jueves, 18 de mayo de 2023

La llamada de la Eternidad

 INQUIETUDES  ESPÍRITAS

1.- Espíritus Guías y Protectores (IV)

2.- La vejez (2)

3.- Lo sobrenatural y las religiones

4.- La llamada de la eternidad

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  ESPÍRITUS GUÍAS Y PROTECTORES

                            (IV)

 LA PROTECCIÓN ESPIRITUAL COMO TAREA ESPECIALIZADA
Se integran en la labor de guías aquellos espíritus que habiendo alcanzado el grado de progreso requerido, tienen, además, una inclinación natural a la enseñanza y un deseo de ayudar a otros para que hagan lo mismo.
Quienes acometen el trabajo de guías o protectores espirituales son preparados en el mundo espiritual en centros especializados en la labor que desempeñarán, lo mismo que ocurre con otras misiones particulares, como es el caso de quienes vienen al plano físico a ejercer una labor misionera como médiums, describiéndose en diversas fuentes informativas la existencia de escuelas en el mundo etéreo donde se capacita a los candidatos.
ProtectoresNada de esto nos debe extrañar cuando sabemos que el mundo espiritual se rige, repetimos una vez más, por una precisa jerarquización en función del nivel de progreso de cada ser, de sus capacidades, inclinaciones y necesidades, presidiéndolo todo el orden más excelso.
Según la enseñanza y las informaciones manejadas por algunos autores, las cualidades que son propias de un guía o protector espiritual serían:
a) Actúan como compañeros sin ser demasiado indulgentes.
b) Tienen gran capacidad para motivar e infundir ánimos.
c) No juzgan.
d) No pretenden que se hagan las cosas a su modo
e) No son restrictivos ni imponen su valores
f) Nos aceptan por lo que somos como individuos, con el derecho a cometer nuestros propios errores.
Hablando de este mismo aspecto, en la obra “Canalizar”, de la autoría conjunta de Sanaya Roman y Duane Packer“, se nos dice lo siguiente:
“Los guías superiores vienen a iluminar su camino. Su único deseo es lograr su bien superior; están presentes para ayudarle con co­sas tales como recordar quiénes son; perder el miedo y aprender a amar­se a sí y a los demás. Ellos vienen para acrecentar su alegría y para ayu­darle con su crecimiento personal y su trabajo en la tierra.
Los guías de nivel superior no le atemorizan ni incrementan su ego. No le halagan, aunque celebrarán sus progresos. Crean una sensación de con­ciencia expandida y una visión interior mayor. Le animan a utilizar su propia sabiduría y discernimiento, en vez de obedecer a ciegas cualquier cosa que le digan. Nunca insisten en que usted “tiene” que hacer algo ni tampoco inten­tan determinar un resultado directo de su vida personal. Ellos le apoyan y estimulan a desarrollar y utilizar sus fuerzas interiores y su sabiduría más profunda. Le invitarán a que no les entregue su poder. Los guías de nivel su­perior a menudo son humildes y reconocen que la suya no es la única ver­dad. Ofrecen firmes sugerencias y le ayudan a tomar sus propias decisiones. Los guías de niveles superiores pueden señalar lo que no está funcionando bien en su vida, pero lo harán de una manera que le haga sentirse poderoso y fuerte.
acción de los guíasLos guías de nivel superior rara vez predicen acontecimientos futu­ros. Si lo hacen, esto es sólo porque dicha información será útil para su crecimiento o para la humanidad. Si la información que recibe del guía de otra persona le humilla o le hace sentirse mal consigo, decida si quie­re aceptarla o no como cierta. Si sale de una lectura de un guía y siente temor por su vida, entonces no ha estado con un guía de nivel superior, porque ellos le dejan la sensación de haberse elevado y de encontrarse apoyado… Ellos le ayudan a verse de una manera nueva y expan­dida. Tenga conciencia de que usted puede convertir un mensaje esti­mulante en uno de menos alegría si decide escucharlo como algo nega­tivo en vez de positivo.”
Informaciones diversas también nos llevan a concluir que entre los equipos de guías hay una distribución de funciones según su grado de progreso, que nos permiten agruparlos en tres clases básicas:
1ª) Guías primarios
2ª) Guías medios
3ª) Guías superiores
A estas hemos de sumar la categoría de los ayudantes, conformada por familiares, amigos y afines espirituales.
Los guías de nivel medio y superior normalmente dirigen a un grupo de espíritus, tanto en el mundo espiritual como en la Tierra y reciben la ayuda de otras entidades.
 DIFERENCIAS ENTRE ESPÍRITUS GUÍAS, PROTECTORES, FAMILIARES Y AFINES.-
El médico norteamericano Michael Newton en el capítulo 8º de su libro “Vida entre Vidas”, obra en la que recoge extensa información sacada en sesiones de inducciones hipnóticas a cerca de treinta pacientes suyos, precisa las diferencias entre los denominados “amigos espirituales” y el “guía” propiamente dicho:
“Hay que tener mucho cuidado al interpretar la palabra ‘amigo’. Normalmente cuando un sujeto en trance habla de un amigo espiritual se refiere a una alma compañera o a un alma de su grupo, no a su guía. Las entidades que llamamos ‘amigos” están en niveles muy cercanos al nuestro. Estos amigos pueden darnos ánimos desde el plano espiritual cuando nosotros estamos en la Tierra y también pueden acompañarnos en alguna vida terrenal”.
“Los espíritus que se hallaban en buenas condiciones al dejar la Tierra, pueden proteger a los que les son queridos y les sobreviven. Mas o menos restringido es el poder del que disfrutan La situación en la que se encuentran no siempre les permite entera libertad de acción”, dijeron los espíritus que asesoraban a Kardec a una pregunta suya que podemos leer en la cuestión 508 de El Libro de los Espíritus.
En la misma obra, poco más adelante – cuestión 514 -, ocupándose de este mismo asunto, se puede leer:
- ¿Los espíritus familiares son los mismos que los simpáticos y protectores?
«Hay muchos matices en la protección y en la simpatía. Dadles el nombre que queráis. El espíritu familiar corresponde más bien al amigo del hogar».
Protegiendo a la humanidadCon todo ello Kardec hace el siguiente resumen donde añade sus propias conclusiones:
“De las anteriores explicaciones y de las observaciones hechas sobre la naturaleza de los espíritus que se unen al hombre – observa -, puede deducirse lo siguiente:
El espíritu protector, ángel guardián o genio bueno es el que tiene la misión de seguir al hombre durante la vida y ayudarle a progresar. Siempre es de naturaleza relativamente superior a la del protegido.
Los espíritus simpáticos son los que se sienten atraídos a nuestro lado por aficiones particulares e incluso por una cierta semejanza de gustos y sentimientos, tanto para el bien como para el mal. La duración de sus relaciones se halla subordinada a las circunstancias.
Podemos tener muchos espíritus protectores. Todo hombre cuenta con espíritus, más o menos elevados, que con él simpatizan, al que le dedican afecto y por el que se interesan, como también tiene junto a sí  a otros que le asisten en el mal.
Los espíritus perversos o “malos genios” se unen al hombre con la mira de alejarle del bien, pero obra por voluntad propia y no en virtud de una misión. Su tenacidad está en relación del acceso más o menos fácil que halla. El hombre es libre siempre de escuchar su voz o rechazarla. 
Los espíritus familiares se unen a ciertas personas por lazos más o menos duraderos con objeto de serles útiles dentro de los límites de su poder, con frecuencia bastante limitado. Son buenos; pero a veces poco adelantados y hasta un poco ligeros. Se ocupan gustosos de los pormenores de la vida íntima, y sólo obran con permiso de los espíritus protectores o por orden suya.
( Continúa) ....
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                                   LA VEJEZ ( 2)
                              
...//... (Continuación del anterior)

   No reprenda a los jóvenes llamándolos “cabeza hueca, inútiles” afirmando, que “en sus tiempos no era así” en todas las épocas, en el seno de cualquier pueblo, siempre han existidos aturdidos y exóticos, llamando la atención de todos. No maldiga la existencia, pues si a su alrededor existen problemas de difícil solución, en función de la edad  con su sequito de trastornos,  recuerde que un día no muy distante, usted, saltó, corrió, amó, se equivocó, y acertó, con la misma movilidad y, posiblemente con la misma argumentación usada por los jóvenes de hoy en día.

   Procure tener buen ánimo y siga adelante, conduciendo las bendiciones de su vejez. Solo la muerte del cuerpo nos deberá impedir de actuar sobre él, en las labores de Dios mientras ella no llega, debemos continuar trabajando.

  Seguramente, usted cuenta con la dicha de ser abuelo, una experiencia afectiva que  propician elevadas alegrías al corazón. Ser abuelo o abuela es hacerse padre o madre dos veces, lo que configura una indiscutible verdad.

  Ser agraciado con la honra de ver a los hijos de sus hijos, de poder acompañar su desarrollo, de cooperar en el proceso de su felicidad provoca sentimientos  legítimos y ennoblecidos que a nadie se le ocurrirá oponer  o condenar.

  También en esta misión de ser abuelo, tenemos que considerar algunos puntos importantísimos, al principio los abuelos deben ejercitar la virtud del respeto a sus hijos, en lo que se refiere a la orientación que deseen ellos ofrecer a sus nietos.

   Es comprensible que los abuelos  tienen mayores experiencias de la vida que sus hijos; sin embargo, deben permitir  que esas buenas experiencias  coronen las frentes de sus hijos, a fin de que estos no se hagan continuados tontos con relación a los propios compromisos, porque sus padres toman su papel.

  En la actuación de abuelo o abuela será imprescindible que no tome sobre sus hombros el deber de criar, de educar a sus nietos cuando todo esté en la faja de la normalidad, solo se justifica esta conducta en los casos de orfandad o de desastres morales, pues  como abuelo o abuela usted tiene sus propios deberes delante de su existencia, lo que no deberá menospreciar, teniendo en consideración que marcha para el cierre de su vida terrena, teniendo mucho que realizar no solo  por sus nietos, sino por todos los que necesiten de usted.

   Aprenda, en el ejercicio del respeto a sus hijos, a no conducir a sus nietos por la ruta  de sus concepciones, sin que los padres concuerden con ellas.

 Si desea tomar una posición ante sus nietos sobre cuestiones graves o definitivas, dialogue con sus hijos, primeramente, haciéndolos aceptar sus puntos de vista.

 Nunca se olvide que en la posición de abuelo o de abuela, usted será forzosamente suegro o suegra, y es muy desagradable, incluso irrespetuosa, su intromisión no solicitada.

   Observando de esta manera si es aceptada o no su idea, o está ocasionando alteraciones funcionales  entre sus hijos y sus cónyuges, silencie con naturalidad cohibiendo en si mismo la manía de tener que opinar sobre todo o determinar todo.

  Sus yernos, o sus nueras no están obligados a aceptar sus posiciones. Tendrán el derecho de discordar, cabiéndole  a usted el esfuerzo  de emplear sobriedad y autocritica, que le permitirán mantener un clima de paz con sus afines.

   Procure no abarrotar a sus nietos  con regalos caros. Pregunten antes a los padres de lo que necesitan o lo que a los pequeños les gustaría que se les regalara, si ya lo señalaron.

 Procure no sofocar a sus nietos con el conjunto de hábitos que han caracterizado su época. Evite conflictos cuando ellos están recibiendo la palabra  de los propios padres.

 Cuando tenga oportunidad, hable del bien y del amor,  de las buenas costumbres y de la noble vivencia; sin embargo, no imponga nada, no exija nada, entendiendo que la responsabilidad directa con ellos no les pertenece.

  Intente no generar en los corazones de sus nietos inseguridad. En el caso  de que sus nietos no reciban ejemplo en el propio hogar o para forzar la directriz que ya los alumbra en el ámbito domestico, asístalos con cariño, con su vivencia alegre, honesta y útil, para que sirva de ejemplo a los retoños  de sus hijos.

  Ámelos sin apegos, con su madurez; ayúdeles sin hacer sus deberes; agrádeles sin envanidecerles; hábleles de Jesús sin sentimientos ridículos, para que su participación en sus vidas pueda asemejarse a un rastro brillante, una luz espiritual, apuntándoles caminos de honorabilidad y   de paz, discreta e inteligente.

  No se justifique con que los padres de hoy no saben educar, puesto que el Creador, teniendo visión plena de todo, les consintió la paternidad y la maternidad, en el derrotero terrestre.

  Jamás se indisponga con sus hijos y afines por causa de sus nietos, puesto que estos están junto  a aquellos obedeciendo las irreprochables Leyes de la Vida y del Destino.

  Sea un abuelo o abuela equilibrada, dando espacio para que sus hijos actúen en el campo que Dios les dio para perfeccionarse y crecer.

   Ayude solamente cuando sea solicitado para hacerlo.

  Confié en el Señor que es el Gran Padre de sus hijos  de sus nietos y de usted mismo.

  ¡ Qué difícil es envejecer con alegría y naturalidad! ¡Qué duro es reconocer que se ha entrado en el atardecer de la vida y captar, al mismo tiempo, que aún queda mucho por hacer! Y al mismo tiempo, que eso que queda por hacer es algo muy distinto, ¡aunque no menos importante que lo hecho hasta ahora!

  Hay tres cosas y que producen pena: un “viejo” de cuarenta años, un viejo que se cree “joven” y un viejo que se cree “muerto”. Y una que produce alegría, un “joven” de ochenta años, es decir un viejo que asume la segunda parte de su vida con tanto coraje e ilusión como la primera.

  Pero para ser uno de esos, hay que aceptar, que el Sol del atardecer es tan importante como el del amanecer y el del mediodía, aunque su calor sea muy distinto.

  El Sol no se avergüenza de ponerse, no siente nostalgia de su brillo matutino, no piensa que las horas del día le estén “echando” del cielo, no cree que es menos luminoso ni hermoso porque el ocaso se aproxima. Tampoco su resol sobre los edificios es menos importante o necesario que el que, hace algunas horas, hacía germinar las semillas en los campos o crecer las frutas en los árboles. Cada hora tiene su gozo y el Sol cumple, hora a hora, con su misión.

  Es verdad que la Naturaleza es más piadosa con las cosas, que los hombres con ellos mismos.

 Nadie desprecia al Sol de la tarde, ni le empuja a jubilarse, ni le niega el derecho a seguir dando su luz, débil, pero luz verdadera, necesaria, a veces la más hermosa. ¡Qué bien sabe el enfermo lo dulce de este último rayo de sol que se cuela, por la última esquina de la ventana!

¡Si todos los ancianos entendieran que su sonrisa puede ser tan hermosa y fecunda, como ese último rayo de sol antes de ponerse! ¡Si comprendieran que el Sol nunca es amargo, aunque sea más débil! ¡Si pensaran lo orgulloso que se siente el Sol de ser lo que es, de haberlo sido, de seguirlo siendo hasta el último segundo de su estancia en el cielo! ¡Señor, no me dejes marchar hasta haber repartido el último rayo de mi pobre luz!

  El resumen perfecto de estas Reflexiones es la siguiente oración de José Laguna Menor. ¿Hay algo que añadir? Sí, ¡hay que vivirlos!

Señor, enséñame a envejecer como cristiano.
Convénceme de que no son injustos conmigo: los que me quitan responsabilidades; los que ya no piden mi opinión; los que llaman a otro para que ocupe mi puesto.

Quítame el orgullo de mi experiencia pasada y el sentimiento de que soy indispensable.
Pero ayúdame, Señor, para que siga siendo útil a los demás,
contribuyendo con mi alegría al entusiasmo de los que ahora tienen responsabilidades.
Y que acepte mi salida de los campos de actividad, como acepto con sencilla naturalidad la puesta del Sol.

Finalmente te doy gracias, pues en esta hora tranquila caigo en la cuenta de lo mucho que me has amado.
Concédeme que mire con gratitud hacia el destino feliz   que me tienes preparado.

¡Señor, ayúdame a envejecer así!

José Laguna Menor

Trabajo extraído del libro “Vereda Familiar” de Raúl Teixeira 
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Lo sobrenatural y las religiones
                                 

Pretender que lo
 sobrenatural sea el fundamento indispensable de toda religión, y que constituya la piedra angular del edificio cristiano, implica respaldar una tesis peligrosa.
 Si las verdades del cristianismo se asentaran sobre la base exclusiva de lo maravilloso, sus cimientos serían débiles y sus piedras se desprenderían con el pasar de los días.
 Esa tesis, defendida por eminentes teólogos, conduce directamente a la conclusión de que en un determinado momento ya no habrá religión posible –ni aun la cristiana– en caso de que se llegue a demostrar que lo que se considera sobrenatural es natural.
 Por más que se acumulen argumentos, no se conseguirá mantener la creencia de que un hecho es milagroso después de que se ha demostrado que no lo es.
 Ahora bien, la prueba de que un hecho no es una excepción en las leyes naturales existe cuando ese hecho puede ser explicado mediante esas mismas leyes, y cuando, al poder reproducirse por intermedio de un individuo cualquiera, deja de ser privilegio de los santos.
 Las religiones no necesitan de lo sobrenatural, sino del principio espiritual, al que confunden sin ningún motivo con lo maravilloso, y sin el cual no hay religión posible.
 El espiritismo considera a la religión cristiana desde un punto de vista más elevado; le atribuye una base más sólida que la de los milagros: las leyes inmutables de Dios, que rigen tanto al principio espiritual como al principio material.
 Esa base desafía al tiempo y a la ciencia, porque tanto el tiempo como la ciencia habrán de sancionarla.
 Dios no es menos digno de nuestra admiración, de nuestro reconocimiento y respeto, porque no haya derogado sus leyes, grandiosas sobre todo por la inmutabilidad que las caracteriza.
 No hay necesidad de lo sobrenatural para que se tribute a Dios el culto que le corresponde.
¿Acaso no es la naturaleza lo bastante imponente de por sí, como para prescindir de lo que fuere para demostrar el poder supremo?
La religión encontraría menos incrédulos si estuviera sancionada por la razón en todos los aspectos.
El cristianismo no tiene nada que perder con esa sanción; por el contrario, sólo puede ganar.
 Si algo lo ha perjudicado, según la opinión de ciertas personas, ha sido precisamente el abuso de lo maravilloso y lo sobrenatural.
 Si tomamos la palabra milagro en su acepción etimológica, en el sentido de cosa admirable, se producen milagros permanentemente alrededor nuestro. Los aspiramos en el aire y los encontramos a cada paso, porque todo es milagro en la naturaleza.
 ¿Queréis dar al pueblo, a los ignorantes, a los pobres de espíritu, una idea del poder de Dios?
 Mostrádselo en la sabiduría infinita que rige todas las cosas, en el sorprendente organismo de todo lo que vive, en la fructificación de las plantas, en la adaptación de todas las partes de cada ser a sus necesidades, de acuerdo con el medio donde le ha tocado vivir.
 Mostradles la acción de Dios en una brizna de hierba, en el pimpollo que se convierte en flor, en el Sol que a todo vivifica.
 Mostradles su bondad en la solicitud que dispensa a todas las criaturas, por ínfimas que sean; su previsión en la razón de ser de cada cosa, ninguna de las cuales es inútil, y en el bien que siempre proviene de un mal aparente y transitorio.
  Hacedles comprender, sobre todo, que el mal verdadero es obra del hombre y no de Dios; no tratéis de amedrentarlos con el cuadro de las penas eternas, en las que acaban por dejar de creer, y que los llevan a dudar de la bondad de Dios.
  En lugar de eso, dadles valor mediante la certeza de que un día podrán redimirse y reparar el mal que hayan cometido.
  Señaladles los descubrimientos de la ciencia como revelaciones de las leyes divinas, y no como obra de Satanás.
  Enseñadles, por último, a leer el libro de la naturaleza, siempre abierto ante sus ojos; ese libro inagotable en cuyas páginas están inscriptas la bondad y la sabiduría del Creador.
  Entonces ellos comprenderán que un Ser tan grande, que se ocupa de todo, que todo lo cuida, que todo lo prevé, forzosamente dispone del poder supremo.
 El labrador lo verá cuando labre su campo, y el desdichado lo bendecirá en sus aflicciones, diciendo:
 “Si soy desdichado, es por culpa mía”.
 Entonces, los hombres serán auténticamente religiosos, racionalmente religiosos sobre todo, mucho más que si creyeran en piedras que rezuman sangre, o en estatuas que pestañean y derraman lágrimas.

Esta última aportación, de momento, en esta sección de la Trayectoria Íntima de nuestra Alma inmortal, tiene que ver con los planes de Dios más que con los de nuestra propia Alma. Evidentemente, no somos tan presuntuosos ni arrogantes como para pretender siquiera conocer pálidamente los planes de la divinidad para las almas que Él mismo creó y puso a evolucionar a través de los mundos.

Pero es preciso un ejercicio de inspiración apoyándonos en aquellas estrellas y luces que han venido a la Tierra para anunciar el destino del alma en la visión universal de las  leyes que rigen el proceso evolutivo de la misma. Esas estrellas, configuradas a través de los espíritus que marcaron rumbos en la Tierra, plasmadas en obras grandiosas de inspiración divina, conocidas en las epopeyas y mayores sacrificios de Amor y libertad que la historia de este planeta nos presenta, son los argumentos a los que nos ceñimos para intentar vislumbrar esta última etapa de la trayectoria del alma que podemos entrever.

Todo bajo el influjo, el impulso y el amor divino del Señor de este mundo, nos encamina a reconocer, como humildes e imperfectos seres creados por el Amor Divino, que la gratitud hacia Dios ha de formar parte en cada hálito de nuestra vida, sea esta física o espiritual.

Estemos en el punto en que estemos de nuestra trayectoria inmortal, nuestra alma se reconoce en la intimidad de su propia naturaleza. Esta no es otra que la esencia divina que todos llevamos; por ello es Dios quien nos anima, quien nos guía y quien nos conduce a través de este sendero de ascensión y elevación que todos debemos recorrer antes o después.

Ese Dios interno, que es nuestra propia alma, nos llama hacia su origen, pero ya sublimados, perfectos, elevados, vibrando en amor, trabajando en la verdad, aspirando el bien y el equilibrio, transmitiendo la armonía interior y la fuerza creadora que emana de la Fuente de Amor que todo lo puede.

El reencuentro con nuestro origen, con la fuente que nos creó, se vive interiormente en esta etapa incomprensible para nosotros. Y cuando pasamos a vibrar, sentir y actuar como la propia fuente que nos creó, comenzamos a actuar y trabajar como Él; nos convertimos en co-creadores y sustentadores de este universo. A partir de este momento nuestra alma no es una entidad limitada por ninguna dimensión; nuestro pensamiento nos transporta por los universos, y allí donde podemos ayudar, colaboramos, trabajamos y ofrecemos nuestro amor en base a las necesidades que se tienen.

Si el pensamiento nos transporta, la voluntad nos permite crear mediante nuestras capacidades angélicas los recursos y las providencias que Dios planifica allá donde nos encontremos. Conectados permanentemente con Él no hay error, no puede existir impericia ni fracaso alguno: todo se da perfectamente, en la proporción adecuada, con los recursos precisos que preserven el libre albedrío de los que reciben nuestra ayuda, pero al mismo tiempo ofreciéndoles el ejemplo y las oportunidades que necesitan para seguir recorriendo este camino, esta senda de la Vida Inmortal que es la esencia del Alma en su trayectoria hacia la luz y la perfección.

El pensamiento, la voluntad creadora y el amor divino serán las herramientas que usará nuestra alma inmortal en esta etapa de sublimación divina que nos acercará como nunca a Dios, nuestro padre, auténtico motor y guía de todo lo que existe, existió o existirá.

Y así continuaremos, eternamente vibrando en amor y felicidad, trabajando sin cesar, sirviendo a todos nuestros hermanos menores, agradeciendo constantemente al Creador la vida inmortal que nos concedió a través de nuestras obras, de nuestros proyectos en favor del Amor Divino para con todas las criaturas, en todos los rincones del Universo Físico y Espiritual.

Esta pobre reflexión que nos permite concluir esta sección debe hacernos reflexionar que la felicidad y el amor se encuentran en nuestro interior como almas en trayectoria ascendente, sin posibilidad de retorno ni involución. Lo que conquistamos es nuestro, pero la parálisis o el inmovilismo genera todavía sufrimiento en la etapa que nos encontramos.

Vislumbremos el futuro de nuestra alma inmortal, la felicidad que nos aguarda, la perfección que poco a poco conseguiremos, la oportunidad de vibrar constantemente en amor, la gratitud por ayudar a los demás; muchos de ellos almas queridas por nosotros, amadas hasta lo inimaginable, algunas de las cuales no quisieron caminar a nuestro lado y se estancaron en su progreso. 

Todo esto y mucho más que somos incapaces de vislumbrar espera a nuestra alma cuando vayamos transitando y subiendo escalones de esa escalera universal que siempre está ante nosotros para procurarnos el ascenso hacia la plenitud a la que estamos destinados. 

Una plenitud que nace del Amor Divino hacia su obra, que somos nosotros mismos. Él desea que gocemos en su creación, en su universo físico o espiritual, a través de los atributos divinos que nos concedió y que forman la fuente permanente de su identidad en nuestra alma desde el principio hasta el final de los tiempos que la eternidad nos permitirá alcanzar.

Antonio Lledó Flor- (Amor, Paz y Caridad)

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