domingo, 16 de agosto de 2020

Sobrevivientes del Aborto: Caso Real

    INQUIETUDES   ESPÍRITAS

1.- Sobrevivientes del aborto: Caso Real
      Frase de Kardec
2.- El control de la tristeza
3.- El Sí y el No
4.- La Cremación



                                         

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         SOBREVIVIENTES DEL ABORTO: CASO REAL
                                       
                                                                           

Melissa no sabía que su madre fue obligada a abortar; ni ella que Melissa sobrevivió al aborto

"Hay alternativas al aborto. Si abortas, nunca dejarás de preguntarte sobre el hijo que hubieras tenido. Nunca dejé de pensar en el mío", reconoce la madre de Melissa. Melissa Ohden asegura que desde que conoció a su madre, ha experimentado que "la verdad nos libera y el amor nos fortalece".

Melissa Ohden (d) junto a Ruth, su madre biológica, obligada a abortarla.

Melissa Ohden (d) junto a Ruth, su madre biológica, obligada a abortarla.

Hasta los 14 años, Melissa Ohden no supo que su venida al mundo no fue la mejor de las posibles: rodeada de una infusión salina en el vientre de su madre durante el procedimiento de aborto que tenía por objetivo eliminar su vida mediante la abrasión de sus tejidos.
Tal vez lo más cruel de esta historia no es el hecho de vivir sabiendo que trataron de matarla antes incluso de nacer. Sino hacerlo durante un cuarto de siglo, cumplidos los 40, sin saber que su madre fue obligada a someterse al aborto. De hecho, tanto ella como su hermana gemela y tía biológica de Melissa, trataron de escapar del establecimiento abortista donde había sido llevada al quedar embarazada a los 19 años.
Desde el otro lado, la historia no es menos cruel, ya que la madre biológica de Melissa vivió ese mismo tiempo sin saber que su hija estaba viva, que había sobrevivido al aborto, fue adoptada sin su conocimiento y que estaba completamente sana. Aún más, Melissa está casada con Ryan junto con quien tiene dos hijas, Ava y Olivia, y goza de éxito profesional como trabajadora social especializada en los campos de abuso de sustancias, salud mental, violencia intrafamiliar, agresiones sexuales y bienestar infantil.
Después de Gianna Jensen, cuya vida inspiró la película October baby, tal vez Melissa Ohden es la superviviente del aborto más reconocida. Adquirió fama mundial cuando en 2011 protagonizó un vídeo en el que recordaba cómo el expresidente de los Estados Unidos Barak Obama había votado cuatro veces como senador para impedir a los médicos salvar la vida de los bebés que sobreviven a un aborto. ¡¡¡ !!!
«Cuando era senador en el Senado de Illinois, Barack Obama votó para negar los derechos constitucionales a los niños nacidos tras un aborto fallido. No una, sino cuatro veces«, explicaba entonces Melissa. Y lanzaba una pregunta a los votantes americanos: «»Sé que hoy estoy viva por la gracia de Dios, y tal vez sólo para plantearle a Estados Unidos esta cuestión: ¿Es ese el tipo de liderazgo que nos hará avanzar? ¿Un liderazgo que desprecia a los más más indefensos y más débiles?».
En el año 2012, Melissa fundó la Red de Supervivientes del Aborto, (ASN) por sus siglas en inglés, cuya visión corporativa es «un mundo donde cada ser humano es visto como algo más que una elección». ASN ofrece ayuda social y emocinal a los supervivientes del aborto, conciencia sobre la incidencia social de los llamados «abortos fallidos» y ayuda a diseminar las historias de algunos de ellos, que tienen el coraje de comprender el difícil inicio de su existencia.
Se calcula que sólo en los Estados Unidos podría haber más de 40.000 sobrevivientes del aborto. En Canadá hay informes oficiales que hablan de cerca de 500 supervivientes en la primera década de este siglo.
Desde 2012, la Red de Supervivientes al Aborto ha conocido más de 300 historias de supervivientes, bien a través de los propios afectados, bien a través de testimonios de familiares o conocidos.

Nuevas revelaciones sobre su encuentro

La historia de Melissa Odhen y su madre fue publicada en 2017 bajo el título ‘Tú me llevaste: memorias de una hija’, un año después de su reencuentro en persona, después de un tiempo intercambiándose correos electrónicos y fotos. El pasado mes de marzo, cuando un buen número de países celebran marchas por la vida, ambas añadieron al libro un epílogo en forma de diálogo que se ha incluido en la nueva edición de la biografía.
En él Melissa reconoce que, antes de su reencuentro físico fue necesario un tiempo de intercambio de correos electrónicos y fotos porque «como dos mujeres profundamente heridas por el aborto, necesitábamos esos años para generar confianza y amor».
Y desvela algunos datos que hasta ahora no se publicitaron para preservar la intimidad. En primer lugar, el nombre de sus padres biológicos: Ruth y Elliot. También que tanto su madre como su hermanastra, vivían en la misma cuidad que Melissa: «Sin saberlo, terminamos viviendo en la misma ciudad, a cientos de millas de nuestras raíces y del hospital donde comenzó mi vida», recuerda. De hecho, que Melissa hubiera hecho público que se mudaba a Cansas City, fue esencial para que una prima de su madre, Susan, conociendo la coincidencia, la contactara en 2013.
Melissa asegura que desde su encuentro, ha experimentado que «la verdad nos libera y el amor nos fortalece. Nunca me he sentido más fuerte, más amada o más decidida que en estos últimos años. ¡Eso es lo que hacen el amor y la verdad!».
Por su parte, la madre biológica de Ruth, comparte el momento en que supo que su hija estaba viva: «El día que escuché que Melissa había sobrevivido al aborto que mi madre me realizó  un domingo de agosto de 2007. Mi hermana gemela, Mary, llamó por la tarde. Me di cuenta de que iba a ser una conversación seria, así que fui a la habitación. Mary me dijo que el niño que Elliot y yo tuvimos estaba vivo».
«La verdadera alegría de conocer a Melissa ha sido aprender todos los pequeños detalles que la hacen única y sorprendente, ya sea que coincidan con mis rasgos o no»
Al principio creyó que era una broma macabra y cruel de su hermana, hasta que descubrió que iba en serio. «A pesar de mi conmoción, me di cuenta de que este era finalmente el comienzo, una oportunidad de llegar al fondo de lo que había sucedido», explica.
Y llegó el día del encuentro esperado, que tuvo lugar en el zoo local: «Cuando nos conocimos, abracé a Melissa en un gran abrazo. Las lágrimas comenzaron a fluir. Le dije: ‘Nunca pude abrazarte’. Finalmente la solté y caminamos (…) Recuerdo haber pensado: «Puedo morir ahora. Tengo a todos mis hijos en mi vida».
Resulta especialmente curioso observar que Ruth ha encontrado numerosos parecidos de carácter, más allá de los rasgos físicos: apasionadas, motivadas, tercas, empáticas, melómanas, amantes de los animales… Y también sus diferencias: «Bromeamos sobre las cosas que Melissa afortunadamente no heredó de mí, como mi ansiedad por hablar en público o mi poco confiable sentido de la orientación». Pero concluye: «La verdadera alegría de conocer a Melissa ha sido aprender todos los pequeños detalles que la hacen única y sorprendente, ya sea que coincidan con mis rasgos o no».
Su deseo final es que el libro siga cambiando la vida de quien se enfrenta a un embarazo inesperado y no encuentra más salida que el aborto:
«Hay alternativas al aborto. Si abortas, nunca dejarás de preguntarte sobre el hijo que hubieras tenido. Al menos, nunca dejé de pensar en el mío. Tuve dos abortos involuntarios más tarde en la vida y siempre pensé que eran mi castigo por no huir o enfrentarme a mis padres cuando descubrí que estaba embarazada. Soy la mujer más afortunada del mundo que ha pasado por esta prueba y ha salido con una hija viva». 
Ruth abre su corazón aún más y abunda en sus sentimientos: «Se ha llenado un gran vacío en mi vida. Siempre faltaba una pieza de mi rompecabezas y ahora esa pieza que faltaba ha encontrado su lugar. Mi corazón roto ahora está lleno y completo. Viví mucho tiempo con tremenda culpa y autodesprecio porque pensé que mi hijo murió en el aborto».
«Melissa y yo nunca estaremos tan cerca como ella de sus padres adoptivos, pero me siento bendecida de que estamos en la vida del otro y podemos pasar los próximos treinta años recuperando los treinta años que perdimos», concluye.
 Nicolás Cárdenas- ( Reportaje obtenido de Actuall )

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  "El egoísmo es la fuente de todos los vicios. La Caridad la fuente de todas las virtudes"
 Allan Kardec-

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                  El control de la tristeza



   Es cierto que puede haber momentos en que la tristeza sea la reacción más natural y adecuada: por ejemplo, ante el fallecimiento de un ser querido, o ante alguna otra importante pérdida irreparable. En esos casos, la tristeza proporciona una especie de refugio reflexivo, de duelo necesario para asumir esa pérdida y ponderar su significado.
        Sin embargo, la tristeza común, esa melancolía que lleva a las personas a estar abatidas, a aislarse de los demás y hundirse bajo el peso de la soledad o el desamparo, es un sentimiento cruel y lacerante que hay que aprender a superar.
        Uno de los principales motivos de la duración e intensidad de un estado de tristeza es el grado de obsesión que se tenga ante la causa que ha producido la tristeza. Preocuparse más de lo debido por esa causa, sólo hace que la tristeza se agudice y se prolongue más aún. Aislarse, dar vueltas y vueltas a lo mal que nos sentimos, o a los nuevos males que nos pueden sobrevenir, son excelentes modos de prolongar ese estado.
 
        —¿Y qué se puede hacer para superarlo?
        De modo análogo a lo que decíamos al hablar sobre la espiral de la preocupación, la mejor terapia contra la tristeza es reflexionar sobre sus causas, para así buscar remedio en la medida que podamos.
Aprender a abordar los pensamientos que se esconden en el mismo núcleo de lo que nos entristece,para cuestionar su validez y considerar alternativas más positivas.
        A veces la tristeza tiene su origen en causas sorprendentemente pequeñas. Comienza quizá con un talante un poco gruñón, de queja, de susceptibilidad, o de envidia, más o menos leve, que en ese momento nos parece controlable e inofensivo. Pero si nos dejamos dominar por esos sentimientos, será inevitable que nos asalten también después, en horas más bajas, y es probable que, entonces, en un descuido, se hagan con el gobierno de nuestro estado de ánimo.
        Y lo peor de todo este fenómeno no es el mal rato que nos haga pasar –y haga pasar a otros– en cada ocasión;  lo más grave es que, si no actuamos decididamente para superarlo, puede llegar un momento en que esos sentimientos se establezcan de modo permanente en nosotros y, en continuas oleadas, vayan invadiendo lugares cada vez más profundos de nuestra vida emocional.
 
Lo que no vale la pena        
 Otro modo de variar el estado de ánimo es actuar sobre las asociaciones de ideas que se producen en nuestra mente. Como ha señalado Richard Wenzlaff, todos contamos con un amplio repertorio de ideas y razonamientos negativos que acuden con facilidad a nuestra mente cuando estamos con un bajo estado de ánimo. Las personas más proclives a la tristeza suelen haber establecido fuertes lazos asociativos entre esas ideas y lo que les sucede en la vida ordinaria: tienden a distraerse asociando esas ideas, saltando de una a otra, con lo que sólo consiguen ahondar ese surco, y acaban dominados por una fuerte tendencia a convertir en lamento cualquier reflexión que hacen. Cortar esas cadenas de negros pensamientos es lo más eficaz para salir del círculo vicioso de la tristeza.
La vida es algo más que un libro de reclamaciones.
        Y aunque a algunas personas les parezca una prueba de agudeza y de madurez mostrar una actitud de constante denuncia de los males que padecen ellos, o la sociedad en general, es mucho más práctico dedicar esas energías –o al menos una buena parte de ellas– a descubrir buenos ejemplos en quienes nos rodean, y procurar seguirlos. No es que haya que ignorar o esconder lo que está mal, pero es importante aprender a centrarse en tareas que siempre sean constructivas.
 
Nada más cambiar de tema         
    También la distracción es una buena forma de alejar esas ideas recurrentes, sobre todo cuando esos pensamientos más o menos deprimentes tienen un carácter bastante automático, e irrumpen en la mente de modo inesperado, sin una causa directa clara. De todas formas, es preciso hacer esto con medida, pues el recurso inmoderado a la distracción suele ser perjudicial: por ejemplo, los telespectadores empedernidos suelen concluir sus maratonianas sesiones con un mayor sentimiento de tristeza y de frustración que al comenzar.
        Hay otras muchas formas de abordar la tristeza. Por ejemplo, esforzarnos por ver las cosas desde una óptica diferente, más positiva; eludir los pensamientos autocompasivos o victimistas; vislumbrar lo positivo que –poco o mucho– puede haber detrás de lo que en ese momento nos parece tan negativo; pensar que muchas otras personas saben sobrellevar bien situaciones que son objetivamente mucho peores; buscar el desahogo en alguien que, al no estar atrapado por esa espiral de la tristeza, pueda más fácilmente ofrecernos alternativas o remedios; etc.
 
Distinguir del cansancio
        
       Habrá otras ocasiones en que la causa principal sea simplemente el cansancio. Por ejemplo, una persona que duerma habitualmente poco, puede mostrar un carácter pesimista o irritable, y estar convencido de que sus reacciones son las lógicas ante las cosas que le suceden, y quizá no se da cuenta de lo que realmente pasa: que sufre un mero y simple estado de cansancio, resultado natural de haber dormido poco. Es un ejemplo de influencia de una situación corporal en nuestro estado de ánimo, pero experimentada a veces de una manera no consciente.
        Unas veces, la solución será descansar. En otras, embeberse en alguna ocupación, aunque no sea estrictamente de descanso: por ejemplo, acometer pequeñas tareas pendientes (trabajos domésticos, por ejemplo) que nos hagan centrar la atención en otra cosa y además nos hagan gozar de la gratificante satisfacción del deber cumplido.


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                      EL SÍ Y EL NO

   El Sí y el No pueden significar un camino, una actitud a tomar. Por eso tienen importancia en la vida de las personas. Un simple Sí o un simple No, conducirán al individuo por caminos opuestos: alegría o tristeza, el bien o el mal, hacia la felicidad o hacia el sufrimiento. Cuando la mente esté a punto de tomar una cierta actitud, observa el fluir de sus emociones antes de decir Sí o No; de ellos depende tu futuro.

   Di que Sí a las acciones de bondad, de tolerancia, de poner límites a los deseos, de trabajo en el bien, y a todo aquello que sea un estímulo para estar en paz con tu conciencia.

   Di que No a los resentimientos, a la pereza, a las preocupaciones, al egoísmo, a la maledicencia, a la discordia, a la violencia de cualquier índole y a cuanto se opusiera a las enseñanzas de Jesús.

   Ejercita la flexibilidad mental para transitar tranquilamente entre el Sí y el No en el momento preciso. En esa elección estará en juego la paz interior de una conciencia tranquila. La falta del empleo correcto de esas dos expresiones causó la desdicha de muchos hombres en su existencia terrenal. Cuántas veces dijimos Sí a las susceptibilidades, al ocio, a las intrigas, a la maldad, a los vicios, a las irritaciones, y luego tuvimos que sufrir por eso. Otras veces dijimos No al perdón, a la bondad, al trabajo, a la responsabilidad, y después padecimos las consecuencias desastrosas de nuestras elecciones. Acertar en el empleo de esos vocablos redundará en paz para el espíritu y en la conquista de la bienaventuranza.

   Mantente firme en tus buenas decisiones, y en el futuro vendrá a ti esparciendo las simientes nacidas de tus aciertos.

- Jasón de Camargo-                                            
                                                                                                                                               *******************************


                         
                                 LA CREMACIÓN 

                            (ART. DE  ENCARNI)



                                                                     
¿El espíritu desencarnado sufre cuando su cuerpo es quemado? ¿Cuáles son los motivos que están haciendo cada vez más un número mayor de personas a optar por la cremación? ¿Qué aconseja el Espiritismo?
Cuando se estudia el comportamiento de la Humanidad a lo largo de los milenios, se observa la nítida preocupación del hombre con su futuro después de la muerte. Un individuo es declarado oficialmente muerto en el momento que cesan sus funciones vitales. Como cada grupo recibe la herencia social y religiosa de las tradiciones cultivadas por las generaciones anteriores, cabe a los miembros del grupo al que el individuo pertenece, cumplir los ritos tradicionales hasta la instalación definitiva del cuerpo en su morada.
     La Inhumación es el ritual más practicado. Consiste en el entierro del cadáver en un nicho o en una fosa , generalmente en el cementerio de la comunidad. La cremación, es el acto de quemar el cadáver reduciéndolo a cenizas que quedan depositadas en una urna y enseguida sepultadas o esparcidas en un lugar previamente determinado. Sin embargo, la cremación conocida y practicada desde la más remota antigüedad por los pueblos primitivos de la Tierra no es muy utilizada.
El fuego pasó a ser utilizado por el hombre en la Edad de Piedra Fragmentada y, por su pureza y actividad, era considerado por los Antiguos como el más noble de los elementos, aquel que más se aproximaba a la Divinidad. Con la eclosión de la religiosidad, el ser humano fue descubriendo que había algo entre el Cielo y la Tierra y el fuego pasó a ser utilizado en rituales religiosos.
Predominaba la creencia de que al quemar el cadáver, con él serían quemados todos sus defectos y al mismo tiempo el alma se liberaría definitivamente del cuerpo, llegando al cielo purificada y no volvería a la Tierra en forma de “apariciones”, asustando a los vivos.
La cremación tuvo como base la fuerza purificadora del fuego. En los últimos tiempos, en todo el continente europeo han sido encontradas vasijas del Periodo Neolítico (Edad de la Piedra Pulida), llenas de cenizas de los individuos. Esos indicios revelan que la cremación ya era practicada en los principios de la Civilización de la Tierra.
Con el paso de los siglos la cremación se fue volviendo una práctica consagrada en el oriente (India, Japón, etc.), regiones de Grecia y la Antigua Roma donde vivían civilizaciones adelantadas que utilizaban el proceso gracias a los “status”. Entre los pueblos ibéricos se hizo un rito generalizado, precedido de músicas, bailes y hasta banquetes. Con estas ceremonias se esperaba obtener actitudes benévolas de los dioses, buscando conducir las almas al Reino de los Muertos y allí cuando llegara, sería recibida y cuidada con cariño.
  La evolución natural de la Humanidad y el ciclo iniciado con Jesús hace poco más de 2000 años modelando una nueva mentalidad, influenciaban sensiblemente en las costumbres culturales y religiosas de los pueblos. Con la expansión del cristianismo, en el intento de molificar la fe, se fueron estableciendo dogmas, entre ellos, el de la Resurrección. Jesús, como descendiente de una de las doce tribus de Judá, fue sepultado conforme a las tradiciones de la Ley Mosaica. La Iglesia proclamó como Dogma de fe que el Mesías resucitó en cuerpo y alma.
Con excepción de los países orientales donde la práctica es normal, el rito de la cremación quedó olvidado hasta el año 1876, cuando en Washington, en los Estados Unidos, en el intento de verificar el proceso, fue establecido el primer horno crematorio de los días actuales, provocando polémicas y controversias, sobre todo de la Iglesia que se posicionó contra la destrucción voluntaria del cadáver.
Sólo a partir de 1963, mediante la propagación del proceso en diversos países del planeta, el Vaticano a través del Papa Pablo VI presentó una abertura, pero no posicionándose claramente cuando se expresó que no prohibía la cremación, pero recomendaba a los cristianos la piadosa y tradicional costumbre de la sepultura. La Iglesia tuvo sus razones para defender la Inhumación. Aprobar plenamente la cremación sería negar el dogma por ella establecido.
En esa secuencia histórica se observa que en la cultura religiosa de todos los pueblos siempre flotó una nebulosa noción de espiritualidad y en ella la preocupación del hombre con su destino después de la muerte. Hasta que a mediados del siglo XIX, el francés Allan Kardec, codificador de la doctrina espírita, lanzó una nueva luz en los horizontes mentales del hombre cuando entreveía un mundo de inteligencias incorpóreas.
Los espíritus son los seres inteligentes de la Creación que habitan ese mundo. Simples e ignorantes en su punto de partida, caminan para el progreso indefinido reencarnando sucesivamente. En la encarnación, la unión entre el periespíritu y el cuerpo es hecha a través de un cordón fluídico. Siendo la existencia terrena una fase temporal, después del cumplimiento de la misión moral, con la muerte del cuerpo físico, el espíritu vuelve a su lugar de origen conservando la individualidad.
Los lazos que unen el espíritu al cuerpo se deshacen lentamente. De una forma general todos sienten esa transición que se convierte en un periodo de perturbaciones variando de acuerdo con el estadio evolutivo de cada uno. Para algunos se presenta como un bálsamo de liberación, en cuanto que para otros son momentos de terribles convulsiones. El desligamiento sólo ocurre cuando el lazo fluídico de unión se rompe definitivamente.
Ante de la Nueva Revelación presentada por la doctrina de los espíritus y teniendo en consideración la perturbación que envuelve el periodo de transición, se preguntó: ¿incinerado el cuerpo cómo es la situación del espíritu? Consultado, el mundo espiritual se expresó así: “Es un proceso legítimo. Como espíritu y cuerpo físico estuvieron unidos mucho tiempo, permanecen hilos de sensibilidad que precisan ser respetados. Esas palabras revelan que aunque el cuerpo muerto no transmita ninguna sensación física al espíritu, sin embargo, la impresión de lo ocurrido es percibida por este, teniendo la posibilidad de surgir traumas psíquicos. Se recomienda a los adeptos de la doctrina espírita que desean optar por el proceso de incineración prolongue el acto en un tiempo de, al menos,  72 horas después de la desencarnación.
   Aunque la Inhumación continúe siendo el proceso más utilizado, la milenaria cremación, por mucho tiempo olvidada, volvió a ser practicada en los tiempos modernos. Este procedimiento se viene difundiendo ampliamente  en función de la falta de espacio en las grandes ciudades. Con el crecimiento de la población las áreas que antes eran destinadas para ser un cementerio se volvieron escasas.
  Adeptos de todas las sectas están optando por la operación de la incineración. Sus partidarios se fundan en diversas consideraciones. Para algunos está ligada a factores sanitarios, porque algunos cementerios pueden estar causando serio daño al medio ambiente y a la calidad de la vida de la población, en cuanto que para muchos usuarios de la cremación el proceso disminuye  los encargos básicos económicos, entre ellos, la manutención de la tumba.
Según la Ley, la cremación sólo será efectuada después de pasar 24 horas, contadas a partir del fallecimiento y, que sean atendidas las exigencias prescritas. La prueba relativa a la manifestación del fallecido en ser incinerado debe estar expresada en una Declaración de documento público o particular.
Kardec, el codificador dijo: “El hombre no tiene miedo de la muerte sino de la transición”.
A la medida que hubiera madurez y comprensión para la extensión de la vida, el ser humano sabrá valorar cada momento de la vida terrena y dedicará al cuerpo el debido valor que él merece. A través de las experiencias del cuerpo, el espíritu se iluminará.  Se rescata el pasado, se vive el presente y se prepara el futuro. En la desencarnación es restituida la libertad relativa al espíritu en cuanto que el cuerpo permanece en la Tierra como también otros bienes materiales.
El espíritu preexistente y sobreviviente al cuerpo. Tanto inhumación como cremación son formas de acomodar el cadáver. Expresan el libre albedrío de cada uno. Los procesos destruyen el cuerpo. Para optar por la cremación es necesario tener un cierto desapego a los lazos materiales e incluso con la inhumación, en el caso que el espíritu no estuviese debidamente preparado moralmente, menos dolorosa será la separación.
                              
                                   LA CREMACIÓN   

                      Complemento al artículo, de Jose L. Martín                        

 Este es un tema controvertido que cada cual puede considerar de muy diversas formas.

  El artículo me parece muy bueno y solamente quisiera aportar algún dato o consideración sobre el mismo. Los que convencidos por el dogma religioso, consideran que la cremación es una falta de respeto al cuerpo, no deben haber visto jamás un cadáver en descomposición; es algo terrible e impresionante y precisamente por gratitud a este vehículo para la existencia humana como lo es el cuerpo físico, creo que es más adecuado evitarle ese asqueroso y terrible proceso. El fuego en su papel de agente purificador, no hace sino adelantar en pocas horas lo que la naturaleza dentro de la tumba tarda años en terminar con el mismo resultado de disgregar la materia carnal que se reintegra de nuevo en la Naturaleza de donde procede.

   Por otra parte, el dogma de la resurección de Jesús en cuerpo y alma, supone el pasar por alto que este resucitó en su cuerpo espiritual, no carnal. Prueba de ello es que como en numerosas ocasiones relatan los Evangelios, este se apareció varias veces a sus discípulos, unas veces materializado y otras no. Así por ejemplo, vemos que quienes le conocían muy bien en vida, no le conocieron cuando  después de encontrar su tumba vacía, hablaron con un joven extraño sobre este hecho, y no reconocieron en él a Jesús hasta que este no quiso ser reconocido al cambiar su aspecto aparente de joven extraño, por el tan conocido y familiar del amado Maestro resucitado. La materia no aparece o desaparece salvo por "arte de magia" en los trucos de mago prestidigitador; el cuerpo espiritual sí que puede hacerlo y así ha sucedido no solo con Jesús, sino en muchos otros casos documentados que  forman historia en las diversas religiones, en la Parapsicología por hombres de Ciencia y , por supuesto, dentro de la historia de los fenómenos espíritas.

   En conclusión, creo que en efecto, hay que dejar un prudencial tiempo al espíritu para que complete el proceso de desencarnación tras la muerte del cuerpo, y este tiempo, según la revelación espírita, es de no menos  de tres días. Pero después, por higiene, por espacio, por salubridad para los vivos y sobre todo por agradecimiento a ese cuerpo que durante unos años fue nuestro vehículo en la Tierra, es más lógico hacer con él como dijo Budda: " Cuando el cuerpo queda frío y rígido como la madera, debe ser quemado como la madera".
   Un saludo a todos y mi felicitación  a Encarni,  autora de este artículo.

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