domingo, 14 de febrero de 2021

Reflexiones sobre la muerte

INQUIETUDES ESPÍRITAS

1.- ¿Por qué el Espiritismo no forma parte de la Ciencia convencional?

2.- Sociabilidad

3.- ¡¡ Es míoo...!!

4.- La Revelación Espírita

5.-Reflexiones sobre la Muerte




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 ¿Por qué el Espiritismo no forma parte de la Ciencia Convencional?


Para responder plenamente esta pregunta necesitaríamos mucho más que un texto en un blog. 

Eso lo hice parte de mi tesis de doctorado de la USP sobre Pedagogía Espírita (publicado después como el libro Pedagogía Espírita, un proyecto brasileño y sus raíces; pero como no todos han leído ese trabajo y como recientemente ese debate salió a la luz a causa de un vídeo de tres minutos, donde se hace una rápida, superficial y parca apreciación del Espiritismo, resolví escribir algo al respecto. Lo primero que debe ser aclarado es que la posible consistencia filosófica y científica del Espiritismo se vio empañada por el movimiento religioso que se creó en Brasil, bastante alejado de la racionalidad y del método de análisis crítico que proponía Kardec, en el abordaje de los fenómenos mediúmnicos. 

Es necesario el esfuerzo de sumergirnos en el pensamiento espírita original, de realizar una lectura bien hecha de los que sucedieron a Kardec, con investigaciones serias a finales del siglo XIX e inicios del siglo XX y después acompañar lo que ha sido intermitentemente investigado a partir de la segunda mitad del siglo XX hasta nuestros días – para pronunciarnos sobre la cuestión propuesta. 

No, Kardec no era un autor positivista a la moda de Augusto Comte. En ningún sentido. El positivismo del siglo XIX era un cientificismo, que pretendía abarcar toda la realidad a través de la ciencia, partiendo además de presupuestos filosóficos materialistas. Demostré en mi tesis que Kardec justamente hace la crítica de ese discurso científico y reduccionista y que su concepción de la ciencia se acerca mucho más a los teóricos contemporáneos como Thomas Kuhn, por ejemplo. Esto porque reconocía que no hay ciencia sin articulación filosófica, como varios filósofos de la ciencia apuntaron en el siglo XX. Tampoco es positivista, porque el positivismo quería la muerte de la filosofía, la muerte de la idea de la trascendencia humana y Augusto Comte jamás realizó hizo una investigación empírica. Él era un teórico. Inventó una narrativa cientificista y una religión sin espiritualidad y sin Dios, de la cual él era el supremo sacerdote. Una figura excéntrica y considerada mediocre por los pensadores contemporáneos. 

El intento, por lo tanto, de clasificar el Espiritismo de positivista es una simplificación ingenua o de mala fe, porque se trata de colocar a Kardec en ese rol pretensiosamente pseudocientífico del que Comte es uno de los representantes más conocidos. 

Lo que Kardec propuso, y realizó, fue un nuevo enfoque metodológico para comprender fenómenos que siempre estuvieron presentes en la historia de la humanidad: percepciones extra-sensoriales, comunicaciones de personas que ya habían muerto y recuerdos de vidas pasadas. En la Grecia antigua tenemos diversas manifestaciones de ese género, como los recuerdos que Pitágoras y Sócrates tenían de otras existencias, como la idea de reencarnación en Platón o aún historias de visitas espirituales en los clásicos de la literatura griega, como la Ilíada y la Odisea. Esto sólo por citar a los griegos, sin mencionar toda la historia del pensamiento humano, en Oriente y en Occidente. 

Según una minuciosa investigación realizada por el antropólogo de Sri Lanka Gananath Obeyesekere en Imagining Karma: Ethical Transformation in Amerindian, Buddhist and Greek Rebirth, la más universal de las ideas acerca de la vida post-muerte es la reencarnación y aparece en todas las culturas de los cinco continentes, sin que haya habido influencias e intercambios entre ellas. La universalidad de una idea no atestigua su verdad, pero al menos nos llama la atención para un análisis respetuoso. La cuestión es que además de esa universalidad y antigüedad tanto de la idea de la reencarnación, como de la comunicación con los espíritus – ambas sosteniendo la inmortalidad del alma – desde el tiempo de Kardec hasta hoy, hay investigadores comprometidos con métodos rigurosos de análisis de los datos, quienes se han pronunciado favorablemente al respecto. Y después de Kardec, la mayoría de los investigadores no estaban relacionados, y a veces ni tenían conocimiento del Espiritismo, mucho menos de ese Espiritismo religioso y acrítico que se estableció en el movimiento brasileño.

 Desde mi punto de vista, la más consistente investigación que viene confirmando la teoría de la reencarnación, como fue propuesta por Kardec, es la de Ian Stevenson y de sus asociados y sucesores. Más de 2.500 casos de recuerdos espontáneos de niños acerca de supuestas vidas pasadas, observadas con metodología bastante rigurosa, incluyendo los casos con marcas de nacimiento, no explicables por la herencia, pero que corresponden exactamente a la causa de la muerte de la personalidad anterior, que el niño dice haber sido, cuya comprobación se encuentra en el certificado de defunción y en la autopsia de dicha personalidad… 

Los fenómenos de casi-muerte, de poltergeist, de telepatía, de clarividencia… todo ya fue objeto de investigaciones serias con resultados y evidencias bastante prometedoras, que nos llevan a las mismas conclusiones que Kardec en el siglo XIX, quien tenía sus limitaciones del momento histórico, para lograr una investigación con el rigor que podemos desarrollar hoy. Yo misma participé, como médium estudiada, en una interesante investigación liderada por Julio Peres, doctor en Neurociencias por la USP, Alexander Moreira-Almeida, doctor en Medicina por la USP y por Andrew Newberg, doctor e investigador norteamericano especializado en neuroimagen, de la Universidad de Pensilvania ¿Por qué entonces el Espiritismo no es parte de la ciencia convencional? Porque estas evidencias hieren paradigmas muy arraigados, así que hay que negarlas, aislarlas, cerrar los ojos y ridiculizarlas. Ellas hieren tanto el paradigma materialista reinante en las universidades, que es un paradigma puramente ideológico, como hiere el fundamentalismo de las religiones institucionales, que se asustan con el desvendar de la vida post-muerte como algo natural, lo que les quitaría completamente la función de mediadoras, que controlan el peaje hacia el cielo. La idea de la reencarnación implica una moralidad que los materialistas no quieren aceptar en su relativismo ético e implica una emancipación del individuo como dueño espiritual de sí mismo, que las religiones institucionales tampoco quieren integrar en su visión del Más Allá. Además, sabemos hoy – Noam Chomski y otros denuncian esto de forma bastante convincente – cuánto la ciencia atiende a intereses económicos, militaristas, de facciones. Entonces no siempre (¿o raramente?) hay exención en la llamada ciencia convencional. Sin embargo, esa fue una de las mejores contribuciones que Thomas Kuhn le dio a la filosofía de la ciencia, demostrando que los paradigmas de una determinada comunidad científica no están compuestos solamente de evidencias, sino de visiones de mundo que son sociales, históricas y subjetivas…

 Los espíritas brasileños, con su discurso cerrado, en su mayoría con una visión estrecha, tampoco contribuyeron para que el Espiritismo saliera de su gueto y alcanzara la universidad – pero ese es un hecho que está siendo revertido, porque investigadores serios como los citados arriba y otros, que forman parte de grupos de investigación en Brasil y allá afuera, vinieron del movimiento espírita, pero se deshicieron de las amarras meramente religiosas y se están dedicando a abrir un nuevo sendero de abordaje metodológico de los fenómenos, que evidencian que sobrevivimos a la muerte y que el Espíritu es inmortal. Ellos prestan sus manos a otros investigadores, que no vinieron de la comunidad espírita, pero también están comprometidos con ese descubrimiento del Espíritu. La verdad no es espírita, budista, católica o atea: ella es sólo la verdad, objetiva, palpable y puede ofrecer evidencias, si queremos verlas. 


Escrito por Dora Incontri  educadora, periodista, poetisa y escritora brasileña; autora de más de 40 obras publicadas, entre ellas libros didácticos de filosofía. Doctora y post-doctora en Historia y Filosofía de la Educación por la Universidad de São Paulo. También es coordinadora de la Asociación Brasileña de Pedagogía Espírita. Estudiosa del educador Johann Heinrich Pestalozzi en Brasil y también una notoria estudiosa de su discípulo Allan Kardec, fundador del Espiritismo.

 Art. extraído y extractado  de Zona Espírita

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                    Sociabilidad


“El hombre es un animal social”, ya lo decía, con acierto, un famoso pensador de la Antigüedad, queriendo significar con eso que él fue creado para vivir, o mejor, convivir con sus semejantes. La sociabilidad es instintiva y obedece a un imperativo categórico de la ley del progreso que rige a la Humanidad. Es que Dios, en Sus sabios designios, no nos hizo perfectos, nos hizo perfectibles; así para alcanzar la perfección a la que estamos destinados, todos necesitamos unos de los otros, pues no hay cómo desarrollar y modelar nuestras facultades intelectuales y morales si no en la convivencia social, en esa permuta constante de afectos, conocimientos y experiencias, sin la cual la suerte de nuestro espíritu sería el embrutecimiento y la debilitación.

Siendo el fin supremo de la sociedad promover el bienestar y la felicidad de todos los que la componen, para que tal sea alcanzado hay necesidad de que cada uno de nosotros observe ciertas reglas de procedimiento dictadas por la Justicia y por la Moral, absteniéndose de todo lo que las pueda destruir.

En efecto, el buen orden en la sociedad depende de las virtudes humanas. A medida que nos fuéramos esclareciendo, tomando conciencia de nuestros deberes para con nosotros mismos (amor al trabajo, sentido de la responsabilidad, temperancia, control emocional, etc.) y para con la comunidad de la que formamos parte integrante (cortesía, desprendimiento, generosidad, honradez, lealtad, tolerancia, espíritu público, etc.), cumpliéndolos al pie de la letra, menores y menos frecuentes se irán volviendo los temores y los conflictos que nos afligen; más estable será la paz y más deleitable la armonía que deben reinar en nuestro seno.

Además de eso, para que la sociedad funcione y pueda corresponder a su finalidad, existe otro principio que necesita, también, ser observado: el de la autoridad. En el menor tipo de sociedad que se conoce, el hogar, por ejemplo, si aquél que la debe ejercer, el jefe de familia, no recibe por parte de la mujer y de los hijos el acatamiento y la obediencia debidos, la anarquía toma cuenta de la casa, con serios perjuicios para todos los familiares. En la sociedad civil sucede lo mismo. Si los individuos y los grupos no dieran correcta atención a las normas trazadas por el gobierno (que de ellos recibió delegación de poderes para dirigir los destinos del Estado), antes las infrinjan o desobedezcan, el desorden no tardará en hacerse señor de la situación, resultando nulas las medidas propuestas en el sentido del progreso social.

Uno y otro – jefe de familia y gobierno – no deben, sin embargo, extralimitar sus funciones, sea imponiendo una sobrecarga de obligaciones a los que estén subordinados a su jurisdicción, sea frustrándoles el gozo de sus derechos individuales, porque eso, entonces, ya no sería autoridad, sino tiranía y despotismo. Estos conceptos, ampliados, son válidos igualmente para la sociedad natural, formada por el concierto de las naciones, cuyos miembros deben respetarse y auxiliarse mutuamente, haciendo todo por la concordia entre los pueblos y la prosperidad universal, porque, siendo interdependientes, siempre que algunos componentes del cosmos social entren en guerra o se vean comprometidos con crisis económicas, todos habremos, de una forma o de otra, sufrir sus perjudiciales consecuencias.

Ya que la vida social es una necesidad general, ¿qué pensar de aquellos que se aíslan completamente, huyendo (según dicen) al pernicioso contacto del mundo? Por la Doctrina Espírita, tal procedimiento revela una fuerte dosis de egoísmo y sólo merece reprobación, ya que “no puede agradar a Dios una vida por la cual el hombre se condena a no ser útil a nadie”.

Ya aquellos que se apartan del bullicio ciudadano, buscando en el retiro la tranquilidad reclamada por cierta naturaleza de ocupación, así los que se recogen en determinadas instituciones cerradas para dedicarse, amorosamente, al socorro de los desgraciados, obviamente, aunque estén apartados de la convivencia social, prestan excelentes servicios a la sociedad, adquiriendo doble mérito, por cuanto, además de la renuncia a las satisfacciones mundanas, tienen a su favor la práctica de las leyes del trabajo y de la caridad cristiana. (Cap. VII, preg. 766 y siguientes)

Rodofo Calligaris
Extraído del libro «Las leyes morales Según la Filosofía Espírita»



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                                       ¡¡ Es miooo...!!



                                              
Alguien tenía una pequeña conversación dentro de mi pensamiento y me preguntaba…:

¿De quien es este reloj?...

-¡Pues de quien va a ser!... mio contesté yo.

Y el coche que tienes en el almacén, ¿de quién es?...

-¡También es mió!...

¿No me dirás que el ordenador también es tuyo?...

-¡Pues claro! Estas cosas las he comprado y son mías.

¿Entonces me dirás que la casa la has comprado  y que también es tuya?...

-Pues sí, aunque parezca raro así es.

-Entonces tu cuerpo, ¿de quien es? Quizá me dirás que también es tuyo, que lo has comprado a un precio caro.

-Durante unos momentos no supe que responder, ya que no sabia a quién pertenecía mi cuerpo, mas pronto vislumbré que el cuerpo era mió, ya que Dios me lo había dado para mi evolución, por lo tanto, con mi cuerpo mandaba yo, y podía hacer con él lo que yo quisiera.

-Entonces, cuando tienes una enfermedad y tu no la puedes curar, ¿Quién manda en él?... cuando tu cuerpo desfallece, ¿Por qué no mandas en él y le exiges que continúe?... No seria más correcto el pensar que Dios te ha prestado tu cuerpo para tu evolución, y que cuando el cuerpo termina su misión vuelve al punto que partió. El cuerpo no es tuyo, ya que al fallecer, ¿podrías continuar haciendo uso de él? Mas no es así, o sea, el cuerpo no te pertenece, tan solo es una herramienta prestada para tu propia evolución.

Tenemos ya como punto de partida, que tu tienes algo que no te pertenece y que tan solo está prestado…

- Pero este simple reloj… ¿si que será mió?

¿Con que has comprado el reloj?

- ¡Con que va a ser!... con dinero

¿Y el dinero… de quién es?...

- ¡De nuestra nación!

¿Y tu nación, de quién es?

-Parece ser que no puedo tener ni un simple reloj.

-Ahora recuerdo que antes me habías citado que el coche era tuyo.

-Esto no me lo podréis negar, ya que ha sido ganado limpiamente con el sudor de mi frente.

-Yo no te llevo la contraria, solo citaré una anécdota, que este simple caso ocurre muchas veces…

Un señor va con toda a ilusión a comprarse el mejor coche que existe en el mercado, pero le dice al comerciante… ¡quiero que sea también el mas seguro! Le piden mucho dinero, y él paga muy gustosamente. Se pone en carretera y piensa ¡Cuánto trabajo he tenido que realizar! ¡Cuánto he tenido que ahorrar! Pero al fin podré gozar de la libertad, de la velocidad, de la seguridad… En unos momentos suena el móvil y atiende la llamada, esta se hace extensa y se olvida del vehículo. En una pequeña distracción, concentrado con la conversación del teléfono, se le acerca una curva muy cerrada  en la cual no le es posible mantener su vehículo… la libertad, la velocidad, la seguridad, todo se pierde en unos instantes. El cuerpo queda aprisionado en un montón de chatarra. El Espíritu vuela al más allá, observando como aquella ilusión se desvanecía, dándose cuenta, que aquel hermoso coche, vuelve a su punto de origen. Mi pregunta es la siguiente… ¿Por qué no se lleva este señor lo que le pertenece? ¿Por qué ha de dejarlo todo aquí?... Porque todo es de Dios, a Él todo le pertenece.

-Entonces… ¿mi casa de quién es? Pregunto dentro de la duda.

-La habrás podido comprar, o quizá la hayas heredado de tus familiares, quizá tus hijos la heredarán de ti, pero la casa continuará estando aquí, se reformará, se restaurará, pero como toda materia, tiene su principio y su fin.

-O sea, ¡que me está diciendo que ni la casa es mía!

-Pues no, todo pertenece a Dios.

-Aquí existe un error, puesto que si yo no trabajo, no gano dinero, y si no gano dinero, nadie vendrá a darme absolutamente nada.

No, así no es, tú trabaja honradamente, que Dios ya te irá dando aquello que te haga falta en su momento oportuno.

Cuando el matrimonio compra una casa y va al notario para arreglar la escritura y os pregunta… ¿A nombre de quién ponemos la casa?......... Responded siempre…. “A nombre de Dios”.

Escrito por: José Modesto Garcia

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               Revelación espirita


La primera revelación estuvo personificada por Moisés. La segunda por Cristo. La tercera, por nadie en especial. Las dos primeras son individuales, la tercera es colectiva, y ésta es una característica esencial de gran importancia. Es colectiva porque no se hizo a nadie en particular, no hay un profeta exclusivo. La revelación fue hecha simultáneamente en infinidad de lugares, a millones de personas de diferentes edades y posición social, sin excluir al humilde ni al poderoso y conforme con la profecía del autor de los Hechos de los Apóstoles, 2:17:
Y en los postreros días, dice Dios,
Derramaré de mi espíritu sobre toda carne,
Y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán,
Vuestros jóvenes verán visiones,
Y vuestros ancianos soñarán sueños.

Para poder oficiar un día de lazo de unión de todos, la revelación no surgió de ningún culto en especial En el gran movimiento de ideas que se prepara mediante el Espiritismo, y que ya se comienza a operar, nuestro papel personal es el del observador atento que estudia los hechos para encontrar la causa y sacar conclusiones. Hemos confrontado todo el material que pudimos reunir, hemos comparado y comentado las instrucciones dadas por los espíritus en diferentes lugares del planeta, y, finalmente, coordinamos metódicamente la totalidad de los hechos.

 Resumiendo, estudiamos y revelamos al público el fruto de nuestras investigaciones, sin atribuir a nuestros trabajos otro valor que el de una obra filosófica, producto de la observación y de la experiencia, sin considerarnos líderes del movimiento y sin pretender imponer nuestras ideas a nadie. Al publicarlas, hemos hecho uso de un derecho común. Quienes las han aceptado lo han hecho libremente. Si estas ideas encontraron numerosos adeptos es, sin duda, porque responden a las esperanzas de muchos, pero no por ello nos envanecemos, ya que el origen de la Doctrina no nos pertenece. La perseverancia y la devoción a la causa que hemos abrazado son nuestros únicos méritos. Hemos actuando como lo hubieran hecho otros, razón por la cual jamás pretendimos jugar al profeta o al mesías, y menos aún, considerarnos tales.

[Nota. de Allan Kardec.]
(Tomado del libro el génesis las profecías y los milagros de Jesús) de ALLAN KARDEC

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                      Reflexiones  sobre  la  muerte

                                                      


" En el instante de la muerte a algunos espíritus les resulta fácil separarse de su cuerpo físico. Otros necesitan que los ayuden activamente para la transición. Algunos muy materialistas tienen un periespíritu muy pesado y les será más difícil separarse de su cuerpo físico ya inservible”.

( Idea  común de diversos espíritus )

        Si nos paramos a meditar lo que es la vida y la muerte,  podemos llegar a la  comprensión de que  la  muerte solo es un espejismo o ilusión más en el contesto general de la vida humana, como casi todo lo que nos rodea en el mundo material.  

 Voy a tratar de  aclarar esta afirmación.   Este suceso natural  que nos afecta a todos los seres vivos de la Naturaleza, considerado  en su más amplio sentido, no existe en realidad; se trata solamente de  una apariencia física en la que muere solo la parte material  del Ser humano, que es materia que se queda en la materia. El ser humano muerto ( su cadáver), es lo que las personas  vemos y palpamos, pero no es el Ser en sí mismo, pues el Ser no es materia, solo energía, y la energía no puede morir, si acaso se transforma. Nos parece como un cascarón de huevo vacío. Entonces, en realidad el ser querido no murió, no desapareció; si acaso solo su forma física y material con las que se desenvolvía entre nosotros, pero no así su Esencia, que siendo energía (psíquica), no puede morir.

 La muerte, sin embargo, es causa de dolor y tristeza en las personas que aman al ser querido que ha  fallecido, pues con el Amor se suelen mezclar  los apegos, y el dolor natural que sienten los que quedan, más que por la muerte del que se ha ido, muchas veces es por la pérdida  del mismo, al que saben que ya no lo volverán a ver en este mundo; por eso se dice que algo se muere en el alma cuando  alguien querido se  va, y ese algo lo notamos por  la sensación de nostalgia y de tristeza que nos queda a los vivos tras esa  separación natural.

 La muerte sabemos que  solamente supone un cambio en la modalidad de Vida del Ser, porque realmente nada muere: el Ser, como todo en la Naturaleza,  experimenta a lo largo de su historia continuos cambios en sus formas de existir. La Vida del Ser es eterna y en su transformación evolutiva ascendente, atraviesa  múltiples etapas, fases y modalidades.

 Hay quien  argumenta en contra de la inmortalidad del alma humana, afirmando que el Ser humano, como todo en la Naturaleza, se destruye y disuelve tras su muerte; sin embargo, ni tan siquiera el cuerpo  de materia podríamos afirmar  que muere, porque el cuerpo  por sí solo no es ningún Ser que pueda finalizar.  Si lo pensamos fríamente, veremos que, al fin y al cabo, el cuerpo carnal es tan solo   una extraordinaria máquina formada por millones de células con vitalidad. Para morir o finalizar algo, primero tiene  existir por sí mismo como entidad propia, y el único Ser o Entidad  que  en realidad existe en el cuerpo carnal, es el Espíritu, y cuando por el proceso de la muerte  abandona  el cuerpo, este  deja de funcionar al desvitalizarse sus células y disgregarse para su reintegración en la Naturaleza,  pero  insisto: no mueren los cuerpos, porque el cuerpo por si solo no es nadie ni es nada, tan solo un montón de carne y huesos sin fundamento de existencia por sí solos, tal vez por eso se desintegran  tras el fenómeno de la muerte, y  la Naturaleza  dispone que se reintegren  al reino mineral  las sales minerales que componían sus piezas orgánicas  de donde un día fueron tomadas a través de  la alimentación  de ese  cuerpo de materia, que acompañó al espíritu  durante su andadura  humana.

  La realidad permanente de la muerte del ser humano, nos lleva a meditar sobre los por que de nuestra existencia y sobre el sentido que tiene la vida.

    La persona espiritualmente adelantada, vislumbra que en  realidad  existen dos categorías de “muertos”: los que ya han dejado su vestimenta carnal y ya no están entre nosotros, y los que todavía  están  deambulando en este mundo, como autómatas, pero están muertos para la vida espiritual, pues solo viven una vida material como lo hace cualquier animal.  Para el mundo, “muertos” son los que dejaron la carne de su cuerpo, y una vez desaparecido este ,-dejando credos religiosos aparte-, ya consideran perdido para siempre al Ser que se fue, aunque  no se sabe muy a donde…. Sin embargo para nosotros, como dijo Jesús de Nazaret, muertos son los que viven inmersos en la materia alejados de la primitiva vida del espíritu, que es vivir ligados a la Voluntad Divina y al Amor del Padre.  Los muertos en este caso son muchas veces las personas que habitan este mundo atrapados en la materia y en los vicios, pero que no están vivos para el Mundo Espiritual., pudiendo ser llamados  “vivos- muertos” y  cuando después de  la muerte del cuerpo dejan la materia, se les podría llamar con razón, los muertos, pues  ya estaban espiritualmente muertos cuando estaban en este mundo, y después siguen muertos también para la vida espiritual, hasta que por misericordia Divina y por imperativos de la ley de Evolución, se les ofrece una nueva oportunidad de existencia terrestre.  Sin embargo los  vivos en cuanto a vivir una vida espiritual de relación con Dios, cuando pasan  al más allá   continúan viviendo plenamente  felices en los planos y mundos  de Luz; a estos  por el contrario se les podría llamar  “muertos-vivos”, o sea muertos aquí, pero bien vivos y felices allá, en la otra dimensión.

  Por lo analizado en el punto anterior, ya comprendemos que el sentido básico de nuestra vida es el de aprender y madurar espiritualmente con la experiencia de cada día y esto  lo hacemos inmersos en la Ley de Consecuencias, cosechando de aquello que antes sembramos voluntariamente  mientras con nuestras actuaciones de ahora,  vamos a su vez  sembrando el bien o los errores que deberemos continuar  cosechando en el futuro.

   De lo expuesto también se deduce que tiene mucha más importancia el mantener una vida espiritual consciente y  provechosa, haciendo el bien a los demás, evolucionando y aprendiendo cada vez más lo que afecta al espíritu  y sobre todo esforzándonos por ser cada vez mejores personas, aceptando la Voluntad Divina del Padre, plenamente conscientes de Su Amor,  en lugar de una vida a semejanza con cualquier ser del reino animal, apegados al medio físico y solamente a todo lo que sea material, sin otro horizonte que satisfacer las apetencias  corporales para esta vida  que el medio físico nos reclama.

  En la medida en que la Humanidad vaya teniendo más claro  este tema tabú de la muerte, tan importante y trascendente,  el temor a la misma se irá perdiendo.

   El experimentar nostalgia por la separación de los Seres queridos  es humanamente normal y natural, porque las separaciones de seres queridos siempre duelen,  pero eso no justifica la desesperación ni el llanto exagerado,  porque el conocimiento espiritual o la fe religiosa  nos  deben aportar  la seguridad y la  certeza de que antes o después habrá un reencuentro con el  Ser que se fue primero .

- Jose Luis Martín-

 “Es mejor el día de la muerte que el día del nacimiento”-  (Eclesiastes 7:1)-                   


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