INQUIETUDES ESPÍRITAS
1.- Después de la muerte
2.- La influencia de los malos espíritus
3.- Carta personal del Hermano Bras, ( Alborada Espírita Cristiana)
4.- ¿ Qué es nuestro Espíritu y de dónde procede?
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DESPUÉS DE LA MUERTE
Libre el Espíritu del pesado fardo del cuerpo físico, la mente es la fuerza motora que le mueve, y le mueve con la rapidez del pensamiento. A donde dirija su pensamiento, allí se traslada instantáneamente con su envoltura o psicosoma; donde tenga su pensamiento o deseo, allí se halla. Los avaros, los coleccionistas, por ejemplo, luego de desencarnados, quedan automáticamente imantados a aquello que les fascinaba, al objeto de sus excentricidades, de sus aficiones.
Necesario es aclarar que, esto tiene múltiples facetas, como múltiples son las diversas condiciones intelectuales y morales de los humanos.
Y ahora, vienen estas preguntas, tremendas: ¿Ha utilizado esa vida para el progreso del Espíritu? ¿Ha sido útil a sus semejantes? ¿Ha sido su vida guiada por la «voz de la Conciencia«, o la ha ahogado para seguir en el camino de la «dolce vita», o dominado por el egoísmo y pasiones ha sido causa de dolor a sus semejantes?
Aquí, comienza a actuar el otro aspecto de la Ley de Consecuencias o de causa y efecto. Cuando se llega a esta fase de la Vida Una, cuando el «difunto» se da cuenta de su situación, de su realidad existencial, y se ve a sí mismo tal cual como antes era, se produce el fenómeno inverso de cuando encarnó: el alma (facultad sensitiva y emotiva) y la mente (facultad intelectiva, volitiva, raciocinativa), comienza a vibrar con mayor intensidad (ya que la materia orgánica actúa como reductor, por ser de vibración más lenta); y del fondo inconsciente comienzan a aflorar todos los detalles de la vida recién terminada. Entonces, toma conciencia del daño que haya hecho o deseado hacer y sufre intensamente; a menos que sea el tipo bestial, bruto, con una conciencia incipiente, poco desarrollada todavía, que continuará lo mismo, hasta su despertar. Asimismo, toda acción de bien, es motivo de felicidad en el grado del bien realizado.
La vulgar creencia de que va a encontrarse ante el tribunal de Dios, debe ser descartada como irreal. No obstante, cierto es que habrá de encontrarse ante el «tribunal» de su propia Conciencia (juez inexorable) pues, libre de la prisión y presión de la carne, que adquiere una mayor fuerza de manifestación. Y ante su vista se presentan en cuadros fluídicos y en movimiento (tal cual acontecieron) sus principales acciones, al igual que vemos en un cinema, y de los cuales no puede huir, no puede librarse, porque están grabados en su propia naturaleza psíquica, en su mente que se torna más lúcida, así como grabados también en los planos mental y emocional del éter cósmico. Y al recordarlos, son actualizados por sintonía. En muchos de los casos, surgen también (en cuadros fluídicos) algunas de sus vidas pasadas, a fin de que pueda apreciar el motivo y por qué de las vicisitudes en ésa su última existencia terrena.
Cuando se llega a este punto, comienza a recogerse la cosecha de la siembra. La siembra, es voluntaria; pero, la cosecha es obligatoria.
Si sembramos dolor, eso mismo recogeremos. Si sembramos amor, en la práctica del bien, la felicidad será la cosecha.
Las oraciones —dicen algunos— liberan de las penas y sufrimientos a las almas ¡Cuán engañados viven quienes mantienen tal creencia!
Pues, si así fuese, aquellas almas que no dejan parientes ni amigos que oren por ellas, no tendrían las mismas posibilidades, lo cual no sería de verdadera justicia. Y por otra parte, aquellos que dispusieron de dinero, podrían pagar oraciones para cuando su alma desencarne, lo que equivaldría a comprar con dinero el progreso del alma (¡……!).
Además de ilógico, sería injusto.
Todo ser es responsable de sus actos ante la Ley Divina. Y la Ley Divina, que es sabiduría y amor, da a cada uno exactamente lo que cada uno merece.
¡No nos engañemos con espejismos!
La oración sincera, salida del alma con todo amor (y solamente así) es una vibración magnética que llega al alma desencarnada a la cual va dirigida y le produce una sensación de alivio, si sufre, y de alegría al apreciar que sus seres queridos le recuerdan con cariño. E importante también es, elevar el pensamiento a Lo Alto, pidiendo con verdadero amor sentido, ayuda para ese ser, a fin de que sea guiado en la nueva modalidad de vida.
La Ley de Consecuencias está inmanente en la propia naturaleza psíquica y espiritual de todo ser. Toda acción, tiene su reacción. Toda deuda, ha de ser saldada. Toda trasgresión a la Ley Divina del Amor, quiebra el equilibrio, y cuyo equilibrio tiene que ser restaurado por el mismo trasgresor. Esa es la ley, y lo demás son pamplinas.
CREENCIA EN EL DESCANSO ETERNO.—El concepto del «descanso eterno», creencia bastante generalizada por desventura, puede haber sido establecida en el pasado por la imaginación del hombre, al sentir la necesidad del descanso después de una vida de sufrimientos y trabajos penosos, como era en pasados siglos.
De ahí, esa frase tan común que oímos, cuando asistimos a algún sepelio: ¡por fin, descansa! Frase que puede haber surgido también de una apreciación errónea, al ver el cuerpo rígido del difunto.
¡Nada más incierto! Porque, al salir el cuerpo espiritual que animaba ese cuerpo físico, ahora inerte, el primero sigue sintiendo, sigue pensando; sigue viviendo, aunque en otra dimensión. No así el segundo, como unidad.
Y como la vida es energía y ésta en movimiento, el descanso tal como algunos lo entienden, no existe en el Más Allá, y menos eterno.
Existen sí, moradas etéreas (porque el cuerpo espiritual es también de sustancia etérea) tan o más reales que las de nuestro plano físico; a las que son llevadas aquellas almas buenas que han sufrido y aquéllas que han practicado el bien, y cuya belleza y felicidad están en relación a la sensibilidad de esas almas y a sus obras de amor fraterno.
Y en esos ambientes de belleza y dicha inenarrables, en esa otra vida del Espíritu, existe una actividad plena. Mas, esa actividad es totalmente voluntaria, donde las almas buenas, vibrando en amor fraterno, continúan practicando el bien, mediante ayudas a sus seres queridos que permanecen en la Tierra, y contribuyendo en obras de progreso a otros seres. Pero, también las almas poco evolucionadas, y las ruines y cargadas de odios, continúan apegadas aquí al plano físico, perturbando a aquellas personas con las cuales están unidas por los lazos del odio. Aun cuando no sea percibido por nuestros sentidos físicos, esta actividad es tan real, cual la nuestra humana.
Sebastián de Arauco.
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LA INFLUENCIA DE LOS MALOS ESPÍRITUS
Todo ser, creado simple e ignorante, es llevado por la reencarnación a evolucionar hacia el bien y el conocimiento, en diferentes planetas más o menos evolucionados.
El bien o el mal, encarnado o desencarnado, es la expresión directa del estado evolutivo de nuestra Tierra. Encontramos, pues, en el más allá todas las escalas evolutivas al igual que en este mundo. Esto no es fatalidad, ni expiación reclamada por algún castigo divino, sino una ley de progreso. Entonces, sería ingenuo pensar que el tránsito de la vida a la muerte depura súbitamente a todos los Espíritus, cuando sus almas son de humanos más o menos evolucionados.
El astral de la Tierra tiene pues varios rostros: un poco esquemáticamente, existe el astral de los Espíritus bien intencionados, donde las entidades se comunican, intercambian, progresan y aman; el de los Espíritus en turbación (ver artículo de Catherine Gouttière) y el de los espíritus malévolos y hasta malos donde las entidades también se comunican, allí donde son ley el mal, las malas pasiones, el orgullo, el poder, la ignorancia y la ausencia de amor.
Después de su desencarnación, todo Espíritu, luego de un tiempo y una relativa turbación, se encuentra finalmente, por afinidad y por nivel de evolución, en el astral que le corresponde.
La comunicación espírita implica en su conjunto y en su carácter, la manifestación tanto del mal y el sufrimiento como del bienestar desencarnado. Por eso numerosos espíritus malos se han manifestado en nuestra asociación**, espontáneamente o guiados, impulsados hacia nosotros por los espíritus protectores que nos rodean y nos invitan a realizar acciones específicas, pues muchos hombres tienen una curiosidad lógica por querer entrar en comunicación con lo invisible, pero pocos están prestos a aceptar a ese invisible en el interior de su vasto abanico moral.
En la obra La Liberación de los Mundos, relatamos cuarenta años de encuentros con decenas de malos espíritus, encuentros hechos posibles gracias a dos médiums de nuestra asociación** que aceptaron prestar sus cuerpos según las formas de incorporación o posesión. Estas agotadoras manifestaciones, a las cuales se han sumado las de los buenos Espíritus, nos han permitido comprender, y a la vez describir ese bajo astral y actuar en consecuencia.
¿Cómo se efectúa el tránsito de un mal espíritu? Leamos el testimonio de un mal espíritu después de la ayuda que hemos podido prestarle: “Cuando me dormí en la muerte, no observé diferencia. Vi mi cuerpo, vi mi ataúd, creí que podría seguir actuando, pensando, como antes. Oía voces que me llamaban a la razón, oía voces que me llamaban al perdón, y no quería saber nada”.
El espíritu siempre tiene su libre albedrío, la libertad de complacerse con lo que ya sabe hacer o de ir hacia un desconocido que le pedirá transformar progresivamente su conciencia. ¿Qué pasa entonces, si no oye los consejos? Leamos la continuación del testimonio: “Luego, encontré Espíritus que había conocido. Entonces decidí ir hacia ellos y, ante su terror, me alegré. Pensé, quizás estoy muerto, pero me temen y eso está bien, aprovechemos entonces esta posición. El placer del mal, el placer del odio me impulsaba a seguir asustándolos”.
En el bajo astral, los malos espíritus pueden actuar, pues, sobre otros espíritus desencarnados y seguir haciendo sufrir a los que odiaban en vida, el mismo odio, el terror, su poder, su dominio.
Gracias al sueño magnético, posibilidad para el espíritu de un médium de ser desplazado al más allá y describir lo que ve, hemos podido conseguir descripciones del bajo astral. Son descripciones muy materiales del entorno, de sensaciones de frío, humedad, oscuridad, pesadez, cansancio, dolores, quejidos y gritos. Ese decorado virtual percibido por el médium no es más que una producción mental que emana del pensamiento de los malos espíritus. No obstante, ese decorado es muy real para las almas errantes y turbadas, los Espíritus débiles y las víctimas que de él son prisioneras, incapaces de proyectarse más lejos y de llegar a un más allá más feliz.
Los malos espíritus también pueden actuar sobre los encarnados Continuación del testimonio: “Pronto me enteré de que era posible asustar a los hombres, seguir visitándolos, dar golpes en sus casas, aparecérmeles bajo una forma más o menos repugnante, gritar en sus noches para hacerlos temblar, y yo detestaba a los hombres, detestaba a todas las personas que había conocido, sentía placer en seguir asustándolas”.
Vemos la influencia de estos individuos desencarnados, particularmente agresivos y negativos sobre las personas vivas, encarnadas. Lógicamente estos malos espíritus entran en contacto con grupos de humanos encarnados, malos y negativos también. De ese encuentro se desprende una energía, una fuerza negativa, dirigida hacia las personas por la voluntad de los que la emiten, para incitarlas al mal. Estos malos espíritus pueden halagar los bajos instintos, influir sobre algunos humanos con sus presencias invisibles, aportar a sus semejantes todavía encarnados un suplemento de malos pensamientos, de malos fluidos y de malas intenciones.
Las víctimas de estas influencias ocultas serán, en primer lugar, los hombres que presenten esa misma tendencia al mal, pero desgraciadamente, allí no se detiene la influencia del bajo astral. Los malos espíritus explotarán ciertas debilidades y ciertas vulnerabilidades de la naturaleza humana. Como a pesar de todo ellos piensan, pueden alcanzar tanto la carne como la mente. Pueden pues, con miras a perjudicar a la humanidad, perpetuar su odio, dirigir su odio o su turbación utilizando agentes humanos dotados de sensibilidad mediúmnica, a quienes obsesarán progresivamente a fin de hacerlos responsables de malas acciones.
Esta acción les será tanto más fácil si encuentran a aquellos que llamamos aprendices de brujo del espiritismo que, por ignorancia, no sospechan los peligros en que incurren atrayendo hacia ellos a los Espíritus en turbación o malos, cercanos a nuestras vibraciones. Más concretamente, algunos ejemplos de los cuales hemos tenido conocimiento sobre la posibilidad de acción de los malos espíritus: actuar sobre los humanos, asistir a gurús y brujos, esparcir envidia, necesidad, deseo, interés por la droga, inducir a la violación, al crimen. Comprenden por qué, sin querer asustarles, es necesario ayudar a estos espíritus malos, nefastos; por qué ese mal o esa turbación deben ser combatidos, para que no interfieran más sobre los vivos o sobre otros Espíritus.
Progresivamente la experiencia nos ha permitido comprender mejor esta clase de situaciones, para no poner en peligro la vida de nuestros médiums. Los dos médiums anteriormente citados han recibido en incorporación a estos Espíritus desde 1974 y con el tiempo se han incorporado otros cuatro, a través del desarrollo de otra mediumnidad llamada “de liberación”. En esta otra mediumnidad, si bien el médium permanece consciente, ya no es dueño de la influencia que sufre, se convierte en el canal, el catalizador, del mal que se expresa, o bien del sufrimiento y la turbación. Es entonces cuando la oración y las palabras de los espíritas que participan en la sesión, percutirán en esos Espíritus, mejor que los guías que, demasiado alejados de las vibraciones pesadas, no llegan a alcanzar a sus protegidos.
Retomemos la continuación de nuestro testimonio inicial: “Yo vine a ustedes hace un año y me incorporé aquí, en esta sala, y vine a ustedes guiado por un sentimiento de odio, dominio y destrucción. Vine, esperando que ustedes cedieran a todas mis demandas, esperando que pudiera actuar con ustedes a mi manera, esperando que se volvieran obedientes absorbiendo todas mis palabras para hacer el mal, para seguir aplicando mi odio sobre la Tierra, también para tomar sus fluidos y seguir haciendo el mal en el mundo astral. Yo vivía en mi universo, vivía y seguía viviendo como en la Tierra, para mí, nada había cambiado. Y entonces, me llegó el momento de visitarlos siempre, como muchos malos espíritus que han hecho mal en la Tierra y siempre listo para regocijarme por ello. Entonces, pronto comprendí el partido que habría podido sacar. Fui muy ingenuo. Fue dañino conocerlos. Era desconocer el espiritismo. Vine, seguro de mi propósito, y entonces me escucharon. Al cabo de algunos minutos, me interrumpieron, me pidieron que me acordara de quién era. Me hablaron de amor, me hablaron de luz. Rezaron por mí. Me preguntaron lo que nunca, jamás yo hubiera imaginado decir y pensar. Me pidieron el perdón de mis faltas. Como todos los Espíritus en tal situación, tenía una sensación de ahogo. Quería evitarlos, quería estar lejos, muy lejos de ustedes, pero era imposible. Cada vez que intentaba dejar el cuerpo de su médium, había una mano invisible sobre mí, para mantenerme cerca de ustedes. Estaba atrapado entre sus oraciones y los fluidos de los Espíritus que les guían y que les protegen. Ya no podía irme. Ya no podía huir y sin embargo rechazaba sus palabras, rechazaba sus pensamientos. Poco a poco, por sus fluidos y sus oraciones, mi pesadez se hacía algo menor. Entonces, comencé a dudar de mí mismo. Cuando un espíritu malo consigue dudar de sí mismo, los que lo quieren conducir hacia la luz han ganado la partida, pues, entonces, el Espíritu puede emplear todas las palabras que desea en las injurias que pronuncia, se insulta a sí mismo. Cuando pronuncié el perdón, sentí una gran quemadura y vi una luz insoportable. Entonces me volví, me volví, para ver frente a mí un rostro sereno, tranquilizador. Era el rostro de Benjamin, que es mi guía. Un rostro que me sonreía, un rostro que me perdonaba, un rostro que me hacía comprender que la vida continuaba, un rostro que me hacía comprender que más allá de las faltas, que más allá de los crímenes, yo no era un demonio, que podía vivir, que debía vivir y que todo comenzaba para mí. Un Espíritu no se atreve a creer que se le puedan perdonar así todas sus faltas. Un Espíritu no se atreve a pensar en eso. Yo tenía de mí mismo una opinión muy rígida y no sospechaba en mí una parcela de bondad. Ustedes me la han hecho descubrir. Impulsado por sus pensamientos, por sus palabras, encontré a mi guía. Todos aquellos a los que había odiado fueron liberados al mismo tiempo del terror que yo seguía haciéndoles sufrir en el bajo astral. Tuve miedo al mirarlos, transformados, metamorfoseados. Entonces era yo quien les temía pero ellos me miraban con su inocencia, y es tan hermoso descubrir que el amor existe. Es tan hermoso pensar que se puede seguir existiendo, que se pueden reparar los crímenes del pasado. Debo reencarnar, pero ya no tengo miedo. Me atrevo a decirles, desde mi inferioridad, que estoy feliz de regresar a la Tierra. Me atrevo a decirles que estoy feliz de vivir, pues seguir haciendo el mal hubiera sido estar muerto. ¡Oh! He despertado a la vida hace sólo un año. Gracias, gracias, gracias”.
He aquí la hermosa finalidad de estas sesiones, agotadoras para el médium, y que pueden ser reconducidas cuando la liberación ha fracasado una primera vez. Esta liberación permite a esos Espíritus no perjudicar más. Toman conciencia de su supervivencia y de sus posibilidades de progreso; descubren la realidad de un espíritu protector, su guía, que desde entonces les acompañará. Y además, para el mundo de los encarnados, son potenciales malas influencias que ya no existirán más.
El camino espírita, es el de la lucha por la libertad del hombre y el espíritu, dentro de la ayuda espiritual necesaria para nuestro prójimo aunque esté desencarnado, aunque se haya vuelto hacia el mal.
Por Valérie Fauve – Traducción de Ruth Neumann Publicado en la revista Le Journal Spirite en Español. La Revista del **Círculo Espírita Allan Kardec de Nancy (Francia). Nº 98 Octubre – Diciembre de 2014.
( Tomado de Zona Espírita)
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CARTA PERSONAL DEL HERMANO BRAS, (ALBORADA ESPÍRITA CRISTIANA)
" Querido hermano Jose Luis y demás seres afines:
Sigamos amando a nuestro Padre Celestial, porque sin Él nada somos y nada podemos. confiemos en la Providencia Divina y muy pronto veremos como se disipan las tinieblas, volviendo a lucir el Sol de una nueva era, colmada de mucha salud, mucha paz y mucha alegría. Esa es la promesa del Señor. Bendito sea.
¡ AMAR SIEMPRE !
Amados hermanos y hermanas: Según he podido ver y escuchar en internet y en algunas redes sociales, últimamente se viene hablando mucho del inventado demonio o príncipe de las tinieblas. He podido leer frases como estas; Creéis que algún día el demonio pedirá perdón y si Dios le perdonará?; ¿Seguirá el demonio combatiendo a Dios y podría derrotarlo?; ¿Es el demonio un ángel caído?; ¿ se rebeló Satán por envidia?.
A esto tengo que decir que no comprendo como en pleno siglo XXI todavía perdura el mito del demonio. Dicho demonio, tal como lo conciben algunas personas, sobre todo de la masa católica, apostólica, romana; debo decir y digo que solamente es un invento de las religiones, a las que interesa que las criaturas crean en Dios por el miedo y así asegurar el sometimiento de dichas almas, A estas alturas, no es admisible creer que exista un ser con el mismo poder que Dios, el Todopoderoso, y que está tratando de neutralizar las inmutables leyes que nuestro amantísimo Padre Celestial tiene establecidas para todas sus criaturas y que creó para nuestro bienestar y progreso. Ya se encargaron los padres de las iglesias de pintar a un ser repugnante, con cuernos y patas de cabra y con leyendas de cuentos para niños.
¡ Señores, por favor, que estamos en el tercer milenio !. Ya está bien de hacer creer a los cristianos por el terror. A Dios nuestro Padre Creador por Amor, de todos los mundos y todas las criaturas, se le adora por su Creación, por su Justicia, por su Bondad y Misericordia Infinita y no por el miedo a que nos pueda posesionar ese monstruo inexistente que nos pintaron desde nuestra niñez. No y mil veces no. El demonio ni existe ni ha existido nunca. Allá arriba, en el espacio infinito, existen seres en estado errantes, que son espíritus que desencarnaron en estado de rebeldía y que por afinidad con el mal, rondan por esta esfera inspirando a los seres que les son afines para que hagan maldades, pero esto no quiere decir que sean demonios condenados por Dios al eterno sufrimiento. Son criaturas creadas por el Padre Celestial y que están poco evolucionadas todavía, pero el Todopoderoso les dará en su momento la oportunidad de regenerarse y podrán elevar sus espíritus, ahora atormentados por sus ignorancias pasadas. Estos son seres de Dios, al igual que el más santo de los Arcángeles, y siendo Dios todo bondad, justicia y perfección, no puede consentir que nada que haya salido de sus santas manos, sea condenado a un eterno sufrimiento. Todos tenemos siempre a nuestro lado a Entidades afines a nuestros pensamientos y si tenemos buenos sentimientos tendremos siempre buenas inspiraciones y haremos el bien; y es por eso que no debemos temer a ningún pretendido demonio y si temernos a nosotros mismos, a los defectos que portamos, ahí reside el verdadero mal. En resumen, que sin la Voluntad del Padre no se cae un simple pajarillo de su nido, ni siquiera la hoja de un árbol si Él no lo autoriza.
A Dios se llega por el Amor y no por el miedo.
Debemos hablar de caridad y entrega a nuestros semejantes y no pensar que metiéndonos miedo con los horrores de un inexistente infierno comandado por un repugnante ser, nos van a encauzar por el buen camino, y como muestra ahí están esos veinte pasados siglos de dominio y oscurantismo. No hermanos míos, ¡el demonio no existe!
Espíritu que alcanza la perfección llega a la categoría de Ángel y eso significa que ha superado todas las pruebas de envidias, celos, soberbia, etc; lo que la razón nos dice es que jamás podría rebelarse contra el Padre Eterno.
Dios no es vengativo, Dios no condena, Dios no castiga, somos nosotros los que recogemos lo malo o lo bueno que hayamos hecho en vidas anteriores, pues para eso tenemos nuestro libre albedrío.
Que a estas alturas nadie se llame a ignorancia, para eso nuestro Padre envió a nuestro amado Maestro Jesús de Nazareth, ¡ Espíritu Purísimo!, para enseñarnos el camino. Padeció las injurias y el dolor en sus carnes y entregó su Espíritu perdonando a sus verdugos. Ángeles caídos somos todos los que nos encontramos aprendiendo en este planeta de expiaciones y de pruebas. Algún día llegaremos a esas galaxias repletas de miriadas de soles arrastrando a trillones de estrellas, todas llenas de vida, y alabando a su Excelso Creador, por lo que os puedo decir que para nosotros, los espiritistas, " el demonio es un pobre diablo ".
Bendiciones para todos, de vuestro más pequeño hermano:
Bras Alborada
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¿
Qué es nuestro Espíritu y de donde procede?
Cada Espíritu humano somos una pequeña
porción de Energía Divina que se ha ido forjando e individualizando tal vez
durante miles de experiencias en la materia por la que ha pasado anteriormente
a través de los los distintos reinos de la Naturaleza, estando sumidos en un
largo proceso de desarrollo continuo, evolucionando y aprendiendo desde tiempo
inmemorial a través de las edades, pasando por tantas y tantas experiencias
como ofrecen tantas experiencias en los diversos mundos, alternadas con otros
tantos periodos de existencia y permanencia en planos espirituales, en donde
nuestro Espíritu con la ayuda de otros que le fueron superiores, nunca dejó de
aprender y comprender lo que iba necesitando conquistar para perfeccionarse y
aproximarse cada vez más, de grado en grado, a su Fuente de Origen o Meta
Divina.
Por lo tanto todos somos espíritus
, unos encarnados y otros desencarnados, que existimos por Voluntad del Ser
Supremo que nos creó de Sí mismo, siendo desde nuestro comienzo Seres
Espirituales. Podríamos ser comparados con una semilla : En nuestra Esencia
está el germen que contiene todos Sus atributos, pero en estado latente, con la
misión que tenemos de desarrollarlos
mediante nuestro esfuerzo y voluntad, para perfeccionándonos
gradualmente y así aproximarnos a nuestro Origen, a lo largo de cuantas vidas
precisemos para ello.
Venimos a partir de la misma
Esencia Divina que impregna la Creación de la materia. El desarrollo de nuestro
Ser aun antes de que existiese como tal, comenzó a formarse gradualmente, a
partir de las experiencias que fue acumulando durante su paso por los tres
reinos de la Naturaleza partiendo del
Reino Mineral, el Reino Vegetal, y el Reino Animal formando almas
grupales en diferentes grados evolutivos, según especies, y por fin, cuando
tuvimos conciencia de nuestra individualidad, entramos en el Reino Hominal como
Espíritus sencillos e ignorantes, pero con un potencial infinito de Perfección
por desarrollar.
Cuando el alma animal que un día
fuimos, pasando por diversas especies del Reino animal, ya estuvo lo
suficientemente evolucionada en cuanto a instintos e inteligencia, fue sometida
en el Plano Espiritual a un especial proceso de unión con la Energía Pura de
nuestra Fuente Creadora, y a continuación comenzó a desarrollar la conciencia
de su Yo en una nueva etapa de su evolución como Espíritu humano, pasando a formar
parte de una escala evolutiva superior y diferente a las del Reino animal,
precisamente por contener en el Alma la "Chispa Divina" que nos hace
directamente hijos de Dios.
Esa “Chispa
Divina” o Espíritu creado de la Esencia misma de Dios, constituye un Ser
individual a semejanza del Creador, con todos sus atributos en estado latente.
Con esa unión adquirimos el rango de Alma humana y de Hijos de Dios , y a
partir de ahí comenzó nuestro largo periplo evolutivo como Seres espirituales humanos, atravesando tantas vidas como nos
han sido y aún nos serán necesarias para alcanzar etapas superiores de nuestra
evolución espiritual.
Por tanto, en cuanto nuestra
parte humana física, ciertamente procedemos de una especie animal evolucionada,
una subespecie de los primates, seleccionada y acondicionada en su evolución
anímica y física, para albergar el Espíritu humano desde su comienzo evolutivo,
siendo este espíritu con su cuerpo espiritual el que en el transcurso de la
evolución le ha ido configurando el aspecto humano actual que tenemos cada
persona, alejándonos del aspecto animalesco del comienzo.
Pero lo que realmente y
de verdad somos todos los Seres
humanos y es fundamental tener conciencia de ello, es que todos somos Espíritus inmortales, que como antes dije, somos
creación de la misma Esencia espiritual del Ser Supremo que lo ha llevado a
cabo mediante el mecanismo de la evolución a través de las edades en pos de un
retorno a la Divina Perfección de Sí mismo, por tanto todos somos Hijos de Dios.
- Jose Luis Martín
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