domingo, 30 de mayo de 2021

Culpa y conciencia

   INQUIETUDES  ESPÍRITAS

1.- Los diversos grados de la Obsesión

2.-¿ Cómo se distinguen en el Más Allá los grados de Jerarquía Espiritual?

3.-  Suicidio (1)

4.- Culpa y conciencia

5.- Miedo a la Muerte




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 LOS DIVERSOS GRADOS DE LA OBSESIÓN

238. La obsesión simple tiene lugar cuando un Espíritu malhechor engaña a un médium, se mezcla contra su voluntad en las comunicaciones que recibe, le impide en comunicarse con otros Espíritus y sustituye a aquellos que se evocan.

^No se está obcecado por el sólo hecho de ser engañado por un Espíritu mentiroso; el mejor médium está expuesto a esto, sobre todo al principio, cuando aun le falta la experiencia necesaria, de la misma manera que entre nosotros las gentes más honradas pueden ser engañadas por los tunantes. Se puede, pues, ser engañado sin estar obcecado; la obsesión está en la tenacidad del Espíritu, del cual no se puede desembarazar.

En la obsesión simple, el médium sabe muy bien que tiene que habérselas con un Espíritu mentiroso, y éste no se oculta, no disimula sus malas intenciones y su deseo de contrariar. El médium reconoce sin pena la artimaña, y como está preparado, rara vez es engañado. Esta especie de obsesión es simplemente desagradable, y no tiene otro inconveniente que el oponer un obstáculo a las comunicaciones que se quisieron tener con Espíritus formales o con aquellos por quienes se tiene afección.

Se pueden colocar en esta categoría los casos de "obsesión física", es decir, la que consiste en las manifestaciones ruidosas y obstinadas de ciertos Espíritus que hacen oír espontáneamente golpes u otros ruidos.

239. La "fascinación" tiene consecuencias mucho más graves. Es una ilusión producida por la acción directa del Espíritu sobre el pensamiento del médium, y que de algún modo paraliza su juicio, con respecto a las comunicaciones.^ El médium fascinado no se cree engañado; el Espíritu tiene la maña de inspirarle una confianza ciega que le impide el ver la superchería y comprender el absurdo de lo que escribe, aun cuando todo el mundo lo conozca; la ilusión puede ir hasta hacerle ver lo sublime en el lenguaje más ridículo. Se estaría en el error si se creyera que este género de obsesión no puede alcanzar sino a las personas sencillas, ignorantes y desprovistas de juicio; los hombres más discretos, más instruidos y más inteligentes bajo otros conceptos no están exentos de esto, lo que prueba que esta aberración es el efecto de una causa extraña, de la que sufren la influencia. Ya hemos dicho que las consecuencias de la fascinación son mucho más graves; en efecto, a favor de esta ilusión que es el resultado, el Espíritu conduce aquel a quien ha logrado dominar como lo haría con un ciego, y puede hacerle aceptar las doctrinas más extravagantes y las teorías más falsas como siendo la única expresión de la verdad; aún más: puede excitarle a que haga acciones ridículas, de compromiso y aun perniciosas.

Se comprende fácilmente toda la diferencia que hay entre la obsesión simple y la fascinación; se comprende también que los Espíritus que producen estos dos efectos deben diferir de carácter. En la primera, el Espíritu que se une a vosotros sólo es un ser importuno por su tenacidad, y se desea con impaciencia poderse desembarazar de él. En la segunda es otra cosa; para llegar a tales fines es necesario un Espíritu hábil, vivo y profundamente hipócrita, porque no puede chasquear y hacerse aceptar sino con ayuda de la máscara que sabe tomar y de un falso semblante de virtud; las grandes palabras de caridad, humildad y de amor de Dios son para él como credenciales; pero a través de todo esto deja penetrar las señales de inferioridad, que es necesario estar fascinado para no ver; teme también a todas las personas que ven demasiado claro; así es que su táctica es casi siempre la de inspirar a su intérprete el alejamiento de cualquiera que pudiera abrirle los ojos; por este motivo, evitando toda contradicción, siempre tiene la seguridad de tener razón.

240. La "subyugación" es una restricción que paraliza la voluntad del que la sufre y le hace obrar a pesar suyo. En una palabra, es su verdadero "yugo".

La subyugación puede ser "moral o corporal". En el primer caso, el subyugado es solicitado a tomar determinaciones muchas veces absurdas y comprometidas, que por una especie de ilusión las cree sensatas; es una especie de fascinación. En el segundo caso el Espíritu obra sobre los órganos materiales y provoca los movimientos involuntarios.

Se traduce en el médium escribiendo por una necesidad incesante de escribir, aun en los momentos más inoportunos. Nosotros los hemos visto que, en defecto de pluma o de lápiz, escribían con el dedo por todas partes en donde se encontraban, en las mismas calles, en las puertas y en las paredes.

La subyugación corporal va algunas veces más lejos; puede conducir a los actos más ridículos. Hemos conocido a un hombre que no era joven ni hermoso, que bajo el imperio de una obsesión de esta naturaleza se veía obligado por una fuerza irresistible a ponerse de rodillas delante de una joven, con la cual no había tenido ninguna entrevista y pedirla en matrimonio. Otras veces sentía en las espaldas y en las piernas una presión enérgica, que le forzaba contra su voluntad y sin embargo de la resistencia que hacía al ponerse de rodillas y besar el suelo en los parajes públicos y en presencia de la multitud.

Este hombre pasaba por loco entre sus relaciones; pero nosotros nos hemos convencido de que no lo era, porque tenía el pleno convencimiento del ridículo, de lo que hacía contra su voluntad, por lo que sufría horriblemente. 

241. En otro tiempo se daba el nombre de posesión al imperio ejercido por malos Espíritus, cuando su influencia llegaba hasta la aberración de las facultades. La posesión sería para nosotros sinónimo de subyugación. Si no adoptamos este término es por dos razones: la primera porque implica la creencia de seres creados para el mal y entregados perpetuamente a él, mientras que no hay sino seres más o menos imperfectos y que todos pueden mejorarse. La segunda, porque implica igualmente la idea de la toma de posesión de un cuerpo por un Espíritu extraño, de una especie de cohabitación, mientras que sólo hay una sujeción. La palabra "subyugación" expresa perfectamente el pensamiento. De este modo para nosotros no hay poseidos en el sentido vulgar de la palabra: sólo hay "obcecados", "subyugados" y "fascinados"..


El LIBRO DE LOS MEDIUMS
ALLAN KARDEC


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¿ Cómo se  distinguen en el Más Allá, los grados de Jerarquía Espiritual?

      Cada Ser vive en el plano o nivel   espiritual que le corresponde por afinidad con los demás Seres  que lo habitan, según el nivel de evolución, y no viven mezclados entre sí los de grados muy dispares, tal como sucede en la Tierra con los Seres humanos.

  Cuando circunstancialmente coinciden transitoriamente en un mismo plano, la superioridad  o jerarquía  la reconocen por  el aspecto fluídico  de su  periespíritu, o el grado de luminosidad que rodea a cada uno. En los planos  inferiores los Seres  atrasados y apegados  a la materia,  tienen un semblante más o menos  oscurecido y triste, y a medida que van conquistando grados superiores de evolución y pureza, van adquiriendo por ello una mayor y resplandeciente luminosidad  que les hace aptos para poder elevarse y habitar normalmente  otros planos espirituales más acordes y afines con  el nivel alcanzado por ellos.

  Cada  Espíritu en el Más Allá, es como un foco de Luz que irradia  en el plano espiritual  en donde habita.  Esta especie de Luz espiritual que irradian  con su presencia y que a los humanos nos es muy difícil llegar a comprender, la poseemos todos en mayor o menor grado o intensidad, y procede de la “Chispa Divina” que somos todos, con la única diferencia de que en unos es más intensa y en otros más apagada, según que cada uno la oscurezca por sus  morales  y su  falta de elevación.

   La  luminosidad espiritual, por tanto, determina  la Jerarquía espiritual, que asigna el lugar o posición de cada Ser  en el mundo espiritual, y los diferentes niveles de esta luz espiritual vienen a ser como las divisas en  los militares, que determinan y señalan su rango y posición jerárquica  en  los ejércitos.

  Esta clase de  Luz, determinante de nuestro estatus social en el Más Allá, la tenemos velada los humanos a causa de la materia que nos la oculta, y también debido a la falta de desarrollo espiritual que todavía tenemos, por lo que podemos creer en buena lógica, que a lo largo de nuestra evolución futura, esta Luz espiritual la iremos adquiriendo y manifestando gradualmente  todos, cada vez con mayor intensidad, según se vayan desarrollando  los valores espirituales que deberemos ir conquistando.

- Jose Luis Martín-

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                                                    SUICIDIO (1)

Testimonio.- Aquí va, mi amigo, la entrevista rápida que usted solicitó al viejo periodista desencarnado con una suicida común. Sabe usted, tanto como yo, que no existen casos absolutamente iguales. Cada uno de nosotros es un mundo en sí mismo. Pero para nuestro esclarecimiento, debo decirle que se trata de una joven señora que, hace precisamente catorce años, se suicidó envenenándose.

   Algunas declaraciones, ya que no podemos transformar el doloroso asunto en una novela de gran porte: ella se envenenó en Río de Janeiro a los 32 años de edad, dejando al esposo y un hijito en casa; no era una persona de cultura excepcional, desde el punto de vista del cerebro, pero se caracterizaba en la Tierra por nobles cualidades morales, joven tímida, honesta, laboriosa, de regular instrucción y extremadamente dedicada a los deberes de esposa y madre.

   Pasemos ahora a verificar sus once preguntas y a ver las respuestas que ella nos dio, que transcribo integralmente:

    ¿Poseía usted alguna fe religiosa que le diese una fuerte convicción en la vida después de la muerte?

Seguía la fe religiosa como ocurre con mucha gente que acompaña a los demás en el acto de creer, en la misma situación con la que se atiende a los caprichos de la moda. Para ser sincera, no admitía que fuese a encontrar vida aquí, como la veo, tan llena de problemas, o tal vez más, que mi existencia en el mundo.

  Comentario: La suicida poseía algún tipo de vinculación con Dios, una religión formal, pero reconoce que era apenas una unión superficial, sin profundidad y autenticidad, como es bastante común entre la mayoría de personas del mundo.

   Cuando sobrevino la muerte del cuerpo, ¿quedó inconsciente o consciente?

 No conseguía mover mi siquiera un dedo, pero, por motivos que aún no se explicar, permanecí completamente lúcida y por mucho tiempo.

  Comentario: La muerte, en el caso de suicidio, no es necesariamente seguida de la inconsciencia o por el entorpecimiento del espíritu. Por la concentración de fluido vital, el Alma se mantiene consciente, en la mayoría de las veces, a pesar de no conseguir accionar  los mecanismos de movilidad física por la definitiva ruptura de los conductos eléctricos que conectan la mente al cerebro físico.

   ¿Cuáles fueron sus primeras impresiones al verificar que había desencarnado?

Al lado de terribles sufrimientos, un remordimiento indefinible se apoderó de mí. Oía los lamentos de mi marido y de mi pequeño hijo, en balde gritando también, pidiendo socorro. Cuando el coche fúnebre se llevó mi cuerpo inmóvil, intenté permanecer en casa pero no pude. Tenía la impresión de que yo yacía amarrada a mi propio cadáver por los nudos de una cuerda gruesa. Sentía dentro de mí, en un fenómeno de repercusión que no sabría definir, todos los golpes que daba el cuerpo dentro del vehículo en movimiento; tirada con el despojo en un compartimento del cementerio, lloraba enloquecida. Después de algunas horas, noté que alguien me cargaba para una mesa de examen. De repente me vi desnuda y temblé de vergüenza. Pero la vergüenza se transformó en un gran terror que pasé a experimentar al ver que dos hombres jóvenes me abrían el vientre sin ningún recato, a pesar del respetuoso silencio en que realizaban la pavorosa tarea. No se lo que me dolía más, si el dolor indescriptible que me recorría la forma en mi nuevo estado de ser, cuando los golpes del instrumento cortante me rasgaban la carne. Pero el martirio no se quedó en ese punto, porque yo, que horas antes me encontraba en el confort de mi lecho doméstico, tuve que aguantar duchas de agua fría en las vísceras expuestas, como si yo fuese un animal de los que había visto morir, cuando niña, donde vivía mi padre... Entonces clamé con más fuerza pidiendo socorro, pero nadie me escuchaba ni veía.

  Comentario: Referencia a la conexión entre el cuerpo físico y el periespiritu, por medio del lazo magnético que retiene el alma junto a la materia. Sufría por las sacudidas del carro funerario, como si estuviese en el cuerpo que era transportado. Por la concentración del fluido vital, el periespíritu continúa sintiendo la impresión de que el cuerpo está vivo y repercutan en él todos los procedimientos que son realizados en los restos, como la autopsia, procedimiento que, por motivos obvios, es hecho sin recurrir a la anestesia de los tejidos orgánicos. Eso repercute en el alma como si ella estuviese siendo intervenida quirúrgicamente a sangre fría.

  ¿Recurrió a la oración para atenuar el sufrimiento?

  Sí, pero oraba a la manera de los locos desesperados, sin ninguna noción de Dios. Me halaba en franco delirio de angustia, atormentada por dolores físicos y mentales. Además para salvar el cuerpo que yo misma había destruido, la oración era un recurso del que echaba mano, muy tarde.

   ¿ Encontró amigos o parientes desencarnados en sus primeras horas en el plano espiritual?

 Hoy sé que muchos de ellos intentaron auxiliarme, pero fue inútil, porque en mi condición de suicida me sentía en la plenitud de fuerzas físicas. Parecía que las energías del cuerpo abandonado me eran devueltas por él, y me hallaba tan materializada en mi forma espiritual como en la forma terrestre. Me sentía completamente sola y desamparada.

  Comentarios: A pesar de que hay Espíritus amigos, el desequilibrio de la mente no permitía al suicida percibir sus palabras, ni notar su presencia, pues la concentración del fuido vital, en su forma periespiritual, hacía que ella se sintiese en espíritu, como si estuviese densificada en el cuerpo de carne, lo cual le impedía ver y oír otras frecuencias vibratorias.

  ¿ Asistió a su propio entierro?

   Con el terror que mi amigo será capaz de imaginar.

Comentario: Más que asistir, presa al cuerpo muerto como se hallaba, debe haber presenciado el funeral desde dentro del ataúd.

   ¿No había Espíritus benefactores en el cementerio?

   Si, pero no podía verlos. Estaba mentalmente ciega de dolor. Me sentí bajo la tierra, siempre unida al cuerpo, como alguien que se debate en un cuarto sofocante, lodoso y oscuro.

    ¿ Que ocurrió después ?

...//... ( Continúa en la siguiente publicación)

-  Espíritu Humberto de Campos (Hermano X), texto de la obra Estante de la Vida- (Psicografía de Chico Xavier                                                                                                                             Comentarios de Andre Luiz de Andrade Ruiz

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                                           CULPA Y CONCIENCIA

La culpa y la conciencia son cuestiones sobre las que meditaremos en este texto. Es importante decir que la “alerta o conflicto de conciencia” aún no es la instalación de la culpa, sino que nos invita a arrepentirnos ante los errores. Tal restricción consciente es esencial para la liberación del desorden psicológico debido a la culpa.

La conciencia es lo Divino en nuestra realidad existencial; en él están escritas las Leyes del Creador. La culpa, en cambio, resulta de no escuchar la “alerta de conciencia”, por lo que es patológica y genera un profundo autocastigo psicológico. Detalle: es imposible que exista la alerta consciente en la psique humana. Podemos fingir que no escuchamos la “voz de la conciencia”, ya pesar de ello siempre estará alerta, salvo en casos extremos de psicopatología, cuando el enfermo mental no sienta el más mínimo arrepentimiento y / o culpa.

La alerta de conciencia señala transgresiones a la Ley del amor, la justicia y la caridad. Ante esto, tomamos conciencia y lamentamos el error, buscando repararlo. Por otro lado, la culpa es un proceso patológico en el que continuamos adorando el error en el movimiento psicológico del auto juicio, la autocondena y el autocastigo.

De las diversas características de la culpa, está la que proviene del placer "placer", cuando alguien no se divirtió como le hubiera gustado (espléndido en una "balada", por ejemplo). Después de la "juerga" se siente culpable y se acusa a sí mismo de no haberse quedado más en la fiesta, de no haber hecho esto y / o aquello, etc. Bajo este estado psicológicamente perturbador, la culpa surge como un reflejo de lo que no se hizo y hubiera esperado haber hecho, lo que resulta en el movimiento del autocastigo.

Todos los recuerdos negativos paralizan el entusiasmo por las acciones buenas, los únicos portadores de la esperanza de liberarse de la culpa. Cuando entramos en el proceso auto-punitivo, generamos un proceso de desapego de la realidad de la vida y del vivir mismo. Es un gran desafío transformar la experiencia desafiante (dolor y sufrimiento) en una experiencia de aprendizaje. Para eso, es importante hacer el BIEN dentro de los límites de nuestras fortalezas, comenzando por nosotros mismos, permitiéndonos experimentar ese BIEN en el corazón y al mismo tiempo hacer el BIEN a los demás, y así liberarnos totalmente de los culpables. nodo.

La Ley de causa y efecto es uno de los principios fundamentales defendidos por la Doctrina Espírita para explicar las vicisitudes vinculadas a la vida humana. Bajo la Ley de Causalidad, la cosecha se deriva de la siembra, sin expresión castrante o fatalista de reparación. La “alerta de conciencia”, por ejemplo, bien absorbida, se convierte en un componente responsable. Pero si lo ignoramos, colapsamos en una excusa, sin siquiera admitir la responsabilidad del error. A la luz de esto, la excusa es una actitud profundamente irresponsable hacia la vida.

El negligente (apologético) dice que "errar es humano", pero es arriesgado razonar así. Es un proceso incorrecto que ultraja la ley de Dios. De hecho, no necesitamos culparnos (exigir) cuando cometemos errores, mucho menos disculparnos (negligencia), pero necesitamos escuchar la voz de la conciencia y aprender de los errores para poder repararlos.

Respecto a las distintas peculiaridades de la culpa, aún queda la que proviene de esos trabajadores que se sumergen con ansias en el bienestar. Son cohermanos en conflicto que aspiran a consolidar la beneficencia, pretendiendo, en un principio, anestesiar su propia culpa. En realidad, están apostando a negociar con Dios para deshacerse de la angustia de la conciencia. Sin duda, esta es una práctica espontánea y contraproducente.

Sin embargo, en el MEB - Movimiento Espírita Brasileño - hay abundancia de servicios asistenciales. El psiquiatra Alírio Cerqueira, coordinador del Proyecto Espiritizar, de la Federación Espirito de Mato Grosso, recuerda que muchos realizan labores asistenciales sin una conciencia real de la necesidad social de los desamparados. De hecho, trabajan “caritativamente” bajo los grilletes de la conciencia culpable y pretenden disfrazar el ejercicio automático de la filantropía para sí mismos. Actúan inconscientemente como portadores de una herida muy dolorosa, y en lugar de tratarla para sanar, están poniendo un ungüento anestésico en la herida (culpa) para mitigar el dolor.

Al hacerlo, la culpa se "oculta" momentáneamente, pero no desaparece, porque después de pasar el efecto anestésico, la culpa regresa y la persona mantiene el conflicto de conciencia. De esta forma, amplía cada vez más los compromisos de asistencia; se desborda en los pactos “caritativos”, pero la culpa se conserva. Muchos pasan toda su vida en esta actitud de "HACER" COSAS "sin ningún propósito consciente. Tales "caritativos" ciertamente ayudan TEMPORALMENTE a los necesitados, sin embargo, causan fatiga mental, estrés y saturación psicológica a sí mismos en un alto grado, y no ARMONIZAN CON USTED MISMO.

De hecho, el propósito de las leyes divinas (basadas en la conciencia) es proporcionarnos felicidad pura y eterna. Ante esto, cuando los transgredimos nos ponemos ansiosos, porque nos alejamos de la felicidad, por eso sentimos una ansiedad extrema. En este caso, es importante ejercitar el perdón a uno mismo, que obviamente no extingue la responsabilidad por los errores cometidos, sobre todo porque el perdón a uno mismo no es simplemente frotar el mal, sino hacer una evaluación equilibrada del mal para repararlo.

En el límite, hay personas que albergan tanta culpa que se sienten indignas de rezar o hacer el bien. Sin embargo, pensemos en esto: la oración no es para espíritus puros. Jesús advirtió que no son los sanos los que necesitan médicos, sino los enfermos. Ahora bien, esperar nuestra purificación para orar y hacer el bien no tiene ningún sentido, ya que poco a poco nos vamos mejorando, rezando y de manera especial haciendo el bien dentro de los límites de nuestras fuerzas.

Jorge Hessen

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             Miedo a la Muerte

        


 En esta ocasión, repasaremos brevemente las diferentes situaciones en la que el miedo, emoción básica y primaria, nos ayuda en la supervivencia diaria. También cuando este deja de ser sano para transformarse en enfermizo, convirtiéndose en su principal enemigo, como pueden ser las fobias o terror ante determinadas situaciones, paralizando y frenando las capacidades del ser. Se trata de un miedo con efectos funestos para el que lo siente.

En el Libro de los Espíritus, Allan Kardec hace la siguiente pregunta:

  1. El temor a la muerte es para muchas personas una causa de perplejidad. ¿A qué se debe ese temor, dado que tienen ante ellas el porvenir?

“Ese temor no tiene ninguna razón de ser. No obstante, ¡qué pretendes! Cuando son jóvenes se intenta persuadirlas de que existe un Infierno y un Paraíso, pero se les dice que es casi seguro que irán al Infierno, porque lo que está en la naturaleza es un pecado mortal para el alma. Entonces, cuando llegan a ser adultas, si tienen un poco de juicio no pueden admitir una cosa semejante, y se vuelven ateas o materialistas. Así es como se las induce a creer que fuera de la vida presente no hay nada más”.

Hay que vencer el miedo a la muerte apreciando la vida. Sintiéndola, olvidando el hecho de que la muerte es inevitable y que a todos nos tendrá que alcanzar algún día; además hay una evidencia, y es el instinto de conservación que impone de forma sabia y natural la manera de preservar la vida.

Si se sabe que la alegría, la dicha, la felicidad pueden surgir en cualquier momento a lo largo de la vida y pueden darse en pequeños periodos o en largas temporadas, es lógico que no se quiera pensar en el final de la existencia física. Se trata de una constante búsqueda para que esos sentimientos agradables aparezcan las más de las veces en el transcurrir de la vida; y justamente eso provoca una mayor atención en ella y miedo a que se interrumpa esa búsqueda natural y legítima de esa dicha que todo ser humano anhela encontrar para luego mantener.

Vivamos como si cada día fuese el primero y el último, con intensidad, como un regalo que se recibe cada mañana de la divinidad. ¡Qué bonito es ir por la vida con la sonrisa en los labios y contagiar esa alegría a quienes nos rodean!

El buen uso que hagamos de la vida nos llenará de dicha, de alegría. No hace falta mencionar que la vida es pasajera, y que esa felicidad no es auténtica si no reside en lo íntimo el auténtico amor espiritual, ese que a todos llega, que inunda al ser de sentimientos bellos, teniendo la necesidad de compartirlos con todos… Esta forma de entender la vida nos ayudará cuando llegue el momento del desprendimiento de los lazos terrenales.

El espíritu encarnado se siente más vinculado a la vida corporal, pues nota las penas y goces materiales, sintiéndose preocupado e influido por las vicisitudes de la vida; la muerte le asusta porque no tiene claro qué se puede encontrar al cruzar de plano, dejando en la Tierra todo lo que quiere y conoce.

Somos seres espirituales viviendo una experiencia humana. Esta experiencia tiene la finalidad de librar batallas personales para la conquista de los valores éticos y el desarrollo intelectual. Por lo tanto es necesaria, en un momento determinado, la muerte material para valorar el trabajo realizado, pues ya sin las barreras de la materia, teniendo todas las facultades despiertas, se puede entender mejor lo vivido. Por lo tanto, el óbito es la puerta a la vida y no a la nada.

La vida futura no es más que la continuación de la vida presente, y con los méritos ganados en esta, las condiciones que se tendrán en el futuro, serán mejores. Cuando la vida en la materia se ha dedicado a mejorar y a darse a los demás, no hay ni obstáculos, ni restricciones, ni miedos, y la vida espiritual se aguarda con la misma convicción con que se espera la salida del sol después de una noche tempestuosa.

La certeza de que la muerte llega desde el momento que nacemos es un hecho cierto, y hay que dejarla que llegue cuando deba, y no prestarle más atención que la justa y necesaria (siempre que la circunstancia así lo demande).

Es la doctrina espírita la que nos enseña que, dentro de la vida infinita, la reencarnación nos ayuda en las sucesivas etapas, nos da la certeza del avance en el camino del progreso en dirección a la perfección. Por el contrario si la vida solo se circunscribiera al tiempo que va de la cuna a la sepultura, todos los trabajos, esfuerzos, así como decisiones perderían su valor, puesto que no habría posibilidad de continuidad, perdiéndose en el vacío.

De ese modo, la idea de la pluralidad de existencias, de nuevas oportunidades para el espíritu en proceso de evolución, nos ayuda a comprender y aceptar la muerte con naturalidad, como un fenómeno inevitable y hasta necesario. A partir de ahí el miedo se desvanece como nos indica el propio Codificador:

“Así, ese miedo es provocado por el secreto deseo de la supervivencia del alma, velado todavía por la incertidumbre.

El miedo decrece a medida que la certeza va en aumento, y desaparece cuando la certeza es absoluta… Como ya no se admite la duda acerca del porvenir, el miedo a la muerte pierde su razón de ser”.

El Cielo y el Infierno, Allan Kardec (primera parte, Capítulo II, págs. 27 y 32)

-Gloria Quel- Amor, Paz y Caridad

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