jueves, 17 de septiembre de 2020

Reencarnación y familia

      INQUIETUDES ESPÍRITAS

1.- ¿Quienes fueron Adán Y Eva?

2.-Olvido del pasado: Beneficio espiritual

3.- Planeamiento reencarnatorio

4.- Reencarnación y familia





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                  ¿ Quienes  fueron Adán y Eva?

                               


 

Tal vez lo que aquí aparece escrito pueda parecer descabellado, aunque a otras personas nos parece una teoría  razonable,  pero en cualquier caso  creo que es digno de ser tenido en cuenta y  comentado.

El relato bíblico nos habla de Adán y Eva, como si fuesen dos personas creadas directamente por Dios: Los dos primeros padres de toda la raza humana, y cuenta que por desobediencia a Dios o Yavé, fueron expulsados del Paraíso.

Por supuesto que estos relatos de la Bíblia no se pueden tomar literalmente, porque se comprende que son una figura alegórica de otra realidad diferente. Estos relatos a veces podrían parecer fábulas o cuentos infantiles poco creíbles si no representaran realidades más complejas de comprender por las mentes humanas en aquellas remotas épocas cuando fueron elaboradas.

En realidad todas las figuras y personajes que aparecen en  el relato de la creación de los llamados “nuestros primeros padres", Adán y Eva, son alegorías  y fueron dadas por Moisés al pueblo judío de  aquella época de modo adecuado a su nivel de comprensión. Bajo mi humilde opinión, muy bien podrían  significar lo siguiente:  La palabra  hebrea  “Haadam”, de donde procede el nombre de Adán, representa a la humanidad en general.

El “arbol de la vida y de la ciencia del bien y del mal ” representa la conciencia de la vida  espiritual y el crecimiento espiritual en uso a la responsabilidad del libre albedrío que Dios les otorgó.  Asimismo el fruto del árbol representa  la evolución espiritual y los deseos y atracciones materiales del hombre a los cuales sucumbe,  representado en la figura de Adán.

Comer del fruto significa sucumbir a las tentaciones materiales que el fruto representa, en detrimento de las conquistas espirituales que debiera realizar.

Asimismo la muerte con que es amenazado Adán si desobedece, son las consecuencias inevitables de orden físico y moral, por transgredir las leyes  divinas que lleva grabadas en su conciencia. La serpiente  que los invita a desobedecer representa la perfidia de los malos Espíritus que con sus consejos tratan de hacer daño y pervertir.

Por último, el paraíso personifica el lugar idílico de donde procedían los seres humanos llegados a la Tierra y del que fueron expulsados y arrojados a la Tierra, los Seres de  la raza adámica, representada por  la figura de Adán .

Como vemos, Adán y Eva no fueron en realidad una sola pareja humana. Eva es una figura representativa de la raza humana primitiva que habitaba la Tierra, procedente de los primitivos humanoides recien llegados evolutivamente a la Humanidad, en cuanto a lo físico y en lo psíquico, procedentes del reino animal llegado a la cúspide de su evolución ( ciertas especies de grandes primates),  mientras que  Adán es la  figura representativa  de una raza o estirpe espiritual  más evolucionada, desterrada a este mundo desde otro mejor y más evolucionado , (“ arrojados del Paraíso”).

       Lo hasta aquí expuesto, se puede basar en los siguientes datos e hipótesis:

El Ser humano primitivo solamente  pudo aparecer de modo simultáneo en diversos lugares de la Tierra;  esta  hipótesis científica  esta basada en la existencia de múltiples fósiles de  una  antigüedad  muy superior en miles de años a la que señala la Biblia  para la aparición de Adán,  y que se han encontrado en diversos lugares  muy alejados entre sí, por  muy diversos puntos del planeta .Este dato de carácter científico  coincide con lo que sobre este punto habla la Codificación Espírita.   

Cuando Caín- figura alegórica hijo de Adán y Eva, y representante de toda la  especie humana posterior-, fue desterrado tras haber matado a su hermano Abel, cuenta la Bíblia que en su destierro encontró otros pueblos en donde obtuvo descendencia con algunas de sus mujeres.  Llegados a este punto, de nuevo nos podemos preguntar:  Si todos  fuésemos  descendientes de una sola pareja humana, ¿de dónde podrían haber salido esos pueblos que encontró Caín fuera del Paraiso?. Las mujeres que conoció no podían ser sus hermanas, porque como cuenta la Biblia, las encontró en pueblos lejanos; entonces, ¿quiénes eran esos pueblos y de dónde habían salido?.  Además si se pudiese admitir que estas mujeres, madres de sus hijos, eran sus hermanas carnales, se tendría que admitir que Dios creó a los humanos a base de repetidos incestos perpetuados a través de los tiempos y las generaciones.

Hay otro detalle bíblico muy sugestivo que nos indica la existencia de una raza superior que se mezcló con otra inferior.   Nos cuenta como  “los  hijos de Dios encontraron a las hijas de los hombres hermosas, y se casaron con ellas y tuvieron hijos que formaron una raza de gigantes que tenían seis dedos”.  Este detalle de los gigantes con seis dedos, no puede por menos de recordar a los estudiosos y seguidores del  tema  “Extraterrestre”,  el aspecto físico coincidente en muchos casos con estos  referidos Seres cuando han sido avistados u observados  por diversos testigos en diferentes escenarios y momentos, guardando estos Seres “humanoides” una muy estrecha relación con el llamado “ Fenómeno OVNI”, ya que está largamente comprobado que son ellos mismos quienes los tripulan.

            La raza Adámica era más evolucionada en cuanto a desarrollo intelectual, científico  y técnico, pero con un grave atraso moral que les hacía seres inferiores y atrasados espiritualmente, ( tal como vemos en la actualidad que acontece en nuestro mundo con determinadas personas),  por lo que  muchos de sus componentes fueron traídos a nuestro planeta, desde el que habitaban anteriormente ( un planeta de la estrella  Capela o Capilla , de la constelación de Cochero, situado a 45 años luz de la Tierra. Esta estrella se distingue  como un  astro  amarillento situado  a la izquierda de las Pléyades, y forma un triángulo equilátero con Júpiter y Saturno) .   

        Esta migración o destierro de espíritus hasta la Tierra debió deberse a  un cambio de ciclo planetario en ese  lejano mundo que  pasó a ser un “mundo de regeneración”  inhabitable para ellos desde un punto de vista evolutivo espiritual. Estos espíritus expulsados de su mundo o paraíso lo merecieron  por su atraso evolutivo en medio de la humanidad social, tecnológia  y moralmente más adelantada que habitaba aquel planeta y a la que ya comenzaban a entorpecer  a causa de su retraso moral. De paso, con el desarrollo de su inteligencia y sus conocimientos o reminiscencias de tecnología superior a la del primitivo humano terrestre, con los recuerdos de sus adelantos y de sus organizaciones sociales, ayudaron  e impulsaron al primitivo terrícola en sus primeros pasos evolutivos en la Tierra.  Como ya se señaló anteriormente, la mayoría de los desterrados de Capella, fueron desalojados de allí en espíritu  hasta nuestra psicoesfera  para seguir reencarnando en  la Tierra, pero otros  fueron transportados íntegramente, con su cuerpo material (los llamados  “dioses” de la antigüedad, llegados en “carros de fuego”,  por las humanidades mas primitivas).

Estos espíritus desterrados hasta la Tierra, fueron acogidos por Cristo, el Espíritu Guía y Tutor de este planeta, que despertó en ellos esperanzas de redención mediante el trabajo y el progreso en la misma, prometiéndoles su venida entre ellos para enseñarles el verdadero camino de regreso a su patria perdida.

Estas dos razas,  Capellinos y Terrícolas,( Adán y Eva), se mezclaron, generando una nueva raza humana que pobló la Tierra hasta nuestros días; estos recién llegados eran   mas evolucionados que la  raza terrícola anterior  “la de Eva ”( terrestres), que habitaba nuestro planeta  desde antes de que llegase la raza de Adán ( Capellinos), y de la cual proceden los fósiles humanos a los que se atribuyen antigüedades de tantos miles de años. 

Para la raza “de Adán”  esta venida a la Tierra que era un mundo primitivo, supuso un destierro, una expulsión de su mundo original  (“Paraíso Perdido”).   

Con su mezcla con los humanos y tras repetidas  reencarnaciones, este mundo nuestro  fue pasando desde su estado de "mundo primitivo" a la siguiente fase evolutiva en la  categoría de “mundo de expiación y pruebas”, en la que todavía nos demoramos.

Las emigraciones de Seres espirituales  entre los diversos mundos del universo, son periódicas y siempre tienen la función de hacer progresar en moralidad y sabiduría a los pueblos o mundos más jóvenes y  rezagados.

La raza adámica, tras muchas generaciones en el planeta Tierra, no olvidó su origen, como una reminiscencia que finalmente se plasmó en las páginas de la Biblia con la idea de “el Paraiso perdido”.

Aquellos seres procedentes de aquel planeta de Capella, tras el paso de muchas generaciones se fueron agrupando  en cuatro grandes grupos que forjaron los pueblos más antíguos de la raza blanca: Los ários de donde descienden los pueblos indo-europeos,que incluyen a los latinos, los celtas, los eslavos, los germanos y los griegos.  Los hebreos y los indúes con sus castas, así como  la  misteriosa civilización  egipcia.  Sin embargo antes de la llegada de los “desterrados de Capella”, ya habían llegado en épocas anteriores otras civilizaciones extraterrestres procedentes de otros remotos mundos de entre los millones que se encuentran diseminados en el universo. De ellos derivan las razas amarilla y negra  que ya existían en la Tierra a  la llegada de  estos cuatro grandes grupos descritos, formados directamente a partir de la raza adámica.

La mayoría de aquellos espíritus desterrados hasta la Tierra ya pudieron regresar  e incorporarse a su mundo de origen pero, según datos de confianza procedentes del “más allá”, aún quedan muchos de ellos obstinados en el mal, que continúan  reencarnando en la Tierra.

- Jose Luis Martín-

 

“Todas las leyendas antiguas hablan de una raza superior que, procedente de los espacios cósmicos, trajo a los hombres los principios culturales que hicieron grandes a las primitivas civilizaciones”.

Robert Coppel (“Las Religiones”)-


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Olvido del pasado: Beneficio espiritual

La realidad se va desvelando al ser humano en la medida en que se purifica, en que se eleva en la escala jerárquica.Conforme va adquiriendo conocimiento de su naturaleza y del mundo que le circunda, mayor progreso alcanza en todas las cosas. El conocimiento científico ha sido y es un poderoso aliado a la hora de penetrar en la comprensión de las propias leyes de la Naturaleza. Sin embargo, fuera de las investigaciones de la ciencia, el ser humano ha recibido instrucciones respecto a lo que se le sustrae a nivel perceptivo, de sus sentidos. Es por este tipo de conocimiento que el ser humano ha adquirido, hasta cierto punto, la noción de su pasado y de su destino futuro, de manera fehaciente.

En esta línea argumentativa, obtenemos la idea, clara y distinta, de que la materia es el agente, el intermediario por el quey sobre el cual obra el espíritu. El espíritu –que se encuentra envuelto en una sustancia vaporosa, denominada periespíritu y que le sirve de unión con la materia- es el principio inteligente del Universo: el ser que somos en el cuerpo en que estamos.Por tanto, el cuerpo es el instrumento de que se sirve el espíritu (nosotros) a través de su envoltorio fluídico, para realizar su progreso, para adquirir el grado de sabiduría y amor que le posicionará en el estado de bienaventuranza.

Es así, que decimos que los espíritus constituyen el mundode los espíritus o inteligencias incorpóreas, el cual es el principal,preexistente y sobreviviente a todo. No obstante, y a pesar deque podría no haber existido el mundo corporal sin que se alterase la esencia del mundo espiritista y por extensión nuestra propia esencia, ambos mundos se interrelacionan incesantemente, pues el uno reacciona imperecederamente en el otro.En defnitiva, hay dos elementos generales en el Universo: el espíritu y la materia, y por encima de todo Dios, el Absoluto.Esta trilogía es el principio que constituye todo lo que existe.

Como correlato de este presupuesto, obtenemos la certeza de la posibilidad de continuación de la vida humana después de la vida, ya que, como hemos visto, la vida verdadera es la vida del espíritu. Todo lo que sabemos de la naturaleza, de las cosas y de los seres nos muestra que nada perece, sino que todo se transforma. Todo está en continuo movimiento, en constante cambio donde la transformación forma parte de una de las leyes de Universo. La vida es, pues, un contínuum, donde muerte y nacimiento son dos aspectos de su realidad.

Entonces, ¿qué será de nosotros después del fenómeno biológico de la muerte? Como se puede vislumbrar de todo lo precedente, volvemos a entrar de nuevo en el mundo espiritista que habíamos abandonado momentáneamente; existe elser y no la nada. La vida del cuerpo es pasajera y transitoria; la vida eterna es la vida del espíritu, que alcanzará la purificación perfeccionándose a través de la prueba de la vida corporal en sucesivas existencias. Por consiguiente, nuestro Yo, el alma o espíritu, después de abandonar su cuerpo, tomará otro, es decir, se reencarnará en un nuevo cuerpo, logrando, de esta manera, su mejoramiento progresivo. En cada nueva existencia, el espíritu da un paso en su ascensión evolutiva, y cuando se despoje de todas sus impurezas, no necesitará ya las pruebas de la vida corporal. He ahí donde podemos observar la justicia de Dios. Todos los espíritus tienden a la perfección y Dios les proporciona los medios de conseguirla por las pruebas de la vida corporal. La doctrina de la reencarnación, que admite muchas existencias sucesivas, es la única conforme con la idea que nos formamos de la justicia de Dios, respecto a los hombres que ocupan una condición moral inferior; la única que puede explicarnos el porvenir y cimentar nuestras esperanzas, puesto que nos proporciona medios de enmendar nuestras faltas con nuevas pruebas.La razón así lo indica y así nos lo enseñan los espíritus.

Hallamos, pues, en la doctrina de la reencarnación una consoladora esperanza: que nuestra inferioridad no nos va a desheredar del bien supremo y que podremos lograrlo con nuevos esfuerzos. ¿Quién no se conduele, al final de su vida, de haber adquirido demasiado tarde la experiencia de la que ya no  puede aprovecharse? Pues, sabed que esta experiencia tardía no se pierde y será empleada con provecho en una nueva vida. Platón ya nos confirmara en palabras de Sócrates, su maestro y padre de la filosofía, que el alma traía en sí, en la memoria el conocimiento deseado y, por lo tanto, aprender sería recordar un conocimiento ya adquirido. Pero entonces, ¿por qué no tenemos durante la vida corpórea un recuerdo exacto de lo que fuimos, de lo que aprendimos e hicimos en existencias anteriores? ¿No neutralizaría esta falta de recuerdo el adelantamiento espiritual, es decir, la acumulación de experiencias que le darían,finalmente, la perfección?

El propio Nietzsche –considerado uno de los tres Maestros de la sospecha, junto con Marx y Freud- ya nos señaló la necesidad del olvido. Determinó que tiene una función de preservación en la realización de nuestro desarrollo, esto es,para que el pasado no destruya el presente. Nos surge la cuestión, pues, de hasta qué punto es conveniente el olvido. Hoy que establecemos científicamente como método terapéutico la alternativa de sumergirnos en nuestro inconsciente como posibilidad de resolución de nuestros conflictos personales, nuestros traumas psicológicos –pensamos, por ejemplo, en la Terapia   de Vidas Pasadas- ¿no habría que considerar establecer un límitesano, en el sentido de bueno, del olvido del pasado? Queremos advertir que las marcas negativas que nuestros errores nos dejaron en el alma no está allí para imponernos sufrimientos, sino justamente para servirnos de alerta, en el sentido que tratando esos efectos tendremos más condiciones de rescatar nuestro equilibrio físico, mental y espiritual.

El olvido del pasado ocurre porque el ser humano aún no está en la suficiente disposición como para contener su ayer.Generalmente, no tiene la estructura psicológica necesaria para convivir con su pasado. Nos encontramos aún en un nivel de progreso espiritual insuficiente, marcado por grandes imperfecciones y tendencias negativas que nos asimilan al bruto. Una gran descompensación moral en relación al avance científico–técnico, intelectivo, que la humanidad ha alcanzado. Esto sin llegar a considerar la idea de que los grupos de relación, familiares,sociales, etc., que formamos, se establecen por el principio de causalidad, bajo la ley de causa-efecto, por lo que, en verdad, los constituyen personalidades involucradas, vinculadas en vidas pasadas. ¡Qué repercusión tan grave podría ocasionar el recuerdo!

La Doctrina Espírita, codificada por el emérito profesor Allan Kardec (pseudónimo), nos esclarece sobre la necesidad del olvido. Nos demuestra que el recuerdo preciso de nuestro ayer, mayoritariamente equívoco –por mor del nivel de progreso en que nos encontramos- tendría inconvenientes extremadamente graves, perturbándonos, humillándonos ante nuestros propios ojos y ante los de nuestro próximo, el prójimo; traería perturbación en las relaciones sociales, frenando, así, nuestrolibre albedrío, nuestra libre voluntad de elección. Obtenemos,pues, en líneas generales que olvidar es regla y recordar es excepción.

Si a cada nueva existencia se corre un velo sobre el pasado, hay que saber, no obstante, que nada pierde el Espíritu (la persona) de lo que ha adquirido en aquél; olvida únicamente la manera como lo ha adquirido. El ser humano trae instintivamente, al reencarnarse, en forma de ideas innatas, intuitivas, lo que ha adquirido en conocimiento y amor, en sabiduría y bondad.Nuestra conciencia, que es el deseo que experimentamos de no reincidir en faltas ya cometidas, nos incita a resistir tales inclinaciones y, así, vamos superando nuestras limitaciones. Por otra parte, aquel anonadamiento del pensamiento que nos haría estar siempre repitiendo la misma situación es infundado, porque semejante olvido sólo tiene lugar durante la vida corporal. Al desencarnar, cesación de la vida corporal, el Espíritu recobra el recuerdo del pasado: puede ahora juzgar del camino recorrido y el que aún le falta por recorrer; de modo que no hay solución de continuidad en la vida espiritual, que es la normal, la verdadera, la del Espíritu inmortal.

Deducimos, pues, que el olvido temporal es un beneficiode la Providencia, ya que la experiencia se adquiere a menudopor las pruebas rudas y expiaciones terribles. Este recuerdo sería muy penoso, viniendo a juntarse a las angustias de las tribulaciones de la vida presente. Si nos parecen largos los sufrimientos de la vida, ¿qué no parecerían si se viesen afectados por elrecuerdo de los sufrimientos del pasado? Hoy somos personashonradas, sinceras, trabajadoras en virtud a las rudas consecuencias sufridas por faltas que hoy repugnarían a nuestra conciencia.

¡Cuántas personas quisiéramos correr un velo sobre los primeros años de nuestra existencia! ¡Cuántos no se han dicho al final de su existencia: si volviese a empezar, no haría lo que he hecho! Pues bien, lo que no podemos deshacer en esta vida, lo desharemos en otra; en una nueva existencia, su Espíritu traerá consigo, en estado de intuición, las buenas resoluciones tomadas. Así se realiza gradualmente el progreso de la Humanidad.

Las reminiscencias del pasado no afloran en una nueva existencia debido a la disminución del estado vibratorio del Espíritu. Es decir: que la envoltura fluídica del Espíritu, conjugada con la fuerza vital, adoptó, en la nueva concepción, un movimiento vibratorio sumamente débil, el cual impide que pasen al estado consciente del ser. No obsta para considerar que el olvido de una falta no atenúa sus consecuencias. Por contra, en mundos superiores al nuestro donde sólo reina el bien, el recuerdo del pasado nada tiene de doloroso, y por eso sus habitantes recuerdan la existencia precedente como nosotros lo que hicimos el día anterior. En cuanto a lo que ha podido hacerse en los mundos inferiores (caso de nuestro globo terráqueo), viene a ser como un sueño pasado. Cada día concedido por la Providencia nos faculta para perfeccionarnos sin cesar, olvidando el mal y adicionando el bien a las adquisiciones que nos proyectarán a la felicidad. Se trata de ser hoy mejores que ayer pero menos que mañana.

Miguel Vera

 

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 Planeamiento Reencarnatorio




                                                                       

Toda vida y cada individuo son producto de una planificación biológica y espiritual. No venimos al mundo por azar sino, antes bien, por el más puro determinismo. Partimos del constructo filosófico y espiritual que nos dice que la vida no es un proceso aleatorio o casual que surja por una especie de combustión biológica espontánea, sino de un continuum existencial que se configura en una serie de etapas en nuestro mundo, adonde vamos y venimos no por cómputo fortuito, sino en la proporción directa a nuestras necesidades evolutivas. Es por eso que el vivir es tan relevante, y no precisamente porque dispongamos de una sola existencia carnal, sino por lo que significa de aprovechar el tiempo en la adquisición de virtudes y llevar a cabo las experiencias previamente planificadas. Teniendo esto en cuenta, no se trata de apurar la vida como si de algo para gastar y/o consumir se tratase, sino de procurar alcanzar su sentido profundo, y, con el mismo, poner en práctica las tareas y compromisos que cada hombre y mujer trae.

Somos hijos/as del Más allá

Espiritualmente no “nacemos” en este mundo (en este lado de la realidad), sino que renacemos; es decir, nuestro ser (eterno) busca una envoltura biológica (temporal) que le da cuerpo, apropiada a nuestro programa de vida y las experiencias que debemos sortear…, experiencias más o menos dolorosas, más o menos probatorias, que son el producto kármico exacto de los abusos y/o desatinos que cometimos en las pasadas etapas reencarnatorias.

Encarnados o desencarnados (es decir, con envoltura somática o como entidades espirituales) somos individualidades eternas vinculadas a la Divinidad y destinadas a la luz y la felicidad, aunque estos estados de dicha y realidad superiores no se hacen sino con el esfuerzo propio, desarrollando los campos del intelecto y la renuncia, y para esto, con asesoramiento de los Espíritus superiores, se diseña/planifica todo un organigrama de rutas principales, estrategias a seguir, estudio de antecedentes kármicos (negativos y ennoblecedores) que cada cual tiene; todo en vistas a una nueva incursión carnal que nos permita ir “depurando” instintos (agresivos, ególatras, etc.), dependencias, etc., que atan al ser a la animalidad, haciendo que con cada existencia seamos un poco menos imperfectos, más evolucionados.

Nuestra misma biología se configura en respuesta exacta a las necesidades kármicas que cada cual necesita, agregándose desde el espíritu el diseño de cada fisiología, el campo molecular requerido, la carga genética concreta, la predisposición a determinadas enfermedades, etc. El Espiritismo nos instruye en la serenidad de saber que no existen caprichos de la naturaleza, buenos o malos destinos, y (menos aún) castigos divinos. Un cuerpo sano, uno tullido, otro con predisposición a la esquizofrenia, etc., no son sino valiosos campos de experiencia para cada alma encarnada, algo ya pactado en los espacios superiores.

Salud, equilibrio o desequilibrio mental, patologías varias, herencia genética, etc., son necesarios campos de expresión del alma, que toman la forma de transitorios reajustes que nos auxilian tanto en la eliminación de impurezas como en el saneamiento de los injustos comportamientos del pasado. Y es que necesitamos librarnos de exceso de “equipaje”, en nuestro milenario caminar hacia más altas cuotas de la existencia y de la felicidad… felicidad que, en su acepción plena, no es de este mundo.

Las pruebas y expiaciones nunca son algo impuesto…. responden a códigos de merecimiento y justicia, siendo su objetivo la instrucción de nuestros espíritus y jamás el castigo (como suelen interpretar las religiones oficiales).

Conciencia: comprendiendo y aceptando

Un signo de estar en el camino del despertar de conciencia, o ejecutando una labor que nuestra alma asumió antes de encarnar (la elección de determinada actividad laboral, compromiso con algún ideal que persiga la justicia social y el progreso, el apoyo a un familiar conflictivo, el afrontamiento de una enfermedad, etc.) es comprender que estamos en el lugar exacto del universo, con la familia adecuada y ante los problemas y desafíos que más nos ayudarán a crecer.

No es que se planifiquen todas las circunstancias y actos (pues éstas pueden variar según nuestra manera de reaccionar y utilizar nuestro libre albedrío), pero si se trazan las líneas maestras.

Y después de comprender… el otro signo de una espiritualidad despierta es la aceptación (que en términos espirituales nada tiene que ver con la rendición o el no luchar), que es esa especie de madurez y temple que nos hace sentir que todo marcha como debe marchar (con aquello que nos gusta y con lo que nos gusta menos, con los que nos motiva y lo que nos da miedo, etc.) y que nos hace no exigir nada de nadie y nos convierte en seres serenos y agradecidos.

Si espontáneamente pudiésemos recordar el tiempo empleado en el mundo espiritual en compañía de nuestros guías… la dedicación y el esfuerzo empeñados, el cariño invertido para cada renacimiento en la Tierra… de seguro, aprovecharíamos cada minuto de nuestra existencia
para poner en práctica los valores superiores, así como las tareas asumidas en aquellas áreas (afectivas, sociales, etc.) que dejamos desatendidas en otras existencias y que hoy forman parte de nuestro presente. Aprovecharíamos el tiempo que nos resta antes de regresar a la patria espiritual y no malgastaríamos con tantas lamentaciones y/o escapismo moral. Reflexionemos en esto: Uno de los mayores sufrimientos de las almas en el otro lado de la vida es la conciencia del tiempo perdido y las oportunidades desperdiciadas entre las invitaciones y los falsos valores
del mundo.

Se hace, por lo tanto, primordial acallar nuestro ego caprichoso e invertir prioridades, dejando a un lado aquellas que nos estén apartando del sendero. Muchos pensarían que quizá sería oportuno disponer de ese recordatorio súbito para no apartarnos de las tareas asumidas antes de nacer, pero en realidad no se hace preciso, puesto que todos tenemos la guía de nuestra conciencia, ese sabio guardián que nos habla desde nuestro templo interno y auxilia nuestro desarrollo espiritual como una “alerta” que pulsa cada vez que no estamos haciendo lo correcto. En nuestra conciencia reside el más efectivo manual de instrucción para nuestra correcta trayectoria en la Tierra… sin olvidar todos los “recordatorios” que vienen en forma de sueños, intuiciones y señales cotidianas.

Todos los días, un contingente expresivo de la humanidad regresa al mundo espiritual una vez finalizada su etapa en la Tierra, habiendo malgastado el tiempo que se le concedió en perseguir los placeres mundanos y fugaces, anestesiados por los reclamos de la sociedad del bienestar. Es duro regresar al otro lado y descubrir que lejos de asumir ideales y proyectos ennoblecedores, desviamos o paralizamos nuestros recursos internos a golpes de materialismo, vanidad y fuga de los sentidos.

Aunque sean nuestros hermanos menores, nos diferenciamos de los animales en nuestro mayor grado de conciencia y compromiso ante la ley de progreso. No sólo aparecemos en el mundo para ocuparnos de la alimentación y la procreación, sino para construir entre todos una civilización más humana, auxiliando al progreso y prestando el apoyo a aquellos con menos recursos que nosotros. Es para esto que nos preparamos antes de (re)nacer, por lo que regresamos una y otra vez a los escenarios del mundo, llevando con nosotros los recursos suficientes para encarar los desafíos y problemas que nos salgan al paso.

¡Qué valioso es escuchar la voz de nuestra conciencia! Es sensato, prudente y dichoso el que logra apartarse un momento del ruido y las mil distracciones vanas que nos atan a las sensaciones inferiores, aquel que escucha las señales íntimas de su ser hablándole de que existen otros motivos que expresan su presencia en los escenarios de esa escuela de almas que es la Tierra.

Juan Manuel Ruiz
Revista Espírita de la FEE núm. 2

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            Reencarnación y familia


“Ninguno verá el Reino de Dios si no naciera de nuevo…”

Uno de los argumentos más comunes de los opositores del Espiritismo es el de que la Reencarnación, su ley básica, destruye los lazos de la familia. Tal argumento, como tantos otros que la ignorancia y la mala fe sustentan, teniendo como objetivo obstaculizar la marcha triunfante y gallarda de la Tercera Revelación, no resiste al más simple razonamiento, al más leve examen de la lógica y del buen sentido. Es por medio de la Reencarnación (y gracias exclusivamente a ella), que los lazos de la fraternidad se amplían y fortalecen, sobre todo en los círculos de la consanguinidad. Sin las nociones de la palingenesia, nuestra familia espiritual sería reducida, porque en principio también sería reducida nuestra familia corporal. A través de la Reencarnación, se prolongan los afectos más allá de la vida física. Continúan los lazos y vínculos espirituales, en los otros mundos y en las otras existencias.

Por su intermedio, se establecen ataduras eternas entre los corazones que se reencuentran, innumerables veces, en el paisaje del mundo, renovando experiencias de perfeccionamiento. Se nos figura imposible considerar a la Reencarnación como una doctrina perjudicial a los lazos de la familia. Solamente podemos entenderla como afirmación de la solidaridad entre los seres, demostrando así, en toda su plenitud, la Bondad Celeste. Tan solo conseguimos concebirla como elemento divino de reunión de las almas, en un mismo grupo o ambiente, pueblo o nacionalidad, para consolidar los afectos iniciados, en otros grupos y en otros pueblos, en tiempos que se fueron.

Existe, sin embargo, otro aspecto que igualmente revela su excelsitud, la valía de la Reencarnación. Si por ella amigos se reaproximan en el mismo hogar, también en el mismo hogar los adversarios se reencuentran para la definitiva extinción de odios, cuyos orígenes se pierden en la bruma del pretérito. No fuera la Reencarnación, nos faltarían las oportunidades de la reconciliación con aquellos a quienes ofendimos o herimos, o que nos agraviaron y lesionaron. Son por esto, benéficos los efectos y las consecuencias de la Reencarnación.

¿Cómo podríamos, igualmente, restablecer el contacto con las almas que sembraron espinas en nuestro camino y con espíritus que enfrentaron piedras colocadas por nosotros? ¿Cómo podríamos volver al escenario terrestre, con el fin de, al lado de compañeros de otras jornadas, concluir programas individuales o colectivos apenas esbozados o simplemente iniciados? ¿Cómo nos rehabilitaríamos en frente a aquellos que, situados en nuestro camino evolutivo, en la condiciones de hijos y cónyuges, parientes y amigos, tuvieron sus vidas y sus destinos complicados por nuestra desatención a los preceptos del Evangelio?

Como vemos, en vez de destruir los lazos familiares, las ataduras de la consanguinidad, la Reencarnación los fortalece y consolida. Les asegura la perpetuidad en la Tierra y en otros mundos. Si el Divino Maestro la exaltó en varias ocasiones, inclusive con el “ninguno verá el Reino de Dios si no naciere de nuevo”, la Doctrina Espírita la glorifica en la admirable síntesis que en el frente de nuestro movimiento filosófico ostenta, gallardamente; “Nacer, morir, renacer nuevamente y progresar continuamente, tal es la Ley.” Jesús y Kardec plenamente identificados en la Ley Magnánima.

La Reencarnación niega el egoísmo, pues afirma, de manera elocuente, la solidaridad entre todos los seres Divulgarla, hacerla conocida es encender en el corazón de la Humanidad la lámpara de la esperanza. Ella diluye el preconcepto, en cualquiera de sus manifestaciones. La Reencarnación es el bálsamo, también, para el sufrimiento. Es llave que abre la puerta para la comprensión de los más complejos problemas humanos. Es luz que aclara la noche de nuestros sufrimientos y de nuestros deseos para la Vida en el Más Allá.

La Reencarnación, es en síntesis, Amor…

Martins Peralva (Extraído del libro «Estudiando el evangelio a la luz del Espiritismo)

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