sábado, 23 de octubre de 2021

La mujer sumisa

   INQUIETUDES ESPÍRITAS

1.- Un paso tormentoso al Más Allá

2.- La mujer sumisa

3.- La muerte, ese misterio

4.- ¿ Qué es el "Inconsciente Colectivo" ?


                                          

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  UN PASO  TORMENTOSO AL MÁS ALLÁ                    


El espíritu se adhiere tanto más a la vida corporal cuanto no ve nada más allá.

Siente que la vida se le escapa y quiere retenerla.

En lugar de abandonarse al movimiento que le arrastra, resiste con todas sus fuerzas, pudiendo así prolongar la lucha durante días, semanas y meses enteros.

Sin duda en este momento el espíritu no tiene toda su lucidez.

La turbación ha comenzado mucho tiempo antes de su muerte, pero por esto no sufre menos, y la vaguedad en que se encuentra, la incertidumbre de lo que vendrá a ser de él, aumentan sus angustias.

Llega la muerte, y no se ha acabado todo. La turbación continúa, siente que vive, pero no sabe si es de la vida material o de la vida espiritual.

Lucha todavía hasta que las últimas ligaduras del periespíritu se rompen. La muerte
ha puesto término a la enfermedad efectiva, pero no ha puesto fin a  sus consecuencias.

Mientras existen puntos de contacto entre el cuerpo y el periespíritu, el espíritu siente los achaques de aquél, y sufre.

EL CIELO Y EL INFIERNO SEGÚN EL ESPIRITISMO. ALLAN KARDEC.

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             LA MUJER SUMISA   

  El Espiritismo  no abarca cualquier idea de rebajamiento de la mujer en relación al hombre ni viceversa. Según El Libro de los Espíritus “son los mismos espíritus que animan al hombre y mujer”.

Y la  elección que motiva una u otra experiencia, en cuerpo masculino o femenino, obedece a sus necesidades de progreso.  Como deben progresar en todo, “cada sexo, como cada  posición social, les ofrece  pruebas y deberes especiales, oportunidades de adquirir experiencia, conocimientos”.

Si reencarnasen solamente  en una u otra condición, tendrían un progreso deficitario, incompleto y estarían impedidos de alcanzar la perfección que requiere amor y sabiduría.

En la visión espirita, la condición del hombre no le asegura ninguna autoridad particular sobre la mujer. Sólo la superioridad moral y la ejercida  por el cargo de liderazgo o autoridad en la jerarquía social. Más eso no es privilegio del hombre porque  la mujer tiene también, a su turno, esas posiciones.  En el mundo espiritual, la autoridad es la moral, ejercida naturalmente por el hombre o mujer   que la ha obtenido por merito de su  progreso. Por eso, toda discriminación  y preconcepto,  según la óptica espirita, son contrarios a la caridad  y tenidas como actitudes anti cristianas. En ese caso, no hay diferencia entre machismo o feminismo, cuando  fuera de los padrones  naturales de la relación hombre-mujer en la sociedad.

 

Viene de las raíces de la civilización como Adán Y Eva, más o menos comunes a todas las creencias y leyendas antiguas, con las diferencias apenas de enfoque cultural propio de cada pueblo, componiendo la versión religiosa sobre el origen del hombre en la Tierra. Es una versión inherente a una época  y a un pueblo que no tenían aun las informaciones de la ciencia.  Es como el niño que asimiló  durante  mucho tiempo la leyenda de la Cegonha, en la interpretación a su alcance sobre el acto  del nacimiento del bebe. Fue entre esos pueblos que la idea de inferioridad de la mujer  gano fuerza por la creencia casi generalizada de que ella era el clonaje femenino del hombre.  Si la Génesis decía que la mujer fue hecha a partir de Adán, ella era  con justicia una  especie de propiedad de el. ¿No le debía la propia vida?

Después viene el episodio del pecado original en el paraíso terrestre, en donde la mujer, tentada por las fantasías de la serpiente, lleva al hombre al error. Y Dios, ofendido, decreta: “Multiplicaré los sufrimientos de tu parto, darás a luz con dolor, tus deseos te impelerán  a tu marido y estarás bajo su dominio. “Esa  sentencia fue incorporada  a todo un orden de restricciones  y discriminaciones a la mujer, transformada en esclava pasiva del hombre. Sara llega a pedir a su marido Abrahán que le dé un hijo con la esclava egipcia Agar. Fue impuesta a la mujer  la muerte por el apedreamiento por los mismos que la prostituían, como en la narrativa bíblica  de la mujer adultera. Los fariseos, que hacían de su saber un arma de dominio sobre la masa inculta, salían de los templos  mirando para el suelo para no encarar a las mujeres. Buda tampoco permitía que sus seguidores las mirasen. Sócrates llegó a insultarlas. Había una oración judaica que decía: “te agradezco, Dios, por no haberme hecho mujer…” Paulo, Pedro y Agustín, Lutero se revelan ríspidos para con la mujer. Pedro recomendaba la sumisión de la mujer al marido, “como Sara que obedecía a Abrahán llamándolo Señor". Paulo escribe a Timoteo diciendo: “No permito a la mujer  que enseñe, ni se arrogue autoridad sobre el hombre, sino que permanezca en silencio, con espíritu de sumisión.”

Ellos también hablaron bien de la mujer. Pero fue Cristo, llamado Hijo de María más que de José, el que se interesó por los dolores de la mujer. Desde el inicio de su predicación creó un nuevo concepto de la mujer, como escribe Aleksandr Mien, en Jesús, Maestro de Nazaret. A partir de Él, el lugar de la mujer  no se limitó  al hogar domestico. Por eso, en su grupo de seguidores  más íntimos brillaron mujeres  como María su madre, Magdalena, la pecadora. Marta  y María, hermanas de Lázaro; Salome, madre de Juan y Tiago; María, mujer de Cleofás; Susana y Juana, mujer de Cusa, procurador de Herodes Antipas, entre otras. Jesús dialogo con la samaritana y enfrentó la censura de Simeón, el fariseo  y sus invitados al permitir que una prostituta le lavase los pies y le enjugase los cabellos.  Asimismo dijo a la adultera amenazada de apedreamiento: “Yo tampoco te condeno; vete y no peques más.”

Como vemos, el feminismo surgió con Jesús. Fue a una  mujer, en Samaria, a la que El se rebeló como el Mesías Divino. Fue también a una mujer a quien se presentó primero, después del drama del calvario, revelándole la inmortalidad. Jesús mostró que no quiere a la mujer subyugada, sumisa, anulada. Él quiere a la mujer luchadora como lo fue Magdalena, equilibrada, sensata, compenetrada de su papel de mujer, consciente de su misión en la familia, de sus atribuciones en el hogar y en la sociedad, en la condición de compañera leal del hombre (y el de ella) en la implantación del reino de Dios por la generación de la humanidad. 

 El Espiritismo incorpora todo eso, al esclarecer que  “con la emancipación  de la mujer se consigue  el progreso de la civilización,  mientras  que con su subyugación   se camina con la barbarie.”

Portado por Marco Aurelio Rocha en marzo de 2011

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                         LA MUERTE, ESE MISTERIO

                               

¿Quién es la muerte? Ella que ha sido estigmatizada con una larga túnica negra, con una capucha que esconde su esqueleto y una amenazadora guadaña en la mano.  ¿Quién es ella, la muerte, a la que muchas personas temen y no se  atreven a cuestionar? Vamos a hablar de ella para comprenderla mejor, vamos a evocarla para comprenderla mejor. 

Esta desconocida siempre produce temor, pero cuando uno la examina mejor comprueba que nos ha permitido levantar ese velo de misterio que la hacía tan aterradora, pues es bien sabido que lo que nos asusta es lo que no se comprende. 

La muerte según los filósofos 

Los ritos alrededor de la muerte comenzaron cuando los hombres de la prehistoria se preguntaron qué debían hacer con el cuerpo. Es sorprendente comprobar que el hombre de Neandertal enterraba a sus muertos con los objetos que le habían pertenecido, así como con alimento. ¿Pensaban que sus muertos podían volver a la vida? Es cierto que su primera relación con la muerte ha sido el temor; debían estar horrorizados ante el cuerpo inmóvil, sin vida del ser querido. El primer gesto ha debido ser el de sacudir el cuerpo, aferrarse a él, un instinto primario frente a lo que no se comprende y no se acepta. En el transcurso de las civilizaciones, los hombres han hecho de la muerte una cuestión filosófica; se han formado diferentes corrientes, los espiritualistas y los materialistas. Es evidente que los discípulos de Sócrates tenían un enfoque espiritualista de la muerte, contrariamente a los de Epicuro que tenían de ella una concepción materialista. Según Epicuro la muerte no es nada, nosotros no somos sino un agregado de materia destinada a ser destruida por ese flagelo. Según él, lo que podía curarnos del miedo a la muerte era saber que después de la muerte, no seremos más nada. Es esta idea misma de la muerte la que, en la filosofía moderna, ha dado nacimiento al nadaísmo así como al existencialismo, que afirman que el hombre nace sin objetivo y sin valor, y que por sus acciones puede dar un sentido a su vida y con la muerte, ya no existe más. Como espíritas, no podemos avalar esta visión pues contribuye a alentar el individualismo. Efectivamente, por qué preocuparse por el futuro del planeta ya que hay una terminación de la vida.

 Algunos  objetarán que Sartre era un gran humanista; efectivamente, pero era su conciencia la que le insuflaba su  combate por el prójimo, y no esa visión nadaísta de la muerte que ha impulsado a más de uno hacia el "cada uno para sí". 

El propio Epicuro le decía en una carta a su discípulo Meneceo: “El conocimiento de esta verdad, de que la muerte no es nada para nosotros, nos hace capaces de gozar de esta vida mortal”. Entonces el individualismo se convierte en legítimo; como Sade, gocemos de todos los placeres pues un día hay un final de los regocijos. Según Sade, igualmente, somos sólo un componente de la naturaleza y al morir, no hacemos sino devolver lo que la naturaleza nos da por un tiempo limitado y “las pasiones del hombre sólo son medios que la naturaleza emplea para alcanzar sus fines”. Esta visión materialista de la muerte, ha hecho surgir imágenes horripilantes de ella en la cabeza de ciertos filósofos contemporáneos como Michel Onfray: “Autista, silenciosa, ignora todo lo que no es ella: toma, engulle, se nutre de todo lo que se  le ofrece, pero no regurgita nada; incapaz de reconocimiento, tomaría el universo entero antes de su hora si por  ventura uno no se le resistiera”.

 Al contrario de Epicuro que rechaza la muerte, Sócrates se ubica en una total aceptación de ella. En Fedón, Platón nos narra el día del deceso de su Maestro. El día de su ejecución, Sócrates despoja a la muerte de sus atavíos y de su máscara macabra para entregarnos sus convicciones sobre la inmortalidad del alma. Todavía enseña a sus discípulos, y les dice con convicción que sabe que va a encontrar a otros muertos “que valen más que los de aquí”. Explica que no se rebela frente a su muerte próxima porque para los muertos hay otra cosa. Sócrates, que siempre vivió sin preocuparse nunca por su apariencia, dijo también a sus discípulos que los verdaderos filósofos no tienen que preocuparse de su cuerpo que sólo es una prisión para el alma. A pesar de los riesgos que corre, Sócrates no puede decidirse  a callar porque sabe que enseña la verdad. Para él, filosofar es aprender a morir y el filósofo tiende a la elevación de su alma para separarse mejor de su cuerpo. Esta  escena puede parecer extraña a muchas personas: un condenado a muerte que filosofa sobre la muerte con sus últimos visitantes. 

Nietzsche reprochó a Sócrates haber pronunciado esta última frase antes de morir: “Critón, le debemos un gallo a Esculapio. Paga esta deuda, no seas negligente”. Siempre según Nietzsche, al querer dar una ofrenda a Esculapio (Dios de la medicina) Sócrates prueba que es un pesimista que considera la vida como una terrible enfermedad de la que el Dios Esculapio lo habría curado. Es muy fácil para Nietzsche decir eso cuando se sabe que, según él, pensar en la muerte ya significa no amar la vida. Así, la última frase de Sócrates podría ser interpretada por la idea de que la muerte es una verdadera liberación y que él sabe que al morir seguirá viviendo pero sin las cadenas de la materia. Ha vivido su vida siendo fiel a sus ideas y no como un pesimista. Innegablemente Sócrates plantó los jalones de la filosofía moderna; él es el que cuestiona para incitar al otro a elevar siempre su alma; él llevó la filosofía al camino de la espiritualidad.

 Las religiones deberían tener ese mismo papel: reconciliar al hombre con la muerte. Los profetas venían con un mensaje consolador, mensajero de una vida más allá de la muerte. ¿No evocaba Jesús en su sermón de la montaña un reino en los cielos? 

La muerte según las religiones

 Camille Flammarion lo expresó en La muerte y su misterio:La muerte es el asunto más grande que ha ocupado jamás el pensamiento de los hombres, el problema supremo de todos los tiempos y de todos los pueblos”. 

Muchas personas enfrentadas a la muerte de un ser querido se han refugiado en la religión, esperando encontrar respuestas allí. Pero, como dice Camille Flammarion, la fe no se controla. Es evidente que no todos encontrarán en los dogmas religiosos las respuestas que buscan; algunos, como el apóstol Tomás, necesitan ver para creer. 

En la antigüedad, la civilización egipcia fue la que más se asomó al misterio de la muerte. A través de los estudios y los ritos iniciáticos, quería vencer a la muerte y  regir a toda la sociedad con ella como telón de fondo.

 Desgraciadamente, como entre los druidas y los griegos  de la antigüedad, los ritos y los secretos sólo eran revelados a una élite. En el antiguo Egipto, el cuerpo estaba  compuesto de dos partes: el djet, es decir el cuerpo terrenal y el ka que corresponde al doble espiritual, lo que en espiritismo denominamos periespíritu. Para que el muerto llegara al reino del más allá, era necesario obligatoriamente que su cuerpo fuera embalsamado. Al principio, ese privilegio de levantar el velo que daba a la muerte todos sus atavíos misteriosos, correspondía a los reyes y, hacia el fin del antiguo Imperio, una suerte de revolución permitió a todos acceder a los secretos del más allá. 

Las palabras mágicas que permitían franquear “el pórtico de la muerte” están transcritas en diferentes lugares de la dinastía y ya no solamente a los ojos de los privilegiados. Antes de llegar al reino del más allá, el difunto es juzgado por Osiris, el Dios de la muerte, cuyo nombre es traducido por un egiptólogo como “el que se beneficia de la actividad ritual”. Efectivamente, es gracias a los poderes mágicos de sus hermanas Neftis e Isis (que es también su esposa) que Osiris recobra la vida. Osiris se convierte entonces en el soberano del más allá.

 La civilización griega es la única que heredó los secretos acerca del soberano Osiris que, por otra parte entre los griegos, se convirtió en Dioniso. 

En el hinduismo, encontramos múltiples dioses como entre los egipcios y los griegos. Los hindúes creen en una vida después de la muerte. Según ellos, el cuerpo es sólo una envoltura temporal, pero tenemos un alma que está destinada a migrar de vida en vida. Nuestra reencarnación dependerá de las buenas o malas acciones (karma) que hayamos hecho. Así, para ellos, la muerte no es un tabú, pues allí no hay fin, la vida y la muerte se mezclan perpetuamente una con la otra. 

Si miramos la concepción de la muerte según los budistas, observamos que para ellos el nacimiento es un acontecimiento tan natural como la muerte. Es en el momento de los últimos instantes de la vida cuando vemos en imagen fugaz el lugar donde renaceremos para padecer sufrimientos extremos o tener una vida bienaventurada según los actos que hayamos cometido en nuestra última vida. La muerte es pues un perpetuo renacimiento porque de la muerte volvemos a la vida, es la rueda de la existencia kármica. 

Hace 2.000 años, el Cristo habló a sus apóstoles de la  muerte como Sócrates habló de la muerte con sus discípulos. En el evangelio de Juan, se expresa así: “No estéis  inquietos, creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi padre, hay muchos lugares para habitar”. Diferentes frases de Jesús, aunque estén en parábolas, resaltan la idea de que más allá de la muerte existe otro mundo. Desgraciadamente, con el paso del tiempo, sus palabras han sido deformadas. 

El paraíso y el infierno (como en el islam y el judaísmo) siguen siendo los dos mundos donde acabaríamos más allá de la muerte según que hayamos seguido los preceptos de la religión o desobedecido las leyes divinas. Para la mayoría de los humanos, que tienen cosas que reprocharse, la muerte  se convertía en una fuente de pesadillas, la condenación eterna. 

El siglo de las Luces ha querido que, a los ojos del mundo, la ciencia supere a la religión. Los intelectuales del siglo XVIII deseaban el fin del oscurantismo y que los cambios de orden intelectual y las investigaciones  científicas prevalecieran sobre la superstición y la intolerancia. Los espíritas del siglo XIX han hecho de la ciencia  una herramienta para que de la fe ciega nazca la “razón revelada” por pruebas concretas. 

La muerte según el espiritismo.-

“Morir es abandonar la sombra para entrar en la luz” 

Mientras que los materialistas ven la muerte únicamente como un estado clínico, una interrupción definitiva de  los procesos vitales que se caracteriza por un electrocardiograma plano, nosotros los espíritas, consideremos que la muerte no es un término. Nuestro cuerpo es sólo un traje del cual nos despojamos al final de cada vida; es perecedero al contrario del periespíritu, vehículo de nuestro Espíritu que es inmortal. Nosotros creemos en la pluralidad de las existencias, la palingenesia que tiene como objetivo ayudarnos a progresar, y así como vamos a los bancos de la escuela para profundizar nuestros conocimientos, existe la escuela de la vida para depurar nuestra alma. 

Algunos se preguntan por qué preocuparse por la muerte que parece ser un problema insondable. Dicen que llegado el momento ya tendrán  tiempo suficiente para pensar en ella. Otros afirman que hace falta no amar la vida para interesarse tanto por la muerte, o tener un espíritu muy morboso. No se trata de escapar de la vida sino de interesarse por una cuestión tan fundamental. La muerte es un evento que debería parecernos tan importante como el nacimiento. En ciertos países, el muerto es tan celebrado como el recién nacido. La muerte no debería ser un tabú pues es un camino que todos vamos a recorrer. 

El espiritismo le quita todo su cortejo macabro; con esta ciencia, esta filosofía, se cae  su máscara aterradora y detrás de esa máscara se descubre otra vida. En La muerte y su misterio, Camille Flammarion recoge una cita muy pertinente del naturalista y explorador alemán Alexander von Humboldt: “Un presuntuoso escepticismo, que rechaza los hechos sin examinar si son reales es, en  ciertos aspectos, más censurable que la credulidad automática”. Efectivamente, se le puede reprochar a ciertos  científicos contemporáneos que rechacen categóricamente la existencia de una vida después de la muerte  sin haberse abierto a los numerosos trabajos de los científicos del siglo XIX y a las pruebas que atestiguan esta realidad, como los moldeados ectoplásmicos, las fotografías de ectoplasmas, los numerosos testimonios y procesos verbales firmados por la mano de grandes científicos como Camille Flammarion, Gabriel Delanne, Gustave Geley, Pierre y Marie Curie. Las pruebas que dan testimonio de la realidad de una vida después de la muerte están dadas. 

El propio William Crookes decía, después de numerosas investigaciones sobre el fenómeno espírita: “No digo que eso es posible, digo que es”. Los que como William Crookes se atrevieron a  afirmar que la muerte no existía, han sido señalados con el dedo, criticados, ridiculizados y calumniados. 

La comunicación con los Espíritus que era, para algunos, un motivo de entretenimiento, para divertirse haciendo girar las mesas, se convertía para otros en un tema de reflexión. 

Allan Kardec, codificador del espiritismo, fue primero escéptico respecto a las mesas giratorias. Un día, fue invitado a una sesión y ante el fenómeno decidió descubrir su causa y estudiarla, pues, según él: “Todo efecto tiene una causa, todo efecto inteligente tiene una causa inteligente, el poder de la causa está en razón del tamaño del efecto”. Meticulosamente, fría y rigurosamente, como el pedagogo que era, analizó los hechos. De sus investigaciones resultaron El Libro de los Espíritus, El Libro de los Médiums y algunas otras obras más que revelan la realidad de una vida después de la muerte y la belleza de una filosofía que ofrece las claves para la evolución de nuestras sociedades. Así, podemos comprobar que el espírita no huye de la vida volcándose sobre la muerte, sino que, muy por el contrario,  la muerte lo lleva hacia el verdadero sentido de la vida. Al interesarse por la muerte, busca tomar el camino de la libertad: el estado espiritual. Como decía Spinoza: “Sentimos y experimentamos que somos eternos”. La muerte pues, según el espiritismo, es sólo un estado y no un final.

 Lecturas aconsejadas: La muerte de Patrick Dupouey Libro de los muertos de los antiguos egipcios de Gregoire Kolpaktchy La muerte y su misterio de Camille Flammarion Fedón de Platón El libro tibetano de los muertos de Robert A. Thurman 

Por Kadia HamadouTraducción de Ruth Neumann Publicado en la revista Le Journal Spirite en Español. La Revista del Círculo Espírita Allan Kardec de Nancy (Francia). Nº 98. Octubre – Diciembre de 2014


 ( Tomado de zona Espirita)

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           ¿Qué es el  Inconsciente Colectivo?

      Se trata de una idea que existe envolviendo a una colectividad de personas, que la sienten como propia, sin saber como les ha llegado esa idea,; por eso, a veces  se suele decir que “la idea flota en el ambiente”.

     Cuando sucesos trágicos o traumáticos sucedieron alguna vez en determinado escenario, parece ser que la energías  psíquicas generadas por sus protagonistas, permanecen en el ambiente por tiempo indeterminado, y son captadas  después por otras personas, generalmente  dotadas de cierto grado de sensibilidad psíquica.

     Esa idea o tendencia común a una colectividad de individuos, en cierto modo existe también en  ciertas especies animales, como vemos en los bancos de peces, o en las bandadas migratorias de aves, etc., que actúan al unísono, de modo instintivo, irracional, pero cordinado.

     Hasta la fecha no ha sido científicamente demostrado en absoluto su existencia en ciertos lugares frecuentados por humanos; simplemente es una teoría libre de ser o no ser aceptada por la razón, aunque  a favor de esta tesis, es de señalar que también existen personas sensitivas capaces de captar esas energías, cuando se encuentran en determinado lugar en donde existen..

El llamado Inconsciente Colectivo, es  una energía psíquica común, que  por algún motivo permanece plasmada en un ambiente determinado. Cuando el ambiente que tiene esta clase de energías  se les ha llamado también "Impregnación psíquica" por permanecer en él, como permanece la pintura sobre el lienzo de un cuadro y  afecta a muchas personas que participan de ella por estar reunidas  en ese lugar participando de emociones y deseos comunes, y entre todas ellas se crea mente o energía común en el ambiente, que se puede sumar a la que ya había  en ese ambiente  con anterioridad,  siendo denominada   como "Mente Master". Esto podría confirmar el motivo de lo que sucede en espectáculos públicos (eventos deportivos, teatros, mitines políticos, etc), en los que el "empuje"  mental y anímico de las personas  es tan importante para  materializar  el  éxito.

Este Inconsciente colectivo también se plasma en   muchas personas sensitivas que han experimentado a veces ambientes psíquicos en determinado lugar, mas o menos agradables o desagradables con arreglo a los sucesos extraordinarios que alguna vez acontecieron en aquel ambiente, que quedó impregnado psíquicamente con las mentes que participaron de aquellos acontecimientos.

Esta idea tal vez siga siendo por mucho tiempo  más indemostrable que la de la existencia del Espíritu como Ente individual y sus múltiples existencias humanas. No obstante existen indicios de que es  posible la realidad del Inconsciente Colectivo, por los “cuadros astrales” que han quedado en el ambiente y que a veces han descrito videntes y sensitivos, en los cuales  han visto reproducidos con todo detalle, grandes acontecimientos generalmente violentos o impactantes que ocurrieron en esa zona, tal como batallas, sucesos terribles, crímenes, etc. Estos “cuadros astrales”, vendrían a ser como retratos de aquellos hechos, vistos y descritos en movimiento y acción, repetidamente, tal como fueron cuando sucedieron por primera vez en el plano físico, dejando “impregnado” el ambiente psíquico del lugar.

- Jose Luis Martín-

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