sábado, 12 de septiembre de 2020

Vanidad y humildad

  INQUIETUDES  ESPÍRITAS

1.- La tarea de los padres

2.-Examen y reparación

3.- Medicina espiritual

4.- Vanidad y humildad




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       LA TAREA DE LOS PADRES

                           

     Cuando se anuncia la llegada de un nuevo miembro en la familia, hay gran alegría. Los padres se desdoblan en complejos preparativos. Por ocasión del nacimiento, hay arrobos de ternura. La Sabiduría Divina viste los Espíritus que regresan a la carne con encantador ropaje. Frágiles y graciosos, inspiran cuidados y afecto. Es con enternecimiento que los padres acompañan el crecimiento de sus pequeños retoños. Deseosos que sean muy felices, toman innumerables providencias. Les ponen en las mejores escuelas, cuidan de su salud, les defienden de todo y de todos. Es bueno y natural que sea así, pues la tarea de los padres envuelve el cuidado y el preparo de sus hijos para los quehaceres de la vida. Sin embargo, esa tarea es mucho más vasta. Todo niño que nace representa un antiguo Espíritu que regresa al escenario terrestre.

    Como tendrá que vivir en un mundo materializado, necesita recibir educación formal y todos los demás cuidados que esa circunstancia inspira. Sin embargo, como Espíritu inmortal, no renace en la carne para vencer a los demás y brillar en cuestiones mundanas. Todo Espíritu necesita crecer en intelecto y en moralidad. En el actual estadio de la evolución humana, hay un cierto descompás entre esos dos aspectos.

    La búsqueda por el bienestar y hasta el egoísmo hace que la criatura busque modos de vivir de la mejor manera posible. Al cuidar de sus intereses, ejercita naturalmente la inteligencia. Sin embargo, bajo el prisma ético, la evolución acostumbra ocurrir de manera algo más vagarosa. Un contingente muy significativo de Espíritus tarda bastante para sentir el próximo como un semejante.

    Surge tardíamente la comprensión de que el otro también tiene sueños, sufre, llora y merece respeto y amparo. El aspecto moral es actualmente de veras crítico. Para las criaturas en general no falta capacidad de raciocinio. Les falta rectitud de carácter, compasión y pureza. Consecuentemente, a desarrollar tales cualidades es que los padres necesitan dedicarse. Si sólo cuidan para que los hijos sean felices, bajo el prisma mundano, fallirán en su tarea. Los hijos habrán nacido para buscar una cosa, pero los padres les dirigirán a conquistar otras. Eso implicará en la pérdida de una preciosa oportunidad. Entonces, es necesario cuidar de la instrucción formal de los niños y adolescentes. Pero es primordial enseñarles respeto al prójimo.

    Los jóvenes necesitan aprender que la familia y los bienes de los demás son sagrados. Que la tolerancia es una virtud preciosa en un mundo lleno de facetas. Que la conciencia tranquila constituye el mayor tesoro que se puede poseer. Pero, para que la lección no sea hipócrita, los padres deben ejemplificar, y no solamente hablar.

Piensa en eso.  

- Redacción del Momento Espírita -.

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      EXAMEN Y REPARACIÓN


Prueba y Expiación

“Las pruebas de la vida son joyas de inestimable valor para las necesidades del espíritu”.

Quinto Ennio – Poeta Romano S.ll a C.

En el conocimiento de la filosofía espírita codificada por Allán Kardec destaca, entre otros, el principio de la pluralidad de mundos y su jerarquía, en la cual nuestro planeta se encuentra en una escala todavía incipiente llamada de “Expiación y Prueba”. Esto viene a significar que la evolución de aquellos que reencarnan en este tipo de planetas es por lo general todavía muy precaria.

El reencarnar en la Tierra es sin duda un gran reto, pues supone, por lo general, tener que resolver y enfrentar cuestiones que durante la trayectoria milenaria del alma no hemos sabido solucionar y están pendientes de ser afrontadas adecuadamente para no endeudar más nuestra posición con las leyes evolutivas que rigen el proceso de crecimiento del espíritu hacia la perfección y la felicidad.

Todos somos herederos de nuestros actos, pensamientos y sentimientos del pasado que, grabados en la profundidad del inconsciente, forman parte de nuestra propia personalidad y nos distinguen de los demás.

El impulso que la Ley de Evolución impregna en la naturaleza no deja exento al hombre, que se ve abocado, quiera o no, a mejorar sus condiciones, a seguir siempre en pos de un mayor crecimiento moral e intelectual que le lleva a la paz interior, la felicidad y la perfección. Para aquellos que no son capaces de entender este proceso de transformación que supone la evolución, el sufrimiento y el dolor es el gran remedio que les conduce de nuevo al camino recto, antes o después.

Por ello, y debido al escaso adelanto moral de los habitantes de este mundo, la gran mayoría se encuentran abocados a sufrir expiaciones y pruebas que les coloquen de nuevo en el camino que Dios ha pensado para el hombre y ante el cual no hay elección. El grado de ángel y la perfección es el destino del ser humano después de un complejo y largo recorrido de experiencias, aciertos, errores, sufrimientos, caídas, honores, etc.

El papel que las pruebas representan es impagable, pues significan el “examen” al que voluntariamente nos sometemos en una u otra existencia para comprobar si hemos superado las lecciones que todavía no habíamos comprendido. Por ello, las pruebas son incómodas, exigen renuncia, sacrificio y abnegación, y al mismo tiempo nos colocan frente al espejo de nuestras incapacidades y debilidades espirituales. Sin embargo, el beneficio que obtenemos de ellas cuando somos capaces de superarlas es extraordinario, apenas podemos valorarlo en su justa medida pues supone un avance importantísimo para nuestra evolución espiritual.

De aquí que, entendiendo el significado anteriormente expuesto, nuestro enfoque ante estas situaciones debe cambiar rotundamente, dejando de verlas como obstáculos o inconvenientes para entenderlas como maravillosas oportunidades que Dios nos concede para seguir conociéndonos y superarnos a nosotros mismos. Nadie obtiene privilegios porque estos no existen en las leyes de la vida. Lo que existe es el mérito, el esfuerzo, la voluntad por progresar, por dejar atrás el primitivismo, los vicios esclavizantes, las pasiones torturadoras, los egoísmos, orgullos y envidias que perturban la mente y nos desvían del camino recto del amor y del perdón.

Las pruebas vienen siempre después de los arrepentimientos. Cuando regresamos al plano espiritual y no hemos alcanzado los objetivos que nos propusimos, o incluso generamos nuevas deudas por no haber sabido comportarnos con arreglo a las Leyes de Dios, el arrepentimiento llega hasta nosotros en forma de dolor moral. Un sufrimiento que nos inunda por haber desaprovechado el tiempo que se nos otorgó en una reencarnación en la que pudimos progresar enormemente.

La toma de conciencia de nuestros errores que el arrepentimiento propicia nos lleva a querer rectificar el daño cometido, y para saldar la deuda con la Ley precisamos repararla reencarnando de nuevo y probándonos en aquello en lo que erramos, en lo que fallamos. Antes de sumergirnos de nuevo en la materia, nos preparamos  a conciencia para evitar el error de nuevo, requerimos ayuda de lo alto para tener protección en la tarea, se nos asigna un protector que velará por que podamos cumplir nuestros objetivos, y a partir de entonces, cuando nos consideramos preparados y aquellos que nos ayudan en la planificación de la nueva existencia lo estiman igualmente oportuno, entonces, y sólo entonces, volvemos a la carne para afrontar la prueba requerida.

Esta es la importancia de las pruebas a las que nos sometemos en la Tierra. En ello, en la forma en cómo las afrontamos, las entendemos y las superamos nos jugamos un retorno feliz y venturoso al plano espiritual, llenos de dicha y gozo por el deber cumplido, por las reparaciones efectuadas, por el ejercicio del perdón, por la abnegación del sufrimiento soportado, por la calma y resistencia alcanzada ante la dificultad de la prueba en sí.

Las expiaciones vienen muchas veces conjuntamente con las pruebas a superar, pues recogemos lo que sembramos, y en muchas ocasiones la prueba y la expiación se confunden o se integran. Por ejemplo, cuando venimos a pagar mediante una experiencia dolorosa el mal que hicimos a otros y necesitamos alcanzar dosis de paciencia y abnegación para no rebelarnos. Si caemos en esto último, afrontamos la expiación, la sufrimos, pero no superamos la prueba.

Sin embargo, cuando las expiaciones dolorosas son aceptadas con resignación y lejos de rebelarnos las aprovechamos para desarrollar en nosotros la paciencia, la fortaleza, la abnegación y el perdón, entonces no solo superamos la expiación sino también la prueba.

La certeza de que la Justicia Divina es perfecta viene dada no solo porque nadie sufre aquello que no le corresponde o necesita, sino porque este sufrimiento es siempre proporcional a la falta cometida, y nunca, absolutamente nunca, es superior a la resistencia de aquel que ha de soportarlo.

Otra cosa muy diferente es que aquel que está soportando expiaciones crueles, lejos de afrontar con coraje y valentía la situación y mediante la confianza en Dios y su justicia perfecta, se rebele ante ello y abandone la lucha, dejándose ir y cayendo en la desastrosa fuga del suicidio, la eutanasia u otras perniciosas actitudes que le conduzcan a un final en la carne doloroso y agónico.

Siempre hay recursos espirituales a disposición, por difíciles que sean las pruebas a superar. La ayuda espiritual está presente, otra cosa diferente es que la ayuda llegue como nosotros queremos y no como necesitamos. Ante el dolor lo inmediato es solicitar su extinción, pero si la expiación no ha terminado y la prueba ante el mismo debe alargarse, no es más que por nuestro bien, a fin de aprovechar la depuración que el dolor produce en el alma del hombre para desaguar y drenar los tóxicos acumulados en nuestro periespíritu procedentes de los actos erróneos de nuestro pasado que debemos superar.

Tener esta visión amplia sobre las pruebas y expiaciones nos permite extraer de ellas lo positivo, aunque sea a base de esfuerzo, renuncia o dolor. Y si en nuestro pensamiento está presente la Justicia Divina, debemos pedir a Dios que nos otorgue paciencia, tolerancia y fortaleza para no murmurar ni quejarnos ante estas dificultades que sin duda merecemos o necesitamos para nuestro progreso espiritual.

Siempre con la mirada puesta en la esperanza del porvenir dichoso que nos espera al haber aprovechado correctamente esta nueva oportunidad y en la incierta, efímera y corta vida en la carne que termina rápidamente porque la verdadera vida es la del espíritu. Nuestra alma inmortal que regresa a su auténtica morada donde se encuentra plena, consciente y sin el freno o el obstáculo de esta cárcel que supone la materia física para el espíritu con ansias de libertad.

 Redacción- Amor, Paz y Caridad

 “¿Cuáles son los espíritus que por expiación deben recomenzar una misma existencia en un mundo inferior en el que ya han residido?

Los que fallen en su misión o en sus pruebas.” A. Kardec L.E. It.178b

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                  MEDICINA ESPIRITUAL                          


     La medicina ya alcanzó un elevado grado de progreso en todos los campos de sus realizaciones, y todavía deberá de progresar. Podrá descubrir recursos cada vez más perfeccionados para el diagnóstico y tratamiento de las enfermedades, pero no resolverá los problemas de la salud, en el sentido amplio de las patologías orgánicas y espirituales, mientras que los seres humanos no reconozcan la necesidad de armonizarse con las leyes de la Naturaleza, aprendiendo a amar al prójimo como a sí mismos, y reconocer la realidad del alma que constituye la raíz de igualdad entre todas las criaturas.
      Nada puede mantenerse estancado en el Universo. La vida pide renovación constante en todos los sectores.
      Las personas necesitan que les lleguen, bajo la égida del amor, los manantiales inagotables de la renovación,principalmente en el campo de la salud y de las realizaciones espirituales, que pueden llevar al conocimiento de los disturbios del alma como responsables de las malformaciones y enfermedades que pueden atacar a los seres humanos.
      La práctica de la Medicina deberá encontrar nuevos caminos para alcanzar un ejemplo condicional al ejercicio profesional, fundamentado en el conocimiento del alma y en el concepto según el cual las acciones médicas deben ser realizadas bajo la égida del amor fraterno, procurando ver al enfermo más allá de su cuerpo físico y de su mente, alcanzando la grandeza de su alma.
      Acostumbrado a buscar en el cuerpo físico la causa de los disturbios y de las dolencias que acometen al ser humano, el médico puede tener dificultad para aceptar el concepto según el cual es en el alma donde se encuentran las raíces, las causas de innumerables dolencias.
      Porque los actos practicados durante la vida quedan gravados en el periespíritu, que se comporta como archivo de la memoria espiritual de cada uno. Y, de acuerdo con su naturaleza, buena o mala, son responsables,respectivamente, de las cosas agradables o por un gran número de perturbaciones y enfermedades que pueden atacar al ser humano, ya que el alma envía al cuerpo físico el mensaje periespiritual responsable del bien o por el mal que ocurre en la vida de cada uno.
      Todo acontece de acuerdo con la ley de la reciprocidad que concede «a cada uno según sus obras» (Mateo 16,27). Y nadie puede coger maíz si plantó guisantes.
      El amor es una fuerza poderosa que debe estar presente en todas las fases del atendimiento al enfermo, desde su primer contacto con la recepcionista.
      El amor no es atributo del alma, sino una poderosa energía que emana del Creador y se expande a todo el Universo, y fue vivido por Jesús, que dejó sus enseñanzas grabadas con letras de oro, transcritas en el evangelio.
      Jesús no fue el creador de una religión, sino el iniciador de un movimiento de liberación de la Humanidad,donde los adeptos de cualquier corriente religiosa o filosófica pueden encontrar las bases para una relación armoniosa, de paz y fraternidad entre todos los seres.
El poder terapéutico del amor no es secreto ni constituye privilegio de nadie. Siendo practicado por los adeptos de diferentes religiones e incluso por personas que no tienen religión, sino que están hermanadas por este mismo eslabón de energía universal que une y vivifica a todas las criaturas.
      Para mejor evaluar el alcance de la Medicina espiritual, basta penetrar en los nuevos conceptos que se tienen del ser humano, sobre el conocimiento de los atributos del alma, quien puede causar enfermedades como  promover la salud.
      El ser humano no puede ser visto solo por su apariencia exterior, sino también por el ser inmortal que en su organismo vive, que dirige todos los actos de la vida y que se identifica con la de sus semejantes.
      Hace cerca de 450 años a.C., Sócrates nos envió su mensaje: «conócete a ti mismo», que encontró resonancia en Descartes en el siglo XVII de la era actual al afirmar: «pienso, luego existo».
      Esas propuestas fueron enriquecidas por las enseñanzas de Allan Kardec, hace 150 años, al afirmar que «el pensamiento es un atributo del alma», como está en El Libro de los Espíritus, ítem 89 a.
      Partiendo de esa premisa, se abre para el ser humano un abanico de informaciones sobre la realidad de sí mismo y de su propia vida.
     Hoy, a través de los conocimientos avenidos de la Doctrina Espírita, el ser humano puede responder a Sócrates, diciendo: «a través de mis pensamientos, conozco a mi yo interior; y decir a Descartes: el alma que existe en mí es la que piensa».
     El alma es un importante constituyente del ser humano, el centro de todas sus potencialidades, de donde emanan sus pensamientos, su inteligencia, sus tendencias artísticas, su percepción científica, su carácter, su intuición, su propia consciencia.
     El pensamiento es un atributo del alma, la cual preexiste a la formación del cuerpo y se mantiene, con toda su individualidad, después de la desintegración del mismo.
      La masa encefálica no puede ser responsable de la elaboración de los pensamientos, aunque sea indispensable para la transmisión de los mismos. Para tanto, debe ser mantenida en perfectas condiciones anatómicas y fisiológicas, para que pueda desempeñar plenamente sus funciones durante la vida humana.
      El alma sobrevive después de la muerte del cuerpo, manteniendo la continuidad de la vida mental, con todas sus peculiaridades.
     Y aunque tenga ocupado, por cierto tiempo, un cuerpo que puede volverse mutilado o debilitado por traumas o enfermedades, al desprenderse del mismo, tiene la oportunidad de equilibrarse, para vivir toda su plenitud como Espíritu, que puede elevarse continuamente, y continuar su evolución existencial.


-Roberto Brólio-

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                  VANIDAD Y HUMILDAD

El sublime Maestro dijo: "Sed humildes de corazón y fuertes de alma". Al decir, sed humildes de corazón, no hay duda que habrá querido significar que seamos modestos y sencillos, sinceros de corazón;que nos desprendamos del amor propio y del orgullo. Y fuertes de alma para dominar las pasiones y apetitos malsanos, aspectos estos que nos capacitarán para las grandes realizaciones.

   La humildad, manifestada como modestia y sencillez, ha sido siempre  una característica de los grandes y los fuertes (no fanfarrones), como puede apreciarse analizando la vida de los benefactores de la humanidad.

    Debéis saber que Cristo ama intensamente a los humildes de corazón. Sus diversas venidas mesiánicas están repletas de ejemplos de humildad y amor. Y sus enseñanzas de hoy, por medio de sus colaboradores en el espacio y en la Tierra, nos dice que, mientras más sencillos seamos, mientras  más humildes seamos humanamente,más grandes seremos espirituallmente, y más nos acercaremos a su vibración de amor y fortaleza, que nos permitirán alcanzar vibratoriamente, los Planos Superiores de Luz y Armonía, de donde podremos recibir sus luces, sus vibraciones de energía, que nos ayudarán a realizar nuestro destino.

   Y esa sencillez la conquistaremos a medida que superemos las imperfecciones, como la vanidad, el amor propio, orgullo, etc; y el sentimiento de amor verdadero crezca en nosotros. Ya que, la humildad es una fuerza resultante de las superación de los aspectos negativos referidos. Y a medida que vayamos progresando con nuestro esfuerzo y voluntad, los guías y maestros espirituales nos asistirán y ayudarán a elevarnos, si a ellos nos unimos mentalmente, lo que podrá ser percibido en ciertos momentos de nuestra vida humana.

   Pocos son los que saben identificar la verdadera humildad y algunos la confunden con el servilismo, la timidez, el apocamiento, humillación circunstancial, etc, demostrando así una carencia de buen discernimiento, pues mientras la humildad es una fuerza del espíritu evolucionado, es una superación, que no rebaja, sino que eleva; el servilismo en cambio, es claudicación, bajeza, degradación, debilidad del alma.   

   La humildad es una manifestación de superioridad real, sin engreimientos, y está implícita en toda persona con dignidad, sin alardes; en aquellos que han alcanzado ya la superación de la vanidad, el amor propio y el orgullo.

  En vuestras relaciones humanas podréis apreciar como algunos destacan por su sencillez, sin exhibicionismo fatuo, y no por eso les consideráis inferiores; incluso puede apreciarse cierto aire de superioridad, no manifestada, sino vibratoria. La humildad es un estado de superación alcanzado, que rechaza elogios y halagos, aunque ese rechazo no se exteriorice y aun cuando sea merecido, Sin embargo el vanidoso anda a la caza de ellos. 

   Toda dádiva o ayuda dada con ostentación, es vanidad, y como en esa acción no hay amor sentido, sino exhibicionismo, no beneficia en nada al espíritu.

   La humildad no se debe buscar en los aspectos externos, porque la vanidad se disfraza a veces, e "gran humildad", que es ficción, apariencia, afectación y falsedad, pues existe vanidad de la propia humildad. Y así hay quien hace alarde de humildad, sin percatarse que la humildad verdadera no necesita pregonarse, porque se refleja en todos los actos de la persona que haya superado la vanidad, orgullo y amor propio.

   Al respecto, meditemos sobre esta parte de un mensaje:

  " Humildad  no es solamente manifestarse sencillo, o no perseguir la figuración, sino que es la superación plena del pernicioso amor propio. Este es el mayor obstáculo con que tropieza el hombre para poder alcanzar las superaciones que su espíritu necesita y viene a conseguir en la Tierra. El hombre se ama a sí mismo con mucha más intensidad que a todos y que a todo lo demás, "y es ese exagerado amor a sí mismo el que precisamente ha originado "el estado caótico en que actualmente se debate nuestra humanidad".

   En sentido trascendente, la humildad no es una cualidad o virtud que deba adquirirse, sino una superación espiritual que debe lograrse. Y en realidad, al desaparecer del alma humana las lacras citadas: vanidad, orgullo y amor propio, que son vibraciones de baja tonalidad psíquica humana, propia de los planos inferiores.

   Con el fin de evitar alguna interpretación no acertada, debemos aclarar que humildad no significa compungimiento, ni privación o alejamiento de los lugares de esparcimiento en donde lograr sanas satisfacciones. Significa superar la vanidad, orgullo y amor propio; no sentir deseos de ostentación ni sensación de superioriddaad ante una condición de mayor categoría humana.

    Otros mensajes al respecto: " Para conocer en vosotros el punto de humildad en que os encontráis, analizaad las reaacciones que provocan en vuestra alma ciertos aspectos de la vida diaria de relación. Si deseáis halagos, elogios, admiración, no sois humildes; si os resentís por lo que los demás opinen o digan de vosotros, no sois humildes; si os resentís por lo que otros opinen o digan de vosotros, o por os bienes materiales o espirituales que manifiesten y os comparáis a ellos, no sois humildes; si constantemente analizáis y juzgáis el grado de vanidad o humildad de los demás, tampoco sois humildes".

  "Debéis comenzar a cambiar, empezando por restar importancia a vuestro pequeño "yo" humano, debéis mirar a todos los hombres como a verdaderos hermanos y a todos los hijos como a vuestros hijos. Y así, ese amor que recibís de lo Superior y que desvirtuáis al no hacerlo circular y guardarlo para lo vuestro, se proyectará y extenderá, cubriendo a todos los seres del mundo."La vida de relación es el crisol que necesitáis". 

   "Las buenas intenciones y propósitos son hermosos y plausibles, pero lo que necesita vuestro espíritu para poder progressar es la realización y práctica de estos buenos datos y propósitos."

   "Desde hace muchos siglos vuestros espíritus están preparándose, trabajando en el espacio y en la Tierra, para poder "canalizar" ahora a este mundo vuestro, "Fuerzas y Poderes superiores". Sin embargo en casi todos vosotros existe cierta resistencia mental, originada en la duda sobre vuestra capacidad, porque no se trata de capacidad personal humana, sino de capacidad espiritual para "canalizar", transmitir e irradiar las vibraciones que podáis recibir."

"No descuideis ni un instante la pureza de vuestros sentimientos, deseos, pensamientos y reacciones. Entended que en esas realizaciones misioneras que os corresponderá efectuar, seréis siempre atacados por fuerzas negativas, en el aspecto de la vanidad. Esta será una superación constante en la realización de servicio fraterno y será la "prueba" que os obligará a manteneros siempre alerta, a fin de no apartaros del camino de las enseñanzas que vais recibiendo."

Dejo estos argumentos a vuestro criterio.                                                                                                       Con cariño fraterno: -Sebastian de Arauco-

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