lunes, 8 de mayo de 2023

Fenómenos psico-físicos de naturaleza espiritual

  INQUIETUDES ESPÍRITAS

1.- Lo común y lo diferenciador entre las distintas religiones

2.- El verdadero sacerdocio

3.- Temor a la muerte

4.- Fenómenos psico-físicos de naturaleza espiritual


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LO COMÚN Y LO DIFERENCIADOR ENTRE LAS DISTINTAS  RELIGIONES

          Son  muchos  los puntos en común  que son fundamentales  en todas y  cada una de las   grandes  religiones existentes  y  que debieran de unirlas en vez de  separarlas.

   En primer lugar, tenemos el concepto de  la existencia de un  Ser Supremo o Dios, le llamen como le llamen en cada una de ellas..

En segundo lugar, sin duda, es la existencia del Alma humana o Espíritu humano.

En tercer lugar, es la creencia en la continuidad  de la vida del Alma tras la muerte, considerando que la vida continúa y es eterna, por lo que  el Ser sigue existiendo, en otra forma,   después de la muerte del cuerpo físico.

Y en cuarto lugar, indicando la bondad y la integridad humanas como factores necesarios e imprescindibles para acercarnos  a Dios, por lo que el Amor fraternal y la Caridad que son la esencia común de todos los conceptos religiosos que enseñaron todos los diversos Enviados y Profetas de todas las religiones y en todas las épocas de la Humanidad.

La creencia en la reencarnación del Alma, es en algunas un factor común fundamental, y para otras que no contemplan o admiten este concepto, es por ese motivo diferenciador. Según las religiones que no admiten la reencarnación, Dios premia o castiga definitivamente a las almas según hayan vivido durante una única existencia en este mundo, independientemente de lo larga o corta que haya sido la existencia y de las demás circunstancias diferenciadoras que envuelven al ser humano desde su nacimiento. Este concepto de una vida única da lugar a que los fieles y seguidores de tales religiones traten de lograr en la vida, a toda costa, ese cielo eterno e indefinido, y al mismo tiempo evitar  merecer el castigo horrible y eterno de un infierno de sufrimientos extremados, al final de su vida en este mundo, utilizando habitualmente para lograrlo  el chantaje a Dios que así se dejaría comprar a cambio de unos rituales, determinadas ceremonias, rezos rutinarios, dedicatorias,  liturgias, etc.

Sin embargo estas religiones dejan a sus fieles sin explicación alguna, cuando les dicen que la suerte o la desgracia son cosas de un destino inescrutable, o que son designios insondables de Dios, al que presentan como un Ser  Todopoderoso e indefinido, concreto y delimitado, pero muy lejano (algunas le llaman Altísimo), y aparece como un ser tan poderoso como injusto y caprichoso, provocando entre los fieles temor en vez de amor. Esto nos ha llevado a intuir a muchos que un ser así no puede existir, por imperfecto e injusto, y que ese dios es solamente una invención humana creado a semejanza del ser humano, imperfecto, por lo que muchos deducen que  lo que cuentan las religiones, en el fondo es una gran mentira; o sea que esas religiones de teologías tan imperfectas, o bien promueven en sus fieles una fe fanática, ciega e irracional, o en tantísimos casos un ateísmo o una falsa religiosidad, con la descreencia o la seria duda de la existencia de Dios y del más allá, quedando así sus desengañados fieles a merced de un materialismo con el que intentan llenar sus vidas, sin freno alguno para  los vicios, cayendo fácilmente en  toda clase de degradación moral.

A diferencia de las religiones que niegan o no admiten la reencarnación, las que si la admiten y contemplan como un hecho natural y lógico, consideran las realizaciones humanas positivas, como los errores cometidos en una vida, los responsables de la dicha o la desdicha  en la existencia actual o en otras futuras.  Con la reencarnación Dios no premia ni castiga a nadie; solo mantiene una Justicia perfecta dejando al Ser la  total libertad para decidir su destino futuro  en la balanza de la Justicia inmanente y perfecta que existe mediante la ley de Causa y Efecto, que da a cada acción cometida voluntariamente, el contrapunto de su efecto, bueno o malo que obligadamente se genera y recibe antes o después, por esas acciones.  Para las religiones reencarnacionistas, cada vida humana es tan solo como un eslabón que forma la larga  cadena de la evolución del Espíritu humano.

Por otra parte, es de señalar también que las religiones no reencarnacionistas, no explican  como Dios puede ser al mismo tiempo justo y bueno, cuando se aprecian tantas desigualdades humanas  al contemplar solamente una única existencia  en este mundo; sin embargo con la reencarnación se aprecia un contexto de muchas vidas, como seres humanos,  relacionadas entre sí por la ley de Causa y Efecto, equilibradora de las situaciones y de las vidas. 

Tampoco las no reencarnacionistas explican de dónde procede el Alma, si es creación instantánea en el momento del nacimiento, ni si teniendo una cuna rica o pobre va a alcanzar en esa única existencia la misma dicha o desdicha que otras, o si teniendo una vida muy larga o muy corta va a merecer el mismo cielo o infierno; en fin, cuestiones encerradas en los llamados "libros sagrados" y no aclaradas con la luz de la verdad, sencilla y trasparente, tal cual es. 

Por la idea reencarnacionista llegamos a intuir algo de la perfecta justicia y del infinito y perfecto Amor que Dios profesa a todas sus criaturas, dándonos tantas oportunidades como precisemos para que podamos conquistar nuestra propia  y definitiva felicidad.

En definitiva, la diferencia entre ambos grupos de religiones, reencarnacionistas y no reencarnacionistas, además de los conceptos dogmáticos y doctrinales, reside sobre todo en que las no reencarnacionistas no ofrecen una explicación coherente , racional y lógica del  concepto de Dios, mientras que con la reencarnación  la idea de un Dios bueno y justo a la vez, queda aclarado. 

- Jose Luis Martín-

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      EL VERDADERO SACERDOCIO

(...) Yo ahora quiero luchar con mis imperfecciones para vivir mañana. ¿Viví ayer? Si, y debí vivir muy mal; por esto hoy escogí una madre sin amor, una familia sin sentimiento, una religión absurda que se lo niega al hombre todo, que no le deja más que dos caminos: o la apostasía o el sacrificio, o caer en todos los vicios, o vivir en el aislamiento; el sacerdote de mi religión viene a este mundo a buscar dos coronas: la una es de flores, la otra es de espinas; se ciñe la primera todo aquel que satisface sus deseos, todos aquellos que consideran las religiones como medios útiles para vivir, y emplean su talento y su audacia en imponerse a los demás revistiéndose de purpura y armiño, y viven, pero solo viven aquí. (...)

- Memorias del Padre Germán,- Amalia Domingo Soler.

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                                  Temor a la muerte
                                       
Causas del temor a la muerte
1. El hombre, a cualquier grado de la escala a que pertenezca, desde el estado salvaje, tiene el sentimiento innato del porvenir.- Su intuición le dice que la muerte no es la última palabra de la existencia, y que aquellos cuya memoria recordamos no son perdidos para siempre. La creencia en el porvenir es intuitiva y muchísimo más generalizada que la del nihilismo. ¿A qué se debe, pues, que entre aquellos que creen en la inmortalidad del alma se encuentra todavía tanto apego a las cosas de la materia y tanto temor a la muerte?

2. El temor a la muerte es un efecto de la sabiduría de la Providencia y una consecuencia del instinto de conservación, común a todos los seres vivientes. Es necesario, mientras, que el hombre no esté bastante enterado de las condiciones de la vida futura, como contrapeso a la propensión que, sin este freno, le induciría a dejar prematuramente la vida terrestre y descuidar el trabajo que debe servir para su adelanto. 
     Por eso, para los pueblos primitivos el porvenir sólo es una vaga intuición. Más tarde, una sencilla esperanza, y después, una certeza, pero todavía neutralizada por un secreto apego a la vida corporal.

3. A medida que el hombre comprende mejor la vida futura, el temor a la muerte disminuye..
     Pero al mismo tiempo comprende mejor su misión en la Tierra, y espera su fin con más calma, resignación y sin temor.

-El Cielo y el Infierno o la Justicia Divina según el Espiritismo
Allan Kardec

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Fenómenos psicofísicos de naturaleza espiritual

                                             
 

La doctrina espírita contiene en sus fundamentos una serie de informaciones que nos permiten identificar una “clase especial de fenómenos” que sugerimos tratarse de fenómenos “psicofísicos de naturaleza espiritual”. Corresponden al proceso de actuación del alma en el cuerpo físico.


Es muy fácil que reconozcamos los fenómenos de la realidad física y de la esfera psicológica que forman parte de toda nuestra vida. Queremos, sin embargo, poner en relevancia otra clase de fenómenos que sólo la actuación del Espíritu es capaz de explicar.



En el mundo físico conocemos la naturaleza de la materia y los procesos que rigen su movimiento y sus combinaciones. En el mundo psicológico identificamos los mecanismos inconscientes que imponen nuestros comportamientos y aprisionan nuestros deseos.



En el dominio espiritual la literatura, especialmente de Kardec, André Luiz y Emmanuel, ya nos indicó mecanismos interesantes que actúan en la interfase cuerpo/alma.



El paradigma actual de la Medicina, aunque haya esclarecido gran parte de la anatomía y de la fisiología del organismo humano, no tiene alcance suficiente para percibir o interpretar el complejo mecanismo de actuación del Espíritu sobre el cuerpo. Ese será, posiblemente, el mayor descubrimiento de la Ciencia.



Una modelo interesante para ejemplificar la extensión de esa dificultad es vista en la glándula pineal. Conocemos su anatomía minúscula, su relación con los ritmos biológicos, su sensibilidad a la luz, su precaria conexión con el cerebro, su producción química modesta y su expresión clínica poco significativa. Por eso es por lo que causaron sorpresa los relatos que nos llegaron de la espiritualidad, apuntando expresivas actividades de la glándula pineal, que superaban lo que hasta hoy fuimos capaces de constatar con nuestros estudios macro o microscópicos.


Necesitamos dejar claro que lo que observamos “del lado de acá” es sólo la expresión  anatomo-funcional de la glándula. Por no tener los instrumentos de acceso al mundo espiritual, no sabemos como es que se procesa su actividad en la interacción cerebro/mente. Podemos identificar las células de la pineal y su micro estructura, registrar sus cambios metabólicos, identificar las secreciones de los humores y la transmisión de los influjos nerviosos. Sin embargo, en el dominio de la actividad espiritual, los posibles componentes, y cómo actúan, son aún indetectable por nuestros instrumentos. Extrapolar nuestro conocimiento “de aquí para allá” aún permanece en el campo de la metafísica.

No sería prudente imaginar que “por aquí” podremos un día conocer toda la extensión de ese fenómeno que llamamos de “psicofísico de naturaleza espiritual”, presuponiendo, de antemano, que “del lado de allá” la dinámica espiritual del fenómeno es mucho más amplia y significativa que nuestra anatomía puede registrar.

Aprendemos con la Doctrina Espírita que existen tres elementos fundamentales que dirigen la fisiología de los procesos orgánicos que condicionan la vida: el Espíritu, el Periespíritu y los Fluidos que intermedian la intercesión cuerpo/alma.

Nos parece innecesario anotar los detalles ya bien conocidos de los tres. Los libros básicos de la Doctrina son suficientes. Nuestro propósito será el de apuntar algunos fenómenos que nos parecen ilustrativos para la presentación de la fisiología metafísica que estamos interesados en estudiar:
    
  • La fijación del pensamiento
  • La cohesión de la población celular
  • Los Centros de fuerza
  • La corriente sanguínea y la energía vital
  • La glándula pineal y su fisiología espiritual
  • El ectoplasma
  • La respiración restauradora.
Nuestra sugerencia es que fenómenos de ese tipo sean rotulados como “fenómenos Espíritu-somáticos”. Su estudio comprende una reja de fenómenos que puede llevarnos a conocer Leyes generales de la fisiología que integra el cuerpo al alma. Esa sugerencia se motiva por el hecho de que, aparentemente, hay muchos otros fenómenos del mismo tipo; no es conveniente dar la impresión de que su lista es completa.

La fijación del pensamiento – La neurofisiología sugiere que el pensamiento es un proceso continuo que se expresa en la actividad de las neuronas del cerebro. Nuestras ideas nacen a partir de estímulos externos que alcanzan los órganos de los sentidos o por mecanismos internos de percepción y memorias acumuladas en el transcurrir de la vida.

La neurona fue identificada como la célula fundamental a partir del momento que técnicas de coloración permitieron el reconocimiento de su estructura. Cuando Camillo Golgi en 1873 usó una tintura de plata para colorear el cerebro, fue posible percibir que algunas neuronas se impregnaban con esa coloración revelando el cuerpo celular y sus prolongaciones, inaugurando, a partir de ahí, una revolución extraordinaria en el conocimiento del cerebro.

En esa misma época (final del siglo XIX), Franz Nissl consigue colorear las neuronas con violeta de creta, descubriendo en el citoplasma el amontonado de una sustancia de apariencia “tigroide” que quedó conocida como “corpúsculos de Nissl”. Los estudios actuales revelaron que esos corpúsculos corresponden a una estructura membranosa denominada Retículo Endoplasmático Rugoso que tiene la función de construir proteínas dentro de las neuronas. Algunas de esas proteínas formarán parte de las membranas celulares y otras participarán de enzimas que actúan en la producción de neurotransmisores.

La membrana que reviste las neuronas es formada por dos capas de una sustancia gruesa fosfolipídica. Esa capa es impermeable, aislando el contenido interno de las neuronas de los fluidos extracelulares. Ella es, sin embargo, interrumpida por “portones” de proteínas que construyen los canales que permeabilizan las membranas. Es a través de esos canales de constitución proteica que entran o salen iones y substancias que afectan la actividad de las neuronas (sodio, potasio, calcio, neurotransmisores, tranquilizantes, antidepresivos y drogas como la cocaína, para citar ejemplos más conocidos).

Por otro lado, las enzimas son indispensables para la producción de los neurotransmisores que realizan toda la transmisión de la información entre las neuronas.

Se puede deducir que los corpúsculos de Nissl, estando directamente conectados a la producción de proteínas, ejercen un papel fundamental en la fisiología cerebral.

André Luiz, en psicografia en 1958 (Evolución en dos Mundos), destacó la importancia de los corpúsculos de Nissl enseñando que ahí la mente fija sus propósitos transmitiendo por el pensamiento las ideas que el Espíritu proyecta en el cerebro. A partir de las percepciones de los sentidos, el Espíritu renueva sus ideas, proyecta en la red de neuronas su energía que resulta en pensamientos capaces de adecuarse en el cerebro, produciendo nuestros actos.

Una neurona, en constante actividad, va expandiendo sus sinapsis fijando el aprendizaje que la experiencia va suministrándole. En cada sinapsis se ajustan los canales de transporte químico fundamentales al cambio de informaciones entre las neuronas. Tanto esos canales, como los neurotransmisores, son construidos a partir de proteínas montadas, principalmente, dentro de los corpúsculos de Nissl. Por lo tanto, afirmar que el Espíritu ejerce actuación directa en los corpúsculos de Nissl, como enseñó André Luiz, nos permite suponer que es el Espíritu que en último análisis construye el tipo de neuronas que estructura el cerebro de cada uno de nosotros.

La cohesión de la población celular – El organismo humano está formado por más de 300 trillones de células en constante renovación. Los diversos órganos que lo componen se estructuran en diferentes capas de tejidos que reúnen células típicas y variadas. Tenemos en nuestro cuerpo para más de 250 tipos diferentes de células, incluyendo las neuronas, las células de la glia que sostienen el cerebro, los hepatocitos, las células musculares, las gruesas, las epiteliares que revisten la piel y así sucesivamente.

La Ciencia atribuye al programa impreso en el genoma todo ese proyecto de distribución y organización del gigantesco universo celular que construye nuestro cuerpo. Nos falta, sin embargo, una teoría adecuada al gigantismo de esa tarea, ya que sólo de neuronas tenemos decenas de tipos morfológicos, en un total de 100 mil millones de células, exigiendo conexiones sinápticas que superan a trillones de conexiones absolutamente precisas. Necesitamos recordar que en el útero materno el embrión construye 250 mil neuronas por minuto. Se hace una tarea asombrosa para los pocos 33 mil genes que traemos como patrimonio genético.

La doctrina espírita enseña que el molde que nos estructura el cuerpo físico es función del periespíritu que nos ajusta al mundo espiritual. Están en ese periespíritu todos los trazos que identifican nuestro mundo mental. Sin embargo, la manera física que aparentamos y los estigmas de enfermedades que nos marcan no se reproducen como una copia fotográfica fiel de nuestro periespíritu. Las personas de apariencia simple pero de Espíritu noble irradian una tesitura espiritual que sobresale delante de las imágenes de belleza a que los medios acostumbran a destacar, especialmente para el cuerpo femenino. La presencia de deformidades físicas está conectada a nuestros méritos y necesidades, adecuadas a los débitos pasados que acumulamos, más que a la apariencia del periespíritu. No siempre las anomalías acompañarán al Espíritu después de la desencarnación.

Allan Kardec sugiere que el conocimiento del periespíritu tiene mucho que colaborar con la Medicina para aclaración de nuestras enfermedades. Pero recurrimos de nuevo a André Luiz para sorprendernos con sus revelaciones. Este enseña que, por la actuación de nuestra mente, mantenemos cohesionados los trillones de células que componen nuestro cuerpo. Esa actividad da a nuestras actitudes una responsabilidad enorme en el compromiso que tenemos de cuidar nuestro equilibrio físico. Sin embargo, las sorpresas no paran por aquí. André Luiz afirma que cada una de esas células es un universo microscópico donde permanece el principio inteligente, constituyendo cada célula que abrigamos en nuestro cuerpo una unidad, con individualidad propia, sobre las cuales tenemos la inmensa responsabilidad de sostener y conservar. Son “Almas” hermanas que, en estado primitivo, recorren con nosotros las luchas de la vida física, prestando al Espíritu humano la dádiva de su metabolismo.

Los centros de fuerza – La cultura milenaria de Oriente registra en sus libros sagrados la existencia de centros de fuerza o chacras, de localización constante en el cuerpo espiritual de todos nosotros. Estos se localizan en el cerebro y en los plexos distribuidos por nuestro cuerpo en las regiones de la laringe, del estómago, del bazo, del plexo abdominal relacionado con el tracto digestivo y en la región genital.

Son en número de dos en el cerebro: el chacra cerebral localizado en la región frontal y el chacra coronario en las regiones centrales del cerebro.

Los lóbulos frontales pasaron por un proceso extraordinario de expansión cuando se inició la evolución del ser humano en la Tierra. El lóbulo frontal es la región que más nos distingue del cerebro de un chimpancé. Están relacionados con nuestros pensamientos abstractos, con nuestra capacidad de clasificar los objetos, de organizar nuestros actos y programar nuestro futuro. Sin el lóbulo frontal el hombre se hace irresponsable, pierde la capacidad de organizar las cosas en un ambiente, deja de preocuparse con los otros, puede hacerse jocoso y no percibe la gravedad de la situación en que vive. Es el lóbulo frontal el que más nos hace humanos.

André Luiz nos dice que el chacra cerebral, de localización frontal, nos permite estar en unión con las esferas más altas que dirigen nuestros destinos en la Tierra. A través de la oración, proyectando la súplica piadosa o el agradecimiento sincero, mantenemos contacto con los seres sublimes que nos orientan y protegen.

En la región coronaria podemos apuntar tres niveles estratificados anatómicamente. El cortex, los núcleos de la base y el diencéfalo. El cortex cerebral de la región coronaria se relaciona con la actividad motora que nos facilita los movimientos voluntarios. En los núcleos básales (tálamo, putamen (es una estructura situada en el centro del cerebro), globo pálido y dorsal) son organizados nuestros movimientos automáticos, que nos permiten realizar la respiración, la deglución, la masticación y la marcha, para citar ejemplos fáciles de comprender. Y, finalmente, el diencéfalo reúne una agrupación de células que desempeñan un papel muy importante en el control de nuestras funciones metabólicas, íntimamente asociadas a nuestra supervivencia. En el hipotálamo, que compone parte importante del diencéfalo, son producidas decenas de sustancias que controlan la actividad de nuestras glándulas, funcionando como estimuladores de la producción de hormonas en la hipófisis, en la tiroides, en la suprarrenal, en los ovarios y en los testículos, entre tantas otras glándulas.

André Luiz enseña que en el chacra coronario están situadas las fuerzas que mantienen en equilibrio la actividad de los trillones de células que obedecen a nuestro mando mental, manteniendo la forma y las funciones de nuestro cuerpo físico.

( Continuará....)

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