domingo, 29 de noviembre de 2020

Amar el Espiritismo

    INQUIETUDES ESPÍRITAS

1.- La reencarnación es una Ley natural

2.- El Perdón

3.- Mundos Primitivos

4.-El Espiritismo, según La Génesis

5.- Amar el Espiritismo


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   LA REENCARNACIÓN ES UNA LEY NATURAL

                                                    


" Nacer, morir, volver a nacer y a morir, y progresar siempre. Tal es la Ley"

   En estas palabras de Kardec, el ilustre apóstol y maestro del Espiritismo moderno, está encerrada toda una Ley grandiosa de la Naturaleza, la Reencarnación.

  Sin ella, nada se explica en la Tierra. Las anomalías que a cada paso vemos, los aparentes desórdenes que continuamente nos sorprenden, las tremendas injusticias que parecen formar la trama de la existencia de muchos seres. Nada tiene racional ni justa explicación sin admitir la Ley de la Reencarnación o pluralidad de existencias del alma.

   NO admitiendo esta Ley sublime, demostración patente de la Justicia y la Previsión Paternal de Dios, ¡ cuán pequeño aparece el Creador a la razón, cuando se presenta al alma humana con una sola existencia terrenal, para llegar a un final definitivo y eterno, que puede ser el Cielo, sí; pero que también puede ser el Infierno! ¡ Cuanto limitan a Dios las doctrinas religiosas cristianas!.

   La primera limitación es de Omnipotencia, porque supone poco poder en el Hacedor al no haber creado nada más que la Tierra habitable y haber reservado para ella sola las manifestaciones de la vida.

   Supone atribuirle poco poder por no haber sabido crear mundos más perfectos que este calabozo del espacio que es la Tierra. Limitación de Grandeza y Sabiduría supone esta afirmación, porque además el espíritu investigador se pregunta ¿por qué  existen millones de planetas y de soles, si no es para  recibir la vida manifestada  en los seres, como lo es nuestra Tierra.?  

   Siempre ponen limitaciones al Poder Eterno y a su Bondad, las religiones que niegan o ignoran la Reencarnación. Por eso hay tantos escépticos y descreídos.

   También es limitación de su Justicia y de su Bondad, el afirmar que solo concede una existencia al alma que desciende a la Tierra en busca de su ulterior y definitivo destino.

   En efecto, Dios debe haberse propuesto un fin al crear las almas. Si ese fin no es la felicidad suprema para todas las criaturas, habría que reconocer que Dios no es de una Bondad infinita y absoluta, y si ese fin es la felicidad que se ha de conquistar a fuerza de trabajo y de luchas, no puede Dios negar a sus criaturas los medios de poder alcanzar el fin para el que ha sido creada.

   Y si esa criatura, al llegar a nuestro minúsculo mundo. es generalmente atrasada, dura de corazón, poco apta para el bien y el medio ambiente en donde ha de vivir durante su estancia en la Tierra, o sea, la sociedad humana que la habita, es en su mayoría orgullosa, vanidosa, egoísta, hipócrita e imperfecta en alto grado, ¿cómo ha de poder en tan breve espacio de tiempo, o sea, en 40 o 50 años a lo sumo, que vive el hombre su vida consciente de adulto, adquirir todos los conocimientos que su inteligencia necesita para apreciar los goces que se le ofrecen en la vida espiritual y toda la ternura de corazón que necesitará para sentirla?. Imposible.

   Rechazando la pluralidad de existencias con la reencarnación, hay que reconocer que el noventa por ciento de las almas que llegarían al cielo,serían seres atrasadísimos intelectual y moralmente, porque es imposible alcanzar en  50 años o muchos más, el total de conocimientos humanos y las virtudes necesarias para la dignificación total del espíritu, y no negará nadie que vemos llegar a la tumba, al menos a un 90% de nuestros contemporáneos, que no han abierto un libro, ni se han reconocido a sí mismos, ni han hecho un solo esfuerzo para transformarse y arrancar sus defectos.

   Otra injusticia habría si no concede Dios más que una existencia de pruebas a las almas, y es la siguiente:  Puesto que el destino a conquistar es igual para todas; puesto que a todas se les da como medio una existencia terrestre, ¿por qué no es igual el punto de partida y el ambiente donde nacen o donde han de luchar?. ¿Por qué Dios da a unos la riqueza, la fuerza, el vigor, una cuna rodeada de amoroso calor, y a otros les obliga a nacer en la mayor miseria?:  unos ciegos, los otros privados de miembros, y sin el calor maternal.¿Por qué teniendo que llegar las almas a un mismo fin y en una sola existencia, hay vidas humanas que llegan hasta la decrepitud y otras que son cortadas en la más tierna juventud?.¿No es verdad que todos esos "por qués" no tienen contestación lógica y racional en las religiones cristianas? 

   Con los dogmas cerrados y misteriosos quedan sin explicación todas estas preguntas al espíritu humano. Las desdeña, sin fijarse que, con su conducta, alimenta las filas del ateísmo, porque hay muchísimos seres que buscan a Dios en la verdad, pero cuya razón despierta y despejada, no puede admitir como creador del grandioso universo, al pequeño Dios de las religiones, rodeado del dogma, del error, de pequeñeces e imperfecciones.

   Queda pues, demostrado con nuestras preguntas, que al limitar nuestra Tierra las manifestaciones de vida, así como limitar también al Espíritu a una sola encarnación del alma, destruye en el corazón la sana concepción de Dios, que no puede permitir que se rebajen los atributos de la Divinidad.

   El Espiritismo, en presencia de todas las anomalías y aparentes injusticias de la vida, contesta al pensador que le interroga: ¡ Injusticia No; Justicia Infinita Si !

  El destino humano no puede ser injusto. En el pasado, en existencias anteriores de ese ser que ves sufrir, es decir, de su espíritu, está la causa del efecto que tu lamentas como una injusticia. En su inagotable previsión, en su justicia y bondad infinitas, Dios ha creado a todas las almas para un mismo fin: la felicidad; una felicidad que ha de sentar sus bases sobre la elevación intelectual y moral de cada ser. Como le es completamente imposible al espíritu conseguir ese estado superior en una, ni en muchas existencias, Dios le ha concedido el mejor de sus bienes, es decir, el tiempo, la eternidad, para que en ella alcance su fin.

   La Ley de la Reencarnación, o sea, de la pluralidad de las existencias, le permite volver a encarnar cuantas veces juzga necesario para su progreso, puesto que en cada uno de estos planes de vida, expía su pasado, paga sus faltas atrasadas y en medio de las luchas y dolores de la vida, adquiere fortaleza para el bien, para su porvenir. La pluralidad de los mundos habitados ofrece al espíritu un sinnúmero de moradas en las que ha de habitar en su ascensión progresiva, paulatina y constante.

  En resumen: En todo el Universo existe la vida como manifestación perenne y grandiosa del poder y de la sabiduría del Creador. Los millones y millones de planetas que cruzan el espacio sin límites, han sido creados para el mismo fin que el nuestro, y, o han sido ya habitados, o lo están, o lo estarán, porque ese es su destino, servir de morada a seres inteligentes que han  de buscar en ellos un grado más de progreso.

   Y todo este raudal de vida, ha sido puesto precisamente, por el amor de Dios, a disposición del espíritu, para que le sirva de medio de realización progresiva, dándole- como ya hemos dicho-, la eternidad del tiempo para alcanzar el objeto de su creación, o sea, la Felicidad Universal.

- Rev. Fraternidad Cristiana Espírita, nº 32-

 

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                                                          EL PERDÓN

Todos sabemos que debemos perdonar las ofensas, tal como nos enseñó y ejemplificó  Jesús, pero vamos a hacer una reflexión mirando  hacia nuestro interior, pulsando la verdad de nuestra alma, porque a Dios no se le puede engañar por mucho que ocultemos o disimulemos. Y esto es así, porque Su Esencia está en el alma de cada uno de nosotros, lo llevamos dentro con nosotros, y como es consiguiente, el ocultarle algo o engañarlo, sería imposible.

Yo planteo aquí: ¿ De verdad somos sinceros al perdonar y cuando llega el caso lo hacemos de corazón y convencidos de que es una respuesta necesaria ante ciertos momentos de la vida cuando sufrimos  la incomprensión o la maldad de otros?.

   Una cosa es la teoría muy bonita de lo que se debe hacer, que más o menos todo el mundo la conoce, y otra es la práctica que en este caso, tantas veces llama a las puertas de nuestra conciencia reclamando suavemente pero con insistencia, que no actuamos como debiéramos con arreglo a la bella teoría del perdón y pese a saber que nosotros somos perdonados por Dios de nuestros contínuos errores, en la medida en que realmente somos capaces de  perdonar de corazón, desterrando resentimientos o rencores, es humano sentir un rescoldo de dolor después de sufrir una ofensa o una injusticia pero ese rescoldo  puede terminar  convirtiéndose en una llama de resentimiento que puede alcanzar las proporciones tremendas de un gran incendio de odio y deseos de venganza, del cual, los grandes abrasados seremos nosotros mismos.

  Si hay  odio o resentimiento después de una ofensa, se podría afirmar que nos han perjudicado por doble vía:

Una, la que se ve o se nota, que es la más inmediata, la ofensa o perjuicio en sí mismos, que de inmediato nos hiere o nos duele como una puñalada o un puñetazo moral o anímico que malamente encajamos.

Y esta herida o este dolor, cuando nos lo infieren, es algo inevitable y natural que lo sintamos, porque el hecho en sí mismo no depende de nosotros y no podemos hacer nada para impedir que eso suceda. Pero después de un tiempo,  con “la cabeza fría”, enseguida notamos que el hecho nos ha dejado una impresión o recuerdo doloroso o negativo, y  aunque hayamos deseado perdonar, solo lo hemos hecho de labios hacia afuera, pero no hacia dentro, o sea, de corazón. Y es que este recuerdo  que quisiéramos olvidar, sigue vivo en nuestra mente, porque  olvidar las ofensas para perdonar, no supone padecer un aqtaque de amnesia, sino que lo que  supone es un voluntario y fuerte deseo de bien para la persona que nos hirió, dejándonos una sensación nefasta que  finalmente suele  crecer con el paso del tiempo y desembocar en un sentimiento  claro de  odio, rencor y  hasta deseos  más o menos ocultos de venganza.

Y llegados a este punto, enseguida  podemos comprender que  esa  situación interna nuestra, mientras se mantiene viva, nos supone un malestar o un tormento añadidos al  que nos causó el sentirnos víctimas de  la violencia, maltrato o injusticia  de otra persona,  y este recuerdo amargo actúa  como un veneno de  acción lenta, que  nos va minando y  nos va haciendo  poco a poco, más y más daño añadido al primer dolor que sufrimos con la ofensa desencadenante  en  todo el proceso interno   que le siguió.

No dependió de nosotros el poder evitar el impacto negativo ante la agresión o el insulto, pero sin embargo el veneno del resentimiento si lo podemos manejar de modo que mediante un acto de voluntad, no le demos cabida en nuestro interior y así nos podemos librar de él para que no nos afecte.

Y es que para perdonar, el primer paso imprescindible para conseguirlo, es el de querer firmemente hacerlo, aun a pesar de que  por dentro estemos con tentaciones de venganza o de convertirnos en "justicieros", dolidos por la ofensa sufrida, pues con el perdón nos estamos evitando un dolor añadido posteriormente.

A nadie debemos otorgar el privilegio de poder robarnos la paz, la  armonía y equilibrio interno, pues  eso es nuestro más  preciado tesoro íntimo, y lo podemos y debemos defender mediante un acto de voluntad que nos proteja,  queriendo, por encima de todo y a pesar de todo, perdonar siempre.

Como ya se ha dicho, perdón no significa olvido, porque eso sería  un caso patológico  de  amnesia. Una mente normal y equilibrada no tiene por qué olvidar los actos buenos y malos que acontecen en su vida, pues todos ellos  aportan  valiosas lecciones que fortalecen y depuran nuestro espíritu. Hay que considerar que los actos de los demás, son de ellos y no nuestros, por lo tanto si han estado mal, o nos han afectado negativamente, en cualquier caso estos son  siempre un problema  de ellos y no nuestro, pero si ante la agresión o la ofensa  nos dejamos llevar por el bajo sentimiento o resentimiento de la venganza, entonces sintonizamos con el agresor, poniéndonos a su altura, y es cuando además de la agresión, después tenemos que sufrir el estado en que nos deja .    El rencor o el odio, entonces   sí   supone  un problema nuestro, del que nos deberemos liberar lo antes posible para evitar las consecuencias del sufrimiento que por ellos tendremos que padecer con arreglo a la Ley de Acción y Reacción.

    No  seamos torpes con nosotros mismos, añadiendo sufrimiento innecesario a nuestro dolor o desengaño. 

     Pensemos que tantas veces, el ofensor es una persona necesitada de amor o de comprensión, que Dios ha puesto en nuestro camino, precisamente como prueba para ayudarnos a crecer espiritualmente.

Aunque solo  sea  por propio  interés  perdonemos siempre y mantengamos  nuestra mente y espíritu  por encima de las torpezas de los demás a quienes no debemos otorgar la llave de nuestra paz y nuestra felicidad.  Recordemos  que   quién  escupe  al  cielo, le  es salpicado en su cara, por lo cual , llegado el caso, deberemos  recordar a Jesús de Nazaret cuando se vio  agonizando en la cruz por la crueldad e incomprensión de tantas personas que le escupieron y pidieron su muerte, rogando a Dios: “ Perdónalos Padre porque no saben lo que hacen”.

José Luis Martín

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                  MUNDOS PRIMITIVOS       
                                     
 
          Mundos primitivos son aquellos mundos recién creados en los que el ambiente es bastante hostil, exuberante, salvaje, poblados en general por especies animales y humanas muy primitivas. Por ejemplo, cuando nuestra tierra estaba habitada por animales enormes antediluvianos. 

      En estos mundos, la vida transcurre por lo general en una lucha continua por la sobrevivencia entre los hombres que los habitan y los animales y el medio ambiente. Las personas que viven en estos mundos son por lo general hombres de las cavernas y los espíritus que se ven forzados a encarnar allí son espíritus que prácticamente comienzan su ciclo evolutivo en la materia. Cada espíritu, según su grado de adelanto espiritual, está obligado a tomar cuerpo para progresar en un mundo más o menos perfeccionado. Esto, además de ser lógico, es también necesario, pues es precisamente el trabajo y la lucha por la sobrevivencia y por crearse una existencia más cómoda en el ambiente en que se vive, el medio del que se vale nuestro espíritu para desenvolver esos atributos que trae latentes en sí mismo, como sabiduría, voluntad, etc. 

Sebastián de Arauco.

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EL ESPIRITISMO, SEGÚN LA GÉNESIS


El espiritismo, al darnos a conocer el mundo invisible que nos rodea y en medio del cual vivimos sin que lo sospecháramos, así como las leyes que lo rigen, sus relaciones con el mundo visible, la naturaleza y el estado de los seres que habitan en él y, por consiguiente, el destino del hombre después de la muerte, constituye una verdadera revelación en el sentido científico de la palabra.

. Por su naturaleza, la revelación espírita tiene un doble carácter:participa al mismo tiempo de la revelación divina y de la revelación científica.* Participa de la primera, porque su aparición es providencial, y no el resultado de la iniciativa o de un deseo premeditado del hombre; y porque los puntos fundamentales de la doctrina provienen de la enseñanza que han impartido los Espíritus encargados por Dios de ilustrar a los hombres sobre cosas que ellos 
ignoraban, que no podían aprender por sí mismos, y que les importa conocer, ya que hoy son aptos para comprenderlas. Participa de la segunda, porque esa enseñanza no es privilegio de ningún individuo, sino que es impartida a todos del mismo modo; porque los que la transmiten y los que la reciben no son seres pasivos, dispensados del trabajo de la observación y la investigación; porque no han renunciado al razonamiento y al libre albedrío; porque no se les ha prohibido el examen, sino que, por el contrario, se les ha recomendado; en fin, porque la doctrina no fue dictada completa, ni impuesta a una creencia ciega; porque es deducida, mediante el trabajo del hombre, de la observación de los hechos que los Espíritus colocan delante de sus ojos, así como de las instrucciones que le dan, instrucciones que él estudia, comenta, compara, a fin de que él mismo extraiga las
consecuencias y aplicaciones. En suma: lo que caracteriza a la revelación espírita es el hecho de que su origen es divino, la iniciativa es de los Espíritus, y su elaboración es fruto del trabajo del hombre.

EL GENESIS
ALLAN KARDEC


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                              Amar el espiritismo 
                                                


 Para entregarnos real y profundamente a algo, tenemos que llegar a amarlo. Nos damos a nuestros hijos o a nuestros seres mas queridos, sin ningún tipo de oposición o medida. Para lograr darnos al espiritismo, tenemos igualmente que llegar a amarlo. Y para llegar a ese estadio, debemos conocerlo primeramente a través de la lectura; comprenderlo después, lo que logramos con el estudio profundo y la intima reflexión; hasta llegar finalmente a una vivencia del mismo, de una manera natural. Para ello, llevamos a la práctica todas las enseñanzas adquiridas, transformándolas en actos de amor en nuestro día a día. Amando, irradiamos una vibración que nos sintoniza con la espiritualidad mayor, que nos alienta, nos asiste y nos protege siempre, manteniéndonos alerta a la búsqueda de la necesidad, que muchas veces se encuentra donde menos lo esperamos. Hablar, escuchar, compartir, sonreír … hacer caridad sincera, esa que va mas allá de dar las migajas materiales que nos sobran, esa con la que abrimos sinceramente nuestros corazones. ¿Qué haríamos si viéramos a un ser muy querido por nosotros pasando calamidades?, haríamos todo lo que estuviera en nuestra mano por evitarle cualquier tipo de sufrimiento. ¿Y si pusiéramos mentalmente la cara de nuestros seres mas queridos a nuestros semejantes necesitados?…al fin y al cabo, ¿no somos todos hermanos planetarios, hijos del mismo padre?. Debemos reconocer la obra de Dios en cada uno de ellos. Algunos disculpan su indiferencia pensando: están pagando su karma por la ley de causa y efecto, éstas pruebas son un aprendizaje para ellos, pero… ¿nos exime esto acaso, de darles asistencia?, ¿no serán igualmente pruebas para nosotros, si Dios los puso en nuestro camino?. No nos corresponde juzgar, nos corresponde amar… amar sin medida. A través de darnos a los demás, es como hallaremos el camino recto hacia nuestra transformación moral y es como llegaremos realmente a amar el espiritismo. 

 Alondra.-  (Tomado de Zona Espírita)


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