sábado, 8 de mayo de 2021

Cualidades de la Oración

    INQUIETUDES  ESPÍRITAS

1.- Cualidades de la Oración

2.- Curadores y Curanderos: El Magnetismo humano

3.-Proceso reencarnatorio

4.- ¿ Muertos?

5.- Culpar a los Espíritus: excusa fácil




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       CUALIDADES DE LA ORACIÓN

                                                                        


   La oración supone una conexión de la mente humana con la Mente Divina.

     Sencillamente, todo se resume en una cuestión de sintonía vibratoria, o sea, buscar la misma sintonía mental y sobre todo en cuanto a sentimientos, con la propia Vibración Divina que un día del pasado muy lejano en el tiempo, fue nuestro origen y punto de partida.  Conectar con la Mente Divina, en realidad solamente es una aspiración, pues nuestras mentes humanas están todavía tan alejadas de la vibración Divina, que si es posible dicha conexión, es solamente porque Dios siempre está pronto a recibirnos y con su Vibración Divina nos ayuda a depurar nuestra vibración espiritual humana y así se nos permite poder aproximarnos cada vez más a Él,

     Por eso para orar no se necesitan palabras; basta con el pensamiento acompañado del sentimiento sincero,  siempre desde  una posición de sincera y profunda humildad; la oración así,  debe  ser una  vibración  de gratitud, amor y admiración hacia el Padre, nuestra Fuente de Origen, reconociendo y dándole gracias por Su magna obra, por Su bondad y por el Amor que plasma en toda Su creación y en  sus criaturas, unificando nuestro Amor con Su Amor.

      La oración que parte del alma no necesita de palabras, solo de sentimientos, pues estos son la vibración del alma  que mejor llega al Padre sin interferencias. Las interferencias que distorsionan la emisión del alma humana cuando por la oración trata de sintonizar con Dios, son las imperfecciones humanas, sobre todo el  orgullo y la vanidad de creernos merecedores de algo, o mejores, o superiores a los demás. También lo es la falta de disciplina mental, incapaz de centrarse y controlar a la mente cuando  no cesa de ir alocadamente  por sus fueros como un caballo desbocado.

    No es necesario que pidamos a Dios con palabras, porque Él ve nuestros pensamientos, nuestros sentimientos y nuestras inquietudes. Él los conoce porque la Mente Divina Creadora vive en todos y cada uno de nosotros.

     Sin palabras le podemos transmitir así nuestros sentimientos , agradecimientos e inquietudes. Él sabe de nuestras necesidades y siempre nos ayudará en la medida de nuestro merecimiento por como actuamos ante las pruebas de la vida que El permite o dispone para nuestro bien, según lo que nuestro espíritu requiere para evolucionar durante su estancia en este mundo.

     De otra parte, si cuando tratamos de orar sabemos que mantenemos alguna deuda pendiente con alguien a quien por cualquier motivo guardamos algún resentimiento. nuestra oración no puede ser si ncera y sentida, y por tanto no puede llegar a Dios y ser eficaz,  Dios siempre escucha nuestro corazón y nos perdona en la medida en que nosotros somos capaces de perdonar  a los demás. Recordemos la  oración que Jesús nos enseñó, en su parte que dice: “ perdona nuestras ofensas Así como nosotros  perdonamos a quienes nos ofenden” . O sea, le pedimos que nos perdone  en la medida en que nosotros realmente  perdonemos. Cuando el caso sea al revés, o sea, que sean otras las personas quienes nos guardan  resentimiento, si es con razones reconocidas, pidámosles perdón y en todo caso, ofrezcámosles nuestra amistad y nuestro diálogo para allanar esos baches que a veces surgen en las relaciones humanas. Siendo así, si somos rechazados, aunque nos pueda doler, sabemos que podemos seguir por la senda de la vida con la tranquilidad de una conciencia en paz que ha cumplido con sus obligaciones morales.

     Como en la oración al Padre que nos enseñó Jesús, pidámosle también que se haga Su voluntad, pero tengamos la disposición y el deseo de aceptarla y hacerla nuestra para estar en armonía espiritual con el  Creador. Esto significa que cualquier dolor o situación de sufrimiento o injusticia no nos debe despertar un sentimiento de  íntima rebeldía ante  esas  pruebas y situaciones de la vida que  debemos al menos aceptar con el convencimiento de que no son sino para nuestro bien.

   Y sobre todo, no olvidemos algo tan elemental como es el ser agradecidos; portarnos como hijos humildemente agradecidos al Padre por tantas dádivas que nos otorga y tanta ayuda espiritual que nos concede. No olvidemos finalmente darle siempre las gracias por todo.

   En síntesis, la oración es una necesidad espiritual, pero cuando oremos procuremos que nuestro corazón esté limpio de cualquier cosa que sea negativa y contraria a la Caridad.  Limpiemos nuestra alma antes de orar y transmutemos los sentimientos negativos  en Amor, perdonando y pidiendo perdón cuando así lo señale nuestra conciencia.  Que nuestro sentimiento  de amor filial  busque al Padre y que sepamos dejar en Sus manos nuestros asuntos terrenales, por los que deberemos luchar y trabajar, pero sabiElendo que detrás de nuestro esfuerzo siempre estará Su ayuda a través de los hermanos y amigos del Plano espiritual.

 Jose Luis

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          CURADORES Y CURANDEROS:
                    El Magnetismo humano


                                  


   El Curador (o Sanador), no es lo que llamamos curandero ( No es lo mismo).

    El curador puede llegar a la proeza de salvar a los desahuciados de la Ciencia Médica, por su facultad magnético-espiritual que aplica. En cambio, el Curandero, en términos populares, es el que se dedica a "curar" por medio de prácticas "mágicas sobrenaturales", o por superchería.

   En Carolina del Sur (Estado de Columbia) EE:UU, y en varios estados de Brasil, sabemos afirmativamente, que la técnica terapéutica magnético-espiritual, fundada en la aplicación de las facultades de recepción de fuerzas naturales emitidas por el Curador, son susceptibles de ser transmitidas al paciente.

   Uno de los medios empleados consiste en el contacto o aproximación de las manos sobre la parte enferma. También la dedicación del Médium de Cura, que consigue arrancar del enfermo aquellas influencias espirituales que obrando sobre la mente provocan terribles efectos psíquicos y espirituales.

   Debemos al profesor Mesmer en el año 1779 y al Dr. Charles Lafontaine en 1878, el descubrimiento de ese factor humano, traducido en poder energético para ser aplicado como remedio benefactor de la salud. 

   Del examen del organismo fisiológico del cuerpo físico, encontraremos en el sistema nervioso las células elementales con carga eléctrica, que constantemente se nutren de energía. Son neuronas sensitivas que causan sensaciones y reflejos, recogiendo además impresiones de Conciencia. La Mente orienta ese universo microscópico cargado de energía consagrada en el Cuerpo. Probablemente es de ahí de donde emanan corrientes de voluntad inducidas por los estímulos, unas veces del enfermo del entorno exterior, otras atentas a sugestiones internas obedeciendo impulsos naturales activos.

   Estudios recientes, han llegado a mejor puntualizar estos conocimientos, acreditando existir en la naturaleza humana, excedentes de fluído magnético que puede ser irradiado, incrementándolos, si es necesario, por otras fuentes auxiliares procedentes de donaciones voluntarias, o por invocación a la Espiritualidad dispuesta a socorrer.

   El fluído magnético, tal como enseña la Física, involucrado al magnetísmo eléctrico, difiere del fluido en cuestión, llamado Magnetismo Orgánico. Este es de naturaleza desconocida y se supone una de las innumerables fuerzas sintonizadas por el Alma, para dar animación sin duda, a los órganos vitales del hombre. Y aunque las leyes de atracción y repulsión se asemejan al magnetismo eléctrico, aparentan pertenecer a otro campo de la Ciencia diferente a la Física. Se sabe, no obstante,  que las condiciones atmosféricas aumentan o disminuyen su intensidad, repercutiendo en los efectos terapéuticos.

   Hemos de recordar que todo el mecanismo del Universo pertenece a factores de atracción y repulsión magnética. Es la gran Ley que rige la Tierra en su aspecto gravitacional, donde los cuerpos gozan de propiedades análogas a los imanes, transmitida también dentro del campo estructural físico, cuya acción magnético-orgánico-animal, compone el equilibrio celular del organismo humano, de tal manera que afectando anomalías, produce los desequilibrios motivadores de enfermedad, provocando además desarreglos en los componentes psíquicos.

   La afluencia magnética física, alimenta la activación nervio-motora. La afluencia magnético anímico-mental, asegura la carga de fuerza potencial de las células, con recurso espiritual inmunológico, defensa de ataques bacterianos, reforzando debilidades patológicas.

   Las células son notorias en la función orgánica del hombre. MIcroorganismos que se comportan a semejanza de pilas eléctricas de vida propia e independientes, alimentándose por aquella vía receptiva de control del Espíritu, el cual domina todo el complejo mecanismo de la vida, asumiendo la conservación de los tejidos y proporcionando los elementos libres en la preparación de los glóbulos de la corriente sanguínea, sin perder de vista las derivaciones nerviosas en toda la vitalidad que sustenta al cuerpo humano.

   La magnetización cura las molestias diagnosticadas sin que el paciente entre en sueño, aunque hay magnetizadores que provocan el sueño por aducir procedimientos hipnóticos e incluso provocando el sonambulismo artificial. Actualmente hay aparatos que registran el miden el fluído magnético-orgánico-humano. Diferenciado por características específicas, el magnetismo obra en los animales, en los vegetales y en los minerales.

   El agua, por ser elemento vital en el hombre, magnetizándola surte efectos terapéuticos sorprendentes. Es tónica, laxativa, favorece la circulación de la sangre. Es el elemento más receptible de la Tierra, de los fluídos magnéticos benefactores.

   Conocida y dominada la química de los cuerpos fisiológicos, habrá que crear otra química que entienda de los cuerpos espirituales, delimitando la frontera que los separe. Y así como en las células, se ha logrado particularizarlas según en qué parte del organismo, conociendo como se generan, como desaparecen o como sufren modificación, justo será algún días descubrir en el cerebro las células que se vislumbran estar bajo los principios de la química espiritual, imbuidas por el impacto del Alma, susceptible de explicar como se ejercita en los ámbitos mentales la reflexión, la voluntad, la memoria, y sobre todo la conciencia para que surja el pensamiento, generando los grados de sensibilidad resultantes, comparables a los conseguidos por el fenómeno mediúmnico de comunicación extra-terrestre.

   Según Allan Kardec, "por el pensamiento y la voluntad poseemos poder y acción, extendido más allá de los límites de nuestro ámbito corporal. Los buenos pensamientos son la clave para otorgar la fuerza del cuerpo y del alma en obtener Magnetización eficiente".

   A mayor elevación espiritual, habrá un mayor poder de recepción de fluido magnético, estimulado en un cuerpo sano y mente preparada.

   Los sonámbulos dotados de facultad vidente, descubren el fluido espiritual humano, contorneando nuestro cuerpo, en un campo de fuerzas de intensidad variable. Impresión fotográfica es corriente obtenerla.

   En los medios de reunión, donde se realizan actos públicos, hay focos que irradian fluidos magnéticos de toda calidad. Los diversos pensamientos emitidos, acusan actitudes que impresionan, produciendo efectos de sensibilidad atractiva o repulsiva. De los efluvios que allí se desprenden impactan los ánimos de las respectivas espiritualidades presentes.

   La dotación de fluido no es igual para todos los seres. Varía según las latitudes y no es permanente en cada humano. Hay quien está saturado y hay quien no tiene suficiente. La acción magnetizante tiene efectos diversos en quien la solicita. Depende la pureza de la fuente que la emite, así como del merecimiento de quien la recibe.

- Revista Fraternidad Cristiana Espírita nº 35-


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                           El proceso reencarnatorio

                                                            

         Los procesos de reencarnación, tanto como de la muerte física, difieren hasta el infinito, no existiendo dos absolutamente iguales. Las facilidades y los obstáculos, están subordinados a numerosos factores, muchas veces relacionados con el estado de conciencia  de los propios interesados en el regreso a la tierra o en la liberación de los vehículos carnales. Hay compañeros de gran elevación, que al volver a la esfera terrestre no necesitan ayuda  del plano espiritual. Otros al revés, por proceder  de zonas inferiores, necesitan de mucha cooperación.

   La reencarnación es el curso repetido de lecciones necesarias. La esfera terrestre, es una escuela divina. El amor, por medio de las actividades intercesoras, reconduce diariamente   al banco escolar de la carne, a millones de aprendices. La vuelta de ciertas entidades de las zonas más bajas. Ocasiona laborioso esfuerzos de los trabajadores del plano espiritual.

   El organismo de los engendrados, en la expresión más densa,  proviene del cuerpo de los padres,  que le sustenta la vida y crea sus características con su propia sangre. La criatura terrena, hereda tendencias y no cualidades. Las primeras cercan al hombre  que renace, desde los primeros días  de la lucha, no solo en su cuerpo transitorio, sino también en el ambiente general  en el que fue llamado a vivir, perfeccionándose; las segundas, resultan de la labor individual del alma encarnada, en la defensa, educación y perfeccionamiento de si misma en los círculos  benditos  de la experiencia.

   Nadie puede quejarse de las fuerzas destructoras o circunstancias asfixiantes, refiriéndose al círculo en que nació. Siempre hay dentro del alma reencarnada, la luz de la libertad intima indicando su ascensión. Practicando la elevación espiritual, mejoramos siempre. Esa es la ley.

   El cuerpo humano tiene sus actividades propiamente vegetativas, el cuerpo peri espiritual  que da la forma a los elementos  celulares;  está fuertemente  radicado en la sangre. En la organización fetal el patrimonio sanguíneo, es una dadiva del organismo materno. Después del nacimiento, se inicia el periodo de asimilación diferente de las energías orgánicas, en donde el “yo” reencarnado ensaya la consolidación de sus  nuevas experiencias  y solamente a  los siete años de vida común, comienza a presidir, por si mismo, el proceso básico  de equilibrio  al cuerpo peri espiritual, en el nuevo servicio iniciado. La sangre, por tanto es, como si fuese el fluido divino que nos  fija las actividades  en el campo material y en su flujo y reflujo incesantes en la organización fisiológica, nos suministra el símbolo del eterno movimiento de las fuerzas sublimes de la Creación Infinita. Cuando su circulación deja de ser libre, surge el desequilibrio o enfermedad y si surgen obstáculos que impiden su movimiento  o circulación, sobreviene entonces la excitación del tonos vital, en el campo físico, al cual sigue la muerte con la retirada inmediata del alma.

    Es muy grande la responsabilidad del hombre ante el cuerpo material, si no atiende a las tareas que le competen  en la preservación del cuerpo físico no podrá alcanzar el progreso espiritual. El Espíritu renace en la carne, para  la producción  de valores divinos en su naturaleza, pero ¿Cómo atender a semejante imperativo, destruyendo la maquina  orgánica, base fundamental del servicio a realizar? El cuerpo terrestre es también un patrimonio heredado hace milenios y que la Humanidad viene perfeccionando a través de siglos. El plasma sublime construcción efectuada en el influjo divino, con agua del mar, en las épocas primitivas, es el fundamento primordial de las organizaciones fisiológicas. El hombre en la tierra a de aprovechar la herencia, más o menos evolucionada en el cuerpo humano.

    Mientras nos movemos en la esfera de la carne, somos criaturas  marinas respirando en tierra firme. En el proceso vulgar de la alimentación no podemos prescindir  de la sal; nuestro mecanismo fisiológico, en rigor, se constituye del sesenta por ciento de agua salada, cuya composición es casi idéntica a la del mar,  constituida por las sales del sodio, del calcio y del potasio. En la esfera de la actividad fisiológica en  el hombre encarnado, se encuentra  el sabor de la sal, en la sangre, en el sudor, en las lágrimas, en las secreciones.

    Al renacer, en la superficie del mundo, recibimos, con el cuerpo, una herencia sagrada cuyos valores precisamos preservar, perfeccionándolo. Las fuerzas físicas, deben evolucionar, al igual que nuestras almas. Si nos ofrecen  el cuerpo de servicio para nuevas experiencias  de elevación, debemos retribuir, con nuestro esfuerzo, auxiliándolas con la  luz  de nuestro respeto y equilibrio espiritual, en el campo del trabajo y de la educación orgánica. El hombre del futuro, comprenderá que sus células no representan apenas segmentos de carne, sino que son,  compañeras de evolución, acreedoras de su reconocimiento  y auxilio efectivo. Sin ese entendimiento  de armonía en el imperio orgánico, es inútil procurar la paz. Los contornos anatómicos  de la forma física, deformes o perfectos, largos o cortos, bellos o feos, forman parte de los estatutos educacionales. 

    En general, la reencarnación sistemática es siempre  un curso laborioso de trabajo contra los defectos morales persistentes, en las lecciones y conflictos presentes. 

     La criatura renace con independencia relativa y a veces, subordinada a ciertos condiciones educativas, más semejante  imperativo no suprime en caso alguno, el impulso libre del alma, en el sentido de la elevación, estacionamiento o caída en situaciones más bajas. Existe un programa de tareas edificantes a ser cumplidas por el que reencarna, por el cual, los dirigentes del alma, fijan la cuota aproximada  de valores eternos que el reencarnante es susceptible de adquirir en la existencia transitoria.

     El espíritu que vuelve a la esfera de la carne, puede mejorar esa cuota de valores, sobrepasando la previsión superior, por el esfuerzo propio intensivo o distanciarse de ella, enterrándose aun más en las deudas para consigo mismo, menospreciando las santas oportunidades que le son conferidas.

     Todo plano trazado en la esfera superior, tiene por objetivo fundamental  el bien y la ascensión; y toda alma  que reencarna en el círculo planetario, aun aquella que se encuentra en condiciones aparentemente desesperadas, tiene recursos para mejorar siempre.

     La reencarnación  significa volver a comenzar en los procesos de la evolución o de la rectificación. Los organismos más  perfectos  de las esferas sublimadas, proceden  inicialmente de la Ameba. Recomienzo, significa “recapitulación” o “vuelta al principio”. Por eso mismo, en su desenvolvimiento  embrionario, el futuro cuerpo  del hombre  no puede ser distinto de la formación del reptil o del pájaro. Lo que opera la diferencia de la forma, es el valor evolutivo contenido en el molde peri espiritual del ser que toma los fluidos de la carne. Así pues, al  regresar a la esfera densa , es indispensable recapitular todas las experiencias  vividas en el largo drama  de nuestro perfeccionamiento , aunque solo sea por breves días  u horas, repitiendo, en curso rápido, las etapas vencidas o las lecciones adquiridas, hasta detenerse en la posición en la que debemos proseguir el aprendizaje.

     Cuando llega la ocasión de reencarnar, el Espíritu se siente arrastrado por una fuerza irresistible, por una misteriosa afinidad, para el medio que le conviene. Es un momento terrible , de angustia, pero más formidable que el de la muerte, pues esta  no pasa de la liberación de los lazos carnales, de una entrada en una vida más libre, más intensa, en cuanto a la reencarnación, por el contrario, es la perdida  de esa vida de libertad, es un apocamiento de si mismo, al pasaje  de los claros  espacios  para la región oscura,  la descendida  para un abismo de sangre, de lama , de miseria, donde el ser va a quedar sujeto a  necesidades tiránicas e innumerables. Por eso es más penoso, más doloroso renacer que morir; es el disgusto, el terror, el abatimiento profundo del Espíritu, QUE  al entrar en este mundo tenebroso, es  fácil de concebirse.

     La reencarnación se realiza por la aproximación graduada, por la asimilación de las moléculas materiales al periespiritu, el cual se reduce, se condensa, tornándose progresivamente  más pesado, hasta que, por adjunción suficiente de materia, constituye  un involucro carnal, un cuerpo humano.

    El periespiritu se torna por tanto, un molde fluídico, elástico, que calca su forma  sobre la materia. De ahí emanan  las condiciones fisiológicas del renacimiento. Las cualidades o defectos del molde reaparecen en el cuerpo físico, que no es, en la mayoría de los casos, sino imperfecta  grosera copia del periespiritu.

    Desde que comienza la asimilación molecular que debe producir el cuerpo, eL Espíritu queda perturbado; un sopor, una especie de abatimiento lo  invaden poco a poco. Sus facultades se van velando  unas después de otra la mayoría desaparecen,  la conciencia queda adormecida, y el Espíritu como que es sepultado en opresiva crisálida.Entrando en la vida terrestre, el alma, durante un largo periodo, tiene  que preparar ese organismo nuevo. Ha de adaptarlo a las funciones necesarias. Solamente después de veinte o treinta años de esfuerzos instintivos es que recupera el uso de sus facultades, sin embargo limitadas  aun por la acción de la materia; y, entonces, podrá, proseguir, con alguna seguridad, la travesía peligrosa de la existencia.

   Allan Kardec nos enseña (Libro de los espíritus cuestión 330) que la reencarnación está para los Espíritus, así como la muerte está para los encarnados: es un proceso ineludible, tan cierto como el desencarnar lo es para los hombres.

    La encarnación es una necesidad evolutiva, porque solamente al contacto con la materia física consigue  el Espíritu ciertos elementos necesarios para su progreso.

    De acuerdo con el grado evolutivo en que se encuentra, el espíritu podrá facilitar o dificultar el proceso para volver a nacer. Por eso los espíritus rebeldes o indiferentes tienen su encarnación por completo a cargo de los espíritus superiores, que eligen las condiciones bajo las cuales deberán volver a nacer y las experiencias a las que deberán someterse.

    Allan Kardec dice que la reencarnación es la prueba fundamental de la misericordia de Dios, que presenta una Justicia Divina. Todos somos hermanos; todos nosotros marchamos hacia la perfección; todos nosotros tenemos una ruta, un rumbo de felicidad que nos espera.

    La vida en la Tierra no es un escenario de placer. El hombre es responsable por su cuerpo, por su felicidad, por su desdicha. Felicidad o desgracia resulta de nuestra actitud de comportamiento. La reencarnación nos abre un horizonte nuevo para entender la vida; los sufrimientos, las nostalgias, las angustias, las amarguras, los desesperos que nosotros atravesamos, desaparecen; y es en este punto que la ciencia espirita, que el Espiritismo, es notable; porque el Espiritismo para el siglo XX, es el más notable tratado de higiene mental, porque consigue libertarnos de aquellos tremendos enemigos de los hombres, los cuatro fantasmas del alma: el miedo, la enfermedad, la duda y la muerte.

    El espíritu esclarecido da preferencia a una existencia laboriosa, a una vida de lucha y abnegación. Sabe que, gracias a ella,  su adelantamiento es más rápido. La Tierra es el verdadero  purgatorio. Y precisa renacer y sufrir para despojarse de los últimos vestigios de la animalidad, para pagar las faltas  y los crímenes del pasado. De ahí las enfermedades crueles, largas y dolorosas molestias, el idiotismo, la perdida de la razón.

     Todo se paga, todo se rescata. Los pensamientos, los deseos criminales tienen su repercusión en la vida fluídica, más las faltas consumadas en la carne precisan ser expiadas en la carne. Todas las nuevas existencias son correlativas; el bien o el mal se reflejan a través del tiempo. Si embusteros  y perversos parecen muchas veces terminar sus vidas en la abundancia y en la paz, quedemos ciertos  de que la hora de la justicia sonará y recaerán sobre ellos los sufrimientos  de que fueron la causa. 

        Resígnate, pues, hombre,  y soporta con coraje las pruebas inevitables, sin embargo fecundas, que suprimen  manchas  y te preparan un futuro mejor. Imita al labrador, que siempre camina para el frente, curvado bajo un sol ardiente o quemado  por la azada, y cuyos sudores riegan el suelo, el suelo que, como tu corazón, es surcado por el arado más del cual brotara el trigo dorado que hará tu felicidad.

 Realizado por: Merchita a partir del Evangelio según el Espiritismo,  Misioneros de la Luz  y de otros libros espíritas. 


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                                   ¿ Muertos?

"Creed que aquellos a quienes llamáis muertos, están mas vivos que vosotros, porque ellos ven lo que no veis , oyen lo que no oís, reconoced en aquellos que os vienen a hablar, a vuestros padres, a vuestros amigos y a todos los que amasteis en la Tierra y que creáis perdidos sin retorno"
- Aportado por Viviana Gianitelli -

   

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CULPAR A LOS ESPÍRITUS: EXCUSA FÁCIL

Por otra parte, no debemos atribuir a la acción directa de los espíritus todas las contrariedades que experimentamos, pues estas son a menudo la consecuencia de la desidia o de la imprevisión. Cierto día un labrador nos escribió una carta diciendo que en los últimos doce años le habían ocurrido todo tipo de desgracias con sus animales: a veces se morían las vacas, o dejaban de producir leche; otras veces se morían los caballos, los carneros o los cerdos. Había rezado muchas novenas que no remediaron sus problemas, y tampoco obtuvo nada con las misas que hizo celebrar, ni con los exorcismos que ordenó practicar. Entonces, conforme a la creencia supersticiosa que era común en el campo, quedó convencido de que habían hechizado a sus animales. Supuso, sin duda, que estábamos dotados de algún poder para exorcizar, y que ese poder era mayor que el del cura de su aldea, razón por la cual pidió nuestra opinión. Veamos la respuesta que nos dieron los espíritus: “La mortalidad o las enfermedades de los animales de ese hombre se deben a que sus corrales están infectados, y él no resuelve ese problema porque cuesta dinero”.


EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS (253)


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