martes, 1 de septiembre de 2020

Señales de los tiempos


  INQUIETUDES   ESPÍRITAS
1,. Al toque de "Morfeo"
2.- Daimon
3.- Afabilidad y dulzura
4.- Señales de los tiempos

 



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sonom      

Al toque de "Morfeo"

Por Jane Maiolo

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"¿Por qué están durmiendo?", Les preguntó. "¡Levántate y reza para que no caigas en la tentación!" ¿Quienes somos? De donde venimos ¿Para donde vamos? En el umbral de una Nueva Era que se acerca, son preguntas legítimas que el hombre, que ensaya el despertar de un sueño profundo, debe buscar las respuestas más lúcidas y convincentes.

He aquí, un nuevo día para la humanidad y un gran porcentaje de espíritus encarnados en la Tierra aún permanecen en los “brazos de Morfeo”. [1]

La angustia de la transformación acecha, la sensación de cansancio está latente, el alma anhela nuevos horizontes y la posibilidad de entrar y permanecer en una vida futura más feliz nos llama como la mejor propuesta jamás esperada por nosotros.

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Morfeo

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Atados a la materialidad de la vida actual, permanecemos inmersos en las sensaciones hipnóticas de la conciencia milenaria anestesiada, buscando aún la satisfacción de los placeres ilusorios, llenando la insaciabilidad del ego y proyectando un futuro de glorias ficticias en la Tierra. "¿Por qué están durmiendo?", Les preguntó. "¡Levántate y reza para que no caigas en la tentación!" [2]

Esta es quizás la advertencia más oportuna para ese amanecer. Los más audaces responderían: Dormimos porque dormir es placentero. Los más indolentes dirían: Dormimos porque no tenemos nada que hacer. La gente pusilánime diría: Dormimos porque el momento es caótico.

Todos dormimos, sin embargo, no rezamos.

..Las tentaciones nos seducen fácilmente y sucumbimos a la falta de vigilancia para domar las malas inclinaciones y las tendencias repetibles. El Cristo, que dejó las alturas divinas para hacerse carne; Eso fue ignorado por los judíos; Pilato se burló de eso.

Rezó en el Huerto de los Olivos, mientras se preparaba para el momento apoteósico del sacrificio extremo, nos enseñó que ante nuestros testimonios de fe, la oración y la sintonía con el Creador son fundamentales. Como estamos en los "brazos de Morfeo", no intuimos que es hora de despertar y orar para obtener fuerza y ​​comprensión espiritual para pelear la buena batalla. [3]

En nuestras metáforas, subimos al monte de los Olivos para orar con Cristo, sin embargo, al igual que lo hizo Simón Pedro, abrazamos la postura del que lleva la espada escondida en su túnica. ¿Para qué llevaba Pedro una espada en su vaina? ¿Qué defensa le faltaría a Cristo? Al igual que los niños espirituales, llevamos nuestras armas a nuestras defensas. Cristo no necesita defensa. Necesita nuestra colaboración para hacer de la Tierra un mundo evangelizado.

.Allan Kardec no necesita nuestra defensa, ya que el Espiritismo es trascendente. Le faltan nuestros esfuerzos para difundirlo en toda su fuerza y ​​belleza. El movimiento espírita, bastión de los obreros del Señor, no necesita nuestra defensa. Necesita nuestra sana experiencia en el bien, como representantes vivos de la espiritualidad. No necesitamos defensa, nos falta amor, tolerancia y comprensión fraternal. La crítica destructiva, tan frecuente en el movimiento de unificación, ha impedido la espiritualización del ser.

Ahora encontramos escépticos y creyentes dentro del mismo movimiento. Los escépticos lo disputan todo, se burlan de toda intervención del mundo espiritual en el mundo físico, suprimiendo en su nacimiento las hipótesis de espiritualización del ser. Los creyentes ingenuos aceptan todo sin utilizar el criterio del sentido común y la razón. Se los persuade fácilmente.

.¡Ah, los "brazos de Morfeo"! El poeta anunciaría “la tormenta más profunda se va a profundizar, el ciclón húmedo y feroz ruge… Aullando la jaula de los tigres procesadores - Sueño tu voz - [4]

Cristo advierte sobre el momento de despertar. “Envaina tu espada; porque todo el que usa la espada, a espada perecerá ”. [5]

Estudia más, trabaja más, coopera más y evangelízate más.

Nuestra Humanidad comienza a dividirse en dos grandes segmentos: los amigos de la solución y los heraldos del problema. Algunos promueven soluciones suaves y pacíficas, otros contribuyen a la fanfarria de tormentas y rompecabezas, desarmonizando y contaminando mentes frágiles e inmaduras. Aun así, es urgente cuidar nuestra administración.

Descuidar el Evangelio es postergar la serenidad.

.¡Contribuyamos para que la paz que tanto anhelamos comience en nosotros! Jesús nos despierta y espera pacientemente que sigamos la hoja de ruta para el trabajo a realizar en la Tierra.

Ah "Morfeo" ... "Qué importa el vendaval, la noche, los euros, Los truenos que predicen el cataclismo ... Si piensas en ti mismo, suma el universo y solo tú creo en ..." [6]

Qué importa las tormentas si sabemos quiénes somos, de dónde venimos y adónde volveremos, después del tumulto de la vida física. ¡Adelante! ¡Cristo nos espera!

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Notas y referencias bibliográficas:

1- Morfeo (palabra griega cuyo significado es “el que forma, que forma”) es el dios griego de los sueños. 2- Lucas -22: 46 3- 2 Timoteo 4: 7 4- Poema de Castro Alves - Durante una tormenta 5- Mateus 26:52 6- Ídem 4

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Janem La autora, Jane Maiolo - Es profesora de primaria, licenciada en Literatura y postgraduada en Psicopedagogía. Directora de USE Intermunicipal de Jales. Colaboradora de la Sociedad Espírita Allan Kardec de Jales. Investigadora del Evangelio de Jesús. Colaboradora de la Agenda Brasil Espírita, etc,etc.

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                                  DAIMON 

“Los daimon llenan el intervalo que separa el Cielo de la Tierra; son el lazo que une el Gran Todo con él mismo. No entrando nunca la Divinidad en comunicación directa con el hombre, por la mediación de los daimon (espíritus), es como los dioses se comunican y hablan con él, sea en estado de vigilia o durante el sueño” (Sócrates)

 Esta frase del filósofo Sócrates en el siglo IV a. C., pone de manifiesto el profundo conocimiento que en la antigüedad ya se tenía sobre la comunicación con el mundo espiritual, siendo este conocimiento consustancial a todas las grandes culturas, civilizaciones y religiones de las que tenemos constancia histórica. 

 Ya del paleolítico existen pinturas rupestres que señalan la comunicación de los llamados “vivos” con aquellos que han partido al otro lado de la vida. La creencia en la inmortalidad del alma no es algo nuevo o singular, está enraizada en la más profunda genealogía del ser humano desde que este tiene conciencia de sí mismo. 

 Y con ello, la posibilidad de comunicar con ese mundo de los mal llamados “muertos” es algo inherente a todas las culturas desde tiempos inmemoriales. 

 ¿Cómo entender si no los oráculos griegos, romanos, o a los magos caldeos o asirios, o los grandes sacerdotes del Egipto antiguo y sus rituales de iniciación y comunicación espiritual?¿Dónde situar a las sibilas (auténticas facultades intermediarias del plano físico con el espiritual), a los augures, los profetas, los bardos, etc. 

 Cuando Sócrates se refiere a los daimon, no solo  habla de conocimiento teórico, sino también de experiencia propia. Él refiere repetidas veces que posee un daimon (espíritu, según la interpretación de la época) que le acompaña, le orienta y le indica lo correcto de lo incorrecto para acercarle a la verdadera sabiduría, que para él consistía en la virtud. Su frase “el hombre sabio es el hombre virtuoso”, resume bien a las claras el sentido de toda su filosofía. 

«Y en cuanto a nuevas divinidades, ¿cómo podría introducirlas al decir que una voz divina se me manifiesta para darme a entender lo que debo hacer?» Jenofonte , Apología de Socrates

Este daimon particular no es único ni exclusivo. Sustituyamos la palabra por “ángel de la guarda” y nos será mucho más fácil de comprender a todos los que nos consideramos cristianos. La protección y ayuda del ángel de la guarda cristiano es la misma función que la del daimon griego o el espíritu protector que nos refiere la filosofía de Kardec. Son nuestros auténticos valedores y protectores, pero al mismo tiempo significan el lazo de unión que podemos tener con la divinidad, pues como bien argumenta el filósofo griego, es a través de ellos mediante los cuales recibimos indicaciones de lo alto y podemos comunicarnos con la divinidad.

Es precisamente así, en estado de vigilia o durante el sueño, cuando entramos en contacto con estos espíritus protectores que nos acompañan desde el nacimiento hasta la muerte, en el tránsito que la vida nos depara. Pero no son apuntadores, ni facilitadores, ni están para ayudarnos en nuestros caprichos o deseos materiales. Su principal función es ayudarnos a cumplir el compromiso espiritual adquirido antes de bajar a la Tierra. Ellos, más conscientes que nosotros mismos de nuestras necesidades espirituales, anteponen su ayuda para aquello que necesitamos para nuestro progreso y evolución.

 La mayoría de las veces, aquello que necesitamos espiritualmente no coincide con lo que deseamos materialmente, y ahí ellos no intervienen. Siempre respetan nuestro libre albedrío, pues de lo contrario, si ellos hicieran el trabajo por nosotros, ¿de quién sería el mérito?, ¿a quién le serviría el progreso realizado? Están, pues para orientar, para consolar, para auxiliar, para ayudar en los momentos difíciles, para inspirar el mejor camino, la mejor solución para resolver la expiaciones y las pruebas por las que tengamos que pasar. Pues ellos comprenden mejor que nosotros que una vida en la carne es apenas un soplo en la evolución milenaria del espíritu, y por ello saben lo importante que es aprovechar el tiempo cuando estamos encarnados para progresar espiritualmente, ya que con materia se progresa más rápidamente que sin ella, al no tener la plena consciencia de qué es lo que debemos conseguir. 


 El daimon particular de cada uno, o si queremos llamarle ángel de la guarda o espíritu protector, siempre vela por nuestro mejoramiento espiritual, y siempre es un espíritu de superior evolución a la nuestra; de lo contrario, no podría ayudarnos. Y él está a nuestro lado voluntariamente, la mayoría de veces por amor, pues es alguien cercano a nosotros que en otras vidas o en otro tiempo formó parte de nuestros seres queridos y se comprometió a ayudarnos por los lazos de afecto y de cariño que nos unen. 

 Hay quien, sabedor de que está a su lado, se queja constantemente de no recibir su ayuda. A estas personas les diremos que se pregunten qué tipo de ayuda y para qué están solicitando la misma a ese ser que les acompaña. Si son sinceros con ellos mismos descubrirán que algunas de las cosas que se les solicitan no pueden facilitarlas, por no ser verdaderamente necesarias para nuestro progreso espiritual, o porque no constituyen un propósito que ellos puedan  otorgar al no depender de su libre albedrío. Son espíritus más evolucionados que nosotros, pero eso no quiere decir que sean perfectos, omnipotentes o exentos de errores. 

 No, los espíritus son las almas de los hombres que, una vez dejan el cuerpo físico, pasan a vivir sin él en otro plano, y ahí se manifiestan tal como son, tal como su propio progreso les permite. Por ello, un espíritu protector tiene que tener un mínimo de progreso y evolución para poder ayudar, pero esto no significa que sea perfecto, ni angélico, ni por supuesto que no pueda cometer errores. 

 Es algo evidente que, a mayor evolución del alma encarnada, el espíritu que la acompaña es superior en evolución a ella; por eso, los grandes maestros y seres elevados que han pasado por la Tierra llevaban a su lado espíritus de alta jerarquía. Estos sí espíritus angélicos, rayanos en la perfección, que con su fuerza y su elevación podían ayudar en las enormes empresas, misiones y realizaciones espirituales de aquellos a los que acompañaban en la Tierra.

Ellos son nuestros mediadores ante la divinidad, como bien dice Sócrates. Cuando nosotros nos colocamos en oración sincera ante Dios, son los encargados de elevar nuestra plegaria hacia lo alto, para que esos pensamientos lleguen al lugar adecuado y sean recibidos y respondidos como se merecen en función de nuestra intención y necesidades de progreso. 

 Además, este espíritu guía (junto a familiares queridos que nos antecedieron en el tránsito al mundo espiritual) son los encargados de asistirnos en el momento de la muerte, acompañándonos al lugar que nos corresponde en el espacio para recapitular nuestra vida y prepararnos para una nueva encarnación el día de mañana. 

“Después de la muerte, el daimon que nos ha sido destinado durante la vida, nos lleva a un paraje donde se reúnen aquellos que han de ser conducidos al Hades para ser juzgados. Las almas después de permanecer el tiempo necesario en el Hades, vuelven a ser conducidas a esta vida en numerosos y largos periodos” (reencarnación) Sócrates – Filósofo

 Así pues, estimados lectores, la comunicación mental con nuestro daimon o espíritu guía se realiza con el transcurso del tiempo mediante la perseverancia en el bien, en el trabajo de mejora moral que diariamente nos sintoniza con él, pues al tratarse de un espíritu más elevado nos habla a nuestra conciencia y a veces a nuestra mente, indicando el consuelo, el auxilio o la acción adecuada que hemos de realizar. 

 Si bien la vida que llevamos nos impide muchas veces escuchar a los que nos rodean, mucha más dificultad hallaremos en escuchar las indicaciones de nuestro guía particular si no le prestamos la debida atención. A ello contribuyen en gran medida dos cuestiones que deben ser tenidas en cuenta, la oración y la introspección. Si somos capaces de dedicar diariamente unos minutos a la oración sincera y a la introspección, podremos darnos cuenta de muchas cosas prestando la debida atención. 

 Ahí se presenta el terreno abonado para la inspiración del espíritu guía, de nuestro daimon particular. Y junto a las indicaciones que puede ofrecernos directamente cuando estamos dormidos y salimos espiritualmente al espacio, nos ayudarán sobremanera a entender cuál es el compromiso que traemos a la Tierra y la mejor forma de afrontar las pruebas y expiaciones que nos acontecen. Escucharemos su voz y sus consejos, pero como ya hemos advertido, el trabajo nos corresponde únicamente a nosotros, pues es la única forma de progresar y avanzar que nuestra alma tiene: conquistando por sí misma y sus propios méritos la transformación moral necesaria que nos lleve a la plenitud, la paz y la felicidad que nos aguarda. 

Redacción de Amor, Paz y Caridad


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                  AFABILIDAD Y DULZURA

"La benevolencia hacia nuestros semejantes, fruto del amor al prójimo, origina la afabilidad y la dulzura, que le son formas de manifestación. Sin embargo, no siempre es prudente confiar en las apariencias: la educación y las costumbres mundanas pueden aparentar tales cualidades. ".

(Allan Kardec.) El Evangelio según el Espiritismo. Capítulo IX: Bienaventurados los Brandos y Pacíficos. Artículo 6. La Afabilidad y la dulzura.

Aquí está la manera práctica de verificar, en nuestra relación social, si sólo nos servimos del barniz superficial, que el mínimo de educación nos enseña, o si estamos verdaderamente expresando, en nuestras cortesías, la benevolencia hacia los semejantes.

Necesitamos desarrollar la afabilidad, no sólo en el trato formal, sino en profundidad, interiormente.

Como hemos visto, la afabilidad y la dulzura son manifestaciones naturales de la benevolencia hacia las criaturas, resultantes del amor al prójimo. El amor al prójimo, por lo tanto, es la cuestión a ser colocada siempre, en nuestras relaciones con las personas.

Entendemos, así, que es necesario valorar, en nuestra convivencia social, saludos, saludos, agradecimientos, votos y cualesquiera expresiones dichas formalmente en ocasiones que le son propias, para aplicar el amor al prójimo, buscando de ese modo sentir con el corazón aquello que pronunciamos en beneficio de alguien.

Es digno de ser dedicado, cortés, agradable, benévolo, bondadoso. Tener dulzura, o ser dulce de corazón, es aquel individuo que transmite blandura, suavidad, serenidad, ternura.

¿Cómo cultivar la afabilidad y la dulzura?

a) Examinando las emociones de nuestro corazón en las oportunidades sociales, esforzándonos en transmitir amor a través de nuestros labios;

b) Interesándose con discreción por las personas recién presentadas, creando eslabones de simpatía, incluso con aquellas más cerradas o rudas;

c) Ayudando siempre, con delicadeza, en los transportes o en la calle, a las criaturas en dificultad: cediendo lugar, facilitando paso, cargando volúmenes;

d) Respetando la aspereza del trato de alguien hacia nosotros, con el silencio tranquilo, con la mirada serena, con el gesto bondadoso;

e) Entendiendo con ternura los afligidos que, a nuestro lado, se desesperan en situaciones difíciles, transmitiéndoles aliento, proporcionándoles ayuda;

f) Perdonando con suavidad interior a aquellos que nos ofenden, alejando, consecuentemente, cualquier recuerdo desagradable o restos de odio;

g) pautando nuestra manera de dirigirse a los auxiliares, en casa y en el empleo, con benevolencia y blandura, aunque revestidas de la necesaria determinación;

h) Introduciendo en el hogar el hábito de hablar bajo, incluso cuando transmitimos órdenes a seguir.

"No basta que de los labios emanen leche y miel, si el corazón no está asociado a él, tratándose tan sólo de hipocresía, aquel cuya afabilidad y dulzura son fingidas, jamás se desmiente, es lo mismo para el mundo o en la tierra intimidad, y sabe que, si puede engañar a los hombres por las apariencias, no puede engañar a Dios.

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SEÑALES DE LOS TIEMPOS

En la actualidad, se produce uno de esos movimientos generales, destinados a promover una reorganización de la humanidad.
La multiplicidad de las causas de destrucción constituye una señal característica de los tiempos, pues apresura la eclosión de los nuevos gérmenes. Son como las hojas que caen en el otoño, reemplazadas por otras hojas plenas de vida, puesto que la humanidad tiene sus estaciones, al igual que los individuos tienen sus diversas edades. Las hojas muertas de la humanidad caen impulsadas por las ráfagas violentas y por las sacudidas del viento, pero con el
fin de que renazcan más vigorosas, por obra del mismo aliento de vida, que no se extingue, sino que se purifica.
*. Para el materialista, los flagelos destructores son calamidades sin compensación, sin resultados útiles, puesto que, según su opinión, esos flagelos aniquilan a los seres definitivamente. En cambio, para aquel que sabe que la muerte sólo destruye la envoltura,esos flagelos no tienen las mismas consecuencias, ni le causan el mínimo temor; comprende su objetivo, y sabe también que los hombres no pierden más por el hecho de que mueran en masa que
por morir aislados, pues de una manera o de otra todos habrán de llegar a lo mismo.
         Los incrédulos se burlarán de estas cosas, y las calificarán de quimeras. No obstante, digan lo que digan, no escaparán a la ley general; en su momento caerán, como los demás, y entonces, ¿qué les sucederá? Ellos dicen: ¡nada! Pero vivirán, a pesar de sí mismos, y un día se verán obligados a abrir los ojos.

EL GÉNESIS- ALLAN KARDEC.

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