jueves, 20 de mayo de 2021

La nueva Humanidad

  INQUIETUDES   ESPÍRITAS

1.- La nueva humanidad

2.- Creciendo para Dios

3.- El dolor nos lo causamos nosotros mismos

4.- Conociendo que Dios es soberanamente justo y bueno....

5.- El "Infierno", según  un Espíritu.






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                         LA NUEVA HUMANIDAD

Indudablemente, cada día que pasa nos acerca más a ese cambio de ciclo evolutivo que nos espera, que hará pasar a nuestro planeta de un estado de expiación y pruebas a un estado de regeneración, por el que ascenderá un paso más en la escala de los mundos.  Llegados a este punto, el interrogante que se nos plantea es si  ¿nos iremos o nos quedaremos?- ¿Hemos conseguido alcanzar el nivel mínimo exigido por la Ley de Evolución y Progreso para formar parte de la nueva humanidad?.... ¿ o seremos expulsados a mundos inferiores, del mismo nivel evolutivo en que encuentra ahora la Tierra?. Lo primero que hemos de sopesar son los requisitos imprescindibles para habitar en un planeta de Regeneración: Un grado de sentimiento de amor doblemente superior al grado de egoísmo.

   Un grado de fraternidad doblemente superior al grado de individualismo.

   Un grado de sentimiento de comprensión y tolerancia, doblemente superior al grado de intransigencia y severidad.

      La importancia de querer ser mejor, y del esfuerzo continuado del dominio de los aspectos débiles.

   Podemos apreciar que todas esas cosas necesarias para poder pasar a formar parte de la vida de la Nueva Era, conducen a que el Ser pueda, al actuar así, emitir un tono de vibración energético, armónico y afín con las vibraciones de energía que son producidas en un mundo de regeneración; este tono de energía, va a ser , en definitiva, el que nos va a permitir la entrada al plano superior.

   Estas condiciones necesarias tienen que demostrarse aquí y ahora, en este mundo de expiación y pruebas, en los actos de la vida diaria. El Ser tendrá que demostrar que ama, que su sentimiento de amor es fuerte y dominante y que está por encima de otros sentimientos movidos por el egoísmo.

   Tendrá que demostrar que se siente hermano de sus hermanos, que su sentimiento de fraternidad le lleva a identificarse con el sufrimiento y la necesidad ajena, y actuar para aliviarlo.

   Se apartará de diversiones frívolas y ocupaciones inútiles, para dedicarse al estudio, que le hará ser más instruido. Abandonará hábitos nocivos para su salud, como el alcohol, el tabaco y otros tóxicos que puedan dañar la compleja estructura del Ser: periespíritu, cuerpo etérico, etc.

   A la vista de todo esto, debemos esforzarnos todo lo que podamos y tratar de aprovechar bien el poco tiempo que nos quede, pues si no damos la talla espiritual necesaria, nos esperan largos siglos de reencarnaciones penosas en otros planetas, y otra oportunidad como la que se avecina quizás no la veamos en miles de años.

La generación nueva

Para que los hombres sean felices en la Tierra, preciso es que esté poblada de buenos Espíritus, encarnados o no, que solo quieran el bien. Habiendo llegado este tiempo, tiene lugar una gran emigración entre los que la habitan. Los que hacen el mal por hacerlo y el sentimiento del bien no conmueve, no siendo ya dignos de la Tierra transformada, tienen que ser excluidos porque traerían  de nuevo a ella el desorden y la confusión, siendo un obstáculo al progreso.

Así van a expiar su obstinación, los unos a mundos inferiores y los otros a razas terrestres rezagadas, que serán equivalentes a los mundos inferiores, a donde llevarán los conocimientos adquiridos y  a los que tendrán por misión hacer progresar. Estos Espíritus serán reemplazados por otros mejores que harán reinar entre ellos la justicia, la paz y la fraternidad.

- Herculano Pires-

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CRECIENDO PARA DIOS

Para transformar en un legitimo elemento de auxilio a los Espíritus sufridores, encarnados o no, no es imprescindible comprender la perversidad como locura, la rebeldía como ignorancia  y el desespero como enfermedad.

La ceguera del Espíritu es fruto de la espesa ignorancia en manifestaciones primarias  o de la obnubilación  de la razón en los estados de envilecimiento del ser.

El verbo gastado en el servicio del bien es cimiento divino  para realizaciones inmortales. Conversar, sirviendo a nuestros semejantes de modo sustancial, aumentará nuestro lucro. Después de la muerte, lo que hay de más sorprendente es el encuentro  de la vida. El organismo periespiritual que condiciona al espíritu en materia más suave y más plástica, después del sepulcro, es fruto igualmente del proceso evolutivo. Como hijos de Dios  y herederos de los siglos, conquistamos  valores, de experiencia en experiencia, de milenio a milenio. No hay favoritismos  en el templo Universal de Dios, y todas las fuerzas de la Creación se perfeccionan en el infinito. Somos creación del Autor Divino y debemos perfeccionarnos integralmente.  Dios estableció como ley Universal  que sea la perfección, obra del cooperativismo entre El y nosotros, sus hijos.

Desde la ameba  en la fría agua del mar, hasta el hombre, venimos luchando, aprendiendo y seleccionando  invariablemente. Las páginas de   la sabiduría hinduista son escritos  de ayer  y la Buena Nueva de Jesucristo  es materia de hoy, comparados a los milenios vividos por nosotros, en la jornada progresiva.

El hombre posee un cerebro que se divide en tres regiones  distintas. En la primera, están los impulsos automáticos, simbolizando el sumario vivo de los servicios  realizados; en la segunda situamos  las conquistas actuales, donde se yerguen y se consolidan las cualidades nobles  que se edifican; la tercera está las nociones superiores, indicando las culminaciones que tiene  que alcanzar. En la primera mora el habito  y el automatismo, en la segunda el esfuerzo y la voluntad y en la última demoran el ideal y la meta superior a ser alcanzada.

Estos departamentos son, el subconsciente el consciente  y el súper consciente. Como vemos, poseemos en nosotros mismos, el pasado, el presente y el futuro. Todo el campo nervioso de la criatura constituye  la representación  de las potencias periespirituales, lentamente conquistadas  por el ser, a través de milenios y milenios.

El cerebro es el órgano sagrado de manifestación de la mente, en tránsito de la animalidad primitiva hacia la espiritualidad humana.

El hombre actual representa la humanidad  victoriosa, emergiendo de la bestialidad primaria.

El hombre en su estado actual no tiene la suficiente luz para descender con provecho a todos los ángulos del abismo de los orígenes, tal facultad  la adquirirá  más tarde, cuando su alma esté limpia de todo resquicio de sombra. No hay total olvido  en la Corteza Terrestre, ni restauración inmediata  de la memoria  en las zonas de la existencia, que siguen , naturales, al campo de la actividad física, todos los hombres conservan tendencias  y facultades  que casi equivalen a efectivo recuerdo del pasado; y no todos, al atravesar el sepulcro, pueden readquirir , repentinamente, el patrimonio  de sus reminiscencias.  Quien se materializa, en el campo, de la materia densa, no puede volver  a encender, de pronto, la luz de la memoria.

Interpretando de una manera simple las tres regiones  de vida cerebral 

Nervios, zona motora y lóbulos frontales, en el cuerpo carnal, traduciendo impulsividad, experiencia y nociones superiores del alma, constituyen campos de fijación de la mente encarnada  o desencarnada. La demora excesiva en uno de esos planos, con las acciones que le son consecuentes, determina el destino del cosmos individual. La criatura estacionada en la región  de los impulsos se pierde en un laberinto de causas y efectos, desperdiciando tiempo y energía; quien se entrega de modo absoluto, al esfuerzo maquinal, sin consultar el pasado y sin organización de bases para el futuro, mecaniza la existencia, destituyéndola de luz edificante. Para que la mente prosiga en dirección de lo alto, es necesario que se equilibre, valiéndose de las conquistas pasadas, para orientar los servicios presentes, y amparándose, al mismo tiempo, en la esperanza que fluye, cristalina y bella, de la fuente superior de idealismo elevado; a través de esa fuente ella puede captar del plano divino las energías restauradoras, construyendo así el futuro edificante.

Jesús nos recomendó el amor a los enemigos y la oración por los que nos persiguen y calumnian. Llegará el día, en que el amor, la fraternidad y la comprensión, definiendo estados del espíritu serán tan importantes para la mente encarnada como el pan, el agua, el remedio; es cuestión de tiempo. Aunque a veces parezca lo contrario, la mente humana de manera general, asciende para el conocimiento superior, a pesar que, a veces, parezca lo contrario.

Trabajo realizado por Merchita

Extraído del libro “En un Mundo Mayor” de Francisco Cándido Xavier


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EL DOLOR NOS LO CAUSAMOS NOSOTROS MISMOS

Si entendiéramos mejor los mecanismos de la Ley de Acción y Reacción evitaríamos desgracias, ambiciones y deshonras que definitivamente no estarían en nuestro guión, estaríamos más comedidos en nuestras acciones diarias. Necesitamos reflejar la Ley de causa y efecto con el mayor discernimiento, para tomar conciencia de su rígida y fatal imposición, que entrega tanto reparaciones impactantes como bonificaciones sorprendentes, siempre justas, juiciosas y controladas, que expresan la respuesta de la Naturaleza. , o Creación, contra la falta de armonía constituida o sumisión a códigos divinos en sus aspectos suaves.

“¡Cuán severa y terrible es la ley que gobierna los destinos de la Creación! Los hombres terrenales necesitan ser advertidos de estas impresionantes verdades, para poder comportarse mejor durante los cruces obligatorios de existencias ”. La Ley de acción y reacción o causa y consecuencia también popularizada como la Ley del“ karma ” , conocido desde las civilizaciones más antiguas.

Nadie está sujeto al imperio aleatorio del "azar", porque no existe. El azar no tiene espacios en los diccionarios espíritas, por lo tanto no trae poder capaz de regir nuestros destinos. Es la Ley del "karma", la Ley de "causa y efecto" o Providencia Divina, la que ordena, corrige y actúa todo, interfiriendo tanto en las dimensiones infinitesimales del microcosmos como en la colosal inmensidad del macro universo. Tal dictamen divino tiene como objetivo exclusivo gestionar la mejora incesante de todas las cosas y seres que estructuran la armonía de la Ley del Creador.

La Ley de causa y efecto tonifica la contabilidad divina con su saldo de crédito o débito para nosotros. Los orgullosos reglamentos del Padre demuestran que “la siembra es gratis, pero la cosecha es obligatoria”, y “a cada uno se le dará según sus obras”, por lo tanto, no permiten excepciones a nadie, pero ajustan las criaturas a la disciplina individual y colectiva tan necesaria para el equilibrio y la armonía de la Humanidad.

La principal forma de modificar el llamado “karma” o cuenta del destino que creamos nosotros mismos radica en controlar nuestros deseos, pensamientos, palabras y acciones, pues a medida que mejoramos, reduciremos o modificaremos las deudas del pasado y crearemos una nueva. "Karma" para el futuro.

Sufrimos después de la desencarnación los resultados de todas las imperfecciones que somos incapaces de corregir en la vida física. La Ley Divina establece que la felicidad y la desgracia son reflejos naturales del grado de pureza o impureza moral. La felicidad completa refleja la purificación completa del Espíritu, mientras que la imperfección causa sufrimiento y privación del gozo. Por tanto, cualquier perfección alcanzada es una fuente de disfrute y una mitigación del sufrimiento.

Por la justicia de Dios sufrimos no solo por el mal que hemos hecho, sino por el bien que no hemos logrado, ya sea en la Tierra o en el Más Allá. El sufrimiento (expiación) varía según la naturaleza y gravedad de la falta, y una misma falta puede producir distintas expiaciones, según las circunstancias, atenuantes o agravantes, en las que se comete. Para la Codificación Espírita no existe una regla absoluta ni uniforme en cuanto a la naturaleza y duración de la pena: - la única ley general es que toda falta será castigada y todo acto meritorio será recompensado, según su valor.

Ante el libre albedrío, siempre somos jueces de nuestro propio destino, y podemos retrasar los sufrimientos por la persistencia del mal, o mitigarlo e incluso anularlos haciendo el bien. Uno de los mecanismos que alivian el sufrimiento es la contrición. Sin embargo, el arrepentimiento no es suficiente para nosotros, ya que la expiación y la reparación son esenciales. Allan Kardec explica lo siguiente: “el arrepentimiento, la expiación y la reparación son las tres condiciones necesarias para apaciguar las huellas de una falta y sus implicaciones. El arrepentimiento suaviza la amargura de la expiación, abriendo la esperanza al camino de la rehabilitación; Sin embargo, solo la reparación puede cancelar el efecto al distraer la causa. De lo contrario, el perdón sería una gracia, no una anulación ”. 

El arrepentimiento puede ocurrir en todas partes y en cualquier momento; sin embargo, si es tarde, el culpable es el que sufre más. Hasta que desaparezcan los últimos vestigios de la carencia, la expiación consiste en los sufrimientos físicos y morales que le son consecuentes, ya sea en la vida actual, en la vida espiritual después de la muerte, o en una nueva existencia corporal. La reparación consiste en hacer el bien a los agraviados. A pesar de la diversidad de géneros y grados de sufrimiento de los espíritus imperfectos, la Ley de Dios establece que el sufrimiento es inherente a la imperfección.

Cada imperfección, así como toda falta de ella, trae su propio castigo en las consecuencias naturales e inevitables. Así, la enfermedad castiga los excesos y la ociosidad nace del aburrimiento, sin necesidad de una condena especial por cada carencia o individuo. Dado que todo hombre puede liberarse de las imperfecciones por el efecto de su voluntad, también puede anular los males consecutivos y asegurar la felicidad futura. Para cada uno según sus obras, en el cielo como en la tierra: tal es la ley de la justicia divina. 

- Jorge Hessen-

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CONOCIENDO QUE DIOS ES SOBERANAMENTE JUSTO Y BUENO....

   Hemos oído este razonamiento: “Dios, que es soberanamente bueno, no puede imponer al hombre que recomience una serie de miserias y tribulaciones”. ¿Se piensa por ventura que hay más bondad en condenar al hombre a un perpetuo padecer, por algunos momentos de error en que incurrió, que en proporcionarle los medios de reparar sus faltas? 

“Dos fabricantes tenían cada cual un obrero que podía aspirar a convertirse en socio de su patrón. Pero que ambos operarios emplearon cierta vez muy mal su jornada y merecían ser despedidos por ello. Uno de los dos fabricantes expulsó a su obrero, pese a las súplicas de este último, que por no haber encontrado más trabajo murió en la miseria. El otro industrial dijo a su operario: “Has perdido un día de trabajo y, en compensación, me lo debes. Hiciste mal tu tarea y tienes que repararla. Te permito que la empieces de nuevo. Trata de ejecutarla bien y conservarás el trabajo, y puedes seguir aspirando a la posición superior que te he prometido”. ¿Es necesario preguntar cuál de esos dos fabricantes fue más humanitario? Dios, que es la clemencia misma, ¿sería en el mismo caso más inexorable que un hombre? El pensamiento de que nuestra suerte está echada para siempre por algunos años de pruebas, incluso cuando no todas las veces dependía de nosotros alcanzar la perfección en la Tierra, tiene algo de doloroso; en tanto que la idea opuesta es eminentemente consoladora, puesto que nos deja la esperanza. Así pues, sin pronunciarnos en pro ni en contra de la pluralidad de existencias, sin admitir una hipótesis antes que la otra, afirmamos que si se pudiera escoger no habría nadie que prefiriera una sentencia inapelable..

EL LIBRO DE LOS ESPÍRITUS
ALLAN KARDEC

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EL "INFIERNO", SEGÚN UN ESPÍRITU.

Hemos oído este razonamiento: “Dios, que es soberanamente bueno, no puede imponer al hombre que recomience una serie de miserias y tribulaciones”.^ ¿Se piensa por ventura que hay más bondad en condenar al hombre a perpetuo padecer, por algunos momentos de error en que incurrió, que en proporcionarle los medios de reparar sus faltas? “Dos fabricantes tenían cada cual un obrero que podía aspirar a convertirse en socio de su patrón. Pero que ambos operarios emplearon cierta vez muy mal su jornada y merecían ser despedidos por ello. Uno de los dos fabricantes expulsó a su obrero, pese a las súplicas de este último, que por no haber encontrado más trabajo murió en la miseria. El otro industrial dijo a su operario: “Has perdido un día de trabajo y, en compensación, me lo debes. Hiciste mal tu tarea y tienes que repararla. Te permito que la empieces de nuevo. Trata de ejecutarla bien y conservarás el trabajo, y puedes seguir aspirando a la posición superior que te he prometido”. ¿Es necesario preguntar cuál de esos dos fabricantes fue más humanitario? Dios, que es la clemencia misma, ¿sería en el mismo caso más inexorable que un hombre? El pensamiento de que nuestra suerte está echada para siempre por algunos años de pruebas, incluso cuando no todas las veces dependía de nosotros alcanzar la perfección en la Tierra, tiene algo de doloroso; en tanto que la idea opuesta es eminentemente consoladora, puesto que nos deja la esperanza. Así pues, sin pronunciarnos en pro ni en contra de la pluralidad de existencias, sin admitir una hipótesis antes que la otra, afirmamos que si se pudiera escoger no habría nadie que prefiriera una sentencia inapelable..

EL LIBRO DE LOS ESPÍRITUS
ALLAN KARDEC

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