lunes, 29 de mayo de 2023

El doble carácter de la Revelación Espírita

 INQUIETUDES  ESPÍRITAS

1.-Principal Virtud: La Caridad (2ª Parte)

2.- Semejanzas de los hijos con sus padres

3.- Espíritus Puros

4.-El doble carácter de la Revelación Espírita

                                       **************************************

    PRINCIPAL VIRTUD: LA CARIDAD          (2ª Parte)

...//...

                                                                                           

La caridad ama al hombre por Dios, y le procura, ante todo, sus bienes divinos. Es distinta de la filantropía, que ama al hombre por el hombre y quiere y procura sólo sus bienes humanos y temporales. En consecuencia, para que los amores naturales legítimos sean meritorios, deben ser elevados por la caridad. Una madre debe amar a sus hijos, no sólo como hijos de ella, sino primeramente como hijos de Dios, si quiere que su amor sea meritorio.

Incluso en el hombre menos valorizado hay un valor divino que le hace acreedor al amor de los demás hombres. Dice Santo Tomás: "La razón del amor al prójimo es Dios; pues lo que hemos de amar en él es que esté en Dios. Y por eso el acto con que amamos a Dios es el mismo que el acto con el que amamos al prójimo"

El amor a los enemigos obliga a romper el odio y el deseo de venganza. Por eso pecan gravemente las personas que dejan de saludarse o hablarse durante mucho tiempo, y hay obligación de reconciliarse cuanto antes. La caridad produce frutos: la misericordia, que es la primera y más importante de las virtudes con el prójimo, cuyas obras corporales y espirituales, son conocidas: Enseñar, dar buen consejo, corregir, perdonar, consolar, sufrir, rogar, visitar, dar de comer y de beber, vestir, dar posada, redimir, enterrar.

La beneficencia, es hacer a los demás algún bien, como signo de la benevolencia interior. A veces se relaciona con la justicia, cuando lo que se da, se debe; o con la liberalidad, cuando se da gratuitamente.Faltamos a la caridad con el odio, que desea el mal al prójimo, o se entristece por sus bienes; 

za del bien ajeno, que se considera como mal propio, porque parece que rebaja la propia gloria y excelencia. La envidia, es uno de los pecados más viles, señal de un alma ruin, totalmente contraria al evangelio. Nace de la soberbia, y engendra el odio, la murmuración, la difamación, la alegría del mal y la tristeza en la prosperidad; y faltamos también a la caridad con, la discordia, la riña, el escándalo, la cooperación al mal.

León Denis nos dice  que   es muy difícil practicar la caridad con los hombres que no son amables, ya que nos complacemos  en  considerar únicamente, los malos aspectos de sus caracteres, sus defectos, sus pasiones y sus debilidades, olvidando con demasiada frecuencia que nosotros mismos  no estamos exentos de ellos, y que si ellos necesitan de caridad nosotros no tenemos menos necesidad de indulgencia.

No solo el mal reina en este mundo, hay también mucho bien en el hombre, hidalguía y virtudes. Sobre todo hay sufrimiento. Si queremos ser caritativos, y debemos serlo,  tanto por nuestro propio interés como por el orden social, no nos obstinemos  en nuestros juicios acerca de nuestros semejantes, en lo que pude llevarnos a la maledicencia  y a la denigración, debemos ver en el hombre, sobretodo, a un compañero de sufrimientos, a un hermano de armas en las luchas de la vida. Considerando los males que padecen  en todas las categorías de la sociedad. ¿Quién no soporta el peso de las tristezas y de las amarguras? ¿Quién es el que  no oculta una llaga  en el fondo de su alma? Si nos colocamos en este punto de vista  para considerar al prójimo, nuestra benevolencia se cambiará al punto de simpatía.

Procuremos aliviar los males, enjugar las lágrimas, trabajando con todas nuestras fuerzas para que se produzca en la Tierra un reparto más equitativo de los bienes materiales y de los tesoros del pensamiento.  Una buena palabra, un consejo desinteresado, un cordial apretón de manos, tienen mucho poder sobre las almas ulceradas por el dolor. Los vicios del pobre nos indignan y, sin embargo, ¡cuánta disculpa hay en el fondo de su miseria! No pretendamos ignorar sus virtudes, que son mucho más asombrosas, puesto que florecen en el lodazal.

¡Cuantas abnegaciones oscuras hay entre los humildes! ¡Cuántas luchas heroicas y tenaces contra la adversidad! Sin duda, mucho fango y muchas cosas repugnantes se encuentran en las escenas de las vidas de los débiles.  Quejas y blasfemias, embriaguez y proxenetismo, hijos sin corazón y padres sin entrañas: todas las fealdades se confunden en ellas; pero bajo este exterior repulsivo existe siempre el alma humana que sufre, el alma hermana nuestra, digna siempre de interés y de afecto.

Sustraerla al lodo de la cloaca, esclarecerla, hacerla subir, grada a grada por la escala de la rehabilitación  ¡Qué gran tarea! Todo se purifica con el Sol de la Caridad. Es el fuego que abrazaba al Cristo a los Vicente de Paul, y a todos aquellos, que en su inmenso amor hacia los débiles y los abatidos, encontraron el principio de su abnegación sublime.

La caridad tiene otras formas diferentes de solicitud para con los desdichados. La caridad material o bienhechora puede aplicarse a un cierto número de semejantes  bajo la forma de socorro, de sostén o de estimulo. La caridad moral  debe extenderse a todos  los que participan de nuestra vida en este mundo. No consiste en limosnas, sino en una benevolencia que debe envolver a todos los hombres, desde el más virtuoso al más criminal y regir nuestras relaciones con ellos. Esta caridad podemos practicarla todos, por muy modesta que sea nuestra condición.

La verdadera caridad es paciente e indulgente. No humilla ni desdeña a nadie; es tolerante, y si trata de disuadir, es con dulzura y sin violentar las ideas que se profesan.

Sin embargo, esta virtud es escasa, por el cierto fondo de egoísmo que nos lleva más bien a observar, a criticar los defectos del prójimo, mientras permanecemos ciegos a los nuestros. Cuando en nosotros existen tantos errores, ejercitamos de buen grado nuestra sagacidad en hacer resaltar los de nuestros semejantes. La verdadera superioridad moral no existe sin  la caridad y si en la modestia. No tenemos derecho a condenar en otros las faltas que estamos expuestos a cometer, y aunque estemos seguros de tener dominada esa falta, no debemos olvidar que hubo un tiempo en que nos debatíamos entre la pasión y el vicio.

La perfección en la tierra no existe. Y no debemos olvidar que seremos juzgados con la misma medida  con la que juzguemos a nuestros semejantes. Las opiniones que sacamos de ellos son casi siempre un reflejo de nuestra propia naturaleza.  Procuremos por eso siempre disculpar antes que condenar.

El porvenir se nos presentar siempre funesto si conservamos las malas conversaciones, y la maledicencia en nuestras reuniones. El eco de nuestras palabras resonará al otro lado de la vida. El humo de nuestros pensamientos malévolos  será una espesa nube en la que quedaremos envueltos y oscurecidos en el más allá. Por eso guardémonos de las críticas, de las palabras burlonas y sarcásticas que  envenenan el porvenir. Huyamos de la maledicencia  como de una peste; retengamos en nuestros labios toda frase amarga dispuesta a escaparse de ellos. En esto estriba nuestra felicidad.

El hombre caritativo hace el bien en la sombra; disimula sus buenas acciones, mientras que la vanidosa proclama lo poco que hace. “Que tu mano derecha no sepa lo que hace la izquierda” dijo Jesús – “El que  hace el bien con ostentación ya ha recibido su recompensa”.

Dar a escondidas, ser indiferente a las alabanzas de los hombres es mostrar una verdadera elevación de carácter, es colocarse por encima  de los juicios de un mundo y buscar la justificación  de los actos en la vida que nunca acaba.

En estas condiciones, la ingratitud y la injusticia no pueden alcanzar al hombre caritativo. Hace el bien  porque es su deber y sin esperar obtener ventaja alguna. No busca recompensas; deja a la ley  eterna el cuidado  de hacer  que se deduzcan las consecuencias de sus actos, o, más bien, ni siquiera piensa en ello. Es generoso sin cálculo. Para favorecer a los demás, sabe  privarse de sí mismo, penetrado de la idea de que no existe merito alguno en dar lo superfluo. Por eso, el óbolo del pobre, el dinero de la viuda, el pedazo de pan compartido con el compañero  de infortunio tienen más valor que la prodigalidad del rico. El pobre, en su carencia de lo necesario, puede aun socorrer al que es más pobre que el.

El oro no agota todas las lágrimas ni cura todas las llagas. Hay males para los que una amistad sincera, una ardiente simpatía, una efusión del alma harán más que todas las riquezas.

Por eso seamos generosos con los que han sucumbido en su lucha contra el mal, contra sus pasiones,; seamos generosos para con los pecadores; los criminales y duros de corazón. Pensemos siempre que su responsabilidad depende de sus conocimientos, que más se pide a aquel que más sabe.

Seamos piadosos con los humildes, con los débiles, con los afligidos y con todos aquellos que sangran por las heridas del alma  o del cuerpo. Busquemos los ambientes  donde el dolor abunda, donde los corazones se resienten,  donde las existencias se consumen en la desesperación y el olvido. Descendamos por esos mismos abismos de miseria, con el fin de llevar hasta ellos los consuelos que reaniman, las buenas palabras que reconfortan y las exhortaciones  que vivifican, con la finalidad  de hacer que brille en ellos la esperanza, ese sol de los desdichados. Solamente con abnegación y el afecto nos aproximaremos a ellos en la distancia, prevendremos los cataclismos sociales, extinguiendo el odio que se alberga en los corazones de los desheredados.

Todo lo que hagamos por nuestro hermano se graba en el gran libro fluídico cuyas páginas se desarrollan a través del espacio, paginas luminosas donde se inscriben nuestros actos, nuestros sentimientos y nuestras ideas. Y esas deudas nos serán pagadas largamente en las existencias futuras.

Nada queda perdido  ni olvidado. Los lazos que unen a las almas a través de los tiempos son tejidos con las buenas acciones del pasado. La sabiduría eterna lo ha dispuesto así para el bien de los seres. Las buenas obras realizadas en la Tierra constituyen para su autor un venero de infinitos goces en el porvenir.

La perfección del hombre se resume en dos palabras: caridad y verdad. La caridad  es la virtud por excelencia; es de esencia divina, ya lo dijimos antes. Resplandece en todos los mundos  y reconforta a las almas  como una mirada, como una sonrisa del Eterno. Aventaja en los resultados al saber y al genio. Estos no se manifiestan sin algo de soberbia. Son reconocidos y a veces desconocidos; pero la caridad, siempre dulce y bienhechora, enternece los corazones más duros y desarma a los espíritus más perversos inundándolos de amor.

La caridad, cualquiera que sea la forma por la que se exprese, debe tener siempre por efecto estrechar los lazos del afecto humano, de la fraternidad entre las almas. Cuando todos los hombres se unan en las obras de beneficencia y practiquen la filantropía, sin llevar en cuenta creencias ni opiniones y se hallen unidos todos, no por el credo que profesan, más si por la obra que realicen, la Humanidad habrá dado un paso gigantesco en el camino de su evolución.

Sed filántropos, sed caritativos, practicad la beneficencia, fundar instituciones benéficas, que todo esto corresponda al genuino sentimiento de la caridad, no les imprimáis cuño confesional, sea cual sea. La caridad es caridad, y nada más que caridad y abraza a todas las creencias y religiones, sin distinción alguna, porque todos somos hijos de Dios objetos de su amor inagotable. Dar cuño a una obra de beneficencia distinguirla con un adjetivo ajeno a su función, para diferenciarla de otras, es ensuciarla despojarla del mayor valor que la debe distinguir, adornándole la frente con inmaculada aureola de la verdadera caridad.

Desempeñemos desde ahora todas nuestras tareas con caridad. Si no encontramos retribución espiritual, en el dominio del entendimiento, en sentido inmediato, sabemos que el Padre nos acompaña a todos  devotamente.

Si encontramos piedras y espinos en el camino, fijémonos en Jesús y pasemos.

-Merchita -                                                                                                                                                         Bibliografía.- "Jesús y el Evangelio a la Luz de la Psicología Profunda" de Divaldo P. Franco                                          " Después de la Muerte"   de León Denis                                                                                                           INTERNET.

                                                           *********************************                       


    
SEMEJANZAS DE LOS HIJOS CON SUS PADRES

.. Los progenitores suelen transmitir con frecuencia a sus hijos una semejanza física. ¿Les transmiten también un parecido moral?

- No, puesto que se trata de almas o Espíritus diferentes. El cuerpo procede del cuerpo, pero el Espíritu no procede del Espíritu. Entre los descendientes de las razas sólo existe consanguinidad.

¿A qué se deben las semejanzas morales que existen a veces entre padres e hijos?

- Son Espíritus que simpatizan, atraídos por la similitud de inclinaciones.

. Los Espíritus de los progenitores ¿no ejercen influencia sobre el del niño después del nacimiento de éste?

- Tienen una influencia muy grande. Como ya dijimos, los Espíritus deben coadyuvar a su mutuo progreso. Pues bien, los de los padres tienen por misión desarrollar el de sus hijos mediante la educación. Para el Espíritu del padre es esta una tarea: si falla, será culpable.

. ¿Por qué padres buenos y virtuosos engendran niños de naturaleza perversa? Dicho de otro modo: ¿por qué las buenas cualidades de los progenitores no atraen siempre, por simpatía, a un Espíritu bueno para animar a su hijo?

-Un Espíritu malo puede solicitar padres buenos, con la esperanza de que sus consejos lo encaminarán por una senda mejor, y a menudo Dios se los concede.

. ¿Pueden los padres, mediante sus pensamientos y plegarias, atraer hacia el cuerpo de su hijo a un Espíritu bueno más que a uno inferior?

- No, pero podrán mejorar al Espíritu del hijo que han engendrado y que les es confiado. Tal es su deber. Malos hijos constituyen una prueba para sus progenitores.

- EL LIBRO DE LOS ESPÍRITUS- Allan Kardec

                                                       ********************************************* 



                            ESPÍRITUS PUROS 

                   ( O del primer orden)
– Caracteres generales :

No sufren influencia de la materia. Superioridad intelectual y moral absoluta con relación a los Espíritus de los otros órdenes

113 – Primera clase. Clase única.- Recorrieron todos los grados de la escala y se despojaron de todas las impurezas de la materia. Habiendo alcanzado la suma de la perfección de que es susceptible la criatura, no han de sufrir pruebas ni expiaciones. No estando sujetos a la reencarnación en cuerpos perecederos, viven la vida eterna, que disfrutan en el seno de Dios. Gozan de inalterable felicidad, puesto que no están sujetos, ni a las necesidades, ni a las vicisitudes de la vida material; pero esa felicidad no consiste en la ociosidad monótona en el transcurso de una contemplación perpetua. Son los ministros de Dios, cuyas órdenes acerca de la conservación de la armonía universal, ejecutan. Comandan a todos los Espíritus que le son inferiores, les ayudan a perfeccionarse y les designan sus misiones. Asisten a los hombres en sus aflicciones, tratan de excitarlos al bien o a la expiación de las faltas que los mantienen alejados de la felicidad suprema y eso  es para ellos una dulce ocupación. Se les designa a veces con los nombres de Ángeles, Arcángeles y Serafines. Los hombres pueden comunicarse con ellos, pero sería muy presuntuoso el que pretendiese tenerlos constantemente a sus órdenes

-Allan Kardec-


                                                       **************************


      EL DOBLE CARÁCTER DE LA                         REVELACIÓN ESPÍRITA

La-codificacion-Kardeciana- Sociedad Española de Divulgadores Espíritas
La-codificacion-Kardeciana- Sociedad Española de Divulgadores Espíritas

No hay comentarios: