INQUIETUDES ESPÍRITAS
1.- ¿Por qué el Espiritismo no forma parte de la Ciencia convencional?
2.- Sociabilidad
3.- ¡¡ Es míoo...!!
4.- La Revelación Espírita
5.-Reflexiones sobre la Muerte
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¿Por qué el Espiritismo no forma parte de la Ciencia Convencional?
Para responder plenamente esta pregunta necesitaríamos mucho más que un texto en un blog.
Eso lo hice parte de mi tesis de doctorado de la USP sobre Pedagogía Espírita (publicado después como el libro Pedagogía Espírita, un proyecto brasileño y sus raíces; pero como no todos han leído ese trabajo y como recientemente ese debate salió a la luz a causa de un vídeo de tres minutos, donde se hace una rápida, superficial y parca apreciación del Espiritismo, resolví escribir algo al respecto. Lo primero que debe ser aclarado es que la posible consistencia filosófica y científica del Espiritismo se vio empañada por el movimiento religioso que se creó en Brasil, bastante alejado de la racionalidad y del método de análisis crítico que proponía Kardec, en el abordaje de los fenómenos mediúmnicos.
Es necesario el esfuerzo de sumergirnos en el pensamiento espírita original, de realizar una lectura bien hecha de los que sucedieron a Kardec, con investigaciones serias a finales del siglo XIX e inicios del siglo XX y después acompañar lo que ha sido intermitentemente investigado a partir de la segunda mitad del siglo XX hasta nuestros días – para pronunciarnos sobre la cuestión propuesta.
No, Kardec no era un autor positivista a la moda de Augusto Comte. En ningún sentido. El positivismo del siglo XIX era un cientificismo, que pretendía abarcar toda la realidad a través de la ciencia, partiendo además de presupuestos filosóficos materialistas. Demostré en mi tesis que Kardec justamente hace la crítica de ese discurso científico y reduccionista y que su concepción de la ciencia se acerca mucho más a los teóricos contemporáneos como Thomas Kuhn, por ejemplo. Esto porque reconocía que no hay ciencia sin articulación filosófica, como varios filósofos de la ciencia apuntaron en el siglo XX. Tampoco es positivista, porque el positivismo quería la muerte de la filosofía, la muerte de la idea de la trascendencia humana y Augusto Comte jamás realizó hizo una investigación empírica. Él era un teórico. Inventó una narrativa cientificista y una religión sin espiritualidad y sin Dios, de la cual él era el supremo sacerdote. Una figura excéntrica y considerada mediocre por los pensadores contemporáneos.
El intento, por lo tanto, de clasificar el Espiritismo de positivista es una simplificación ingenua o de mala fe, porque se trata de colocar a Kardec en ese rol pretensiosamente pseudocientífico del que Comte es uno de los representantes más conocidos.
Lo que Kardec propuso, y realizó, fue un nuevo enfoque metodológico para comprender fenómenos que siempre estuvieron presentes en la historia de la humanidad: percepciones extra-sensoriales, comunicaciones de personas que ya habían muerto y recuerdos de vidas pasadas. En la Grecia antigua tenemos diversas manifestaciones de ese género, como los recuerdos que Pitágoras y Sócrates tenían de otras existencias, como la idea de reencarnación en Platón o aún historias de visitas espirituales en los clásicos de la literatura griega, como la Ilíada y la Odisea. Esto sólo por citar a los griegos, sin mencionar toda la historia del pensamiento humano, en Oriente y en Occidente.
Según una minuciosa investigación realizada por el antropólogo de Sri Lanka Gananath Obeyesekere en Imagining Karma: Ethical Transformation in Amerindian, Buddhist and Greek Rebirth, la más universal de las ideas acerca de la vida post-muerte es la reencarnación y aparece en todas las culturas de los cinco continentes, sin que haya habido influencias e intercambios entre ellas. La universalidad de una idea no atestigua su verdad, pero al menos nos llama la atención para un análisis respetuoso. La cuestión es que además de esa universalidad y antigüedad tanto de la idea de la reencarnación, como de la comunicación con los espíritus – ambas sosteniendo la inmortalidad del alma – desde el tiempo de Kardec hasta hoy, hay investigadores comprometidos con métodos rigurosos de análisis de los datos, quienes se han pronunciado favorablemente al respecto. Y después de Kardec, la mayoría de los investigadores no estaban relacionados, y a veces ni tenían conocimiento del Espiritismo, mucho menos de ese Espiritismo religioso y acrítico que se estableció en el movimiento brasileño.
Desde mi punto de vista, la más consistente investigación que viene confirmando la teoría de la reencarnación, como fue propuesta por Kardec, es la de Ian Stevenson y de sus asociados y sucesores. Más de 2.500 casos de recuerdos espontáneos de niños acerca de supuestas vidas pasadas, observadas con metodología bastante rigurosa, incluyendo los casos con marcas de nacimiento, no explicables por la herencia, pero que corresponden exactamente a la causa de la muerte de la personalidad anterior, que el niño dice haber sido, cuya comprobación se encuentra en el certificado de defunción y en la autopsia de dicha personalidad…
Los fenómenos de casi-muerte, de poltergeist, de telepatía, de clarividencia… todo ya fue objeto de investigaciones serias con resultados y evidencias bastante prometedoras, que nos llevan a las mismas conclusiones que Kardec en el siglo XIX, quien tenía sus limitaciones del momento histórico, para lograr una investigación con el rigor que podemos desarrollar hoy. Yo misma participé, como médium estudiada, en una interesante investigación liderada por Julio Peres, doctor en Neurociencias por la USP, Alexander Moreira-Almeida, doctor en Medicina por la USP y por Andrew Newberg, doctor e investigador norteamericano especializado en neuroimagen, de la Universidad de Pensilvania ¿Por qué entonces el Espiritismo no es parte de la ciencia convencional? Porque estas evidencias hieren paradigmas muy arraigados, así que hay que negarlas, aislarlas, cerrar los ojos y ridiculizarlas. Ellas hieren tanto el paradigma materialista reinante en las universidades, que es un paradigma puramente ideológico, como hiere el fundamentalismo de las religiones institucionales, que se asustan con el desvendar de la vida post-muerte como algo natural, lo que les quitaría completamente la función de mediadoras, que controlan el peaje hacia el cielo. La idea de la reencarnación implica una moralidad que los materialistas no quieren aceptar en su relativismo ético e implica una emancipación del individuo como dueño espiritual de sí mismo, que las religiones institucionales tampoco quieren integrar en su visión del Más Allá. Además, sabemos hoy – Noam Chomski y otros denuncian esto de forma bastante convincente – cuánto la ciencia atiende a intereses económicos, militaristas, de facciones. Entonces no siempre (¿o raramente?) hay exención en la llamada ciencia convencional. Sin embargo, esa fue una de las mejores contribuciones que Thomas Kuhn le dio a la filosofía de la ciencia, demostrando que los paradigmas de una determinada comunidad científica no están compuestos solamente de evidencias, sino de visiones de mundo que son sociales, históricas y subjetivas…
Los espíritas brasileños, con su discurso cerrado, en su mayoría con una visión estrecha, tampoco contribuyeron para que el Espiritismo saliera de su gueto y alcanzara la universidad – pero ese es un hecho que está siendo revertido, porque investigadores serios como los citados arriba y otros, que forman parte de grupos de investigación en Brasil y allá afuera, vinieron del movimiento espírita, pero se deshicieron de las amarras meramente religiosas y se están dedicando a abrir un nuevo sendero de abordaje metodológico de los fenómenos, que evidencian que sobrevivimos a la muerte y que el Espíritu es inmortal. Ellos prestan sus manos a otros investigadores, que no vinieron de la comunidad espírita, pero también están comprometidos con ese descubrimiento del Espíritu. La verdad no es espírita, budista, católica o atea: ella es sólo la verdad, objetiva, palpable y puede ofrecer evidencias, si queremos verlas.
Escrito por Dora Incontri educadora, periodista, poetisa y escritora brasileña; autora de más de 40 obras publicadas, entre ellas libros didácticos de filosofía. Doctora y post-doctora en Historia y Filosofía de la Educación por la Universidad de São Paulo. También es coordinadora de la Asociación Brasileña de Pedagogía Espírita. Estudiosa del educador Johann Heinrich Pestalozzi en Brasil y también una notoria estudiosa de su discípulo Allan Kardec, fundador del Espiritismo.
Art. extraído y extractado de Zona Espírita
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Sociabilidad
“El hombre es un animal social”, ya lo decía, con acierto, un famoso pensador de la Antigüedad, queriendo significar con eso que él fue creado para vivir, o mejor, convivir con sus semejantes. La sociabilidad es instintiva y obedece a un imperativo categórico de la ley del progreso que rige a la Humanidad. Es que Dios, en Sus sabios designios, no nos hizo perfectos, nos hizo perfectibles; así para alcanzar la perfección a la que estamos destinados, todos necesitamos unos de los otros, pues no hay cómo desarrollar y modelar nuestras facultades intelectuales y morales si no en la convivencia social, en esa permuta constante de afectos, conocimientos y experiencias, sin la cual la suerte de nuestro espíritu sería el embrutecimiento y la debilitación.
Siendo el fin supremo de la sociedad promover el bienestar y la felicidad de todos los que la componen, para que tal sea alcanzado hay necesidad de que cada uno de nosotros observe ciertas reglas de procedimiento dictadas por la Justicia y por la Moral, absteniéndose de todo lo que las pueda destruir.
En efecto, el buen orden en la sociedad depende de las virtudes humanas. A medida que nos fuéramos esclareciendo, tomando conciencia de nuestros deberes para con nosotros mismos (amor al trabajo, sentido de la responsabilidad, temperancia, control emocional, etc.) y para con la comunidad de la que formamos parte integrante (cortesía, desprendimiento, generosidad, honradez, lealtad, tolerancia, espíritu público, etc.), cumpliéndolos al pie de la letra, menores y menos frecuentes se irán volviendo los temores y los conflictos que nos afligen; más estable será la paz y más deleitable la armonía que deben reinar en nuestro seno.
Además de eso, para que la sociedad funcione y pueda corresponder a su finalidad, existe otro principio que necesita, también, ser observado: el de la autoridad. En el menor tipo de sociedad que se conoce, el hogar, por ejemplo, si aquél que la debe ejercer, el jefe de familia, no recibe por parte de la mujer y de los hijos el acatamiento y la obediencia debidos, la anarquía toma cuenta de la casa, con serios perjuicios para todos los familiares. En la sociedad civil sucede lo mismo. Si los individuos y los grupos no dieran correcta atención a las normas trazadas por el gobierno (que de ellos recibió delegación de poderes para dirigir los destinos del Estado), antes las infrinjan o desobedezcan, el desorden no tardará en hacerse señor de la situación, resultando nulas las medidas propuestas en el sentido del progreso social.
Uno y otro – jefe de familia y gobierno – no deben, sin embargo, extralimitar sus funciones, sea imponiendo una sobrecarga de obligaciones a los que estén subordinados a su jurisdicción, sea frustrándoles el gozo de sus derechos individuales, porque eso, entonces, ya no sería autoridad, sino tiranía y despotismo. Estos conceptos, ampliados, son válidos igualmente para la sociedad natural, formada por el concierto de las naciones, cuyos miembros deben respetarse y auxiliarse mutuamente, haciendo todo por la concordia entre los pueblos y la prosperidad universal, porque, siendo interdependientes, siempre que algunos componentes del cosmos social entren en guerra o se vean comprometidos con crisis económicas, todos habremos, de una forma o de otra, sufrir sus perjudiciales consecuencias.
Ya que la vida social es una necesidad general, ¿qué pensar de aquellos que se aíslan completamente, huyendo (según dicen) al pernicioso contacto del mundo? Por la Doctrina Espírita, tal procedimiento revela una fuerte dosis de egoísmo y sólo merece reprobación, ya que “no puede agradar a Dios una vida por la cual el hombre se condena a no ser útil a nadie”.
Ya aquellos que se apartan del bullicio ciudadano, buscando en el retiro la tranquilidad reclamada por cierta naturaleza de ocupación, así los que se recogen en determinadas instituciones cerradas para dedicarse, amorosamente, al socorro de los desgraciados, obviamente, aunque estén apartados de la convivencia social, prestan excelentes servicios a la sociedad, adquiriendo doble mérito, por cuanto, además de la renuncia a las satisfacciones mundanas, tienen a su favor la práctica de las leyes del trabajo y de la caridad cristiana. (Cap. VII, preg. 766 y siguientes)
Rodofo Calligaris
Extraído del libro «Las leyes morales Según la Filosofía Espírita»
Revelación espirita
Reflexiones sobre la muerte
" En el instante de la muerte a algunos espíritus les resulta fácil separarse de
su cuerpo físico. Otros necesitan que los ayuden activamente para la
transición. Algunos muy materialistas tienen un periespíritu muy pesado y les
será más difícil separarse de su cuerpo físico ya inservible”.
( Idea común de diversos espíritus )
La persona espiritualmente adelantada, vislumbra que en realidad
existen dos categorías de “muertos”: los que ya han dejado su vestimenta
carnal y ya no están entre nosotros, y los que todavía están
deambulando en este mundo, como autómatas, pero están muertos para la
vida espiritual, pues solo viven una vida material como lo hace cualquier
animal. Para el mundo, “muertos” son los
que dejaron la carne de su cuerpo, y una vez desaparecido este ,-dejando credos
religiosos aparte-, ya consideran perdido para siempre al Ser que se fue,
aunque no se sabe muy a donde…. Sin
embargo para nosotros, como dijo Jesús de Nazaret, muertos son los que
viven inmersos en la materia alejados de la primitiva vida del espíritu, que es
vivir ligados a la Voluntad Divina y al Amor del Padre. Los muertos en este caso son muchas veces las
personas que habitan este mundo atrapados en la materia y en los vicios, pero
que no están vivos para el Mundo Espiritual., pudiendo ser llamados “vivos- muertos” y cuando después de la muerte del cuerpo dejan la materia, se les
podría llamar con razón, los muertos, pues
ya estaban espiritualmente muertos cuando estaban en este mundo, y
después siguen muertos también para la vida espiritual, hasta que por misericordia
Divina y por imperativos de la ley de Evolución, se les ofrece una nueva
oportunidad de existencia terrestre. Sin
embargo los vivos en cuanto a vivir una
vida espiritual de relación con Dios, cuando pasan al más allá
continúan viviendo plenamente
felices en los planos y mundos de
Luz; a estos por el contrario se les
podría llamar “muertos-vivos”, o sea
muertos aquí, pero bien vivos y felices allá, en la otra dimensión.
- Jose Luis Martín-
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