INQUIETUDES ESPÍRITAS
1.- Camille Flammarión, estrella del Espiritismo Científico.
2.- Maestros de la educación moral
3.- ¿ Qué sentido tiene la vida del ser humano ?
4.- ¿ Hay Espíritus ?
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CAMILLE FLAMMARIÓN, ESTRELLA DEL ESPIRITISMO CIENTÍFICO
Ese joven que se complace con el espectáculo de las estrellas y que nunca tendrá estudios superiores frecuentará durante cerca de sesenta años la élite del mundo científico.
Será colmado de honores y recibido por los soberanos. Todo le saldrá bien. Y sin embargo, es la muerte lo que le interesará, hasta que la encuentre él mismo después de haber predicado incansablemente a contracorriente en favor de los mundos habitados.
¿Cómo abordar esta meteórica carrera de múltiples facetas? Comencemos por la deslumbrante carrera del astrónomo Los eruditos no reparan sino en la vida del astrónomo.
Camille Flammarion nació el 26 de febrero de 1842, en una gran aldea rural, Montigny le Roi, entre Langres y Chaumont. Recibe la enseñanza del cura local.
Descubre la naturaleza.
Las dificultades obligan a su familia a llevarlo al Yonne, donde será tomado a cargo por el hijo de un cura de la Revolución fiel a los valores humanistas (el padre había sido cura constitucional durante la Revolución, se había casado y tuvo dos hijos).
La bóveda celeste provoca, en él, profundas meditaciones.
En octubre de 1847, a los cinco años, asiste a su primer eclipse de sol.
Desgraciadamente, sus padres arruinados, partirán a París en 1853. Lo dejan en el lugar. Su madre siempre soñó con un hijo que tomara los hábitos. Forma parte entonces de la coral de la catedral de Langres. Se le asegura algo de cultura general, sobre todo religiosa. Debe cantar en todos los oficios. Primero será sensible a la pompa y a la liturgia, pero las amenazas infernales lo desalientan y cortan con el humanismo de sus primeros maestros. Las disciplinas vinculadas a la naturaleza le atraen cada vez más. Le hacen falta sus padres y sufre por carencia de dinero. Antes de los quince años, conoce el mapa de las estrellas.
En 1856 se reúne con sus padres en París, pero debe ganarse la vida, como aprendiz con un grabador-cincelador. Estudia solo por la noche y se gana el apodo de “pequeño sabio”, gracias a las clases nocturnas. Descubre también el Jardín botánico y la astronomía; se apasiona por las ciencias. No sabe cómo dejar su situación de obrero y se consuela escribiendo para sí mismo una Cosmogonía Universal de quinientas páginas y ciento cincuenta dibujos. Cae enfermo por sus excesos de vigilia y recibe la visita de un joven médico. Éste se fija en la Cosmogonía Universal que lo alucina y se la envía al astrónomo Le Verrier, director del Observatorio de París, que lo contrata enseguida. Es el comienzo, en 1858, de una carrera de aprendiz de astrónomo en la “Dirección de Cálculos del Observatorio” de París. No tiene entonces sino dieciséis años.
Esta bella denominación esconde un trabajo oscuro e ingrato: ordenar cálculos todo el día. Urbain Le Verrier no es un astrónomo observador, sino un matemático que se entrega a cálculos de la trayectoria de los astros, a partir de las observaciones hechas por otros.
Camille lee los tratados de Arago, fallecido en 1853, tales como La Astronomía Popular, que sabía expresar en forma simple y cautivadora los descubrimientos de su tiempo. Es la astronomía lo que seduce al joven. Discretamente consigue el derecho de llegar al gran telescopio del Observatorio. Su imaginación se decuplica. Llega justo en el momento en que esta ciencia hace enormes progresos. Estudia todo lo que se publica sobre el Universo.
Muy pronto se convence de que la Tierra no puede ser el único mundo habitado en el Universo y lo escribe. Será La pluralidad de los Mundos habitados, publicado en 1862. Aún no tiene veinte años. Rápidamente se agotarán varias ediciones. Un extracto ubica bien el tema: “La vida es una ley de la naturaleza, se desborda en la Tierra por todas partes, como en una copa demasiado estrecha para contenerla, y los demás mundos nos darán el mismo testimonio cuando sepamos descubrirlo”. Allí se resume toda su filosofía.
En cambio, Urbain Le Verrier no lo aprecia; y lo echa a la calle. El clero oficial lo coloca en la picota pero, en conjunto, el mundo intelectual y científico reaccionan favorablemente. Pero ya goza de relaciones. Delaunay, enemigo jurado de Le Verrier, lo contrata inmediatamente para la “Dirección de Longitudes” donde se inicia esta vez en el verdadero cálculo astronómico. Siempre lee todo sobre la ciencia, husmea en todas las bibliotecas y sabe hablar de lo que le apasiona. Es contactado por los directores de publicaciones científicas que por entonces se multiplican, dentro de un objetivo de vulgarización. Comienza una larga colaboración en la revista Cosmos, donde recupera la rúbrica astronomía. Sobresale allí. Se le piden otras. Completa La pluralidad de los Mundos Habitados, y escribe los siguientes: Los Mundos imaginarios y Los Mundos reales, reeditados sin cesar desde 1865 hasta 1911. Retomará la observación con un pequeño telescopio personal, y luego con el del Observatorio, con el que reanudará los contactos.
Es reconocido por el mundo científico como un vulgarizador científico de inmensos conocimientos y con extraordinarias capacidades de clarificación, pero es atraído sobre todo por la astronomía. Según él es la reina de las ciencias, puesto que abarca el Universo y los misterios de la Creación. Ingresa al gran periódico Le Siècle, en 1865, a los veinticinco años, se convierte en orador en la Escuela Politécnica y luego en otros círculos más mundanos. Cada vez disfruta de sala llena. Desde entonces es rico y célebre; se dirige también al extranjero. Su gloria culmina en 1879 con un libro editado por su hermano Ernest Flammarion La Astronomía popular, éxito mundial en varias versiones con más de ciento treinta mil ejemplares.
Difunde en forma novelada y poética todos los conocimientos de la época sobre el Universo. Se ha convertido en la referencia científica nacional e internacional. Pero no olvida su pasado. Será entonces uno de los pioneros del movimiento de educación popular junto con Jean Macé y Léon Denis.
Es uno de los fundadores de la Liga de la Enseñanza, que milita a favor de la escuela gratuita y obligatoria. Saca de la miseria a sus padres y ayuda a lanzar los movimientos de educación popular.
No sólo encuentra la gloria, sino también el amor y la fortuna. Tendrá dos esposas sucesivas: Sylvie Petiot que también será su secretaria hasta su muerte, y luego su nueva secretaria, Gabrielle Renaudot, que tiene treinta y cinco años menos que él, pero que igualmente se consagrará a él en cuerpo y alma. Un admirador de su obra, el Sr. Meret, le ofrecerá en 1883, una propiedad completa y una fortuna destinada a crear, en Juvisy, sobre doscientas hectáreas, el observatorio de sus sueños. Allí instala un telescopio moderno y contrata a otro astrónomo para realizar un programa de observaciones científicas reconocidas por todos. Juntos, trabajarán sobre la Luna y Marte, al que aprecia particularmente y que cree habitado.
Demostrará la importancia de las erupciones solares, especialmente sobre la vegetación, se interesará también por las estrellas dobles sobre las que redactará estudios muy apreciados. Su inmensa curiosidad le lleva también a cultivar la meteorología. Estudia también el efecto de la luz y los colores sobre las plantas.
Publica mucho y crea +
dos periódicos, entre ellos L’Astronomie, y una sociedad científica, la Sociedad Astronómica de Francia, creada en 1897 y que todavía existe.
Es también un asombroso aprovechador de su imagen. Organizará espectáculos, como la repetición, en 1902, del experimento del péndulo de Foucault bajo las bóvedas del Panteón así como una suntuosa fiesta del solsticio de verano en la cumbre de la Torre Eiffel. Fue él quien, en mayo de 1910, estuvo encargado de disipar el miedo pánico provocado por el paso del cometa Halley: “¡No, el fin del mundo no llegará el próximo 19 de mayo!”. A veces será menos afortunado, y aceptará asociar su imagen a vulgares publicidades. Cada año, o casi, su público lo vuelve a encontrar. Citemos: Les Etoiles et les curiosités du ciel, Lumen, y luego, hacia el final de sus días, Uranie y Stella.
El astrónomo, colmado de honores, evoca sus convicciones de pureza vinculadas al amor y su esperanza de una vida aún mejor en el más allá y luego de otras vidas en otros mundos.
Con él, numerosas personas descubrirán una vocación de astrónomos aficionados. Es el representante reconocido de una creencia muy compartida en su siglo, de un progreso casi indefinido de la ciencia y de las técnicas, que acabará por explicarlo todo.
Se apasionará por la aeronáutica y hará numerosas ascensiones en globo, especialmente en su viaje de bodas. Siempre será un decidido pacifista, participará en la guerra de 1870, y conocerá la Comuna sin participar en ella.
El retorno de la barbarie en 1914 lo dejará abatido y dolido. Morirá en 1925, a los ochenta y tres años, en los brazos de su segunda esposa, Gabrielle, siempre en plena gloria.
La carrera del espírita
También se interesó mucho por el espiritismo, entonces en pleno apogeo. Dos períodos se suceden en su vida de espírita.
El neófito entusiasta, amigo personal de Allan Kardec Curioso por todo, Camille Flammarion adquiere El Libro de los Espíritus. En 1861 es invitado a sus primeras experiencias de mesas giratorias, y se inscribe en la Sociedad Parisiense de Estudios Espíritas. Se convierte en secretario de sesiones y conoce a Allan Kardec. El espiritismo está entonces en plena expansión. Los dos hombres simpatizan. Camille va de descubrimiento en descubrimiento y muestra un gran entusiasmo.
Dialoga con múltiples Espíritus entre ellos el de Galilea y cree cada vez con más firmeza que sí es el más allá el que se manifiesta; la muerte no existe. Escribe: “Las comunicaciones han sido dictadas por los propios Espíritus a los médiums designados y destinados a probarte que los seres queridos que has amado en la Tierra y que se han despojado de su envoltura corporal, aún pueden conversar contigo”.
En 1862 publica Les Habitants de l’autre monde. Révélation d’outre-tombe (Los Habitantes del otro mundo. Revelación de ultratumba). También escribe en la Revue Spirite y defiende el espiritismo en la Revue Française.
Ya no vacila en tomar distancia del clero católico, para el que la comunicación con los Espíritus no es sino trato con el demonio.
En 1865 escribirá un libro muy completo, pero bajo un seudónimo, sobre la práctica de los hermanos Davenport, espíritas cuya gira por Francia desata pasiones y redacta, a pedido de Allan Kardec, un capítulo completo del libro La Génesis, los milagros y las predicciones según el espiritismo, que no firma.
Cuando muere Allan Kardec, él es percibido siempre por el mundo espírita como uno de los mejores integrantes del movimiento. Será uno de los cuatro oradores autorizados a honrar su memoria durante el sepelio; allí defiende una concepción científica del espiritismo.
Sin embargo, durante más de veinte años abandonará sus convicciones. El silencio del científico parece ser una negación de su entusiasmo Entre 1869 y 1890, Flammarion desaparece del espiritismo. Ha sufrido numerosos fraudes que su vigilancia ha permitido descubrir. Presume de científico riguroso y ha formado parte de las personas que imponen a los médiums draconianos protocolos de sesión. Sin duda ha temido que esas trampas comprometieran su propia reputación. Sabe que el medio que lo hace vivir es más racionalista y tradicional. Teme a su intolerancia.
Con Dieu dans la nature (Dios en la naturaleza) defiende las ideas de Darwin sobre la evolución y retoma sus ideas sobre los otros mundos habitados. En cambio, estas audacias científicas ya no le parecen compatibles con las sesiones espíritas oficiales.
Camille Flammarion no desea romper con sus lectores. Sylvie, su primera esposa, está acostumbrada a un fastuoso tren de vida. Todos los miércoles, hay tertulias en su casa. Él sabe que el espiritismo es mal visto por la élite mundana cuya comidilla son los diversos procesos entablados contra los espíritas. Igualmente será muy influenciado por las ideas metapsíquicas, antecesoras de nuestro “paranormal” y frecuenta asiduamente al profesor Richet. Como él, no niega la realidad de ciertos hechos inexplicables, pero muy a menudo le parecen exteriorizaciones de los poderes del médium.
Conserva sin embargo un discreto pie en el movimiento espírita. A partir de 1890 volverá a organizar sesiones de comunicación en su casa, y convocará, con una gran cantidad de precauciones, a todos los grandes médiums de su época: Eusapia Palladino, Franek Kluski, Eva Carrière, etc.
Curioso de todo, se interesa también por la hipnosis y la fuerza del pensamiento así como por la telepatía. Regresa pues a sus ideas. A la larga, es obligado a alejarse del puntilloso pesimismo de Richet. Se vuelve a aferrar a su terreno preferido, la observación.
La muerte lo acosa más que nunca; el 19 de marzo de 1899, gracias a un gran periódico, inicia una encuesta a todos los niveles sobre los testimonios que se puedan recoger sobre ella. Seleccionará setecientos ochenta y seis casos entre la abundante documentación recibida, y con ellos sacará dos series de libros sobre la muerte, las casas encantadas y los fantasmas. Desde entonces se confirma en su íntima convicción: “Desde ahora sabemos, dice, que el hombre espiritual existe. Éste muere; el primero no muere”. El erudito cierra el círculo en su última obra, inconclusa, publicada recientemente: “He adquirido la convicción de que el alma, independiente del cuerpo que ella engendra, le sobrevive y puede manifestarse después de la destrucción de la materia que le servía de soporte”. Retoma allí el mensaje espírita.
En 1923, es nombrado Presidente de la Society for Psychical Research, sociedad anglosajona célebre por sus investigaciones sobre lo paranormal. Fallece en 1925.
Por Jean-Louis Petit – Traducción de Ruth Neumann Publicado en la revista Le Journal Spirite en Español. La Revista del Círculo Espírita Allan Kardec de Nancy (Francia). Nº 97 Julio – Septiembre de 2014
(Publicado por Zona Espírita- Revista Digital.)
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MAESTROS DE LA EDUCACIÓN MORAL
Desde mi punto de vista, identifico a varios maestros que se dedicaron a la educación del alma desde el punto de vista ético, y aunque solo podré mencionar a algunos, quiero homenajear a través del recuerdo de sus personas, a todos los demás que se constituyeron en verdaderos baluartes morales de la Humanidad.
Viene a mi memoria, por ejemplo, la figura de Francisco de Asís que nos enseñó a través de sus ejemplos la renuncia a los bienes materiales y el respeto a toda la obra de Dios cuando consideró a cada ser de la Naturaleza como a su hermano. Y así los llamaba: "hermano Sol; hermana Luna; hermano lobo; hermano pájaro; hermano fuego; etc.
Ese ilustre educador vino en su momento para despertar los principios morales que traemos en germen dentro de nosotros, oriundos como somos de una misma fuente creadora. Al renunciar a los bienes materiales que su padre biológico le ofrecía, demostrando con ello su victoria ante los valores del mundo, al punto que pidió ser enterrado desnudo sobre la tierra, cuando presintió que se acercaba el momento de su desencarnación, ese educador inolvidable nos legó una lección robusta e imperecedera: no somos del mundo y de aquí solo nos llevamos las virtudes que conseguimos incorporar a nuestro espíritu inmortal.
Francisco de Asís, en su época ya enseñaba que lo más importante era "ser", más que "tener".
Otras educadoras fueron la Madre Teresa de Calcuta y la Hermana Dulce, que nos legaron lecciones como las de procurar al necesitado antes que este nos busque. Ellas nos enseñaron a movilizar la caridad antes de que el necesitado nos busque con sus manos suplicantes. Observo en los ejemplos de vida de esas dos educadoras, la enseñanza de que la caridad no requiere de alardes y por más pronto que la hagamos al necesitado, se habrá demorado mucho. Nos enseñaron a combatir el orgullo y la vanidad que existen en casi todo acto de dar con la mano derecha, sabiéndolo la izquierda para que el mundo vea y sepa.
Otro gran educador fue Albert Schweitzer, evangélico, médico, músico; el mayor intérprete de Basch en Europa, un hombre de extraordinaria sensibilidad que evitaba pisar una simple flor del campo, por entender que esta tenía derecho a la vida. Ese gran educador dejó todo lo que podía llenarlo de gloria entre los hombres, para internarse en el continente africano, en la región de Lambarené y dedicarse a cuidar leprosos. Despertó mi alma sobre la posibilidad de que salgamos de la posición privilegiada que mantenemos ante los ojos del mundo para sufrir en la retaguardia junto a los sufridores del camino, carentes de voz, de derechos. de perspectivas de vida.
Recuerdo también al emérito educador Allan Kárdec quien dejando el prestigio que había conquistado como el profesor Denizart Rivail, se colocó a disposición de la realidad invisible a los ojos humanos para que las directrices, de las que tanto necesitamos para continuar en la dirección correcta, se hiciesen presentes para aquel que tiene ojos para ver y oídos para oír. Nos educó con pruebas robustas de que venimos del mundo espiritual y para allá retornaremos a prestar cuentas de la labor realizada en el tiempo concedido por ´Dios en la actual reencarnación.
Cómo olvidar al añorado educador, que se hizo pasar por una simple basurita, un cisco- término que forma parte de su nombre Francisco- , o un animal que transportaba la "carreta" de los sabios ejemplos de Jesús, con los que nos enseñan el desprendimiento de los bienes que no podemos llevar para la dimensión espiritual de la vida, alertándonos que debemos soportar y agradecer las lecciones que en las dificultades de la existencia se nos presenten como mecanismos correctivos de nuestras innumerables imperfecciones.
Dejé para el final al mayor de todos porque Él es modelo y guía, Jesús, el Verbo de Dios que tuvo la dosis infinita de Amor, aplicada en todo momento a través de sus enseñanzas y de la propia entrega a favor de todos nosotros, que necesitamos permanecer en los caminos de este mundo por incontables milenios,
- Ricardo Orestes Forni-
( Tomado del Anuario Espírita de 2017)
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¿Qué
sentido tiene la vida del Ser humano?
“El Ser se eleva desde el abismo y asciende por etapas sucesivas hasta la perfección, encarnándose en el seno de las humanidades sobre los mundos de la materia, que son otras tantas estaciones de su largo peregrinaje”
-Los Druidas -
Cada existencia humana tiene una finalidad
evolutiva para el Espíritu humano, cumpliendo misiones a las cuales se
comprometió el Ser desde antes de nacer en este mundo.
La vida de cada persona también tiene la finalidad de poder expiar los
errores cometidos en nuestras pasadas vidas anteriores, con el fin recuperar el
equilibrio espiritual necesario para el normal progreso evolutivo.
La existencia del hombre es breve, como
breve e insuficiente resulta un solo curso escolar para adquirir en él todos
los conocimientos de una carrera superior
De la respuesta sobre quienes somos o de
donde venimos o a donde vamos, deducimos facilmente el sentido de la vida, el
por qué y el para qué estamos aquí y hacia dónde caminamos, o cual es nuestro
futuro como Seres espirituales que somos.
Si sabemos que todos tenemos el mismo
punto de partida desde nuestra creación como seres humanos, también tenemos todos la misma meta suprema
a alcanzar : la Perfección y la suprema
felicidad cerca del Creador.. Esta es la meta a alcanzar por el Espíritu humano
y la que da sentido a cada vida humana.
La vida humana tiene el fin trascendente de alcanzar finalmente una meta
evolutiva de carácter infinito, como infinito lo es Dios, la Fuente de Origen
hacia la que todos aspiramos desde lo más íntimo del alma y a la que tarde o
temprano nos iremos aproximando en diversos grados, según el esfuerzo que haga
cada uno por conseguirlo. Es una meta suprema
e inalcanzable en su totalidad, pero es nuestra obligación moral, seguir avanzado
cada vez más y más hacia esa Suprema Perfección Espiritual que nos asemeja y aproxima
al Creador.
Resulta evidente que si venimos
perfeccionándonos y evolucionando a través de las edades, el sentido de nuestra
vida actual debe ser para aprovecharla conscientemente, aprendiendo, mejorando
y progresando siempre, superando pruebas, ganando virtudes y superando defectos, adquiriendo experiencias,
a la vez que vamos equilibrando la balanza Divina de la Justicia, reajustando
los errores cometidos en cada existencia humana y prosiguiendo así nuestro
caminar evolutivo.
El sentido de nuestras vidas debe
ser para engrandecernos espiritualmente mediante la entrega y el esfuerzo por
los demás, estudiando y adquiriendo Ciencia y Sabiduría, aprendiendo siempre
las valiosas lecciones que nos aporta la vida en este mundo, aquí y ahora, y
purificándonos tantas veces a través del dolor por nuestras acciones erróneas
del pasado. En una palabra: Luchando por nuestra autoperfección.
En síntesis de los hasta aquñi expuesto,
podemos afirmar que: Ante la íntima cuestión del sentido de la vida; del por
qué y el para qué estamos aquí, la respuesta es tan simple como profunda: Nuestra Evolución Espiritual..
La principal misión que tenemos
es individual, transmutando lo negativo en positivo, tanto en lo personal
siguiendo las enseñanzas de Jesús y de otros grandes Enviados o Mesías que han
visitado nuestra humanidad en diferentes épocas y lugares, como en lo colectivo
que afecta a todo el planeta Tierra. Así llegará un momento evolutivo de
madurez suficiente para que los seres ubicados ahora en este planeta, continuemos
nuevas etapas evolutivas en otros mundos superiores, hasta que lleguemos a
abandonar la etapa humana en mundos como el nuestro y de superior rango
espiritual, social y moral, como lo son los Mundos de Regeneración, y finalmente llegar a alcanzar la etapa de la
Angelitud como Espíritus Puros.
- Jose Luis Martín-
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¿ HAY ESPÍRITUS ?
Nuestro
planeta Tierra, como lo conocemos, existe hace billones de años, afirman los
investigadores. Estos mismos investigadores aseguran, también, que los hombres
habitan este Orbe hace millones de años. Sin embargo, solamente hace quinientos
años es que el hombre descubrió que la Tierra es redonda, y que la ley de
gravedad no es una fuerza de arriba para abajo, sino una fuerza de fuera para
el centro del planeta.
Aún tras este descubrimiento, los hombres continuaron, por mucho
tiempo, creyendo que solamente la Tierra es habitada por seres inteligentes.
Fue necesario el progreso de la Ciencia y de la Tecnología para mostrar la
amplitud del Universo y llevar los astrónomos y astrofísicos a comenzar a
aceptar la natural y lógica posibilidad de vida inteligente fuera del ambiente
terreno.
Ese avance de la Ciencia y de la Tecnología
tiene, igualmente, proporcionado al investigador vislumbrar un universo
multidimensional, con varios campos que se inter-penetran sin tocar en las
percepciones de nuestros cinco sentidos materiales.
Como siempre hubo comunicación entre los
hombres y los Espíritus, siempre se teorizó acerca de la existencia de un mundo
espiritual, tal como existe el mundo material.
Allan
Kardec tuvo la osadía de comenzar a desvelar ese mundo espiritual.
Tras iniciar sus estudios sobre el asunto en
1855 y lanzar El Libro de los Espíritus, en 1857, publicó en enero
de 1861 El Libro de los
Médiums, un verdadero código que describe las leyes que rigen la comunicación entre los hombres y los Espíritus. Inmediatamente del inicio, en su primer capítulo, llama la atención la propuesta: ¿ Hay Espíritus ?. Y comienza a desarrollar un razonamiento lógico, uniendo los hechos a la razón, que nos ayuda a desarrollar un razonamiento lógico, uniendo los hechos a la razón, que nos ayuda a comprender y a percibir el Espíritu, que siempre estuvo conviviendo con nosotros desde los principios de la Humanidad.
Merece la pena analizar con
Allan Kardec este asunto, leyendo y estudiando El Libro de los Médiums.
Este nos trae respuestas para muchas dudas que cargamos con nosotros,
especialmente las que dicen respecto a quienes somos, de donde venimos, para
dónde vamos, cual es el objetivo de nuestra existencia, cual la razón del dolor
y del sufrimiento. Son siempre respuestas que definen nuestra responsabilidad y
que revelan para nosotros un futuro iluminado y prometedor.
Con este estudio estaremos convencidos de que
somos realmente Espíritus inmortales, como estamos todos convencidos, hoy, de
que la Tierra es redonda.
Artículo trascrito de la Revista Reformador de
nº 2.183 de febrero de 2011 de la Federación Espírita Brasileña-FEB.
João Batista Cabral - Periodista
radiofonico.
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