martes, 16 de febrero de 2021

¿La injusta muerte del justo?

    INQUIETUDES  ESPÍRITAS

1.- Judas         

2.- Obsesiones y Vicios

3.- Parte de un comunicado espiritual

4.- Contra la Guerra

5.- ¿La injusta muerte del justo?



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                           Judas Iscariote


En las márgenes calladas del Jordán, tal vez no lejos del lugar sagrado, donde el Precursor bautizó a Jesucristo, divisé a un hombre sentado sobre una piedra. De su expresión fisonómica se irradiaba una simpatía cautivante.

-¿Sabes quién es éste?- murmuró alguien a mis oídos. –Éste es Judas.

-¡¿Judas?!...

- Sí. Los Espíritus aprecian, no obstante el progreso que ya alcanzó, volviendo atrás, visitando los sitios donde se engrandecieron o prevaricaron, sintiéndose momentáneamente transportados a los tiempos pasados. Entonces sumergen el pensamiento en el pasado, regresando al presente, dispuestos al heroísmo necesario del futuro. Judas acostumbra a venir a la Tierra, en los días en que se conmemora la Pasión de Nuestro Señor, meditando en sus actos de antaño…

Aquella figura de hombre me magnetizaba. Yo no estoy aún libre de la curiosidad del reportero, mas entre mis maldades de pecador y la perfección de Judas existía un abismo. Pero, mi atrevimiento a la santa humildad de su corazón, se unieron para que yo lo acaparase, procurando oírlo.

-¿Realmente, es usted el ex hijo de Iscariote?

-Sí, soy Judas –respondió aquel hombre triste, enjugando una lágrima en los dobleces de su larga túnica.

Como el Jeremías, de las lamentaciones, contemplo a veces esta Jerusalén arruinada, meditando en el juicio de los hombres transitorios…

-¿Es verdad cuanto reza del Nuevo Testamento con respecto a su personalidad en la tragedia de la condenación de Jesús?

-En parte… Los Escribas que redactaron los Evangelios, no atendieron a las circunstancias y a las intrigas políticas que predominaron por encima de mis actos en la nefasta crucifixión. Poncio Pilatos y en el tetrarca de Galilea, además de sus intereses individuales en la cuestión, aun tenían a su cargo salvaguardar los intereses del Estado romano, empeñado en satisfacer las aspiraciones religiosas de los ancianos judíos. Siempre la misma historia. El Sanedrín deseaba el reino de los cielos peleando por Jehová, a hierro y fuego; Roma quería el reino de la Tierra. Jesús estaba entre esas fuerzas antagónicas con su pureza inmaculada. Ahora bien, yo era uno de los apasionados por las ideas socialistas del Maestro, pero mi excesivo celo por la doctrina, me izo sacrificar a su fundador. Por encima de los corazones, yo veía la política, única arma con la cual podría triunfar y Jesús no obtendría ninguna victoria. Con sus teorías, nunca podría conquistar las redes del poder, ya que, en su manto de pobre, se sentía poseído de un santo horror a la propiedad. Planeé entonces una rebelión sorda como se proyecta hoy en día en la Tierra la caída de un jefe de Estado. El Maestro pasaría a un plano secundario y yo reclutaría colaboradores para una obra vasta y enérgica como la que hizo más tarde Constantino Primero, el Grande, después de vencer a Maxencio a las puertas de Roma, lo cual, por lo demás, apenas sirvió para desvirtuar el Cristianismo. Pues entregando al Maestro a Caifás, no juzgué que las cosas llegasen a un fin tan lamentable y, atormentador de remordimientos, presumí que el suicidio era la única manera de redimirme a sus ojos.

-¿Y llegó a salvarse por el arrepentimiento?

-No. No lo conseguí. El remordimiento es una fuerza preliminar para los trabajos reparadores. Después de mi muerte trágica me hundí en siglos de sufrimientos expiatorios de mis faltas. Sufrí horrores en las persecuciones infligidas en Roma a los adeptos de la doctrina de Jesús, y mis pruebas culminaron en una hoguera inquisitorial, donde, imitando al Maestro, fui traicionado, vendido y usurpado. Víctima de la felonía y de la traición, dejé en la tierra los últimos resquicios de mi crimen, en la Europa del siglo XV. Desde este día en que me entregué por amor a Cristo a todos los tormentos e infamias que me degradaban, con resignación y piedad por mis verdugos, cerré el ciclo de mis dolosas reencarnaciones en la Tierra, sintiendo en la frente, el ósculo de perdón de mi propia conciencia…

-Y hoy está meditando en los días que se fueron… -pensé con tristeza.

-Sí… estoy recapitulando los hechos tal y como pasaron. Y ahora, hermanado con él, que se halla en su luminoso Reino de las Alturas que aun no es de este mundo, siento en estos caminos la señal de sus divinos pasos. Lo veo aún en la cruz entregando a Dios su destino… Siento la clamorosa injusticia de los compañeros que lo abandonaron enteramente y me viene aun la recordación cariñosa de las pocas mujeres que lo ampararon en el doloroso trance… En todos los homenajes prestados a Él, yo soy siempre la figura repugnante del traidor… Observo complacientemente a los que me acusan sin pensar, si pueden lanzar la primera piedra… Sobre mi nombre, pesa la maldición milenaria, como esos lugares llenos de maldición e infortunio. Pero en lo personal, estoy saciado de justicia, porque ya fui absuelto por mi conciencia en el tribunal de los suplicios redentores.

-En cuanto al Divino Maestro, -continuó judas- infinita es su misericordia y no solo para conmigo, porque si recibí treinta monedas, vendiéndole a sus verdugos, hace muchos siglos que Él está siendo criminosamente vendido en el mundo, al mayor y al pormenor, por todos los precios, en todos los patrones del oro amonedado…

-Es verdad, -concluí- y los nuevos negociadores del Cristo no se ahorcan después de venderlo.

Judas se apartó tomando la dirección del Santo Sepulcro y yo, confundido en las sombras invisibles para el mundo, vi que en el cielo brillaban algunas estrellas sobre las nubes parduscas y tristes, mientras el Jordán rodaba en su quietud como una sabana de aguas muertas, procurando un mar muerto.

Comunicación recibida  por el médium Francisco Cándido Xavier.

Del libro, Palabras del Infinito

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OBSESIONES Y


 VICIOS

...//...(2)
(Viene de la publicación anterior)

La Carne es Débil – Estudio Fisiológico y Moral

(Este estudio se ha publicado en la Revue Spirite de París, en 1866, – Sociedad Anónima Propagadora del Espiritismo)

Hay pensamientos viciosos que evidentemente son inherentes al Espíritu, porque tienden más a lo moral que a lo físico: otros más bien parecen la consecuencia del organismo y por esta razón, se cree que en ellos hay menos responsabilidad. Tales son las predisposiciones a la cólera, a la malicie, a la sensualidad, etc. 

Esta perfectamente reconocido hoy por los filósofos espiritualistas que los órganos cerebrales, correspondiendo a las diversas aptitudes, deben su desarrollo a la actividad del Espíritu; que este desarrollo es, pues, un efecto y no una causa. Un hombre no es músico porque tiene la protuberancia de la música, sino que tiene la protuberancia de la música porque su Espíritu es músico. 

Si la actividad del Espíritu obra sobre el cerebro, debe obrar igualmente sobre las demás partes del organismo. El Espíritu es así el artista de su propio cuerpo, que amolda, por decirlo así, con objeto de apropiarlo a sus necesidades y a la manifestación de sus tendencias. Dado esto, la perfección del cuerpo en las razas adelantadas sería el resultado del trabajo del Espíritu, que perfecciona su organismo a medida que aumenta sus facultades. (El Génesis según él-Espiritismo, Cáp. II; Génesis Espiritual).

Por una consecuencia natural de este principio, las disposiciones morales del Espíritu deben modificar las cualidades de la sangre, darle más o menos actividad, provocar una secreción más o menos abundante de bilis o de otros fluidos. Así es, por ejemplo, como el glotón se siente venir la saliva o, como vulgarmente se dice, el agua a la boca, al ver un manjar apetitoso. No es el manjar quien puede sobrexcitar el órgano del gusto, puesto que no hay contacto: es, pues, el Espíritu, cuya sensualidad se ha despertado, quien obra por el pensamiento sobre este órgano, mientras que la vista de este manjar no produce efecto alguno .en otro Espíritu. Lo mismo sucede con todos los apetitos, con todos los deseos provocados por la vista.

La diversidad de las emociones no puede explicarse en muchos casos sino por la diversidad de las cualidades del Espíritu. Tal es la razón porque una persona sensible vierte fácilmente lágrimas: no es la abundancia de las lágrimas la que da la sensibilidad al Espíritu, sino la sensibilidad del Espíritu es la que provoca la secreción abundante de lágrimas. Bajo el imperio de la sensibilidad se ha modelado el organismo sobre esta disposición normal del Espíritu, como se ha modelado sobre la del Espíritu glotón.

Siguiendo este orden de ideas, se comprende que un Espíritu irascible debe infundirse en un temperamento bilioso: de donde se deduce que un hombre no es colérico porque es bilioso, sino que es bilioso porque es colérico. Lo mismo sucede con todas las demás disposiciones instintivas. Un Espíritu débil e indolente dejará a su organismo en un estado de atonía en relación con su carácter, en tanto que si es activo y enérgico, dará a su sangre y a sus nervios cualidades completamente distintas. La acción del Espíritu sobre el físico es de tal modo evidente, que se ve con frecuencia producirse por el efecto de violentas conmociones morales grandes desórdenes orgánicos. La expresión vulgar: La emoción le ha vuelto la sangre, no es tan desnuda de sentido como pudiera creerse; luego, ¿Quién ha podido volver la sangre sino las disposiciones morales del Espíritu?

Este efecto es sensible, especialmente en los grandes dolores, las grandes alegrías y los grandes sustos, cuya reacción puede hasta causar la muerte. Se ven gentes que mueren de miedo de morir; ¿qué relación existe, pues, entre el cuerpo del individuo y el objeto que causa su espanto, objeto que, con frecuencia, no tiene realidad alguna? Se dice: es efecto de la imaginación: sea; pero, ¿qué es la imaginación sino un atributo, un modo de sensibilidad del Espíritu? Difícil parece atribuir la imaginación a los músculos y a los nervios, porque entonces no se explicaría por qué estos músculos. Y estos nervios no tienen siempre imaginación; porque no la tienen ya después de la muerte; porque lo que en unos causa un espanto mortal, excita el valor en otros, etc.

De cualquier sutileza que se use para explicar los fenómenos morales por las solas propiedades de la materia, se cae inevitablemente en un laberinto, en cuyo fondo se percibe, en toda su evidencia y como única solución posible, el ser espiritual independiente, para quien el organismo no es sino un medio de manifestación, como el piano es el instrumento de las manifestaciones del pensamiento del músico. Del mismo modo que el músico armoniza su piano, puede decirse que el Espíritu armoniza su cuerpo para ponerlo al diapasón de sus disposiciones morales.

Es curioso, en verdad, ver al materialismo hablar incesantemente de la necesidad de levantar la dignidad del hombre, cuando se esfuerza por reducirlo a un pedazo de carne que se pudre y desaparece sin dejar ningún vestigio; reivindicar para él la libertad como un derecho natural, cuando le considera solo un mecanismo sin responsabilidad de sus actos. 

Con el ser espiritual independiente, preexistente y sobreviviendo al cuerpo, la responsabilidad es absoluta; pues, para la mayoría, el primero, el principal móvil de la creencia en la nada, es el espanto que causa esta responsabilidad, fuera de la ley humana, y a la cual creen escapar cerrando los ojos. Hasta hoy ninguna buena definición tenía esta responsabilidad: no era más que un terror vago, fundado, es preciso reconocerlo, en creencias no siempre admisibles por la razón: el Espiritismo la demuestra como una realidad patente, efectiva, sin restricción, como una consecuencia natural de la espiritualidad del ser; por eso ciertas gentes tienen miedo al Espiritismo, que les turbaría en su inquietud, colocando frente a ellos el terrible tribunal del porvenir. Probar que el hombre es responsable de todos sus actos, es probar su libertad de acción, y probar su libertad, es elevar su dignidad. La perspectiva de la responsabilidad fuera de la ley humana es el elemento moralizador más poderoso; a este fin conduce el Espiritismo por la fuerza de las cosas. 

Según las precedentes .observaciones fisiológicas, puede, pues, admitirse, que el temperamento es, en parte al menos, determinado por la naturaleza del Espíritu, que es causa y no es efecto. Decimos en parte, porque hay casos en que el físico influye evidentemente sobre lo moral; por ejemplo, cuando un estado mórbido o anormal está determinado por una causa externa accidental, independiente del Espíritu, como la temperatura, el clima, los vicios hereditarios de constitución, un mal pasajero, etc. La moral del Espíritu puede entonces estar afectada en sus manifestaciones por el estado patológico, sin que su naturaleza intrínseca sea modificada.

Excusarse de las malas acciones por la debilidad de la carne, no es, pues, más que un pretexto para escapar a la responsabilidad. La carne no es débil sino porque el Espíritu es débil, lo que cambia la cuestión y deja al Espíritu la responsabilidad de todos sus actos. La carne, que no tiene pensamiento ni voluntad, no prevalece nunca sobre el ser pensador y que quiere; el Espíritu es quien da a la carne las cualidades correspondientes a sus instintos, como un artista imprime a su obra material el sello de su genio. El Espíritu, libre de los instintos de la bestialidad, se amolda un cuerpo que ya no es un tirano para sus aspiraciones hacia la espiritualidad de su ser: entonces es cuando el hombre come para vivir, porque vivir es una necesidad, pero no vive ya para comer.

La responsabilidad moral de los actos de la vida, queda, pues íntegra; pero la razón dice que las consecuencias de esta responsabilidad deben ser proporcionadas al desarrollo intelectual del Espíritu; cuanto más ilustrado, le es menos excusable, porque con la inteligencia y el sentido moral nacen las nociones del bien y del mal, de lo justo y de lo injusto. El salvaje, muy próximo todavía a la animalidad, que cede al instinto del bruto comiéndose a su semejante, es, sin duda, menos culpable que el hombre civilizado que comete simplemente una injusticia.

También en la medicina encuentra esta ley su aplicación y da la razón del mal éxito de aquella en ciertos casos. Desde el momento que el temperamento es un efecto y no una causa, los esfuerzos intentados para modificarlo pueden ser paralizados por las disposiciones morales del Espíritu, que opone una resistencia inconsciente y neutraliza la acción terapéutica. Es, pues, preciso obrar sobre la causa principal: si se consigue cambiar las disposiciones morales del Espíritu, el temperamento se modificará él mismo bajo, el imperio de una voluntad diferente o, por lo menos, la acción del tratamiento médico será secundada en vez de ser contrarrestada. Dad, si es posible, valor al poltrón y veréis cesar los efectos fisiológicos del miedo: lo mismo sucede con las demás disposiciones.

Sin embargo, ¿se dirá, el médico del cuerpo, puede hacerse médico del alma? ¿Está en sus atribuciones hacerse el moralizador de sus enfermos? Si, indudablemente, hasta cierto punto; es hasta un deber que un buen médico no desatiende nunca, desde el instante que ve en el estado del alma un obstáculo al restablecimiento de la salud del cuerpo; lo esencial es aplicar el remedio moral con prudencia, tacto y oportunidad, según las circunstancias. Desde este punto de vista, su acción es forzosamente circunscrita, porque, además de no tener el médico sobre el enfermo más que un ascendiente moral, una transformación del carácter es difícil en cierta edad: a la educación primera es a quien incumbe esta clase de cuidados. Cuando desde la cuna la educación se dirija en este sentido, cuando se trate de ahogar en su germen las imperfecciones morales, como se hace para las imperfecciones físicas, el médico no encontrará ya en el temperamento un obstáculo contra el cual es impotente su ciencia las más de las veces.

Este es, como se ve, todo un estudio pero un estudio completamente estéril, en tanto que no se cuide de la acción del elemento espiritual en el organismoParticipación incesantemente activa del elemento espiritual en los fenómenos de la vida: tal es la clave de la mayor parte de los problemas contra los que se estrella la ciencia; cuando la ciencia haga tener en cuenta la acción de este principio, verá abrirse ante ella horizontes completamente nuevos. El Espiritismo demuestra esta verdad.

La Lujuria, según aparece en: Obras Póstumas de Allan Kardec, que aporta a este tema de la siguiente manera

"Se distingue, por el contrario, a los Espíritus atrasados, por su rebelión desde el primer instante contra Dios, negando la providencia y todo poder superior a la humanidad; y después, por la propensión instintiva a las pasiones degradantes, a los sentimientos anti fraternales del orgullo, la malevolencia, los celos, la lujuria, en fin, por el predominio, por el deseo vehemente en ellos hacia todo lo que es material.


Entonces, si educas tu Alma, puedes vencer cualquier vicio.

- Final-

- Juan Montañez-


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     PARTE DE UN COMUNICADO

 MEDIÚMNICO






    Feliz el hombre que concluyendo su

 misión en la Tierra, puede elevarse a las altas

 regiones en donde mora el Creador. Las buenas

 obras abren las puertas de la bienaventuranza y

 dan al hombre el reposo después de los trabajos

 y miserias de este mundo de expiación. ¡ Si 

pudierais ver cuán dichosos son algunos de los 

que practicando la Ley Divina en la Tierra, han 

remontado vuelo a las regiones celestiales, os 

convenceríais de lo que os digo. ! Procurad 

pues, seguir la Ley de Dios y obtendréis lo que 

deseáis.


- Un Espíritu amigo-


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CONTRA LA GUERRA






A ti querido hermano:

   Somos un grupo de personas unidas por una misma filosofía: estudiamos conjuntamente el Mundo Espiritual que nos rodea, ese mundo de Amor y de Luz que nos consuela y al mismo tiempo nos ayuda a mejorar. Sabemos que el pensamiento es una energía muy poderosa que, bien dirigida y cargada de sentimiento, puede llegar a hacer mucho bien; así como si el pensamiento es negativo podemos crear un mal ambiente. por este motivo deseamos pedirte que una tu pensamiento de Fraternidad y Paz con nosotros. Juntos podremos hacer vibrar esta chispa divina que todos llevamos dentro de nuestro ser.

   No te pedimos un gran esfuerzo, sólo unos instantes diarios en los que dediques un deseo de Paz para todo el Mundo. Puedes vibrar en cualquier momento del día, en casa, en el trabajo, en los transportes públicos, antes de ir a dormir, en los momentos de soledad...., no importa cuando lo hagas si en estos instantes (que son muchos),por los que diariamente mueren sin saber qué es la Vida y qué nos espera después de la mal llamada muerte, por aquellos que pasan hambre y otras miserias, por todos aquellos que son, en definitiva, tus hermanos. La fuerza que crearás en tu interior será tal que unida a otros muchos pensamientos de Paz para toda la Humanidad, podremos conseguir con el tiempo, poco a poco, que nuestra Tierra vaya disipando esa capa de oscuridad que la rodea y dejar que así como brilla el Sol después de la tormenta, pueda el respeto a nuestros semejantes, el Amor y la Comprensión, brillar de tal forma, que se borren el orgullo, la vanidad, el egoísmo, la ambición y el poder, que son los únicos verdaderos enemigos a combatir; ellos son la raíz de todos nuestros males.

   La guerra no es más que el fruto del mal aprovechado desarrollo de la Humanidad. Nos ha desbordado el materialismo de tal forma, que, no hemos sabido equilibrar la intelectualidad con los valores morales y humanos. Sin moral, hemos perdido el límite de lo que es justo.

   La Tierra es nuestro hogar, somos responsables de su futuro. Uniendo entre todos un pensamiento de Paz verdadera, formaremos una sólida cadena espiritual que ningún humano podrá romper, porque estará hecha de sentimientos, y estos nunca se pierden ni se borran. Recordemos que nadie es perfecto; no estaríamos aquí si lo fuésemos; por este motivo necesitamos aprender a perdonar. Esto es difícil cuando no se tiene una fe que te guía y consuela, pero no podemos olvidar los mensajes pacifistas y llenos de Amor, que nos han dejado personajes muy importantes en la Historia de la Humanidad. Todos ellos predicaron con el ejemplo y llegaron a morir por todos nosotros. Su esfuerzo no fue en vano, porque ahora, todavía, su mensaje nos llega fresco y esperanzador: "Ama a tu prójimo como a ti mismo". Este es un claro ejemplo a seguir, capaz de reformar nuestro yo hacia un respeto y comprensión mutuos.

   Te invitamos a luchar; no dejes que la guerra se convierta en algo cotidiano que viene y va como si nada. Puedes ser útil vibrando en Amor con todos nosotros. Somos muchos los que queremos la Paz en la Tierra. Sembremos pues, la semilla de la hermandad y elevemos todos juntos, el pensamiento, que es lo más libre que tenemos, y busquemos la Paz desde nuestro interior para poder proyectarla al exterior.

 ¡¡ VIBREMOS EN AMOR POR TODA LA HUMANIDAD !!

-  Revista Fraternidad Cristiana Espírita-

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      ¿ LA INJUSTA  MUERTE DEL JUSTO ?
   




Al final del invierno, cierto día, cuando las flores de la primavera comenzaban  su sublime trabajo de recubrir los campos  resecados por el rigor del invierno, aquella alma generosa dejaba el cuerpo físico.

La despedida fue dolorosa. Las manos calientes de los que quedaron, deseaban retener aquel cuerpo inerte, sin vida, sin movimiento.

Inconformes preguntaban: ¿por qué precisamente él, que era tan gentil y cariñoso con todos?

¿Por qué precisamente él, que sabía hablar y callar, consolar y distribuir entusiasmo, tuvo que volver?

¿Por qué él, que era un buen hijo, buen hermano, buen esposo y buen padre?

¿Por qué se lo llevó Dios? 

     ¿Por qué no se llevó a los criminales, a los corruptos inveterados,  a los infieles?, en fin, ¿ por que  no se llevó a los hombres que degradan la sociedad?.

La respuesta para todos esos cuestionamientos es muy simple.

Consideramos que la vida en la Tierra  es una oportunidad de crecimiento  para el espíritu inmortal.

La existencia  en el cuerpo físico, es una experiencia necesaria para que el espíritu  progrese en la conquista de su felicidad.

Sería, por así decir, un tipo de prisión, donde se pueden  quitar sus deudas para con las leyes divinas y conquistar nuevas virtudes.

Siendo así, quien tiene pocos débitos se libera antes. Quien tiene menos compromisos, se libera de ellos en menor tiempo.

¿De esa forma, por qué queremos que nuestro ser querido permanezca en la cárcel  si ya recibió  el edicto  de su liberación?

No sería justo, ni desde el punto de vista ético, ni desde el  racional.

No queremos decir con esto, que todos los que se liberan antes son menos deudores, pues esa no es la realidad.

Como sabemos, muchos parten antes de tiempo por imprevisión o por los abusos de todo orden.

Lo que nos gustaría enfatizar es que aquellos que parten naturalmente, por los medios establecidos  por la divinidad, sin la intervención egoísta del hombre, pueden estar recibiendo su carta de emancipación, y por esa razón alzan el vuelo antes que nosotros.

Morir, para el justo,  es liberarse. Es matar el pesar  de los afectos que lo antecedieron en el viaje de vuelta. Es recibir las glorias de la victoria por haber vencido más de una etapa en el mundo físico.

Y morir para el injusto, es enfrentarse con el tribunal de la propia conciencia, que lo acusan  de no haber sido lo bastante tenaz para vencerse a si mismo, y por no haber logrado conquistar más virtudes.

Es por esa razón que no debemos lamentar la muerte de los justos, sino la de aquellos que desperdician la existencia buscando el gozo exclusivo del cuerpo, sin pensar en el espíritu, que es el único que sobrevive más allá de la aduana del túmulo.

 Autor desconocido

Adaptación: Oswaldo E. Porras Dorta


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