miércoles, 17 de mayo de 2023

Educar los sentimientos

  INQUIETUDES ESPÍRITAS

1.- Protectores y Guías espirituales (III): Misiones de los Espíritus

2.- El viejo de Kafka

3.- Miedo a ser feliz

4.- Educar los sentimientos

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 PROTECTORES Y GUÍAS ESPIRITUALES (III)
             MISIONES DE LOS ESPÍRITUS
                

En el mundo espiritual, al margen momentos puntuales de seres que están en estadios inferiores, no existe la ociosidad sino el trabajo laborioso de acuerdo, sobre todo, al grado de adelanto alcanzado, así como a las capacidades, tendencias, inclinaciones y necesidades de cada cual. En relación a esto, la cuestión 569 de El Libro de los Espíritus, nos informa así:
¿En qué consisten las misiones que pueden tener a su cargo los espíritus errantes?
«Son tan variadas, que sería imposible describirlas, y además las hay que no podéis comprender. Los espíritus ejecutan la voluntad de Dios, y no podéis penetrar todos sus designios».
“Las misiones de los espíritus siempre tienen el bien por objeto. Ya como espíritus, ya como hombres están encargados de favorecer el progreso de la humanidad, de los pueblos o de los individuos en un circulo de ideas más o menos extenso, mas o menos especial, de preparar el camino a ciertos acontecimientos y velar por la realización de ciertas cosas. Algunos tienen misiones más restringidas y en cierto modo personales o del todo locales, como asistir a los enfermos, a los agonizantes, a los afligidos, velar por aquellos cuyos guías y protectores son, y dirigirlos por medio de sus consejos o sugiriéndoles buenos pensamientos. Puede decirse que hay tantas especies de misiones como clases de intereses que vigilar, ya en el mundo físico, ya en el moral. El espíritu adelanta según el modo como cumple su tarea”.
Estas informaciones sobre las ocupaciones de los espíritus en estado de erraticidad se completan en la cuestión 584 del mismo texto, donde se añade:
“Unos recorren los mundos, se instruyen y se preparan para una nueva encarnación.
Otros más adelantados se ocupan del progreso, dirigiendo los acontecimientos y sugiriendo pensamientos propicios; asisten a los hombres de genio que concurren al adelanto de la humanidad.
Otros se encarnan con una misión de progreso.
Otros toman bajo su tutela a los individuos, familias, reuniones, ciudades y pueblos de los que son ángeles guardianes, genios protectores y espíritus familiares.
Otros, en fin, presiden a los fenómenos de la naturaleza, cuyos agentes directos son.
Los espíritus vulgares se mezclan en nuestras ocupaciones y diversiones.
Los espíritus impuros o imperfectos esperan, entre angustias y tormentos, el momento en que le placerá a Dios procurarles los medios de progreso. Si hacen el mal, es por despecho del bien que no pueden aún gozar.”
4  PROTECTORES Y GUÍAS ESPIRITUALES
También en El Libro de los Espíritus, en las cuestiones 489, 490 y 491, se nos dice:
489 – ¿Hay Espíritus que se unen particularmente a un individuo para protegerle?
¡Sí, el hermano espiritual, al que vosotros llamáis el Espíritu bueno, o el genio”.
490 – ¿Qué debe entenderse por ángel guardián?
“El Espíritu protector de un orden elevado”.
491 – ¿Cuál es la misión del Espíritu protector?
“La de un padre respecto a sus hijos; llevar a su protegido al buen camino, ayudarle con sus consejos, consolarle en sus aflicciones y sostenerle en las pruebas de la vida”.
Así, pues, con la denominación de Guía o Protector Espiritual, se designa a aquel ser espiritual que tiene encomendada la tarea específica de amparar, ayudar y proteger a otro espíritu durante su fase de encarnado, siendo una más de las variadas tareas que ejercen los espíritus de cierto progreso. El guía espiritual es generalmente un espíritu cercano, afín o simpático, aunque también los hay que pueden desarrollar esta tarea como deber, como se nos recuerda en la cuestión 493 de El Libro de los Espíritus. “¿Es voluntaria u obligatoria la misión del Espíritu protector?”, pregunta Kardec, a lo que su espíritu instructor contesta: “El Espíritu está obligado a cuidar de vosotros; porque ha aceptado esta tarea; pero elige los seres que le son simpáticos. Para unos es un placer, para otros una misión o un deber”.
Todos nosotros, los seres encarnados, desde el salvaje y de moral inferior hasta seres adelantados espiritualmente, tenemos asignado un espíritu guía que vela por nosotros. Por definición el espíritu guía o protector es una entidad de mayor evolución que su protegido – no se entendería lo contrario, lo cual viene confirmado por lo que le dijeron los espíritus a Kardec según se refleja en la cuestión 514 de El Libro de los Espíritus, – y no es nada extraño encontrar vínculos de parentesco entre ambos, en ésta o en anteriores encarnaciones. Esto es debido a que la ley de afinidad y simpatía está envuelta en la determinación del guía espiritual que corresponde a cada ser encarnado, ley conjugada, evidentemente, con la de amor y justicia.
Este espíritu protector ejerce su tarea desde el nacimiento de su protegido hasta su desencarnación y en numerosos oportunidades le acompaña incluso en la vida espiritual, después de la muerte, y hasta en otras vidas.
Es ilógico pensar que un espíritu guía o protector tenga que ser necesariamente de una categoría evolutiva elevadísima, de por sí o sólo porque sea “nuestro” guía,  un  pensamiento que si se tiene descubre un tremendo sentimiento de vanidad. Para esto existe, también, una ley de jerarquía y de economía espiritual, que lleva a que cada ser realice sólo las tareas para las que está preparado, y de igual forma que es un dispendio de recursos innecesario que sean los catedráticos los que den clases al nivel de primaria en una escuela, no es posible suponer que si un guiado tiene, por decirlo así, un grado de evolución 4, su guía sea del grado 30. Es más, la jerarquía espiritual implica que los propios guías espirituales puedan enfrentar situaciones o problemas que requieran por su parte una asesoría o intervención superior, para ofrecer una respuesta adecuada a su protegido.
Según la clasificación establecida por Kardec, de acuerdo a las informaciones espirituales por él recibidas, se pueden establecer tres categorías esenciales en los espíritus. La primera categoría la integrarían los espíritus imperfectos, caracterizados por el predominio de la materia sobre el espíritu y la propensión al mal; en los de la segunda categoría hay predominio del espíritu sobre la materia y del deseo del bien, y comprende los espíritus buenos; en tanto que la tercera comprende los espíritus puros, es decir, los que han alcanzado el grado máximo de perfección.
Lógicamente, sólo podremos comenzar a encontrar guías espirituales de cierto nivel entre los espíritus situados en el segundo orden, los espíritus buenos, aquellos que llegaron al medio de la escala. Entre estos, según Kardec explica en la cuestión 107 de El Libro de los Espíritus, “unos poseen la ciencia, otros la sabiduría y la bondad”, y aunque están todavía sujetos a pruebas, sus características generales son – añade el sabio francés – “el predominio del espíritu sobre la materia y deseo de hacer bien. Sus cualidades y poder para practicarlo están en proporción del grado a que han llegado, poseyendo unos la ciencia, otros la prudencia y la bondad, y reuniendo los más adelantados el saber y las cualidades morales. No estando aún completamente desmaterializados, conservan más o menos, según su jerarquía, los vestigios de la existencia corporal, ora en la forma del lenguaje, ora en sus costumbres, en las que se llega a descubrir algunas de sus manías, y a no ser así, serían espíritus perfectos.
Comprenden a Dios y el infinito – continua el Codificador – y gozan ya de la felicidad de los buenos; son dichosos cuando hacen el bien e impiden el mal, y el amor que los une es para ellos origen de una dicha inefable no alterada por la envidia, por los remordimientos, ni por ninguna de las malas pasiones, que atormentan a los espíritus imperfectos; pero todos han de sufrir pruebas hasta que alcancen la perfección absoluta.
Como espíritus, suscitan buenos pensamientos, alejan a los hombres del camino del mal, protegen, durante la vida, a los que se hacen merecedores de protección y neutralizan la influencia de los espíritus imperfectos en aquellos individuos que no se complacen en tolerarla…
Protector familiarA este orden – concluye Kardec – pertenecen los espíritus conocidos en las creencias vulgares con los nombres de genios buenos, genios protectores y espíritus del bien; En tiempo de superstición y de ignorancia se les ha elevado a la categoría de divinidades bienhechoras.
En este momento, nos surge una pregunta, ¿qué criterios se siguen para la elección de un guía determinado para cada ser? Michael Newton en su obra “La Vida entre Vidas”, responde así a esta cuestión:
“A menudo me preguntan si los profesores-guías se nos asignan al azar o con algún motivo concreto. Es una pregunta difícil de contestar. Los guías parecen asignársenos de una manera ordenada en el mundo espiritual. Creo que esta elección está basada en la adaptación y la integración de sus técnicas de enseñanza a la identidad de nuestras almas. Por ejemplo, he oído que existen ciertos guías jóvenes en cuyas vidas pasadas tuvieron que superar rasgos negativos difíciles a quienes se les asigna almas con las mismas pautas de conducta”.
Este otro párrafo que copiamos de la obra titulada “Canalización”, de Sanaya Román y Duane Packer, nos parece que aporta elementos clarificadores y complementarios para encontrar respuesta aceptable al interrogante planteado:
“No todas las entidades de los dominios superiores deciden ser guías…. El trabajo en otros planos de la realidad es tan variado como su trabajo en la tierra. Los guías son cier­tos seres que tienen una gran habilidad para transmitir la energía de su di­mensión, a la de ustedes. Se requiere de una enorme cantidad de energía de nuestro plano para llegar al de ustedes, y esto se hace con mucha frecuencia debido, al amor puro por la humanidad y la devoción a la transmisión de ideales superiores. Al alcanzar los dominios superiores, el servicio altruista para los demás es un sendero de evolución rápida…”.
En definitiva, parece ser que es el nivel de comprensión de cada espíritu lo que determina el grado del guía que se le asigna. Igualmente, se ha de tener en cuenta que no todos los espíritus en todos los momentos, pueden ejercer todas las funciones, pues estas dependen, como también hemos señalado, de su posición en la escala espiritual.
Características de los guíasNo hay correlación entre el sexo del guiado y la apariencia sexual con la que se presenta el guía. Los guías pueden aparecer como varones o mujeres, aunque en los dominios de la espiritualidad pura no hay polaridad, de forma que los guías no son hombres o mujeres tal como lo entendemos desde el punto de vista de la existencia física.
 Y en cuanto al aspecto formal con que se presentan o pueden presentar los guías, es muy  variable  en cuanto a la raza, el atuendo y otros distintivos reconocibles; a veces se los percibe sólo como luz y color o como sonidos; otros traen ropajes como los de los antiguos monjes, o están ataviados con túnicas. Algunas personas miran a sus guías como figuras familiares que han co­nocido o que forman parte del imaginario de sus creencias, tales como Cristo, Buda, determinados santos, o ángeles, quienes representan gran amor y sabiduría para ellos. Los guías pueden aparecer también como pieles rojas americanos, sabios chinos, maestros hindúes, guerreros de viejas civilizaciones, así como otras numerosas apariencias, etc.
En fin, ellos, los guías espirituales, adoptarán por lo general la identidad que permita el mayor éxito en la misión que deben desempeñar, o aquella con la que cada cual pueda relacionarse con mayor facilidad.
5. PROBLEMAS DE NOMENCLATURA
El témino “ángel” deriva del latín angelus, que a su vez proviene del griegoaggelos, y significa “mensajero”. Los grandes maestros del espiritismo, empezando por Kardec, relacionan en sus estudios el concepto de “guía” o “protector espiritual” con  el de “ángeles guardianes” o “ángeles de la guarda”, que es parte de la tradición del Cristianismo. Teniendo bases sólidas esta relación – pues verdad es que es una misma idea básica la que sustenta ambos conceptos – y siendo útil incluirla oportunamente en las explicaciones que el tema demande para resaltar dicha vinculación, no es menos cierto que el uso equivalente e indiscriminado de estas dos denominaciones en el marco de la doctrina espiritista, puede suponer la introducción de confusiones interpretativas innecesarias, reverberando en el ambiente mental imágenes extrañas que tienen que quedar ya en los márgenes pasados de nuestra trayectoria evolutiva. Por ello aconsejamos a los espíritas que empleen las expresiones ”guía espiritual” o “protector espiritual” en vez de “ángel de la guarda” o “ángel guardián”; unas y otras tienen su propio y distintivo enmarque histórico y doctrinal, las cuales representan, a fin de cuentas, un nivel de conciencia completamente diferente.
Según la Doctrina Espírita, los denominados tradicionalmente como ángeles no son seres aparte y de una naturaleza especial, seres que no han reencarnado jamás, creados perfectos por Dios desde el principio para su servicio y el de la Creación. Serían, en cualquier caso, espíritus puros que han llegado a la perfección después de haber sufrido y superado toda clase de pruebas. Igualmente, las alegorías con que se los representa, incluyendo las alas, no son otra cosa que una indicación simbólica de su estatus superior y no expresión fidedigna de haber evolucionado a la categoría de pájaros celestes, como algunos admiten ingenuamente. En el lenguaje común, la expresión “ángel” se usa con frecuencia para resaltar las altas cualidades morales que adornan a algunas personas, sin que a nadie se le ocurra inferir de ahí que al aludido o aludida, sea quien sea, le estén comenzando a salir de los homoplatos asomo alguno de apéndices plumíferos.
Repetimos, creemos que cada cosa debe permanecer en su contexto y que el Espiritismo tiene palabras más “asépticas” y precisas para resaltar un elevado grado de desarrollo espiritual sin desempolvar añejas y ambiguas terminologías que a día de hoy no aportan otra cosa que confusión.
-Asociación de Estudios Amanecer Espírita-
( Continuará )

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                   El viejo de Kafka                     


En su obra “La revolución de la esperanza” , el psicoanalista Erich Fromm cita una intrigante historia del libro “El juicio” de Franz Kafka. Un hombre llega a la puerta que conduce al cielo (la Ley) y le pide al portero que lo deje entrar. Éste le dice que no puede admitirlo en este momento. Aunque la puerta de la Ley está abierta, el hombre decide que es mejor esperar hasta que le permitan entrar. Se sienta y espera durante días y años. Finalmente es viejo y está cerca de la muerte. Por primera vez, hace la pregunta: "¿Cómo es que durante todos estos años, nadie más que yo ha intentado entrar?" El portero respondió: “Nadie más que tú podía pasar por esta puerta, ya que estaba destinada para ti. Ahora voy a cerrarla".

Los burócratas tienen la última palabra. Esta es la moraleja de la historia de Kafka; si dicen que no, no puede entrar. Si hubiera tenido algo más que esta esperanza pasiva, habría entrado, y su coraje para ignorar a los burócratas habría sido el acto liberador.

Muchos, dice Erich Fromm, son como el viejo de Kafka. Esperan, pero no les toca actuar según el impulso del corazón y, hasta que los burócratas les den el visto bueno, siguen esperando. 

Los opositores más informados al proceso que hemos llamado “actualización del espiritismo”, no niegan la posible necesidad de esta medida, enfáticamente recomendada por Kardec, pero sí la competencia de los seres humanos encarnados para llevarla a cabo. Según ellos, corresponde exclusivamente a los llamados espíritus superiores, poseedores de los derechos de autor del Espiritismo, tomar cualquier iniciativa en este sentido. Según esta visión, nosotros, los encarnados, tendríamos que esperar pasivamente algunas “señales del cielo” que nos autorizaran a recibir de ellos contenidos actualizados.

El paralelo es evidente. El proceso idólatra se caracteriza especialmente por una sumisión simbiótica y una preocupación neurótica por alienarse, por vaciarse en favor del ídolo, ya sea una persona, una idea o una institución. En el caso que se examina, es evidente la disposición idólatra de quienes niegan a los espíritus encarnados autoridad o capacidad para gestionar el necesario proceso de actualización.

No pudimos encontrar en la obra y el ejemplo de Kardec ningún apoyo para esta posición extraña e inmovilista. ¿Cómo aparcar, cómo interrumpir el camino como si hubiéramos llegado a lo inalcanzable? ¿Cómo esperar la hipotética y discutible iniciativa de una entidad virtual e indefinible a la que llamamos espíritus superiores?

Kardec era acción, iniciativa. La puerta estaba abierta y sin miedo caminó a través de ella. Construyó el Espiritismo utilizando material ya recolectado por otros investigadores y, a partir de ahí, interrogó directa y metódicamente a varios espíritus. Nunca se afirmó, sin embargo, que las preguntas lúcidas y sugerentes con las que Kardec hizo nacer el naciente espiritismo fueran dictadas o sugeridas por los espíritus, lo que me parece atestigua que la conducción del proceso le correspondía a él, a Kardec. , con los espíritus como asesores o como “elementos de instrucción”. Con relación a la elaboración del Libro de los Espíritus, esto queda claro en las “Obras Póstumas – 2ª Parte – Mi iniciación al Espiritismo” donde Kardec, luego de darse cuenta de las limitaciones individuales de los espíritus con los que dialogaba, afirma:“Corresponde al observador formar el todo, coordinando, recogiendo y comprobando, entre sí, los documentos que ha recogido. Traté con los espíritus como lo haría con los hombres; Los consideré, desde los más pequeños hasta los más grandes, como elementos de instrucción y no como reveladores predestinados”.

Más adelante, en el mismo capítulo, refiriéndose al proceso de revisión de los originales de El Libro de los Espíritus, Kardec afirma: “Habiéndome conectado con otros médiums, cada vez que se me presentaba la oportunidad, la aprovechaba para plantear algunas de las preguntas que me tenían. parecían más espinosos. Fue así como más de diez médiums asistieron al trabajo y fue a partir de la comparación y fusión de todas estas respuestas, coordinadas, clasificadas y muchas veces meditadas en el silencio de la meditación , que formé la primera edición de El Libro de los Espíritus. , que apareció el 18 de abril de 1857”.

Considerando las respuestas de los espíritus como la opinión personal de cada uno de ellos, Kardec las censuró, comparó y fusionó, es decir, editó esas respuestas a la luz de su conocimiento y sensibilidad, estableciendo así su primacía en el proceso.

El Espiritismo es intrínsecamente dinámico y sujeto, por tanto, a un proceso permanente de actualización cuya conducción es, en efecto, responsabilidad de los espíritus encarnados, como lo fue su codificación.

- Maurice Herbert Jones -

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Miedo a Ser Feliz

 


El encuentro amoroso pleno es el sueño de la mayoría de las personas que he conocido. Y ¡qué pocas son las que llegan a ello! ¿Será por casualidad? ¿Serán las dificultades externas – obstáculos de todo tipo – lo que impide la realización del amor?

No me parece que sea nada de eso. Pienso que existe un “factor anti-amor” presente en nuestra mente. Se trata del miedo, que procede de varias fuentes. La más obvia de ellas es la relativa a la dependencia. Sí, porque es absolutamente imposible amar sin depender, sin ponerse en manos del ser amado. Si éste hace un mal uso de ello, acabará por infligirnos gran sufrimiento y dolor. Por eso muchas personas prefieren renunciar a la entrega amorosa. Prefieren ser amadas en vez de amar. Puede parecer agudeza, pero en realidad es cobardía. 

Además de la dependencia, hay varios miedos relacionados con la experiencia del amor. Me dedicaré a uno más, quizá más importante que los otros. Es el miedo a la felicidad. Nada hace a una persona tan feliz como la realización amorosa. Cuando estamos al lado del amado, la sensación es de plenitud, de paz. El tiempo podría pararse en aquel punto, pues todos nuestros deseos hubieran quedado satisfechos.

En cambio, a continuación de la euforia surge la inquietud, acompañada de un nerviosismo vago e indefinido. Parece que alguna desgracia está a camino, acercándose a pasos largos. Tenemos la impresión de que es imposible preservar tamaña felicidad. No sirve de nada incluso seguir los rituales supersticiosos: tocar madera, hacer higas… Por cierto, tales actitudes se derivan precisamente de la incredulidad que nos domina cuando las cosas nos van demasiado bien en cualquier sector de la vida.

Dejando a un lado las importantes cuestiones teóricas relativas a la existencia de ese temor, podemos decir que el miedo a la felicidad tiene por base el recelo de su futura pérdida. Cuanto más contentos y realizados nos sentimos, tanto más probable nos parece el final de ese “estado de gracia”. Según un extraño razonamiento, las posibilidades de que ocurran cosas dolorosas y frustrantes aumentan mucho cuando somos felices. El peligro crece proporcionalmente a la alegría. Así, a la sensación de plenitud se va acoplando el pánico.

Entonces ¿ qué hacemos? Nos alejamos deliberadamente de la felicidad. Cometemos sandeces de todo tipo: buscamos un modo de lastimar a la persona amada, de inventar problemas que no existen o exageramos la importancia de pequeños obstáculos. Elegimos compañeros sentimentales inadecuados, perjudicando a veces otras áreas importantes de la vida: salud, trabajo, finanzas. Para reducir los riesgos de una hipotética tragedia, buscamos la forma de apagar nuestra alegría. En fin, creamos un dolor menor con el objetivo de protegernos de uno supuestamente mayor.

El miedo de perder lo que se ha logrado, existe en todos nosotros. Sin embargo, me gustaría registrar con énfasis que la felicidad no aumenta ni disminuye la posibilidad de que ocurran cosas negativas. Se trata tan solo de un proceso emocional muy fuerte, pero que no corresponde a la verdad. ¡La felicidad no atrae tragedias! Es solo una impresión psíquica.

¿Qué hacer para librarnos de ese vértigo simbólico que convierte en inevitable la caída? ¿Cómo salir del brete y tener fuerzas para enfrentar el amor? Solo hay una salida, ya que no se conoce la “cura” para el miedo a la felicidad. Es preciso disminuir el miedo al dolor. Así, adquiriremos coraje para lidiar con situaciones que generan alegría y placer. Perder el recelo a sufrir es necesario, incluso porque la felicidad podrá de hecho acabarse. No tiene excusa, sin embargo, dejar de experimentarla, pensando tan solo en esa eventualidad.

Todo individuo que ande a caballo, estará sujeto a caerse. Solo estará seguro de evitar accidentes quien nunca ha montado. Esto, repito, es cobardía, y no listeza. Reconocer en sí fuerzas suficientes para soportar la caída y tener energías para volver a levantarse muestra coraje y serenidad. Una persona es fuerte cuando sabe vencer el dolor. Se trata de un requisito básico para el triunfo en todas las áreas de la vida, incluso en el amor. A nadie le gusta sufrir, pero no es moralismo religioso decir que superar las frustraciones es la conquista más importante para quien quiere ser feliz. ¿Deseas la realización de tus sueños? ¡Entonces, tienes que correr el riesgo de caer y sentirte capaz de sobrevivir a las penas de amor!

Flávio Gikovate - médico y psiconanalista

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EDUCAR LOS SENTIMIENTOS

                                        


Todos los sentimientos parten del espíritu, pero existen los buenos y los malos.

Los sentimientos puros son elevados, crean ambiente de alegría y felicidad y vuelven a las criaturas valerosas y apreciadas. Los malos sentimientos prueban inferioridad y a veces son indicio de baja espiritualidad; esas criaturas viven siempre irritadas, malhumoradas, crean ambientes infelices, tétricos.

Un niño dotado de buenos sentimientos es querido, estimado y respetado. Alimentar los buenos sentimientos es apartar los malos.

Por tanto, es deber de todas las criaturas, principalmente aquellas que tienen hijos que educar, en formación del carácter, nunca crearan un ambiente de infelicidad para los hijos. Estos deben ver el semblante de sus padres siempre claros y nunca los oirán pronunciar palabras rencorosas. Cuando los padres perciben en sus hijos la inclinación para los malos sentimientos, deben tener el máximo cuidado de corregirlos, a fin de hacerlos desaparecer.

La espiritualidad se demuestra siempre por los sentimientos que los espíritus irradian. Todos los espíritus encarnan para rescatar faltas, crímenes practicados en encarnaciones anteriores. Nadie queda impune. Por eso se dice que debe haber reflexión, para que no sean practicadas malas acciones. Todo niño demuestra los sentimientos que poseían en la última encarnación, y no hay mejor oportunidad que la de la infancia, para combatir los malos sentimientos, para corregirlos, a fin de que los espíritus comiencen a aprovechar su tiempo, en esta encarnación.

Es de máxima necesidad que los padres tengan cuidado con sus hijos. Siempre que puedan, observen sus tendencias espirituales para ayudarlos o para corregirlos a tiempo. Enseñar al niño es grabar en mármol; aquello que en la infancia enseñasteis a vuestros hijos, estará grabado para siempre en su espíritu; no debéis olvidaros de que hay espíritus dóciles y espíritus rebeldes; para los espíritus dóciles hay siempre facilidad de inducirlos al camino del bien. Los espíritus rebeldes con dificultad se los guían para el camino de la virtud y del bien, pero ni por eso deben los padres desanimar. Su deber es trabajar para hacer que ellos se encaminen para el buen camino.

La rebeldía del espíritu es siempre una demostración de la necesidad de corrección, para él espiritualizarse. Hay quien no crea en la reencarnación del espíritu, ni tampoco en la evolución espiritual a través de las encarnaciones. Entre tanto, si quisieran pensar y razonar, verificarán que es un hecho que hay espíritus que se acuerdan de cosas pasadas, en una existencia lejana y, en la infancia revelan cosas que hacen meditar a los padres.

 Hay espíritus que en cuerpo de niño demuestran temperamentos de viejos, de niños experimentados, razonando con acierto, teniendo a veces frases de un cierto alcance que hacen la admiración de los que los oyen. Son espíritus de hecho viejos que desencarnaron hace bien poco tiempo, y que tienen ciertas reminiscencias de la vida pasada.

Hay, por tanto, necesidad de cuidar cariñosamente de la educación de esos espíritus, de su formación moral, pues, de la formación del individuo depende su éxito en la vida. De la buena formación espiritual del niño depende su futuro. Y como todos los padres desean la felicidad de sus hijos, es preciso que procuren desde ya hacer todo para que ellos sean felices en el futuro, para que ellos sean fuertes, para que ellos venzan en la vida. Tengan, pues el máximo cuidado en la educación de sus hijos, sepan darles no sólo el pan, sino también la educación, recordando siempre que el futuro de los hijos depende de la educación, depende de los principios que los padres les pueden dar ahora.

 

Todo en la vida tiene su explicación racional, y no podemos dejar de hacer sentir que, a pesar de padres cuidadosos educaron convenientemente a sus hijos y a pesar de muchas veces poseen muchos hijos, educándolos todos de la misma forma, hay unos que no siguen la misma ruta de los otros; esos son los espíritus rebeldes, aquellos espíritus reticentes a quien difícilmente los consejos y educación de los padres pueden producir efectos. Pero no deben por eso los padres dejar de cumplir su deber, porque no hay regla sin excepción y cuanto más cuidado tuvieron en la formación espiritual de los hijos mejor cumplirán sus deberes y nunca tendrán remordimientos de haber guiado inconvenientemente a los hijos en el camino de la vida.

Traducción del Grupo Espírita el Amor en Acción-España 

Asesoría Internacional de ABRADE-Brasil

Adaptación: Oswaldo E. Porras Dorta 

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