sábado, 6 de febrero de 2021

En el proceso reencarnatorio

  INQUIETUDES ESPÍRITAS

1.- Recordando el pasado

2.- El Egoísmo (Por Allan Kardec)

3.- Ayúdate y el Cielo te ayudará.

     Frase de Leonardo Da Vinci

4.- En el proceso reencarnatorio

5.- ¿ El acto de desencarnar dura igual en todos los casos?




                                                                          

Recordando el pasado

Hermanos míos, nunca os habéis reunido con fines más elevados y más dignos, ni habéis trabajado en obra superior a la que estáis realizando. Mientras exista en la humanidad terrestre el desequilibrio causado por la ignorancia, el orgullo, las pasiones y los males todos que nos rodean, y a más la expiación de nuestro propio atraso, la caridad, símbolo de la unión entre el amor y la tolerancia, será la matrona que nos dará su mano y nos levantara en las aflicciones más terribles de la vida.

Ella, llevándonos el pan y el abrigo, nos recordara que hay Dios, que hay providencia y que transformando en esperanza nuestra angustia, nos dará fuerzas para llevar cruz tan pesada como es la que llevamos todos en la tierra; y hablo así, porque solo la caridad que existe en el Universo, en donde rige la ley creada por el Padre común, puede habernos salvado de tantos conflictos como hemos pasado. Así, los que procuráis llevar el pan menesteroso, respondéis y trabajáis según la ley de caridad que practican los espíritus de elevados sentimientos, y edificáis los cimientos de la fraternidad humana.

Continuad en vuestra tarea empezada, hombres y mujeres de buena voluntad, sed los espiritistas los más ardientes obreros, de esa obra, que este es el deber de todo buen espiritista; unamos a esta caridad material, la caridad moral, que consiste en dar todo el valor que tienen las buenas cualidades de cada uno de nuestros hermanos, siendo ciegos y mudos para los defectos ajenos, solo ocupándonos de ellos cuando una necesidad sumamente justa lo reclame, no olvidando nunca en tales circunstancias el “ corrige deleitando “ sublime máxima que es necesario sea nuestra constante práctica.

Trabajemos en estas practicas que sintetizan la moral de Cristo, el Señor y Maestro, amor, perfección y sabiduría infinita, tras el cual iremos en pos eternamente, para entenderle, compenetrarle más y más, para amarle y adorarle con toda la potencia de nuestro espíritu.

Adelante con vuestra obra empezada, espiritistas, y seres de buena voluntad, y que Dios os guíe, os desea vuestro hermano.

Miguel Vives

      Nota: Artículo extraído del número 38 de la “Luz del porvenir” de Barcelona publicado el 23 de Enero de 1896. Extraído de la revista «Amor paz y caridad»

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                   Del egoísmo


913 Entre los vicios, ¿Cuál puede considerarse como radical?

«Muchas veces se ha dicho, el egoísmo; de él arrancan todos los males. Estudiad todos los vicios, y encontraréis que en el fondo de todos ellos reside el egoísmo. En vano los combatiréis, y no conseguiréis extirparlos hasta que no hayáis atacado el mal en su raíz, hasta que no hayáis destruido la causa. Dirigid, pues, todos vuestros esfuerzos hacia este objeto, porque él es el verdadero cáncer de la sociedad. Cualquiera que desee aproximarse desde esta vida a la perfección moral, debe arrancar de su corazón todo sentimiento de egoísmo; porque éste es incompatible con la justicia con el amor y con la caridad; neutraliza todas las otras cualidades.»

914 Fundándose el egoísmo en el sentimiento de interés personal, parece muy difícil extirparlo completamente en el corazón humano, ¿llegará a conseguirse?

«A medida que los hombres se ilustran sobre las cosas espirituales, dan menos importancia a las materiales. Además, es preciso reformar las instituciones que excitan y mantienen el egoísmo. Esto depende de la educación.»

915 Siendo el egoísmo inherente a la especie humana, ¿no será siempre un obstáculo para el reino del bien absoluto de la tierra?

«Cierto que el egoísmo es vuestro mal mayor, pero depende de la inferioridad de los espíritus encarnados en la tierra, y no de la misma humanidad. Luego, purificándose los espíritus en encarnaciones sucesivas, se desprenden del egoísmo como de sus otras impurezas. ¿No tenéis en la tierra ningún hombre que, libre de egoísmo, practique la caridad? Hay más de los que vosotros creéis, pero vosotros no los conocéis; por que la virtud no busca el ruido de la publicidad. Y si hay uno, ¿por qué no ha de haber diez? Si diez, ¿por qué no mil? Y así sucesivamente.»

916 Lejos de disminuir el egoísmo, crece con la civilización que parece excitarlo y mantenerlo. ¿Cómo, pues, la causa destruirá el efecto?

«Mientras más grande es el mal, más horrible se presenta, y preciso era que el egoísmo originase mucho mal, para que se conociese la necesidad de extirparlo. Cuando los hombres hayan sacudido el egoísmo que los domina, vivirán como hermanos sin hacerse mal, ayudándose mutuamente por el mutuo sentimiento de la solidaridad. Entonces el fuerte será apoyo del débil y no opresor, y no se verán hombres faltos de lo necesario; porque todos practicarán la ley de justicia. Este es el reino del bien de cuya preparación están encargados los espíritus.» (784)

917 ¿Qué medio hay para destruir el egoísmo?

«De todas las humanas imperfecciones, la más difícil de desarraigar es el egoísmo, porque deriva de la influencia de la materia de la cual el hombre, que está muy próximo aún a su origen, no ha podido emanciparse, y todo contribuye a sostener esa influencia; las leyes, la organización social y la educación. El egoísmo amenguará con el predominio de la vida moral sobre la material, y sobre todo con la inteligencia que os da el espiritismo de vuestro estado futuro real, Y no desnaturalizado por ficciones alegóricas. Bien comprendido el espíritu, y una vez identificado con las costumbres y creencias, trastornará los hábitos, los usos y las relaciones sociales. El egoísmo se funda en Ia importancia de la personalidad, y el espiritismo bien comprendido, lo repito, hace ver las cosas desde tan alto que el sentimiento de la personalidad desaparece hasta cierto punto ante la inmensidad. Destruyendo semejante importancia, o por lo menos haciendo que se la considere tal cual es, el espiritismo combate necesariamente el egoísmo.»

«Lo que a menudo hace egoísta al hombre es el roce del egoísmo de los otros, porque siente la necesidad de estar a la defensiva. Viendo que los otros piensan en sí mismos y no en él, se ve arrastrado a pensar en él y no en los otros. Pero sea el principio de caridad y de fraternidad base de las instituciones sociales, de las relaciones legales de pueblo a pueblo y de hombre a hombre, y éste cuidará menos de su persona, viendo que otros piensan en ella. Sentirá la influencia moralizadora del ejemplo y del contacto. En presencia de ese desbordamiento de egoísmo, necesitase una verdadera virtud para hacer abnegación de su personalidad en provecho de los otros, que a menudo nada lo agradecen. A los que poseen semejante virtud es a quienes está abierto el reino de los cielos, y a ellos sobre todo está reservada la dicha de los elegidos; porque en verdad os digo que el día de la justicia, todo el que solo en sí mismo haya pensado será separado y sufrirá por su abandono (785).»

FENELÓN ( De El Libro de los Espíritus)

Indudablemente se hacen laudables esfuerzos para hacer que la humanidad progrese; se alientan, se estimulan, se honran los buenos sentimientos más que en época alguna, y sin embargo el gusano roedor del egoísmo es siempre el cáncer social. Es el mal real que brota por todo el mundo, y del que todos somos más o menos víctimas. Preciso es, pues, combatirlo como se combate una enfermedad epidémica, y para ello es necesario proceder como los médicos, remontarnos al origen. Búsquense en todas las partes de la organización social desde la familia a los pueblos, desde la cabaña al palacio, todas las causas, todas las influencias patentes u ocultas, que excitan, mantienen y desarrollan el egoísmo, y una vez conocidas las causas, el remedio se presentará por sí mismo. No se tratará más que de combatirlas, si no a todas a la vez, parcialmente, a lo menos, y poco a poco se extirpará el veneno. La curación podrá ser larga, porque las causas son numerosas, pero no es imposible. Por lo demás no se conseguirá, si no se corta la raíz del mal por medio de la educación, no de esa que propende a hacer hombres instruidos, pero sí de la que tiende a hacer hombres honrados. La educación, cuando se la entiende bien, es la clave del progreso moral, y cuando se conozca el arte de manejar los caracteres como se conoce el de manejar las inteligencias, se podrán enderezar como se enderezan los arbustos. Pero ese arte requiere mucho tacto, mucha experiencia y una observación profunda; es erróneo creer que basta tener ciencia para ejercerlo con provecho. Cualquiera que, desde el nacimiento, sigue así al hijo del rico, como al del pobre, y observa todas las perniciosas influencias que operan en él a causa de la debilidad, de la incuria y de la ignorancia de los que le dirigen, y cuán a menudo son improductivos los medios que para moralizarle se emplean, no puede admirarse de hallar tantos defectos en el mundo. Hágase para lo moral otro tanto que para la inteligencia, y se verá que, sí hay naturalezas refractarias, hay más de las que se creen, que no esperan más que una buena cultura para dar frutos buenos. (872)

El hombre quiere ser feliz, y este sentimiento es natural. Por esta razón trabaja sin cesar por mejorar su posición en la tierra; busca las causas de sus males para remediarlas. Cuando comprenda que el egoísmo es una de ellas – la que engendra el orgullo, la ambición, la codicia, la envidia, el odio y los celos, que le perjudican a cada instante-, que perturba todas las relaciones sociales, provoca las disensiones y destruye la confianza, obliga a estar siempre a la defensiva contra su vecino, que hace, en fin, del amigo un enemigo, comprenderá también entonces que ese vicio es incompatible con su propia felicidad, y hasta añadimos con su propia seguridad. Mientras más sufra a consecuencia de él, más sentirá la necesidad de combatirlo, como combate la peste, los animales nocivos y demás calamidades. Será solicitado a ello por su propio interés. (784)

El egoísmo es el origen de todos los vicios, como la caridad es el de todas las virtudes. Destruir el uno y fomentar la otra, tal debe ser el objeto de todos los esfuerzos del hombre, si quiere asegurar su dicha así en la tierra, como en el porvenir.

-Allan Kardec-

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             Ayúdate, y el Cielo te ayudará


Jesús dijo: “Pedid y se os dará; buscad y hallareis; llamar y se os abrirá; porque el que pide recibe, el que busca halla y se abrirá a quien toque en la puerta.”

                                                                                                                                              Estas frases de Jesús son un alegato a la Fe y a la Esperanza. Nos promete que lo que necesitemos para salvar las dificultades morales que nos encontremos en las pruebas de la vida, nos será de algún modo facilitado cuando pongamos nuestra fe en el Padre y en Jesús y los buenos espíritus a los que les pediremos ayuda ante nuestras dificultades.


No obstante el esfuerzo siempre nos corresponde, pues Dios nos ayuda en la medida de nuestro esfuerzo por solucionar nuestros problemas..


Hay que tener la cabeza en el Cielo, pero los pies en la Tierra. En España, tierra de refranes, al respecto de esta idea es popular: “ A Dios rogando pero con el mazo dando”.


Vemos que la frase “Ayúdate y el Cielo te ayudará”, es análoga a las promesas de Jesús antes citadas, y viene a suponer el principio de la ley del Trabajo y por tanto de la ley del Progreso, pues este siempre es una consecuencia del trabajo y a su vez este desarrolla la inteligencia.


Con el desarrollo intelectual el ser humano progresa en lo material mediante su aspiración constante por mejorar y así finalmente también cubre su necesidad espiritual de comprender el camino y las normas que deben regir su vida moral.


En el Evangelio según el Espiritismo, cap. XXV, item del 1 al 5, Allan Kardec vuelve a tratar el sentido de la reencarnación, pues siendo escaso el progreso del ser humano en una sola vida, afirma que sin la preexistencia del alma que ya ha vivido otras vidas, la Humanidad estaría formada solo por seres que viven su primera existencia y cada nacimiento no supondría un progreso para la Humanidad en su conjunto, pues no aportaría ninguna experiencia, desarrollo ni adelanto, sino un eterno volver a empezar siempre partiendo de cero, y no habría razón para que el ser humano actual estuviese mas adelantado moralmente y sobre todo materialmente que en los principios de su historia, pues con la reencarnación no solo ha evolucionado la Humanidad a nivel moral, aunque poco, sino también con su inteligencia que le ha dado un progreso de bienestar material. Así, regresando cada vida con el progreso acumulado, ha ido pasando poco a poco de la barbarie a la civilización centrada en el progreso material y de ahí, encaminada también al progreso moral y ético, aunque como señalo, este ha sido menor que el material, lo que supone el lógico desequilibrio en una Humanidad que camina cojeando con muchos problemas a causa de este desequilibrio en su global desarrollo evolutivo.


Diciendo Jesús que el que busque encontrará, nos está incentivando al trabajo y al esfuerzo que desarrolle nuestras capacidades intelectuales mas allá de los instintos animales. Así cada ser humano somos producto de nuestro esfuerzo y de nuestras obras, teniendo así el mérito de ellas y la recompensa merecida de sentirnos dueños y artífices de nuestro propio destino y realidad.


Nuestros hermanos del exterior, nos han visitado en todas las épocas de la historia humana, y aún nos visitan, pero no han venido nunca ni vendrán jamás a traernos el trabajo hecho y ahorrarnos el esfuerzo. Sin embargo nos han señalado las metas que debemos conquistar con nuestro esfuerzo, haciéndonos comprender que llegaremos por nosotros mismos, porque tenemos potencial suficiente y porque el Padre nos dará las fuerzas necesarias cuando se lo pidamos con fe y confianza.


Las arriba mencionadas palabras de Jesús, significan también que debemos pedir luz para comprender cual es nuestro camino, fuerza para resistir las tentaciones del mal, y ayuda para que nos asistan desde el plano espiritual. Todo esto lo obtendremos con ayuda de Dios, que es nuestro amoroso y magnífico Padre Supremo, que no nos dejará abandonados a solamente nuestras fuerzas insuficientes y con las que ya hemos fracasado tantas veces. Estos fracasos y desengaños son en cierto modo un castigo a nuestro orgullo por no haber pedido con humildad y con fe, la ayuda y asistencia divina necesarias.


Dios quiere nuestro esfuerzo porque solo así podremos asimilar las lecciones de la vida para crecer y evolucionar, pero en la medida que nos esforcemos Él nos reforzará el ánimo y la energía necesarias para la realización de las conquistas diarias y la superación de los defectos y debilidades que nos lo dificultan.


-Jose Luis Martín-


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"Llegará un día en que matar a un animal será un crimen igualmente punible que matar un ser humano. Ese día la civilización habrá avanzado."


- Leonardo da Vinci 

 

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         En el proceso reencarnatorio  
    

Los procesos de reencarnación, tanto como de la desencarnación, difieren hasta el infinito, no existiendo dos absolutamente iguales. Las facilidades y los obstáculos, están subordinados a numerosos factores, muchas veces relacionados con el estado de conciencia  de los propios interesados en el regreso a la tierra o en la liberación de los vehículos carnales. Hay compañeros de gran elevación, que al volver a la esfera terrestre no necesitan ayuda  del plano espiritual. Otros al revés, por proceder  de zonas inferiores, necesitan de mucha cooperación.

La reencarnación es el curso repetido de lecciones necesarias. La esfera terrestre, es una escuela divina. El amor, por medio de las actividades intercesoras, reconduce diariamente   al banco escolar de la carne, a millones de aprendices. La vuelta de ciertas entidades de las zonas más bajas. Ocasiona laborioso esfuerzos de los trabajadores del plano espiritual.

El organismo de los engendrados, en la expresión más densa,  proviene del cuerpo de los padres,  que le sustenta la vida y crea sus características con su propia sangre. La criatura terrena, hereda tendencias y no cualidades. Las primeras cercan al hombre  que renace, desde los primeros días  de la lucha, no solo en su cuerpo transitorio, sino también en el ambiente general  en el que fue llamado a vivir, perfeccionándose; las segundas, resultan de la labor individual del alma encarnada, en la defensa, educación y perfeccionamiento de si misma en los círculos  benditos  de la experiencia.

Nadie puede quejarse de las fuerzas destructoras o circunstancias asfixiantes, refiriéndose al círculo en que nació. Siempre hay dentro del alma reencarnada, la luz de la libertad intima indicando su ascensión. Practicando la elevación espiritual, mejoramos siempre. Esa es la ley.

El cuerpo humano tiene sus actividades propiamente vegetativas, el cuerpo peri espiritual  que da la forma a los elementos  celulares;  está fuertemente  radicado en la sangre. En la organización fetal el patrimonio sanguíneo, es una dadiva del organismo materno. Después del nacimiento, se inicia el periodo de asimilación diferente de las energías orgánicas, en donde el “yo” reencarnado ensaya la consolidación de sus  nuevas experiencias  y solamente a  los siete años de vida común, comienza a presidir, por si mismo, el proceso básico  de equilibrio  al cuerpo peri espiritual, en el nuevo servicio iniciado. La sangre, por tanto es, como si fuese el fluido divino que nos  fija las actividades  en el campo material y en su flujo y reflujo incesantes en la organización fisiológica, nos suministra el símbolo del eterno movimiento de las fuerzas sublimes de la Creación Infinita. Cuando su circulación deja de ser libre, surge el desequilibrio o enfermedad y si surgen obstáculos que impiden su movimiento  o circulación, sobreviene entonces la excitación del tonos vital, en el campo físico, al cual sigue la muerte con la retirada inmediata del alma.

Es muy grande la responsabilidad del hombre ante el cuerpo material, si no atiende a las tareas que le competen  en la preservación del cuerpo físico no podrá alcanzar el progreso espiritual. El Espíritu renace en la carne, para  la producción  de valores divinos en su naturaleza, pero ¿Cómo atender a semejante imperativo, destruyendo la maquina  orgánica, base fundamental del servicio a realizar? El cuerpo terrestre es también un patrimonio heredado hace milenios y que la Humanidad viene perfeccionando a través de siglos. El plasma, sublime construcción efectuada en el influjo divino, con agua del mar, en las épocas primitivas, es el fundamento primordial de las organizaciones fisiológicas. El hombre en la tierra a de aprovechar la herencia, más o menos evolucionada en el cuerpo humano.

Mientras nos movemos en la esfera de la carne, somos criaturas  marinas respirando en tierra firme. En el proceso vulgar de la alimentación no podemos prescindir  de la sal; nuestro mecanismo fisiológico, en rigor, se constituye del sesenta por ciento de agua salada, cuya composición es casi idéntica a la del mar,  constituida por las sales del sodio, del calcio y del potasio. En la esfera de la actividad fisiológica en  el hombre encarnado, se encuentra  el sabor de la sal, en la sangre, en el sudor, en las lágrimas, en las secreciones.

      Al renacer, en la superficie del mundo, recibimos, con el cuerpo, una herencia sagrada cuyos valores precisamos preservar, perfeccionándolo. Las fuerzas físicas, deben evolucionar, al igual que nuestras almas. Si nos ofrecen  el cuerpo de servicio para nuevas experiencias  de elevación, debemos retribuir, con nuestro esfuerzo, auxiliándolas con la  luz  de nuestro respeto y equilibrio espiritual, en el campo del trabajo y de la educación orgánica. El hombre del futuro, comprenderá que sus células no representan apenas segmentos de carne, sino que son,  compañeras de evolución, acreedoras de su reconocimiento  y auxilio efectivo. Sin ese entendimiento  de armonía en el imperio orgánico, es inútil procurar la paz. Los contornos anatómicos  de la forma física, deformes o perfectos, largos o cortos, bellos o feos, forman parte de los estatutos educacionales. 

En general, la reencarnación sistemática es siempre  un curso laborioso de trabajo contra los defectos morales persistentes, en las lecciones y conflictos presentes. 

La criatura renace con independencia relativa y a veces, subordinada a ciertos condiciones educativas, mas semejante  imperativo no suprime en caso alguno, el impulso libre del alma, en el sentido de la elevación, estacionamiento o caída en situaciones más bajas. Existe un programa de tareas edificantes a ser cumplidas por el que reencarna, por el cual, los dirigentes del alma, fijan la cuota aproximada  de valores eternos que el reencarnante es susceptible de adquirir en la existencia transitoria.

El espíritu que vuelve a la esfera de la carne, puede mejorar esa cuota de valores, sobrepasando la previsión superior, por el esfuerzo propio intensivo o distanciarse de ella, enterrándose aun más en las deudas para consigo mismo, menospreciando las santas oportunidades que le son conferidas.

Todo plano trazado en la esfera superior, tiene por objetivo fundamental  el bien y la ascensión; y toda alma  que reencarna en el círculo planetario, aun aquella que se encuentra en condiciones aparentemente desesperadas, tiene recursos para mejorar siempre.

La reencarnación  significa volver a comenzar en los procesos de la evolución o de la rectificación. Los organismos más  perfectos  de las esferas sublimadas, proceden  inicialmente de la Ameba. Recomienzo, significa “recapitulación” o “vuelta al principio”. Por eso mismo, en su desenvolvimiento  embrionario, el futuro cuerpo  del hombre  no puede ser distinto de la formación del reptil o del pájaro. Lo que opera la diferencia de la forma, es el valor evolutivo contenido en el molde peri espiritual del ser que toma los fluidos de la carne. Así pues, al regresar a la esfera densa , es indispensable recapitular todas las experiencias  vividas en el largo drama  de nuestro perfeccionamiento , aunque solo sea por breves días  u horas, repitiendo, en curso rápido, las etapas vencidas o las lecciones adquiridas, hasta detenerse en la posición en la que debemos proseguir el aprendizaje.

Cuando llega la ocasión de reencarnar, el Espíritu se siente arrastrado por una fuerza irresistible, por una misteriosa afinidad, para el medio que le conviene. Es un momento terrible , de angustia, pero más formidable que el de la muerte, pues esta  no pasa de la liberación de los lazos carnales, de una entrada en una vida más libre, más intensa, en cuanto a la reencarnación, por el contrario, es la perdida  de esa vida de libertad, es un apocamiento de si mismo, al pasaje  de los claros  espacios  para la región oscura,  la descendida  para un abismo de sangre, de lama , de miseria, donde el ser va a quedar sujeto a  necesidades tiránicas e innumerables. Por eso es más penoso, más doloroso renacer que morir; es el disgusto, el terror, el abatimiento profundo del Espíritu, que al entrar en este mundo tenebroso, es  fácil de concebirse.

La reencarnación se realiza por la aproximación graduada, por la asimilación de las moléculas materiales al periespiritu, el cual se reduce, se condensa, tornándose progresivamente  más pesado, hasta que, por adjunción suficiente de materia, constituye  un involucro carnal, un cuerpo humano.

El periespiritu se torna por tanto, un molde fluídico, elástico, que calca su forma  sobre la materia. De ahí emanan  las condiciones fisiológicas del renacimiento. Las cualidades o defectos del molde reaparecen en el cuerpo físico, que no es, en la mayoría de los casos, sino imperfecta  grosera copia del periespiritu.

Desde que comienza la asimilación molecular que debe producir el cuerpo, eL Espíritu queda perturbado; un sopor, una especie de abatimiento lo  invaden poco a poco. Sus facultades se van velando,  una después de otra la mayoría desaparecen,  la conciencia queda adormecida, y el Espíritu como que es sepultado en una opresiva crisálida.

Entrando en la vida terrestre, el alma, durante un largo periodo, tiene  que preparar ese organismo nuevo. Ha de adaptarlo a las funciones necesarias. Solamente después de veinte o treinta años de esfuerzos instintivos es que recupera el uso de sus facultades, sin embargo limitadas  aun por la acción de la materia; y, entonces, podrá, proseguir, con alguna seguridad, la travesía peligrosa de la existencia.

Allan Kardec nos enseña (Libro de los espíritus cuestión 330) que la reencarnación está para los Espíritus, así como la muerte está para los encarnados: es un proceso ineludible, tan cierto como el desencarnar lo es para los hombres.

La encarnación es una necesidad evolutiva, porque solamente al contacto con la materia física consigue  el Espíritu ciertos elementos necesarios para su progreso.

De acuerdo con el grado evolutivo en que se encuentra, el espíritu podrá facilitar o dificultar el proceso para volver a nacer. Por eso los espíritus rebeldes o indiferentes tienen su encarnación por completo a cargo de los espíritus superiores, que eligen las condiciones bajo las cuales deberán volver a nacer y las experiencias a las que deberán someterse.

Allan Kardec dice que la reencarnación es la prueba fundamental de la misericordia de Dios, que presenta una Justicia Divina. Todos somos hermanos; todos nosotros marchamos hacia la perfección; todos nosotros tenemos una ruta, un rumbo de felicidad que nos espera.

La vida en la Tierra no es un escenario de placer. El hombre es responsable por su cuerpo, por su felicidad, por su desdicha. Felicidad o desgracia resulta de nuestra actitud de comportamiento. La reencarnación nos abre un horizonte nuevo para entender la vida; los sufrimientos, las nostalgias, las angustias, las amarguras, los desesperos que nosotros atravesamos, desaparecen; y es en este punto que la ciencia espirita, que el Espiritismo, es notable; porque el Espiritismo para el siglo XX, es el más notable tratado de higiene mental, porque consigue libertarnos de aquellos tremendos enemigos de los hombres, los cuatro fantasmas del alma: el miedo, la enfermedad, la duda y la muerte.

El espíritu esclarecido da preferencia a una existencia laboriosa, a una vida de lucha y abnegación. Sabe que, gracias a ella,  su adelantamiento es más rápido. La Tierra es el verdadero  purgatorio. Y precisa renacer y sufrir para despojarse de los últimos vestigios de la animalidad, para pagar las faltas  y los crímenes del pasado. De ahí las enfermedades crueles, largas y dolorosas molestias, como la perdida de la razón.

Todo se paga, todo se rescata. Los pensamientos, los deseos criminales tienen su repercusión en la vida fluídica, mas las faltas consumadas en la carne precisan ser expiadas en la carne. Todas las nuevas existencias son correlativas; el bien o el mal se reflejan a través del tiempo. Si embusteros  y perversos parecen muchas veces terminar sus vidas en la abundancia y en la paz, quedemos ciertos  de que la hora de la justicia sonará y recaerán sobre ellos los sufrimientos  de que fueron la causa. Resígnate, pues, hombre,  y soporta con coraje las pruebas inevitables, sin embargo fecundas, que suprimen  manchas  y te preparan un futuro mejor. Imita al labrador, que siempre camina para el frente, curvado bajo un sol ardiente o quemado  por la azada, y cuyos sudores riegan el suelo, un suelo que, como tu corazón, es surcado por el arado más del cual brotara el trigo dorado que hará tu felicidad.  

Trabajo realizado por: Merchita a partir del Evangelio según el Espiritismo,  Misioneros de la Luz  y otros libros espíritas. 

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            ¿ El acto de  desencarnar, dura igual en todos los casos?

    Antes de abordar esta cuestión, veamos los conceptos de  muerte y  desencarnación.  Se  trata de  dos conceptos diferentes. La muerte es la cesación de la vida orgánica del cuerpo, y la desencarnación es la salida y abandono de ese cuerpo por el Espíritu que lo comandaba, o sea, que desencarna. Así, el Espíritu encarna con el nacimiento  y desencarna tras la muerte, o sea que son dos conceptos antagonistas.

    Se puede morir y a continuación  desencarnar (es lo más frecuente), y se puede desencarnar aun antes de la cesación total de la vida orgánica, (esto es bastante excepcional y solo ocurre en algunos espíritus muy elevados, a los que por su propia fuerza y luz, se les permite anticiparse a la expiración del cuerpo y  abandonarlo momentos antes de que esta se produzca.

   La duración del  proceso de la desencarnación es muy variable; depende, en primer lugar  de  lo más o menos  apegado  que esté el Ser a la materia que tiene que  abandonar,  principalmente la de su cuerpo físico, así como el temor y apego  por la  pérdida de  su entorno familiar, social, y de los bienes materiales,así como   también de lo preocupado que se encuentre por asuntos más o menos banales que le atan a las cosas y al ambiente de  esta vida .

   Cuando llega la muerte al final de una enfermedad más o menos larga, o después de un estado de agotamiento físico, un momento antes del último aliento, cuando el moribundo todavía es consciente, a veces suele experimentar dudas y temores ante lo que sabe o lo que ignora que le aguarda de inmediato, sobre todo cuando la persona siempre ha sido escéptica o ignorante en estos temas.  En estas circunstancias es cuando más claramente se comprende la importancia y la necesidad de tener un conocimiento espiritual que despeje algunas de sus incógnitas y disipe ciertos temores.

  La  turbación   causada  por  el  desprendimiento del Alma, es menos penosa  y duradera  cuando  el Ser  recién  desencarnado ha  experimentado el  proceso de una  larga enfermedad; esto es debido a que durante el mismo  se  han  ido  debilitando las fuerzas orgánicas y perdido su energía vital, desatando  poco a  poco los  lazos que le mantienen  unido al cuerpo físico dentro de un natural proceso de desencarnación.

Cuando conservan la lucidez hasta el final, o cuando presienten la cercanía del momento, si no tienen la conciencia tranquila se sienten angustiados, pero en los casos de personas que saben que han hecho el bien en su vida y su conciencia está tranquila y satisfecha, se sienten tranquilos y esperanzados ante el porvenir inmediato, experimentando el goce de una paz íntima.

 - Jose Luis Martín-


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