jueves, 16 de diciembre de 2021

Cuadro de la vida espírita (3 de 4)

  INQUIETUDES ESPÍRITAS

1.- Ley de Jerarquía Espiritual

2.- La Luz

3.- Oír con el corazón

4.- Cuadro de la vida espírita (3 de 4)



             


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   LEY DE JERARQUÍA ESPIRITUAL
Su acción en el plano espiritual y en el plano humano.

En muchas mentes ansiosas del conocimiento de la Verdad de la Vida surge este interrogante: ¿Qué hay más allá del hombre?
Desde el ser más ínfimo dotado de vida, hasta el hombre más perfecto, hay una larguísima escala de ascensión, cuyos límites no podemos comprender los humanos dada nuestra limitada capacidad intelectiva y conceptual.
Pero, como necesario es ir penetrando en el amplio campo del conocimiento espiritual, daremos a conocer algunos aspectos que os lleven a comprender que, en ese espacio que vemos vacío por la incapacidad de nuestro sentido visual humano de ver más allá de lo físico, hay vida grandiosa en diversas dimensiones, hay otras inteligencias inmensamente desarrolladas, seres espirituales que han llegado a la perfección, en la cual están implícitas: sabiduría, pureza y amor.
Y esos seres espirituales, libres ya de las ataduras físicas, están palpitando en amor y ansiosos de colaborar y colaboran en la Obra Divina del progreso de los mundos y sus humanidades. Seres espirituales de gran evolución, Luz y Poder, que fueron también seres humanos como nosotros en épocas pretéritas, y que han ido evolucionando, subiendo y subiendo gradualmente en la escala ascensional del progreso, en el transcurso de las edades, hasta llegar a la unificación con la Mente y el Amor Divino, esa Eterna Luz que se proyecta a todos los mundos del espacio infinito del vasto Universo.
Múltiples son las graduaciones que por ley van adquiriendo esos seres espirituales de gran Luz y Poder y diversas sus manifestaciones en el vasto programa del progreso de los mundos y sus humanidades; y que son los que componen las jerarquías espirituales colaboradoras en la Obra Divina del progreso.
Desde el punto de mayor jerarquía espiritual que es DIOS, máxima Sabiduría, Amor y Poder de todo el Cosmos, hay una escala descendente hasta llegar a los planos críticos de las múltiples constelaciones, en donde moran los espíritus superiores, que son los mentores y guías de las humanidades planetarias.
Más, entre esos dos “puntos” siderales, hay seres elevadísimos de una magnitud tal, potencias cósmicas y que como humanos no podemos comprender; tales como los encargados del mecanismo por medio del cual se inicia la vida en los planetas, o sea el origen de las especies y formación de las razas; otros, de la formación de sistemas planetarias; otros, de la renovación; otros, de la conservación, etc., etc..
Muy posible es que, para alguno de vosotros, esta síntesis de la Ley de Jerarquía Espiritual parezca una fantasía o un concepto de dudosa veracidad. Libres sois de aceptar o rechazar éste u otros conceptos nuevos para vosotros. Pero, al tratar el tema sobre la búsqueda de la Verdad; no debemos rechazar concepto alguno porque no pueda ser entendido en el momento, ya que sería limitar a nuestra capacidad intelectual ciertas verdades grandiosas.

Sebastián de Arauco.

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                                LA LUZ

                                                                          


    La luz material está hecha para el mundo material.^ El mundo espiritual posee una luz especial cuya naturaleza ignoramos, pero que es, sin duda, una de las propiedades del fluido etéreo destinada a las percepciones visuales del alma. Por consiguiente, hay una luz material y una luz espiritual. La primera tiene sus centros circunscritos a los cuerpos luminosos; la segunda está en todas partes, razón por la cual para la visión espiritual no hay obstáculos; no la detiene ni la distancia ni la opacidad de la materia, así como la oscuridad no existe para ella. 

El mundo espiritual está iluminado por la luz espiritual, que posee efectos propios, como
el mundo material está iluminado por la luz solar.

 El alma, envuelta por su periespíritu, lleva en sí su principio luminoso. Penetra a la materia en virtud de su esencia etérea y no hay cuerpos opacos para su vista.

Sin embargo, la visión espiritual no tiene el mismo alcance ni la misma profundidad en todos los espíritus. Sólo los espíritus puros la poseen en todo su esplendor. En los espíritus inferiores, la visión está debilitada por la densidad relativa del periespíritu, que se interpone como una especie de niebla.

Esta facultad se manifiesta en diferentes grados en los espíritus encarnados mediante el
fenómeno de segunda o doble vista, ya sea en el sonambulismo natural o magnético, o en el estado de vigilia. Según el grado alcanzado por la facultad, se dice que la lucidez es mayor o menor. Con el auxilio de esta facultad ciertas personas ven el interior del organismo y describen la causa de las enfermedades.

. La vista espiritual suministra percepciones especiales que, al no tener su asiento en los
órganos materiales, opera de manera distinta que la vista corporal. Por esa razón, no se pueden esperar efectos idénticos ni experimentarla por las mismas vías. Verificándose esa visión fuera del organismo, posee una movilidad desconcertante. Es necesario estudiar sus efectos y causas y no buscar parecidos inexistentes con la visión corporal, a la que no reemplaza, excepto en casos excepcionales que no deben tomarse por regla..

EL GENESIS
ALLAN KARDEC

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OÍR CON EL CORAZÓN

Más allá de la facultad de escuchar con los oídos, se pude hacer también con la mente, con la emoción, con interés, con malicia, con desanimo, con resentimiento, con alegría, con el corazón…

 El arte de oír es muy complejo.

 Normalmente se oyen informaciones pensando en otras cuestiones que predominan, desviando la atención e impidiendo que se fijen las impresiones de aquello que se informa.

 Algunas veces, se oyen las narrativas que son presentadas con estado de espíritu crítico y perdiéndose los mejores contenidos, porque no están de acuerdo con el pensamiento y la conducta de quien escucha.

 En diversas oportunidades, se oyen a las personas con indiferencia, pensando en los propios problemas e inquietudes, distantes del sufrimiento ajeno, por considerarse muy grande el propio.

 Es común oír por obligación social o circunstancial, estando en otro lugar y situación mental, aunque físicamente estemos al lado.

 Las criaturas humanas conviven unas con las otras, manteniéndose siempre extrañas, no consiguiendo salir de la propia cárcel en donde restringen los pasos, sin embargo preservando la apariencia de libres.

 Por consecuencia, la soledad y la depresión aumentan en razón directa en que se  engrandecen  los grupos sociales, siempre ávidos de novedades y capacidades  transitorias, casi ningunas cosas.

 La saturación que proviene  del mismo, de las actividades respectivas, sin embargo de alta gravedad, que terminan por transformarse triviales  para quien las escucha, responde por el aturdimiento y desinterés de aquellos que se colocan en la posición de oyentes.

 Especialmente las personas  que escuchan las narraciones de los sufrimientos humanos, de tal forma se acostumbran  con los dramas  y tragedias  que, por mecanismos defensivo, se distancian de los hechos y ofrecen palabras destituidas de emoción y de significado, que momentáneamente atienden a los afligidos, sin confortar con seguridad.

 Es comprensible esa actitud, porque también son individuos que sufren presiones, angustias, ansiedades y organizan programas de felicidad que no se completan como les gustaría.

 Se tornan de ese modo, oyentes insensibles.

 Despertando para la circunstancia aflictiva, de la que ellos también necesitaran de servidos y orientados, en la soledad  en que se encuentran, en las necesidades  a la que están expuestos, son inducidos a hacer una evaluación de conducta, mudando de actitud en relación a aquellos que los buscan.

 Pasan entonces a oírlos con el corazón.

 Esto es, participan de la narrativa del otro con el espíritu solidario, saliendo de la propia soledad.

 ¡Oír con el corazón!

 Quien narra un drama es gente que, como tal, debe ser considerada.

 No es un caso más, un cliente, un necesitado, una pesadilla de la cual se debe uno descartar.

 Está sobrecargado y no sabe como proseguir. Necesita ayuda. Requiere atención.

 Puede ser molesto para quien oye. No en tanto, una palabra dicha con el corazón consigue el milagro de modificarle la visión en torno de lo que le ocurre, animándolo para proseguir en el cometido.

 Una sonrisa de comprensión le da una señal de que está siendo atendida y encontró a alguien que con ella simpatiza y se dispone a ser su amigo.

 Escasean los amigos, los afectos verdaderos.

 Se multiplican aquellos que hacen parte de los muertos vivos de la sociedad consumista, cuando ella necesita de seres que piensen que sientan, vibrando en espíritu de solidaridad.

 Cada persona es un país a conquistar  y a ser conquistado.

 Particularmente, cuando está fragilizada, aislada en la isla  de su aflicción, perdida en la fijación del sufrimiento, ansia por alguien que le pueda arrancar el ancora infeliz que le retiene  la embarcación existencial en ese peñasco sombrío.

 Solamente cuando se  puede oír con el corazón, es que el mensaje encuentra resonancia y puede repercutir en le lama  que llora.

 No pocas veces, el cansancio que a todos acomete, la irritación que se deriva de los problemas cotidianos o malestar proveniente de los problemas existenciales arma al individuo de indiferencia por su prójimo, tapándole los oídos del corazón.

 Jesús lo dijo con mucha propiedad… Ellos tienen oídos, más no oyen.

 Los suyos son oídos bloqueados  para el mundo exterior, en razón de los conflictos internos y de los estridulas  sonidos morales que estremecen y agonizan.

 Hay, sin embargo, una forma para el cambio de conducta,  beneficiándose y auxiliado a los demás.

 Procura oír  en cada ser una historia, como si fueses un escritor, un periodista, alguien interesado en la otra vida.

 Descubrir lo nuevo, lo inusitado en su prójimo, con ojos más expectantes, penetrando en el amago de la ocurrencia.

 Dejarse inspirar por el otro, por su necesidad, por su aflicción, por su alegría y mensaje, cuando eso ocurra.

 Más a allá de oír, ofrecer algo a cambio: una palabra alentadora, un gesto fraternal en forma de abrazo, una sonrisa compasiva, cualquier cosa que responda al suplicante de manera encorajada.

 Ampliar el corazón en el rumbo de quien habla o de quien apenas, en silencio, demuestra su terrible aflicción.

 Oír con el corazón es también una forma feliz de hablar con el corazón, mediante o no el uso de las palabras.

 Es vibración de amor que se expande y que retorna en música de solidaridad.

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 Los médicos, invariablemente utilizando el estetoscopio, auscultan el corazón de su pacientes, pero raramente escuchan el mensaje discreto que el transmite, pidiendo socorro fraternal, ayuda emocional, bondad estimuladora…

 Aprende, tu, a oír  con el corazón, todo cuanto los otros corazones están procurando decirte.

 Descubrirás un mundo totalmente nuevo, enriquecedor, en el cual te encuentras y aun no habías percibido, alegrándote con la honra inmensa de estar en él y ayúdalo a ser  cada vez más feliz.

 Extraído del libro de Divaldo Pereira Franco “Directrices para el Éxito” Joanna de Angelis Espíritu.

 Traducido por Merchita.

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            CUADRO DE LA VIDA ESPÍRITA

( 3 de 4 )

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   El estado del Espíritu, como Espíritu, varía extraordinariamente en razón a su grado de elevación y pureza. A medida que se eleva y se depura, sus sensaciones y percepciones son menos groseras; adquieren más finura, sutileza, delicadeza; él ve, siente y comprende cosas que no podía ver, ni sentir ni comprender en una condición inferior. Ahora bien, siendo cada existencia corporal, para él, una oportunidad de progreso, lo conduce a un medio nuevo, porque si progresó se encuentra entre Espíritus de otro orden, cuyos pensamientos y hábitos son diferentes. Agreguemos a eso que esa depuración le permite penetrar, siempre como Espíritu, en mundos inaccesibles a los Espíritus inferiores, como, entre nosotros los salones de sociedad están vedados para personas mal educadas. Cuanto menos esclarecido esté, más limitado le es el horizonte; a medida que se eleva y se depura, ese horizonte crece, y con él el circulo de sus ideas y sus percepciones. La siguiente comparación nos lo puede hacer comprender mejor.

Supongamos un campesino rudo e ignorante, viniendo a París por primera vez; ¿conocerá y comprenderá él al París del mundo elegante y del mundo sabio?. No, porque no frecuentará sino a las personas de su clase y los barrios que estas habitan. Pero si en intervalo de su segundo viaje, ese campesino se esclarece y adquiere instrucción y maneras pulidas, sus hábitos y relaciones serán diferentes; entonces verá un mundo nuevo para él, que no se parecerá con su París de otrora. 

Ocurre lo mismo con los Espíritus; aunque no todos experimentan esa incertidumbre en el mismo grado. A medida que progresan, sus ideas se desarrollan, la memoria es más rápida; están familiarizados previamente con su nueva situación; su retorno con los otros Espíritus no tiene nada más que los asombre; se reencuentran en su medio normal y pasado el primer momento de perturbación se reconocerán casi de inmediato.

  Tal es la situación general de los Espíritus, en el estado que se llama errante; pero en ese estado, ¿ qué hacen ?, ¿ Cómo pasan su tiempo ?, Esta cuestión es para nosotros de un interés fundamental. Ellos mismos nos lo responderán, como fueron ellos los que nos dieron las explicaciones que acabamos de dar, porque en todo esto, nada salió de nuestra imaginación, esto no es un tema despuntado de nuestro cerebro: nosotros juzgamos según lo vemos y oímos. Aparte de toda opinión sobre el Espiritismo, se convendrá que esa teoría de la vida de ultratumba, nada tiene de irracional, ella presenta una secuencia, un ordenamiento perfectamente lógico, y que sería honroso para más de un filósofo.

  Sería un error creer que la vida espírita es una vida ociosa; al contrario, es esencialmente activa y todos nos hablan de sus ocupaciones; esas ocupaciones difieren, necesariamente, según esté el Espíritu errante o encarnado. En el estado de encarnación son relativas a la naturaleza del globo que habitan, a las necesidades que dependen del estado físico y moral de los globos, así como de la organización de los seres vivos. No es esto de lo que nos vamos a ocupar aquí; no hablaremos sino de los Espíritus errantes. Entre los que alcanzaron cierto grado de elevación, unos velan por el cumplimiento de los designios de Dios en los grandes destinos del Universo; dirigen la marcha de los acontecimientos y concurren al progreso de cada mundo; otros toman a individuos bajo su protección y se constituyen en sus genios tutelares, los ángeles guardianes, siguiéndolos desde el nacimiento hasta la muerte, buscando dirigirlos por el camino del bien: es una felicidad para ellos cuando sus esfuerzos son coronados por el éxito. Algunos encarnan en mundos inferiores para cumplir, allí, misiones de progreso; buscan por su trabajo, sus ejemplos, sus consejos, sus enseñanzas, hacer avanzar a unos en las ciencias o en las artes, y a otros en la moral. Se someten entonces voluntariamente a las vicisitudes de una vida corporal, frecuentemente penosa, con el objetivo de hacer el bien, y el bien que hacen les es contado. Muchos, en fin, no tienen atribuciones especiales, van por todas partes donde su presencia pueda ser útil, dando consejos, inspirando buenas ideas, sustentando a los de coraje desfalleciente, dando fuerza a los débiles y castigo a los presuntuosos.

   Considerando el número infinito de mundos que pueblan el Universo y el número incalculable de seres que los habitan, se concebirá que los Espíritus tienen en qué ocuparse; pero esas ocupaciones no les son penosas, las cumplen con alegría, voluntariamente y no por constreñimiento, y su felicidad está en triunfar en aquello que emprenden; ninguno sueña con ninguna ociosidad eterna que sería un verdadero suplicio.

 Cuando las circunstancias lo exigen se reúnen en consejo, deliberan sobre el camino a seguir, según los acontecimientos; dan órdenes a los Espíritus que les están subordinados, y enseguida van a donde el deber les llama. Esas asambleas son más o menos generales o particulares, según la importancia del asunto; ningún lugar especial y circunscrito está destinado a esas reuniones: el espacio es el dominio de los Espíritus; pero preferentemente se dirigen a los globos donde están sus objetivos. Los Espíritus encarnados que están allí en misión toman parte en ellas, según su elevación; mientras sus cuerpos reposan van a tomar consejos entre los otros Espíritus, frecuentemente a recibir órdenes sobre la conducta que deben tener como hombres. Al despertar, no tienen en verdad, un recuerdo preciso de lo que pasó, pero tienen la intención que los hace actuar por propia iniciativa.

   Descendiendo en la jerarquía, encontramos a los Espíritus menos elevados, menos depurados, y en consecuencia, menos esclarecidos, pero que no son menos buenos, y que en una esfera de actividad más restringida, cumplen funciones análogas. Su acción, en vez de extenderse a los diferentes mundos, se ejerce especialmente sobre un globo determinado, en relación con su grado de adelantamiento; su influencia es más individual  y tiene por objeto cosas de menor importancia.

   En seguida viene la multitud de Espíritus, más o menos buenos o malos, que pululan a nuestro alrededor; se elevan poco por encima de la Humanidad, de la cual representan todos los matices y son como el reflejo, porque tienen todos los vicios y todas las virtudes; en un gran número se encuentran los gustos, las ideas y las tendencias, que tenían cuando estaban en vida; sus facultades son limitadas, su juicio falible como el de los hombres; frecuentemente errado e imbuido de prejuicios.

- Allan Kardec-

(Continúa y finaliza en la siguiente publicación)

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