viernes, 28 de agosto de 2020

Proclamar la verdad

    INQUIETUDES ESPÍRITAS

1.- Proclamar la verdad     

2.- Los trastornos mentales          

 3.- Hacia una espiritualidad laica






                                                          

Proclamar la Verdad

                           


En los últimos años, a instancias de mis queridos compañeros del Grupo Villena, he ido relatando todas y cada una de mis experiencias espiritistas, acumuladas durante muchos años, y que nunca pensé que pudieran tener la importancia que ellos me hicieron entender.

Todas aquellas experiencias, recuerdos y vivencias han estado siempre vivas y claras en mi memoria; fueron enormemente importantes como para ser olvidadas. Deseo recordar que todas ellas fueron vividas a una edad en la que todo es nuevo; cualquiera enseñanza que un niño recibe, cualquier materia, es un descubrimiento, y… ¿qué impacto puede recibir un espíritu «joven» cuando ese descubrimiento proviene de un mundo que, aun sabiendo que existe, no se ha manifestado hasta ese momento?

He apuntado joven entre comillas ya que, como todos sabemos, el espíritu puede ser mucho más viejo de lo que creemos, pero a los catorce o quince años, eso se ignoraba: el espiritismo aún estaba en su desarrollo y luchando por su supervivencia. Como he referido más de una vez (y es necesario seguir recordándolo), todo cuanto teníamos era el testimonio aportado por aquellos viejos espiritistas que sobrevivieron a los acontecimientos que tuvieron lugar en aquellos años; carecíamos de libros; muchos fueron quemados, no solo aquellos que fueron víctimas de lo que se conoce como «Auto de Fe» de Barcelona, en el año 1861, donde fueron quemadas 300 obras espiritistas, sino otros muchos que lo fueron, por miedo, años después.

Así pues, no debe extrañar que, desde el mundo espiritual, viniera esa ayuda que necesitábamos, y Dios, bondadoso, permitió aquellas manifestaciones, en aquellos tiempos extraordinarias, que impactaron en mí, y que han sido mis compañeras de mi viaje por este planeta.

Siempre albergué el temor de que aquellos acontecimientos de orden espiritual, como he dicho extraordinarios, fueran considerados (creo haberlo apuntado ya) pura invención o, lo que considero más doloroso, un afán de protagonismo. Los alegatos de mis compañeros me hicieron recordar una hermosa frase que recogí del libro “Higiene del espíritu”. La frase rezaba así:

«No hay falta más grave que saber la verdad y ocultarla, o enseñar una mentira».

Por lo tanto, mi decisión fue dar a conocer todas mis experiencias, fueran o no creídas.

Hoy, cuando esta maravillosa doctrina goza de buena salud y tiene en su poder herramientas para constatar la veracidad de estas afirmaciones por medio del estudio y el discernimiento, pueden ayudar mucho para entender y conocer mejor el espiritismo y sus manifestaciones operadas por los hermanos desencarnados, o espíritus, en momentos concretos en los que eran absolutamente necesarios. Recordemos que los espíritus no hacen nada que no tenga una utilidad.

Quiero aquí reincidir en un mensaje recibido de un espíritu que se identificó en su momento como «un espíritu que os ama», y que ya fue publicado en otro de mis artículos, para aclarar dudas, si las hubiera, y al mismo tiempo deshacer conceptos de cómo se pueden comunicar los espíritus.

(*)No se extrañen los centros espíritas de estas manifestaciones que alguna vez se reciben de espíritus elevadísimos, pues teniendo en cuenta que los hombres, en general, son muy atrasados y muy llenos de imperfecciones, es muy natural que Dios no escatime a sus hijos enfermos, ni en cantidad ni en calidad, todo aquello que necesiten para su mejoramiento y progreso.

 Es grandísima la influencia de esos espíritus y su amor, que les lleva a acudir a donde mayor falta hacen, y a menudo se comunican sin dar sus nombres para no fomentar el orgullo en los centros.

Como vemos, este mensaje queda avalado por las propias palabras del Maestro: «Los enfermos son los que necesitan médico».

Este podría ser mi legado: un pobre legado sin ningún valor y que solo lleva en sí el estudio, las experiencias y conocimientos que fue acumulando un espíritu en su largo viaje por el mundo de los encarnados, aún inacabado.

                                   Mª Luisa Escrich-, Amor, Paz y Caridad.

(*)Del libro “Higiene del espíritu”, que fue publicado en Villena en 1904, en la página 488, nº 185.

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   Los trastornos mentales


            Abarcan una amplia gama de problemas que incluyen:

Trastornos de ansiedad, incluyendo trastorno de pánico, trastorno obsesivo-compulsivo, trastorno de estrés post-traumático y fobias Trastorno bipolar Depresión Trastornos del estado de ánimo Trastornos de la personalidad Trastornos psicóticos, como la esquizofrenia

Existen muchas causas de las enfermedades mentales. Los genes y los antecedentes familiares pueden jugar un papel.

Sus experiencias de vida, tales como el estrés o un historial de abuso, también pueden influir.

Los factores biológicos también pueden ser parte de la causa.

Una lesión traumática del cerebro puede conducir a un trastorno mental.

La exposición de la madre durante el embarazo a virus o químicos tóxicos puede desempeñar un papel.

Otros factores pueden aumentar el riesgo, tales como el uso de drogas ilegales o sufrir una condición médica seria como cáncer.

 *** Sin embargo esos transtornos mas que un diagnóstico psicológico o psiquiatrico, es una diagnóstico de tipo obsesivo, de espiritus malos que se apoderan de la mente de las personas, insinuandoles malos pensamientos, barullos, e inclusos videncia traumáticas, del cual solo depende de la persona rechazarlos.

Por eso en los diversos libros de la codificación espirita de Allan Kardec, se habla de este tema. Por que es una condición importante en la vida de todo ser humano. 

 La obsesión, como las enfermedades y todas las tribulaciones de la vida, debe ser considerada prueba o expiación y como tal aceptar

 En el Libro de los Espíritus pregunta nº 459, dice:

459 - ¿Influyen los espíritus en nuestros pensamientos y acciones?

 “Su influencia es mucho mayor de lo que creéis, porque a menudo son ellos quienes os dirigen”

 460. ¿Tenemos pensamientos que nos son propios y otros que se nos sugieren? - Vuestra alma es un Espíritu que piensa. No ignoráis que muchos pensamientos os llegan a la vez sobre un mismo asunto, y a menudo muy contrarios los unos de los otros. Pues bien, lo hay siempre vuestros y nuestros. Es eso lo que os pone en la incertidumbre, porque tenéis en vosotros dos ideas que recíprocamente se combaten.

 III.- Poseídos

 473. ¿Puede un Espíritu momentáneamente revestirse de la envoltura de una persona viva, esto es, introducirse en un cuerpo animado y obrar en lugar del Espíritu que se encuentra encarnado en él?

 - El Espíritu no penetra en un cuerpo del modo que tú entras en una casa. Se asimila con un Espíritu encarnado que adolece de los mismos defectos y cualidades, para actuar conjuntamente con éste. Pero siempre es el Espíritu encarnado el que obra como quiere sobre la materia de que está revestido. Un Espíritu no puede sustituir a otro que se halle encarnado, porque Espíritu y cuerpo están unidos por el lapso que deba durar la existencia material.

 474. Si no hay posesión propiamente dicha, vale decir, cohabitación de dos Espíritus en un mismo cuerpo, ¿puede el alma estar bajo la dependencia de otro Espíritu, de manera de ser subyugada u obsedida por él, hasta el punto de que su voluntad se vea en cierto modo paralizada?

- Sí, y son los verdaderos poseídos, pero has de saber que este dominio no se ejerce nunca sin participación de quien lo sufre, ya sea por su debilidad, o bien por su deseo. Con frecuencia se ha tomado por poseídos a epilépticos o dementes que tenían mayor necesidad de un médico que de exorcismos. La palabra poseído, en su significación común, supone la existencia de demonios, es decir, de una categoría de seres de índole malvada, y la cohabitación de uno de tales seres con el alma en el cuerpo de un individuo. Puesto que no existen los demonios, en ese sentido, y que dos Espíritus no pueden residir simultáneamente en un mismo cuerpo, tampoco existen los poseídos, conforme a la idea que de esta palabra se tiene. El vocablo “poseído” sólo debe entenderse como refiriéndose a la dependencia absoluta en que puede encontrarse el alma con relación a Espíritus imperfectos que la subyugan.

475. ¿Le es posible a una persona ahuyentar por sí misma a los malos Espíritus y liberarse de su dominación?

 - Siempre se puede cortar un yugo, con tal que se tenga firme voluntad de hacerlo.

476. ¿Podría suceder que la fascinación ejercida por el Espíritu perverso sea tal que la persona subyugada no caiga en la cuenta de ello? En tal caso ¿puede una tercera persona lograr que cese la dominación?

- Si se trata de un hombre de bien, su voluntad puede ayudar apelando al concurso de los buenos Espíritus, porque cuanto más hombre de bien se es, tanto más poder se tiene sobre los Espíritus imperfectos para alejarlos y sobre los buenos para atraerlos. Sin embargo, ese hombre sería impotente si el subyugado no presta su cooperación: personas hay que se complacen en hallarse bajo una dependencia que halaga sus gustos y deseos. En todos los casos, aquel cuyo corazón no sea puro no podrá ejercer ninguna influencia: los Espíritus buenos lo desprecian, y los malos no le temen.

 477. ¿Tienen las fórmulas de exorcismo alguna eficacia contra los malos Espíritus?

 - No. Cuando esos Espíritus ven que alguien toma en serio tales fórmulas, ríen de él y se obstinan en su propósito.

 478. Existen personas movidas por buenas intenciones y que no por eso dejan de estar obsesas. ¿Cuál es el mejor recurso para liberarse de los Espíritus obsesores?

- Agotar su paciencia, no tomar en cuenta para nada sus sugestiones, mostrarles que están perdiendo su tiempo. Entonces, cuando comprenden que no tienen nada que hacer, se marchan.

479. ¿Es la oración un medio eficaz para curar la obsesión?

 - La plegaria es un recurso poderoso en todo. Pero, creedme que no basta con musitar unas cuantas palabras para obtener lo que se desea. Dios asiste a los que actúan y no a aquellos otros que sólo se limitan a pedir. Es menester, entonces, que el obsedido haga por su parte lo necesario para destruir en sí mismo la causa que atrae a los malos Espíritus.

 480. ¿Qué hay que pensar de la expulsión de los demonios de que se habla en el Evangelio?

 - Depende de la interpretación del hecho. Si llamáis demonio a un Espíritu malo que subyuga a un individuo, cuando su influencia sea destruida habrá sido en verdad expulsado. Si atribuís una enfermedad al demonio, cuando os hayáis curado de la dolencia afirmaréis también que habéis expulsado al demonio. Una misma cosa puede ser verdadera o falsa, según sea el sentido que a las palabras se atribuya. Las verdades más grandes pueden parecer absurdas cuando sólo se mira la forma y cuando se toma la alegoría por realidad. Comprended bien lo dicho, y retenedlo: es de aplicación general.

  IV.- Convulsionarios

481. ¿Desempeñan los Espíritus un rol en los fenómenos que se producen en esos individuos a quienes se designa con el nombre de convulsionarios?

 - Sí, un papel muy importante, así como el magnetismo, que es su primera causa. Pero el charlatanismo ha explotado y exagerado muchas veces esos efectos, lo que ha hecho que cayeran en ridículo.  

481 a. ¿De qué naturaleza son, en general, los Espíritus que contribuyen a la producción de ese tipo de fenómenos?  

- Poco elevados. ¿Creeréis que los Espíritus superiores se diviertan con semejantes cosas?

 482. ¿Cómo el estado anormal de los convulsionarios y los crisíacos

- Efecto simpático. En ciertos casos las disposiciones morales se comunican con mucha facilidad. No desconocéis tanto los efectos magnéticos para que no podáis comprender esto, y la intervención que en ello tienen ciertos Espíritus, por simpatía hacia aquellas personas que los provocan. Puede desarrollarse de súbito en toda una población?

 Entre las facultades extrañas que se observan en los convulsionarios se reconocen fácilmente aquellas de las cuales el sonambulismo y el magnetismo ofrecen numerosos ejemplos: tales son, entre otras, la insensibilidad física, la lectura del pensamiento, la transmisión simpática de los dolores, etcétera. No se puede dudar, pues, que esos crisíacos se hallen en una especie de estado de sonambulismo lúcido, provocado por la influencia que ejercen los unos sobre los otros. Son a la vez magnetizadores y magnetizados, sin caer en la cuenta de ello.

483. ¿Cuál es la causa de la insensibilidad física que se observa en algunos convulsionarios, y también en otras personas, sometidas a las más atroces torturas?

 - En algunos es un efecto exclusivamente magnético, que obra sobre el sistema nervioso de la misma manera que ciertas sustancias. En otros, la exaltación de la mente embota la sensibilidad, porque la vida parece haberse retirado del cuerpo para concentrarse en el Espíritu.

 ¿No sabéis acaso que cuando el Espíritu está hondamente preocupado por una cosa el cuerpo no siente, ni ve, ni escucha nada?

 La exaltación fanática y el entusiasmo ofrecen a menudo, en los suplicios, el ejemplo de una calma y una tranquilidad que no podrían sobreponerse a un dolor agudo, si no se admitiera que la sensibilidad se encuentra neutralizada por una especie de efecto anestésico. Es sabido que en el calor del combate con frecuencia no se advierte que se ha sufrido una herida grave, en tanto que en las circunstancias ordinarias un arañazo nos hace estremecer. Puesto que esos fenómenos proceden de una causa física y de la acción de ciertos Espíritus, cabe que nos preguntemos cómo ha podido depender de la autoridad el hacerlos cesar, en ciertos casos. La razón de esto es simple: la acción de los Espíritus sólo era secundaria en tales casos: ellos no hacían sino aprovechar una disposición natural. La autoridad no suprimía esa disposición, sino la causa que la mantenía y la exaltaba: de activa como era, la convertía en latente, y tenía razón de obrar así, porque de ello resultaba el abuso y el escándalo. Se sabe, por lo demás, que esa intervención resulta impotente cuando la acción de los Espíritus es directa y espontánea.

 LIBRO DE GENESIS  (Allan Kardec)  

CAPÍTULO XIV    Obsesión y posesión

  45. Los malos espíritus pululan en torno de la Tierra a causa de la inferioridad moral de sus habitantes. Su acción maléfica forma parte de las calamidades que asolan a la Humanidad. La obsesión, que es uno de los efectos de esta acción, debe considerarse, al igual que las enfermedades y las demás tribulaciones de la vida, una prueba o una expiación, y como tal debe ser aceptada. La obsesión es la acción persistente que un mal espíritu ejerce sobre un individuo. Presenta caracteres muy diferentes, desde la simple influencia moral, sin signos exteriores notables, hasta el desequilibrio completo del organismo y las facultades mentales. Entorpece las facultades mediúmnicas, y cuando se trata de mediumnidad auditiva y psicográfica, se caracteriza por la obstinación del espíritu obsesor en manifestarse siempre él.

46. Así como las enfermedades son el resultado de las imperfecciones físicas que hacen al cuerpo accesible a las influencias perniciosas exteriores, la obsesión es siempre el resultado de una imperfección moral que atrae a los espíritus. A una causa física, se opone una fuerza física; a una causa moral, se opone una fuerza moral. Para preservarse de las enfermedades, se fortifica el cuerpo; para prevenir la obsesión, hay que robustecer al alma, razón por la cual el obseso necesita trabajar en su propio mejoramiento, lo que suele bastar para liberarse del obsesor sin el concurso de otras personas. Esa ayuda se hace necesaria cuando la obsesión degenera en subyugación y en posesión, ya que entonces el enfermo pierde su voluntad y libre albedrío. La obsesión es casi siempre el móvil de venganza de un espíritu, y generalmente se origina en las relaciones que ambos tuvieron en una existencia anterior. En el caso de la obsesión grave, el obsedido está rodeado e impregnado de un fluido pernicioso que neutraliza el efecto de los fluidos saludables, rechazándolos. Es necesario, pues, liberarlo de ese fluido. Ahora bien, un mal fluido no puede ser expulsado por otro de la misma naturaleza. Mediante una acción análoga a la del médium curativo en los casos de enfermedad, hay que expulsar el fluido maléfico con la ayuda de un fluido mejor. Esta acción, casi mecánica, no es siempre suficiente. Es preciso también, en casi todos los casos, influir sobre el ser inteligente. Para ello es necesario hablar con autoridad, con esa autoridad que sólo depende de la superioridad moral: cuanto más grande sea ésta, mayor será la autoridad. Mas no todo radica en eso: para asegurar la liberación del enfermo hay que lograr que el espíritu perverso renuncie a sus malos propósitos. Debe nacer en él el arrepentimiento y el deseo de hacer el bien, y esto se logra con la ayuda de instrucciones hábiles, con evocaciones especiales que tiendan a su educación moral. Entonces se tendrá la doble satisfacción de liberar a un encarnado y de convertir a un espíritu imperfecto. La tarea se hace más fácil cuando el obseso comprende su situación y ayuda con su fuerza de voluntad y con sus plegarias. No sucede lo mismo cuando, seducido por el espíritu falaz, se crea ilusiones sobre las cualidades de su dominador, complaciéndose con las maldades en que éste le sumerge, ya que entonces, en lugar de ayudar, rechaza toda asistencia. Este es el caso de la fascinación, siempre mucho más rebelde que la subyugación más violenta (El Libro de los Médiums, cap. XXIII: “De la obsesión”.) En todos los casos de obsesión, la plegaria es el auxiliar más poderoso para influir sobre el espíritu obsesor.

 47. En la obsesión, el espíritu obra exteriormente con el auxilio de su periespíritu, que se liga con el del encarnado. Éste último se encuentra como atrapado en una red y obligado a actuar en contra de su voluntad.

En la posesión, en vez de actuar exteriormente, el espíritu libre reemplaza al espíritu encarnado: toma por morada el cuerpo del encarnado, pero éste no lo deja por ello definitivamente, ya que ha de permanecer ligado a él hasta su muerte. La posesión es siempre momentánea e intermitente, porque un espíritu desencarnado no puede ocupar definitivamente el sitio que le corresponde a un encarnado, puesto que la unión molecular entre el periespíritu y el cuerpo sólo se opera en el momento de la concepción (cap. XI, n.º 18). El espíritu, en posesión momentánea del cuerpo, se sirve de él como si fuese suyo. Habla por su boca, ve por sus ojos y actúa con sus brazos, como lo hubiera hecho si estuviese vivo. No es como en el caso de la mediumnidad parlante, en la que el espíritu encarnado habla transmitiendo el pensamiento del espíritu desencarnado; en la posesión, es ese último el que habla y actúa y, si se le conoció en vida, se reconocerá su lenguaje, las inflexiones de su voz, sus gestos y hasta la expresión de su fisonomía.

48. La obsesión es producida siempre por un espíritu maligno. La posesión, en cambio, puede ser ocasionada por un buen espíritu que desea comunicarse, por lo cual, y para impresionar más vivamente a su auditorio, pide prestado el cuerpo de un encarnado, que éste le concede voluntariamente, como si le prestase un traje. En este caso el intercambio se lleva a cabo sin molestias ni malestares, y, durante ese tiempo, el espíritu del encarnado se encuentra en libertad como en el estado de emancipación, manteniéndose, generalmente, a un costado de su reemplazante a los efectos de escucharlo. Cuando el espíritu posesor es malo, las cosas ocurren de otra manera. No pide prestado el cuerpo, lo toma siempre que el dueño carezca de la fuerza moral para resistir. Lo hace por maldad hacia él, a quien tortura y martiriza de todas las formas posibles, hasta querer su muerte, estrangulándole o empujándole hacia el fuego o cualquier otro peligro. Sirviéndose de los miembros y los órganos del desdichado, blasfema, injuria y maltrata a los que le rodean, mostrándose protagonista de actos excéntricos con todos los caracteres de la locura. Los hechos de este tipo presentan diferentes grados de intensidad y son numerosos: muchos casos de locura no tienen otro origen. A menudo se suman a ello desórdenes patológicos que son impotentes en tanto subsista la causa generadora. El Espiritismo, al dar a conocer esta fuente de tantas miserias humanas, indica también el medio de remediarla: actuando sobre el autor del mal, quien, siendo un hecho inteligente, debe ser tratado con inteligencia.

 49. La obsesión y la posesión son generalmente individuales, pero también pueden ser epidémicas. Cuando una legión de espíritus se abate sobre una localidad, ocurre lo que cuando es invadida por ejércitos enemigos. En tales casos, el número de individuos afectados puede llegar a ser considerable.

 20. Ejemplos de curas de obsesiones y posesiones se pueden ver en la Revista Espírita de diciembre de 1863 y enero de 1864: “Un caso de posesión. Señorita Julia”; junio de 1864: “Cura de la joven obsedida de Marmande”; enero de 1865: “Nueva cura de una joven obsedida de Marmande”; junio de 1865: “Los espíritus en España. Cura de una obsedida de Barcelona”; febrero de 1866: “Curas de obsesiones” y junio de 1867: “Grupo curador de Marmande”. [N. de A. Kardec.] 21. Una epidemia de este tipo asoló hace algunos años al pueblo de Morzine, en Saboya (ver el relato de esta epidemia en la Revista Espírita de diciembre de 1862 y enero, febrero, abril y mayo de 1863 con el título de “Estudios sobre los posesos de Morzine. Causa de la obsesión y medios de combatirla”). [N. de A. Kardec.]

 -Allan Kardec. 

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HACIA UNA ESPIRITUALIDAD LAICA

Dr. Jon Aizpúrua  Ex-presidente de CEPA (1993/2000) y actual Asesor de Relaciones Internacionales


Se denomina laicidad a una concepción de la vida en la que se aboga por la ausencia de religión oficial en la dirección de los Estados, y por laicismo se entiende al movimiento histórico que reivindica la implantación de la laicidad.

Sobre la base de sus fundamentos humanistas, sociológicos y morales, se asume que la laicidad establece un vínculo común entre las personas y facilita el que ellas convivan respetuosa y cordialmente, procesando sus diferentes opiniones en un ámbito civilizado, de libertad e igualdad.

 Los principios laicos de libertad de conciencia, de pensamiento, de expresión y de organización; la igualdad de derechos y obligaciones, así como la justicia social, constituyen la esencia misma del sistema democrático.

Conviene advertir que un Estado laico, y por lo tanto, aconfesional, no significa que sea antirreligioso o ateo. Toda creencia religiosa es respetable y debe siempre garantizarse a sus adeptos el derecho de vivirla íntimamente, compartirla con quienes se desea y difundirla sin restricciones. Diferente es el clericalismo, y sus pretensiones de gozar de privilegios especiales en el ámbito social, situarse por encima o al margen de la normativa civil o jurídica, o imponer criterios teológicos en asuntos morales, científicos o educativos.

Afortunadamente, una porción considerable de la humanidad ha evolucionado hacia una concepción laica que coloca en sus justos términos la relación entre el mundo civil y el religioso, los Estados y las Iglesias. En el mundo occidental, con mayor fuerza, se vive cada vez más en una sociedad postcristiana. Este tipo de sociedad se inició en Europa a partir del Renacimiento, se convirtió en un proyecto con la Ilustración, se generalizó a las masas cristianas en la segunda mitad del siglo XX y se fue extendiendo hacia América y hacia otros países influenciados por la cultura occidental. Desde un punto de vista sociológico, no tanto religioso, estas sociedades pueden calificarse de postcristianas, lo cual quiere decir que la cosmovisión basada en el cristianismo, alrededor de la cual giró la vida individual y social durante siglos, va dejando de ser su columna vertebral. Ese cambio progresivo de cosmovisión en la tradición cristiana occidental se fue manifestando en muchas expresiones culturales que están siendo transformadas o abandonadas:

Las fiestas religiosas determinaban el calendario civil y laboral. Ahora se han eliminado la mayoría de ellas, aunque siguen siendo muy importantes la Navidad y la Semana Santa, no tanto en sentido religioso, sino más bien como ocasión de vivir en familia y oportunidad para las vacaciones en los campos y las playas. Lo mismo ha ocurrido con las fiestas patronales de las localidades pequeñas, que estaban dedicadas a un santo y que ahora son apenas el motivo para celebraciones civiles y folklóricas.

Los nombres que los padres asignaban a los hijos estaban tomados del calendario cristiano. Ahora se les ponen nombres inventados surgidos de combinaciones originales, muchas veces extrañas e incluso impronunciables.

Muchas manifestaciones públicas como procesiones, romerías o peregrinaciones, se han ido despojando de su original sentido religioso y se van convirtiendo en fiestas folklóricas y populares, que suelen ser aprovechadas por los líderes políticos para promocionar su imagen personal con fines electorales.

- En muchos países de la órbita cristiana, el registro eclesiástico de bautizos y matrimonios era utilizado por los Estados como registro civil. Hace mucho tiempo que ambos registros obedecen a propósitos diferentes y solo el civil es obligatorio y posee efectos legales.

- Los signos religiosos cristianos, como el crucifijo o el juramento por la Biblia, eran frecuentes en el ámbito público como escuelas y edificios de gobierno. Cada vez más se impone la tendencia a suprimir cualquier exhibición religiosa pública, y disminuye la asistencia de las autoridades civiles a los actos religiosos, reservándose nada más que para aquellos que son de especial solemnidad.

- La moral establecida por los cultos cristianos imponía las reglas para el comportamiento de los ciudadanos. Actualmente se discuten, se cuestionan o se rechazan muchos de esos criterios y comportamientos, especialmente en el ámbito de la sexualidad y de la legítima diversidad de opciones que cada persona tiene derecho a elegir sin ser discriminada o estigmatizada.

- El lenguaje religioso ha perdido actualidad, pertinencia y relevancia social. Palabras y expresiones como pecado, cielo e infierno, salvación, culpa, penas eternas, castigos divinos, etc. han ido desapareciendo del lenguaje corriente y circunscribiéndose a los actos de culto.

- En materia educativa pública, ya no se discute la primordial competencia del Estado, quedando reservada la enseñanza de la religión al ámbito familiar y de las organizaciones eclesiásticas.

- “Creyentes pero no practicantes” se declaran muchos hoy en día. Este es otro rasgo de la sociedad postcristiana que merece atención. Se expresa de muchas formas: “Yo creo en Dios, pero no en los sacerdotes”, “yo me confieso directamente con Dios, no con un hombre”, “la Iglesia coarta mi libertad”, etc. En estas y otras manifestaciones se refleja una especie de alergia o rechazo a las instituciones eclesiásticas.

- Otro rasgo importante de la sociedad postcristiana es la separación entre confesión religiosa y organización política y social. La libertad de cultos se ha impuesto en los países modernos, y como consecuencia, el catolicismo y otras religiones cristianas dejan de gozar de privilegios y prebendas por parte de un Estado que se declara laico. Un gobernante, incluso todos los miembros de su gobierno, pueden ser creyentes, pero su fe es un asunto personal y no la pueden imponer al resto de la sociedad.

Como es bien sabido, el espiritismo, desde sus inicios, a partir del acto fundacional que significó la aparición de El Libro de los Espíritus en 1857, enarboló la bandera del laicismo, resaltando el valor irrenunciable de la libertad que permite a cada ser humano ordenar sus creencias en materia de religión, de fe, de trascendencia, conforme a los dictados de su razón y sin temor a ser condenado, castigado, anatemizado o perseguido.

Claro está que el laicismo en el que se inscribe el espiritismo posee una base inequívocamente espiritualista. Muy distanciado de un laicismo materialista y ateo que promueve la indiferencia frente a las preguntas radicales de la existencia humana: su origen y destino, así como su referencia centrada en una explicación exclusivamente física, química, biológica, psicológica o sociológica de la vida y la muerte, el espiritismo reafirma el reconocimiento de la existencia de Dios como inteligencia suprema y causa primera de todas las cosas; del espíritu como entidad psíquica trascendente que preexiste al nacimiento y sobrevive después del fallecimiento; del proceso evolutivo ascendente del espíritu que se verifica en innumerables y sucesivas existencias; de la incesante comunicación entre desencarnados y encarnados por diversidad de medios; y deriva de estos principios una cosmovisión humanista y progresista que convoca a la transformación personal y social, en el marco de los más elevados principios éticos.

Invitando a la comprensión del sentido espiritual de la vida, insistiendo en el respeto pleno a la libertad de las personas y de los pueblos, y sustentado en la razón y en la ciencia, el espiritismo impulsa una espiritualidad laica, equidistante del escepticismo desesperanzador   del materialismo y del dogmatismo sectario y ajeno a la ciencia y la racionalidad de las  teologías. Una espiritualidad abierta y tolerante, que, sobre la base de principios universales,promueva una cultura de entendimiento, convivencia, armonía, generosidad, solidaridad y fraternidad:

- Una cultura de respeto por la vida en todas sus formas.

- Una cultura que garantice el ejercicio de la libertad de pensamiento, conciencia, y creencia.

- Una cultura de no violencia que promueva el encuentro y la solución pacífica de las controversias.

- Una cultura de la solidaridad que impulse la creación y consolidación de un orden mundial justo, en el que se borren las ignominiosas diferencias entre privilegiados y desheredados.

- Una cultura de la verdad en el plano de la trasmisión de la información y el conocimiento, que erradique la mentira.

- Una cultura de la igualdad entre los pueblos, las nacionalidades, las etnias o identidades sexuales, donde no haya cabida para la discriminación.

 - Una cultura del trabajo, reconocido como instrumento fundamental de la riqueza social, y que ha de ser debidamente remunerado en un ambiente de relaciones justas y honestas entre empresarios y trabajadores.

- Una cultura que promueva el funcionamiento democrático en el ejercicio político de las naciones, sustentada en el sufragio libre y transparente, y que erradique toda suerte de regímenes autoritarios o tiránicos, con independencia del signo ideológico con que se identifican.

Conceptos como estos, y muchos otros que se pueden agregar, integran lo que denominamos una espiritualidad ética de orientación espírita sustentada en la cultura del amor, y traducen en términos concretos y actuales la propuesta central de Allan Kardec y de los espíritus sabios que le asesoraron, respecto a la marcha evolutiva de la humanidad hacia un horizonte superior que se definió como “un mundo de regeneración moral y social”.

Hace muy bien nuestra Asociación Espírita Internacional CEPA, en conceptualizar al   espiritismo como una visión laica, humanista, librepensadora, plural y progresista, porque  ella atiende cabalmente al modelo de espiritismo pensado y soñado por Allan Kardec, su ilustre fundador y codificador.


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