martes, 4 de agosto de 2020

Médiums y Mediumnidad

  
    INQUIETUDES  ESPÍRITAS

1.- Percepciones, sensaciones y sufrimientos de los Espíritus
2-  La facultad mediúmnica
3.- Médiums y mediumnidad
4.-¿ De dónde venimos ?






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PERCEPCIONES, SENSACIONES Y
SUFRIMIENTOS DE LOS ESPÍRITUS


237 – De regreso al mundo de los Espíritus, ¿conserva aún el alma las percepciones que tenía durante su vida física?
– Sí, y otras que no poseía; porque su cuerpo era como un
velo que las obscurecía. La inteligencia es un atributo del Espíritu,
pero se manifiesta más libremente cuando no tiene trabas.

238 – ¿Las percepciones y los conocimientos de los Espíritus son indefinidos; en una palabra, saben ellos todas las cosas?
– Mientras más se aproximan a la perfección, más saben; si son superiores, saben mucho. Los Espíritus inferiores están más o menos ignorantes de todas las cosas.

239 – ¿Conocen los Espíritus el principio de las cosas?
– Lo conocen según su elevación y su pureza. Con respecto a esto los Espíritus inferiores, no saben más que los hombres.

240 – ¿Comprenden los Espíritus la duración del tiempo como nosotros?
– No, y por esto no los comprendéis siempre, cuando se trata de fijar fechas o épocas. 
Los Espíritus viven fuera del tiempo, tal como lo comprendemos; el tiempo
para ellos se anula, por decirlo así, y los siglos, tan largos para nosotros, no son
a sus ojos más que instantes que se desvanecen en la eternidad, como las desigualdades
del suelo para los que se elevan en el espacio.

Allan Kardec.

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                                    LA FACULTAD MEDIÚMNICA


Debemos considerar que: " la mediumnidad no es una gracia o un don especial concedido a las criaturas privilegiadas, pero es una facultad humana como las demás.
La moral del médium determina su comportamiento como criatura humana y regula sus relaciones con los Espíritus. La cuestión moral no surge de la facultad mediúmnica, sino de su conciencia. No se puede decir que un médium entregado a prácticas maliciosas o a objetivos condenables, contrarios al sentido moral, no sea médium. Así como hay criaturas buenas y malas en la Tierra, hay Espíritus malos y buenos que con ellas se afinan y se sirven de la mediumnidad para fines malos o buenos. Si el médium sin moral se corrige y pasara a portarse por los principios morales, pasará a servir a los Espíritus buenos a través de su mediumnidad. Así ocurre con todas las facultades humanas. El hombre puede aplicar su inteligencia para el mal o para el bien, pero su inteligencia es siempre la misma, actúe en un campo o en otro".
H. Pires. La Moral Mediúmnica. Mediumnidad.

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MÉDIUMS Y MEDIUMNIDAD


El problema de la mediúmnidad es, fundamentalmente, el problema del médium.
El problema del médium es, esencialmente, problema de la mente.
El problema de la mente es sobre todo, problema del Espíritu.
El problema del Espíritu es, principalmente, consecuencia de la moral.

Buena mediúmnidad implica una vida mediúmnica sana que, a su vez, deriva de una mente equilibrada, y ésta es consecuencia de un Espíritu metodizado, acostumbrado al ejercicio de una moral consolidada, ya sea en la vida pública y en la privada.

No existe mediúmnidad mayor ni mediúmnidad menor. Existe médium más dedicado, celoso de sus deberes, y médium irresponsable, negligente ante sus obligaciones.

No existen médiums mejores ni peores. Existen mentes ajustadas al programa de Cristo y mentes asaltadas por el torbellino de las sensaciones de la carne.

No existen mensajes más profundos ni mensajes superficiales. Existen Espíritus más profundos y Espíritus más triviales que se dedican a cuestiones más elevadas de la verdadera vida o que se pierden en pequeñeces de la vida diaria, lejos del respeto y de la dignidad.

No conocemos médiums auténticos ni médiums inauténticos. Estamos acostumbrados a ver conductas nobles y conductas innobles; vida moral tortuosa y vida moral pura.

Por tales razones el problema de la mediúmnidad es, igualmente, problema del carácter.

El médium es, en todo lugar y en todos los tiempos, alguien que cumple un mandato, paga deudas y crece interiormente, adquiriendo bendiciones de la misericordia divina.

Es inútil querer ser intérprete de exposiciones vibrantes, viviendo desajustadamente una vida plena de perturbaciones emocionales.

De poca valía es la manifestación brillante, ornada con bellas palabras, cuando no se es lo suficientemente fuerte para transformar el mundo íntimo del instrumento.

¿Conservará su aroma el perfume exhalado por un vaso enlodado? De la misma manera, ¿quién se anima a beber agua, por más pura que ésta sea, si el vaso que la contiene es sucio y emana mal olor?

Por igual motivo, ¿cuál es el hombre que se atreva a tomar el cieno con la esperanza de hallar algo de valor dentro del lodo miasmático?

El médium que es portavoz de Espíritus brillantes, con nombres y títulos que impresionan a primera vista, pero que no vive el programa establecido por las leyes morales, es semejante a esos vaso ordinarios rotulados de valiosos y portadores de perfumes exquisitos. Ninguno de ellos es utilizado.

Por tal razón decimos que el problema de la mediúmnidad es, fundamentalmente, problema del médium.

La mediúmnidad es una facultad. El médium es un instrumento.
La mediúmnidad es un ministerio. El médium es un servidor.
Sin el instrumento bueno y útil, no hay ministerio elevado y digno.

Sin sufrimiento es imposible la mediúmnidad. El médium debe ser siempre consciente de su responsabilidad, disponiendo su corazón y su alma, su Espíritu y su cuerpo, su conducta y su pensamiento para colaborar eficientemente en la transmisión fiel del mensaje de que es portador.

El agua sin filtrar, es siempre una amenaza para la salud de quien la bebe. El agua sin hervir es siempre susceptible de ser foco de innumerables bacterias.

El médium que no haya alcanzado el hervor a través del sufrimiento, es propenso a conducir enfermedades en las comunicaciones que transmite. Médium que no pasó por el filtro del testimonio, es casi siempre alguien que puede transmitir terribles males a quienes beben en su fuente.

En Jesús tenemos el ejemplo: Médium de Dios. En Él tenemos el ejemplo de la vida. Llevado a la angustia y a los testimonios, permaneció fiel. Quien aspire a los servicios de la mediúmnidad debe aspirar a los sufrimientos del Señor.

Antes del deseo de brindar comunicaciones, es preciso guardar en lo íntimo el ansia de equilibrar la propia alma. Antes de ser vehículo de Espíritus desencarnados, muéstrese intermediario feliz de sí mismo. De lo contrario estará expuesto a repetir errores, sustituyendo personas y conservando los mismos defectos. Varían los médiums y continúan las causas deplorables de las comunicaciones insulsas, defectuosas, cuyos resultados, poco útiles, son frutos estériles.

Mejórese el médium, y tendremos la mediúmnidad provechosa y nítida. Perfecciónese el Espíritu y tendremos comunicaciones más lúcidas. Elévese la moral y tendremos intercambio más identificado con la verdad.

Sirva el médium a los objetivos sagrados de su mandato y tendremos médiums seguros. A ellos los conocemos por seguros e inseguros, conforme a la clasificación del eminente codificador Allan Kardec.

Por tanto, tengamos cuidado. El gran escollo de la mediúmnidad es el médium. El gran problema del médium es su moral.

De ahí la razón del Maestro al aseverar claramente: Se conoce al cristiano por sus obras.


Página psicografiado por  el médium Divaldo Pereira


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          ¿ DE DÓNDE VENIMOS ?


                        
   Dios es. Todo cuanto existe es su obra. Él es la Infinita y Absoluta Grandeza, Sabiduría, Justicia y Bondad. Luego el destino de los seres, el fin para el que fueron creados, tiene que ser y es infinita y absolutamente grande, sabio, justo  y bueno. Luego, la vida humana con sus infinitos trabajos, luchas, dolores, sinsabores y sufrimientos, es justa . buena y necesaria para el cumplimiento del plan divino.
   ¿ De dónde procede el ser cuando viene a la tierra bajo  forma de un niño?
   ¿Cual es el fin que se propone al bajar a esta mansión de lágrimas, que sin temor de equivocarnos, podemos llamar cárcel y hospital del espacio?
   ¿ A dónde va el ser cuando vencido el organismo material que lo cubría, cuando gastada la fuerza vital que lo animaba, cae para no levantarse más, dejando libre de sus trabas al Yo consciente que él habitaba?.
   ¿A dónde va el Yo consciente, el alma, o sea, el Espíritu?
   Serie de tremendas preguntas que no se han podido contestar con lógica sin ofender la razón humana, por ninguna religión ni ciencia, antes de que naciese la ciencia espírita. Sí, el Espiritismo contesta victoriosamente a esas preguntas y resuelve lógica y racionalmente esos arduos problemas.
   No hay creación del alma, en el momento de la concepción del cuerpo humano, en el que debe habitar, según dicen las religiones positivas, nacidas a la sombra del primitivo cristianismo, no. El alma, el Yo, o sea, la chispa espiritual desprendida del foco potencial de Dios, es eterna, como su Creador, y por lo tanto, preexistente a todas sus encarnaciones, como ser concreto, individualizado por su cuerpo espiritual (según San Páblo), o perispíritu (según Allan Kardec). Ese Yo preexiste a todas sus manifestaciones en la materia grosera de los planetas, y vive la vida espiritual dotado de las facultades de  pensar, sentir y quererque informan precisamente su propia personalidad.
   No, el alma no viene del no ser, que cual nuevo luchador se presenta en el campo de batalla de la vida terrestre. Meditemos un poco y nos convenceremos de ello.
   He aquí una familia que tiene seis hijos. Los padres se desviven con todos ellos para no dejar penetrar en sus almas ni un átomo de lodo humano. Es más, los educan ellos mismos, juntos en el hogar, no enseñándoles nada más que lo bueno, con lecciones teóricas, con el consejo y con el ejemplo.
   Aquellos niños están preparados para el bien, pero a medida que alcanzan los siete u ocho años, se aperciben los padres, con verdadero dolor, que uno de ellos demuestra soberbia. En otro notan inclinaciones viciosas y denota ser terriblemente egoísta; en fin, y para concluir, los seis ya llegados a la edad citada, separan por completo su modo de ser y de obrar del de los demás, y cada uno se manifiesta diferente a sus hermanos, sino muy distinto a lo que hasta entonces había parecido ser.
   Esto es exactamente así. Con este ejemplo tenemos una demostración práctica de que la mayor parte de las almas que encarnan en la Tierra, tienen, al ingresar en la humanidad, hábitos y costumbres viciosas, defectos e inclina ciones, que si bien no se manifiestan enseguida en el niño, es porque su organismo no se lo permite y aguardan cierto desarrollo del mismo para presentarse; resultando que, si fuera exacto que Dios crea las almas al mismo tiempo que los cuerpos; si, efectivamente, esas almas saliesen del no ser en el momento de la  concepción y por lo tanto, no hubiesen vivido antes, Dios sería imperfecto, injusto y malo, puesto que era preciso atribuirle la imperfección de esas almas, creadas así por Él, porque sí;  las unas orgullosas, las otras egoístas, las otras pasionales, y solo algunas pocas, muy pocas por cierto, dispuestas a practicar la virtud y el Bien, quedando así la Justicia Infinita del Eterno Hacedor a la altura de la humana justicia, por no decir más bajo.
   Dios existe porque existe; es infinita y absolutamente Sabio, Justo y Bueno. Esas imperfecciones no son obra del Creador Supremo, sino resultado de todos los hábitos e inclinaciones adquiridos por el Yo espiritual en sus múltiples encarnaciones en la Tierra, para alcanzar el fin glorioso de su purificación y elevación, de su progreso, en fin.
    No es exacta la creencia en la creación de las almas en el momento de la concepción del cuerpo, porque constituye una verdadera blasfemia, desmintiendo la justicia, la sabiduría y el amor paternal del Padre de todos.
   ¿De dónde venimos pues?.- Puesto que decimos que no existe el caos, la nada, el no ser, pues por el contrario, decimos que preexiste el alma a la encarnación terrestre, con todas sus facultades. ¿De dónde vienen esas almas que bajan a revestirse de un organismo material en este mundo de pruebas y expiaciones?.
   Esas almas vienen del espacio, que es el lugar habitado por los seres espirituales.
   Allí están el tiempo que media entre sus encarnaciones, conservando sus facultades y el grado de progreso adquirido; gozando o sufriendo, según su estado de conciencia; según el bien o el mal que han realizado, y preparando sus futuras existencias materiales.

( Trabajo extraído de la Rev. Fraternidad Cristiana Espírita, nº 26)


                                                   
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