INQUIETUDES ESPÍRITAS
1.- La nueva humanidad
2.- Creciendo para Dios
3.- El dolor nos lo causamos nosotros mismos
4.- Conociendo que Dios es soberanamente justo y bueno....
5.- El "Infierno", según un Espíritu.
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LA NUEVA HUMANIDAD
Indudablemente, cada día que pasa nos acerca más a ese cambio de ciclo evolutivo que nos espera, que hará pasar a nuestro planeta de un estado de expiación y pruebas a un estado de regeneración, por el que ascenderá un paso más en la escala de los mundos. Llegados a este punto, el interrogante que se nos plantea es si ¿nos iremos o nos quedaremos?- ¿Hemos conseguido alcanzar el nivel mínimo exigido por la Ley de Evolución y Progreso para formar parte de la nueva humanidad?.... ¿ o seremos expulsados a mundos inferiores, del mismo nivel evolutivo en que encuentra ahora la Tierra?. Lo primero que hemos de sopesar son los requisitos imprescindibles para habitar en un planeta de Regeneración: Un grado de sentimiento de amor doblemente superior al grado de egoísmo.
Un grado de fraternidad doblemente superior al grado de individualismo.
Un grado de sentimiento de comprensión y tolerancia, doblemente superior al grado de intransigencia y severidad.
La importancia de querer ser mejor, y del esfuerzo continuado del dominio de los aspectos débiles.
Podemos apreciar que todas esas cosas necesarias para poder pasar a formar parte de la vida de la Nueva Era, conducen a que el Ser pueda, al actuar así, emitir un tono de vibración energético, armónico y afín con las vibraciones de energía que son producidas en un mundo de regeneración; este tono de energía, va a ser , en definitiva, el que nos va a permitir la entrada al plano superior.
Estas condiciones necesarias tienen que demostrarse aquí y ahora, en este mundo de expiación y pruebas, en los actos de la vida diaria. El Ser tendrá que demostrar que ama, que su sentimiento de amor es fuerte y dominante y que está por encima de otros sentimientos movidos por el egoísmo.
Tendrá que demostrar que se siente hermano de sus hermanos, que su sentimiento de fraternidad le lleva a identificarse con el sufrimiento y la necesidad ajena, y actuar para aliviarlo.
Se apartará de diversiones frívolas y ocupaciones inútiles, para dedicarse al estudio, que le hará ser más instruido. Abandonará hábitos nocivos para su salud, como el alcohol, el tabaco y otros tóxicos que puedan dañar la compleja estructura del Ser: periespíritu, cuerpo etérico, etc.
A la vista de todo esto, debemos esforzarnos todo lo que podamos y tratar de aprovechar bien el poco tiempo que nos quede, pues si no damos la talla espiritual necesaria, nos esperan largos siglos de reencarnaciones penosas en otros planetas, y otra oportunidad como la que se avecina quizás no la veamos en miles de años.
La generación nueva
Para que los hombres sean felices en la Tierra, preciso es que esté poblada de buenos Espíritus, encarnados o no, que solo quieran el bien. Habiendo llegado este tiempo, tiene lugar una gran emigración entre los que la habitan. Los que hacen el mal por hacerlo y el sentimiento del bien no conmueve, no siendo ya dignos de la Tierra transformada, tienen que ser excluidos porque traerían de nuevo a ella el desorden y la confusión, siendo un obstáculo al progreso.
Así van a expiar su obstinación, los unos a mundos inferiores y los otros a razas terrestres rezagadas, que serán equivalentes a los mundos inferiores, a donde llevarán los conocimientos adquiridos y a los que tendrán por misión hacer progresar. Estos Espíritus serán reemplazados por otros mejores que harán reinar entre ellos la justicia, la paz y la fraternidad.
- Herculano Pires-
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Extraído del libro “En un Mundo Mayor” de Francisco Cándido Xavier
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EL DOLOR NOS LO CAUSAMOS NOSOTROS MISMOS
Si entendiéramos mejor los mecanismos de la Ley de Acción y Reacción evitaríamos desgracias, ambiciones y deshonras que definitivamente no estarían en nuestro guión, estaríamos más comedidos en nuestras acciones diarias. Necesitamos reflejar la Ley de causa y efecto con el mayor discernimiento, para tomar conciencia de su rígida y fatal imposición, que entrega tanto reparaciones impactantes como bonificaciones sorprendentes, siempre justas, juiciosas y controladas, que expresan la respuesta de la Naturaleza. , o Creación, contra la falta de armonía constituida o sumisión a códigos divinos en sus aspectos suaves.
“¡Cuán severa y terrible es la ley que gobierna los destinos de la Creación! Los hombres terrenales necesitan ser advertidos de estas impresionantes verdades, para poder comportarse mejor durante los cruces obligatorios de existencias ”. La Ley de acción y reacción o causa y consecuencia también popularizada como la Ley del“ karma ” , conocido desde las civilizaciones más antiguas.
Nadie está sujeto al imperio aleatorio del "azar", porque no existe. El azar no tiene espacios en los diccionarios espíritas, por lo tanto no trae poder capaz de regir nuestros destinos. Es la Ley del "karma", la Ley de "causa y efecto" o Providencia Divina, la que ordena, corrige y actúa todo, interfiriendo tanto en las dimensiones infinitesimales del microcosmos como en la colosal inmensidad del macro universo. Tal dictamen divino tiene como objetivo exclusivo gestionar la mejora incesante de todas las cosas y seres que estructuran la armonía de la Ley del Creador.
La Ley de causa y efecto tonifica la contabilidad divina con su saldo de crédito o débito para nosotros. Los orgullosos reglamentos del Padre demuestran que “la siembra es gratis, pero la cosecha es obligatoria”, y “a cada uno se le dará según sus obras”, por lo tanto, no permiten excepciones a nadie, pero ajustan las criaturas a la disciplina individual y colectiva tan necesaria para el equilibrio y la armonía de la Humanidad.
La principal forma de modificar el llamado “karma” o cuenta del destino que creamos nosotros mismos radica en controlar nuestros deseos, pensamientos, palabras y acciones, pues a medida que mejoramos, reduciremos o modificaremos las deudas del pasado y crearemos una nueva. "Karma" para el futuro.
Sufrimos después de la desencarnación los resultados de todas las imperfecciones que somos incapaces de corregir en la vida física. La Ley Divina establece que la felicidad y la desgracia son reflejos naturales del grado de pureza o impureza moral. La felicidad completa refleja la purificación completa del Espíritu, mientras que la imperfección causa sufrimiento y privación del gozo. Por tanto, cualquier perfección alcanzada es una fuente de disfrute y una mitigación del sufrimiento.
Por la justicia de Dios sufrimos no solo por el mal que hemos hecho, sino por el bien que no hemos logrado, ya sea en la Tierra o en el Más Allá. El sufrimiento (expiación) varía según la naturaleza y gravedad de la falta, y una misma falta puede producir distintas expiaciones, según las circunstancias, atenuantes o agravantes, en las que se comete. Para la Codificación Espírita no existe una regla absoluta ni uniforme en cuanto a la naturaleza y duración de la pena: - la única ley general es que toda falta será castigada y todo acto meritorio será recompensado, según su valor.
Ante el libre albedrío, siempre somos jueces de nuestro propio destino, y podemos retrasar los sufrimientos por la persistencia del mal, o mitigarlo e incluso anularlos haciendo el bien. Uno de los mecanismos que alivian el sufrimiento es la contrición. Sin embargo, el arrepentimiento no es suficiente para nosotros, ya que la expiación y la reparación son esenciales. Allan Kardec explica lo siguiente: “el arrepentimiento, la expiación y la reparación son las tres condiciones necesarias para apaciguar las huellas de una falta y sus implicaciones. El arrepentimiento suaviza la amargura de la expiación, abriendo la esperanza al camino de la rehabilitación; Sin embargo, solo la reparación puede cancelar el efecto al distraer la causa. De lo contrario, el perdón sería una gracia, no una anulación ”.
El arrepentimiento puede ocurrir en todas partes y en cualquier momento; sin embargo, si es tarde, el culpable es el que sufre más. Hasta que desaparezcan los últimos vestigios de la carencia, la expiación consiste en los sufrimientos físicos y morales que le son consecuentes, ya sea en la vida actual, en la vida espiritual después de la muerte, o en una nueva existencia corporal. La reparación consiste en hacer el bien a los agraviados. A pesar de la diversidad de géneros y grados de sufrimiento de los espíritus imperfectos, la Ley de Dios establece que el sufrimiento es inherente a la imperfección.
Cada imperfección, así como toda falta de ella, trae su propio castigo en las consecuencias naturales e inevitables. Así, la enfermedad castiga los excesos y la ociosidad nace del aburrimiento, sin necesidad de una condena especial por cada carencia o individuo. Dado que todo hombre puede liberarse de las imperfecciones por el efecto de su voluntad, también puede anular los males consecutivos y asegurar la felicidad futura. Para cada uno según sus obras, en el cielo como en la tierra: tal es la ley de la justicia divina.
- Jorge Hessen-
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CONOCIENDO QUE DIOS ES SOBERANAMENTE JUSTO Y BUENO....
Hemos oído este razonamiento: “Dios, que es soberanamente bueno, no puede imponer al hombre que recomience una serie de miserias y tribulaciones”. ¿Se piensa por ventura que hay más bondad en condenar al hombre a un perpetuo padecer, por algunos momentos de error en que incurrió, que en proporcionarle los medios de reparar sus faltas?
“Dos fabricantes tenían cada cual un obrero que podía aspirar a convertirse en socio de su patrón. Pero que ambos operarios emplearon cierta vez muy mal su jornada y merecían ser despedidos por ello. Uno de los dos fabricantes expulsó a su obrero, pese a las súplicas de este último, que por no haber encontrado más trabajo murió en la miseria. El otro industrial dijo a su operario: “Has perdido un día de trabajo y, en compensación, me lo debes. Hiciste mal tu tarea y tienes que repararla. Te permito que la empieces de nuevo. Trata de ejecutarla bien y conservarás el trabajo, y puedes seguir aspirando a la posición superior que te he prometido”. ¿Es necesario preguntar cuál de esos dos fabricantes fue más humanitario? Dios, que es la clemencia misma, ¿sería en el mismo caso más inexorable que un hombre? El pensamiento de que nuestra suerte está echada para siempre por algunos años de pruebas, incluso cuando no todas las veces dependía de nosotros alcanzar la perfección en la Tierra, tiene algo de doloroso; en tanto que la idea opuesta es eminentemente consoladora, puesto que nos deja la esperanza. Así pues, sin pronunciarnos en pro ni en contra de la pluralidad de existencias, sin admitir una hipótesis antes que la otra, afirmamos que si se pudiera escoger no habría nadie que prefiriera una sentencia inapelable..
EL LIBRO DE LOS ESPÍRITUS
ALLAN KARDEC
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EL "INFIERNO", SEGÚN UN ESPÍRITU.
Hemos oído este razonamiento: “Dios, que es soberanamente bueno, no puede imponer al hombre que recomience una serie de miserias y tribulaciones”.^ ¿Se piensa por ventura que hay más bondad en condenar al hombre a perpetuo padecer, por algunos momentos de error en que incurrió, que en proporcionarle los medios de reparar sus faltas? “Dos fabricantes tenían cada cual un obrero que podía aspirar a convertirse en socio de su patrón. Pero que ambos operarios emplearon cierta vez muy mal su jornada y merecían ser despedidos por ello. Uno de los dos fabricantes expulsó a su obrero, pese a las súplicas de este último, que por no haber encontrado más trabajo murió en la miseria. El otro industrial dijo a su operario: “Has perdido un día de trabajo y, en compensación, me lo debes. Hiciste mal tu tarea y tienes que repararla. Te permito que la empieces de nuevo. Trata de ejecutarla bien y conservarás el trabajo, y puedes seguir aspirando a la posición superior que te he prometido”. ¿Es necesario preguntar cuál de esos dos fabricantes fue más humanitario? Dios, que es la clemencia misma, ¿sería en el mismo caso más inexorable que un hombre? El pensamiento de que nuestra suerte está echada para siempre por algunos años de pruebas, incluso cuando no todas las veces dependía de nosotros alcanzar la perfección en la Tierra, tiene algo de doloroso; en tanto que la idea opuesta es eminentemente consoladora, puesto que nos deja la esperanza. Así pues, sin pronunciarnos en pro ni en contra de la pluralidad de existencias, sin admitir una hipótesis antes que la otra, afirmamos que si se pudiera escoger no habría nadie que prefiriera una sentencia inapelable..
EL LIBRO DE LOS ESPÍRITUS
ALLAN KARDEC
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