domingo, 7 de mayo de 2023

Ley de Consecuencias o de Causa y Efecto

 INQUIETUDES ESPÍRITAS

1.- Espiritismo: Principio infalible

2.- Don de curar

3.- El Cerebro

4.- Ley de Consecuencias o de Causa y Efecto

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    ESPIRITISMO: PRINCIPIO INFALIBLE

     Hay aquí un principio infalible: con el pensamiento purificado y la elevación hacia Dios, el Espiritismo experimental puede ser una luz, una fuerza moral, una fuente de consuelos. .Sin ello, es la incertidumbre, la puerta abierta a todas las trampas de lo Invisible. Es una entrada ofrecida a todas las influencias, a todos los soplos del abismo, a esos soplos de odio, a esas tempestades del mal que pasan sobre la humanidad como tromba y la cubren de desorden y de ruinas.
     Sí; es bueno, es necesario abrir vías para comunicar con el Mundo de los Espíritus; pero, ante todo, es preciso evitar que estas vías no sirvan a nuestros   enemigos para invadirnos. Acordémonos de que en el Mundo Invisible hay también elementos impuros. Abrirles una entrada sería desparramar sobre la Tierra males innumerables; sería entregar a los Espíritus perversos una multitud de almas débiles y desarmadas. Para entrar en relación con las potencias superiores, con los Espíritus preclaros, se necesita la voluntad y la fe, el desinterés absoluto y la elevación de pensamiento. Sin estas condiciones, el experimentador sería juguete de los Espíritus ligeros. "Dios los cría y ellos se juntan" - dice el proverbio. En efecto, la ley de afinidad rige al mundo de las almas como al de los cuerpos.
     Hay necesidad, pues, -tanto bajo el punto de vista teórico como práctico y teniendo en cuenta el progreso del Espiritismo de desarrollar el sentido moral, de entregarse a las creencias sólidamente establecidas, a los principios superiores; necesidad de no abusar de las evocaciones, de no entrar en comunicación con los Espíritus sino respetando las condiciones de recogimiento y de paz moral.
     El Espiritismo ha sido dado al hombre como un medio para ayudarse, mejorarse y adquirir las cualidades indispensables para su evolución.. Si se destruyese en las almas o solamente se descuidase la idea de Dios y las aspiraciones elevadas, el Espiritismo podría llegar a ser una cosa peligrosa.
     Por eso no titubeamos en decir que entregarse a las prácticas espiritas sin purificar sus pensamientos, sin fortificarlos con la fe y la oración, sería ejecutar una obra funesta cuya responsabilidad podría recaer pesadamente sobre sus autores.

LEÓN DENIS.

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                              DON DE CURAR                             


1. Restituid la salud a los enfermos, resucitad a los muertos,  curad los leprosos, expulsad los demonios.- Dad gratuitamente lo que habéis recibido gratuitamente. (San Mateo, cap. X, v. 8).

2. “Dad gratuitamente lo que habéis recibido gratuitamente”, dijo Jesús a sus discípulos; por este precepto prescribe que no se haga pagar lo que uno mismo no ha pagado, y lo que ellos habían recibido gratuitamente era la facultad de curar a los enfermos y echar a los demonios, es decir, a los malos Espíritus; este don les fuera dado gratuitamente por Dios para alivio de los que sufren y para ayudar a la propagación de la fe, diciéndoles que no hicieran de él ningún negocio, ni un objeto de especulación, ni un medio de vivir.

EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO
ALLAN KARDEC

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                       EL CEREBRO            

   En base a los conocimientos que tenemos sobre la reencarnación y el proceso en el que se desarrolla, el papel del cerebro es bien conocido. Al ser un órgano completamente nuevo en la formación del recién nacido, tiene muchas funciones, pero una de las más significativas es el papel reductor que tiene respecto a la conciencia y a los instrumentos que el inconsciente profundo desarrolla en las primeras etapas de la vida humana.

El niño humano es la única especie que precisa de varios años para el desarrollo integral de la conciencia. Los animales se desenvuelven por sí solos a las pocas horas o días de nacer, mientras que el niño precisa de siete u ocho años para una formación integral del yo; cuando abandona la niñez.

El papel reductor del cerebro se ve también en aquellos procesos prenatales que el desarrollo del feto realiza a instancias del modelo organizador biológico comandado por la voluntad del espíritu que reencarna. Desde la fecundación de la célula huevo, el periespíritu va realizando la simbiosis molécula a molécula con la parte biológica.

En este proceso de integración y unión psíquica con el espíritu del reencarnante a través del periespíritu, la reducción de este último es necesaria a fin de adaptarse a la célula embrionaria, comandándola desde las primeras etapas, dotándola de vida y moldeando las características fisiológicas y psicológicas que necesitará para el proyecto de vida planificado antes de reencarnar.

En ese proceso, el nuevo cerebro experimenta el control que realiza sobre la mente del reencarnante, que va reduciendo su nivel de conciencia a fin de poder adaptarse a la nueva circunstancia de un cerebro virgen, sin información ni impresión alguna. Estas dos cuestiones -información e impresión- contarán únicamente con el bagaje de las experiencias y emociones prenatales, sensitivas y emocionales que el desarrollo del feto va grabando en la psique y el nuevo cerebro. Tanto es así que el nivel del inconsciente apenas se manifestará de forma alguna, pues este es el bagaje milenario de las experiencias vividas en otros tiempos por el espíritu que reencarna y que sería imposible de asimilar, procesar o recordar por el nuevo órgano recién formado (el cerebro).

Este es uno de los motivos -en este caso biológico-, del por qué no recordamos nuestras vidas anteriores; los motivos espirituales son mucho más importantes y más amplios, pero no es objeto de su explicación aquí.

Así pues, el cerebro reduce nuestra vida mental y emocional al mínimo en las primeras etapas de la vida; siendo así que paulatinamente el inconsciente irá aflorando con el desarrollo del niño en la infancia, manifestando tendencias y actitudes (buenas o malas) en función de su nivel de progreso y evolución espiritual.

La conciencia se abrirá paso con el transcurso de los años de vida, por ello es tan importante la corrección de faltas y potenciación de cualidades en la infancia, ya que es el momento de instaurar hábitos positivos y educar en el bien y en los valores superiores de la vida, corrigiendo en la psique del infante aquellas tendencias perniciosas o negativas que provienen de vidas anteriores. Esta es la labor educativa que corresponde a los padres, y sin duda no existe otra más importante en el rol que desempeñan.

Pero la reducción del cerebro no se queda únicamente reducida a las primeras etapas de la vida. Es permanente y continua en función de la forma que elijamos vivir. La materia -cuerpo físico- es sin duda una pequeña cárcel para el alma. De tal forma que nuestro cerebro no puede albergar más que una pequeñísima parte de lo que somos y de lo que hemos vivido o experimentado.

Es como consecuencia de ello que, cuando nuestra vida está completamente materializada, sin ideales elevados o nobles, viviendo únicamente fisiológicamente para comer, reproducirnos o sobrevivir, sin pensar en nada más ni atender las necesidades morales que nuestra conciencia nos dicta, es entonces cuando el cerebro pasa a ser un reductor de las vibraciones, impresiones, intuiciones e inspiraciones del espíritu.

Los hábitos que impone el materialismo embrutecedor en nuestra mente y psique condicionan al instrumento (cerebro) de forma automática, priorizando antes que otra cosa estas actitudes egocéntricas, materialistas y absolutamente perniciosas para el desarrollo de los valores del alma. Ello es debido a que mediante el hábito construimos nuestro carácter, y la repetición de hábitos que únicamente pretenden satisfacer nuestro yo son precisamente los que condicionan la forma de actuar y de pensar, constituyendo así una ceguera espiritual que sólo atiende a los sentidos y a los placeres efímeros y egoístas, sin dejar apenas resquicios para pensar en el bien, en lo que los demás necesitan o en lo que nuestra alma o conciencia nos demanda.

Oscurecemos así nuestra pulsión espiritual, anegamos nuestro cerebro con pensamientos y emociones que propician únicamente nuestro interés personal e inmediato, y con ello condicionamos nuestra vida, caminando por el mundo avasallando y dejando traslucir nuestro egoísmo y orgullo en base a los intereses espurios que nos dirigen y que hemos sembrado en nuestra mente y psique a consecuencia de nuestros pensamientos.

El cerebro se convierte en estos casos en el antifaz de la ceguera espiritual; sólo un cambio radical, debido en muchos casos a pruebas difíciles que la vida nos presenta o situaciones inesperadas que nunca podemos prever, pueden hacer cambiar nuestra conducta y con ello la forma que tenemos de pensar y sentir para que nuestro cerebro se abra a las realidades de la vida superior y a los valores del espíritu que enaltecen la vida dotándola de sentido, armonía y belleza.

Si la vida auténtica, trascendente e inmortal es la del espíritu, todo aquello que contribuya a oscurecer las impresiones de nuestra alma encarnada nos perjudica, y si estamos muy materializados nuestro espíritu queda cegado por las impresiones de la materia que se imponen en nuestra organización mental y psíquica, impidiendo así la realización del compromiso espiritual que toda vida en la carne lleva consigo.

 Benet de Canfield ( Amor, Paz y Caridad )

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       Ley de Consecuencias o de Causa y

                              Efecto.
 
 Actuación de esta ley universal en las vidas humanas
 
                      Su relación con las reencarnaciones


     Así como en la física existe el principio de: toda acción produce una reacción, así mismo acontece en el aspecto psíquico y espiritual. Y toda violación a la Ley del Amor y leyes de la Vida, producen una reacción consecuencial. 
     Toda manifestación de vida visible e invisible está regida por leyes, algunas de las cuales recién los humanos comenzamos a descubrir. Y entre las grandes leyes universales, existe una ley que está inmanente en la naturaleza misma del ser humano en sus tres aspectos: espiritual, psíquico y físico. Y esta ley es divulgada con diversas denominaciones, según las diversas doctrinas y escuelas, como: Ley de Causa y Efecto, Ley de Causalidad, Ley de Consecuencias, Ley del Karma, Ley del Retorno, Ley de Acción y Reacción, etc. 
     Si analizamos y meditamos sobre el origen de algunos de los múltiples aspectos que componen nuestra vida humana en el momento en que vivimos, podremos apreciar que los mismos son consecuencias de nuestras actuaciones o pensamientos y sentimientos. 
Nuestra vida actual, con sus vicisitudes adversas o favorables, es la consecuencia de nuestras previas actuaciones en el pasado y aún en el presente. Cuando el ser humano comprenda el fundamento y admita la verdad de esta ley, toda la estructura social sufrirá una completa transformación. 
     Como nuestro mundo ha sido hasta ahora un mundo de barbarie y por ende de sufrimientos para la gran mayoría humana, se ha llegado a admitir que los diversos aspectos dolorosos de la vida, son castigos de Dios. 
     Necesario es arrancar de la mente ese concepto humano carente de verdad, establecido en épocas de oscurantismo. Y carece de verdad porque, siendo Dios amor infinito no puede caber en Su Naturaleza divina la menor idea de venganza ni castigo, que son sentimientos humanos propios de seres de poca evolución. Dios, Amor y Sabiduría máxima del Universo todo, no anota ni clasifica los errores y maldades practicadas por Sus hijos, ni tampoco concede condecoraciones a aquellos que le hacen objeto de adoración. El trasciende y se manifiesta en toda Su creación, por medio de leyes sabias y justas, que actúan siempre en beneficio de sus hijos, aún cuando en nuestra ignorancia humana no podamos apreciarlo. Y esta ley de consecuencias o causa y efecto es la encargada de esta función. Hemos de conocer que esta ley de consecuencia o causa y efecto, es una ley de reajuste en lo moral, que tiende a restablecer el equilibrio trastornado en toda acción de mal. Y en el restablecimiento de ese equilibrio, devuelve el mal causado al mismo punto de origen, a la persona o personas que lo hayan producido. Aquí no hay castigo, aquí no hay venganza; hay cosecha de la siembra. La siembra es voluntaria, pero la cosecha es obligatoria. Aquí actúa la ley. Y no actúa solo devolviendo el mal causado, sino que también nos devuelve el bien realizado con amor. De ahí que las filosofías hindúes denominan a esa ley cósmica, Ley del Retorno. 

Sebastián de Arauco.

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