceder que en momentos en que no estemos haciendo nada productivo (para lo que cree nuestra mente) sobrevenga la angustia.

   Puede ser porque se cree que descansar no les resulta algo útil. Se trataría entonces de liberarse de los condicionamientos impuestos y permitir que el tiempo libre se refleje en nuestra autonomía para disponer de él, disfrutar de los días más allá de las actividades que se realicen: viajes, paseos, quedarse en casa, visitar gente, dormir, y lograr que ese tiempo sea un momento de placer, de redescubrimiento de emociones y sensaciones, de encuentro o reencuentro con uno mismo y con las personas que nos rodean.

   El tiempo libre es un tiempo de disfrute y esparcimiento; de satisfacción y de placer. Para ello tenemos que estar dispuestos a entenderlo, aceptarlo y experimentarlo como de naturaleza diferente al tiempo laboral; con otra productividad.

  Cuando no lo puede vivir con naturalidad se pierde una fuente de energía para recargar nuestras baterías difíciles de reemplazar.

   Aprenda a estar sin ocupaciones regladas, a descansar la mente, a darles vacaciones a sus emociones o, mejor aún, explore, con ayuda de alguien experto en la materia, de qué modo se puede estar de vacaciones sin deprimirse o fastidiarse en el intento.

  Para evitar que el tiempo libre no se convierta en una causa de angustia ofrecemos algunas opciones a tener en cuenta:

■ Disfrutar o proponérselo, pequeñas porciones de ocio durante el año, sin forzar cuando aparece el malestar o bien pedir asesoramiento para resolverlo.
■ Procurar compañía para pasar los ratos de esparcimiento, una buena compañía genera placer y disfrute.
■ Incluir actividades más reguladas para empezar a centrarse en el disfrute y buscar alternativas previas, que lo alejen de las clásicas huidas al trabajo o la sobreocupación. Como por ejemplo descubrir un hobby o explorar. Esto le permitirá desarrollar la creatividad, disfrutar el tiempo que invierten en él, sentir placer al realizarlo.
■ Dedicarles un tiempo en la semana a los vínculos que no solemos ocuparnos o alimentar, como pueden ser los padres, pareja, hijos, amigos, etc. Un tiempo donde enriquecer y fortalecer la relación a través de la creación de momentos de esparcimiento, diversión o de comunicación íntima.

Psicóloga CARINA SOLEDAD KEES
Bahía Blanca. Argentina

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   LA HISTORIA DE UN POBRE MUY  RICO 

( Comunicado espiritual)

                                                         


Szymel Slizgol

Éste era un pobre israelita de Vilna, muerto en mayo de 1865... Con una gran úlcera en la mano había mendigado durante treinta años. Por todas partes, en la ciudad, era conocido por su modo de exclamar: “¡Acordaos de los pobres, de las viudas y de los huérfanos!” Durante este tiempo, Slizgol había reunido 90.000 rublos. Pero no guardó un kopek para él. Aliviaba a los enfermos, que cuidaba por sí mismo; pagaba la enseñanza de los niños pobres; distribuía a los necesitados los comestibles que se le daban. La noche la tenía consagrada a la preparación de tabaco en polvo que vendía para atender a sus propias necesidades. Lo que le sobraba pertenecía a los pobres. Szvmel estaba solo en el mundo. El día de su entierro fue acompañado por gran parte de la población, y las tiendas se cerraron.

*Sociedad Espiritista de París, 15 de junio de 1865*

Evocación.
R. Demasiado feliz, y después de haber llegado a 1a plenitud de mi ambición, que he pagado muy cara, estoy aquí en medio de vosotros desde el principio de esta reunión. Os doy las gracias porque os ocupáis del espíritu del pobre mendigo, que con alegría procurará responder a vuestras preguntas.

P. Una carta de Vilna nos ha hecho conocer las particularidades más notables de vuestra existencia. Por la simpatía que nos inspiran, hemos tenido deseo de dirigiros la palabra. Os damos las gracias por haber venido a nuestro llamamiento, y puesto que estáis dispuesto en respondernos, tendremos el mayor placer, para nuestra instrucción, en conocer vuestro estado como espíritu, y las causas que han motivado el género de vuestra última existencia.

R. En primer lugar, conceded a mi espíritu, que comprende su verdadero estado, el favor de que os diga mi opinión sobre el pensamiento que habéis tenido con respecto a mí, pido vuestros consejos si es falsa.
     Encontráis singular que la manifestación pública haya tomado tanta parte para prestar homenaje al hombre indigente que ha sabido por su caridad atraerse tal simpatía. No digo esto por vos, querido maestro, ni por ti, querido médium, ni por todos vosotros, verdaderos y sinceros espiritistas, sino que hablo por las personas indiferentes a la creencia. No hay en eso nada de admirable.
    La fuerza de presión moral que ejerce la del bien sobre la Humanidad es tal que, por
materiales que seamos, siempre se acata, siempre se saluda al bien, a pesar de la tendencia que se tiene al mal.
    Vamos a vuestras preguntas, que por vuestra parte no las habéis dictado por curiosidad, sino que las formuláis sencillamente con la idea de la instrucción general.   Voy a referiros con la mayor brevedad posible, ya que estoy libre, cuáles son las causas que han motivado y determinado mi última existencia.
     Hace muchos siglos vivía con el título de rey, o al menos de príncipe soberano. En el círculo de mi poderío, relativamente estrecho en comparación de vuestros estados actuales, era dueño absoluto del destino de mis súbditos. Obraba como tirano, mejor dicho, como verdugo. De carácter imperioso, violento, avaro y sensual, veis desde luego cuál debía ser la suerte de los pobres seres que vivían bajo mis leyes. Abusaba de mi poder para oprimir al débil, para poner a contribución toda especie de oficios, de trabajos, de pasiones y de dolores para el servicio de mis propias pasiones. De esta suerte imponía un tributo al producto de la mendicidad. Ninguno podía mendigar sin que por anticipado yo hubiese tomado mi buena parte de lo que la piedad humana depositaba en la escarcela de la miseria. Todavía más, a fin de no disminuir el número de mendigos entre mis súbditos, prohibí a los desgraciados dejar a sus amigos, a sus padres o a sus allegados, la insignificante parte que quedaba a aquellos pobres seres. En una palabra, fui todo lo más implacable que se ha conocido para con el sufrimiento y la miseria.
    Perdí, en fin, lo que llamáis la vida, entre tormentos y sufrimientos horribles. Mi muerte fue un modelo de terror para todos los que como yo, aunque en menor escala, tomaban parte en mi modo de obrar. Permanecí en estado de espíritu errante durante tres siglos y medio, y cuando al fin de este lapso de tiempo comprendí que el objeto de la encarnación era otro que el que mis sentidos groseros y obtusos me habían hecho seguir, obtuve a fuerza de oraciones, de resignación y de pesares, el permiso de ocuparme en la tarea material de soportar los mismos sufrimientos, y más aún, que había hecho pasar a los otros. Obtuve este permiso, y Dios me dejó el derecho, por mi libre albedrío, de amplificar mis sufrimiento morales y físicos. Gracias al socorro de buenos espíritus que me asistían, persistí en mi resolución de practicar el bien, y les doy gracias por esto, porque evitaron que sucumbiera en la tarea que tomé.
     He cumplido, en fin, una existencia que he rescatado por su abnegación y su caridad lo que en la otra tenía de cruel y de injusta. Nací de padres pobres; huérfano, muy joven aprendí a bastarme a mí mismo, en la edad en que uno es considerado como incapaz de comprender. Vivía solo, sin amor, sin afectos, y aún, al principio de mi vida, soporté la brutalidad que había ejercido sobre los otros. Se comenta que las sumas recogidas por mí fueron todas consagradas al alivio de mis semejantes. Es un hecho exacto, y sin énfasis ni orgullo, añado que, muy a menudo, al precio de privaciones relativamente fuertes, muy fuertes, aumenté el bien que me permitía hacer la caridad pública.
     He muerto con calma, confiando en el precio a que había obtenido la reparación hecha por mi última existencia, y estoy recompensado con exceso a mis secretas aspiraciones. Hoy día soy dichoso, muy dichoso de poder afirmaros que cualquiera que se eleve será humillado, y que el que se humille será elevado.

P. Os rogamos nos digáis en qué ha consistido vuestra expiación en el mundo de los espíritus, y cuánto tiempo ha durado desde vuestra muerte hasta el momento en que vuestra suerte fue endulzada por efecto del arrepentimiento y de las buenas resoluciones que habéis tomado.
    Decidnos también a quién debéis este cambio en vuestras ideas, en estado de espíritu.

R. ¡Me traéis a la memoria muy dolorosos recuerdos! ¡Cuánto he sufrido...! ¡Pero no me quejo, me acuerdo...! Queréis saber de qué naturaleza ha sido mi expiación. He aquí en todo su terrible horror:
     Verdugo, como os he dicho, para todo el que tuviera buenos sentimientos, permanecí mucho tiempo, mucho, adherido por mi periespíritu a mi cuerpo, que se descomponía. ¡Me sentí, hasta su completa putrefacción, roído por los gusanos, que me hacían sufrir mucho! Cuando estuve desembarazado de los lazos que me aferraban al instrumento de mi suplicio, sufrí todavía uno más cruel. Después del sufrimiento físico, vino el sufrimiento moral, y éste ha durado mucho más tiempo que el primero: He sido puesto en presencia de todas las víctimas que había atormentado periódicamente, y por una fuerza más grande que la mía, era conducido a presencia de mis culpables acciones. Veía física y moralmente todos los dolores que había hecho sufrir. ¡Oh!
     Amigos míos, ¡cuán terrible es la vista constante de aquellos a quienes se ha hecho mal! Tenéis de esto un débil ejemplo entre vosotros en el careo del acusado con su víctima.
    Ahí tenéis, en pocas palabras. lo que he sufrido durante dos siglos y medio, hasta que Dios, movido por mi dolor y por mi arrepentimiento, solicitado por los guías que me asistían, permitió que tomase la vida de expiación que conocéis.

P. ¿Un motivo particular os ha inducido quizás a elegir vuestra última existencia en la religión israelita?
R. No fue elegida por mí, sino que la acepté según el consejo de mis guías. La religión israelita añadía una pequeña humillación más a mi vida de expiación. Porque en ciertos países, sobre todo, la mayoría de los encarnados desprecian a los israelitas, y particularmente a los judíos mendicantes.

P. En vuestra última existencia, ¿a qué edad habéis empezado a poner en ejecución las resoluciones que habíais tomado? ¿Cómo os ha venido este pensamiento? Mientras ejercíais así la caridad con tanta abnegación, ¿teníais alguna intuición de la causa que os empujaba a ello?
R. Nací de padres pobres, pero inteligentes y avaros. Joven todavía, fui privado del afecto y de las caricias de mi madre. Sentí por su pérdida una pena tanto más viva, como que mi padre, dominado por la pasión de la ganancia, me abandonaba enteramente. Mis hermanos, todos de más edad que yo, no advertían mis sufrimientos. Otro judío, movido por sentimientos más egoístas que caritativos, me cogió y me hizo aprender a trabajar. Recobró con la usura del producto de mis trabajos, que a menudo sobrepujaban mis fuerzas, lo que había podido costarle. Más tarde me liberé de este yugo y trabajé para mí. Pero por todas partes, tanto en la actividad como en el reposo, era perseguido por el recuerdo de las caricias de mi madre, y a medida que adelantaba en edad su recuerdo se grababa mas profundamente en mi memoria, y más echaba de menos sus cuidados y su amor.
     Pronto fui el único de mi nombre. En algunos meses la muerte se llevó a toda mi familia. Entonces fue cuando comenzó a revelarse la manera como debía pasar el resto de mis días. Dos de mis hermanos dejaron hijos huérfanos. Conmovido por el recuerdo de lo que había sufrido, quise preservar a estos pobrecitos seres de una juventud semejante a la mía y no pudiendo mi trabajo bastar para que subsistiéramos todos, empecé a tender la mano, no para mí. sino para los otros. Dios no debía dejarme el consuelo de gozar de mis esfuerzos. Los pobrecitos me dejaron para siempre. Veía lo que les hacía falta: era su madre. Resolví entonces pedir limosna para las viudas desgraciadas, que no pudiendo bastarse a sí y a sus hijos, se imponían privaciones que las conducían a la tumba, dejando pobres huérfanos que quedaban abandonados y entregados a los tormentos que yo mismo había sufrido. Tenía treinta años cuando, lleno de fuerza y de salud, se me vio mendigar para la viuda y el  huérfano. Los principios fueron penosos y debí soportar más de una humillante palabra. Pero cuando se vio que distribuía realmente todo lo que recibía en nombre de mis pobres, cuando se vio añadir a ello las sobras de mi trabajo, adquirí una especie de consideración que no dejaba de tener encanto para mí.
      He vivido sesenta y tantos años, y jamás falté a la tarea que me había impuesto. 
 Tampoco la conciencia me advirtió jamás nada que me hiciera sospechar que un motivo anterior a mi existencia fuese el móvil de mi manera de obrar. Solamente un día. antes de empezar a pedir limosna, oí estas palabras: “No hagas a los otros lo que no quisieras que te hiciesen.” Quedé asombrado de la moralidad general contenida en estas pocas palabras, y muy a menudo me sorprendía al oír que se añadían estas otras: “Pero, al contrario hacedles lo que quisierais que os fuese hecho.” Ayudándome el recuerdo de mi madre y el de mis sufrimientos, continuaba marchando en una carrera que mi conciencia me determinaba que era buena.

     Voy a concluir esta larga comunicación diciéndoos ¡gracias! No soy todavía perfecto, pero sabiendo que el mal no conduce sino al mal, haré de nuevo como lo que he hecho, el bien para recoger la dicha.
Szymel Slizgol

El Cielo y el Infierno o la Justicia Divina según el Espiritismo
Allan Kardec

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