INQUIETUDES ESPÍRITAS
1,. Del sentir de Merchita
2,. Una cuestión del Libro de los Espíritus
3.- A la conquista de la Paz
4.- La crisis de la adolescencia
5.-El momento de la muerte, ¿Es doloroso o causa sufrimiento?
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Del sentir de Merchita
Queridos amigos, hola buenos días, todos alguna vez necesitamos de ayuda, la vida muchas veces, nos crea esa necesidad, por eso Dios nos puso al lado de nuestros semejantes.
La soledad no es buena consejera, la vida retirada del contacto con las demás personas, es una forma de egoísmo. Sabemos que muchas veces la vida nos sonríe, y que no necesitamos de nadie, somos autosuficientes, esto es una gran equivocación, siempre en alguna ocasión, en algún lugar, en cierto momento, necesitamos de algún tipo de ayuda, es por eso que debemos procurar amarnos y amar a las personas que conviven a nuestro alrededor.
Nunca debemos despreciar a nadie, porque eso que tanto recriminamos en los otros, quizás nosotros antes lo hicimos, en el camino de la evolución todos partimos desde el mismo punto de partida, desde la simplicidad y la ignorancia, y muchos hemos caído muchas veces en los mismo errores, el que los hayamos superado, no quiere decir que no los hayamos cometido, por eso hemos de procurar entender a los ignorantes, a los débiles, ellos un día alcanzaran también la sabiduría y la pureza de corazón.
Siempre hemos mirado por ejemplo, cuando nuestro hijo, ha encontrado una pareja que no nos conviene, o que vemos que no es la adecuada para ellos, y surge el embarazo sin nosotros desearlo, la mejor opción el practicar el aborto, solo miramos a la persona con los ojos del hoy, no pensamos que el que va a nacer, es un espíritu que necesita de la reencarnación para progresar, que puede ser un ser querido nuestro que partió y que de nuevo vuelve, y debemos darle la bienvenida, no maldecir a la criatura porque venga de la persona menos adecuada, sino por el contrario, mirar que nuestro padre, nuestra madre, nuestro hijo que partió antes que nosotros, seguramente vuelve a través de ellos, para seguir progresando, y para pagar sus deudas, que es gracias a esa mujer que le cede su vientre, que el podrá hacerlo, y que nosotros hemos de acogerlo con amor y cariño. Si miramos las cosas desde esa perspectiva, podremos asimilar mejor los enlaces difíciles que se dan en el mundo.
Otras veces, tenemos por yerno, por cuñado a hermanos con los cuales la convivencia nos resulta muy difícil, ellos rompen con todas las normas de la vida en sociedad, y no queremos nada con ellos, no necesitamos mostrarlos ante los demás como de nuestra familia, ya que nos avergonzamos. Nunca creemos poder necesitarlos, y esto es un gran error, ellos nos son necesarios para probar que hemos progresado, si no nos examinamos de los estudios que hemos efectuado para cualquier oficio, no sabremos si realmente estamos preparados para las situaciones que de ellos se derivan. Es gracias a esos parientes difíciles, que podemos examinar si somos tolerantes, caritativos, si sabemos desarrollarnos en las situaciones difíciles de la vida, como puede ser una pelea, por la herencia, por las mil situaciones que se dan dentro de la familia y que nos esclavizan por no saber responder ante ellas, como lo debe hacer el verdadero cristiano, el discípulo de Cristo.
Nunca vimos a Jesús alterarse ante ninguna situación, en todas partes el sabia sacar flores de los espinos, y se sirvió de los pequeños, de los ignorantes para darnos ejemplo de calma ante todas las situaciones. El no necesitaba mostrar su Luz, ya la traía, pero se sirvió de la oscuridad de sus hermanos, para mostrarla al mundo.
Nosotros podemos hacerlo igual, sabiendo convivir con los parientes difíciles, haciéndoles crecer, en lugar de recriminarles sus defectos y sus faltas, hemos de procurar ver en ellos, lo que realmente tienen de positivo y lo que nos ofrecen sin apenas darse cuenta.
Ante su visita inoportuna, y que altera todos nuestros planes, podemos tratarlos con paciencia y posponer nuestros intereses, para atenderles como es debido. Con ello, nos están ofreciendo la oportunidad de pese a la contrariedad, saber obrar como es debido.
Por eso bendice siempre la mano que te hiere, porque ella te ofrece la oportunidad de mostrar si verdaderamente eres de Dios.
Procuremos valorar a todos nuestros hermanos, ellos nos necesitan y nosotros los necesitamos a ellos, y ambos necesitamos de Dios que fue quien nos creo. Por eso extendamos el amor a nuestro alrededor, con bondad y cariño, para que todos se puedan beneficiar y nosotros también del de ellos.
Dios nos puso uno al lado de otro, para con el debido concurso conseguir aprender a convivir plácidamente, si no lo hacemos ahora, lo tendremos que hacer mañana, pues la convivencia pacífica y amorosa es una de las reglas del buen vivir.
Os deseo una feliz semana, que dios nos bendiga a todos, Merchita
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UNA CUESTIÓN DEL LIBRO DE LOS ESPÍRITUS
498.- Cuando el Espíritu protector permite que su protegido se extravíe en la vida, ¿sucede esto por impotencia suya para luchar contra otros Espíritus que son malévolos?
- No se trata de que no pueda, sino que no quiere, puesto que su protegido sale de las pruebas más perfecto y más instruido. Lo asiste con sus consejos, mediante los buenos pensamientos que le sugiere pero que, por desgracia, no siempre son escuchados. Sólo la debilidad, indolencia y el orgullo del hombre dan fuerza a los Espíritus malos. Su poder sobre vosotros procede únicamente del hecho de que no les oponéis resistencia..
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A LA CONQUISTA DE LA PAZ
En estos momentos en los que la Tierra está pasando un duro trance, y cuando la Paz es un sentimiento común en casi toda la Humanidad, es necesario que pongamos de manifiesto nuestros pensamientos solidarios con todas aquellas acciones que abogan por un mundo sin violencia.
Hasta el momento, las personas parecemos absorbidas por un único deseo de competitividad, elevando así a cotas insospechadas ese falso mundo de apariencia al cual alimentamos con la envidia y el siempre querer más sin poner medida a las reales necesidades. Valoramos más a quien tiene más cantidad de bienes materiales que al que cultiva el bien con sus propios actos.
Parece ser que el hombre necesita aprender con duras lecciones. La Guerra es, sin duda, un muy duro golpe y la del Golfo, creó un especial interés en todo el mundo; ha hecho reemprender un camino que ya casi parecía olvidado, el camino de la Paz, de la reflexión y del resurgir de los principios de Amor y Caridad que todos poseemos sin excepción.
¿Cuantas otras Guerras han habido en la faz de la Tierra que no han suscitado ni un miserable movimiento de Paz?. De hecho, la Humanidad hace mucho tiempo que se encuentra en un largo periodo de conflicto, si no armado, sí de poder, vicio y corrupción. Hemos montado un caballo que se nos ha desbocado por pésima doma.
Nuestra alma ha sido creada libre para hacernos responsables de nuestros actos y podemos ddecir que, hasta ahora, han habido rotundos fracasos. Quizás ha llegado el momento de emplear el perdón y empezar a predicar con el ejemplo, de una vez por todas. Queremos la Paz, sí, pero una Paz que nazca sin resentimientos ni odios; una Paz que crezca y fructifique olvidando el pasado, y eso solo lo podremos conseguir con el perdón de los actos. Debemos recordar que nadie, ninguno de nosotros, es mejor que otro; todos tenemos multitud de defectos que reeducar y el odio no edifica, sino que, muy al contrario, destruye.
Es muy difícil amar a nuestro enemigo, al que nos inspira desprecio o incluso indiferencia; en nuestra condición humana es casi imposible, pero tenemos un sentimiento que nos acerca al Amor y es la Caridad. Esa Caridad que enseña no solo en nombre de sus miserias presentes, sino que nos muestra su próximo futuro, totalmente recuperable solo por la propia voluntad. Más tarde o más temprano el hombre habrá de reconocer la Justicia Divina como la única que redime, hasta entonces estaremos cometiendo errores y arrastrando con nosotros grandes débitos que no quedará sin saldar.
A vosotras madres, que sufrís por vuestros hijos, no dejéis que el odio y el rencor aaniden en vuestro corazón, ese que un día acunó y que siempre está dispuesto para consolar; no dejéis que vuestros hijos empuñen lar armas de la venganza, porque entonces no seréis mejores que los que os causan dolor. Enseñad que el Amor siempre vence, que con él podemos conseguir abolir el odio y la ingratitud. No será en este tiempo; quizás pasen muchos años, pero las generaciones venideras tendrán el legado de la verdadera Paz, esa Paz que redime y dignifica al hombre. Trabajemos ese puro sentimiento, desechando de nuestro interior el odio y la venganza.
Pide al Padre, al Cielo, a la Vida, pide aquello en lo que realmente crees, en esos momentos duros en los que crees sucumbir, y nuevas fuerzas se renovarán en tu lucha cotidiana. Vibra en cualquier instante del día con un verdadero sentimiento de Amor y Paz, por aquellos que todavía no saben respetar la Vda. Ama con el pensamiento, porque la voz del Alma llega a los corazones de aquellos que sufren, como si de un bálsamo se tratara. Lucha y cree en ti, en el Ser humano, porque nosotros somos los únicos responsables de esta Tierra.
-Editorial de la Rev. "Fraternidad Cristiana Espírita", nº 33-
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LA CRISIS DE LA ADOLESCENCIA
Pensar en la etapa de la adolescencia nos lleva a cuestiones muy importantes a considerar. La adolescencia, quizás se traduzca en una crisis psíquica que hay que atravesar. Sin embargo, es un período de desarrollo humano marcado por muchos cambios biológicos, psicológicos y sociales. Así, en este período, los conflictos, las crisis de identidad, las dudas y algunos trastornos emocionales son muy comunes.
El conflicto entre ser aceptado o no, ser capaz o no, ser amado o no, las crisis de identidad y las dudas sobre su futuro son preocupaciones que pueblan su mundo mental y trastornan al adolescente, tanto consciente como inconscientemente.
El adolescente se encuentra a menudo en una fase que necesita romper con la condición de niño, para ingresar al mundo de los adultos y esto genera angustia. Una de las formas más explícitas de diagnosticar esta condición es observar los procesos de agresión y rebelión que atraviesan algunos adolescentes, ya que en su inconsciente es necesario “descalificar” los primeros objetos de amor, una vez idealizados, las figuras del padre. y madre, para poder autorizar inversión libidinal en otro ser, en un futuro próximo. Y eso crea dolor y angustia.
.Durante la adolescencia, el sujeto comprende que el niño ya no existe y el adulto aún no es real. Los padres, sin embargo, no se dan cuenta de que este sujeto necesita una nueva mirada que pueda dar sentido a su existencia, ayudándolo en su proceso de autoafirmación, autoconfianza y autonomía de por vida, ese exceso de desatención y creencia que no tienen. Al no necesitar más a sus padres, aumenta el sufrimiento del adolescente, lo hace inseguro y desarrolla un sentimiento de abandono.
Los padres del siglo XXI necesitan entender que la mirada es capaz de cruzar al ser, ayudándolo a convertirse en un adolescente sano.
En el mundo de los excesos y las urgencias, es necesario minimizar el peso de las elecciones que tienen que hacer los jóvenes, incluso sin condiciones psíquicas, y priorizar lo importante y esencial. Quizás en este período único y peculiar el fortalecimiento del vínculo afectivo sea la inversión más cara y esperada para el adolescente, y él puede nombrar esta actitud de disponibilidad afectiva.
- Jane Maiolo-
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El momento de la muerte, ¿es doloroso, o causa sufrimiento?
La
muerte es un fenómeno natural que dura un instante, por lo que este momento considerado en sí
mismo, ni es doloroso ni causa sufrimiento alguno; por el contrario la muerte,
que es la separación y abandono del cuerpo físico, suele provocar al Ser
espiritual una gran e inmediata sensación de alivio y paz, aunque sin embargo a
veces resulta traumatizante porque hay casos en que esa
separación del cuerpo es lenta y
costosa debido a accidentes físicos o a ciertas enfermedades largas y penosas
por causas kármicas negativas, o simplemente cuando el temor a la muerte
acongoja al moribundo. Además, las sensaciones de sufrimiento y dolor del
cuerpo físico del moribundo, cuando fallece las continúa percibiendo el
alma como un eco que queda por un
tiempo retenido en el periespíritu,
aunque de forma atenuada hasta cierto punto, mientras se mantengan los
lazos de energía vital que unen al
organismo físico con el propio Ser espiritual.
Las
sensaciones que anteceden y que siguen al momento de la muerte, son
muy variadas según cada caso, y dependen del carácter, de los méritos y
deméritos morales y de la elevación y evolución de cada espíritu.
En todo caso, la
separación del cuerpo. salvo accidente,
no suele ser súbita. sino que casi
siempre es lenta y gradual. Comienza a veces antes del último aliento, y
termina cuando ya se han soltado todos
los lazos fluídicos y vitales que le mantienen ligado al organismo físico. La
sensación de abandono físico muchas veces es percibida por el moribundo, cuando
han descrito el proceso de un desligamiento progresivo, subiendo
desde los pies, con una sensación de
algo que se va elevando por las piernas hasta llegar al resto del
cuerpo.
Según lo
investigado por la Dra. Kubbler Ross Médico
estadounidense especializada en acompañar y aliviar a enfermos terminales, así
como por los investigadores en temas
paranormales, los franceses Alain Sotto y Varinia Oberto, tras analizar
cientos de casos e incluso de interrogar a enfermos terminales que día a
día han aceptado colaborar en este informe, se ha encontrado una semejanza común
en las actitudes presentadas ante la
muerte inmediata. Esta unidad de comportamientos permite establecer siete
etapas sucesivas que son como un tiempo de preparación gradual para la
desencarnación:
Primera: el Choque Tanático, en
la que el enfermo se entera de su próxima muerte, llegando a obsesionarse con
la idea y buscando cualquier salida o distracción para no tener que pensar.
Comienza a sentir la soledad ante la
indiferencia o la impotencia de los que le rodean y por poco tiempo la confusión le paraliza o ralentiza su capacidad de pensar o
decidir.
Segunda: la Negativa, en la que toma
conciencia clara de su situación y sale del anterior estado de choque. Lucha y
hace los últimos esfuerzos para no ser el protagonista, de modo que actúa,
consultando con otros médicos,
curanderos y medicinas, buscando alguna razón de esperanza., pero poco a poco
se va dando cuenta de que no puede escapar a su destino.
Tercera: Etapa de la Ira y la rebeldía, al sentir como se va alejando
poco a poco del mundo de los vivos, sintiendo que es una injusticia que él se
tenga que marchar y el mundo siga igual cuando él ya no esté. Muestra una
actitud agresiva que nace de la soledad
que siente internamente ante lo que le llega sin remedio.
Cuarta: Fase de la depresión, en la que ya
no se deja engañar por la comedia de los que le rodean intentando animarle;
esta depresión se ve agravada en ocasiones por preocupaciones morales o
materiales. Es un periodo largo en relación a los demás, en el que decrece su interés por casi todo.
Quinta: Etapa del regateo, en la que
interrumpe el estado depresivo con una
conciencia clara de que tiene que luchar con la muerte como sea, e intenta de
alguna forma negociar con ella o con Dios,
alguna prorroga en su vida.
Sexta: Etapa de la aceptación, en la que
después de haber intentado escabullirse de la muerte por todos los medios, se
enfrenta cara a cara con ella y la acepta finalmente; otros la esperan con
curiosidad por ver lo que hay después. Los vivos y sus problemas, ya no les
importan. Esta aceptación no significa que se hayan rendido en su voluntad de
vivir, sino que es la de aceptar que van a pasar un nuevo y desconocido umbral de percepción .
Esto no significa que todas las
personas pasen invariablemente por todas
y cada una de estas etapas; esto es solo un muestreo de las fases que suele experimentar el enfermo Terminal,
de modo que pueden ser todas y cada una de ellas, o bien solo algunas.
La
agonía en sus diferentes etapas no es una progresiva decadencia de la
conciencia, sino por el contrario, supone
la progresión de la misma, traspasando sucesivos umbrales hacia
percepciones nuevas que no conocía hasta entonces.
Durante
las horas o minutos previos a la muerte, el moribundo suele experimentar fenómenos de apariciones, visiones y
manifestaciones auditivas. Se siente rodeado de los que han venido a
acompañarle en el tránsito. La esperanza es el factor común que mantiene
la mayoría hasta el final en su conciencia.
Séptima: la Decatexis; en esta el cuerpo
que aún vive, permanece con la consciencia apagada progresivamente con respecto al entorno, pareciendo absorta
en lo que percibe de la otra dimensión. Al llegar a esta fase se corta
definitivamente la comunicación con los vivos, cesa cualquier dolor físico que
tuviesen, y se sumen en un estado de conciencia lejano. En esta fase es cuando
más ayuda necesita el moribundo; ya no se le puede ayudar físicamente, pero es
una ayuda el no dejarle solo, hablándole hasta el último suspiro; a partir de
aquí es el momento de guardar con él una terapia de respetuoso silencio, y de
ponerse a disposición de los familiares para lo que requieran.
Así,
para unos la muerte es un proceso lento y doloroso, como sucede frecuentemente
a los espíritus rebeldes que se niegan a dejar este mundo y que se aferran a la vida porque no creen nada más
que en el horror de la nada y en un vacío de vértigo, mientras que para otros
no es nada más que como un dulce sueño con un agradable despertar. En este caso el desprendimiento
suele ser rápido, y el tránsito fácil, y
más aún si el Ser se ha despegado ya con antelación de las cosas de este
mundo. Por el contrario para el espíritu apegado a las cosas materiales, la
lucha y la agonía se suelen prolongar
angustiosamente, porque no se han preparado para afrontar este obligado trance.
Los
últimos instantes de la vida pertenecen totalmente al que se va. Se puede
observar al llegar este momento, como sus percepciones y sensaciones, las ha
transferido a otro lugar o espacio impenetrable a nuestros ojos. Solamente para
quienes le acompañan, resta una actitud de un respetuoso silencio y una oración
sincera.
-Jose Luis Martín-
“La
Tanatofobia es un trastorno neurótico bastante común en Occidente y que
representa un gran temor a la muerte, incluso obsesivo y no de fácil
superación” -Ramiro
Calle -
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