INQUIETUDES ESPÍRITAS
1.- Vida y valores (Velorio y cremación)
2.- Amar el Espiritismo
3.-El desafío del sufrimiento
4.-Alrededor de la Sexualidad
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Vida y valores (Velorio y cremación)
Acostumbran a ser momentos de mucho dolor, de mucha tristeza de aquellos cuando tenemos que velar los cuerpos de nuestros seres queridos. Cuerpos de amigos nuestros o de aquellos que, siendo vinculados a nuestros amigos, nos hallamos en el deber moral de compartir el sufrimiento, la nostalgia y comparecemos para nuestras condolencias, nuestro abrazo de fraternidad, nuestras palabras de cariño, de confortación. Y es muy común que, en esas ocasiones, perdemos el tino relativamente en lo que decimos, o en lo que hablamos. No tenemos nada que hablar en un momento como ese.
La criatura hace su gran viaje y estamos delante del cuerpo que ya no le servirá más. Casi siempre las personas lloran sobre el cuerpo, como si el cuerpo fuese su ente querido. Casi siempre las personas dicen que van a enterrar su padre, su madre, su hijo, su amigo. Eso porque admiten que el cuerpo es su padre, su madre, su amigo.
En lenguaje cotidiano, en lenguaje coloquial aun encontramos las personas que dicen: La sepultura de mi madre, la urna de mi padre, de mi hijo, de mi amigo. Verificamos con eso que, de hecho, aun se alimenta la idea de que nuestro ser querido es aquel cuerpo; que nuestro ser querido sea aquel resto mortal de debajo de la lapida o que está sobre la mesa mortuoria. Eso es un triste error. Allí solamente está el féretro, la urna, el ataúd, los cuerpos que sirvieron a nuestros seres queridos. Estamos allí para prestar homenaje a esos despojos que representan, a nuestra visión, a aquellos que amamos. Mi madre ya no estará más en aquel cuerpo. Mi padre, mi hijo, mi hermano, mi amigo no se encuentra en aquel cuerpo que está delante de nuestra observación. Allí solo se halla la jaula vacía donde el ave luminosa ya se levantó, ya se liberó, ya se fue. Como consecuencia de eso, hay que pensar en algunos cuidados durante los velatorios, durante esas situaciones en las que estamos prestando homenaje póstumo a los entes queridos, familiares o amigos, que ya marcharon a la vida más allá del cuerpo.
Para mucha gente, los velatorios son ocasiones para encontrar amigos. Aquellos amigos que la gente no encuentra nunca, no ve más. Todos nos encontramos en los velorios. Para otros, es ocasión de ver a la familia porque ven gente de todo lugar, de lugares lejanos, para prestar el último homenaje al ser querido traspasado. Por último, para mucha gente es ocasión de conversar. Pero, para muchos otros, aquel es un local de desdicha, de sufrimientos atroces, de amarguras mortales. Hay individuos que ruegan, en aquel momento de desespero, a su fallecido, que los lleven junto a él, que ellos no van a soportar el dolor de la nostalgia y casi nunca, esas personas se dan cuenta de que el muerto no está muerto.
Estamos dando culto al cuerpo que, un día, se utilizó. Sin embargo, nuestro ser querido está vivo, de pie, muchas veces acompañando todo el proceso del velorio y a causa de eso, oyendo y viendo lo que hablamos, lo que hacemos, registrando en si el psiquismo del ambiente, aquellas criaturas que corretean, que ríen que cuentan chistes, muchas de ellas sin conocimiento del momento, aquellas personas que hablan mal del fallecido registrando ondas de sufrimiento y de desolación de muchos familiares, de muchos amigos. Hay que tener mayor cautela, un poco mas de cuidado fraterno cuando se está participando de un velorio porque el muerto no está muerto, sigue vivo.
Entendiendo que nuestro ser querido, el fallecido, no desapareció, no está muerto de hecho, que solamente ha desencarnado y está fuera del cuerpo, sin tener más acceso a él, nos cabria a todos aquellos que vamos al velatorio, el tener una actitud de respeto para con el fallecido, para con los familiares. Si tuviésemos que conversar, que nuestras conversaciones giren en torno a asuntes leves, que puedan auxiliar el ambiente y la criatura desencarnada pueda estar lucida, pues en aquel momento, está sufriendo, muchas veces angustiada, y nota la angustia general. Y es muy común que los seres espirituales desprendidos del cuerpo registren el ambiente y sufran con el sufrimiento de las personas que se rebelan, y se enfrentan contra aquellos que están usando aquel ambiente, aquel espacio, aquellos momentos para contar sus chismes, hacer sus burlas o cosas indebidas, en un momento como ese.
Es tan serio el momento del pasar, por la desencarnación como lo es del nacimiento. De ahí se hace necesario que creemos un clima de afectividad, de cariño, en torno de aquel ser que está viajando de regreso para el mundo espiritual, tanto como cuando creamos un ambiente de cariño, de buena recepción de aquellos seres que llegaron un día a nuestra convivencia, en nuestros hijos, o en hijos de nuestra familia como un todo. Cuando pensemos en el velorio, la condición del desencarnado, puede ser feliz por haberse liberado del cuerpo enfermo, o sentirse mal, deficiente o enfermo, o bien puede estar deprimido por la depresión de la familia, o quizás esté rabioso por la forma como ha abandonado el cuerpo.
Al aproximarnos a la urna, del cuerpo, o en la esquina donde nos coloquemos, emitiendo pensamientos saludables, pensamientos de cariño, pidiendo a Dios que avance esa criatura, recientemente desatada del cuerpo, donde quiera que esté. Entonces, surge la cuestión de enterrarlo, o de incinerarlo. Para mucha gente, lo mejor es la sepultura tradicional, los llamados siete palmos. Para otros, mejor la incineración. Hay personas que piden testarudamente que su cuerpo, después de la muerte, sea incinerado y la familia obedece, cumple el ritual. Era el último pedido de la persona. Y vale la pena saber que la incineración debería ser hecha un poco después, esperando un poco más de tiempo, para que el espíritu desencarnado tenga tiempo para aclimatarse, se acostumbre a ese estado de desprendimiento definitivo y no sufra tanto con el proceso de la incineración.
Es muy común que veinticuatro horas después la criatura desencarnada aun este muy ligada mentalmente al cuerpo que acaba de dejar. Es como si tirásemos un ropa pesada que usamos durante mucho tiempo y, durante algún tiempo, persistimos con la sensación de que aun la cargamos sobre el cuerpo. Imaginemos vivir el tiempo que vivamos en el cuerpo físico… Estamos con la sensación de que cargamos el cuerpo con nosotros. La cremación es una medida higiénica, por excelencia , facilita mucho en el futuro la vida de las comunidades, no obstante, proponen los amigos espirituales que se podría esperar setenta y dos horas, para evitar cualquier choque, cualquier traumatismo sobre el espíritu desencarnado, con la reverberación de la incineración sobre su cuerpo.
El mismo raciocinio podríamos usar para el enterramiento tradicional. El espíritu que se halla ligado al cuerpo, mentalmente hablando, psíquicamente hablando, siente asfixiarse cuando el ataúd es cerrado y el cuerpo baja a la sepultura. Tiempo después, por los méritos espirituales, los Benefactores lo liberan antes de esa escena, pero la mayoría de todos nosotros, la media de los espíritus de la tierra no tenemos ese mérito y, por eso, se suelen sufrir situaciones desagradables.
Para nuestros velorios, respeto. En la incineración, un uso importantísimo, que precisa solamente ser regulado de manera diferente.
Raúl Teixeira
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AMAR EL ESPIRITISMO
Para entregarnos real y profundamente a algo, tenemos que llegar a amarlo.
Nos damos a nuestros hijos o a nuestros seres mas queridos, sin ningún tipo de oposición o medida.
Para lograr darnos al espiritismo, tenemos igualmente que llegar a amarlo. Y para llegar a ese estadio, debemos conocerlo primeramente a través de la lectura; comprenderlo después, lo que logramos con el estudio profundo y la intima reflexión; hasta llegar finalmente a una vivencia del mismo, de una manera natural. Para ello, llevamos a la práctica todas las enseñanzas adquiridas,transformándolas en actos de amor en nuestro día a día.
Amando, irradiamos una vibración que nos sintoniza con la espiritualidad mayor, que nos alienta, nos asiste y nos protege siempre, manteniéndonos alerta a la búsqueda de la necesidad, que muchas veces se encuentra donde menos lo esperamos. Hablar, escuchar, compartir, sonreír … hacer caridad sincera, esa que va mas allá de dar las migajas materiales que nos sobran, esa con la que abrimos sinceramente nuestros corazones.
¿Qué haríamos si viéramos a un ser muy querido por nosotros pasando calamidades?, haríamos todo lo que estuviera en nuestra mano por evitarle cualquier tipo de sufrimiento. ¿Y si pusiéramos mentalmente la cara de nuestros seres mas queridos a nuestros semejantes necesitados?…al fin y al cabo, ¿no somos todos hermanos planetarios, hijos del mismo Padre?. Debemos reconocer la obra de Dios en cada uno de ellos. Algunos disculpan su indiferencia pensando: están pagando su karma por la ley de causa y efecto, éstas pruebas son un aprendizaje para ellos, pero… ¿nos exime esto acaso, de darles asistencia?, ¿no serán igualmente pruebas para nosotros, si Dios los puso en nuestro camino?.
No nos corresponde juzgar, nos corresponde amar… amar sin medida. A través de darnos a los demás, es como hallaremos el camino recto hacia nuestra transformación moral y es como llegaremos realmente a amar el espiritismo. Por Alondra
-zonaespirita-
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EL DESAFÍO DEL SUFRIMIENTO
Encarar el sufrimiento con dignidad, aprovechando sus lecciones, es uno de los desafíos más grandes a los que se enfrenta el ser humano. Como es lógico, lo tratamos de evitar de una manera natural, instintiva; pero cuando aparece, cumple con una función terapéutica extraordinaria.
Grandes avatares que han pasado por la humanidad no estuvieron exentos del mismo; sin embargo, fueron capaces de afrontarlo con enorme entereza y sabiduría, sirviendo de ejemplo e inspiración para todos, en las diferentes épocas.
Antes o después, el sufrimiento llegará a tu corazón, pues el sufrimiento es parte de los fenómenos de la vida en progreso.
El sufrimiento forma parte de nuestro proceso evolutivo, se encuentra en todas partes y salpica a todo el mundo de un modo u otro. El conocimiento espiritual nos indica que vivimos en un mundo que se encuentra todavía en la fase de expiaciones y pruebas, lo cual significa que la felicidad no es un denominador común generalizado; ni tan siquiera en los mejores casos se está en condiciones de conocer la felicidad en su verdadera plenitud. Existen momentos, destellos que tarde o temprano pasan, como todas las cosas que ocurren en la Tierra. Todo es pasajero salvo el bagaje de experiencias adquiridas, así como también las conquistas de carácter intelectual y moral que elevan al ser y lo ennoblecen.
Sin su presencia, la soberbia, el despotismo, la agresividad se hacen insoportables.
El orgullo y el egoísmo insensibilizan al ser, lo tornan hostil; lo incapacitan para sentir empatía hacia sus semejantes. Una actitud ante la vida que genera insatisfacción y desasosiego allá por donde pasa.
El sufrimiento, sin embargo, baña de realidad al soberbio, al déspota, al agresivo, puesto que le muestra su vulnerabilidad y fragilidad, reblandeciéndole la coraza que consideraba infranqueable, tornándolo más sensible, receptivo al entorno. Se trata de taras morales, de una actitud comportamental que estanca al ser y le desconecta peligrosamente de su verdadera realidad interior.
Porque el hombre aún no entiende la voz suave del amor, enfrenta la aflicción que le lima las asperezas y lo induce a la reflexión, al bien.
El amor es aún hoy día el gran desconocido del ser humano en su periplo evolutivo actual. Se han conseguido algunos progresos, pero muy tímidos, alejados todavía de las realizaciones que serían deseables, donde el ideal del amor transformado en fraternidad y solidaridad estuviese extendido por todos los pueblos.
Las aflicciones, por tanto, cumplen la sagrada misión de reconducirnos, de restaurar los puentes dañados o abandonados que nos conectaban con lo Alto, con esa divinidad que es el origen y destino de todo ser. Para ello, es preciso recorrer un largo camino de experiencias, de pruebas, a lo largo de las diferentes existencias físicas como medio para elevarnos; debiendo superar, en la etapa actual, el primitivismo ancestral que todavía nos mantiene en la retaguardia y que nos impide avanzar con cierta claridad y rapidez.
A veces, el individuo reacciona, blasfema, protesta y termina por ceder, única manera de liberarse. De esta forma, no te rebeles ante el dolor, empeorando tu situación y desgastándote inútilmente.
Muestra clara de la inferioridad espiritual son las malas reacciones que se suscitan cuando aparecen los sufrimientos y las contrariedades. Se trata de las distintas etapas de un proceso del que todavía no se está maduro para aceptar ni asimilar, tanto en las pequeñas cosas como en las de gran trascendencia para el ser humano.
Recordemos las cinco fases de las que nos habla la doctora Elisabeth Kübler-Ross, y que ella observó y estudió tras haber pasado muchas horas con pacientes terminales en hospitales:
En primer lugar la negación, o incapacidad para aceptar la realidad: “Esto no me puede estar pasando a mí, no es posible”.
En segundo lugar la ira, o lo que es casi lo mismo, el rechazo violento de la nueva situación: “Yo no merezco esto, tengo muchas cosas por hacer todavía”.
En tercer lugar la negociación, es decir, revivir las creencias espirituales, muchas veces adormecidas y olvidadas hasta ese momento, para pactar una salida airosa de la situación.
En cuarto lugar la depresión, que es cuando el problema desborda y muestra las vulnerabilidades del ser y su incapacidad para controlarlo, generando una caída de la autoestima y modificando la percepción idealizada que tenía de sí mismo y de su entorno.
Y por último, cuando ya se ha hecho un análisis sereno de la situación después de haber atravesado las diferentes etapas anteriormente citadas, entonces es cuando surge la aceptación final.
Por lo tanto, ante las circunstancias adversas de la vida, el ser humano debe aprender a superarlas poniendo todo el empeño de su parte, pero con aceptación, puesto que aquello que le ocurre forma parte de su aprendizaje, del bagaje de experiencias que le va a permitir crecer exponencialmente. Por el contrario, con la rebeldía lo único que consigue es complicar y aumentar la carga ya de por sí, muchas veces pesada. Como nos dice la mentora Joanna, desgastando inútilmente las fuerzas que podrían aprovecharse para resarcirse y crecer.
La aceptación dinámica, esto es, la transformación del sufrimiento en experiencias realiza el milagro del éxito.
Muchas veces se habla del éxito, de las personas que logran alcanzar los mayores logros, quedándose con la imagen superficial, llamativa; la punta del iceberg. Pero se ignora la parte gigantesca de luchas y sacrificios que en su intimidad el océano oculta; de los fracasos, de las situaciones difíciles que con mucha dificultad se han ido superando para alcanzar las metas anheladas.
Sin embargo, tampoco hay que confundirse o engañarse; aceptación no significa resignación ciega, o el fanatismo de pensar que ante la “voluntad de Dios no se puede hacer nada”, puesto que no se sabe su voluntad última, y que para evitar esa circunstancia fatalista, al ser humano se le dotó de discernimiento y de voluntad, auténticas palancas del progreso. O dicho de otro modo: sufrir por sufrir, sin poner los medios para evitarlo, no conduce a ninguna parte. Es por ello que la inigualable Joanna habla de aceptación dinámica, y no pasiva.
Por todo ello, y para ir concluyendo, la finalidad de la vida es el progreso, las realizaciones edificantes, construir para así crecer. Lo que ocurre es que el ser se ve sometido cíclicamente a “reformas interiores”, como si se tratara de una vieja vivienda que precisa de reparaciones pendientes, mejoras que le permitan una mejor habitabilidad, para que se adapte a las necesidades que el habitante precisa. Estamos hablando del hogar, pero del hogar interior, el psicológico y trascendente, aquel que aporta la estabilidad suficiente para que ni las inclemencias ni las circunstancias exteriores le perturben hasta el punto de provocar un desmoronamiento total o parcial.
Finalmente, lo que la mentora Joanna de Ângelis propone con estas ideas consiste en transmutar el sufrimiento en experiencias ricas de sabiduría y de valores, permitiendo que el ser crezca, se libere del pasado obscuro y camine libre y sin ataduras hacia la luz de la comprensión y de la paz real, esa paz que es la consecuencia de una conciencia limpia y sin cargas negativas.
- Jose Manuel Meseguer- Amor,Paz y Caridad
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ALREDEDOR DE LA SEXUALIDAD
La avalancha teórica sobre la sexualidad humana es profundamente compleja. La aberración de la práctica sexual, cuando solo apunta a la satisfacción egoísta, inmediata y loca, da paso a patologías graves que degradan al ser humano. Hay espíritus que aún no han logrado superar las adicciones sexuales que traen del pasado y que embotan la conciencia. Hay casos obsesivos muy graves, aunque inusuales, en los que la mujer insaciable engatusa (“viola”) al hombre en el ámbito sexual.
En vista de las leyes humanas y cívicas, es necesario mantener la observancia de normas y reglas, que se diferencian de los seres irracionales. Ahora bien, desde un punto de vista biológico, la sexualidad es una savia sublime para mantener la vida en patrones de estabilización y encanto, proporcionando, cuando su uso es ético y equilibrado, satisfacción y plenitud en las relaciones. Estamos impregnados de este potencial sexual y estamos llamados a aprender a disciplinarlo.
La sexualidad no se puede valorar desde la perspectiva de quienes la consideran impura y prohibitiva, mucho menos desde las impresiones de quienes anhelan esposarla al nivel de la banalidad como simple rozamiento de las células que provocan el clímax orgásmico. La sexualidad humana es de origen divino y su poderosa energía, que naturalmente se esparce en el ser, no debe ser tratada de manera loca, sin embargo es urgente ser disciplinado para lograr su propósito, como fuerza fecunda y creadora, para producir avance espiritual. hombre.
Cuando una pareja se ama, la pareja se siente y se reverencia. La vida sexual y la experiencia entre ellos es respetuosa y placentera. El amor entre los dos no está condicionado solo a la sexualidad, sin embargo va mucho más allá, incluyendo la amistad, el compañerismo y el cuidado por la satisfacción de sus necesidades. Sin embargo, cuando esto no ocurre y hay una necesidad compulsiva de sexo por parte de uno o de ambos miembros de la pareja, esa pareja no está en armonía; está psicológicamente corrupto y no es feliz.
Naturalmente, necesitamos ejercer la indulgencia hacia aquellos que son servidores de la sexolatria, entendiendo que cada ser es un ser divino en sus potencialidades de amor que estallarán en el futuro, entre otras cosas porque estas demoras morales son particularidades de la etapa de expiación y pruebas del hombre terrenal.
Es urgente rezar y orientar a quienes nos piden ayuda, mostrando las desafortunadas implicaciones del sexo en la locura y como nos advierten los Benefactores del más allá, frente a todas y cada una de las desarmonías en el mundo afectivo, con quien sea y lo que sea, pongámonos, con el pensamiento, en lugar de los inadaptados, analizando nuestras tendencias más íntimas y, después de comprobar si estamos en condiciones de censurar a alguien, escuchemos en el corazón de la conciencia, la inolvidable llamada de Cristo: Amaos los unos a los otros como yo os he amado.
- Jorge Hessen-
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