martes, 17 de noviembre de 2020

CORONAVIRUS

 

  INQUIETUDES  ESPÍRITAS

1.- El Deber

2.- La Vejez (1ª)

3.-Comportamiento Afectivo

4.-Coronavirus



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                               EL DEBER

                               INSTRUCCIONES DE LOS ESPÍRITUS.

.     El deber es la obligación moral, primero con respecto a sí mismo, y en seguida con respecto a los otros. El deber es la ley de la vida, se encuentra en los más ínfimos detalles, lo mismo que en los actos elevados. Yo hablo sólo de deber moral, y no del que imponen las profesiones.

      En el orden de sentimientos, el deber es muy difícil de cumplir, porque es el antagonismo de las seducciones del interés y del corazón, sus victorias no tienen testigos y sus derrotas no tienen represión. El deber intimo del hombre está abandonado a su libre albedrío: el aguijón de la conciencia, esta guardiana de la probidad interior, le advierte y le sostiene,pero a menudo permanece impotente ante los sofismas de la pasión. El deber del corazón fielmente observado, eleva al hombre; pero este deber ¿cómo se precisa? ¿En dónde empieza? ¿En dónde se para? "Empieza, precisamente, en el punto en que amenazáis la felicidad o el reposo de vuestro prójimo y termina en el límite que no quisiérais ver traspasar para vosotros".

     Dios ha criado a todos los hombres iguales para el dolor; pequeños o grandes,ignorantes o ilustrados, sufren por las mismas causas, a fin de que cada uno juzgue sanamente el mal que puede hacer. No existe el mismo criterio para el bien, es infinitamente variado en sus expansiones. "La igualdad ante el dolor es una sublime previsión de Dios, que quiere que sus hijos instruídos, por la experiencia común, no cometan el mal arguyendo la ignorancia de sus efectos".

      El deber es el resumen práctico de todas las experiencias morales; es una bravura del alma que desafía las agonías de la lucha; es austero y flexible y pronto a doblarse a las diversas complicaciones, permaneciendo inflexible ante las tentaciones. "El hombre que cumple su deber, ama a Dios más que a las criaturas y a las criaturas más que a sí mismo"; es, a la vez, juez y esclavo de su propia causa.

     El deber es el más hermoso florón de la razón, y depende de ella como el hijo depende de su madre. El hombre debe amar el deber, no porque preserve de los males de la vida, a los cuales la humanidad no puede sustraerse, sino porque da al alma el vigor necesario para su desarrollo.

     El deber engrandece y radia bajo una forma más elevada en cada una de las etapas superiores a la humanidad; la obligación moral no cesa nunca en la criatura de Dios; debe reflejar las virtudes del Eterno, que no acepta un bosquejo imperfecto,porque quiere que la hermosura de su obra resplandezca ante él. (Lázaro. París, 1863).

EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO. ALLAN KARDEC.


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LA VEJEZ

(1ª Parte)

El envejecimiento, es un término general que, según el contexto en que aparezca, puede referirse a un fenómeno fisiológico, de comportamiento, social o cronológico. Los jóvenes e incluso los ancianos tienden a pensar que la vejez está relacionada con la tristeza y la decadencia, pero en la realidad no sucede así.

El envejecimiento constituye una característica fácilmente identificable en un grupo humano. En cierto sentido refleja su grado de desarrollo social.  Por consiguiente, su estudio será una herramienta que puede aportar interesantes y valiosos resultados para mejorar el trabajo y brindar un mejor apoyo a los ancianos.

El psicólogo Peter Ubel, ha llevado a cabo diversos estudios sobre este tema, descubriendo que la gente es a menudo sorprendentemente feliz, incluso en condiciones muy desfavorables, lo que sugiere una adaptabilidad a los problemas médicos o de otra índole.

La gente suele creer que la felicidad depende de nuestras circunstancias, y que si algo bueno ocurre, esto la garantizará a largo plazo, mientras que si sucede algo malo, la felicidad terminará. Sin embargo, la felicidad sucede gracias a nuestros recursos emocionales subyacentes, que suelen aumentar según vamos cumpliendo años. Con la edad, aprendemos a manejarnos mejor con las idas y venidas de la vida, por lo que, en la vejez, somos capaces de sentirnos más felices a pesar de que, objetivamente, hayamos entrado en la decadencia física.

Según declaraciones del profesor Ubel en el comunicado de la universidad de Michigan, el secreto para que seamos más felices en la vejez es muy sencillo: los tropiezos en la vida nos hacen más sabios, lo que provoca generalmente una mejoría en nuestras emociones.

Sea cuales fueren nuestras condiciones al nacer, el caso es que las experiencias a lo largo de la vida conllevan la adquisición de conocimiento, y eso nos hace más felices, incluso frente a la adversidad.

 El recuerdo que solemos mantener de la juventud es el de las posibilidades que teníamos aún por descubrir, el de un cuerpo sin deterioros y el de las diversiones. Sin embargo, también hay que recordar cómo aún teníamos que aprender acerca de ciertas emociones básicas, a relacionarnos con los demás, acerca de nosotros mismos, etc. Probablemente, con la edad nos parezca más fácil vivir que al principio de la vida, insiste Ubel.

Un error fundamental es el haber orientado la mirada en el aspecto de deterioro que se da en la vejez. En el anciano también hay facultades que alcanzan el máximo de su esplendor, como la sabiduría, la sencillez, la tolerancia, la capacidad de escucha, el gozo de los placeres simples de la vida, el disfrute de la compañía.

En los estudios que se hacen de la persona anciana, de alguna manera, sigue prevaleciendo este enfoque carencial que destaca en el orden fisiológico; los cambios de apariencia física, la declinación gradual del vigor y la pérdida de la habilidad física para resistir las enfermedades o las condiciones a las que se enfrenta el individuo por el medio, en los aspectos psicológicos; el deterioro en los procesos sensoriales, las destrezas motoras, las percepciones, las inteligencias, la habilidad de resolver problemas, el entendimiento, los procesos de aprendizaje, los impulsos y las emociones, las dificultades en el comportamiento.

En la gerontología actual, no obstante, se ha ido tratando de diferenciar aquellos deterioros que tienen que ver con la edad y los que son frutos de las enfermedades. Sus aportaciones han  permitido o favorecido el auto cuidado y la visión del proceso de envejecimiento como un fenómeno natural pero no de deterioro sino de crecimiento y oportunidades para el desarrollo de estrategias personales para su enfrentamiento y con ello lograr evitar las consecuencias del mismo y más bien optimizar dichos recursos y potencialidades para una buena calidad de vida.

Independientemente de los avances en la atención de las personas ancianas, hay un hecho insoslayable: la sociedad de hoy le teme a la vejez, sobre todo por la disminución física y mental.  Si se asume que esta disminución trae aparejada una incapacitación para funcionar autónomamente, esta etapa aterroriza porque hace del hombre un ser dependiente socialmente. Estas pérdidas provocan un cambio en el estatus social que deteriora la imagen que se tiene de sí mismo y la propia valía personal. Esta dependencia obliga a quienes les rodean ha atenderlos y crear servicios de apoyo. Casi pareciera que se vuelve una carga para la sociedad.

Un factor que influye en las actitudes hacia el viejo es la situación económica. Parece ser que contar con recursos económicos para la sobrevivencia, en esta sociedad, hacen la llegada a la vejez muy diferente. Pues por una parte la actitud de la sociedad y de la familia es distinta, se tienen más consideraciones hacia los viejos que cuentan con propiedades u otros recursos, pues el interés por los bienes se hace manifiesta a través de la aspiración a la herencia. Además no son una carga y ellos pueden pagar sus gastos, así como su cuidado.

En el caso de los viejos pobres que llegan a esta edad sin contar con un patrimonio, ni una situación económica estable, pero sobre todo que durante su vida por atender las necesidades de la familia y en particular de los hijos, no pudieron adquirir una vivienda y tienen que vivir en casas de sus hijos o demás familiares,  lo que tiende a deprimirlos y generarles la desesperanza, que también los hace más vulnerables. Y por otro lado representan una carga para la familia que en ocasiones por cuidarlos tiene que abandonar sus trabajos y eso merma la economía familiar, lo que deteriora más aún la calidad de vida, y cuando no se abandona el trabajo se deja a los viejos solos, y dicho abandono también tiende a deprimirlos y a desear morir.

La vejez constituye hoy en día uno de los problemas sociales que reclaman la mayor atención por parte de los gobiernos e instituciones de la sociedad. Se enfrentan por los países en el mundo las necesidades acuciantes de una población envejecida, sumida una buena parte de ella en condiciones de absoluta pobreza y abandono.

La atención al anciano será siempre desde una escucha abierta, positiva y sin juicios de valor ni prejuicios. Esta atención lleva implícita la dedicación de un cierto tiempo para escuchar cómo está esa persona mayor, cómo vive, qué quiere, qué le gusta, cómo percibe sus recuerdos y experiencias. Esta actitud es muy diferente a la de “oír las batallitas del abuelo”. La escucha de la que hablamos es humana y está teñida de aprecio, consideración, cercanía y acompañamiento.

Equivocados están los que piensan  que la persona de edad avanzada aparece como una pieza inservible, en el movimiento de la vida.

Muchos son los hombres y mujeres que tan pronto pasan de los cincuenta o sesenta, se ponen en situación psíquica  de quienes ya se encuentran  marchando para el fin, para la estática.

Es verdad que no tienen las mismas capacidades físicas, las mismos reflejos, las mismas disposiciones, que son características que se encuentran en la fase de la juventud. Sin embargo no hay razón para el desanimo ni para la compulsiva jubilación, mientras Dios nos mantiene en el campo de las lides corporales.

Si los años hacen sobre usted, compañero o compañera, no se marchite. Después de las agonías  e inseguridades, ansiedades e inconsciencias que quizás hayamos sufrido durante la juventud, nos debemos valer de las experiencias y ampliación de vistas del tiempo concedido para ponernos a servir más en el taller del Creador, que es el mundo.

 Hay que hacer todo lo que sea posible para no alejarnos de las líneas de la utilidad, de la laboriosidad.

Dialogue, sin hacerse excesivamente hablador, causando indisposición en los que lo escuchen, pero hable para y por el bien.

Desarrolle un arte cualquiera, ya sea la música, la interpretación instrumental, cualquier forma de mantenerse ocupado en laboriosos menesteres le será de gran ayuda. La costura, el jardín, la cerámica, y muchas otras cosas, pueden ayudarle a olvidarse un poco de sí mismo e ilusionarse en nuevos emprendimientos.

La participación en actividades sociales, culturales, deportivas y de voluntariado social contribuye a mantener el bienestar subjetivo entre los mayores; siendo imprescindible ofrecerles la posibilidad de tomar parte activa allí donde se identifican sus necesidades y se adoptan decisiones que les conciernen.

 Las personas mayores, dependientes o no, son antes que nada ciudadanos, con derechos, obligaciones, capacidad de decisión y derecho a ser los protagonistas de su propia vejez. De ahí que, a la hora de planificar y programar, tanto la Administración como las entidades de la sociedad civil que se encuentran implicadas en su acompañamiento y atención, deben hacer un esfuerzo por escuchar y atender aquello que los propios mayores expresan entre sus deseos, necesidades y preferencias. Los programas de educación con personas mayores deben partir de aquello que los mayores ya conocen y les interesa. Aprender ayuda a las personas mayores a completar su proyecto vital, reforzando el compromiso con la vida que previamente se tuviera.

 La actividad cognitiva, los programas de ejercicio físico saludable; unos buenos hábitos de salud y nutrición, una adecuada red de relaciones sociales satisfactorias, la correspondiente autoestima y cierto nivel de compromiso social son buenos elementos del envejecimiento saludable que todos deseamos.

Muchas veces, no se dispone de la necesaria paciencia para aprender hacer, aun así, aprenda y practique; no se deje llevar por las limitaciones innecesarias.

Donde este coopere, con cualquier servicio, no se deje dominar por el pensamiento negativo de “soy un viejo inservible”, no se admita jamás cansado, estancado, o acabado, por no tener las mismas predisposiciones que en su mocedad.

Mientras estemos hospedados en el cuerpo material sepa que deben existir motivos que  se nos escapan, pero que están en los planes del señor. Por lo tanto no tenemos que dejarnos marchitar, ni descorazonar en la fe. Persistamos sirviendo y produciendo en los esfuerzos de la vida, al alcance de nuestras condiciones generales.

Realice ejercicios mentales de comprensión y racionalice los percances y limites de la edad, evitando rebeldías, represiones, amarguras y lamentaciones en función de la edad avanzada. Sea jovial en las actitudes, transformando su estación provecta en terreno de cariño y de ternura para cuantos se aproximen a su vejez, equilibrada y feliz.

No reprenda a los jóvenes llamándolos “cabeza hueca, inútiles” afirmando, que “en sus tiempo no era así” en todas las épocas, en el seno de cualquier pueblo, siempre han existidos aturdidos y exóticos, llamando la atención de todos. No maldiga la existencia, pues si a su alrededor existen problemas de difícil solución, en función de la edad  con su séquito de trastornos,  recuerde que un día no muy distante, usted, salto, corrió, amó, se equivocó, y acertó, con la misma movilidad y, posiblemente con la misma argumentación usada por los jóvenes de hoy en día.

Procure tener buen ánimo y siga adelante, conduciendo las bendiciones de su vejez. Solo la muerte del cuerpo nos deberá impedir de actuar sobre él, en las labores de Dios mientras ella no llega, debemos continuar trabajando.

Seguramente, usted cuenta con la dicha de ser abuelo, una experiencia afectiva que  propician elevadas alegrías al corazón. Ser abuelo o abuela es hacerse padre o madre dos veces, lo que configura una indiscutible verdad.

( Continúa en el siguiente publicado)

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COMPORTAMIENTO AFECTIVO

 

 Toda palabra ofensiva es expresión de un sentimiento contrario a la ley de amor y de caridad, que debe arreglar las relaciones de los hombres y mantener entre ellos la concordia y la unión.

 De todos los vicios, el más temible es la soberbia, pues siembra tras de si todos los vicios.  El soberbio  es el que menos puede conocerse. La soberbia nos oculta toda la verdad. . El hombre sencillo y humilde de corazón, rico en cualidades morales, llegará más pronto a las verdades. El  Espiritismo  nos pone de manifiesto, bajo su verdadera luz,  la situación de los soberbios en la vida de ultratumba. Los humildes y débiles de este mundo se encuentran allí más elevados; los vanidosos y los poderosos, empequeñecidos y humillados. Los unos llevan consigo lo que constituye  la verdadera superioridad: las virtudes, las cualidades adquiridas  con el sufrimiento, en tanto que los otros han de abandonar en la hora de su muerte, títulos, fortuna y vano saber.   

El egoísmo nos lleva a observar, a criticar los defectos del prójimo, permaneciendo ciegos ante los nuestros. La verdadera superioridad moral no existe sin la caridad y sin la modestia. Si la soberbia es madre de una multitud de vicios, la caridad da nacimiento a muchas virtudes. La paciencia, la dulzura y la reserva en las conversaciones derivan de ella. El hombre caritativo le es fácil ser paciente y dulce y perdonar las ofensas  que le son hechas. La misericordia es compañera de la bondad. Un alma elevada no puede conocer el odio ni practicar la venganza. Comprende que los errores de los hombres no es nada más que el resultado de su ignorancia no concibe la hiel ni el resentimiento.

 Solo sabe perdonar, olvidar las equivocaciones  del prójimo, aniquilar todo germen de enemistad, borrar toda causa de discordia en el porvenir, tanto en la tierra como en la vida del espacio.

 El bien hecho a quien nos ofende desarma a nuestro enemigo. Su odio se cambia en asombro en admiración, despertando su conciencia adormecida. El único mal que se debe desenmascarar y combatir es el que recae sobre la sociedad. Cuando se presenta en forma de hipocresía, de la duplicidad, de la mentira, pues hay que desenmascararlo pues otras personas podrían sufrirlo; pero es hermoso guardar silencio de lo que atañe solo  a nuestros intereses a nuestro amor propio.

 Jesús nos anima en esta sublime lección  a olvidar toda represalia, toda venganza, contra aquellos que nos hieren, cuando nos visiten el ultraje o la injusticia , silenciemos  nuestra dignidad herida, pensemos en aquellos, que en el pasado oscuro, fueron ofendidos , ultrajados, expoliados  por nosotros mismos,  y soportemos la injuria  como una reparación. No perdamos nunca la finalidad de la existencia, que tales problemas nos podrían hacer olvidar. No abandonemos el camino recto y seguro, procuremos adquirir la bondad  que apacigua a los hombres, esa cualidad  nos crea una especie de autoridad sobre las almas, nos proporciona más medios de conmoverlas, la humildad la indulgencia, la simpatía y la bondad  apaciguan a los hombres.

 Jesús en sus palabras nos anima  a crear dentro de nosotros un afecto, que evite todo odio y todo espíritu de venganza; una disposición sincera para ayudar, cuando llegue la ocasión, a aquellos que nos afligen.

 Una especie de misantropía, de laxitud moral aleja, a veces, a los buenos Espíritus del resto de la humanidad. Hay que reaccionar sobre esa tendencia al aislamiento, considerando, todo cuanto existe de grande  y de hermoso en el ser humano, acordándonos de toda muestra de afecto, de todos los actos bienhechores  de que fuimos objeto. ¿Qué son los hombres separados de sus semejantes, de su familia y de la patria? Un ser inútil  y desdichado. Sus facultades se debilitan, sus fuerzas se aminoran, y la tristeza le invade. En soledad, no se progresa. Hay que vivir con los hombres y ver en ellos siempre compañeros necesarios para nuestro progreso,. Nuestro buen humor es salud en nuestras almas. Dejemos abrir nuestro corazón a impresiones sanas y fuertes. ¡Amemos para ser amados!

 Amar es sentirse vivir en todo y por todos. Es consagrarse hasta el sacrifico, hasta la muerte, a una causa a un ser. Si queremos saber lo que es el amor, consideremos las grandes figuras de la Humanidad, y sobre todo a Cristo, para quien el amor era toda la moral y toda religión El nos dijo “Amad a vuestros enemigos, y hacer bien a aquellos que os persiguen”…

 Si  así lo hacemos poseeremos los verdaderos bienes, aquellos que nos elevaran por encima de cualquier circunstancia, pues cualquier palabra ofensiva constituye  la expresión de un sentimiento contrario a la ley de amor y caridad  que debe regir las relaciones de los hombres y mantener en ellos la concordia y la unión; es un daño que se inflige  a la benevolencia reciproca y a la fraternidad, y alienta el odio y la aversión:  

 En suma después de la caminar hacia Dios, la caridad para con nuestro prójimo es la primera ley de todo cristiano. Cuando la ley de amor y caridad este en toda la humanidad, ya no existirá el egoísmo; el débil y el pacifico no serán explotados ni aplastado la paz será el estado de la humanidad, pues los perversos habrán sido expulsados y la Tierra será entonces un mundo feliz.

 Y nos dicen los Espíritus  que al igual que el Sol que se eleva indiferentemente  sobre todas las cosas y da calor a la Naturaleza entera, el amor divino vivifica a todas las almas, sus rayos  penetran a través  de las tinieblas de nuestro egoísmo e iluminará con sus resplandores a todos los corazones humanos, un día gracias al amor, floreceremos hasta quedar reunidos  en una comunión de amor,  en una fraternidad universal.

 Trabajo realizado por Merchita, extraído del libro Después de la Muerte, (León Denis)  y del Sermón de la Montaña (Allan Kardec)

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Divaldo P. Franco

Periódicamente la sociedad se ve sacudida por el sufrimiento colectivo que la hace estallar.


Desastres de diversa índole se apoderan de las multitudes y se descubre que los grupos sociales no están preparados para afrontar los inevitables sucesos, porque forman parte del proceso evolutivo de los seres.


Sísmicos, fenómenos cósmicos, guerras, sequías, inundaciones, pandemias, economía, persecuciones y exterminio suelen estar en el planeta, y los seres humanos son sorprendidos por estas tragedias, entrando en pánico y creando más dificultades en las relaciones, cuando deberían unirse. para resolver mejor las dificultades.

Hoy el mundo sufre la contaminación del Coronavirus con toda su peligrosidad, cobrando vidas, enfermando a las personas y amenazando a la sociedad terrestre, como sucedió en el pasado con otras pandemias de trágica memoria.

Habiendo llamado la atención de la humanidad, en cuanto pudo constatar la capacidad letal del virus, la Organización Mundial de la Salud alertó a las naciones sobre la gravedad de la epidemia, convirtiéndose en pandemia, y sugirió recursos preventivos que no se tomaron en serio. Los países despertaron del letargo, aunque algunos todavía son en vano, teniendo un gran impacto en las criaturas.

La humanidad está en crisis y es fundamental que todos los ciudadanos comprendan la gravedad del momento, superando supersticiones e incredulidades, a fin de detener la propagación de la contaminación que se produce muy fácilmente por el contacto con los pacientes, algunos de los cuales parecen no tener síntomas debidos a su sistema inmunológico.

Ninguna acción recomendada por las autoridades sanitarias, responsables de la preservación de la salud, puede ni debe posponerse bajo ningún pretexto.

Estos rápidos pasos y la cooperación de las personas sin quejas ni antagonismos están facilitando la contaminación no violenta en China, mientras que la falta de aplicación en Italia y España ha provocado la tragedia que se está produciendo. La salud es fundamental para la existencia feliz de los seres humanos y animales. Es un factor esencial para la paz personal y social, facilitando los intercambios entre grupos humanos, comunidades y países.

Sin embargo, también vale la pena considerar que, a pesar de la trágica pandemia en pantalla, las criaturas están regresando a casa, que habían abandonado, a la vida familiar, que prácticamente había desaparecido, a la conducta ética, totalmente abandonada ante los trastornos morales a los que se enfrenta. verdaderas multitudes se habían rendido.

De esta manera, como medidas preventivas, la oración, el retorno a la dignidad, la reconstrucción de la familia, el comportamiento digno brindan salud moral y paz espiritual indispensable para la plenitud.

Divaldo Pereira Franco

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